Sangre en el rancho (Man in the shadow, 1957) de Jack Arnold

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Sangre en el rancho ha sido una grata sorpresa para descubrir a un director que Hildy Johnson tenía más asociado a géneros como la ciencia ficción, el fantástico o el terror y a una película que marcó su infancia. Así ocurrió con El increíble hombre menguante, sentí la angustia de su protagonista Scott Carey… condenado a desaparecer, a no poder evitar ir haciéndose cada vez más pequeño, y donde los objetos más cotidianos son amenazadores o los animales más inofensivos, monstruos. Años después, pero muchos años después, contemplé Vinieron del espacio o La mujer y el monstruo. Así que no conocía al Jack Arnold que toca otros géneros… y me sorprendo con esta película con aires de intriga, western y con gotas de denuncia social.

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Ecos neorrealistas. Pan, amor y fantasía (Pane, amore e fantasia, 1953)/ Pan, amor y celos (Pane, amore e gelosia, 1954) de Luigi Comencini

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En Pan, amor y fantasía en un momento cotidiano, el mariscal Antonio Carotenuto (Vittorio de Sica), del arma de carabineros, pasea por las calles de un pueblo de montaña, Sagliena (… un lugar que no viene en el mapa), y se encuentra con un paisano sentado en un banco de piedra que va a degustar un bocadillo… y le pregunta que de qué es. Y el vecino abre los panes, no hay nada en ellos, y contesta: de pan y fantasía… Luigi Comencini pone en pie una comedia italiana y que presupone además otros ecos muy diferentes para la corriente neorrealista: donde cabe la comedia, el costumbrismo, caras conocidas…, donde la cámara sigue en exteriores y se sigue reflejando una Italia de posguerra pero hay sitio para un pueblo idealizado donde existen las problemáticas sociales de posguerra suavizadas y matizadas, para conseguir una sonrisa en el espectador.

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Cuatro reflexiones alrededor de La guerra de los Rose (The War of the Roses, 1989) de Danny DeVito

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1.- El momento de la ruptura. Sin duda el momento clave de La guerra de los Rose ocurre en el dormitorio conyugal, cuando Barbara Rose le dice a su esposo Oliver (él acaba de pasar el susto de creer que perdía la vida con unos síntomas similares a un infarto y está molesto porque su mujer no ha acudido ni a verle ni a cuidarle) que cuando iba en el coche para ir al hospital de pronto tuvo miedo de lo que podía pasar en el futuro. Oliver (Michael Douglas) cree que su esposa va a decir que tuvo miedo a su pérdida, a su ausencia, y comienza a acercarse de nuevo a ella. Y de pronto Bárbara (Kathleen Turner) confiesa, fría, que se sintió liberada, que se dio cuenta de que todo le iría mejor que nunca si él no estaba en su vida. Finalmente le pide le divorcio. Y él se siente humillado, apaleado.

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Los espigadores y la espigadora (Les glaneurs et la glaneuse, 2000) de Agnès Varda

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Los espigadores y la espigadora es un interesante ensayo cinematográfico en primera persona. La directora Agnès Varda toma su cámara digital y con ella “escribe” una reflexión personal. La cineasta francesa, que rodó sus primeras películas en plena Nueva Ola, parte de la definición de espigar y espigador… y a partir de ahí comienza su viaje. Nos dice que en los diccionarios y libros que consulta sobre dicha labor suele aparecer uno de los cuadros de Millet, Las espigadoras. Durante todo el documental este cuadro estará presente, pero también otro de una espigadora altiva, bella y orgullosa de Jules Breton (junto al cual la propia directora posa como tal, creando una interesante metáfora) y cerrará su ensayo fílmico con un precioso cuadro: Las espigadoras huyendo de la tormenta de Edmond Hedouin. Así entremedias de estas creaciones artísticas, elabora un meditado ensayo que habla sobre aquellos que recogen lo que se derrocha en las sociedades que nadan en la abundancia, dando un nuevo sentido a la figura del espigador (una labor que se veía o se sentía en desuso). Ver ahora este documental también supone encontrarnos con una Varda visionaria, pues su cámara recoge ya a muchas personas que espigan antes de que estallara la crisis, y muchas imágenes que filma serían y son más habituales desde el 2007. Lo que convierte a Los espigadores y la espigadora en una premonición.

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Carol (Carol, 2015) de Todd Haynes

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En Carol, una mano sobre un hombro encierra una historia que va a ser desvelada. La película de Todd Haynes es un relato cinematográfico que encierra un círculo perfecto. Nada sobra, nada falta. El director ha construido una trilogía del melodrama moderno, donde dos de sus películas muestran los años 50 en EEUU y su representación en la pantalla de cine y una serie de televisión que hace hincapié en un tipo de películas del Hollywood clásico que se denominaban women films (y cuyo género estrella era el melodrama). A Carol le anteceden Lejos del cielo y la serie de televisión Mildred Pierce. Si en Lejos del cielo elaboraba una nueva lectura de Solo el cielo lo sabe además de homenajear la representación de la vida de los 50 del realizador de melodramas Douglas Sirk; en la serie Mildred Pierce se adentraba en los años de la Depresión (pero se inspiraba en su representación fílmica en un fotógrafo que empezó a brillar en los años 50 y que su huella puede perseguirse también en Carol, Saul Leiter) para presentar un remake (y, otra vez, una nueva lectura) de una popular woman film, Alma en suplicio de Michael Curtiz (y ambas adaptaban con su mirada diferente la novela de James M. Cain). Y en Carol elabora su propio melodrama, arrancando de un material literario, donde busca la aproximación necesaria y personal de unos años 50 (y con distintos referentes) que le permiten contar un encuentro entre dos mujeres.

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Distrito Apache, el Bronx (Fort Apache, the Bronx, 1981) de Daniel Petrie

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Hace poco apareció por el blog una desconocida película de Petrie, La tercera víctima, con Kirk Douglas y Jean Seberg, y ahora el mismo director se encuentra detrás de Distrito Apache, el Bronx. Siendo las dos de una temática diferente hay algo que las une: un aire de desencanto y melancolía. Daniel Petrie se mete en una comisaria del Bronx, un barrio difícil y marginal, que los agentes apodan Distrito Apache, como si fuera un fuerte contra un mundo hostil. En el interior los agentes hacen lo que pueden, algunos caen en corrupciones y otros trapicheos, otros se limitan a realizar su trabajo sin que les molesten mucho y otros tratan de ejercer correctamente su profesión, como el agente Murphy (Paul Newman) y su joven compañero y amigo Corelli (Ken Walh).

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Tres estrenos: Creed. La leyenda de Rocky, Spotlight, Mia madre

Creed. La leyenda de Rocky (Creed, 2015) de Ryan Coogler

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Cuando veo aparecer a un Rocky mayor en el cementerio, coger una silla de un árbol, ponerse frente a dos lápidas, una de su cuñado Paulie y otra de su amada esposa Adrian, y que empieza a charlar con ellos…, entonces no solo me atrapa la película sino que veo a Rocky alias Sylvester Stallone como leyenda. Y me viene a la cabeza otra leyenda, el Duque o John Wayne, en uno de sus personajes con John Ford en La legión invencible (1949), mientras charla también con su esposa fallecida, Mary, frente a su lápida.

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¡Qué ruina de función! (Noises off, 1992) de Peter Bogdanovich

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Peter Bogdanovich ama el cine y uno de sus amores es un género: la comedia y si es posible screwball… con unas gotas de slapstick, por favor. Si encima unes cine y teatro…, solo hay una salida: el espectáculo debe continuar. Así surge ¡Qué ruina de función!, película donde el director cinéfilo logra que el espectador llore de la risa y sus carcajadas no puedan reprimirse. Bogdanovich mima sus comedias y bebe de un lenguaje cinematográfico complejo que se fue forjando con los grandes cómicos de cine mudo americano y continuó con el género screwball durante los años treinta y cuarenta…, de esta manera las comedias de Bogdanovich son evoluciones y homenajes al género que ponen de relieve la importancia que tiene un buen director de comedias. No hace más que seguir la premisa que nos descubrió Preston Sturges en Los viajes de Sullivan: lo importante que es dirigir buenas comedias y provocar simplemente la risa. Porque la risa termina siendo terapéutica y relajante cuando realmente surge del alma.

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La Juventud (Youth, 2015) de Paolo Sorrentino

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“Dices que las emociones están sobrevaloradas, pero eso es una gilipollez. Las emociones son lo único que tenemos”. Estas son los palabras que le dice Mick (Harvey Keitel), el director de cine que está erigiendo su testamento cinematográfico, a su amigo Fred Ballinger (Michael Caine), un compositor de música retirado. Y ahí está la clave de La Juventud de Paolo Sorrentino, que filma emociones. Así atrapa al espectador en su universo visual barroco y lo arrastra a un viaje emocional trufado de reflexiones sobre la vida. Lo inunda de belleza. De esta manera Sorrentino ofrece un torrente de imágenes y sonidos hermosos que provocan emociones que llevan a una reflexión catártica sobre el sentido de la vida.

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