Nuestra hermana pequeña (Umimachi Diary, 2015) de Hirokazu Koreeda

Nuestra hermana pequeña

Nuestra hermana pequeña es un reflejo de la vida como un largo río tranquilo… Ya lo decía Jorge Manrique en Coplas por la muerte de su padre: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar, /que es el morir,/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ y consumir;/ allí los ríos caudales,/ allí los otros medianos/ y más chicos,/ y llegados, son iguales/ los que viven por sus manos/ y los ricos”. Pero si en las zonas mediterráneas esos ríos tienen cascadas, rápidos y otros temperamentos…, en zonas orientales, como Japón, la filosofía de su caudal es tranquila… Y, sin embargo, los obstáculos y problemáticas de la vida son los mismos, pero la manera y el tempo de enfrentarse a ellos es totalmente diferente. Así Nuestra hermana pequeña plantea otra historia familiar que con un director mediterráneo (italiano o español) sería un melodrama desatado, un torrente o una tormenta, y con Hirokazu Koreeda es un lago de aguas en calma que nunca estallan pero viven, sufren y aman.

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Sangre en el rancho (Man in the shadow, 1957) de Jack Arnold

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Sangre en el rancho ha sido una grata sorpresa para descubrir a un director que Hildy Johnson tenía más asociado a géneros como la ciencia ficción, el fantástico o el terror y a una película que marcó su infancia. Así ocurrió con El increíble hombre menguante, sentí la angustia de su protagonista Scott Carey… condenado a desaparecer, a no poder evitar ir haciéndose cada vez más pequeño, y donde los objetos más cotidianos son amenazadores o los animales más inofensivos, monstruos. Años después, pero muchos años después, contemplé Vinieron del espacio o La mujer y el monstruo. Así que no conocía al Jack Arnold que toca otros géneros… y me sorprendo con esta película con aires de intriga, western y con gotas de denuncia social.

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Amargo silencio (The angry silence, 1960) de Guy Green

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Hay películas que no se sabe muy bien el porqué caen en olvido, son muchos los motivos de análisis. Y otras quizá porque lo que cuentan causa incomodidad también se hunden en la memoria cinéfila, ya se sabe lo incómodo se esconde. Amargo silencio es del segundo grupo y es una película para reivindicar. Cuenta una situación incómoda, no fácil, y cae en olvido. Pero hay varios puntos que hacen de Amargo silencio una película que necesita un rescate. Esta muestra un aspecto del mundo obrero en una fábrica y lo desarrolla a la perfección. Su visionado provoca varias miradas y lecturas… y ninguna deja indiferente.

Primer punto: mundo obrero

La relación entre el mundo obrero y el cine es larga y estrecha. Desde que los hermanos Lumiére grabaran la salida de los obreros de su propia fábrica…, los trabajadores, las fábricas y el cine han estado estrechamente unidos. Y ahora mismo en la actualidad es un tema de máxima vigencia más con la crisis mundial que ha vuelto a remover los cimientos de las fábricas. Así directores como los hermanos Dardenne (Dos días, una noche) o Robert Guédiguian (Las nieves del Kilimanjaro) siguen pintando el mundo de las fábricas en occidente y los conflictos morales mezclados con los laborales.

Amargo silencio toca varios puntos complejos (y por ello incómodos) y también los conflictos fluctúan entre lo moral y laboral. La película plantea una huelga en una fábrica y hace hincapié en que no todas las huelgas son justas y recomendables. Plantea la manipulación del grupo y cómo una huelga puede efectivamente manipularse para llevar a cabo otros intereses y cómo puede que lo que menos importe sean los derechos y los deberes de los trabajadores. Así el conflicto central de la película es cómo la postura de un obrero: Tom Curtis, que ve innecesaria la huelga (que además no ha sido convocada por los sindicatos), y ejerce su derecho a no asistir a ella y trabajar, le convierte en una persona non grata, tanto para sus compañeros como para la dirección de la compañía. Tom Curtis es incómodo. La situación se escapa de las manos de todos y termina en tragedia. A Tom Curtis todo el mundo le retira la palabra. Es un apestado y eso perjudica también a su entorno más cercano, su familia.

Así el planteamiento de la película no es fácil y un análisis no profundo y simple podría quedarse en una lectura superficial: la película va en contra de la colectividad obrera y a favor de la libertad individual. Es decir se haría una lectura de película a favor del capital que desprestigia uno de los instrumentos del mundo obrero: la huelga (otro aspecto que ha sido continuamente reflejado en el cine desde muy distintas ópticas). Y convierte en héroe trágico al esquirol. Pero Amargo silencio plantea algo mucho más profundo y asuntos que no gustan ser mostrados. Y habla de temas tremendamente humanos y que se pueden plantear en los entornos laborales, en las fábricas. La manipulación de los trabajadores para conseguir intereses ajenos a ellos (tanto por la cúpula de la empresa como de algunos representantes de los trabajadores que ‘velan’ porque todo marche), la presión del grupo que puede actuar sin opinión propia y sin tratar de fomentar el acercamiento y el diálogo, el impedir que un compañero opine y actúe distinto, provocar el vacío y el aislamiento de este, el exponer el derecho a no asistir a una huelga si no se está de acuerdo con los motivos… y queda patente lo difícil que es (y lo necesario) construir una fuerte, sólida y justa solidaridad obrera que vele realmente por los trabajadores y donde todos los trabajadores formen parte, tengan voz y voto, y juntos traten de encontrar las mejores soluciones en las situaciones de conflicto.

Hay dos escenas claves que tienen a Tom Curtis como protagonista: una es cuando decide ir solo a trabajar a la fábrica durante la huelga. Se muestra el rechazo de sus compañeros pero también desde lo alto del director de la fábrica que se lo expone al director de personal: no se fía de los lobos que actúan en solitario en uno u otro bando. Y otro momento es una conversación íntima entre Tom Curtis y su propia esposa cuando está viviendo el máximo rechazo por parte de todos. Le dice que lo más irónico es que él entiende a todos. Y que todos creen que están actuando por razones contundentes. También hay otro momento en que reconoce que no sabe cómo ha llegado hasta ese punto ni por qué… pero que seguirá manteniendo su postura.

Hay otros aspectos muy interesantes para seguir indagando en la complejidad de la película: la película empieza y termina con la llegada y la salida en tren de un personaje que viene de fuera: un agente externo a la fábrica pero que es el que trae ‘órdenes desde Londres’ para que se lleve a cabo la huelga y además pone en marcha el aislamiento de Curtis. Este personaje es misterioso y silencioso… y jamás se revela su identidad ni los trabajadores reparan en él. Tan solo se menciona que es el “nuevo” que ha contratado la fábrica. Y este personaje, por supuesto, también puede aportar distintas miradas a la película según el grado de complejidad con el que se mire. En ningún momento sabemos los motivos por los que se convoca la huelga, ni los acuerdos a los que se llega, ni cuáles son las reivindicaciones de los trabajadores… Entre los trabajadores de la fábrica se realiza una rápida radiografía: están los obreros de la vieja escuela, y algunos de ellos muestran su desacuerdo con la nueva huelga, pero no aguantan la presión del grupo y deciden unirse a la ley del silencio, otros que se arrastran porque es más cómodo (el mejor amigo del protagonista) y prefieren no tomar partido aunque les parezca injusto, los que se están dejando manipular por el agente externo y un grupo de jóvenes adormecidos y sin cerebro que tratan de sobrevivir en el día a día… y que van por donde les lleva la corriente y si pueden armar bulla o servir a unos o a otros para sus propósitos ahí están ellos. Por su parte la dirección de la fábrica trata de seguir consiguiendo sus intereses y beneficios… y dispuestos a lo que sea para terminar no solo con la huelga sino con la situación incómoda que ha creado el obrero Tom Curtis. Entre medias de los dos mundos se encuentra el director de personal, otro interesante y complejo personaje. Amargo silencio no es una película fácil.

Segundo punto: alrededor del Free cinema

La película es del año 1960 y se realizó bajo la influencia de una corriente de cine británica que empezó en los cincuenta y que todavía hoy sigue su estela, el Free cinema. Realismo, cotidianidad, compromiso con la realidad social, dar voz a los que no solían tenerla en el cine… Y por supuesto el trabajador, el obrero, se convierte en un personaje cinematográfico. La huella de los jóvenes airados es alargada así la siguiente generación sigue haciendo hincapié en un cine que se compromete con la realidad social. Su estela continúa en Ken Loach o Mike Leigh o actualmente con Paddy Considine o Andrea Arnold.

Amargo silencio además consigue una radiografía de una fábrica británica de los sesenta y de la vida cotidiana de sus trabajadores. Asistimos a la entrada y salida de la fábrica, a las relaciones entre los trabajadores, a los lugares de trabajo y a los de ocio, a su vida privada en los barrios obreros, en sus hogares…

Tercer punto: el director

La película permite conocer a un director interesante, Guy Green, del que llevo tiempo persiguiendo ver algo y esta es la primera película que visiono. Ha sido un grato descubrimiento. Amargo silencio me sitúa ante un director a tener en cuenta del que deseo ver sobre todo dos películas más: Hombre marcado (The mark) y Un retazo de azul (A patch of blue). Por lo menos aquí, por estos lares, no es fácil conseguir su filmografía. Guy Green fue además un prestigioso director de fotografía que trabajó varias veces junto a David Lean. Así se puede ver su magnífica labor como director de fotografía en tres buenas películas del director británico: Cadenas rotas, Oliver Twist y Amigos apasionados.

Lo que intuyo leyendo los argumentos de sus películas como director, es que era un hombre de retos y que reflejaba historias complejas que podían incomodar al espectador pero historias necesarias, posibles y tremendamente humanas. Con Amargo silencio consigue ritmo, envuelve y relata muy bien lo que quiere reflejar, el tono va en crescendo hasta llegar a la tragedia y se nota su buen empleo del lenguaje cinematográfico (por ejemplo, para los momentos más trágicos utiliza contundentes y efectivas elipsis). Además no toma el camino fácil para contar una historia sino que muestra un montón de aspectos y aristas, no es en absoluto un director maniqueo sino que muestra la complejidad del mundo real. A veces no es cuestión de señalar malos y buenos, es todo mucho más difícil.

Cuarto punto: más que actores

Tom Curtis, el obrero protagonista, es Richard Attenborough (otro de nuestros ausentes más recientes, nos dejó en agosto de 2014) que además también trabajó como productor de la película. Richard fue actor, director y productor de cine. Y aquí ha sido todo un descubrimiento para mí como actor (del Attenborough actor me queda mucho por ver) en su elaboración de un personaje atractivo y tremendamente complejo. Le regala a su personaje credibilidad, realismo y vulnerabilidad. Además de intimidad y una bonita química con la actriz que hace de su esposa, Pier Angeli. Esta compone un personaje sensible y fuerte a la vez. Las escenas de ellos dos se convierten en momentos de intimidad, confesiones de miedos, vulnerabilidad y superación de obstáculos de un matrimonio obrero. No era la primera vez que Attenborough trabajaba con Guy Green y con Pier Angeli. Este trío se complementa con otro de los actores que también además sería coguionista de esta película, Michael Craig. Michael Craig compone otro personaje de importancia en Amargo silencio, es el amigo que no se compromete, que prefiere no opinar, no decidir, seguir al grupo y no ponerse al lado del amigo que además le ha ofrecido siempre su casa para vivir…, hasta que abre los ojos.

Quinto punto: clave de cine

Guy Green dominaba el lenguaje cinematográfico. Su experiencia como director de fotografía le había dado muchas claves. Amargo silencio tiene pulso y buenas decisiones de puesta en escena como las antes mencionadas elipsis: el ataque que recibe el hijo pequeño de Tom Curtis y su esposa y el ataque final que sufrirá el propio Curtis. Además proporciona a la película no solo un ritmo adecuado sino que logra credibilidad y realismo, como he dicho antes, en la plasmación de los conflictos en una fábrica británica de los años sesenta así como el mundo íntimo del obrero protagonista.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dos días, una noche (Deux jours, une nuit, 2014) de Jean Pierre Dardenne, Luc Dardenne

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Los hermanos Dardenne, tras la oscura y pesimista El silencio de Lorna, han decidido seguir su senda de cine que toca temas sociales contemporáneos y dilemas morales pero dejar algo más de luminosidad a sus propuestas cinematográficas. Finales que dan pie a pensar en un futuro o más bien en una salida. Así ocurrió con El niño de la bicicleta y ahora de nuevo con Dos días, una noche. A su vez son dos películas que suponen un paso más en su cinematografía, seguir trabajando con sus actores fetiches (en este caso con Fabricio Rongione o Olivier Gourmet, esta vez no contamos con el rostro de Jeremie Renier) pero poner rostro femenino al personaje principal con actriz de renombre. En El niño de la bicicleta fue Cécile de France y en esta ocasión Marion Cotillard.

Los Dardenne siguen apostando por una manera de contar directa y sin artificios pero dejando obras, dentro de su aparente sencillez, perfectamente construidas. Esta vez se centra en Sandra, una trabajadora de una pequeña empresa, que dispone solo de un fin de semana para convencer a sus compañeros de trabajo de que se repita una votación de la que depende su futuro laboral. El empresario ha puesto a sus trabajadores en un dilema: tras la baja de Sandra por depresión –y a punto de incorporarse– y debido a la fuerte competencia de otras empresas, ha decidido con el jefe de producción que el trabajo de diecisiete lo pueden hacer dieciséis, pero dan a elegir a sus trabajadores entre el puesto de su compañera o renunciar a una prima de mil euros. Sandra debe conseguir, por lo menos, nueve votos de sus compañeros para conservar su empleo.

La cámara de los realizadores belgas sigue a la protagonista en su periplo. Capta sus momentos de debilidad, sus derrumbamientos, sus sonrisas y esperanzas, sus angustias y miedos, sus pasos hacia delante, sus pasos hacia atrás… y va exponiendo los motivos de cada uno de sus compañeros para optar a un voto o a otro. En un principio, Sandra se conforma con la repetición de la votación (que se realizó sin ser voto secreto y bajo la presión del jefe de producción metiendo miedo a los trabajadores) y quiere tan solo ver a sus compañeros el lunes. Pero su marido, la convence de que tiene que luchar por su puesto de trabajo, verles a todos de manera individual para poder exponer su situación y que decidan por ellos mismos, sin la presión del grupo. Lo primero que queda claro y que Sandra no se cansa de repetir a sus compañeros, y ellos lo saben, es que no tendrían que estar tomando esa decisión que ya es injusta desde el principio pero son situaciones injustas las que se están viviendo en una sociedad en crisis política, económica y social.

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Entre los trabajadores no hay ni buenos ni malos, hay personas con situaciones complicadas, y en estos momentos en que llegar a fin de mes es pura odisea, es difícil apelar a la solidaridad obrera… pero no imposible. Y es lo que queda claro en Dos días, una noche. Independientemente del resultado final de la votación de Sandra. Y para la protagonista, sumida en la depresión durante meses, este angustioso fin de semana, con una cámara que no la deja sola ni un instante, le supone finalmente ponerse de nuevo en pie, luchar y caminar.

Normalmente los Dardenne emplean de manera muy especial la banda sonora en sus películas. Suele haber una total ausencia de ella y solo la emplean en momentos muy concretos (y normalmente de manera diegética) creando atmósferas o instantes especiales. En Dos días, una noche solo hay música en dos momentos cruciales y ocurren en el coche de la protagonista, en la radio. Una canción francesa junto a su marido, que habla de tristeza que refleja la situación anímica que ha vivido y vive la protagonista, y un rock and roll (no olvidemos que en un momento de la historia fue sinónimo de lucha, protesta y rebeldía) junto a su marido y una compañera de trabajo en un momento esperanzador.

Dos días, una noche es una película coral donde los Dardenne no nos separan de la protagonista y lo que en un primer momento parece una persecución asfixiante y angustiosa, termina con un halo de luz y una sonrisa…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Un toque de violencia (Tian zhu ding, 2013) de Jia Zhang Ke

“¿Entiendes su violencia?”, escucha en una ópera china callejera una de las protagonistas de las cuatro historias que conforman Un toque de violencia del realizador chino, Jia Zhang Ke. Y esa pregunta parece lanzada al espectador que asiste a un concierto violento sobre la China contemporánea. Una radiografía dura y sin concesiones de un país que oscila entre un desarrollo económico donde entran las maneras más agresivas del capitalismo con un sistema político y social que arrastra la herencia de un régimen comunista en forma de dura dictadura. Así el director Jia Zhang Ke toma la batuta para realizar un retrato impactante y desarrolla un estudio complejo sobre la convivencia del ser humano con la violencia… en su día a día. Estremecedor.

Le basta una secuencia de introducción antes de los títulos de crédito para explicitar el tono y el estilo de la película. Un camión de tomates volcado en una solitaria carretera, un motorista en silencio presencia, inmutable, la tragedia de un accidente fatal. Por esa misma carretera circula otro motorista, parece un hombre indefenso. De pronto tres jóvenes irrumpen en su trayectoria y le paran. Portan hachas en sus manos, amenazan al hombre y le piden todo su dinero. El hombre en silencio e inmutable, les mira. Todos esperamos el peor de los finales para el atracado. Sin embargo, impasible saca una pistola y dispara a los tres jóvenes. Después sigue por la carretera, se cruza con el accidente, se para un momento al lado del otro motorista y sigue su camino.

Con una puesta en escena brillante, teniendo especialmente cuidado en las localizaciones (paisajes y arquitecturas) donde suceden las distintas historias, Jia Zhang Ke realiza un viaje sin compasión a una China compleja. Las cuatro historias son reales y las conoció el director porque se difundieron en las redes sociales. Cada historia tiene su toque de violencia. Cada historia transcurre en un lugar diferente de ese enorme país que es China. Cada historia tiene distintos protagonistas. Y cada historia tiene una reflexión diferente sobre ciudadanos atrapados en diferentes violencias que finalmente estallan (pero esos estallidos se reconocen, desgraciadamente, no solo en China y eso universaliza la película). Paralelo a la historia de los personajes y la violencia que ejercen sobre ellos y la que ejercen ellos mismos, se nos muestra animales que también sufren la violencia… Parece que los humanos, en ocasiones, somos más violentos, irracionales e inhumanos que en el mundo animal. Y desde esta óptica también se puede realizar un interesante y escalofriante análisis.

Jia Zhang Ke ha dejado constancia en varias entrevistas cómo le influyó cierto cine europeo (por ejemplo en el cuidado e importancia de las localizaciones y en las ‘arquitecturas’ donde sitúa a sus personajes) como Michelangelo Antonioni. Pero por otra parte el cineasta siempre deja constancia de la memoria, el paso del tiempo y la cultura y las tradiciones chinas y ese paso de una China del pasado a una contemporánea. Así en esta película, deja un papel expresivo importante a la Ópera china o puede rastrearse la influencia de un género cinematográfico de su país, el wuxia, que es el cine de artes marciales. Un toque de violencia es una película rica en matices, detalles e influencias.

Un día de furia en la vida de un obrero

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La primera historia es el descenso a los infiernos de Dahai, un minero que no puede más con la injusticia social, con la corrupción de los jefes de la empresa y de los mandatarios del pueblo donde vive. No puede con la brecha que se va abriendo más entre ricos y pobres. La explotación a la que están sometidos le enferma y también le va minando la soledad en su denuncia. Pronto recibe ‘un castigo’ por no permanecer con la boca callada o sumiso, por ser contestatario. A cambio recibe la burla de todos sus compañeros, de las gentes de la localidad donde vive. Entonces decide rescatar una escopeta de un armario y lanzarse a la calle… Así esta historia sigue la estructura del hombre normal y corriente, cotidiano, que acuciado por las frustraciones diarias y las injusticias que rodean su vida así como la incapacidad, la complicidad o la desidia de los que podrían tomar medidas contra los desmanes de los poderosos, estalla finalmente en una violencia irracional como última salida de rebeldía. Un día de furia en China.

Vida cotidiana y disparos

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La segunda historia es la que le resultó más interesante y compleja a la que esto escribe. Es la vida errante de un hombre que es oriundo de una localidad rural deprimida (uno de los moteros de la escena inicial, el que es atracado). Un hombre silencioso, apático… es un muro. Es padre de familia, tiene hijo y esposa, y en su aldea vive su madre y hermanos. En Año Nuevo regresa a su lugar natal, y entre fuegos artificiales, siente que todo sigue igual. Lo único que le saca de la apatía es su trabajo: es un atracador violento que recorre China para ejecutar sus robos y así consigue el dinero para su familia. En esa apatía, vive sin mala conciencia. Es un peligroso muerto en vida, que arrasa con todo lo que se le cruza…

Estallido

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Una bella joven, que trabaja de recepcionista en una sauna (que ofrece servicios sexuales), continuamente está percibiendo violencia contra su persona. La historia empieza con un desencanto emocional, su amante no se decide a dejar a su esposa y empezar una nueva vida junto a ella. Se van sucediendo distintas bofetadas ‘emocionales’ a la protagonista hasta que unos clientes intentan forzarla a tener relaciones sexuales. Y sucede así una de las escenas más violentas (sin explosión de sangre) cuando uno de los clientes empieza a golpear y gritar a la protagonista con un fajo de billetes exigiendo sus servicios porque puede pagarlos. Así la bella joven, de pronto, se rebela también en un estallido de violencia… que desemboca en una de las escenas más hermosas e inquietantes del film, una joven llena de sangre, con una navaja en una mano, avanzando por una carretera rocosa…

Acorralado

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La historia más sensible y humana la protagoniza un adolescente que va de trabajo en trabajo sufriendo explotación e injusticia. Es un joven risueño que parece que todo lo aguanta. Pero desde el principio el espectador sabe que es un joven sencillo que se siente atrapado en unas estructuras económicas y laborales (con la presión de su familia) en las que llega un momento que no ve salida alguna. No ve futuro. En uno de los trabajos, una especie de prostíbulo de lujo para empresarios, se ilusiona con una de las chicas explotadas sexualmente… pero es ella la que le muestra que no hay salida para ellos de una vida gris. Así el joven solo ve salida en una drástica y violenta medida…

Un toque de violencia es una bofetada continua de Jia Zhang Ke (primera película del realizador que me atrevo a ver… Digo me atrevo porque hasta ahora tenía la sensación que en otras realizaciones suyas me iba costar más entrar en su manera de mirar y contar) que deja una radiografía bastante dura de la China contemporánea.

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Soledad (Lonesome, 1928) de Paul Fejos

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El periodo de cine mudo ofrece muchas películas ocultas que cuando caen en nuestras manos, caen como el descubrimiento de un tesoro. Y una de ellas es Soledad, desde que leí las primeras informaciones sobre ella me entraron unas irremediables ganas de verla. Por fin lo conseguí y la espera ha merecido la pena.

Su realizador Paul Fejos se sintió irremediablemente atraído por el cine pero sobre todo por sus posibilidades técnicas y de experimentación formal. Su figura creativa muestra a uno de los pioneros en sentirse fuera de la industria y en el sistema de estudios de Hollywood, desubicado… porque éstos no estaban preparados para asumir las experimentaciones del realizador (pero sí como veremos a continuación, experimentaciones de otro tipo). Así que finalmente abandonó Hollywood pero también, un tanto desilusionado, el cine, y decidió continuar sus pasos en el mundo de la ciencia.

Soledad es una sencilla historia de amor que transcurre en un solo día en la gran ciudad, Nueva York. Una historia sencilla contada con alardes formales pero encerrando toda la emoción en cada escena. Además la película tiene otro valor: y es plasmar ese cambio que estaba viviendo el cine en ese momento. El paso del cine silente al sonoro, época de experimentación técnica. Si bien es cierto que la copia que ha llegado hasta nosotros cuenta con modificaciones obligadas por el estudio (que buscaba calidad… pero también rentabilidad), y que quizá Paul Fejos hubiese evitado (aunque también le apasionaba la experimentación formal), Soledad es un testimonio de un periodo de cambio e incluso esos cambios provocan una cierta extrañeza y belleza al observarla ahora (éstos tienen que ver sobre todo con la banda sonora).

Así junto a alardes técnicos del propio Fejos que ya experimentaba en algunas escenas con el color, se añaden los de los nuevos tiempos: así Soledad queda como una película muda pero con elementos sonoros que además ayudan a avanzar la trama. Por ejemplo hay una canción fundamental en la resolución de la historia que se escucha dos veces y será fundamental para construir un final. La canción es Always… Y después existen tres diálogos sonoros donde los personajes de pronto ‘rompen’ a hablar. No deja de ser extraño pero como dos de esos diálogos ilustran el enamoramiento de ambos personajes, no dejan de dar una sensación mayor de aislamiento de ambos personajes. Los dos están viviendo en una especie de limbo por su enamoramiento instantáneo y se ‘lanzan’ a hablar. El tercer diálogo sería el más desubicado pues transcurre en una comisaria, aunque ilustra un momento importante para el protagonista masculino que lucha para regresar junto a su amada.

Soledad es una película moderna pues trata de captar el espíritu de una gran urbe y el aislamiento del ser humano que forma parte de una gran masa y le convierte en anónimo. Y es que ése era el gran tema del momento, con ejemplos ilustres y algo más conocidos que esta obra de Paul Fejos: mi amada … Y el mundo marcha o Amanecer. También el ser humano integrante de una masa que deshumaniza puede verse en Metrópolis.. Además Paul Fejos capta cómo despierta una ciudad y refleja su ritmo, su movimiento… nos cuenta cómo toda una ciudad se pone en marcha y vive durante un día (ahí sentimos al Paul Fejos más experimental a la hora de aplicar el lenguaje cinematográfico)… Y ese captar el espíritu de una gran ciudad también forma parte del cine más experimental del momento que de 1927 a 1929 vomitaría sus obras más difundidas hasta el momento: Berlín, sinfonía de una ciudad o El hombre de la cámara.

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Pero Soledad toca maravillosamente otros dos temas: cómo el trabajo convierte al ser humano en integrante de una cadena impersonal (en una pieza del engranaje) y la importancia del ocio masivo (fuente de atención de otros cineastas como Jean Vigo en A propósito de Niza, cortometraje de 1930): cómo las playas se convierten en lugares de concentración de ocio y descanso o cómo se construyen enormes centros de diversión, parques de atracciones, como el de Coney Island.

Paul Fejos crea para contar lo más sencillo del mundo, encuentro y enamoramiento de dos personas solitarias, un poema urbano y visual. Así disfrutamos de las vidas paralelas (el montaje paralelo como lenguaje cinematográfico) de una telefonista y un operario de fábrica. Cómo se despiertan, cómo transcurre su jornada laboral, las relaciones con sus compañeros, la soledad de ambos, sus viviendas… hasta que coinciden en Coney Island. Mary (Barbara Kent) y Jim (Glenn Tryon), que así se llaman los protagonistas, se unirán y ‘hablarán’ en la playa. A partir de ese momento descubren que ya no están solos y se divertirán en las distintas atracciones. Como una pareja más, entran en un fotomatón y se hacen un retrato que se intercambian, se ríen de ellos mismos. Ese día es distinto en sus vidas. Todo va al ritmo vertiginoso de una montaña rusa, momento clímax de su relación y motivo también de su separación accidental… Vuelven a ser dos seres anónimos en la masa, dos seres anónimos y solitarios, y el regreso a sus hogares se convierte en desgraciado… por la pérdida y la ‘realista’ imposibilidad de un nuevo encuentro. A pesar del amor, apenas saben el uno del otro. Pero como en toda historia de amor que se precie, existe el destino y la casualidad…

Soledad es un buen descubrimiento, un poema urbano, y una historia de amor sencilla pero de intensa emoción…

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