En Carol, una mano sobre un hombro encierra una historia que va a ser desvelada. La película de Todd Haynes es un relato cinematográfico que encierra un círculo perfecto. Nada sobra, nada falta. El director ha construido una trilogía del melodrama moderno, donde dos de sus películas muestran los años 50 en EEUU y su representación en la pantalla de cine y una serie de televisión que hace hincapié en un tipo de películas del Hollywood clásico que se denominaban women films (y cuyo género estrella era el melodrama). A Carol le anteceden Lejos del cielo y la serie de televisión Mildred Pierce. Si en Lejos del cielo elaboraba una nueva lectura de Solo el cielo lo sabe además de homenajear la representación de la vida de los 50 del realizador de melodramas Douglas Sirk; en la serie Mildred Pierce se adentraba en los años de la Depresión (pero se inspiraba en su representación fílmica en un fotógrafo que empezó a brillar en los años 50 y que su huella puede perseguirse también en Carol, Saul Leiter) para presentar un remake (y, otra vez, una nueva lectura) de una popular woman film, Alma en suplicio de Michael Curtiz (y ambas adaptaban con su mirada diferente la novela de James M. Cain). Y en Carol elabora su propio melodrama, arrancando de un material literario, donde busca la aproximación necesaria y personal de unos años 50 (y con distintos referentes) que le permiten contar un encuentro entre dos mujeres.
El material literario del que parte Carol es de una novela semiautobiográfica de Patricia Highsmith (primero la publicó con el título El precio de la sal y con el seudónimo de Claire Morgan —después de su exitosa primera novela Extraños en un tren—, años después la reeditaría con el título de Carol y con su nombre) que narra el encuentro entre dos mujeres (de distinta edad y clases sociales) en los años 50 en una juguetería y cómo este encuentro supone una catarsis en sus vidas.
Es un lujo descubrir cómo Todd Haynes narra esta historia con un empleo magistral del lenguaje cinematográfico y con un uso sutil de diferentes referentes cinematográficos, pictóricos y fotográficos. Además como en todo buen woman film que se precie cuenta con un reparto femenino de lujo (en Lejos del cielo, la protagonista era Julianne Moore. En Mildred Pierce, Kate Winslet y Evan Rachel Wood): como Carol, el rostro de Cate Blanchett, y como la joven fotógrafa Therese, Rooney Mara.
La huella de Saul Leiter se sigue tras esas ventanas con gotas de lluvia que permiten la abstracción, además de adentrarse de manera sutil y hermosa en el punto de vista de Therese…, dando así paso a un flashback que va a hacer entender al espectador qué significa esa mano en el hombro al principio de la película (cuando al final se vea otra vez esa misma secuencia, el espectador ya tiene toda la información y cobra otra intensidad). Pero no es la única referencia fotográfica puesto que la joven Therese está buscando su camino profesional, y el espectador es testigo de su trayectoria profesional: primero como dependienta de unos grandes almacenes hasta alcanzar su objetivo de ejercer como reportera gráfica de un periódico. Y en ese camino pasa de tomar fotografías a objetos, puertas, sillas y ventanas o captar a los pájaros en el cielo… a centrarse en el ser humano, empezando por Carol a la que retrata una y otra vez, hasta llegar a fotógrafa profesional de prensa (con la ayuda además de un valioso obsequio de la propia Carol). Y es que en los años 50, en Nueva York, hubo varias mujeres fotógrafas con sus estilos personales y sus vidas peculiares (Vivian Maier, fotógrafa oculta en el ámbito privado recientemente descubiera su obra, Diane Arbus ya comenzaba a despuntar durante esos años o Helen Levitt, que retrataba las calles y las personas de Nueva York), como Therese.
Por otra parte, tanto Todd Haynes como su director de fotografía Edward Lachman (con el que ha trabajado en la trilogía mencionada) también se dejan llevar por influencias pictóricas para dar un tono especial a los años 50 que recrean, sus protagonistas o algún personaje secundario parece que forman parte de una pintura de Edward Hopper. La imagen comunica la misma soledad, incomprensión e incomunicación que se detectaba en los cuadros del pintor. Otro aspecto con el que también juega la película para contar la historia de Carol y Therese es la música, a la delicada y descriptiva banda sonora de Carter Burwell, se le unen canciones (como No other love o Easy Living) y villancicos de aquellos años que acompañan a los sentimientos y a las situaciones que viven los personajes.
Pero donde Todd Haynes no pone freno es en sus conocimientos de cine que permiten elaborar un exquisito estilo propio y personal para contar la historia de Carol. Podemos viajar a Breve encuentro o Amigos apasionados de David Lean, viendo cómo el espectador se adentra en el mundo de Therese (como si fuera el personaje de Celia Johnson o Ann Todd que empiezan a recordar su historia de amor, su encuentro) y esa forma de introducir bellamente un flashback desde los sentimientos de un personaje. O sentir la importancia que tienen los espacios, la abstracción emocional y los silencios que se pueden rastrear en las películas sobre la incomunicación de Antonioni o por supuesto no puede faltar ese reflejo de la parte oscura del american way of life que siempre ofrecía en sus melodramas Douglas Sirk. O el empleo inteligente de los recursos formales de grandes directores que deleitaron con los women films y melodramas como King Vidor o George Stevens. Una huella de esos grandes se ve en la delicada forma que tiene Haynes de pasar del punto de vista de Therese al de una Carol vulnerable, tras la lectura de una carta en off… y que nos va adentrando dentro del infierno personal que vive Carol para recuperar el amor de su hija (una sufridora como una Stella Dallas).
Las dos heroínas tanto Carol como Therese realizan su propio viaje emocional y evoluciones que van virando el tono de su historia en común para dejarnos un final catártico y emocionante, que solo precisa de una mirada de ambas y dos sonrisas. Así Carol es una mezcla de las heroínas sofisticadas con rostro de una Lana Turner sirkiana y madres sufridoras como Mildred Pierce (Joan Crawford) o Stella Dallas (Barbara Stanwyck). Aparece como objeto del deseo de Therese que queda prendada de su elegancia y sofisticación; Carol parece, además de ser la más mayor, la que maneja los hilos de la seducción. Para después convertirse en una mujer encerrada y sin libertad (coartada por su marido que la ama y por ello no aguanta su rechazo o sus suegros, como guardianes de una supuesta moralidad) que ha de luchar por que no le arrebaten a su hija, que devuelve a una Carol vulnerable y con momentos de fragilidad, que solo quiere poder amar sin tapujos y falsedades, sin ocultarse.
Por otro lado Therese, una joven sin pasado, misteriosa, “como caída del espacio” (tal y como la describe Carol), que no solo busca una profesión sino también asentar su identidad, descubrirse. E irá cambiando el rol de dama joven indecisa y perdida a mujer segura de lo que quiere. En su rostro y vestimenta está la fragilidad pero también la fuerza, el misterio e incluso la inquietud de mujeres gacela como Audrey Hepburn o Jean Simmons.
Por otra parte, Carol se puede ubicar dentro de una corriente del melodrama y women films modernos (que sigue haciendo remakes de viejas películas pero con una visión sorprendente) que ha permitido a ciertos directores estadounidenses y británicos realizar lecturas interesantes de películas clásicas o crear otras historias nuevas con el lenguaje del melodrama. Por citar algunas: El fin del romance de Neil Jordan, Las horas de Stephen Daldry, The Deep Blue Sea de Terence Davies, El velo pintado de John Curran o Revolutionary Road de Sam Mendes.
Así Todd Haynes construye finalmente una personal y delicada historia de amor, perfectamente contada, en unos años 50 cuidadosamente representados. Y consigue que pese a su elaborada y meditada estructura, esta no se note sino que vuele un relato cinematográfico capaz de emocionar y llevar a la catarsis que provoca todo buen melodrama.
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Madre mía, qué cantidad de referencias y qué apropiadas todas. Me quito el sombrero, Hildy.
¡Si es que es una película, querido, querido crítico abúlico, para disfrutar cada secuencia! A mí me ha gustado mucho y creo que Todd Haynes es un buen heredero de los maestros del melodrama. Es uno de esos creadores que hace evolucionar un género.
Beso
Hildy
Pues a mi también me deja abrumada la cantidad de «pistas» que nos das para la más profunda comprensión de la película…¡eres un pozo de conocimientos cinematográficos!…Después de leerte detenidamente he captado muchas cosas que, tengo que confesarte, no vislumbré cuando la estaba viendo…Para serte sincera a mi la pelicula no me ha «llegado»…me ha faltado desde el primer momento empatizar con las dos protagonistas…la una por sofisticada y la otra por indecisa e inexpresiva…Reconozco los méritos del director en su lenguaje cinematográfico para narrarnos la historia, muchos de sus encuadros me parecian cuadros de Hooper perfectos, la música siempre oportuna…Pero ya te digo, ellas no me hicieron vibrar, no me emocionó su historia. Pero te doy las gracias Hildy por habermela explicado tan bien.
Mi querida Mariarosa…, es verdad, que cuando no se conecta o empatiza con los personajes las películas se sienten o se viven de otra manera. Yo reconozco que estaba tan encantada de cómo me estaban contando la historia, que ya disfrutaba de todo, de ellas también.
Un beso
Hildy
Justo estoy regresando de verla. Totalmente de acuerdo con todo lo que dices, un deleite total. A mi Todd Haynes desde Mildred Pierce me ganó (Lejos del cielo no la he visto, pero lo haré pronto). Me gusta mucho su forma de hacer cine. No sé, es como sedosa, bella. Un deleite total. Esta última temporada la verdad no me había entusiasmado demasiado ninguna película (todavía espero leerte para algunas de ellas), pero hoy salí sin reservas de la sala.
¡Abrazos!
Estupendo artículo, mi querida Hildy. El mejor, de largo, que he leído sobre esta película.
El catálogo de cinefilias de la película que aquí desgranas tan bien es la mayor virtud y al mismo tiempo la mayor carencia de la película. Todo son alusiones a, o recuerdos de, o referencias a, o similitudes con. A mí me parece una película muy cerebral, de una planificación meticulosísima, de una arquitectura excelsamente minuciosa, detallista, como quien construye una maqueta perfecta de algo que ya existe. Pero, a la vez, y me parece un pecado tremendo para una película que trata de lo que trata, me parece fría, desapasionada, distante. No me emociona ni me perturba. Veo un excelente trabajo de recreación, pero no veo una historia con peso y poso propio. En resumen, que no me atrapó. Tal vez porque no me parece una película autónoma, que vuele por sí misma, sin pensar en lo que otros han hecho antes.
Besos
¡Qué bien Carmen, leerte! Ya sabes que me da mucha alegría cada vez que veo un comentario tuyo desde tierras lejanas y queridas. Sí, para mí también Carol es hasta ahora una de las películas que más me han gustado en lo que llevo de 2016. Estoy segura de que te va a entusiasmar Lejos del cielo, que además tiene como referente a un director que me gusta muchísimo, Douglas Sirk, y en concreto a una de sus películas, Solo el cielo lo sabe. La trilogía que hace Haynes (quizá sea más que una trilogía en el futuro) con Lejos del cielo, Mildred Pierce y Carol es, efectivamente, todo un deleite.
Beso
Hildy
Mi querido Alfredo, fuimos cuatro personas al cine: a dos nos entusiasmó y llegó totalmente y al otro dúo le dejó bastante fría la historia aunque reconocieron que formalmente merecía la pena. Para mí Haynes sí logra trascender su cuidadosa y cerebral forma y estructura… y alcanzar la emoción y la catarsis que acompaña al melodrama como género. Pero me hace pensar sobre esa desconexión que se produce que algunos espectadores no solo sienten más sino que además les distancia de la historia… Sin duda tendré que volver a verla en futuro próximo para meditar más sobre el asunto.
Beso
Hildy
Todo lo que escribes en tu comentario demuestra que es una película muy sugerente y que nos retrotrae a muchas obras del pasado, desde pintores y fotógrafos a importantes directores cinematográficos. Pese a ello, reconozco que no he conectado emocionalmente con la historia. Me ha parecido una obra muy contenida, muy elegante, muy cuidada en todos sus aspectos, pero el guión, la historia que nos cuenta no me ha entusiasmado. Así que no me apasiona el resultado final. Está obteniendo muchos elogios, así que quizás yo soy el equivocado y no supe apreciar sus muchas virtudes. Esperaré a volver a verla, en un futuro, y puede que entonces cambie mi percepción de esta historia de amor.
Un beso.
Querido Luis, con tu comentario ya sé que tengo que verla de nuevo otra vez. Porque me llama la atención la separación que se establece para muchos espectadores críticos entre la forma de contarla y el contenido de la historia. Es decir cómo se disfruta la elaboración de la obra cinematográfica que realiza Haynes pero la poca conexión que existe con la historia que cuenta. No creo ni mucho menos que estés equivocado, sino que me hacéis plantearme como espectadora crítica que hay una desconexión que yo no capté en absoluto. Porque lo que es cierto es que la estaba disfrutando tanto, que conecté enseguida con todo… pero creo que algo se me escapó… Quizá no es tan redonda como la sentí… o la viví.
Beso
Hildy
Todavía no he visto esta película, mi querida amiga, pero amo a Patricia Highsmith, sobre todo en el terreno del relato corto, que es poco conocida. Leí esta novela hace muchos años y me gustó mucho. Ay, esta mujer extraña pero entrañable que un día fue detenida en un aeropuerto por llevar pegados en todo su cuerpo caracoles vivos. Desde luego una mujer que no le gustaba, para nada, dar explicaciones. Una vez en una entrevista le preguntaron al final de ésta: “¿Qué es Patricia Highsmith?” Y ella dijo en tono airada: “Solo un nombre”.
Besos
Qué buenas anécdotas, querido Francisco, sobre Patricia Highsmith. Si ves Carol ya me contarás qué te parece. Yo confieso que no he leído mucho de Highsmith pero voy a hacerte caso y buscar sus relatos.
Beso
Hildy
La vi ayer. Delicioso tu texto Hildy…aunque te diré que en parte coincido con Alfredo…no voy a reproducirlo todo para no repetir. Creo que todo lo que apuntas está ahí, la cuestión es si considerar eso una virtud o un defecto…
En mi caso te diré que hubo aspectos que me parecieron muy tópicos y repetitivos, caso de los enfados del marido y sus ataques de ira, sin embargo Haynes se saca de la manga momentos excelentes como ese en el que dos mujeres huyen de la navidad impuesta a los acordes de una canción de Crosby…me parece un momento tremendo y muy atinado que apunta que bajo las formas y normas existe otro mundo.
En ese sentido, valoro mucho el analisis que se hace de la castración social y moral en los cincuenta…durante toda la película existe una dualidad maravillosa y terrorifica a la vez en la que se muestran dos mundos que las protagonistas desean conciliar pero parece imposible. Caso de Carol comprando y colocando el arbol intentando conjugar la norma de una navidad falsa, que ella intenta reconstruir a su manera y armonizar de forma libre…Therese toca el piano mientras ella esta descalza junto al salón…es un momento de liberación absoluta que choca con las comidas oficiales con sus suegros.
La idea de unas vidas soterradas y subterraneas en el marco de unas normas admitidas socialmente me parece el gran acierto de la película. Incluso la escena de apertura y cierre insiste en ese aspecto…no son dos amigas tomando el te en una cafetería de la quinta avenida a los compases de Gerswin…por debajo hay mucho más…probablemente en cada mesa…un abrazo
Mi querido Victor, describes momentos, como dices, excelentes. Así me traes de nuevo momentos de la película que me gustaron mucho. Y es que una de las vertientes maravillosas del género del melodrama, cuando está bien hecho, es precisamente el vislumbrar esas vidas soterradas y subterráneas de los personajes que les hacen salir y chocar con las normas establecidas.
Un placer leerte, como siempre.
Beso
Hildy
El velo pintado había ya tenido dos versiones anteriores, una con Greta Garbo y Herbert Marshall y otra con Eleanor Parker y Bill Travers. Otra película con tema feminista y ambientada en los años cincuenta «la sonrisa de Mona Lisa» con Julia Roberts…
Bienvenido, Jorge. Sí, efectivamente como explico en el párrafo donde nombro El velo pintado de John Curran, algunas de esas películas modernas que nombro (que forman parte de una corriente para mí tremendamente interesante) son remakes de clásicos. De hecho tengo gran cariño a la versión de Greta Garbo y Herbert Marshall, de Richard Boleslawski. La de Eleanor Parker y Bill Travers no la he disfrutado todavía. Por ejemplo ocurre lo mismo con El fin de romance que es un remake de otra peli maravillosa de Deborah Kerr y Van Johnson… Vivir un gran amor. Sí, qué ciclo más interesante podría hacerse sobre los años 50 en EEUU y la mujer en el cine. Gracias por la aportación.
Beso
Hildy
Hola querida Hildy. Ante todo quería desearte que estés pasando estos días de la mejor manera posible. Dicho esto, hoy voy a atacar esta peli ya que la encuentro muy deficiente. No existe, tras la presentación de los personajes, un desarrollo de la trama; ésta se estanca, se repliega sobre sí misma y el director se dedica a lo largo del metraje (tediosamente largo, eso sí) a recrearse en lo que sí sabe hacer bien, esto es, la ambientación, el vestuario, la fotografía, etc. Es decir,formalmente la peli es impecable, de ahí que lo que yo veo es que Haynes ha dado gato por liebre a críticos y espectadores (lo siento, Hildy, pero es lo que yo veo), pero la historia está hueca. No hay aristas en sus personajes, no hay alma ni vida en ellos. Cate Blanchett, eso sí, parece gustarse a sí misma en un tremendo ejercicio de egocentrismo por parte de la actriz, se la nota muy consciente de que está actuando, de ahí que no me la crea nunca y en cuanto a su propia y autoconsciente sensualidad, en fin… da pena, porque se dedica a poner gestos y mohínes para pretender tal fin y lo único que consigue es dar grima. En cuanto a Rooney Mara, pues la chica se pasa media película con cara de pasmo y desorientada y, en el último tramo, con rostro de dolor impostado.
¿Por qué me parece que no hay historia? Porque no explota las posibilidades del argumento: el cineasta podía, por ejemplo, haber explorado en la ambigüedad del marido de Blanchett, en vez de presentarlo como un personaje maniqueo (ver sus demonios internos y otorgarle razones de peso para hacer lo que hace; claro que eso supondría tener que mostrar un cierto egoísmo en el personaje de Blanchett pero como ella está en la producción de la peli… pues como que no le interesa quedar como la «mala» de la película o, cuanto menos en un personaje antipático -aquí Haynes transita por lugares comunes, no arriesga sino que se queda en la archisobada y epidérmica relación víctima-verdugo). Asimismo, Haynes podía haber mostrado una historia de amor lésbico muy jugosa (me estoy acordando ahora de la peli alemana » Aimeé y Jaguar», donde el director sí desarrolla una tortuosa historia de amor de manera muy creíble -aunque el film, en conjunto, se resienta debido a su aparatosidad- y las actrices están fantásticas y ¡sensuales! de verdad).
Comparar este film con los melodramas de Sirk, Vidor y otros me parece excesivo. No así en su anterior trabajo, » Lejos del cielo», donde sí hay una historia bien contada y los cauces de la misma son dignos herederos del mejor Sirk.
Un abrazo, Hildy, y cuídate mucho.
Jajajaja, querida Isis, me estoy acordando de que fui a ver la película con mi madre y ella me dijo que las protagonistas le parecían dos estiradas, que la caían fatal, y que no le había llegado nada su historia de amor. Pero, yo, qué se le va a hacer, siento debilidad por Todd Haynes y sus melodramas… ¿Has visto la serie de Mildred Pierce? Ya me dirás.
Por cierto no he visto Aimeé y Jaguar, y tiene muy buena pinta.
¡Muy jugoso tu ataque! No lo sientas, no te ha gustado nada, y lo explicas muy bien.
Besos encerrados
Hildy
Pues no he visto Mildred Pierce y siento mucha curiosidad por verla, más aún al mencionarla tú. Respecto a «Aimeé y Jaguar», es verdad que es un poco larga y, como te decía, un poco aparatosa (debido a la ambición del director por contextualizar el romance de ambas protagonistas – que, dicho sea de paso, está basada en una historia real – en la Alemania nazi y sus pormenores) pero merece la pena y las actrices hacen un trabajo espléndido, te las crees completamente. Sólo por verlas a ellas merece un visionado.
Más besos confinados.