Fueros humanos (Man’s Castle, 1933) de Frank Borzage

Fueros humanos, una película donde Trina y Bill alcanzan también el séptimo cielo.

Un hombre le dice a una mujer que se siente seguro mirando el cielo azul, solo así sabe que no está muerto, que no está enterrado en la tierra, que es libre. De pronto, mira los ojos de la compañera y le dice que tiene en su mirada atrapado el cielo. Sí, es un momento de Fueros humanos, una película que llevaba años persiguiendo, de la que tan solo había visto fotogramas y algunas secuencias y de la que había leído mucho. Y ha cumplido todas mis expectativas. Poco a poco voy completando la filmografía de Frank Borzage y cada vez me gusta más.

La manera que tiene de filmar y contar el amor pocas veces lo he visto. Amor y trascendencia. Sus historias no son fáciles, sus enamorados tampoco. Fueros humanos termina de una manera hermosa: un hombre y una mujer abrazados como polizontes en un tren. Él de negro y ella con un traje de volantes, de otra época. Me vino a la cabeza esa otra pareja al margen en L’Atalante (1934) de Jean Vigo.

Es una película totalmente precode, y Borzage la rodó en un momento de libertad creativa (pero esto es otra historia muy larga y apasionante…, cómo en el sistema de estudios también hubo grupos de directores que lucharon por alcanzar el control de su obra). En el trasfondo de la película: la depresión económica tras el crack del 29. Y en la superficie la historia de Bill (Spencer Tracy) y Trina (Loretta Young) en los márgenes de la sociedad. Fuera del sistema, solo quedan ellos dos y su complicidad. Otra pareja en la filmografía de su director que llega al séptimo cielo.

Sus protagonistas se encuentran en un banco: Bill con un smoking, parece un millonario trasnochado, da de comer a unas palomas. Trina mira anhelante la comida que este está lanzando a las palomas. Los dos entablan conversación. A Bill parece que nada le falta. Y ella le cuenta que lleva dos días sin comer y un año sin trabajar. Pronto descubrimos que Bill no tiene nada, que es un hombre anuncio, y que vive en un poblado de chabolas (los asentamientos de personas sin hogar durante la Depresión se llamaron Hoovervilles). Es un hombre que lleva a gala su libertad y su vida itinerante. No espera que se cruce en su vida Trina. Ni Trina que Bill la coja de la mano y no la suelte.

De pronto, la película gira tan solo alrededor de la intimidad que construyen ambos en su chabola, y en su convivencia con algunos vecinos del poblado, que tendrán mucho que ver con su destino final: una prostituta alcohólica (Marjorie Rambeau), un pastor viudo y retirado del mundo (Walter Connolly) y un delincuente común que sobrevive en el día a día (Arthur Hohl), atraído por Trina.

Sigue leyendo

10 razones para amar Danzad, danzad, malditos (They shoot horses, don’t they?, 1969) de Sydney Pollack

En Danzad, danzad, malditos, Robert y Gloria bailan sin parar hasta la extenuación.

Razón número 1: Relato desolador de la Gran Depresión

Un relato crudo y sin concesiones sobre la Gran Depresión sin salir de un recinto donde se celebra un maratón de baile… Esta sería una sinopsis simple de Danzad, danzad, malditos. Una película que ya no olvidas una vez que la ves. Y con una visión del mundo pesimista: el ser humano fomenta la humillación del otro como espectáculo para evadirse de un mundo en crisis continua. Ya lo dice el maestro de ceremonias (Gig Young): él ofrece espectáculo a un público ávido de miseria, que paga la entrada para sentirse mejor “disfrutando” de la desgracia ajena… Película, por otro lado, premonitoria, que muestra de lo que es capaz cierta industria del espectáculo con tal de subir audiencias. No hay más que mirar el televisor y ver la cantidad de concursos extremos basados en llevar hasta la extenuación a sus concursantes, además de regarlos de pruebas humillantes, o el éxito de programas de crónicas negras. Pero es algo que siempre se ha dado: el fomento del espectáculo de la humillación como catarsis para sobrellevar las épocas oscuras. Uno puede remontarse a los circos romanos o a los castigos y ejecuciones públicas en la Edad Media.

Danzad, danzad, malditos es la adaptación de una novela de Horace McCoy, un hombre contemporáneo a la Gran Depresión y que la conocía bien, por eso supo plasmarla en varios de sus libros. Entre ellos se encuentra el que inspira la película: They shoot horses, don’t they? (publicada en castellano como ¿Acaso no matan a los caballos?). Horace McCoy escribió novela negra y también fue guionista de Hollywood.

Razón número 2: Jane Fonda, un antes y un después

Recientemente emitieron en televisión un documental francés revelador sobre la figura de Jane Fonda, Ciudadana Jane Fonda (Citizen Jane, l’Amérique selon Fonda, 2020) de Florence Platarets, y en él se explicaba cómo en su carrera cinematográfica Danzad, danzad, malditos supuso un antes y un después en su carrera y en la percepción que el público tenía de ella. Si había ido saltando en el cine de la jovencita ingenua y convencional a la totalmente consciente de su sexualidad, explotando su espectacular físico y llegando a su culminación con la Barbarella de Roger Vadim, su amargada Gloria en la película de Pollack supuso una Fonda que fue adquiriendo una mirada crítica y política en la vida, y que trasladaba a los papeles elegidos.

La Fonda sensual se convirtió en una actriz crítica que no quería que solo se la percibiese como objeto de deseo. Así esa Gloria amargada, extenuada y golpeada por la vida, que trata de luchar hasta el último momento para dejar de ser una perdedora perpetua, tira la toalla sin la más mínima esperanza para ella ni para el espectador. Durante los años setenta Jane Fonda se transformó en la actriz que exteriorizaba y plasmaba un periodo convulso con una mirada crítica (Klute, Todo va bien, El regreso, El síndrome de China, Julia, El jinete eléctrico…). El despertar de una América que ya no creía en el sueño americano y encontraba en la militancia un modo de abrir los ojos.

No es irónico que en Danzad, danzad, malditos varios de los participantes del maratón de baile, entre ellos Gloria, hayan tratado o traten de buscarse la vida en Hollywood. Algunos piensan que el concurso puede servirles como plataforma de lanzamiento, ya que, a veces, entre el público hay personal de la industria del cine. Incluso en un momento dado, el maestro de ceremonias anuncia que entre el público se encuentra el director de cine, Mervyn LeRoy. El maratón se celebra durante el año 1932, luego el presentador no duda en gastar una broma nombrando el último éxito de LeRoy, hija de la Gran Depresión, Hampa dorada (Little Caesar, 1931).

Sigue leyendo

Diccionario cinematográfico (229). Amores adolescentes que no pudieron ser…

Esplendor en la hierba

… un amor adolescente que no pudo ser…

Hace poco he vuelto de nuevo a Esplendor en la hierba. Y me sigue entusiasmando como la primera vez que la vi. “Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo”. Quizá sea por eso. El director contó la historia desde la nostalgia, desde la memoria triste de un amor que no pudo ser. Elia Kazan reflejó el primer amor de dos adolescentes de distintas clases sociales en Kansas. La película está ambientada un poco antes de la Depresión y cuando esta estalla… Deanie y Bud no pueden culminar su historia por una cascada de circunstancias sociales que enredan todo. Después de sufrir ambos una crisis existencial, cada uno continua su vida. ¿Hubiesen sido felices? Como no se sabe, la duda siempre persiste en ambos… El guion fue obra del dramaturgo William Inge.

Sigue leyendo

El rey del juego (The Cincinnati Kid, 1965) de Norman Jewison

El rey del juego

… unos ojos azules

¿Pueden unos ojos azules conquistar toda una interpretación…, incluso una película? Sin duda, uno de los secretos de Steve McQueen fue la manera de mirar, de mover sus ojos azules. Además de pasear varios personajes perdedores por la pantalla de cine con toda la dignidad del mundo. Siempre con un punto de picardía y dejadez. A esos ojos, a veces les acompañaba una sonrisa… que se hacía mucho de rogar. Así su personaje en El rey del juego se convierte en un perdedor a su pesar, pero con sus propias reglas y con su independencia y libertad como bandera. Y no está solo: una galería de personajes y actores maravillosos le acompañan.

Sigue leyendo

El último magnate (The last tycoon, 1976) de Elia Kazan

El último magnate

Las tres últimas películas de Kazan mostraban cómo era un director que tomaba riesgos en su carrera cinematográfica y avanzaba tratando de buscar otros caminos. Fue un director que arriesgó hasta el final. Así llevó adelante a finales de los sesenta, una película que desarrollaba un proyecto muy personal, la adaptación de su propia novela, El compromiso. Así con dos estrellas como Kirk Douglas y Deborah Kerr, y una joven promesa, Faye Dunaway, Elia Kazan habla sobre el éxito social y laboral y el fracaso emocional y personal de un hombre. Y sigue así con uno de los grandes temas de su carrera cinematográfica. La presentación de antihéroes que se equivocan, que son influenciados por los designios familiares, que se enfrentan a dilemas morales, que triunfan y fracasan, que terminan solos… (temas que también dominaban su vida personal). En 1972 realizó una película totalmente independiente, Los visitantes, y apenas distribuida con una compleja y crítica visión sobre la guerra de Vietnam, expresando las secuelas psíquicas en toda una generación de jóvenes americanos. Era un proyecto en común con uno de sus hijos, Chris Kazan. Una película que mostraba ese camino abierto de encarar y mostrar otra forma de contar…, además de continuar con un cine de temas comprometidos. Y su última película fue una superproducción nada complaciente que adaptaba la novela inacabada de F. Scott Fitzgerald sobre el Hollywood de los años 30 centrándose en un trágico y joven productor (inspirado lejanamente en Irving Thalberg). Llevó a la pantalla El último magnate. Ahí nos dejó una película que mostraba las luces y las sombras del Hollywood clásico (otra forma de contar metafóricamente, pero desde un punto de vista trágico, lo que han hecho hace nada los hermanos Coen con el Hollywood de los cincuenta en la estupenda Ave, César), y que demostraba cómo Elia Kazan sabía rodar y contar cinematográficamente una historia. Y que eso era lo que realmente amaba en su vida…, como dice el protagonista Monroe Stahr (Robert de Niro): “Esto es cine”.

Sigue leyendo

William A. Wellman, antes del código Hays. Gloria y hambre (Heroes for sale, 1933) /Barrio Chino (Frisco Jenny, 1932), y un aviso de Hildy Johnson

Hace unos días servidora cumplió un año más…, y, claro, no lo va a negar una, pero siempre se reciben con agrado regalos hechos con amor de las personas queridas. Y, bueno, hubo más de uno relacionado con el cine… entre otros, un pack interesantísimo del periodo pre-code de un director que me da muy buenas sorpresas: William A. Wellman. Y así ha sido con las dos películas que he podido visionar: una joya oculta, Gloria y hambre, y un buenísimo melodrama con ecos de otro, Barrio Chino

Antes de meternos en materia, un aviso: durante dos semanas no publicaré texto alguno…, me voy a tierras lejanas que quizá no aparezcan en los mapas y desconecto de todo para pasar bonitas aventuras…, para volver con fuerzas renovadas, seguir tecleando mi máquina de escribir y continuar viajando por universos cinéfilos. Ay, no tengo duda de que os echaré, amigos del ciberespacio, mucho de menos y que me encantará, como siempre, reencontrarme en breve con vosotros entre comentarios, reflexiones, opiniones, recomendaciones y disfrutando de vuestros blogs, imprescindibles ya en mi vida cotidiana.

Sigue leyendo

Una nueva primavera (Primrose path, 1940) de Gregory La Cava

unanuevaprimavera

Durante los años treinta y cuarenta en Hollywood hubo una situación histórica, política y social que marcó la filmografía de varios directores (como ocurre ahora con varios cineastas internacionales y esta crisis económica, política y social que se arrastra desde el 2007): el crack del 29 y sus consecuencias. Directores como John Ford, Frank Borzage, Preston Sturges, Frank Capra o Gregory La Cava… reflejaron en sus películas esta realidad. Algunos repitieron varias veces convirtiéndolo durante una época en el leit motiv de su filmografía. Hubo hasta musicales que nacieron marcados por la crisis económica como Vampiresas 1933 o no se entendería el éxito del cine de gánsteres sin enmarcarlo dentro de aquellos tiempos. El screwball comedy nació y tiene sentido dentro de la crisis económica y la fractura social.

Pero surgió también otro tipo de películas que dejó obras de interés: la mezcla de tonos al contar una historia, la tragedia y la comedia, extraños híbridos que muestran películas de una modernidad perenne y una complejidad extrema en su análisis. La mezcla de tonos no siempre resulta pero cuando funciona deja noqueado al espectador. Así surge una interesante galería de películas, que puede que no sean redondas pero que tienen un halo atractivo y una complejidad que merece la pena desvelar: La gran aventura de Silvia de George Cukor, Arise, my love de Mitchell Leisen, Los viajes de Sullivan de Preston Sturges o parte de la filmografía de Gregory La Cava que fue experto en este tipo de películas y Una nueva primavera es un buen ejemplo.

La Cava es un director más olvidado que otros, entre otras cosas, porque sus obras no han tenido, tal vez, tanta distribución como otros directores y precisamente esa capacidad para la tragicomedia dio como resultado películas bastante más complejas de lo que a simple vista parecen. Baste nombrar Lecho de rosas, Al servicio de las damas (con un personaje femenino tan absurdo que se convierte en un gran icono de la comedia: la gran Irene Bullock con el rostro de Carole Lombard), Damas del teatro, La muchacha de la quinta avenida y la película que comentamos hoy, Una nueva primavera.

Una nueva primavera es una película cruda, muy cruda, que sin embargo deja momentos para el humor. Como la vida misma. La película se enmarca con una cita que luego será repetida, de distintas maneras, por varios personajes: “Vivimos no como queremos, sino como podemos”. Cita que se atribuye al comediógrafo griego Menandro. Y una cita universal con la que es difícil no sentirse identificado. La protagonista de esta historia es una joven, Ellie May, que vive con su familia. Una familia disfuncional. Ella se debate entre su amor por cada uno de los miembros de su familia y su deseo escondido de huir de ese ambiente. Ellie May, que tiene el rostro de Ginger Rogers (durante varias películas actriz fetiche de La Cava), ama a su padre alcohólico y en paro que fue universitario y es especialista en los griegos cuyos sueños se desvanecen como las hojas de un libro inacabado que permanece encima de su mesa. También a su madre, que cuida a todos los miembros de su familia y los mantiene dedicándose a la prostitución. Una viperina y amargada abuela, también exprostituta que manipula, por supervivencia, a todos. Y su hermana pequeña Honeybell que crece bajo los ‘consejos’ de su abuela.

Un día cualquiera Ellie May conoce a un joven grandullón (Joel McCrea) que trabaja en un restaurante frente al mar donde también el dueño del negocio (un anciano entrañable con el rostro de Henry Travers) regenta la gasolinera. Y con él ve la posibilidad de cumplir sus sueños… Antes de conocerle tanto su padre como su madre al confesarle que está enamorada, ambos progenitores le dicen a su hija, a la que quieren, que vuele cuanto antes y que les deje atrás, que no vuelva a casa. Así Ellie May lucha por su sueño, enamora al joven grandullón, un alegre vividor muy trabajador, se inventa una familia estricta y una huida por amor… y se casan enamorados y formando una feliz pareja. Ambos trabajan en el restaurante junto al mar con un buen jefe que les adora. Pero un día a la gasolinera, que se encuentra al lado del restaurante, llega un coche con una pandilla de juerga y una mujer que llama especialmente la atención: la madre de Ellie.

A partir de ese momento Ellie decide enfrentarse a su familia, no renegar de ella y presentársela a su esposo. Le lleva a su humilde casa, a su origen. A lo que ocultó. La cena es un desastre y su joven esposo no soporta la mentira… Lo idílico termina y vuelve la cruda realidad… y la tragedia. Pero finalmente, los dos encontrarán una especie de felicidad cuando asumen la cita de Menandro: “Vivimos no como queremos, sino como podemos”.

Gregory La Cava, que parte de una obra de teatro, presenta momentos de humor, como ese viaje en sidecar entre los dos jóvenes cuando apenas se conocen, o en la presentación del comportamiento de la abuela (que en un drama o melodrama hubiese sido odioso). A la vez se nota un humanismo y cariño hacia los personajes más duros como el padre de la protagonista, un hombre vencido y alcoholizado. Combina el drama y la comedia con acierto, narra con elipsis efectivas momentos importantes de la trama y con el ritmo rápido y alocado de las screwball comedy. No es una película redonda y perfecta pero encandila y engancha. Por otra parte los personajes están bien perfilados e interpretados. No solo cuenta con una carismática pareja protagonista sino con una interesante galería de actores secundarios.

Una nueva primavera es de esas películas que merece la pena su rescate y descubrimiento…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Tres películas raras, extrañas o difíciles de ver… y un clásico de culto: Berberian sound studio (Berberian sound studio, 2012) de Peter Strickland/Damiselas en apuros (Damsels in distress, 2011) de Whit Stillman/Tango libre (Tango libre, 2012) de Frédéric Fonteyne/El emperador del norte (Emperor of the north pole, 1973) de Robert Aldrich

Según van desapareciendo salas de cine y las distribuidoras cada vez es más difícil que lleguen ciertas películas a los espectadores. La oferta disminuye. Por eso nunca es una buena noticia ni el cierre de una sala ni el cierre de una distribuidora. Sin embargo nuevas plataformas digitales (festivales online), la función de ciertos ciclos y festivales en distintos centros culturales o el nacimiento de pequeñas salas de exhibición (detrás de ellas sólo hay pura locura y amor al cine) son los nuevos cauces para que lleguen ciertas películas que en las salas de exhibición normal no tienen sitio o si lo tienen apenas duran una semana en cartel. A veces directamente salen en dvd o blu ray algunas películas que no han tenido la oportunidad de estrenarse en sala o se pueden conseguir viejos clásicos poco vistos o de culto. ¿Nos estamos perdiendo algo…? Pues si no logramos acceder a ellas pocas respuestas podemos ofrecer a esta pregunta. Por eso me parece importante que si se logra acceder a alguna película que, por distintos motivos, no se considera el estrenarla en los cauces habituales pero sí en otros, compartir y valorar qué es lo que quizá nos estemos perdiendo.

Berberian sound studio (Berberian sound studio, 2012) de Peter Strickland

berberiansoundstudio

De momento no ha encontrado distribuidora que la exhiba en el circuito de salas. Tan sólo ha habido oportunidad de acceder a ella en festivales como el de Sitges o en el festival online, Atlántida film Fest.

Y lo primero que se te pasa por la cabeza al verla es ¡menuda rayada! Pero la rayada tiene algo. Entra dentro de un género que a mí me fascina y es el cine dentro del cine. Así el espectador se encuentra acompañando a un tímido y complejo técnico de sonido británico al que le surge un trabajo en un estudio italiano de postproducción de sonido de los años setenta especializado en el Giallo. Así su nuevo trabajo consiste en dar sonido a un giallo de un director llamado Santini. Una película con brujas, conjuros y sangre. En ningún momento vemos una sola imagen de dicha película pero escuchamos todos los sonidos y surge la película en nuestra cabeza. El estudio se convierte en un lugar misterioso y claustrofóbico habitado por extraños personajes que va atrapando la frágil mente del tímido técnico.

Llega un momento en que la narración cinematográfica se rompe de tal modo que ya no sabemos si nos encontramos en un espacio real o en el espacio creado por una persona con graves trastornos mentales. A veces me vino a la cabeza Arrebato de Iván Zulueta, sobre todo al final, por el poder vampírico de la imagen en movimiento.

Mucho encanto de este extraño y angustioso film se debe a la labor del actor Toby Jones como el atribulado y tímido técnico que llega a un mundo kafkiano muy distinto al suyo que le va alterando poco a poco.

Damiselas en apuros (Damsels in distress, 2011) de Whit Stillman

damiselasenapuros

Tan sólo estuvo una semana en cartel y ahora puede recuperarse en dvd. Reconozco que es la primera película que veo de Whit Stillman (tan sólo ha rodado y todas en los noventa: Metropolitan, Barcelona y The last days of disco) y que me ha sorprendido por lo lejano, extraño y marciano (este adjetivo lo lei en un comentario de una página de cine y me hizo sonreír) de la propuesta cinematográfica. Es tan distante que ése es su principal atractivo. Puede parecer una comedia más de juventud en la universidad pero lo que nos muestra es un grupo de jóvenes con comportamientos aparentemente arcaicos que pululan por un campus universitario tratando de salvar a otros jóvenes del suicidio, normalmente por penas amorosas. Sus diálogos son excéntricos y extraños pero por esa rareza atraen. Te quedas escuchándolos y sonríes. Nada que ver con la realidad. Es como si este grupo de jóvenes damas viviesen en un campus ficticio donde los chicos suelen ser bastante tontos y cortos, las chicas auténticas filósofas del día a día, donde te cruzas con el extraño ritual del amor cátaro, el chico que no distingue los colores pero trata de entender y para la solución de los problemas un primer paso es tomarse un donut y un café. Violet, su protagonista, está segura de cambiar el mundo con los aromas de un jabón o empezando una auténtica revolución con un baile nuevo, el samboal. También tiene una teoría especial sobre el tipo de chico que puede hacer feliz a una chica. Otro remedio maravilloso contra la depresión es el claqué o ver la vida como una película de Fred Astaire… y claro si logras meterte en esta locura auténtica… a lo mejor hasta disfrutas de la película. A mí me pasó. Es más crítica de lo que parece. Quizá el campus universitario no esté tan lejos de este mundo extraño de Stillman…

Tango libre (Tango libre, 2012) de Frédéric Fonteyne

tangolibre

Tan sólo se ha estrenado en una sala de cine en mi ciudad y cada día en un horario diferente. Tango libre es de esas películas que terminas su visionado con una sonrisa. No es redonda ni perfecta ni verosímil pero te atrapa. Es una película medicina con aires de cuento. Y quieres que sus personajes terminen siendo felices y también coman perdices. Me atraía por dos asuntos: me encantó una película de su director que se llamaba Una relación privada. Me gusta Sergi López y lo único que salvé de La delicadeza fue el haber descubierto al actor François Damiens, protagonista entrañable en esta nueva película.

Así ésas son sus bazas más fuertes: un director que sorprende a la hora de rodar con elegancia y delicadeza una historia íntima de amores extraños (y por otra parte, logrando momentos interesantes como la primera demostración de tango entre los presos o el baile entre madre e hijo adolescente). Y un grupo de actores que se apodera de sus personajes.

La historia: un guardia solitario de un centro penitenciario aprende en su tiempo libre a bailar el tango. Allí conoce a una joven que después descubre que visita a dos reclusos. Uno es su marido; el otro su amante. Y los dos comparten la misma celda y son mejores amigos. Pero es un triángulo consentido por todas las partes. El guardia se siente atraido por su pareja de baile y por su historia con los dos reclusos (a lo que hay que añadir un adolescente confuso que forma parte de esta extraña familia). El marido al enterarse de que su esposa acude a clases de tango decide buscar a un recluso argentino para que le dé clases de baile. Y esas clases, que recuperan la esencia del tango que empezó en los bajos fondos argentinos y se bailaba entre hombres, abren un espacio de libertad para los reclusos… y también otra posibilidad de vida y convivencia para el solitario guardia.

La película mantiene un frágil equilibrio entre comedia amable, melodrama y pasos de baile…

El emperador del norte (Emperor of the north pole, 1973) de Robert Aldrich

emperadordelnorte

Llevaba muchos años detrás de esta película sobre la Depresión con un siempre sorprendente Robert Aldrich. Una película extraña y de culto que puede ser rescatada a través del dvd. Ésta es la historia de un enfrentamiento entre el sin hogar Número 1 (Lee Marvin) y el temible y violento vigilante del tren número 19 (Ernest Borgnine, impagable como una bestia parda que con su uniforme se toma a vida a muerte su misión de no dejar que ningún sin hogar suba a su tren) que representa a todas aquellos ‘poderes’ que creen que no todo el mundo debe subirse al tren, sólo unos pocos. En tiempos de penuria este enfrentamiento proporciona distracción y algo parecido a la esperanza (ansias de libertad y dignidad) a muchos hombres que se buscan la vida en una Depresión que parece que no termina y un país que como dice Número 1 se hunde en una basura mala. Son hombres duros pero con dignidad y corazón. El tercero en discordia es un jovencísimo sin hogar (Keith Carradine) que quiere quitar el puesto de Emperador del Norte (un título meramente simbólico) a Número 1 pero que no entiende y no aprende que lo que se juegan es mucho más profundo de lo que piensa. Como le dice Marvin le falta corazón para entender la situación. Una película brutal y con unas interpretaciones fascinantes… y un tren que no para… Como siempre Robert Aldrich muestra su buen uso de la narración cinematográfica y su fuerza visual.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.