¿Pueden unos ojos azules conquistar toda una interpretación…, incluso una película? Sin duda, uno de los secretos de Steve McQueen fue la manera de mirar, de mover sus ojos azules. Además de pasear varios personajes perdedores por la pantalla de cine con toda la dignidad del mundo. Siempre con un punto de picardía y dejadez. A esos ojos, a veces les acompañaba una sonrisa… que se hacía mucho de rogar. Así su personaje en El rey del juego se convierte en un perdedor a su pesar, pero con sus propias reglas y con su independencia y libertad como bandera. Y no está solo: una galería de personajes y actores maravillosos le acompañan.
La película no es perfecta ni redonda, pero no importa. Pasa lo mismo con la vida, ni es redonda ni es perfecta. Tiene momentos. Tiene secuencias inolvidables. Tiene fuerza… pero, siempre hay un pero. Primero, era una película que iba a dirigir Sam Peckinpah…, la historia tenía los ingredientes y la garra suficiente para que él hubiese hecho una película más personal, más hacia su terreno. Pero como tantas otras veces tuvo problemas con un productor, dejó el proyecto y este cayó en manos de un director que hasta el momento solo había hecho comedias, Norman Jewinson. Fue su entrada a un cine más serio (luego alternaría comedia, musicales y dramas)… y no lo aprovechó mal…
Cuando se habla de esta película, suele salir otra… por el planteamiento de la historia. Campeón maduro de una disciplina contra el joven promesa con la autoestima muy alta. Y la que se nombra es El buscavidas de Robert Rossen. Y El rey del juego sale perdiendo… porque se queda más en la superficie, y quizá sus personajes sean menos complejos. En una es el billar, en otro el póquer. En las dos, la vida.
Quizá para algunos, antes de la gran partida, El rey del juego tenga momentos que le dicen poco, deslavazados. Pero esos momentos dan pinceladas para dibujar un contexto, una relación, para conocer más al protagonista. Su paseo por un New Orleans de Depresión, y acabar en ese garito donde una mujer negra canta una triste canción. Sus juegos de dados con el niño limpiabotas negro. La conversación con su chica sobre una película francesa que esta ha ido a ver mientras él está en la bañera. La visita de Kid a su novia en el campo… y su juego con los padres de ella…, la pelea de gallos con la femme fatale.
Y la gran partida sin grandes dramas, con sus momentos muertos, donde nada ocurre, y los momentos emocionantes (incluso para los que poco sabemos de póquer). Donde además de la tensión de las cartas y las apuestas, confluyen las relaciones de los personajes y sus situaciones personales. El campeón solitario, profesional y quizá también algo cansado (y consciente de que pronto le tomarán el relevo), aunque siempre con la paciencia y la observación como aliados; el mafioso vengativo que a toda costa quiere que se derrumbe el campeón (incluso recurriendo a las trampas, repartiendo miedo y queriendo extender sus garras de poder); el jugador siempre profesional, pero frágil que se siente en una encerrona; la mujer de armas tomar (lady Manitas), gran dama del juego… y la femme fatale, que nada le importa más que ella. El joven jugador se debate entre dos mujeres, digo arquetipos (ay, otro de los peros), pero ¡tan bien actuados! Por una parte, la femme fatale y por otro la novia inocente, frágil, pero también muy sensual.
Pero hay una baza por la que El rey del juego merece mucho, pero mucho la pena… y por lo que importan menos todavía sus imperfecciones: un reparto redondo. Cada cual está mejor. Para el campeón maduro todo un Edward G. Robinson (en un principio el elegido había sido Spencer Tracy, pero su salud le impidió hacerse con el papel). Para el jugador honrado, pero frágil y a punto de sucumbir, Karl Malden. Buen amigo del protagonista y casado con la femme fatale… que le trae de cabeza. La femme fatale que se dedica solo a sí misma, Ann-Margret; y la novia inocente y sensual, la rubia Tuesday Weld. Otra vieja gloria para estar inolvidable como Lady Manitas, Joan Blondell. Y el malo de la función por excelencia, Rip Torn… Los ojos azules de Steve Mcqueen no podían estar mejor acompañados.
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Pues mira, mi querida Hildy, esta me gusta más a mí que a ti. Me parece un peliculón tremendo, apasionante, con una galería de tipos humanos fascinante, y que sirve magníficamente de contrapunto crítico a esa idea tan norteamericana del éxito individual como máxima meta del ciudadano medio. No tiene desperdicio y, como bien dices, es un auténtico recital de interpretaciones soberbias. Es una cita anual ineludible.
Besos
Sí, mi querido Alfredo, el recital de interpretaciones es soberbio. Y ahí disfruté mucho la película. De los momentos que más me gustaron fue el de la visita de Kid a su novia en el campo y cómo engatusa a los padres con las cartas. Un momento que es más bien un paréntesis. Y por supuesto la última partida mantiene en tensión (aunque como en mi caso en nada dominemos el mundo cartas). Pero como bien dices y noto, te gusta a ti más que a mí, y eso que la disfrute bastante en muchos de sus momentos.
Beso
Hildy
Una gran película. Cuando la vi de adolescente me apasionó muchísimo, quizá porque McQueen era mi actor favorito. El rey del juego es puro estilo, como Bullit. Ésta última no destaca por la historia sino por su look. El rey del juego le ocurre lo mismo, además de ese maravilloso elenco de actores. Nada más empezar la película con los títulos de crédito sobre expuesto en una banda de jazz por las calles de Nueva Orleans, y después ver a McQueen caminando con ese chubasquero abotonado hasta el cuello hasta toparse con esa banda para descubrir que es un entierro. No puedo decir que Karl Malden está soberbio porque siempre lo está, incluso en las películas más insulsas. Edward G. Robinson es un genio y ese juego de miradas con MacQueen es más importante que el póker. La lluvia, la pelea de gallos, una Nueva Orleans gris y lluviosa nunca vistas en el cine, y, las actrices están insuperables. Banda sonora, una época cuando se realizaban grandes películas con grandes actores y actrices. El perdedor tan a los modelos de Huston, y un final memorable cuando el niño de color le vence. Amo esta película. Siempre que vuelvo a ver esta película, también me pongo Bullit.
Besos, mi querida Hildy.
Estoy con Alfredo. Cuando la vi la disfruté un montonazo, y la verdad es que fue después cuando oí acusaciones de que tenía mucha fórmula y de que no hay comparación posible con ‘El buscavidas’ (pues claro, cómo iba a ser si no). ¿Que Peckinpah hubiera encontrado material para una obra maestra? Pues probablemente. Pero me parece que Jewison consigue sacarle buen partido a la obra. Yo sí que encontré sabor y carisma en ella.
Mi querido Francisco, a mí también me gusta McQueen. Y, sí, en la forma de contar se acerca a Bullit. Sin épica, con momentos-paréntesis. La banda sonora con jazz de fondo acompaña al ambiente de la película no hay duda. Y, sí, todos los actores están que se salen. Y es que McQueen sabía reflejar buenos perdedores. Aun así no me resultó, de verdad, una película redonda, más bien de momentos.
Beso
Hildy
Querido, querido crítico abúlico. Efectivamente son dos películas muy distintas esta y El buscavidas, pero la clave de la trama es exactamente la misma. Aquella es demoledora y compleja, esta es eficaz y más sencilla o superficial. Respecto a lo de Peckinpah a lo mejor no hubiera hecho una película mejor, sino simplemente con su universo. A Jewison le sirvió para mostrar que podía hacer algo más que comedias ligeras. El carisma de la película está en esos momentos-paréntesis, en una forma de rodar que ya empezaba en los sesenta y que eclosonaría en el nuevo cine americano (el montador de El rey del juego era ni más ni menos que Hal Ashby)… y en una galería fantástica de actores. Para mí hay algo que le falta a El rey del juego para ser redonda, para obligarme a llegar al extasis (jejejeje, por exagerar un poco)
Beso
Hildy
En efecto, un film claramente deudor de «EL BUSCAVIDAS» en cuanto a paralelismo argumental: lo que allí era al billar, aquí lo es al póker. Pero ahí terminan las comparaciones porque Norman Jewison –un realizador sin universo personal– nunca superó el nivel que marca a un aplicado artesano, y sus «virtudes» de puesta en escena siempre dependieron de la calidad del guión caído en sus manos y pueden medirse unicamente en términos de efectividad.
Una nota: Desde «EL INDÓMITO» (Wild in the Country), he sentido una debilidad muy especial por Tuesday Weld, una actriz fascinante con títulos interesantísimos en su filmografía. En su día, me quitaron el sueño dos películas consecutivas de ella: «UN MARAVILLOSO VENENO» (Pretty Poison) y, sobre todo, «YO VIGILO EL CAMINO» (I Walk the Line), la gran obra maestra de John Frankenheimer.
Disculpad la digresión y ya termino: como apunta el post, la película fue comenzada con Sam Peckinpah como director y Spencer Tracy como protagonista. Pero por lo visto el material rodado no era del gusto de los productores que paralizaron el rodaje, sustituyendo a Peckinpah por Jewison y a Tracy por Edward G. Robinson, optando, además, por la fotografía en color contra el blanco y negro elegido inicialmente por el director saliente. No olvidemos que el cine es un arte industrial.
Un abrazo.
Querido, querido Teo, no sabes la de años que llevo detrás de ver Yo vigilo el camino, pues hay muchas películas Frankenheimer que me gustan mucho, y esta la tengo en mi lista de pendientes. Yo creo que la primera vez que fui consciente de la existencia de Weld fue cuando vi por primera vez Érase una vez en América.
No le hubiera sentado mal el blanco y negro a una historia como El rey del juego.
Sí, creo como tú que Jewison no pasó de ser un realizador correcto, y que en su filmografía tiene alguna que otra sorpresa. Películas además a las que tengo cariño. Me gustan sus musicales El violinista… y Jesucristo superstar y adoro una de sus comedias, Hechizo de luna. Me resultan interesantes de analizar En el calor de la noche o Agnes de Dios.
Beso
Hildy
Un film que supone un verdadero canto a lo que supone PERDER con mayúsculas poniendo el juego (de cartas) como metáfora de la vida. Ahora bien, siendo una película a reivindicar, no es «El Buscavidas». Claramente, Jewison no es Robert Rossen pero si tiene una película clave muy importante para entender el cine norteamericano de la época y el irresoluble histórico conflicto racial: «En el calor de la noche» (In the heat of the night, 1967).
Querido Jose, sí, es muy interesante el análisis de la película de Jewison, En el calor de la noche. Y efectivamente El rey del juego es un blues triste sobre un perdedor. Tanto en esta película, como en El buscavidas o en otras sobre boxeo es cierto que de pronto el juego de las cartas, del billar o los golpes en el ring se convierten en una metáfora de la vida.
Un beso
Hildy
Qué decir. Película legendaria, mítica. Está película, junto a «El buscavidas» de Robert Rossen, forma un dúo imbatible en cuanto a retratar el ambiente de los garitos de juego, de sus campeones por la noche y de sus perdedores a la luz del día. Gran película.
Saludos.
Queridísimo Licantropunk… ¡sí, tienes razón, harían una buena sesión doble las dos!, ¿verdad? Qué repartos. Yo reconozco que me llega más El buscavidas. Pero El rey del juego tiene momentos e interpretaciones impagables.
Beso
Hildy
No sé que hubiera hecho el bueno de Sam, pero me temo que, como de costumbre, se le hubiera ido la mano. Salvo contadas excepciones y no precisamente las más renombradas, creo que es un cineasta sobrevalorado y cuyos excesos, no solo visuales, y casi caricatura de arquetipos me resultan muy duros de digerir. Por otro lado, la película que nos ocupa, estamos ante un espléndido trabajo. Hay que despojar de una vez por todas el regusto agrio cuando utilizamos la palabra artesano y ser, por el contrario, más inmisericorde con ciertos personalismos que muchas veces esconden tantas o más carencias. Un beso
Querido Altaica, cómo me alegra leerte. El cine de Sam Peckinpah, en efecto, puede gustar más o menos, pero sí es un hombre que poseía una mirada y un universo concreto a la hora de encarar sus historias, unas señales que identifican sus películas. En efecto, su cine no es perfecto, sino con ruidos, pero logra ser especial. Así Pat Garrett y Billy el niño o Quiero la cabeza de Alfredo García no son redondas, incluso se podría decir caóticas, pero tienen un pulso especial y momentos que se quedan grabados en las retinas. Y la poética interior de El rey del juego podía ir con la personalidad cinematográfica de Sam Peckinpah, pero como dices no sabemos si hubiese hecho algo bueno o no.
Respecto a Jewinson yo es un director al cual tengo enorme cariño y capaz de levantar buenas películas como esta o una comedia redonda como Hechizo de luna. Es un director con perlas, pero su sello personal se diluye más a lo largo de su filmografía, ¿eso es bueno o malo? No, ofrece otra manera de enfrentarse a su obras y a cada una de sus películas.
Beso enorme
Hildy
Jewison aportó al relato un encomiable sentido de la tensión y sacó mucho partido tanto del gran triunvirato de actores masculinos como del antagonismo entre la radiante belleza de Tuesday Weld y el turbador erotismo de Ann-Margret. Siempre la he considerado una gran película. Besos.
Querido Antonio, es cierto, el juego entre todos los actores, cómo interactúan, es uno de los grandes aciertos de la película. Es de lo que más me gustó. No solo los principales, sino también toda la galería de secundarios. Pero no me tocó o me llegó tanto como otras películas de temática similar.
Beso
Hildy
YA ES TIEMPO DE QUE SE DEJE DE USAR EL TÉRMINO DE ARTESANO (COMO DECIR MEDIOCRE) PARA DEFINIR A MUCHOS REALIZADORES DE CINE. ARTESANOS QUE SABÍAN HACER BUEN CINE, EN ALGUNOS CASOS EXCELENTE, YA QUISIERAMOS QUE ACTUALMENTE HUBIERA BUENOS ARTESANOS, COMO LOS HUBO EN OTRAS ÉPOCAS.
Querido Jorge, sí, hay directores-artesanos que sabían y saben hacer buen cine y tenían varias joyas en su filmografía. A mí es una palabra que me encanta: artesano y artesanía…, el trabajo bien hecho.
Beso
Hildy