Cóctel variado y veraniego de películas

Barbacoa de amigos (Barbecue, 2014) de Eric Lavaine

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En un periodo corto en el tiempo he visto tres películas del actor francés Lambert Wilson que me han gustado mucho. Una me parece una gran obra cinematográfica, De dioses y hombres. Y las otras dos, comedias muy interesantes. La primera la comenté hace muy poco, Moliérè en bicicleta y la segunda acabo de verla, Barbacoa de amigos. Una película que sin inventar nada nuevo (no se sale de la fórmula de este tipo de películas), funciona: reunión de amigos y en consecuencia diversiones, confesiones, alegrías, tristezas, tensiones, discusiones… y vuelta a afianzar vínculos. El punto de partida es el del protagonista (la película está contada desde su punto de vista), precisamente Lambert Wilson, que cuenta como a punto de cumplir los 50 años un acontecimiento da un giro a su vida: un infarto. Desde ese contacto con la muerte, después de años y años en los que se ha cuidado, decide hacer lo que le da la real gana así como no callarse… Nos va presentando a su grupo de amigos, desde la Universidad, y sus muchas vicisitudes. Reuniones, vacaciones, conversaciones, hermosa casa rural y buenas comidas. Un buen grupo de actores con mucha química entre ellos. Y una mezcla entre la comedia (decantándose más por esta vía) y la tragedia que siempre funciona. Una sensación de la vida fluye y continúa… Barbacoa de amigos nos recuerda que la vida está poblada de momentos que merecen la pena… aunque haya otros que nos hagan olvidarlo.

Corazón de León (Corazón de León, 2013) de Marcos Carnevale

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La idea de partida es buena. Tiene momentos que funcionan, divertidos. Pero la propuesta podría haber sido mucho más arriesgada y alocada. Más realista. Empieza en forma de comedia, continua como un melodrama y termina como una comedia romántica. Parece que de vez en cuando a Carnevale se le escape el tono. La premisa es: una mujer con su vida emocional y laboral patas arriba (separada de su marido, trabaja en un bufete de abogados con él y además no pasan el mejor momento laboral), ‘pierde’ su móvil. Un desconocido lo rescata y la llama para que lo recupere. La conversación con el tipo le gusta, lo pasa bien y decide quedar con él. León es un hombre divertido, atractivo, rico…, buen profesional, es arquitecto, separado y con un hijo universitario encantador. Es el hombre perfecto, el hombre que en ese momento la protagonista necesita. Sólo hay un pequeño inconveniente (según los ojos con los que se mire el asunto): mide 1,35 centímetros. Funciona la química entre Guillermo Francella y Julieta Díaz, lo que no funciona tanto es el efecto especial para que Francella tenga la estatura adecuada a su papel. A veces él parece realmente enano pero Juelieta excesivamente gigante… Y el efecto es extraño. Cuando hablaba al principio de llevar a cabo esta apuesta arriesgada (pues plantea temas muy interesantes y habla sobre prejuicios muy arraigados), me refería precisamente a que hubiese sido mucho más creíble con actores como Peter Dinklage o Emilio Gavira, con una estatura real de 1,35 o 1,40 metros.

The east (The east, 2013) de Zal Batmanglij

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Otra película de premisa muy interesante pero desarrollo fallido. No obstante cuenta con momentos que preludian cómo podía haber sido una propuesta a tener en cuenta y un reparto del que se podría haber sacado mayor provecho. The east cuenta la historia de una empleada de una multinacional de seguridad que tiene que infiltrarse en un grupo de ecologistas radicales, que atacan a las grandes empresas empleando sus métodos contaminantes. Lo que cuenta y el empleo de las claves del thriller para conseguir tensión y suspense podrían haber constituido una buena obra cinematográfica. Pero el mayor fallo es precisamente la presentación y evolución de los ecologistas radicales y las relaciones entre ellos y de ellos con la infiltrada… no se presenta de manera atractiva o interesante, de forma que nos importe lo que hacen, que nos creamos la transformación de la infiltrada y que entendamos su historia con el líder del grupo. Tampoco el director se muestra muy versado en las claves del thriller para crear la tensión suficiente, el ritmo adecuado y el suspense en cada uno de los ‘atentados’ del grupo…

A la caza (Cruising, 1980) de William Friedkin

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… Hace poco dije lo que me sorprendió este director con su última película en el año 2011, Killer Joe. A la caza no la había visto y aunque no es película redonda (como tampoco lo es Killer Joe), sí tiene sin embargo ciertas cualidades que hacen que su visionado merezca la pena. William Friedkin muestra su valía para crear ambientes paranoicos, angustiosos, siniestros, de moralidad oscura, con aires de pesadilla. Al final no importa tanto la trama de suspense, que se queda en el aire, como las relaciones entre los personajes y la ambigüedad de alguno de ellos. En su momento la película fue un escándalo porque varios colectivos gays pusieron el grito en el cielo por la imagen de la homosexualidad que se daba en el film, que se centraba en un asesino de homosexuales que frecuentaba locales donde se practicaba además el sadomasoquismo… Para investigar el caso, ahí está un policía con el físico de Al Pacino (y comportándose como todo un actor del método) que se infiltra en el ‘ambiente’ y termina bastante tocado… La ambigüedad pulula por todo el film hasta su final… Y ahí están aparte de Al Pacino, un siempre eficiente Paul Sorvino y una olvidada Karen Allen (que vivió su momento de gloria en los 80).

Gritos y susurros (Viskningar och rop, 1972) de Ingmar Bergman

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Dentro de la amplia filmografía de Bergman hay varios títulos que ‘dibujan’ su carrera como director. Uno de ellos es Gritos y susurros. Una película que presenta muchas de las claves de Bergman. La influencia del teatro de Strindberg, la continuación del camino abierto y experimental de Persona, las complejas relaciones familiares, el predominio de las mujeres, la presencia de la muerte, del sentimiento de culpa… En una casa familiar, asistimos a las últimas horas de una mujer acompañada por sus dos hermanas y la asistenta que la cuidado durante años. El cuarteto de mujeres (que desnudan su alma y sus rostros) deja su huella y cada una tiene su momento sobrecogedor. De nuevo Bergman demuestra su manera especial de reflejar el rostro de una mujer. Ahí están Harriet Andersson, Kari Sylwan, Ingrid Thulin y Liv Ullmann. Llama la atención el predominio del rojo en la escenografía, siempre elegante, y el sonido del reloj. También como en muchas películas de Bergman utiliza para su banda sonora música clásica, esta vez Bach y Chopin. La presencia de los hombres es secundaria, y en su ausencia precisamente, marcan totalmente la vida de las hermanas.

Dos cabalgan juntos (Two Rode Together, 1961) de John Ford

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Primera vez que trabajaba James Stewart con Ford e inicio de una ‘buena’ colaboración. No fue una película muy apreciada por el propio Ford pero como siempre cuenta con matices, interpretaciones y miradas muy interesantes y complejas. Quizá su poco aprecio va unido a varios asuntos, además de ser una película de encargo, justamente durante su rodaje fallece uno de los miembros de la troupe de Ford, Ward Bond, y esto desestabiliza emocionalmente al director. Es otro de los western de Ford donde se siente que ronda el desencanto. Sin embargo confieso que disfruté de lo lindo de su visionado y me entusiasmó el cuarteto protagonista, sus personalidades y relaciones (James Stewart, Richard Widmark, Shirley Jones, Linda Cristal). No es una película ni ligera ni tan fácil o sencilla como parece a primera vista. En un momento predomina el tono de comedia, tiene un buen ritmo… pero llega la bofetada final. La historia es la de un sheriff (bastante cínico y algo corrupto pero con encanto… un James Stewart explotando la vena de los personajes en los western de Mann) que es requerido por el ejército federal, pues este es presionado por varios familiares, para que se inmiscuya en tierras comanches (sin romper el pacto de paz) para negociar la devolución de prisioneros blancos secuestrados durante años. El ejército quiere aprovechar que el sheriff se ha relacionado ya con los indios en varios negocios y los conoce. Se lo pide su amigo, un comandante idealista y luchador. La complicidad entre ambos enriquece muchos momentos de la película (así como las historias con sus amadas…). Como en cualquier película de Ford nada es blanco o negro, están los matices. Ni unos son los malos malísimos, ni los otros los buenos buenísimos. Y el racismo brutal, la intransigencia absoluta, el radicalismo en las creencias y la incomprensión ofrece una de las escenas más crueles y terribles de toda la película… y es protagonizada por ‘las familias’ que clamaban por la vuelta de los suyos…

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Algunas películas de hoy, otras de ayer, algunas reflexiones y un plan para tardes de verano

Patricia Highsmith en el cine

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Sí, a Highsmith la conozco más en la sala de cine que en la sala de la biblioteca. El cine sigue acercando su mundo literario a aquellos que todavía no nos hemos sumergido entre sus páginas: crimen, mentira y culpa. No sólo existe Ripley entre sus personajes (y el más adaptado al cine). Así ahora está en cartelera Las dos caras de enero del debutante Hossein Amini (hasta ahora siempre guionista). Una película de suspense de factura clásica y elegante que transcurre entre Grecia y Estambul. El trío protagonista logra atrapar al espectador con sus relaciones peligrosas, brillando la composición de Viggo Mortessen como Chester MacFarland, un carismático turista norteamericano de vacaciones en Grecia durante los años sesenta. Chester va acompañado de su joven esposa Colette (Kirsten Dunst). En el camino del matrimonio se cruza un joven guía norteamericano, timador y que arrastra un pasado familiar (Oscar Isaac). Un asesinato y el destino unirá a estos tres personajes en un tenso viaje… Lo que más me ha sorprendido ha sido encontrarme con ecos que me arrastraban a Extraños en un tren, sobre todo en la resolución final del caso y la relación entre Chester y el guía. Como ocurre en las novelas de Highsmith (no las he leído pero sí he indagado sobre ellas), la psicología de los personajes y las relaciones entre ellos son los motores de una trama que cada vez se va complicando más… arrastrando a los personajes al abismo y a sus infiernos interiores. Y este aspecto no se descuida en la película que cuenta con ritmo y con momentos realmente tensos.

Adiós a los príncipes azules

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Primero Brave, después Frozen (en el camino las distintas versiones de Blancanieves, incluida la de Berger)… y ahora Maléfica. El camino está abierto. Se acabaron los príncipes azules para las damiselas. La búsqueda del príncipe azul no da la felicidad y sí más de una desgracia (o sale malo o es de lo más anodino). Con Maléfica tampoco podemos creer ya en las hadas madrinas, que tienen un aspecto de señoras estúpidas o jóvenes sin cerebro. Todo es mucho más complejo y las relaciones también… pero en ellas está la solución para madurar y seguir viviendo. El príncipe azul no vale nada. Es importante buscarse una relación afectiva fuerte pero no tiene por qué ser con un príncipe que probablemente no exista, o no cumpla las expectativas (ni las damiselas las cumplan para ellos). Los lazos fuertes pueden ser entre madre e hija, entre hermanas, entre compañeros de andanzas y trabajos, entre una mujer con el corazón roto y otra a la que todavía no se lo han hecho pedazos… Ya no vale nada el beso de amor del príncipe. Ese beso no salva. Son otros afectos… La Maléfica de Angelina Jolie nos es representada con el corazón roto y como un ángel caído sin alas… Y esta encarnación del mal sufrirá una evolución inesperada junto a una bella durmiente a la que todavía no han hecho daño y a la que ella misma soltó una maldición hace años… (que no tiene vuelta atrás). ¿Cuál es la fuente de inspiración de tan pérfido personaje con pómulos incluidos? El personaje animado de la película de Walt Disney de 1959. Adiós a los príncipes azules.

Tren como metáfora

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El coreano Bong Joon-ho propone una fábula futurista y presenta un tren como metáfora de la humanidad y sus ‘equilibrios’ basados en poderes y desigualdades. Snowpiercer es un viaje-pesadilla a los distintos compartimentos de un tren muy especial. Es la adaptación que realiza el director coreano de un cómic, Le Trasperceneige, escrito por Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb. El viaje comienza en la cola de un tren (en el último vagón), donde se encuentran los sometidos, los que viven día a día con el miedo y las carencias, con la represión brutal, con el hambre y la deshumanización, bajo un férreo régimen militar. Un grupo de los sometidos, con un líder a su pesar, se rebela y quieren llegar al primer vagón donde está el poderoso, el que todo lo dirige. Este grupo irá avanzando, superando obstáculos y viendo los privilegios de ir avanzando… en un tren que nunca para. Snowpiercer cuenta cómo un experimento que trataba de acabar con el calentamiento global, termina destruyendo la vida en el planeta tierra. Los únicos supervivientes se encuentran en ese tren que nunca, nunca, nunca puede parar. Un tren con un régimen político y social que no nos es desconocido, cada avance es una reflexión y la llegada del ‘salvador a su pesar’ hasta el ‘dueño y señor’ un puñetazo… Snowpiercer no solo es visualmente potente sino que además sorprende hasta el final y su ritmo no decae ni un solo instante. Por otra parte cuenta con un reparto llamativo desde una desconocida y caricaturesca (el coreano siempre deja chispas de humor absurdo que golpea) Tilda Swinton hasta una galería inmensa de secundarios, Jamie Bell, Octavia Spencer, Johh Hurt, Ed Harris… También se encuentra el actor fetiche de Bong Joon-ho, Song Kang-ho y como ‘salvador’ complejo y carismático, Chris Evans.

Amor irracional

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¿Os imagináis una pareja más improbable que Deanna Durbin y Gene Kelly? ¿Y os imagináis que además sean pareja en una película que no es un musical? ¿Os imagináis que esa película mezcle el cine negro con el melodrama? ¿Os imagináis que sea la adaptación al cine de una novela de un escritor tremendamente cinematográfico, W. Somerset Maugham? Todas estas preguntas tienen una respuesta real: Luz en el alma de Robert Siodmak, película de 1944. Y el resultado es sorprendente. Deanna Durbin encarna (sobre todo en la escena final), como una heroína melodramática consumada, el reflejo del amor irracional. Ella es una cantante de un local nocturno que cuenta a un soldado desencantado, en varios flash backs, su relación con su esposo, un asesino. ¿Adivináis quién es ese esposo? Bingo, Gene Kelly. No hago spoiler desde el principio sabemos que es un asesino. Y Robert Siodmak logra ambientar con tintes de cine negro este melodrama familiar casi gótico donde una pobre niña se enamora de un chico con encanto que tiene un apellido aristocrático (en decadencia), pero es un chico podrido por dentro que no puede refrenar su adicción al juego y su compleja personalidad. Un chico que tiene una patológica relación con su madre y su madre con él. El personaje de la madre es de esos personajes secundarios de los que deseas una película propia, muy bien interpretado por Gale Sondergaard (una de las actrices afectadas -y bastante olvidada- por la caza de brujas). Y la pobre niña hasta el final, que es liberada de la tiranía del amor, está absolutamente enamorada de su esposo, y de su parte oscura. De fondo siempre suena Always de Irving Berlin…

El éxito de un fracaso

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¿Un cásting para elegir, sin que este lo sepa, el peor actor para representar a Hitler para una obra de teatro que se llama precisamente Primavera para Hitler? ¿Dejar todo preparado para llevar a cabo el mayor fracaso de Broadway? ¿Enriquecerse a costa de esto? Eso es lo que quieren el productor Max Bialystock (Zero Mostel) y un tímido contable que se mete en la aventura, Leo Bloom (Gene Wilder). Todo sale al revés… el espectáculo debe continuar, nunca se sabe lo que será un éxito o lo que será un auténtico fracaso… Y de eso trata la comedia musical (primero en los escenarios de Broadway y luego en la pantalla de cine) Los productores de Mel Brooks. No es mal plan para una tarde veraniega… introducirse en las aventuras absurdas de un productor gigoló de abuelas y un contable neurótico que montan una Primavera para Hitler de un autor loco y nazi con un director que lo convierte en espectáculo musical gay con un actor gay, entre hippie y macarra… Es inevitable que en algún momento se suelte una carcajada…

… Y tardes de cine en La Casa Encendida. Ciclo Fracturas (II Parte)

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Y por último una proposición para tardes veraniegas en el mes de julio en un ciclo en el cual algo tengo que ver. Fracturar es romper o quebrantar con violencia algo. Vivimos un momento de fractura. Y ese quebrantamiento ha sido reflejado en el cine. Las quiebras pueden ser históricas, culturales, sociales, económicas, políticas, religiosas, emocionales, físicas… Dentro de la fractura entran diversos temas de actualidad y deja en evidencia una crisis no sólo económica sino de muchas otras áreas. Y en esa zona oscura surgen posibilidades e iniciativas de crear un mundo nuevo. La Casa Encendida presenta, durante los lunes y jueves del mes de julio, este ciclo con siete películas donde se proyectarán algunas de esas fracturas y los caminos de recuperación. Ver aquí la programación.
En esta segunda parte es como si tuviésemos en las manos un periódico virtual con todas las fracturas posibles de la historia contemporánea y cómo afecta a los seres humanos. Un periódico virtual que refleja casi un apocalipsis en cada una de sus páginas. Los conflictos que no se solucionan (conflicto palestino israelí), los que no sabemos cómo van a acabar (la crisis económica), los elementos que provocan las fracturas (guerras, lucha de poderes, religión, política, dinero, las injusticias, las diferencias), las separaciones eternas (norte-sur), las víctimas de las fracturas que tratan de sobrevivir… Y en este periódico virtual también existe una fragmentación de la mirada que se convierte en especial. La fractura en la mirada que cuenta de una manera catártica para que entendamos el presente en el que vivimos.

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Marnie, la ladrona (Marnie, 1964) de Alfred Hitchcock

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En más de una ocasión he escrito que me gusta muchísimo ver los trailers de las películas. Disfruto mucho. Y el de Marnie, la ladrona no es una excepción. Nos encontramos con Alfred presentando la película… y dos palabras son las que articulan la pieza: sexo y thriller. Termina con un montón de preguntas: ¿Qué es Marnie? ¿Una película de suspense, una historia de amor, una investigación, la historia de una ladrona…?

A sexo y thriller añadimos la palabra psicoanálisis. Pero Marnie, la ladrona es mucho más. Una película catártica y obsesiva. Enfermiza y extraña. Oscura. Hitchcock como siempre cuida las formas. Y con una sucesión de inverosimilitudes maravillosas crea una atmósfera de pesadilla que acompaña a su retorcida protagonista (no menos que todos los personajes que la rodean). Como siempre deja escenas maestras tanto de suspense como de una sensualidad extrema.

Marnie en el momento de su estreno fue un fracaso de público y crítica. Ya se sabe el amor del maestro del suspense a rodar lo más posible en estudio y no sólo eso sino emplear distintos trucajes técnicos que en ese momento no encandilaron al público ansioso de un nuevo cine que no tardaría en aparecer. Marnie es un artefacto ‘precioso’ de estudio…, un artefacto visual. Puro cine. Pero en el momento de su estreno fue visto como artificioso, falso y poco creíble… Yo hacía tiempo que no veía Marnie y sin embargo tenía muchas ganas de volver a visitarla. Recuerdo que en su momento (¡esas sesiones dobles!) me gustó mucho aunque he de reconocer que nunca se ha encontrado entre mis favoritas pero sí sentía una atracción por ella. Ahora al verla de nuevo, la he disfrutado bastante más. Marnie manifiesta el universo hitchcockiano en todo su esplendor.

Quizá uno de los motivos por los que en su momento (y también ahora) no gozó de la ‘simpatía’ del público es debido a que precisamente ningún personaje es simpático y es difícil sentir empatía por alguno de ellos. Todos son imperfectos, como somos todos los seres humanos. Y además las fobias y obsesiones del director son plasmadas sin pudor. De fondo, por supuesto, la banda sonora de su músico de cabecera, Bernard Herrmann, en la que sería su última colaboración con Hitchcock.

Sin embargo… no podía faltar. Hitchcock filma uno de sus hermosísimos besos… esta vez cargado de sensualidad y electricidad. En un primerísimo plano tan solo vemos la boca de Sean Connery que va recorriendo el rostro de una asustada y hierática Tippi Hedren hasta llegar a su boca y fundirse en un beso…

Paralelismos hitchcockianos

Si me dijeran que buscara un paralelismo, me remontaría a Recuerda. Ahí nos encontrábamos con un atormentado Gregory Peck y una psicoanalista hermosa, Ingrid Bergman. La estructura y el paralelismo de la película son similares. Pero en aquella había menos oscuridad y más afinidad por los personajes protagonistas. Sin embargo el fondo de la historia, los miedos, las obsesiones, los sueños, el psicoanálisis… están también presentes. Hitchcock con el paso de los años se vuelve más oscuro, desencantado y retorcido, menos romántico y más sexual. Los personajes encarnados por Sean y Tippi son mucho más retorcidos y complejos que los de Gregory e Ingrid. No es mala idea proponer esta sesión doble.

También hay una fuerte presencia de un personaje crucial: la madre (Louise Latham). Qué buen y complejo ensayo se podría elaborar sobre las madres en las películas de Hitchcock. Desde el primer momento nos damos cuenta de la relación compleja e insana que mantienen madre e hija. Y todos intuimos que es desde ese ‘accidente’ siempre nombrado.

Como Marion Crane (Janet Leigh), Marnie es una ladrona. Y roba una cantidad elevada de dinero de la oficina donde trabaja. Si Crane lo hacía para labrarse una vida mejor junto al amado… y se arrepentía de su robo (tenía mala conciencia del acto realizado). Para Marnie el robo es una necesidad, roba patológicamente. Y si a Grace Kelly le atraía enormemente en ese divertimento que es Atrapa un ladrón que Cary Grant fuese un ladrón de guante blanco. Al millonario interpretado por Sean Connery le atrae mucho que Marnie sea una ladrona… Mientras en Atrapa un ladrón todo forma parte de un divertido juego de seducción, en Marnie se transforma en un juego oscuro. En una especie de caza salvaje donde la mujer depredadora es atrapada en una jaula por el seductor sin escrúpulos. Y de esa extraña mezcla…, surge una extraña historia de amor.

En un interesante documental que contiene el blu ray, El problema con Marnie, explican que tanto en la novela en la que se inspira como en el primer borrador (el que en un principio iba a interpretar Grace Kelly en ansiado regreso al cine —que nunca se produjo—), se articulaba el conflicto de Marnie a través de un triángulo amoroso como en Encadenados. Pero en el resultado final el rival de Connery quedó eliminado y sustituido por una joven cuñada malévola (que rivaliza con Tippi).

Y los paralelismos siguen siendo evidentes. Como un matrimonio entre dos personas de distintas clases sociales y como no mansión con personalidad propia… En este caso volamos hacia Rebeca o la más desconocida Atormentada. Por continuar con el juego, la rubia hierática llevada al extremo más absoluto. Marnie no sólo es ladrona, mentirosa, fría y manipuladora sino que tiene un odio intenso hacia los hombres. No puede mantener relaciones sexuales y no soporta que la toquen. Así una de sus escenas más oscuras es cuando el millonario en su extraña luna de miel… fuerza a una aterrorizada y paralizada Marnie a mantener relaciones sexuales. Y la maravillosa presentación de una Marnie morena (y sus continuas transformaciones y cambios de personalidad) puede ser una continuación del triste personaje de Kim Novak en Vértigo, esa morena vulgar que se convierte —por dinero— en una elegante y rubia sofisticada con impulsos suicidas (como la propia Marnie).

Formas hitchcockianas

Pero además si por algo ‘enamora’ Marnie la ladrona es, como siempre, por la manera y forma que tenía Hitchcock de rodar. A la escena del beso, con tormenta de por medio y protagonista aterrorizada, podemos señalar varios momentos magistrales. Si se le llama el maestro del suspense, es porque conseguía momentos geniales en cada una de sus películas. En este caso, el robo de Marnie a la empresa del millonario enamorado. Primero ésta se oculta en el cuarto de baño, después la oficina está absolutamente solitaria y lleva a cabo su plan. Mientras vemos como deja la puerta abierta y está abriendo la caja fuerte, observamos como desde el fondo del pasillo aparece la mujer de la limpieza. No hay diálogo durante los minutos que dura la escena… pero la tensión y el suspense está servido… Es también de señalar la importancia que da el maestro del suspense a determinados objetos que van a ser protagonistas de una escena y van a provocar tensión: como una llave o un zapato.

El ambiente de pesadilla y oscuridad, de inestabilidad de la protagonista, es magistral a lo largo de toda la película. En sus pesadillas, sus miedos a las tormentas y al color rojo. Su terror al sexo… Hasta el momento clímax del flash back (recreado como si fuera una pesadilla) que cuenta Marnie con esa voz de niña de una mujer al borde de la locura donde con toda su crudeza y violencia conocemos el origen del miedo de Marnie al color rojo, su terror a las tormentas y su odio hacia los hombres así como la extraña relación con su madre…

Y por último otro momento catártico es esa cacería y esa Marnie desbocada y aterrorizada montando a galope su caballo con el que va saltando obstáculos hasta un peligroso muro final (que además somos conscientes del artificio pero no podemos evitar de nuevo la tensión y la emoción…, en su mayoría fue rodado en estudio y con transparencias)… que lleva al límite al personaje.

Marnie, la ladrona es una película oscura pero puramente cinematográfica que muestra a un Hitchcock obsesivo capaz de levantar una enfermiza historia de amor.

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Diccionario cinematográfico (211)

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Ordenadores: Hay objetos que su uso es tan habitual o está tan unido a la vida del ser humano que es difícil que su asociación con el cine no sea fructífera. Así ocurre con los ordenadores… y desde la revolución de las nuevas tecnologías ya es un instrumento indispensable para muchos seres humanos.

… hasta tal punto que Spike Jonze crea una historia de amor entre un hombre solitario y la voz femenina de un sistema operativo que instala en su ordenador (y en otros dispositivos, claro). De eso trata Her (que me muero de ganas por ver).

Pero la relación entre los ordenadores y el cine empezó a ser fuerte en los años 80. Aunque hubo un antecedente inolvidable en el año 1968 cuando Kubrick mostró en 2001, odisea en el espacio a un ordenador inteligente a bordo de la nave espacial Discovery. Un ordenador encargado de controlar las funciones de dicha nave… Tenía un nombre Hal 9000 y habla diariamente con los astronautas como un compañero más. Todo es armonía hasta que empieza a tener ‘fallos’ informáticos que hacen peligrar la misión…

Durante los ochenta vimos películas como Juegos de guerra donde un jovencísimo Matthew Broderick era un experto en informática que armaba una buena cuando conectaba sin querer su ordenador al del Departamento de Defensa…, y ahí se encontraba desesperado por impedir una guerra nuclear… O no olvidamos Tron, donde Jeff Bridges era un hacker que se metía en el interior de un ordenador para enfrentarse a un programa peligroso… (hace poco han resucitado de nuevo la idea en forma de saga…).

En los noventa nos encontramos con Sneakers sobre expertos en ordenadores, intrigas, robos y un reparto con muchos nombres encabezado por Robert Redford. O los ordenadores y los e-mails nos sirven para contar una historia de amor de la pareja de moda en esos momentos, Tom Hanks y Meg Ryan, en Tienes un e-mail. La pobre Sandra Bullock lo pasaba mal en La Red. Ella era una mujer solitaria experta en virus informáticos y otros desperfectos de los sistemas. La intriga comienza cuando descubre un programa que permite acceder a bases de datos secretas…

En las películas del siglo XXI los ordenadores están presentes y son fundamentales en algunos argumentos. Por ejemplo La red social de David Fincher cuenta la historia del creador de Facebook… y claro los ordenadores son elemento fundamental de la película. O es imposible imaginar a la hacker Lisbeth Salander sin un ordenador… tanto la actriz de las versiones cinematográficas suecas (Noomi Rapace) como la actriz de la versión norteamericana (Rooney Mara) están unidas a su portátil.

Y las películas de Millenium permiten contemplar cómo han cambiado, por los ordenadores, las comisarias, las agencias de inteligencia o las redacciones de un periódico. Y cómo este cambio se ha trasladado al mundo del cine. Por ejemplo, en cuanto la metamorfosis de la redacción de un periódico se refleja perfectamente en una película protagonizada por Russell Crowe, un periodista de la vieja escuela. La película se titulaba La sombra del poder.

En las películas de intriga, el ordenador puede ser un elemento fundamental… Internet es una herramienta de búsqueda de información y de descubrimientos. Ahí se pueden encontrar fotografías, datos perdidos u ocultos o imágenes inquietantes… como ocurre en la interesante Enemy del canadiense Denis Villeneuve.

No hay duda: el ordenador se está convirtiendo en un objeto tan imprescindible en el cine como lo fue el teléfono…

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Miedo súbito (Sudden fear, 1952) de David Miller

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Miedo súbito muestra un mecanismo perfecto, como un reloj (protagonista fundamental de la trama… el paso del tiempo, las horas), donde el suspense logra mantener al espectador en vilo. Película eficaz que encierra un buen funcionamiento del lenguaje cinematográfico capaz de mantener durante los minutos finales una tensión especial sin apenas emplear la palabra… Cuenta además con trío de actores excepcional: Joan Crawford, Jack Palance y Gloria Grahame.

La dirección corre de la mano del irregular David Miller que sin embargo se mostró eficaz las dos veces que empleó la intriga con dos esposas atemorizadas (este tipo de intriga que protagonizan esposas al borde del pánico es un subgénero de lo más interesante). Primero fue Miedo súbito (que curiosamente reposa en el más absoluto olvido) y después con una de sus obras más recordadas, Grito en la niebla.

La película está dividida perfectamente en dos partes. Primero narra con buenos aciertos una historia de romanticismo exacerbado y después va convirtiéndose en una historia de intriga y terror que roza la pesadilla. Y la fórmula funciona a pesar de lo inverosímil y lo enrevesado de la trama…, todo encaja a la perfección, como las piezas de un reloj. El suspense, la tensión, el ritmo, la intriga y la perfecta interpretación así como el carisma de los tres protagonistas convierten Miedo súbito en una película a reivindicar.

Miedo súbito empieza con un ensayo teatral donde el actor principal con rostro de Jack Palance está interpretando un monólogo de romanticismo extremo. El magnetismo y el carisma de Palance son evidentes. Su interpretación está siendo vista por la autora de éxito de la obra (Joan Crawford), por el director, el productor… Todos están entusiasmados con la interpretación menos la dramaturga. Ella expone que no es un mal actor pero que su físico es extraño, no es un galán y su obra puede no funcionar porque los espectadores tienen que sentir el magnetismo, la atracción y la belleza del actor principal. Así que exige su despido y que se la culpe a ella. Cuando le despiden, Palance muestra su enfado desde el escenario, y le dice a la autora que vaya a ver un cuadro de Casanova y descubrirá que no es el retrato de un hombre bello… Y se marcha enfadadísimo y dejando con la palabra en la boca a la protagonista.

Esta primera escena es clave para entender cómo está contada la trama (y que no extrañen los momentos inverosímiles y lo enrevesado de la trama, como antes he señalado). Da perfectamente con el tono de esta obra cinematográfica que juega con las ‘apariencias’, con la ficción y la realidad (la realidad y la ficción)… con la vida como puro teatro donde todos nos vemos obligados a actuar, con la sensación de que nada es lo que parece, con que en la vida parece que hay alguien manejando los hilos y el destino de cada personaje está ya escrito (como la dramaturga escribe sobre sus personajes)…

De manera ‘casual’, la protagonista (que además de dramaturga de éxito es una millonaria heredera soltera) se encuentra al actor que ha despedido en un tren rumbo a su hogar de San Francisco. Así empieza un juego de seducción y una trama de romanticismo extremo que culmina en una escena crucial: en el hogar de la millonaria, ésta le está mostrando el funcionamiento de una grabadora en su despacho (otro objeto importantísimo para el avance de la trama) y le conmina a que diga algo para luego volver a escucharlo. Ella ya está absolutamente enamorada…, entonces Jack Palance vuelve a recitar el monólogo del principio y la tensión sexual va creciendo… hasta llegar a la culminación, cuando ella vuelve a dar al play y escuchan de nuevo el monólogo en silencio, mirándose. El actor demuestra su poder de atracción así como su carisma y se funden en un apasionado beso. Le demuestra que poseía ese magnetismo para ‘representar’ el papel adecuadamente.

Ambos se casan: el actor humilde y la dramaturga millonaria. Y en una elipsis narrativa (no vemos la boda), nos muestra ya a la feliz pareja de luna de miel en una casa veraniega de la autora… empezando así la segunda parte de la película. Y donde entra el tercer personaje con fuerza. Lo ‘idílico’ y el ‘romanticismo’ que ha logrado construir el actor con rostro siniestro (un Jack Palance que merece un párrafo aparte) que ya anuncia sombras… queda totalmente fracturado-quebrado cuando se presenta en una fiesta el personaje de Gloria Grahame. Una mujer seductora que aparece acompañada de uno de los abogados de la famosa dramaturga… Y entonces descubrimos que Palance arrastra un pasado y que Grahame forma parte de él. Son amantes, fríos, manipuladores y calculadores… que no desean ningún bien a la rica heredera. Las sombras de la trama acechan toda la narración que va transformándose en una pesadilla.

Y esa pesadilla llega a su culminación con el descubrimiento de la feliz esposa de la trama que pone en peligro su vida… Despierta de golpe de su sueño de mujer enamorada por la grabadora…, encendida cuando no debe. La dama escucha una conversación de enamorados que nunca debería haber oído… Y entonces transcurren los últimos casi treinta minutos de la película donde la esposa asustada toma las riendas y emplea toda la astucia de una dramaturga precisa. Crea toda una obra teatral perfecta. La millonaria construye un mecanismo exacto como un reloj, no solo para salvarse la vida sino para ejecutar una venganza perfecta. La intriga, el suspense, el miedo y el terror está servido y no decaé ni un solo segundo…, con los giros necesarios (recordemos la premisa de nada es lo que parece), para mostrar un final impecable (sin apenas diálogos solo tensión, miradas y persecución) donde el destino juega con sus personajes. Como en el teatro, la vida es puro teatro.

Pero me gustaría señalar en un párrafo la presencia de un Jack Palance que empezaba a destacar en el mundo del cine…, hacía dos años que había debutado con Elia Kazan y le faltaba uno para realizar su mítico malvado en Raíces profundas. Cada vez es un actor que me apasiona más aunque me faltan un montón de películas de una filmografía irregular y extraña (como su físico) pero a la vez con joyas (El gran cuchillo, Los profesionales, El desprecio, Bagdad Café…) que muestran su versatilidad y su carisma especial.

En Miedo súbito, Jack Palance se convierte en un actor de teatro de origen humilde que quiere subir escalones en la vida social a costa de su millonaria esposa. Lo maravilloso es que el personaje representado (y lleno de matices) por Palance, muestra rasgos y elementos de su propia biografía. Enseñando así, de nuevo, ese juego de ficción y realidad en el que se mueve toda la película. Cuando el personaje de Palance le cuenta a la dramaturga sus orígenes…, coinciden en muchos elementos con los suyos. Su procedencia de una familia humilde, su padre minero…, su trabajo en la mina (y otros muchos oficios), su paso por el ejército, su pasión por la interpretación y su lucha hasta conseguir llegar a ser actor… Además la película, emplea su físico y extraño rostro para dotar de personalidad al personaje. Un rostro curtido que tiene las huellas del pasado como boxeador de Palance así como de su paso por la Segunda Guerra Mundial que dejó secuelas graves en su cara (que fueron corregidas por múltiples operaciones). No olvidar que además está magníficamente acompañado por los ojos de Joan Crawford que traspasan la pantalla y transmiten además de terror muchos otros sentimientos y la sensualidad extraña con aires de mujer fatal de Gloria Grahame.

Miedo súbito es una buena película para rescatar del olvido. Su empleo del suspense, del miedo y la tensión crea imágenes potentes para no olvidar… como ese perrito mecánico que avanza por una habitación hasta un armario semiabierto y en penumbra donde un personaje aterrorizado se esconde…

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La clave del enigma (Blind date, 1959) de Joseph Losey

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Otra película muy interesante e inquietante del realizador norteamericano Joseph Losey por aquello que subyace en sus imágenes y en las relaciones entre los personajes más que por la propia historia. Losey ofrece una película de intriga para mostrar las complejas relaciones humanas y la lucha de clases. Joseph Losey es un cineasta que voy descubriendo poco a poco y del cual me queda mucha filmografía en la que indagar. De momento voy muy poco a poco con El merodeador, El sirviente, El mensajero y la que ahora nos ocupa.

La clave del enigma forma parte de su etapa británica. Losey fue uno de los afectados por la caza de brujas y que optó por el exilio para seguir rodando tras la cámara. Así crea una intriga con todos los ingredientes necesarios (asesinato, falso culpable, investigación policial, mujer fatal…) para en realidad contarnos otra cosa que le interesa más: la lucha de clases.

Hay varios puntos a destacar de esta película: su internacional reparto con tres intérpretes protagonistas olvidados (pero con carreras a sus espaldas para inmiscuirse en ellas al igual que en sus vidas de cine) con una construcción de personajes interesante. El británico Stanley Baker, el alemán Hardy Kruger y la francesa Micheline Presle. El primero es el inspector de policía de origen obrero Morgan, el segundo es el pintor holandés sospechoso de asesinato y la tercera es la víctima en cuestión… De los tres el personaje más complejo y con más matices es el realizado por Stanley Baker y su inspector Morgan. Pero las relaciones que se establecen entre los tres personajes son apasionantes. El centro siempre será el atractivo pintor holandés (también de origen obrero). Él es el nexo de unión. Es continuamente interrogado por el inspector y por otra parte describe y cuenta a través de flash back la relación que mantenía con la víctima.

La película empieza mostrando un tono que nada tiene que ver con lo que luego se irá desarrollando ante nuestros ojos. Los créditos transcurren con una música alegre siguiendo a Hardy Kruger que se baja de un autobús y pasea feliz y alegre por las calles. Va sin duda al encuentro de alguien que le hace feliz, compra un pequeño ramo de flores, parece sin duda un hombre enamorado. Hasta que llega a una casa donde la puerta está abiera. Entra y llama a una mujer “Jacqueline”. No está. Le seguimos en su recorrido por toda la casa. Deja el abrigo en un sillón y va por todos los aposentos. Toca ilusionado los objetos de la mujer amada. De pronto ve un sobre a su nombre con una importante cantidad de dinero dentro, que en un principio deja donde lo ha encontrado. Pone música hasta que de pronto irrumpe una pareja de policías… Y entonces empieza la intriga y la pesadilla del protagonista, que se verá a partir de ese momento encerrado primero en la casa de la víctima y después en la comisaría como principal sospechoso de un asesinato.

En un principio el que toma el mando de la investigación es un rudo inspector de policía (Morgan) que primero se muestra bastante contundente con el sospechoso (le considera culpable) hasta que poco a poco va dejando paso a la certeza de la duda. Por una parte siente la presión de sus superiores y compañeros (de buenas familias y con otros modales) que tratan de proteger a un tercer implicado en el caso (un ‘poderoso’) y que tienen prisa en que se declare culpable el pintor y que no trascienda demasiado lo ocurrido, y por otro, quiere realizar correctamente bien su oficio con un acusado sentido de la justicia aunque sepa que puede suponer una traba para su carrera profesional. En definitiva quiere llegar al final del caso e indagar en todas las dudas que se le presentan. Así se va estableciendo una interesante relación entre el pintor y el inspector porque ambos además actúan bajo presión… y terminan colaborando juntos para la resolución del caso.

Entre medias está la dama en cuestión. La víctima. Para el pintor holandés es una dama importante, casada y con clase, que inicia una tormentosa relación con él. Pero para el inspector (al indagar en su casa y al oír a algunos testigos) no es más que una mujer vulgar de mala vida. Por ahí viene su primera duda y certeza: no casa lo que va descubriendo de la víctima con la descripción que realiza el pintor de su amante. Y esa ambigüedad enriquece cada vez más la trama. A la víctima la vamos conociendo además por los flash back del pintor holandés que nos cuenta su pasional, erótica y compleja relación (no sólo les afecta el factor diferencia de edad —el pintor es bastante más joven— sino también los distintos orígenes y maneras de comportarse en ciertos aspectos cotidianos). La autenticidad bruta del hombre, su naturalidad y su fisicidad ante la sofisticación, apariencia y distancia de la mujer.

Un elemento interesante en el cine de Losey es el empleo de los espacios cerrados como ‘cárceles’ o ‘jaulas’ para los protagonistas y el uso de los espejos en las distintas escenas donde se refleja el estado de ánimo del personaje o las relaciones complejas entre los personajes. Estos dos elementos —espacios cerrados y espejos— son también claves a la hora de analizar El sirviente.

Lo que parece una historia clara y simple. Lo que parece un caso de resolución rápida… va dando paso a otra historia más compleja. Una historia donde choca el amor y la lucha de clases. Y ahí está precisamente la clave del enigma…

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Ascensor para el cadalso (Ascenseur pour l’echafaud, 1957) de Louis Malle

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Si vemos la primera obra cinematográfica de ficción de Louis Malle (Ascensor para el cadalso) y la última (Tío Vania en la calle 42) descubrimos a un realizador muy especial con una mirada a tener en cuenta. En su primera ficción, que llevó a cabo con 25 años, adaptaba una novela negra y dejaba su firma. Jugaba con el lenguaje cinematográfico, con sus actores, con las fotografías y empleaba una ya mítica banda sonora para ‘contar’ el interior de un personaje. Así dejaba puro cine negro de autor donde el fatalismo acompañaba a dos parejas muy distintas. No faltaba nada: suspense, tensión, destino trágico para las parejas de amantes, policías, testigos… ambientes ambiguos… Y sin embargo era una película absolutamente personal. Y en su última obra, con 62 años, adaptaba una obra de teatro rusa, Tío Vania, y dejaba una obra cinematográfica brillante y experimental donde asistiamos a un ensayo en un viejo y decadente escenario. Dejaba también su mirada y su firma. Entremedias una hilera de películas que ilustraba la pérdida de la inocencia o la hipocresía de la burguesía sin dejar de experimentar con la narración cinematográfica. Entre Francia y Estados Unidos fue construyendo su mirada. Todavía me queda por descubrir filmografía… pero sé cómo empieza y cómo termina.

Podríamos resumir Ascensor para el cadalso con una llamada telefónica de dos amantes, un crimen perfecto, un descuido, el robo de un coche por unos jóvenes inconscientes, un paseo nocturno con voz en off de fondo (y una melodía), un hombre encerrado en un ascensor con un mechero y una navaja, un doble asesinato en un motel, un suicido fallido, una acusación, una posibilidad de salvación y el revelado de unas fotos…

Con todos estos ingredientes se construye una historia apasionante que transcurre en menos de un fin de semana. El azar  juguetea de tal manera que desde el principio sabemos que la fatalidad está presente. Ya nos avisa el título. Por una parte los dos amantes que planean la muerte del marido poderoso… Una muerte que les dará a ambos la felicidad y la posibilidad de amarse sin preocupaciones. Una premisa fundamental para que arranque una buena película de cine negro. Por otra dos jóvenes despreocupados e inconscientes, locos, con  muy mala suerte. La vida de ambas parejas se cruzará para depararles unos cambios inesperados.

Los amantes que iban a encontrarse no pueden por una cadena de infortunios… ya lo presagia un pequeño gato negro que presencia el asesinato. Él encerrado en un ascensor y tratando de no perder la calma… Ella angustiada sin saber qué es del amado inicia una búsqueda nocturna por locales y por las calles. Llueve, no deja de pensar, no quiere perder la cabeza, piensa en la traición al ver pasar su coche y a una joven florista dentro… Pero no obstante sigue buscando. El fatalismo es evidente desde que nos presentan sus grandes rostros en primer plano hablando por teléfono…

Los jóvenes, ella una humilde florista y él un delincuente juvenil, van dando tumbos y viviendo rápido el momento, no piensan… primero roban el coche y después se lanzan a la autopista. Y también todo se enreda. Son como esos amantes de la noche que nada les sale bien y van de la mano al abismo.

Y a estos personajes les sigue la cámara de Malle que hace angustioso y hermoso a la vez un paseo nocturno en una noche de lluvia, que planifica perfectamente un crimen perfecto y otro que no lo es. Que regala un suicidio fallido con disco de vinilo que no deja de sonar. O plasma un interrogatorio de la policía con un hombre que solo quiere dormir… en un cuarto oscuro tenuamente iluminado. O nos deja un hermoso final trágico sobre la fragilidad de la vida y el amor (y un azar que proporciona un destino fatal) con unas fotos que se revelan en una cubeta…

Ah, se me olvidaba. La música de fondo es  de Miles Davis. Y la amante que pasea por las calles o habla por teléfono tiene el rostro de Jeanne Moreau… y ama fatalmente a Maurice Ronet…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (206)

elconsejero

Abogados: profesión también muy cinematográfica y mil veces visitada en una ristra de fotogramas. Abogados y abogadas abnegadas, amantes de su profesión. Cansados, exitosos, fracasados… Abogados que cruzan la senda y se corrompen. Abogados y su vida cotidiana. Abogados ante dilemas morales. Abogados ante la sala de juicios… Y un montón de buenas películas.

El último abogado que he visto en la pantalla ha sido en El Consejero, anómala pero interesante película del denostado Ridley Scott, con rostro de Michael Fassbender. Un abogado que arrastrado por la codicia y por querer alcanzar una vida de lujo junto a la mujer amada, termina metido con uno de sus clientes en un negocio de drogas de funestas consecuencias. Así pasa del éxito, la seguridad y un futuro brillante a una caída en picado, al sudor, a la lágrima y el vómito…

Y es que la corrupción ha dejado a abogados que se salieron con la suya o terminaron con el peor de los finales. Un recuerdo para tres de ellos: el abogado cocaínomano con rostro de Sean Penn en mi amada Atrapado por su pasado de Brian de Palma. A un Humphrey Bogart, cuando todavía no tenía roles de protagonista pero ya apuntaba maneras, como abogado corrupto y malvado que arrastra a James Cagney por el mal camino en Ángeles con caras sucias de Michael Curtiz. O un John Garfield, abogado que trabaja para un hombre que se ha enriquecido y se enriquece gracias al negocio ilegal de las apuestas clandestinas… en una joya olvidada como La fuerza del destino de Abraham Polonsky.

Pero al otro lado se encuentran abogados que aman su profesión y llegan también a situaciones extremas precisamente por tratar de ejercer correctamente su profesión. Y el abogado profesional e idealista por excelencia es Atticus Finch con el rostro de Gregory Peck en Matar a un ruiseñor de Robert Mulligan. Y su defensa a ultranza de un inocente, un hombre negro, en un caso complejo en una sociedad sureña y racista. Y este mismo actor se convertiría también en abogado enamorado capaz de saltarse reglas de su profesión por defender a la mujer que le hace perder la cabeza en una de las películas más románticas y menos comprendidas de Alfred Hithcock, El proceso Paradine.

Otro abogado que ejerce con profesionalidad su labor y que bajo su apacible apariencia de cordero se esconde todo un león que ruge en la sala de juicios es un maravilloso y ambiguo James Stewart en Anatomía de un asesinato de Otto Preminger. Que además filma uno de los enfrentamientos más emocionantes y tensos entre un abogado y un fiscal.

Pero hay un abogado criminalista londinense difícil de olvidar, que arrastra serios problemas de salud pero sabe que un buen caso es lo que le devuelve la vida… Es perro viejo que no pierde la capacidad de sorprenderse por los seres humanos a los que defiende. Y perro viejo que descubre que no se las sabe todas… Tiene el rostro de Charles Laughton y vive en una película que no te cansas de ver, Testigo de cargo de Billy Wilder.

Después está el desencantado y alcohólico que sin embargo vuelve a renacer como un ave fénix cuando se encuentra ante un caso de flagrante injusticia. En principio un caso rutinario y por dinero… se convierte en una oportunidad de recuperarse como persona y profesional. El rostro desencantado y cansado de Paul Newman regala una buena película como Veredicto final de Sidney Lumet.

Y también hay abogados y abogadas que se encuentran ante complejos dilemas morales. Uno de los más impresionantes es el que vive la abogada con rostro de Jessica Lange en La caja de música de Constantin Costa-Gavras. Una prestigiosa profesional que ejerce en EEUU tiene que defender a su padre húngaro de una acusación de ser un criminal de guerra en la Segunda Guerra Mundial. En un principio está segura de que es un error burocrático…

Por supuesto también en el mundo de la abogacía entra el humor y la guerra de sexos y el mejor ejemplo nos lo da George Cukor con La costilla de Adán donde un matrimonio de abogados (Spencer Tracy y Katherine Hepburn) se enfrentan en los juzgados (y afecta a su vida cotidiana) en un caso determinado: una mujer que ha disparado fallidamente para matar a su marido y a su amante.

También los abogados protagonizan trepidantes intrigas, que se lo digan a la abogada de oficio (cansada muy cansada) con rostro de Cher que le asignan en el último momento, antes de tomarse unas necesitadas vacaciones, la defensa de un sin hogar implicado en un asesinato. Así tenemos Sospechoso de Peter Yates donde todo no es tan fácil ni tan claro como parece…

¿Cuál será el siguiente abogado o abogada que aparezca en nuestras pantallas…?

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Maratón de películas anómalas…

Si buscamos en el diccionario la definición de anómalo nos encontramos con dos palabras clave que no quieren decir lo mismo pero que sin embargo encajan a la hora de definir la siguiente galería de películas: irregulares y extrañas. Y ésa es su baza estrella, la que las convierte en especiales y en propuestas que no tienen que dejar de verse.

Killer Joe de William Friedkin

killerjoe

… parece que los jóvenes furiosos y rebeldes de los años sesenta del cine americano (aquellos que formaban parte de la generación de la televisión), siguen siendo abuelos furiosos y rebeldes que dejan propuestas cinematográficas más radicales que la de jóvenes realizadores.

Si la obra póstuma de Sidney Lumet, Antes que el diablo sepa que has muerto, descubrió a muchos cinéfilos al director y a otros nos confirmó a un Lumet brillante… ahora llega William Friedkin y presenta esta película extraña e hipnotizante en su peculiar e irregular carrera pero con títulos míticos como The French Connection o El exorcista.

Y es que Killer Joe muestra a una familia disfuncional delirante a la que se une un policía corrupto y oscuro (la cena final no tiene desperdicio). Todos integran una película tan salvaje y con unos personajes tan amorales que termina siendo una comedia de humor negro…, sólo así es posible contar argumento tan siniestro.

Además de dejar escenas memorables, por extremas, como los distintos usos que se pueden dar a un muslo de pollo de una famosa cadena de comida rápida americana, o la presentación y posterior desarrollo de un personaje para la posteridad oscura (el propio Joe con el rostro de Matthew McConaughey que va sorprendiéndome cada día más) o cómo emplea Friedkin el sentido del ritmo así como el ambiente entre inquietante y absurdo de la película… Killer Joe deja una galeria de buenos actores que aportan sus rostros y composiciones para unos personajes harto desagradables (¡y lo hacen tan bien!): Emile Hirsch, Thomas Haden Church, Gina Gershon y Juno Temple.

Across the Universe de Julie Taymor

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En el mundo del cine musical tengo cariño a las propuestas delirantes. Y la Taymor no tiene miedo al delirio así que Across the Universe es un musical que se tira al vacío y para la que esto escribe el intento es de lo más interesante. Durante los años setenta hubo musicales reivindicativos y quizá el más significativo fue Hair que tiene muchos puntos en común no sólo en la época que refleja sino en temática con Across the Universe.

Taymor decide atrapar una época desde un punto de vista determinado. Esa etapa es la de los años setenta y el punto de vista determinado la de jóvenes que abrazaron el movimiento hippy. Pero también cómo este movimiento se fue dispersando en distintas propuestas: un modo de vida o una militancia política que fue del pacifismo a la respuesta armada.

Los protagonistas de la historia son un joven de la clase obrera de Liverpool que llega a EEUU en busca de un padre perdido y una pareja de hermanos ricos (chico, chica… mejor amigo y amor de la vida del joven de Liverpool) que evolucionan en su rebeldía desde el movimiento hippy a militancias más radicales. Todo sacudido por el efecto que tuvo la Guerra de Vietnam en toda una generación de jóvenes norteamericanos.

Y para contar ese delirio se sirve de las canciones de los Beatles… y a través de sus letras construye una historia llena de referentes al grupo británico y a una época determinada.

Así Taymor logra sorprender en algunas versiones y equilibra un musical excesivo y barroco que no pasa la barrera (y no hubiese sido complejo) del ridículo y atrapa un determinado espíritu de una época…, me atravería a decir que una manera de mirar y pensar.

Los amantes de Pont Neuf de Leos Carax

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Una gran paradoja: una de las obras más caras de la cinematografía francesa y del propio Leos Carax (que arrastró y arrastra su imagen de cineasta maldito) tiene como protagonistas a dos personas sin hogar que viven en un Pont Neuf en obras. Y Los amantes de Pont Neuf narra una historia de amor desgarrado entre dos personajes heridos que viven en un París hostil. Pero a la vez Carax consigue no solamente una fuerza visual alucinante sino que puebla la película con escenas de una belleza fascinante.

Por otra parte dos intérpretes esculpen sus personajes con sus cuerpos y rostros… y es difícil olvidar a los amantes. Ella es Juliette Binoche, la reina del primer plano (absolutamente fascinante en Camille Claudel 1915 de Bruno Dumont que se estrenará en breve y que tuve oportunidad de ver en la Cineteca-Matadero). Y él es el actor fetiche del director, Denis Lavant, entre inquietante, herido y tierno.

… Así esconde imágenes inolvidables como un Pont Neuf entre fuegos artificiales o los amantes recorriendo el Sena de una manera muy especial… Y con un final que une a Carax con Jean Vigo… y una de las obras míticas del cine francés, L’Atalante. Los amantes del Pont Neuf es una película excesiva pero extremadamente hermosa a la vez.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Prisioneros (Prisoners, 2013) de Denis Villeneuve

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… Un padre nuestro es lo primero que escuchamos en un paisaje nevado mientras observamos a un ciervo tranquilo y apacible. Pero ya sentimos la inquietud del momento. Y no nos equivocamos, el ciervo va a ser abatido por un padre e hijo cazadores… Y ése es el sentimiento que persigue toda la película, bajo un aparente clima de frialdad, tranquilidad y equilibrio un mundo oscuro y subterráneo que mina y aprisiona a los protagonistas.

En su primera película norteamericana el canadiense Denis Villeneuve sigue una tradición cinematográfica norteamericana con muy buen tino: una comunidad aparentemente tranquila y serena que se resquebraja y hace surgir lo oscuro de la naturaleza humana. Así Prisioneros parte de un suceso para el que nadie está preparado: el secuestro de dos niñas y a partir de ahí el descenso a los infiernos de sus dos ‘héroes’: el padre de una de las niñas y el detective de la policía que se encarga de la investigación. Y los dos por caminos diferentes, y en el mismo tiempo, llegarán a la resolución del caso con consecuencias muy diferentes sobre sus vidas.

El padre (Hugh Jackman) es como si fuera el Dios del Antiguo Testamento —una sobreprotección a los suyos que rige su vida y le conduce a la autodestrucción, camina por el ojo por ojo diente por diente—  y el detective policía (genial Jake Gyllenhaal, que este mismo año ha protagonizado otra película del director, Enemigo) es el héroe pagano que busca la redención a su soledad autoimpuesta tratando siempre, con una meticulosidad obsesiva, de llegar a la solución de los casos que le encargan.

El padre de familia alberga los mismos miedos (y que le hacen ser y actuar como lo hace) que el padre de familia de la interesante Take Shelter de Jeff Nichols… los dos personajes podrían ser hermanos. Y el detective de la policía es el tipo solitario que ha tenido una vida perra (que sólo intuimos por pinceladas bien dadas) pero que se vuelca en su trabajo para poder creer en algo (en que todo caso puede ser resuelto y solucionado)… Y las peripecias de ambos hombres van en paralelo hasta que confluyen en el mismo punto (pero sus recorridos han sido muy diferentes). Su relación se construye a base de desencuentros… juntos nunca están relajados pese a que su objetivo es el mismo: encontrar a las niñas.

Prisioneros es un thriller desolador que camina entre controversias morales complejas y unas creencias arraigadas que se convierten en enfermizas. Bajo la apariencia de familias felices, surgen los instintos más bajos en momentos extremos. Y en comunidades apacibles, habitan miedos que vomitan monstruos. Monstruos enfermos y aprisionados. Cada uno busca su medicina como puede. Pero a veces la medicina siembra el caos, el dolor y la destrucción. Y vienen a nuestra cabeza otros thrillers que tomaron este camino perturbador con historias que se quedaron en nuestras cabezas así recordamos Mystic River, Seven, Zodiac, Adiós pequeña, adiós o Arlington Road.

Denis Villeneuve se rodea de un buen elenco de secundarios (Paul Dano, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Melissa Leo…) y además se sirve para su hipnotizadora puesta en escena del buen trabajo del director de fotografía Roger Deakins para crear una atmósfera asfixiante y fría que hace que surja una historia tensa e inquietante desde el minuto uno, sin desfallecer un segundo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.