Razón número 1: 160 minutos
Es decir, 2 horas y cuarenta minutos que pasan como un suspiro y no es un tópico. Anatomía de un asesinato o, mejor dicho, de un juicio, se deleita en diseccionar de manera apasionante este evento. De una manera cotidiana y aparentemente sencilla analiza los recovecos de la justicia y pone sobre el papel un tema tan apasionante como la confrontación entre la ley y su ejercicio y la moralidad. Otto Preminger, bien lejos de presentar un tostón de película sobre un juicio, desgrana una historia inteligente llena de detalles y matices que atrapa desde los títulos de crédito al espectador. Si se ve por primera vez se sigue con apasionamiento… pero sus futuros visionados no son menos ricos y se van además destapando y descubriendo nuevos matices. Nada es tan cotidiano ni sencillo como parece. Sus personajes son riquísimos en personalidades, motivaciones y formas de actuar…
Razón número 2: James Stewart
James Stewart, 51 años, y con una carrera cinematográfica repleta de títulos brillantes, como actor de oficio vuelve a dejar un personaje complejo y difícil pero que es inevitable que caiga bien al espectador.
Peter Biegler parece un hombre tranquilo, amable y buena gente que vive tranquilo en una pequeña localidad de Michigan. A veces necesita retirarse del mundanal ruido e irse a pescar. Le encanta el jazz y toca el piano. Es un hombre tremendamente solitario, soltero.
Forma una pequeña y extraña familia con su mejor amigo, Parnell E. McCarthy, un abogado retirado con problemas de alcoholismo y con su propia secretaria, Maida Rutledge. Su lugar de trabajo es su propia casa. Hace poco le han retirado de ser fiscal del condado y trata de llevarlo lo mejor posible, así que trabaja como abogado en despacho propio pero como le recuerda su eficiente secretaria no tiene los suficientes casos como para pagarse las facturas y su sueldo. Así que de pronto le llega la oportunidad de convertirse en el abogado defensor del joven teniente Frederick Manion que es acusado de asesinar a tiros al dueño del bar de la localidad, Barney Quill. El motivo: éste había violado a su mujer, Laura Manion.
Peter Biegler toma el caso no por una cuestión de justicia… sino por algo mucho más mundano: porque necesita el dinero. Y actúa como abogado defensor aunque sabe que sus defendidos, el matrimonio Manion, tienen todo en su contra. Así con la ayuda de su inseparable compañero y de su eficiente secretaria se enfrentará en el juicio al nuevo fiscal del condado que cuenta con el apoyo del ayudante del fiscal general que llega de la ciudad… De pronto el cordero Peter Biegler emplea todas sus armas y se vuelve león feroz y sarcástico para sacar un veredicto de inocencia para su cliente.
Razón número 3: Cameos, apariciones extrañas y deserciones
Hay cameos y cameos. Y en Anatomía de un asesinato hay un cameo genial. James Stewart aparece en un local tocando el piano en compañía de ni más ni menos que Duke Ellington… y hay un motivo claro como veremos en la razón número cuatro. En aquellos tiempos esta escena fue motivo suficiente para que la película tuviese problemas para ser proyectada en Sudáfrica.
Y el juez no es un actor secundario. No es un actor de carácter de esa galería de genios que con solo unos minutos se apropiaban de la película… pero lo parece. El juez tiene el rostro de Joseph Welch. ¿Quién era? Un abogado del ejército que se hizo famoso porque en 1954 en una sesión televisada se enfrentó a McCarthy en esa caza de brujas donde el senador paranoico veía comunistas por todas partes y los veía además como una amenaza así que creaba listas negras en todos los estamentos posibles. En un momento dado este abogado, tranquilo, le espetó ante su acusación de otro joven colega: “¿Tiene usted sentido de la decencia?”. Y le formuló la pregunta de varias maneras. En Anatomía de un asesinato se transforma en un actor solvente realizando a un juez absolutamente creíble y auténtico… peculiar. El tomarle para un papel tan relevante dice mucho también sobre lo que pensaba Preminger sobre la caza de brujas…
En un principio Laura Manion iba a tener el rostro de una seductora nata: miss Lana Turner… pero problemas con las pruebas de vestuario y los modelitos a exhibir en la película hicieron que la diva rechazase tan buen papel. Sin duda le hubiera dado, creo, otro carácter diferente y creo que haciendo más hincapié en una mujer tentadora, fría y fatal. Una mujer con más vida a sus espaldas. Al final el papel fue para la joven prometedora Lee Remick que supo darle un aire de inocencia seductora y juvenil que quema… convirtiéndola de manera sutil en un personaje triste y víctima.
Razón número 4: Jazz
Duke Ellington fue el creador de la banda sonora. El jazz impregna la historia y acompaña al personaje de James Stewart, un amante de esta música. Pero a la vez Ellington, sobre todo en la primera parte de la película, describe a cada uno de los personajes y cuenta determinadas escenas con la música. El empleo de la música es de las dos maneras que puede aparecer en una película: diegético y extradiegético. Es decir tan pronto Stewart toca el piano o pone un disco o realmente hay una banda sonora que impregna sobre todo la primera parte (la de presentación de los personajes y el conflicto, antes del juicio). Y es una auténtica gozada el efecto que provoca la música en la propia historia. Así como las sensaciones que produce en todo espectador que se acerca a su visionado. Cuando es el juicio en sí la música desaparece para volver a surgir en situaciones y escenas fuera de la sala del juicio…
Razón número 5: Palabras y censura
Otra manera de analizar la obra cinematográfica de Otto Preminger sería su lucha continua contra la censura y su empeño en saltarse el código Hays. Él fue uno de los directores que se atrevió a enfrentarse a lo absurdo del código y que ayudó a precipitar su caída. Siempre en sus películas luchaba porque se mantuviesen palabras que eran impensables para las películas americanas de la época así como abordar ciertos temas tabú con absoluta transparencia. Anatomía de un asesinato no fue una excepción. Y tuvo que lidiar para que apareciese continuamente la palabra “bragas” (una prueba irrefutable del juicio), la denominación de esta prenda femenina causa uno de los diálogos más divertidos. O también dejar que se hable con todo detalle de una prueba médica forense: la espermatogénesis. Que lo que dé sentido a la defensa durante el juicio es demostrar claramente que Laura Manion ha sufrido una “violación” y demostrarlo. Que a Laura Manion la llamen muchísimas lindezas pero entre ellas “zorra” y que se la juzgue continuamente por su manera de comportarse y sobre todo de vestir. Así como que también se deje ver un caso de malos tratos en el matrimonio Manion (pero siempre con esa ambigüedad de fondo con la que se juega en todo el metraje), donde Laura sería la víctima de los celos continuos y arrebatos de violencia de su marido.
Pero además Preminger deja una defensa del sistema judicial americano poniendo en escena sus fallas y cómo es posible quizá declarar inocente a un culpable. Y es ese giro y juego continuo con la ambigüedad (de cada uno de los personajes y sus motivaciones) lo que hace a la película más intensa y emocionante. Pero dejando algo claro: todo ciudadano tiene que ser defendido con las mejores artes, la presunción de inocencia tiene que quedar siempre a salvo.
Razón número 6: Radiografía de un juicio
Siguiendo con el punto anterior, la película es un valioso testimonio de un juicio donde se sigue paso por paso un proceso por asesinato. Ahí vemos la presentación de pruebas, las declaraciones de los testigos, la presencia de un jurado popular, de un público… Los momentos de tensión y lo más rico: los enfrentamientos dialécticos entre el abogado defensor provinciano (que se jacta de ello) y unos fiscales (sobre todo uno, especialmente urbanita agresivo…) que van a por todas… al igual que el “tranquilo” abogado. Así vemos el uso de trucos legales, la búsqueda de precedentes, cómo enfocar el caso a favor del defendido (el famoso ‘impulso irresistible’)… todo para lograr una sentencia determinada y para lograr que el veredicto del jurado popular vaya por un camino o por otro. Y en eso Anatomía de un asesinato es un relato cinematográfico absolutamente revelador, interesante e intenso. Todo tiene sentido… hasta la colocación de los personajes, las prendas que llevan, los gestos… Todo está perfectamente atado y tiene una razón.
Razón número 7: Sentido del humor
La película nunca deja de lado, pese a la seriedad del asunto, el sentido del humor. Un humor desencantado que impregna la historia y que surge tanto de las situaciones como de la forma de encarar la vida de los protagonistas (sobre todo esa ‘extraña’ familia formada por el abogado, su mejor amigo y la eficiente secretaria). Pete Biegler, el abogado, emplea el sarcasmo como su mejor arma para dejar sin palabras a sus contrincantes. Y se crean situaciones cómicas durante la presentación de pruebas (el perro de Laura Manion) o la reunión del juez con el abogado y los fiscales para ver si conocen otro término para referirse a la palabra “bragas”.
Razón número 8: Saul Bass
Ya desde los créditos sabemos que nos enfrentamos a una historia potente. Como era habitual en Preminger le encarga este trabajo al gran Saul Bass que crea uno de sus iconos más reconocibles: un cuerpo humano que se divide en pedazos… como un puzzle. Una sombra que se esparce…
Razón número 9: Galería de actores
Otto Preminger no sólo se rodea de actores de la vieja escuela sino que deja paso a una nueva generación de actores que encuentran en esta película sus primeros roles y papeles de importancia.
Así James Stewart forma su ‘extraña’ familia con dos actores con carreras a sus espaldas: Arthur O’Connell, secundario de oro y Eve Arden, con una larga carrera de secundaria tras sus hombros.
Pero a su vez se enfrenta al matrimonio que tiene que defender, dos jóvenes que pisaban con fuerza el firmamento cinematográfico: Lee Remick (que tuvo unos inicios prometedores porque era muy buena actriz pero no encontró su hueco con el fin del sistema de estudios) y un jovencísimo Ben Gazzara, antes de convertirse en un actor de cine independiente…
Y también Stewart se las tiene que ver con uno de los fiscales: donde nos encontramos con un maravilloso George C. Scott en un primer papel importante de una larga carrera cinematográfica.
Razón número 10: Otra forma de contar…
Lo maravilloso de Anatomía de un asesinato es la sensación de cotidianeidad y autenticidad de todo lo que estamos viendo. Preminger estaba llevando a la pantalla, en impecable blanco y negro, un bestseller de un juez retirado Robert Traver que a partir de sus experiencias en el ejercicio de la ley se dedicó a la literatura (y a los libros de pesca, otra de sus aficiones que también se ve reflejado en la película). Así que Preminger no dudó en ambientar la historia realmente donde transcurría la trama, en Michigan, y rodó en Ishpening y Marquette, lugares que conocía perfectamente Traver. Además se valió de los lugareños para que fueran parte del jurado popular y del público que asiste a la sala. El juicio no transcurre de manera épica o con momentos excesivamente emocionantes que apelan al espectador sino con calma mucha calma. Donde nada es negro o blanco. Ni heroico. Sino todo tremendamente humano con luces y sombras pero sin mucho ruido. Y es esa ambigüedad que mantiene durante todo el metraje lo que da tensión a una historia donde como dice James Stewart a una testigo las personas no son ni totalmente buenas ni totalmente malas… son.
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