El factor humano (The Human Factor, 1979) de Otto Preminger

La llamada de teléfono más triste en El factor humano.

Un teléfono descolgado es la última imagen de El factor humano. Una imagen tremendamente triste y desesperanzada. Antes el espectador ha sido testigo de un diálogo contenido y trágico entre el espía a su pesar, Maurice Castle (Nicol Williamson), y su esposa Sarah (Iman). No hay un futuro para ellos. Es una llamada teñida de melancolía. Los dos sienten que quizá no vuelvan a encontrarse, que han dinamitado la única posibilidad que tenían de ser felices. Ya se lo dijo Sarah a Maurice un día, el único país al que se debían era el que ellos mismos habían construido con tesón: su pequeño universo íntimo y personal. Y en ese universo solo había sitio para ellos, su hijo Sam y Buller, el perro. Pero todo queda hecho pedazos, pues los avatares políticos de una destructiva, corrosiva y silenciosa Guerra Fría, sobrepasan y aplastan su proyecto común.

La última película de Otto Preminger respira una melancolía difícil de soportar, como la que se respira en las páginas de la novela de Graham Greene. Y como la que quizá arrastraba Preminger durante los últimos años de su carrera, expulsado de un Hollywood donde ya no tenía hueco. El en otros tiempos poderoso director, que rebelde había ejercido también de productor independiente, acostumbrado a lidiar en un Hollywood al que sabía manejar, ahora se veía abocado no solo al olvido, sino con dificultades para poder financiar el que sería su último proyecto cinematográfico. Lejos habían quedado sus grandes superproducciones, sin reparar en gastos.

No hay metáfora más potente que la de ese teléfono descolgado, con un cable a punto de romperse. Soledad, incomunicación, ruptura… Precisamente ese es el motivo que emplea el fiel colaborador Saul Bass para ilustrar los títulos de crédito de la película. El factor humano no destacó en su día. Ni tampoco ahora es muy recordada o analizada. Es bastante fiel al espíritu de la novela de Graham Greene, pero más imperfecta. No es una película cómoda porque, como la novela, no deja el retrato esperado de un mundo de espías sumergidos en la Guerra Fría: ese imaginario ficticio a lo James Bond o con un espíritu de tragedia inevitable, pero con aires épicos (a lo El espía que surgió del frío). Lo que ofrece es un mundo de funcionarios y hombres grises, solitarios y mediocres, aplastados por otros hombres igual de grises y mediocres, que eliminan a sujetos sin pestañear (si creen que son molestos o que hacen que la maquinaria no funcione), que arrastran un aburrimiento existencial y que deciden los designios del mundo sin salir de sus despachos. Los espías y los dobles agentes y aquellos a los que sirven son un ejército de hombres corrientes, que dejan al descubierto tanto sus debilidades y mezquindades como sus miedos y anhelos.

Alrededor de Castle y Sarah rondan una serie de personajes que terminan aniquilando su posibilidad de vivir seguros y felices. Ante una posible infiltración comunista en los asuntos africanos en la oficina británica, el chivo expiatorio será el compañero de trabajo de Castle, Arthur Davis (Derek Jacobi), un soltero aburrido de su trabajo, enamorado de una secretaria que no le corresponde, y deseoso de un destino más emocionante. De pronto, quedará al desnudo el pasado de Castle en una misión en la Sudáfrica del apartheid, y cómo su historia de amor con Sarah, una mujer bantú, condiciona su futuro como agente doble. Un solitario y nuevo jefe de seguridad, John Daintry (Richard Attenborough), un incompetente superior (John Gielgud), un siniestro doctor y colaborador versado en curiosas artes para asesinar (Robert Morley) así como un visitante enemigo del pasado en África (Joop Doderer) tejerán la tela de araña en la Castle quedará irremediablemente atrapado.

En localizaciones cerradas (la casa de Sarah y Maurice, la de Davis, la vieja librería, los despachos de la oficina, los bares… o la triste habitación en algún lugar de Rusia al final de la película), Maurice, sin ninguna épica, se va despojando de toda esperanza. Como un Preminger que ya no dirigiría más películas y que dejaría de ser el ogro que fue, pues ya no tenía posibilidad de rodar más historias en una industria del cine que ya no dominaba.

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10 comentarios en “El factor humano (The Human Factor, 1979) de Otto Preminger

  1. Siempre que leo tu blog cinéfilo desearía poder ver inmediatamente la película que comentas; algunas de ellas sé que las vi en su momento, pero hace ya tanto que apenas las recuerdo…Pero tu evocación es tan poderosa y lo cuentas tan bien que consigues crear casi la ilusión de que la estás viendo de nuevo.
    Es un disfrute leerte.

  2. Queridísima María Rosa, agradezco siempre tus comentarios tan bonitos. «El factor humano» es una película olvidada y poco valorada de Preminger. Es una última película triste, muy triste, de un director que ya no encontraba su sitio, pero seguía teniendo mucho que decir.
    Beso
    Hildy

  3. Hace tiempo que tengo entre ceja y ceja volver a ponerme esta película, que la vi de adolescente porque la protagonizaba el Merlín de ‘Excalibur’ (que la veía todos los años por Navidad) y que entonces me pareció un rotundo peñazo. Creo que hoy me interesaría bastante, y tu comentario me reafirma en esta idea. Te haré saber si la consigo.

  4. Sí, es verdad, querido crítico abúlico, el protagonista es Merlín en Excalibur… Y es que los actores camaleónicos tienen esa magia se transforman en personajes tan, tan, tan diferentes. Creo que ahora sí te va a interesar. Es una película tremendamente triste, pero muy interesante. Y la melancolía de Graham Greene si que está atrapada en los fotogramas. La novela es redonda, la película es más imperfecta, pero te deja un nudo.

    Beso
    Hildy

  5. Perosnalmente, mi querida Hildy, prefiero estos espías realistas que las aventuras glamurosas de los Bond y similares. Precisamente por eso a lo que alude el título, el factor humano, no los semidioses. La película tiene un reparto excelente y capta a la perfección el espíritu de su tiempo visto desde la prespectiva británica, y las paranoias subsiguientes a los famosos casos de dobles agentes estilo Kim Philby y similares, de cómo la flor y nata de las universidades británicas sucumbió en muchos casos a la tentación del ideal o del dinero soviéticos. Pero, coincido contigo, mucha de la tristeza que impregna todo es la propia tristeza de Preminger. Creo que no hubiera podido ser nunca otra película suya más que la última.

    Besos

  6. Sí, yo también, mi querido Alfredo.
    Ayyyy, el factor humano… Fue lo que más me llamó la atención de la película: la tristeza latente en cada imagen, palabra y gesto. La tristeza de Greene contactó con la de Preminger.

    Beso
    Hildy

  7. Película en la que confluyen forma y fondo. Muy acertado retrato de ese mundo de oficinistas grises y carentes de encanto de los servicios de espionaje. No todo es viajar, ligar y desconectar bombas. La visión humanista de Graham Greene servida en bandeja por Preminger a través de unos rostros cotidianos, corrientes, incluso se diría que hasta vulgares ydesaliñados. El enemigo no siempre está ahí fuera, sino que está dentro de las propias cloacas de los estados occidentales. En Moscú hace mucho frío, pero uno también puede notarlo en los desangelados despachos del corazón de Londres, donde nadie puede confiar en nadie. Esta historia no hubiera podido narrarse adecuadamente en Hollywood, porque esas rutinas aburridas de los chupatintas del espionaje no tienen el glamour que se presupone a las estrellas de la Meca del Cine. Incluso la exótica e inteligente belleza de Imán en nada tiene que ver con las pretenciosas divas del cine que lucen palmito en el celuloide y en las alfombras rojas del Sur de California. Buena película, pero algo desangelada y seca. Como corresponde a una década ya tardía como era la de finales de los 70, en unos años en los que por las grietas del Muro de Berlín ya corrían abundantes ráfagas que anunciaban los vientos del cambio. Un cambio que ya quedó muy atrás pero del que todavía no hemos sabido sacar las lecciones precisas. Quizás ahora, con el efecto combinado de las crisis económicas, militares, y sanitarias, a muchos les quede más claro por dónde hay que seguir, y por dónde debemos dejar de transitar.

    Besos.

  8. Querido Deckard, después de leer tu comentario, ¿sabes una de las cosas que me gustan del cine? Que nos hace reflexionar sobre el mundo, las miradas y los puntos de vista. Abre ventanas. Nos remueve, nos hace dudar, nos aporta otras perspectivas…
    Cuando en una película forma y fondo confluye, como dices, surgen un montón de posibilidades de análisis.
    Y «El factor humano» es una de ellas.

    Beso
    Hildy

  9. Hola Hildy. Tengo una historia con esta película y el libro en el que se basa. Corría por casa de mis padres la novela de Graham Greene. Era uno de esos libros obsequio que las cajas de ahorros ofrecían a sus clientes, una costumbre ya perdida. No he sido nunca aficionada a la novela de espías, aunque he podido leer alguna apasionante como “El agente secreto” de Conrad, así que creo que fui la única de casa que no la leyó. La portada era una imagen de la película en la que se veía a Nicol Williamsom (que tiene en su haber dos personajes medievales inolvidables: el Little John de “Robin y Marian” y el Merlin de “Excalibur”) y a Iman juntos y de pequeña me creaba extrañeza que una mujer tan bella abrazara a ese hombre, a mi juicio, tan poco atractivo. Quizá el físico poco destacable del actor va en consonancia con esa grisura de los personajes que relatas. Por tu texto me han entrado ganas de leer la novela y espero recuperar esa última obra de Premiger, un autor siempre interesante. Hace poco revisé “El rapto de Bunny Lake (con lo sugerente que es el título original “Bunny Lake is missing” que se podría haber traducido perfectamente por “Bunny Lake ha desaparecido” …) y me gustó esta vez más que nunca.
    A ver cuando me encuentro con “El factor humano” (un título, este sí, muy sugerente) un film que hizo remontar la consideración sobre Preminger tras una década de los 70 complicada para él, con films, en su mayoría, denostados por la crítica.

  10. Querida Lilapop, me encantará saber tus impresiones tanto de la novela como de la película. Me ha encantado la anécdota que has compartido y la extrañeza en la infancia sobre esos dos seres de bellezas tan distintas abrazados. Pero tanto en la novela como en la película todo esto fluye natural, entiendes ese factor humano que les hace estar juntos, comprenderse y quererse, así como protagonizar una triste historia. Preminger realizó una película tristísima.
    Sí, me gusta El rapto de Bunny Lake, una película inquietante y oscura. Es de esas películas que incomodan, pero no olvidas.

    Beso
    Hildy

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