Mi regalo de cumpleaños. Jeanne Eagels (Jeanne Eagels, 1957) de George Sidney

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Descubrir un clásico siempre es un bonito regalo que aprecio. Me llamó la atención la pareja de actores protagonista (Kim Novak y Jeff Chandler), su director y que se rescatara con esta película una figura del pasado, una figura de los escenarios y del cine mudo que brilló hasta la revolución del cine hablado…, fecha de su fallecimiento (1929), Jeanne Eagels. Triste personaje femenino perteneciente al Hollywood oscuro, al de Babilonia, ese que reflejó Kenneth Anger en sus dos volúmenes. Triste personaje que vivió las mieles y los túneles oscuros de la fama… como Frances Farmer, Mabel Normand, Clara Bow… y un largo etcétera.

Jeanne Eagels fue escalando y escalando desde pequeños teatros, hasta ser una de las chicas de las Ziegfeld Follies, pasando por teatros más importantes hasta llegar a Broadway y también a Hollywood. También su vida se vio rodeada por el alcohol y la heroína así como una inestabilidad sentimental. Sus papeles más recordados tienen que ver con el escritor William Somerset Maugham. Uno de sus triunfos en los escenarios fue con la obra Rain, que después sería llevada al cine. La prostagonista, Sadie Thompson, tendría el rostro de celuloide de Gloria Swanson, Joan Crawford y Rita Hayworth. Pero durante muchos años Sadie en el escenario fue Jeanne Eagels. Y a título póstumo, recibió una nominación al oscar por una película (en plena revolución del sonoro), La carta, que años después sería una de las grandes películas que realizó William Wyler con Bette Davis. Finalmente, no se sabe si la muerte de Eagels fue provocada por una sobredosis o fue suicidio.

Y la película de George Sidney me ha sorprendido porque dibuja un triste y decadente retrato de la protagonista y filma una bella historia de amor imposible. La Jeanne Eagels de la película nada entre el biopic (con varias licencias para ficcionar la vida de la protagonista) y el melodrama romántico. Jeanne Eagels se aleja del cine technicolor, musical (Escuela de sirenas, Levando anclas, Magnolia o Bésame Kate) y aventurero (Los tres mosqueteros o Scaramouche) del director para decantarse por un retrato amargo en blanco y negro. Fue el segundo de sus trabajos con Kim Novak (la dirigiría tres veces, también en La historia de Eddy Duchin y Pal Joey), que mostraría cómo su fría y perfecta belleza era adecuada para mujeres complejas y atormentadas como Jeanne Eagels.

La película centra la trama en la historia de amor imposible e intermitente entre Jeanne Eagels y Sal Satori (atractivo Jeff Chandler), un feriante, y en el ascenso y descenso de la actriz por un camino de traiciones, adicciones e insatisfacciones vitales que la arrastrarán al abismo. Los momentos culminantes de ese amor son reflejados con una belleza extrema (tanto de puesta en escena…, como de diálogos): el primer beso bajo una lluvia torrencial trabajando en la feria, los dos montando por la noche en un carrusel de caballitos hasta que acaban en el suelo, él diciéndole a ella que se bebería su hermoso pelo, él mirando cómo ella se desviste para meterse en el mar… como si fuera una Afrodita y una de esas declaraciones de amor imposible (que suelo coleccionar) donde él le dice a Jeanne que si volviera a nacer y le dijeran que volviera a repetir su vida con éxito pero sin ella, que lo rechazaría, que prefiere haber vivido con lo poco que ha tenido de ella. O esa escena final con una Jeanne en la pantalla de cine, inmortalizada, y a Sal llorando en la sala.

Jeanne Eagels se la presenta como una joven con ambiciones que tiene claro que quiere llegar a lo más alto en los escenarios. Sin embargo no pondrá freno alguno a sus deseos que la volverán inestable e insatisfecha así como caer en diversas adicciones. En su camino no solo se cruza Sal Satori, sino también su profesora de teatro (Agnes Moorehead) o el productor (Larry Gates). Y ese deseo hará que traicione a una madura actriz en decadencia (magnífica Virginia Grey, apenas aparece pero con ella y el lenguaje cinematográfico se nos cuenta toda su historia y su trágico final) para conseguir un gran papel, este hecho será el punto del declive. Kim Novak logra dar al personaje esa inestabilidad emocional con su hieratismo y sus explosiones de humor. Logra un personaje a la vez hierático y frágil. Finalmente extremo.

La película cuida los ambientes… desde el mundo de la feria, como un inesperado paraíso (pero también a veces un lugar sórdido…, depende de la mirada o el estado de ánimo de los personajes), hasta las bambalinas del teatro (con sus glorias y miserias) o el rodaje de una película… pasando por la decadencia de un matrimonio que se consume en la soledad y el alcohol (entre hoteles y apartamentos) –cuando la película refleja el matrimonio de Jeanne con un jugador de fútbol americano acabado–… auntodestruyéndose poco a poco. Uno de los puntos interesantes de la película es la posibilidad de ver en acción en un plató de cine al director Frank Borzage, ya maduro, y a su hermano Lew (como asistente de dirección) como en El crepúsculo de los dioses habíamos visto a Cecil B. DeMille.

Y el rostro impasible de Kim Novak con un cuerpo perfecto de belleza griega que surge de la feria (como alega Sal en un juicio porque la han detenido por inmoralidad en su espectáculo) para brillar en los escenarios pero para terminar hundiéndose en el alcohol, la heroína y una continua insatisfacción y remordimiento… convierten a Jeanne Eagels en un melodrama de la parte oscura de la fama y el éxito en aquellos locos años veinte.

… este descubrimiento ha sido un bonito regalo.

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Ingrid Bergman de Charlotte Chandler (Ariel, 2008)

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Me gusta leer biografías o autobiografías de actrices, actores, directores, guionistas, productores… Si digo la verdad, las devoro. Así que, de pronto, por un regalo cae en mis manos esta biografía de Ingrid Bergman. Un libro que tiene vida entre sus páginas y que recoge los testimonios de la propia Ingrid y personas muy cercanas a ella en entrevistas que realiza a lo largo de un periodo de tiempo la autora, Charlotte Chandler (que es otra dama que me despierta interés para ser investigada, biógrafa entre otros de Groucho Marx o Federico Fellini). A través de estas entrevistas y los fragmentos que se vuelcan en el libro va asomando una radiografía de Ingrid Bergman. Y mi cabeza empieza a girar y a girar para repensar la carrera cinematográfica de esta actriz.

Entre las páginas de este libro no solo habla Ingrid Bergman sino su hija Isabella, Roberto Rossellini, Federico Fellini, George Cukor, Alma Reville… pero cobran vida no solo los entrevistados sino también Alfred Hitchcock, Charles Boyer, Ingmar Bergman, Greta Garbo, Robert Capa, Howard Hughes… Es como un libro elegantemente íntimo donde descubrimos lados ocultos de personas públicas pero con la mirada de Ingrid.

Por una conversación con otro apasionado del cine clásico vía tecla y tecla por WhatsApp… me entero además de una hermosa casualidad… El 29 de agosto este año Ingrid Bergman hubiese cumplido 100 años. Y entonces cuando termino las páginas de este libro me doy cuenta de que he descubierto a cuatro Ingrid (analizando solo su filmografía en pantalla grande… y sin añadir un quinto rostro, Ingrid Bergman en los escenarios de teatro, y un sexto rostro, Ingrid Bergman en la televisión) y que alguno de sus rostros me es totalmente desconocido.

La gran desconocida

La joven actriz que triunfa en Suecia durante los años treinta es una absoluta desconocida para mí (no he accedido nunca a ninguna de sus películas suecas). Sobre todo trabajó con el director Gustaf Molander. Y con él haría la película que llamaría la atención a David O. Selznick, Intermezzo. Si analizamos los argumentos donde la joven Ingrid se iba convirtiendo en la promesa de cine sueco, nos damos cuenta de que son los años treinta, no hay un código de censura (como el que pronto se establecería en Hollywood…, cuando debutó Bergman en Suecia, todavía allí se vivía el periodo pre-code) y los papeles de Ingrid Bergman nada tienen que ver con los que la harían famosa en Hollywood. En sus películas suecas hay: adulterio, violación, bajos fondos, intercambio de pareja, violencia de género, lucha de clases… E Ingrid Bergman es la joven a la que le suceden todas estas cosas y va superando obstáculos y vidas duras en la pantalla de cine. Curiosamente con Molander también haría una película en 1938 que tendría su remake en EEUU con George Cukor como director y Joan Crawford como protagonista en 1941 (que pude ver hace relativamente poco). Se trata de Un rostro de mujer… donde Ingrid Bergman protagoniza un drama de dama desencantada con cicatriz en el rostro. Otra curiosidad es que la familia materna de Ingrid era alemana y hubo un momento de “estudiar” la posibilidad de dar un paso hacia la filmografía alemana y sí que hizo una película, El pacto de las cuatro. En el libro, Ingrid cuenta su aventura en Alemania: cómo palpaba y sentía el miedo y la tensión en la sociedad alemana y también el poder de Hitler (y señala que no entendía la fascinación que despertaba a las masas). No dio el salto al cine alemán… Su salto a Hollywood y la construcción de su segunda Ingrid sería con un remake de Intermezzo, su gran éxito.

La naturalidad en Hollywood

De pronto llegó a Hollywood una sueca alta, sencilla y natural que quería seguir siendo alta, sencilla y natural… e increíblemente bella. Y se fue construyendo la leyenda Ingrid Bergman como heroína romántica y pura o como mujer atormentada, frágil y vulnerable que terminaba mostrando su fuerza. Ella seguía arriesgándose como actriz y procuraba no encasillarse. Así entre sus primeros papeles se encuentra el de Ivy en El extraño caso del doctor Jekyll. La actriz no apuesta por el papel de la buena novia (que curiosamente sería para Lana Turner) sino que se convierte en la tentación, en la seductora camarera. Pero a continuación llegó Ilse de Casablanca y su halo romántico de mujer fuerte y vulnerable a la vez, amada por dos hombres, construyó su imagen fílmica. Y a continuación la mujer atormentada que ha de ser protegida en Luz que agoniza… hasta llegar a su imagen de pureza máxima en Las campanas de Santa María. A continuación se convierte en heroína y cómplice de Alfred Hitchcock. Y ambos conectan. El público también con ellos. Por una parte protagoniza el sueño freudiano del maestro del suspense en Recuerda y forma una pareja mítica con Cary Grant en Encadenados en una de las películas más retorcidamente románticas del director del suspense. Hitchcock la convierte en protagonista de un sueño pero es que Ingrid Bergman es un sueño para muchos espectadores. Su última colaboración es la más desconocida pero mezcla historias: una especie de Cumbres borrascosas, con Rebeca y Luz que agoniza. Se trata de Atormentada. Antes se pega también un batacazo con uno de sus papeles más ansiados, Juana de Arco. Mujer entre guerrera y mística…

Pero un día se metió en un cine y se quedó impresionada ante una película: Roma, ciudad abierta. Lo que no sabía era que este simple hecho, entrar en un cine , cambiaría su vida y su carrera.

Perdida en Italia

Así une su destino al de Roberto Rossellini. Y da un paso impensable. La estrella de Hollywood cae rendida ante el director italiano. Así se convierte en musa de un autor, de un director de cine independiente con una mentalidad totalmente distinta a la de EEUU. Otro rostro. Se queda en Europa y abandona todo. Hollywood y EEUU no la perdonan y el escándalo es mayúsculo. Es la estrella desterrada. Ingrid Bergman vive una etapa junto a Rossellini que la acapara para él solo (podría haber tenido la oportunidad de trabajar con otros directores italianos como Fellini… pero Roberto no quería compartir actriz). Es curioso cómo mira la actriz sus películas italianas: ella no encajaba ni en el tipo de película ni en la forma de trabajar de Rossellini. Ella siente las películas como extraños híbridos: ni son lo que esperaban los espectadores de Ingrid Bergman ni tampoco lo que esperaban los espectadores de Rossellini. Las películas de ambos están en una especie de limbo donde el director italiano explora el alma de distintas mujeres con rostro de Ingrid. Y, como dice, Ingrid son películas que apenas cuentan con un público que las vea. Ahora en la lejanía del momento, estas películas adquieren una modernidad extraña y no admiten otro rostro más que el de una estrella desubicada. Así es bueno perderse por Stromboli, Europa 51, Ya no creo en el amor o Te querré siempre y toparse con las complejas personalidades de mujeres con rostro de Ingrid. Cuando surge la ruptura profesional y sentimental con el director italiano, ella sigue siendo una actriz valiente y forma su rostro de actriz de mundo.

Actriz de mundo

Cuando regresa a Hollywood (pero ya nunca fijó su residencia allí) y al mundo, Ingrid Bergman es una actriz de 41 años, un momento difícil pero ella se reinventa y continúa una carrera cinematográfica distinta y variada. Primero hace un paréntesis y se muestra bellísima y divertida en una película francesa de Jean Renoir. Por fin puede trabajar con otros directores. Y así se muestra alegre y vital en Elena y los hombres. Después vuelve a su antiguo papel de mujer atormentada con ángel, que ha de ser protegida y rescatada además de protagonizar un gran amor, Hollywood la redime en Anastasia. Su gran amigo Cary Grant vuelve a ser su pareja en una comedia romántica y elegante con unas gotas de desencanto, Indiscreta. Y su halo más puro y angelical regresa con El albergue de la sexta felicidad. Entre curiosidades de su filmografía de estos años, protagoniza dos películas (desconocidas para mí) con Anthony Quinn con el que entabló amistad en Italia, La visita del rencor y Secretos de una esposa. Por otra parte está deliciosa en una pura comedia de finales de los años sesenta, Flor de cactus. Y sigue interesándose por papeles inesperados, así en Asesinato en el Orient Express le llama la atención el personaje más corto y más anodino, la recatada Greta Ohlsson. Además de trabajar con el director sueco con el que comparte apellido en la que sería su última película en pantalla grande de cine, Sonata de otoño. Y es una despedida hermosísima donde Ingrid Bergman hace el papel de una artista (pianista… como el personaje que le daría éxito en Intermezzo) que es en la faceta donde se siente más completa y menos perdida…, no pasa así cuando es madre o esposa. Ahí Bergman deja un retrato femenino complejo y se muestra además tremendamente hermosa (ya estaba bastante enferma)… frágil y fuerte a la vez, vulnerable e independiente…

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La mujer sin alma (Graig’s wife, 1936) de Dorothy Arzner

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La retrospectiva que siempre prepara el Festival internacional de cine de San Sebastián a un director clásico recupera figuras que a veces han caído en olvido, como es el caso de este año. El ciclo se le ha dedicado a Dorothy Arzner, una directora del Hollywood clásico, una rareza en un área cinematográfica normalmente, y más en aquellos tiempos, copada por hombres. Como siempre junto al ciclo de películas, se facilita la publicación de un completo libro de su obra y después el ciclo viaja por las distintas filmotecas y ya está en estos momentos en el cine Doré (sede de las proyecciones de la Filmoteca Española). Así el otro día, el domingo en concreto, viví mi primera proyección de una película de Dorothy Arzner y el día anterior, con una alegría que comparto aquí en este blog, adquirí un pack con dos películas de la directora, que en estos días iré viendo. Desde hoy su obra me será menos desconocida.

Arzner entra además dentro de la categoría de los pioneros en la industria cinematográfica de Hollywood. No solo como mujer directora sino también como aquellos hombres y mujeres que convirtieron el cine en un modo de expresión, en un lenguaje único y especial. Empezó subiendo peldaños: primero transcribiendo guiones, después como redactora de sinopsis, scripts en los rodajes, para terminar siendo una buena montadora. También realizó guiones. En el largometraje Sangre y arena de Fred Niblo, se encargó del rodaje de la segunda unidad…, hasta que en 1927 consiguió debutar como directora de cine.

Me alegro haber empezado a descubrirla con La mujer sin alma, una película que tiene como protagonista a un personaje femenino complejo y de análisis interesante e interpretado por una magnífica Rosalind Russell, que domina la película con unos primeros planos reveladores. El personaje de Harriet Craig muestra a una mujer dominante que en realidad lucha como una leona para encontrar su sitio y su identidad. Harriet Craig no es una mujer amable o simpática sino una superviviente que lleva hasta las últimas consecuencias el evitar la dominación en un mundo de hombres, apariencias y clases sociales y que no quiere mostrar ningún signo de debilidad o de solidaridad con otras mujeres. Harriet Craig lleva la máscara de la frialdad y la perfección, ejerce de esposa ideal pero que impone sus reglas a un marido enamorado (John Boles, galán en sombra de los años 30 de grandes divas del cine) e inflexible con el personal de servicio así como altiva con sus vecinos. El símbolo de su triunfo es una casa impecable y perfecta, sin defecto alguno, que dirige con una meticulosidad obsesiva.

Precisamente por ahí empezamos a conocer la personalidad de Harriet… antes de que aparezca en escena. Lo primero que vemos es su suntuosa casa y como la ama de llaves, mrs Harold (excepcional Jane Darwell), avisa y regaña a la doncella por mover un jarrón de su sitio al limpiarlo, advirtiéndola que la señora se dará cuenta del más leve movimiento de la pieza. Después vemos aparecer al marido, como un caballero risueño con una venda en los ojos y enamorado de su esposa, y a la tía de este (Alma Kruger). Nos enteramos de los motivos de la ausencia de Harriet, su hermana está muy enferma, y también de que la mirada que tiene su esposo sobre su amada Harriet no es la misma que la de su anciana tía. El marido aprovecha la ausencia de su esposa para ir a jugar con sus amigos al póquer, nos enteramos cómo este dejó de celebrar las partidas en su casa y también de acudir a las veladas de sus amigos.

Lo que nos cuenta La mujer sin alma es cómo en apenas un día la vida perfecta, que se ha construido y elaborado Harriet Craig, se pone patas arriba. De este modo descubrimos sus motivos, por qué es así, por qué piensa así… Se revelan las grietas y vulnerabilidades en la fachada perfecta de su rostro. Su filosofía de vida comenzamos a descubrirla en sus confidencias a su joven sobrina en un viaje en tren: ella no se casó por amor, ella lo que buscaba en la institución del matrimonio era su propia independencia económica y social. Más tarde descubriremos que quiere huir tanto de la vida que llevó su madre como intuimos de la vida de su hermana (con la que solo comparte una escena y con la que mantiene una fría distancia).

Un acontecimiento social protagonizado por un amigo de su esposo (genial Thomas Mitchell que con solo unos minutos de aparición cuenta toda una vida), desencadena los acontecimientos. Resquebraja la fachada perfecta de Harriet y quita la venda de un marido que creía estar casado con una mujer que le amaba… Todo se precipita hasta hacer descubrir a Harriet lo que supone la senda que ha elegido para mantener su identidad, su independencia y su hueco: la soledad más absoluta. Descubrimos la vulnerabilidad de la mujer sin alma.

Dorothy Arzner nos presenta un poderoso personaje femenino y se sirve magníficamente de la casa, la cual se convierte en un personaje más. La casa es el reflejo o el templo de Harriet, que nos ayuda a comprender más a su personaje. Rosalind Russell construye un personaje principal muy complejo y Arzner la hace hablar con unos primeros planos reveladores (sobre todo al final de la película). Los personajes secundarios son de una riqueza y con unos matices que enriquecen esta película pero, sin duda, el gran personaje secundario de la trama, con diálogos y replicas magníficas, es esa mrs Harold excepcional (qué personajes inolvidables ha protagonizado Jane Darwell), que también sabe luchar por su independencia y por tomar las riendas de su vida de una manera más práctica e inteligente que Harriet…

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Blonde de Carol Joyce Oates (Alfaguara, 2012)

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La dama que escribe y escribe tragedias norteamericanas recrea en sus páginas la historia de la pobre doncella con distintas caras y aristas. Deconstruyendo a Marilyn… Porque Joyce Carol Oates en cada novela desgarra, rompe en pedazos ese sueño americano que sigue destrozando página a página. En Blonde le toca el turno a un icono cinematográfico… Y por eso la autora tiene la libertad de poder documentarse, informarse, leerse bibliografía interminable, observar las fotografías y empaparse de sus películas… para imaginar y crear una novela ficticia donde su protagonista es Marilyn Monroe. Joyce Carol Oates se mete en las entrañas, en las vísceras de la actriz, y las vomita en cada una de las páginas.

Y nace una fábula triste de una pobre doncella que sueña en convertirse en bella princesa que conoce a un príncipe… O de una niña triste que descubre a una amiga mágica del espejo que finalmente la atrapa y la engulle. O la historia de la actriz rubia atrapada en la telaraña de una productora malvada que la trata como un trozo de carne más… pero que como da dinero, la mima y la ata en sus redes. O la niña de infancia atroz que arrastra sus miedos y sus traumas hasta que se vuelve dependiente de todo tipo de drogas para seguir sobreviviendo. O la principiante que conoce al amor de su vida, un dios oscuro… que siempre estará presente a pesar de la continua ausencia. O la niña que adora a su madre pero su madre tiene graves problemas de salud mental y marca su vida para siempre. O Norma Jeane Baker, que siempre buscó a su padre. O la actriz rubia que se convertía en sus personajes y les daba un toque personal y especial que traspasaba la pantalla. O la mujer amada por un objetivo fotográfico… O la mujer que veía como la amiga mágica del espejo enamoraba a todos los hombres y era más que deseada, pero ninguno quería (o soportaba) quedarse con Norma… de carne y hueso. No hay duda de que es una fábula triste. Una tragedia americana, con esa lírica que golpea, con esa emoción desbordante, con esa dureza que noquea… Deconstruyendo a Marilyn.

Así Joyce Carol Oates (cómo me gusta esta novelista) logra construir a una Marilyn especial… Sabe que el lector conoce mucho de su personaje y juega con toda la información conocida para crear una novela que no puede dejar de leerse y dejar rastros, interrogantes y nuevas puertas hacia un personaje mil veces diseccionado. Así Oates toma algunos episodios de su vida y otros los elimina totalmente, y de la anécdota crea toda una subhistoria secreta.

En la vida de la Marilyn de Blonde hay varios ejes que van desembocando en el trágico final de la actriz. Por una parte, su compleja relación con su madre Gladys –que estará siempre presente en su vida así como el miedo a la locura– y su padre ausente. Ya desde su infancia, La Productora es un ente ambiguo que engulle primero la vida de la madre y después de la hija. Por otra parte, su relación con los diósoscuros que la marcará para siempre (con ellos descubre algo parecido a la felicidad en pareja, digo en trío): Cass Chaplin (presentado como el amor de su vida) y Eddy G. Robinson Jr. Por otro, su desesperado deseo de ser madre… Más allá, la presencia siempre inquietante de un francotirador que vigila los pasos de la actriz…Y por último su desesperante lucha porque Marilyn Monroe no haga desaparecer a Norma Jeane Baker (pero a la vez solo se siente protegida y segura cuando la Monroe aparece en su rostro).

Alrededor de ella se van sucediendo una galería de personajes que o contribuyen a hundirla más en el abismo con humillaciones continuas o tratan de que flote o le dan una de cal y otra de arena. Pero ella siempre aparecerá como un ser extremadamente solitario y torturado… que quiere destacar y ser una verdadera y respetada artista. Así Joyce Carol Oates crea retratos inesperados de Marlon Brando (Carlo para Marilyn y ella es Ángel para él), o de los diósoscuros, de Bob Mitchum… Recrea momentos sobradamente conocidos y los convierte en momentos cruciales como el posado de Marilyn desnuda sobre el fondo rojo o su affaire con el presidente Kennedy (aquí trasladado como una historia degradante para una mujer destruida y rota). También llaman la atención la ausencia de ciertas personas importantes en su vida… pero que la autora los elimina conscientemente pues su Marilyn es protagonista de una novela de ficción de su creación.

Sus dos matrimonios reflejados como dos tragedias, como dos desgarros. A Di Maggio lo llama el ex deportista y a Arthur Miller, el dramaturgo. Y con ambos la actriz rubia protagoniza tristes historias de amor.

O elige distintos personajes cinematográficos para ilustrar momentos de su vida y caracteres de su personalidad así como ilustrar su trayectoria como actriz nunca satisfecha (queriendo dar siempre algo especial y perfeccionar incluso los papeles más ingratos): Ángela de La Jungla de Asfalto, Nell de Niebla en el alma, Rose de Niagara, Lorelei Lee de Los caballeros las prefieren rubia, la vecina de La tentación vive arriba, Chérie de Bus Stop, Elsie de El príncipe y la corista, Sugar de Con faldas y a lo loco y por último Roslyn de Vidas rebeldes (que cierra un círculo, Angela y Roslyn fueron personajes de películas de John Huston. Si en la primera supuso la llamada de atención de la industria cinematográfica, Roslyn supuso el canto triste de cisne y despedida).

Joyce Carol Oates deja su radiografía de Marilyn Monroe, mujer trágica y decadente convertida en icono cinematográfico… y expuesta a la deconstrucción y fabulación. Convertida para siempre en símbolo de la trágica de ojos azules y piel pálida que a veces hacía papeles cómicos de rubia tonta.

Adaptación cinematográfica

Mis ganas por leer esta novela aumentaron cuando me enteré de que iba a ser adaptada cinematográficamente. Lo último que se sabe es que el director que se encuentra detrás del proyecto es el australiano Andrew Dominik que ya ha mirado de manera peculiar y especial la historia de EEUU en distintas épocas con sus dos obras anteriores: El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford y Mátalos suavemente. Y no me extraña que su siguiente proyecto sea Blonde, otro retrato oscuro de EEUU de una pluma trágica y lírica. En un principio se volcó en el proyecto la actriz Naomi Watts pero parece que se ha retirado y que la candidata para ejercer de la actriz rubia es Jessica Chastain (no olvidemos su papel en Criadas y señoras… una especie de Marilyn con final feliz). Con la cámara de Andrew Dominik y las palabras de Joyce Carol Oates creo que puede surgir una interesante y dolorosa recreación de Blonde

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El banquete de los genios. Un homenaje a Luis Buñuel de Manuel Hidalgo (ediciones Península, 2013)

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El periodista y escritor Manuel Hidalgo ‘conversa’ con una fotografía y cuenta una historia. Y a partir de una imagen articula un libro ameno y original lleno de llaves, pasillos y recovecos… La fotografía es obra de Marv Newton y fue atrapada por su objetivo en noviembre de 1972. Recogía una instantánea irrepetible, un grupo de hombres frente a la camara. Todos reunidos en un banquete en el 9166 de Cordell Drive, en Beverly Hills. Ése era el hogar del anfitrión, el director de cine George Cukor. La razón del almuerzo: la presencia de Luis Buñuel en Hollywood. El director de Historias de Filadelfia aprovecha esta situación para invitar a otros colegas de la profesión. Luis Buñuel se encontraba en esos momentos en Hollywood porque su película El discreto encanto de la burguesía clausuraba el Festival Internacional de Cine de Los Ángeles (y  posteriormente ganaría el oscar a la mejor película de habla no inglesa).

En esa fotografía (si la miras de frente y como se puede ver en la portada del libro) se encuentra en el centro Luis Buñuel sentado y a su derecha Alfred Hitchcock y Rouben Mamoulian y a su izquierda George Stevens y Billy Wilder. Detrás de pie, de izquierda a derecha, Robert Mulligan, William Wyler, George Cukor, Robert Wise, Jean-Claude Carrière (guionista) y Serge Silberman (productor). También se encontraba en la comida pero tuvo que irse antes de la fotografía de grupo porque no se encontraba bien del todo (aunque existen otras imágenes que certifican su asistencia), John Ford. Y estaba invitado pero no puedo acudir por problemas de salud, Fritz Lang. ¿Quién no hubiese deseado estar ahí y poder charlar de cine sin parar?

Manuel Hidalgo encuentra así un punto de vista diferente para hablar de la figura y obra del director aragonés. Y consigue unas páginas amenas y un acercamiento singular a Luis Buñuel. Finalmente queda un homenaje (como señala el subtítulo del libro) que puede ser un buen principio para aquellos que no conozcan demasiado al director y una guinda perfecta y curiosa para aquellos que conocen y exploran tanto su obra como su personalidad.

El periodista no solo recrea y cuenta lo que se sabe sobre esa reunión (incluyendo menú, posibles bebidas y conversaciones) sino que crea también un perfil de cada uno de los asistentes y las posibles conexiones con el director español construyendo una interesante red. Por otra parte, también imagina los diferentes motivos para celebrar dicha reunión y las sensaciones que pudo tener tanto el protagonista como los demás asistentes.

La obra cinematográfica de Buñuel y su esencia la examina a través de un exhaustivo análisis del argumento de El discreto encanto de la burguesía. A partir de un paseo por las imágenes de la película (por cierto película que aún no he visto… pero ya imaginada fotograma a fotograma) va extendiendo distintos brazos que van formando un armazón que recoge su legado cinematográfico. Además trata de valorar realmente qué significó esta película dentro de la obra del director. Qué supuso cuando se estrenó, cuál fue el secreto de su posible éxito y cómo puede interpretarse en la actualidad.

También especula con que hubiese sido posible la presencia en dicha comida de Truffaut que elevó a casi todos los presentes a la categoría de autores cinematográficos… y que también poseía varias conexiones con Buñuel (entre otras haber trabajado con actrices como Catherine Deneuve o Jeanne Moreau…).

O finalmente descubre también la presencia de varios ausentes de la fotografía: Rafael Buñuel, uno de los hijos del director, el propio fotógrafo y un periodista que recogió y fue testigo del ‘inmortal’ encuentro.

Y señala las influencias de la figura de Luis Buñuel en otros cineastas del mundo y lo que cuesta bucear esas influencias en los cineastas españoles. Así como la escasa bibliografía escrita por estos lares sobre él… o cómo esa misma fotografía que sirve de portada para su libro, fue empleada para una retrospectiva en el Festival de cine de San Sebastián…

Pero también realiza otra crónica interesante. En qué momento se encontraban estos cineastas ya mayores… (excepto Robert Mulligan el benjamín del grupo), cuál era su situación, si estaban rodando o no, sus últimas películas… Cómo era un grupo de creadores que conformó la Edad de Oro de Hollywood pero que ya estaba pasando el relevo a los directores que estaban conformando el Nuevo cine americano. O explica cómo Buñuel se encontraba en ‘una nueva etapa dorada creativa’ que permitió que pudiera trabajar hasta al final con un productor que le apoyaba y un guionista que trabajaba codo con codo con él. Y narra cómo algunos de los protagonistas de este almuerzo murieron relegados en el olvido, retirados o con muchas complicaciones para realizar sus últimas aportaciones cinematográficas. Y también la confrontación entre cineastas europeos y cineastas de Hollywood. Una confrontación de amor-odio, de admiración y animadversión, de te quiero lejos pero también cerca… Así como un nuevo mapa político y social que también afectaba al mundo del cine y a los temas reflejados y tratados…

Lo dicho, las fotografías hablan, cuentan y Manuel Hidalgo sabe cómo narrar una historia a partir de una imagen congelada. Nos convierte a todos los lectores en ese posible ausente —que no aparece en la fotografía pero que estaba allí— de un banquete de genios…

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La cámara indiscreta. Tesoros cinematográficos de Magnum Photos

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Toda reportera va con su fotógrafo al acecho de historias. Y Hildy Johnson no iba a ser menos. Así que pidió a su reportero gráfico favorito, Fernando Sánchez, que por favor le hiciera una fotografía como espectadora de una exposición que no sólo le ha entusiasmado sino que además le ha hecho sentir e imaginar. Que captara esa esencia con una imagen íntima y en soledad…

La cámara indiscreta te permite un viaje emocionante al corazón de rodajes de películas que forman parte de una mitología cinéfila especial. Porque los reporteros de Magnum captaban un mundo íntimo, único, original…, mostraban una mirada valiosa donde creaban ‘otra película’, otra historia. Y esa es la maravilla de esta exposición, cada instante atrapado permite imaginar…

El idilio entre Magnum y el cine empezó con una historia de amor en 1945 y se consolidó en 1961 cuando nueve fotógrafos de la agencia fueron contratados para cubrir un rodaje…

París. El fotógrafo Robert Capa conoce a la actriz Ingrid Bergman y empieza así una historia de amor a menudo olvidada. Capa realiza un parón a sus reportajes como reportero gráfico de guerra… y decide atrapar con su cámara otro mundo: los rodajes de Hollywood. Así va al encuentro de la mujer amada al otro lado del océano y empieza a fotografiar el rodaje de Encadenados de Alfred Hitchcock. Así empieza una relación entre la agencia y el mundo del cine que se prolongaría durante décadas.

La consolidación se produce en 1961. Quizá el rodaje más fotografiado sea el de Vidas rebeldes de John Huston. Fotografías ya míticas que captaron nueve profesionales de la agencia. Las imágenes, todas ellas especiales, captan otra ‘historia’ triste. Todo cinéfilo recuerda esa imagen de grupo (presente en la exposición) de Elliott Erwitt donde aparece Marilyn Monroe rodeada de los tres actores protagonistas (Montgomery Clift, Clark Gable y Eli Wallach), el guionista Arthur Miller (su esposo… en un momento de crisis y ruptura inminente y dolorosa), el director John Huston y el productor Frank E. Taylor. O tampoco los buscadores de imágenes olvidan cómo la fotógrafa Inge Morath (futura esposa de Miller) captaría la fragilidad y personalidad de Marilyn en varias fotografías muy hermosas.

Los reporteros de Magnum logran transmitir rodajes que laten, que viven, que transmiten, que cuentan… Así el espectador de la exposición vive un viaje por el tunel del tiempo y atrapa el espíritu que sobrevolaba por los platós o los escenarios naturales. Las fotografías captan momentos únicos, íntimos, de un director trabajando o en tiempo de espera. De una actriz riendo con sus compañeros o maquillándose para entrar en escena. De un plató que descubre secretos y la magia del cine… Un ensayo fotográfico sobre realidad y ficción, ficción y realidad. Los rodajes permiten a veces fotografías extrañas, como fuera de la realidad…, que pone en marcha la imaginación del que mira. Los fotógrafos nos dejan ‘otra mirada’ tremendamente valiosa de De repente el último verano, Vidas rebeldes, Moby Dick, El proceso, Candilejas, Rebelde sin causa, Lo importante es amar, El planeta de los simios, La tentación vive arriba, Zabriskie Point

Mi viaje personal…

En mi paseo por esa cámara indiscreta mi cabeza no dejó de funcionar y crear un montón de historias, momentos, relatos, instantes, sensaciones, pensamientos…

 Un Chaplin, de pelo blanco, en pleno proceso creativo. En su ‘hábitat natural’, entre luces, cámaras y travellings… durante el rodaje de una de sus películas más personales donde el director se desnudaba emocionalmente, Candilejas.

Una Liz Taylor, bella hasta decir basta, frente al espejo… Una actriz antes de ponerse delante de la cámara. Taylor muestra el rostro de una bella melancólica, triste, ante la mirada profesional de una peluquera que trabaja eficiente. Es un retrato psicológico de una actriz metida ya en el camino tortuoso del inconsciente que mostrará su recorrido a un mundo de pesadilla y horror en De repente el último verano.

Una imagen insólita y extraña de los momentos de descanso y rélax. El planeta de los simios deja instantes impagables. Tres simios apoyados en una valla con el cartel de Detour colgado en una calle, como si fuera lo más normal del mundo. Los tres simios están a las puertas de una pensión  y al lado de un local de alterne…

Otra imagen extraña… y tan kafkiana como la propia película que se estaba rodando, El proceso. Un despacho con velas hasta arriba de papeles ¿es un director que da pautas a su actor? ¿Son Orson y Anthony? ¿Un momento de pausa? ¿O son dos personajes? ¿Un abogado frente a su cliente? ¿Son Josef K y su abogado Hastler? ¿Realidad y ficción, ficción y realidad?

… El paso del tiempo. Arthur Miller, años después de Vidas rebeldes, volvió a trabajar como guionista, esta vez, para adaptar una de sus obras de teatro más míticas, Muerte de un viajante, dirigida en los 80 para televisión por el alemán Volker Schlöndorff con Dustin Hoffman de protagonista. Miller con pelo cano es fotografiado por su esposa, Inge Morath, que refleja pura cotidianeidad de un creador, de un hombre de letras.

Vidas rebeldes rescata los mil rostros de Marilyn Monroe… pese a que fue un rodaje triste, triste, triste… y atrapado por cientos de imágenes. También hubo momentos de paz, instantes de descanso de los nubarrones grises. Monroe… en una de esas imágenes que reflejaban a una mujer bella, sonriente y relajada, tratando de alejar sus fantasmas. Es como si la venus rubia solo se sintiera auténtica y ella misma cuando sabía que una cámara iba a congelarla, a convertirla en eterna…, en mito.

El director en acción… Un Michelangelo Antonioni en un paraje desértico, apocalíptico… corriendo para captar el inconformismo y el desencanto de una época en Zabriskie Point. Los setenta daban comienzo… y el nihilismo mostraba sus imágenes…

Este sólo es un itinerario posible de los infinitos que puede llevar a cabo un espectador mientras recorre despacio, como si se encontrara en una cápsula de tiempo y creatividad, una exposición con muchos tesoros… Después el espectador puede sentarse en la silla de un director y empezar a crear su propio montaje…

Nota: La cámara indiscreta. Tesoros cinematográficos de Mágnum Photos. Sala Canal de Isabel II. Calle Santa Engracia, 125. Madrid. Hasta el 27 de julio.

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Primavera en otoño (Breezy, 1973) de Clint Eastwood

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Hace relativamente poco pude ver la primera película que dirigió Clint Eastwood, Escalofrío en la noche (1971), en cuyo guion participaba Jo Heims. Y ahora me he enfrentado a su tercer trabajo como director… y ha sido una agradable sorpresa. Primavera en otoño cuenta una historia de amor. Pero ¿qué la hace especial, distinta y sorprendente? Nos encontramos con una de las películas más desconocidas de Eastwood. De hecho en el momento de su estreno fue un fracaso de taquilla… Y fue fracaso por propuesta desconcertante del director que la rodaba. Clint Eastwood todavía no era tomado en serio detrás de las cámaras, todavía nadie le consideraba un creador capaz y con una manera de narrar cinematográficamente, con una mirada distinta. Nadie podía creer que el chico duro, el de los spaguetis westerns, el de las películas de acción de Don Siegel… el controvertido y violento Harry el sucio… pudiera albergar y fuera capaz de plasmar una historia romántica con una sensibilidad extrema. Y una historia nada plana, delicada.

De pronto la estrella de cine de rostro impenetrable, el más duro, ofrecía una película de autor donde además él no aparecía como actor. Una historia íntima con música del realizador Michel Legrand y su segundo trabajo junto a la guionista Jo Heims (el primero fue Escalofrío en la noche). Clint Eastwood formaba parte del mapa de jóvenes realizadores que estaban cambiando el panorama cinematográfico en Hollywood, el nuevo cine americano… pero no fue tomado en consideración hasta muchos años más tarde. La película fue una propuesta atrevida del nuevo director y en consonancia con los tiempos que corrían… pero rápidamente sepultada.

Parece incomprensible que la estrategia del productor Robert Evans, Love Story (1970) de Arthur Hiller, tuviera un éxito sin precedentes… con una historia de amor que apelaba a la lágrima y bastante plana… y que tres años después Eastwood ofreciera una historia bastante más compleja, bien rodada y sin recurrir a recursos fáciles de lágrima y cursilería para contar una historia de amor más profunda… y sin embargo pasara sin pena ni gloria por la taquilla y quedara sepultada en el olvido.

Primavera en otoño cuenta de manera aparentemente sencilla la historia de amor entre un hombre cincuentón solitario, desencantado y con la vida resuelta y una adolescente hippie que ofrece y no pide nada a cambio, que se limita a vivir el presente… Dos personalidades con dos tipos de vida absolutamente diferentes, que de pronto se atraen y sienten que pueden construir una historia juntos. No sólo les separa la edad sino también las convenciones e hipocresía social, sus estilos de vida diferentes, la intolerancia y los prejuicios, el miedo a los nuevos tiempos… No se prometen amor eterno pero sí intentarlo y vivirlo con intensidad. Como muchos años después en Los puentes de Madison, Eastwood cuenta la historia de dos amantes incompatibles en sus formas de vida que tienen todas las papeletas para no poder estar juntos… y sin embargo viven su historia con intensidad y autenticidad. O no hace falta irse a su otra historia de amor por excelencia sino, por ejemplo, al El gran Torino donde refleja otro tipo de amor entre personas con diferentes pensamientos, orígenes y formas de vida. Eastwood muestra la complejidad de las relaciones humanas… donde nada es blanco o negro y donde el encuentro puede ser posible aunque no un camino fácil.

Así como suele ocurrir con el cine del director crea dos personajes creíbles en una historia que llega con una sensibilidad poco común y una sencillez que se agradece. Sin estridencias. Por otra parte dirige a sus actores protagonistas que se meten de lleno en sus personajes, componen unas personalidades que se complementan y consiguen traspasar con su química la pantalla. Cuenta con el rostro de un actor veterano, un maduro William Holden (maravilloso), desencantado y atractivo (que en un momento dado le dice a su joven enamorada que nunca se madura, uno simplemente se cansa) y una desconocida Kay Lenz que destila naturalidad y frescura.

Por el mismo año también se rodaba otra propuesta cinematográfica de John G. Avildsen (de las que he visto del realizador la que más me gusta y la que más merece la pena), Salvad al tigre, que narraba un día en la vida de un empresario maduro en crisis (magnífico Jack Lemmon)… donde el único momento en que lograba expresar lo que realmente sentía… también era en compañía de una joven hippy. Avildsen conseguía así el momento más auténtico y triste de la película. Mientras veía la película de Eastwood me vino a la cabeza la película de Avildsen y sus puntos de unión.

Primavera en otoño habla de dos personas muy distintas que de pronto pueden construir una historia común. No se sabe hacia dónde les llevará su idilio pero deciden intentarlo…

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La escandalosa señorita Pilgrim de Frederica Sagor Maas (Seix Barral, 2013)

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George Seaton dirigió en el año 1947 un musical que contaba con el beneplácito del productor todo poderoso de la 20th Century Fox, Darryl Zanuck, deseoso de proporcionar vehículos a su nueva mimada estrella y mina para las taquillas, Betty Grable, una rubia pizpireta y nueva reina de los musicales. Entre los argumentos originales que pululaban por sus archivos acumulaba polvo uno de los “Peces Globos” (“obras creativas que nunca vieron la luz del día”) del matrimonio formado por los guionistas Frederica Sagor Maas y Ernest Maas. Una historia que habían trabajado y mimado sobre una mujer que entra en el mundo de los negocios, un terreno dominado por los hombres, una tragicomedia como la vida misma. El argumento nació en 1941 y vio la luz años después en una sala de cine donde el matrimonio comprobó desolado lo que era una práctica habitual de Zanuck: tomaba un argumento original de los archivos y lo ‘reescribía’ a su gusto. Lo que quedaba era otra cosa que nada tenía que ver con la idea original. Un musical con una historia poco original y sí muy convencional para exclusivo lucimiento de la estrella. Una nueva desilusión para el matrimonio Maas. Sí, aparecían en los créditos de La escandalosa señorita Pilgrim (The Shocking Miss Pilgrim, 1947) “basada  en una historia de Ernest y Frederica Maas” pero no reconocían nada de su idea original…

El título de esta película es también el título de las memorias de Frederica Sagor Maas (1900-2012). Ya anciana contó sus vivencias en Hollywood desde el periodo mudo hasta el final de los años cuarenta cuando su esposo Ernest y ella (sobre todo ella) abandonan de manera desoladora y dramática el mundo del cine totalmente arruinados (también mentalmente). Y son unas memorias que presentan una mirada desencantada, cínica y sagaz de una mujer que conoce bien las entrañas de la industria de las estrellas y cómo devora un montón de personas y sueños sin compasión alguna.

Con un estilo directo Frederica repasa su vida en Hollywood y deja una radiografía apasionante pero desoladora. Cuando cierras el libro, al lector le queda un poso de melancolía porque Sagor Maas no escatima información valiosísima que muestra el otro Hollywood, un Hollywood cruel y devorador que condena al olvido a aquel que fracasa o bajan del carro sin miramientos porque no sigue ciertas premisas. Un Hollywood lleno de sacos rotos de sueños que se desprenden. Pero el valor además es que en sus páginas no hay lamento o victimismo sino un relato perfectamente objetivo y periodístico (deja entre sus páginas un maravilloso argumento para una buena película, un guion maravilloso, para dar otra vida a un ‘argumento robado’, La escandalosa señorita Pilgrim). Un relato a ratos divertido, chispeante, en otros cruel y dramático y entre líneas la historia de un desencanto continuo y la narración de una historia de amor entre Frederica y su esposo, con sus altos y bajos. Un hombre y una mujer que se convirtieron en cómplices, en compañeros de trabajo y que lucharon ambos toda la vida por hacerse valer en un mundo laboral que les tendía continuas trampas, pero era el trabajo que amaban… una declaración de amor con sus luces y oscuridades. Es imposible que no toque la fibra sensible del lector apasionado por el cine.

Por las páginas de La escandalosa señorita Pilgrim, Sagor Maas nos habla de cómo se construían las carreras de Clara Bow y Norma Shearer. De la transformación de una chica vulgar en Joan Crawford. De los inicios de directores como William Wyler o Josef von Sternberg. De las dificultades de Erich von Stroheim. De estrellas que cayeron en olvido y miseria como Mae Murray. En las encarnizadas luchas entre estudios y también en la escala de poder de algunos productores y su caída al vacío. De las rencillas, envidias y zancadillas en un competitivo ambiente laboral. De las adicciones al alcohol y las drogas. De las fiestas que terminaban en orgías. De las promesas rotas. De los proyectos que no llegaban nunca a ver la luz. De cómo un Hollywood intelectual y comprometido con distintas causas terminó en una lista negra… Y de fondo su historia íntima y familiar pasando por acontecimientos históricos como el crack del 29 y los años de la Depresión, la muerte de Rooselvet o cómo afectó la Segunda Guerra Mundial.

Las memorias de Frederica Sagor Maas se convierten en una lectura apasionante. Son la crónica oscura de un Hollywood que fabrica sueños pero que devora muchas vidas para ello… Así en ese musical en que se convirtió La escandalosa señorita Pilgrim se esconden las luces y las sombras de ese Hollywood. La estrella mimada Betty Grable cedería pocos años después su trono de rubia sexi a Marilyn Monroe en Cómo casarse con un millonario en el año 1953. Grable no tuvo precisamente una vida de color de rosa ni fue un paraíso su paso por la 20th Century Fox como tampoco lo fue el de su sucesora. Nada de esto sabían ambas cuando una era la primera estrella de La escandalosa señorita Pilgrim y la otra, sin acreditar, aparecía en un pequeño rol en dicha película.

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