Razón número 1: En busca de miradas
Un nuevo libro cayó en mis manos hace poco: Las mujeres que sabían demasiado. Hitchcock y la teoría feminista de Tania Modleski (El mono libre, 2021). Siempre me apetece descubrir otras miradas hacia aquellos cineastas que provocan mi interés. Y Alfred Hitchcock es uno de ellos. El libro es un ensayo de los ochenta, que la autora volvió a reeditar en el siglo XXI y que ahora es editado por primera vez en español, y se centra sobre todo en el análisis de los personajes femeninos de siete películas del realizador británico (Chantaje, Asesinato, Rebeca, Encadenados, La ventana indiscreta, Vértigo y Frenesí).
Del estudio de Tania Modleski rescato varias ideas que ahondan en la complejidad del realizador. La autora analiza al director del suspense dentro de la teoría feminista y el sistema patriarcal, pero hace hincapié en la dificultad que presenta la mirada sobre sus películas y los personajes femeninos. Porque no es tan fácil colgar una etiqueta de misoginia en el maestro del suspense, y quedarse solo en ese análisis. Hay algo indudable: las películas del maestro del suspense seducen y apasionan a hombres y mujeres.
En este interesante estudio, y después del análisis de diversas películas, la autora explica la empatía e identificación que el director genera varias veces hacia los personajes femeninos; la atracción hacia lo femenino que muestra el director, pero que a la vez es fuente de miedo y tensión; la fuerza del deseo femenino en su filmografía, y la importancia de los personajes femeninos ausentes que habitan en un “espacio ciego” que no sale en pantalla; los impulsos subversivos y hostiles de personajes femeninos ante figuras masculinas opresoras; los personajes femeninos de sus películas tienen mucha más vida, más allá de la mirada en las que los hombres protagonistas las encierran…, logran salir de la casa de muñecas; el punto de vista de los personajes femeninos a veces se le escapa y enriquece así los significados de muchas de sus películas; y, por último, muchos personajes femeninos no se someten ni a los deseos ni a las expectativas de los hombres que las acompañan en la trama.
De pronto, cuando terminé la lectura del libro, sentí muchas ganas de volver a mirar Vértigo y ahondar en muchas ideas que siempre han rondado por mi mente.
Razón número 2: Midge Wood
En este nuevo visionado de Vértigo me fijé mucho más en el personaje de Midge Wood (Barbara Bel Geddes) y en la historia que se nos cuenta con tan solo unas cuantas apariciones, así como su desaparición abrupta de la trama. Midge Wood transmite mucha paz en su espacio propio, su apartamento. Es además, un lugar al que libre y asiduamente acude Scottie. Los dos conservan una amistad cómplice, se conocen desde la universidad y hacen planes juntos. Midge Wood es una mujer independiente, trabajadora y vive sola, además posee un acentuado sentido del humor.
Pero en un momento determinado, en la primera secuencia en la que ambos conversan relajadamente, Scottie hace mención a que una vez salieron juntos, y fueron novios. Entonces la cámara de Alfred Hitchcock se acerca al rostro de Midge para descubrirnos solo a nosotros (no a Scottie) lo que siente: que a pesar de que le contesta desenfadadamente, ella sigue queriéndolo y esos seis meses, que le dice duró la relación, significaron mucho. A partir de este momento, el espectador sabe que Midge es una mujer enamorada y no correspondida.
Ella es diseñadora de ropa interior, creativa e imaginativa. Sus gafas no solo reflejan su faceta intelectual, sino también su capacidad de observación. Todo lo mira, nada se le escapa. De hecho, ella sabe antes que Scottie que él se enamorará profundamente de Madeleine Elster, y también se da cuenta de que aun después de muerta, Scottie la sigue amando. Y que en la vida de su enamorado no puede pintar nada.
Por otra parte, Wood sabe relacionarse. Es directa y no la cuesta comunicarse con los demás. Por eso, Scottie, sabiendo su don de gentes, acude a ella para pedirle si conoce a alguien que sepa historias pasadas de San Francisco. Si está sola es porque quiere, puede y también porque tiene claro con quién le gustaría estar.
Cuando gasta una broma realmente divertida y cómplice a Scottie (ese autorretrato como si fuese Carlota Valdés), y ve cómo reacciona él, Midge se enfada con ella misma, pues se da cuenta de que en ese instante el hombre al que ama está muy lejos de la zona de confort en la que “habitaban” ambos antes de la aparición de Madeleine Elster.
Desaparece de manera abrupta al final de la primera parte de la película, cuando visita a un Scottie catatónico, después del fallecimiento de Madeleine. Pero le dice algo antes de marcharse: “Siempre estaré ahí”. Y se aleja por el pasillo del psiquiátrico con una luz cenital. Y eso dice todo de esta historia, Midge siempre estará ahí, no desaparecerá de la vida de Scottie. Cuando este decida salir de su compleja espiral, sabrá que ella no se ha ido.