Diccionario cinematográfico (239). Madres

Madres e hijos en el centro de 20.000 especies de abejas.

Madres idílicas, madres coraje, madres tóxicas, madres terroríficas, madres divertidas, madres valientes, madres emprendedoras, madres malas… Las madres en el cine siempre han sido un buen tema. La galería es interminable, pero merece la pena el recorrido. ¡Todos hemos tenido una madre…, y, efectivamente, madre solo hay una… y este post va por ellas! La figura de la madre ha dejado unos cuantos buenos personajes cinematográficos.

Últimamente, en la sala de cine, he visto a tres madres en el centro de tres películas que por muy distintos motivos son interesantes. Dos son el debut en el largometraje de ficción de dos directores españoles y la tercera es de una directora francesa con una filmografía que merece mucho la pena.

Por una parte, 20.000 especies de abejas de Estibaliz Urresola Solaguren, donde Ane (Patricia López Arnaiz) es madre de tres hijos y no está precisamente en su mejor momento ni profesional ni emocional. Es verano y se va con ellos a la casa materna, entre otras cosas para intentar superar la crisis existencial en la que se haya hundida. Allí se reencontrará con su madre y su tía, una criadora de abejas. Las tres son figuras maternales y con caracteres fuertes y definidos que se enfrentan a la vida y a los problemas de distinto modo. Ane está especialmente preocupada y presta atención al sufrimiento y la sensibilidad que detecta en su hijo de ocho años, que está intentando exteriorizar y que todo el mundo se dé cuenta de su identidad sexual.

También he disfrutado de la última película de Mia Hansen-Løve, Una bonita mañana. Su protagonista, Sandra (Léa Seydoux), es madre de una niña de ocho años y se enfrenta al deterioro mental y físico de su padre, un profesor de filosofía. En este duro proceso se encontrará a un amigo al que hacía tiempo que no veía, Clément (Melvil Poupaud). En la película está muy presente también la madre de Sandra, Françoise (Nicole García), con una personalidad arrolladora, que en su momento dejó a la familia que había formado para perseguir una vida que la satisfaciera.

Y, por último, Matria de Álvaro Gago Díaz, protagonizada por una mujer gallega, Ramona (María Vázquez), que ve que su precario equilibrio de madre y mujer trabajadora se resquebraja, pero trata de no romperse del todo y hacer lo que ha hecho toda la vida, salir adelante. Por una parte, pierde el trabajo que más estabilidad le aportaba y, por otra, ve cómo su joven hija no solo se está independizando, sino eligiendo una vida que no es la que ella deseaba.

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La mujer sin alma (Graig’s wife, 1936) de Dorothy Arzner

lamujersinalma

La retrospectiva que siempre prepara el Festival internacional de cine de San Sebastián a un director clásico recupera figuras que a veces han caído en olvido, como es el caso de este año. El ciclo se le ha dedicado a Dorothy Arzner, una directora del Hollywood clásico, una rareza en un área cinematográfica normalmente, y más en aquellos tiempos, copada por hombres. Como siempre junto al ciclo de películas, se facilita la publicación de un completo libro de su obra y después el ciclo viaja por las distintas filmotecas y ya está en estos momentos en el cine Doré (sede de las proyecciones de la Filmoteca Española). Así el otro día, el domingo en concreto, viví mi primera proyección de una película de Dorothy Arzner y el día anterior, con una alegría que comparto aquí en este blog, adquirí un pack con dos películas de la directora, que en estos días iré viendo. Desde hoy su obra me será menos desconocida.

Arzner entra además dentro de la categoría de los pioneros en la industria cinematográfica de Hollywood. No solo como mujer directora sino también como aquellos hombres y mujeres que convirtieron el cine en un modo de expresión, en un lenguaje único y especial. Empezó subiendo peldaños: primero transcribiendo guiones, después como redactora de sinopsis, scripts en los rodajes, para terminar siendo una buena montadora. También realizó guiones. En el largometraje Sangre y arena de Fred Niblo, se encargó del rodaje de la segunda unidad…, hasta que en 1927 consiguió debutar como directora de cine.

Me alegro haber empezado a descubrirla con La mujer sin alma, una película que tiene como protagonista a un personaje femenino complejo y de análisis interesante e interpretado por una magnífica Rosalind Russell, que domina la película con unos primeros planos reveladores. El personaje de Harriet Craig muestra a una mujer dominante que en realidad lucha como una leona para encontrar su sitio y su identidad. Harriet Craig no es una mujer amable o simpática sino una superviviente que lleva hasta las últimas consecuencias el evitar la dominación en un mundo de hombres, apariencias y clases sociales y que no quiere mostrar ningún signo de debilidad o de solidaridad con otras mujeres. Harriet Craig lleva la máscara de la frialdad y la perfección, ejerce de esposa ideal pero que impone sus reglas a un marido enamorado (John Boles, galán en sombra de los años 30 de grandes divas del cine) e inflexible con el personal de servicio así como altiva con sus vecinos. El símbolo de su triunfo es una casa impecable y perfecta, sin defecto alguno, que dirige con una meticulosidad obsesiva.

Precisamente por ahí empezamos a conocer la personalidad de Harriet… antes de que aparezca en escena. Lo primero que vemos es su suntuosa casa y como la ama de llaves, mrs Harold (excepcional Jane Darwell), avisa y regaña a la doncella por mover un jarrón de su sitio al limpiarlo, advirtiéndola que la señora se dará cuenta del más leve movimiento de la pieza. Después vemos aparecer al marido, como un caballero risueño con una venda en los ojos y enamorado de su esposa, y a la tía de este (Alma Kruger). Nos enteramos de los motivos de la ausencia de Harriet, su hermana está muy enferma, y también de que la mirada que tiene su esposo sobre su amada Harriet no es la misma que la de su anciana tía. El marido aprovecha la ausencia de su esposa para ir a jugar con sus amigos al póquer, nos enteramos cómo este dejó de celebrar las partidas en su casa y también de acudir a las veladas de sus amigos.

Lo que nos cuenta La mujer sin alma es cómo en apenas un día la vida perfecta, que se ha construido y elaborado Harriet Craig, se pone patas arriba. De este modo descubrimos sus motivos, por qué es así, por qué piensa así… Se revelan las grietas y vulnerabilidades en la fachada perfecta de su rostro. Su filosofía de vida comenzamos a descubrirla en sus confidencias a su joven sobrina en un viaje en tren: ella no se casó por amor, ella lo que buscaba en la institución del matrimonio era su propia independencia económica y social. Más tarde descubriremos que quiere huir tanto de la vida que llevó su madre como intuimos de la vida de su hermana (con la que solo comparte una escena y con la que mantiene una fría distancia).

Un acontecimiento social protagonizado por un amigo de su esposo (genial Thomas Mitchell que con solo unos minutos de aparición cuenta toda una vida), desencadena los acontecimientos. Resquebraja la fachada perfecta de Harriet y quita la venda de un marido que creía estar casado con una mujer que le amaba… Todo se precipita hasta hacer descubrir a Harriet lo que supone la senda que ha elegido para mantener su identidad, su independencia y su hueco: la soledad más absoluta. Descubrimos la vulnerabilidad de la mujer sin alma.

Dorothy Arzner nos presenta un poderoso personaje femenino y se sirve magníficamente de la casa, la cual se convierte en un personaje más. La casa es el reflejo o el templo de Harriet, que nos ayuda a comprender más a su personaje. Rosalind Russell construye un personaje principal muy complejo y Arzner la hace hablar con unos primeros planos reveladores (sobre todo al final de la película). Los personajes secundarios son de una riqueza y con unos matices que enriquecen esta película pero, sin duda, el gran personaje secundario de la trama, con diálogos y replicas magníficas, es esa mrs Harold excepcional (qué personajes inolvidables ha protagonizado Jane Darwell), que también sabe luchar por su independencia y por tomar las riendas de su vida de una manera más práctica e inteligente que Harriet…

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