Tres buenos eventos cinematográficos en Madrid: Animaladas, Instituto Benjamenta y Un bigote para dos

1.- Animaladas en Verdi Kids

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La primera vez en una sala de cine de mi sobrina Vega, de dos años, ha sido con una sucesión de maravillosos cortometrajes de animación bajo el título genérico de Animaladas. Resulta que no solo disfrutó ella del evento, sino que su tía Hildy (acompañada de los padres de sus sobrinas, de Luna, su otra sobrina y ya cinéfila y de otra amiga de su sobrina y su madre) disfrutó de lo lindo con la propuesta. Estos cines apuestan por sesiones infantiles cuidadas, pensadas y bien elegidas que tratan de poner a disposición de los más pequeños un enriquecedor mundo cinéfilo. No había tenido oportunidad de asistir a ninguna sesión, y hacía tiempo que me apetecía, hasta esta ocasión.

Siete cortos de distintas nacionalidades, épocas y con distintas técnicas de cine de animación han sido todo un deleite. Todos los cortometrajes se servían del sonido del mundo animal y la música para contar sus pequeñas historias. El programa nos llevaba al descubrimiento de creadores checos, suecos, alemanes, americanos y franceses.

De todos, el más mágico y sensible o con el que por lo menos conecté al máximo fue El pájaro ballena (2011) de la francesa Sophie Roze. Un delicado y poético cuento entre un pájaro gigante y una niña lectora…, con un trazo sencillo pero hermoso y con apenas dos colores y todas sus gamas, marrones y negros, como si fueran delicados recortes de papel…

Después, uno de los cortometrajes clásicos de Warner, una creación de los años 30 de Rudolf Ising, Concierto marítimo… donde su alegre y musical protagonista termina en el fondo del mar y protagoniza un improvisado y genial concierto con aires de jazz… Todo en blanco y negro y con mucho ritmo.

De la animación checa dos cortometrajes de los años setenta de Zdenek Miler y Hermina Tyrlova. El grillo y el violín y La fiesta de la granja, respectivamente. Animación de un clásico checo con una vital historia de un grillo juguetón pero con mucha sensibilidad musical. Y el otro, de una de las creadoras checas más prestigiosas, sobre todo reconocida por su uso del stop motion y por el cuidado vertido en la construcción de sus marionetas… En esa fiesta de granja, unos animales realizados con trozos de fieltro cobran vida…

Desde Suecia las aventuras de un solitario y extraño conejo llamado Booo (2009), con el trazo sencillo de la creadora Alicja Jaworski. Booo y sus aventuras con tres traviesos amigos. Y desde Alemania otra pequeña joya…, un delicado sueño de una niña que hace que los monstruos de sus pesadillas protagonicen un peculiar coro. Se trata de La sinfonía de los monstruos (2012) de Kiana Naghshineh y también un trazo sencillo pero con una recreación mágica y especial del mundo onírico.

Por último la animación digital de la mano del francés Nicolas Deveaux con 5,80 metros donde descubrimos qué pasa en las piscinas públicas cuando están cerradas al público: que unas trabajadoras jirafas practican sus saltos desde los trampolines. Divertidísimo y espectacular.

2.- Instituto Benjamenta de los hermanos Quay y otras sorpresas en el ciclo Metamorfosis en La Casa Encendida

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Son varias las sesiones a las que estoy asistiendo en la sala audiovisual para entender los universos ricos, únicos y especiales de Starewitch, Švankmajer y los hermanos Quay. Estos creadores son los protagonistas de una magnífica exposición (que tuve la suerte de disfrutar ya en Barcelona y ahora en Madrid) que recomiendo con fervor: Metamorfosis. Visiones fantásticas de Starewitch, Švankmajer y los hermanos Quay.

Los cuatro creadores eran absolutamente desconocidos para mí y su descubrimiento ha sido un interesante hallazgo. Sus particulares universos arrastran a mundos fantásticos, a un entendimiento especial del cine de animación y de ficción, y a un conocimiento de referencias extraordinarias. Y los cuatro se comunican y dialogan entre sí y con otras apasionantes influencias del mundo de la pintura, la literatura, la ciencia… Y ponen de manifiesto de lo que es capaz la imaginación, de cómo se puede volar a otros mundos ajenos, mágicos llenos de fantasía. Donde la inocencia se mezcla con el miedo y la crueldad. Donde lo bello entra en contacto con lo terrible. Donde lo onírico y lo inconsciente permite el vuelo a lo inexplicable y extraño.

Entre las actividades paralelas a la exposición hay un interesante ciclo para conocer la obra cinematográfica de estos creadores así como el de otros creadores que influyeron en ellos o que ellos influyeron en tales…

Al último que asistí fue al largometraje de ficción de los hermanos Quay, Instituto Benjamenta. This Dream People Call Human Life (1996), una especial adaptación cinematográfica de una obra literaria de Rober Walser, Jakob von Gunten. El universo literario de este autor de principios del siglo XX es una de las inspiraciones de los hermanos para su peculiar universo. Un autor que arrastraba una depresión y melancolía continua… cuyos trabajos (como sirviente, empleado de banca o secretario) y su vida errante conformaron su personalidad volcada en sus manuscritos.

Instituto Benjamenta nos introduce en un extraño y cruel cuento de hadas (con toques de la bella durmiente, Blancanieves y la Bella y la bestia) bajo la óptica de un hombre desequilibrado. El instituto del título es una institución siniestra donde varios hombres son preparados con extraños métodos para servir a los demás. La institución la llevan adelante dos hermanos oscuros: un hombre distante y cruel y una mujer bella y amarga. Todo se desbarata en ese edificio de estancias con una vida propia, entre la pesadilla y los sueños hermosos, con la entrada de un último alumno introvertido pero que modifica el funcionamiento de la institución.

Los hermanos Quay crean espacios imposibles en un onírico y melancólico blanco y negro. Una película rara, inquietante, sensual e hipnótica con imágenes hermosas y surreales que atrapan a un espectador que se encuentra con un universo muy especial. Instituto Benjamenta muestra un especial mundo de objetos y habitaciones que desconciertan como la vara, una pezuña de ciervo, de la maestra o el espacio vacío donde solo hay una extraña pecera con un pez. Sus protagonistas son actores de carne y hueso que habitan un mundo mágico y desasosegante.

3.- Investigación cinematográfica. Proyección de Un bigote para dos de Tono y Mihura en el cine estudio del Círculo de Bellas Artes

Después de años de investigación cinematográfica, Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo han recuperado, como les gusta puntualizar, una aproximación de lo que pudo ser Un bigote para dos de Tono y Miguel Mihura. Un experimento cinematográfico (ya con antecedentes… y también con ilustres ejemplos posteriores a su fecha de creación, recordemos lo que hizo Woody Allen en uno de sus primeros proyectos cinematográficos en 1966 al doblar una película japonesa de espías para convertirla en la absurda Lily, la tigresa) que recurre a películas ya realizadas de otros países y doblarlas con diálogos absolutamente delirantes construyendo una historia absolutamente diferente o ofreciendo otro punto de vista narrativo.

Un bigote para dos se estrenó en los cines durante el año 1940. No fue mal recibida por la crítica pero sin embargo el público no logró conectar con ese experimento de humor absurdo. Además la película se enfrentó a una polémica y es que Enrique Jardiel Poncela arremetió contra sus creadores y consideró un plagio y un robo esta creación. Él decía que era exactamente lo mismo que él hizo años atrás, en 1933, con seis cortometrajes de cine mudo a los que tituló Celuloides rancios por un encargo de un gran estudio (la Fox).

Desgraciadamente se habían perdido las posibles copias originales de Un bigote para dos. Por suerte los historiadores han logrado encontrar la película original, una mediocre opereta austriaca, Unsterbliche melodien, 1935 sobre los amores de Johann Strauss hijo. Y sobre ella, ya que sí se conservaba el guion de Tono y Mihura, han sobreimpreso los subtítulos con todos los matices especiales de sus creadores (voces de la conciencia, efectos visuales, escenas que eliminaron del original, voces fuera de cuadro…, etcétera).

Los dos historiadores además de contar con un blog, escribieron un apasionante artículo narrando toda la historia y la creación de esta obra en la revista Caimán del mes de noviembre. Entre otras cosas explican la experiencia cinematográfica de estos dos creadores, que pertenecían a esa otra generación del 27. Tono fue uno de los españoles que viajó a Hollywood cuando a principios del cine sonoro no existía todavía el doblaje y se planteó el realizar copias de las películas americanas con actores españoles o de América Latina. Se necesitaban escritores que pudieran adaptar al castellano los guiones. Y Mihura trabajó junto a su hermano (que sería también un director de cine), cuando ya existía el doblaje, en los estudios Fono-España para entre otras cosas ajustar adecuadamente los diálogos en las películas dobladas.

Los que pudimos asistir a la primera proyección que se realizaba en el cine estudio del Círculo de Bellas Artes (anteriormente se había realizado el estreno de este buen proyecto histórico en la Cineteca del Matadero), escuchamos también a un entusiasta Felipe Cabrerizo contando con pasión todos los pormenores y contextualizando la obra cinematográfica que íbamos a visualizar. Además tuvimos un regalo extra: uno de los cortometrajes de Enrique Jardiel Poncela, divertidísimo, Los ex presos y el expreso.Y ni más ni menos que el cortometraje empleado para los subtítulos de Poncela (originalmente era su voz lo que escuchaba el público que acudía a la proyección) es el mítico Asalto y robo de un tren de Edwin S. Porter. Después disfrutamos de los delirantes y absurdos diálogos de Un bigote para dos que crean una divertida comedia de lo más alocada. Las risas eran inevitables. Y un deleite participar, como espectadora, en tal descubrimiento e investigación. Así pasamos la tarde entre señores con bigote, una desgraciada enamorada que tiene voz de hombre, otra que le roba el novio, personajes que se regalan patatas fritas con forma de flores, otros que van a espectáculos donde hay suculentos menús en escena, tristes citas suspendidas a la plaza de toros y el señor con bigote protagonista que siempre le anda siguiendo una molesta voz de la conciencia…

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Diccionario cinematográfico (215)

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Tíos y tías: de nuevo menciono Magia a la luz de la luna y un personaje, la tía de Stanley, Vanessa (Eileen Atkins). Mujer extravagante y encantadora que recuerda el importante papel en la pantalla blanca de los tíos y las tías que no son otros, como dice la RAE, que “respecto de una persona, hermano o hermana de su padre o madre”. Y esa persona claro está es el sobrino o sobrina.

Así siguiendo su estela… nos topamos con otras tías extravagantes y se nos cuela un tío también, extraño pero entrañable. Por ejemplo podemos encontrarnos con Auntie Mame que no puede tener otro rostro más que el de Rosalind Russell. O cruzarnos con una tía con cara de Maggie Smith… que viaja una barbaridad. Pero quizá nos apetezca más montar en bicicleta al lado de un tipo peculiar… Jacques Tati le dedicó una película especial, Mi tío. ¿Y quién no quiere perderse por su rocambolesca casa?

Otra tía de cine contemporáneo ha dejado huella recientemente. Se trata de la tía Wanda, una mujer aparentemente dura y fuerte que se va resquebrajando cuando inicia un viaje doloroso al pasado junto a su sobrina, una monja. Para conocerlas hay que visitar una Polonia en blanco y negro en Ida de Pawel Pawlikowski.

Pero hay tíos siniestros y oscuros. No nos olvidemos nunca del tío Charlie con cara de Joseph Cotten. Se lo hace pasar fatal a su sobrina en La sombra de una duda. Y su sombra es alargada en otro tío actual, también llamado Charlie, que crea una extraña relación y vinculación con su sobrina. Hablo de Stoker de Park Chan-wook.

Y en el cine patrio nos vamos a quedar con una trágica entre las trágicas, La tía Tula, una mujer amarga con rostro de Aurora Bautista y con un perdedor (Antonio Vico), pero el mejor de los hombres para su sobrino, Mi tío Jacinto.

También hay tíos que representan un mundo triste y cobarde, monótono y gris, en un hogar en el que no es agradable volver… Si no que se lo pregunten al más joven de los paracaidistas de Los temerarios del aire cuando vuelve a su ciudad natal y a recuerdos dolorosos en casa de sus tíos, los Brando (Deborah Kerr y William Windom). Hay tristes tías maltratadas y un poco alcohólicas que recuerdan tiempos pasados… que solo consiguen respeto de una sobrina que es buena persona. No hay más que adentrarse en el mundo de La loba y conocer a la pobre Birdie (Patricia Collinge).

En el cine italiano no faltan los tíos y las tías. Así nos quedamos con las tres inseparables tías solteras, que lo mismo se ríen que tienen una batalla campal, de La familia de Ettore Scola.

Hay tías ancianitas, amables y caritativas, que esconden tremendos secretos a su sobrino Mortimer. Solo por hacer lo que consideran buenas acciones… Podemos tomar con ellas un cafetito con pastas en Arsénico por compasión. Y también podemos escuchar una clase de literatura de un tío homosexual, triste y suicida (Steve Carell), a la vez un hombre tierno, en Pequeña Miss Sunshine.

… los tíos y las tías son personajes cinematográficos imprescindibles… La tía Vanessa con sus consejos, con algo de magia, a su sobrino Stanley nos lo ha recordado.

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Violencia y cotidianidad. Magical girl (Magical girl, 2014) de Carlos Vermut/Relatos salvajes (Relatos salvajes, 2014) de Damián Szifrón

Durante el verano se estrenó la película china Un toque de violencia de Jia Zhang Ke que contaba cuatro historias con estallido de violencia final en cuatro provincias distintas de China. Su director se inspiraba en casos reales que se habían difundido a través de las redes sociales. Y versaba sobre la crispación real del momento. Pero esa crispación no solo está presente en China. Así como esa reflexión sobre la violencia en el día a día, en la cotidianidad del ser humano, no es la primera vez que es representada en la pantalla blanca. Y me viene a la cabeza esa pesimista filosofía de que la violencia se encuentra agazapada en cada una de las personas, en cada uno de nosotros, es instinto animal, y el paso de la calma a la barbarie no es tan lejano. Pura cotidianidad. A veces vivir en sociedad, en la civilización, es camuflar el instinto violento. En cualquier momento puede estallar.

Cuando escribí sobre Un toque de violencia especifiqué: “Y cada historia tiene una reflexión diferente sobre ciudadanos atrapados en diferentes violencias que finalmente estallan (pero esos estallidos se reconocen, desgraciadamente, no solo en China y eso universaliza la película)”. Así a continuación una sesión doble impactante y que sorprende de una película española y otra argentina (con presencia en la producción de los hermanos Almodóvar) que ilustran esa violencia y cotidianidad.

Magical girl (Magical girl, 2014) de Carlos Vermut

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Con solo dos largometrajes en su filmografía, Carlos Vermut, joven realizador español, ha creado un universo propio. Primero fue Diamond flash y ahora Magical girl. Mi entusiasmo y sorpresa ha ido en aumento, si Diamond flash me pareció una obra interesante para el análisis, Magical girl me ha removido. No se entiende ninguna de las dos sin un contexto social y político determinado: la crisis económica, política y social en la que estamos inmersos desde 2007. Magical girl es un puzle donde entre el melodrama, el folletín, el cine negro con perdedores de fondo y una femme fatale rota en el infierno, el mundo del cómic y el destino haciendo de las suyas, queda como resultado una obra cinematográfica redonda.

Y es que Carlos Vermut crea una identidad para su cine y lo desarrolla muy bien. En un momento dado de la película, un personaje secundario y siniestro trata precisamente de explicar una identidad española que no se decanta ni por la racionalidad absoluta o la emoción total y para desarrollar esta idea se sirve de la tauromaquia. Por qué gustan las corridas de toros y por qué causa tanta controversia: técnica y emoción. Así Magical girl, la película de Carlos Vermut, es un mecanismo cinematográfico perfecto con una puesta en escena muy cuidada y planificada que deja momentos visuales de impacto e hipnóticos pero además el espectador puede alcanzar cierta catarsis emocional dejándose arrastrar por este melodrama de destino trágico con tintes negros.

Hay un cuarteto de personajes unidos por el deseo de una niña que se muere de leucemia. Y ese deseo no es más que poseer un caro traje de un personaje de cómic, con un complemento indispensable. Así la película danza entre tres historias (con denominaciones diferentes Mundo, Demonio y Carne) que confluyen en tragedia. Cada una de ellas tiene su claro protagonista. Mundo, un profesor de literatura en paro (Luis Bermejo) con una hija enferma de leucemia. Demonio, una joven con problemas de salud mental (Barbara Lennie) que vive su propio infierno cada día y que uno de esos días en su camino se cruza el profesor de literatura en paro. Y por último Carne, un profesor de matemáticas sale de la cárcel (José Sacristán, que sigue sorprendiendo en esta fase de su carrera cinematográfica con apuestas tan atractivas como Madrid 1987, El muerto y ser feliz, Magical girl o esperando verle en Murieron por encima de sus posibilidades) y desconocemos tanto de su pasado como el de su antigua alumna, la joven con problemas de salud mental (de ambos solo tenemos pistas que nos permiten construir un puzle oscuro… donde hay piezas que desaparecen), pero vuelven a contactar en trágicas circunstancias.

Tres historias protagonizadas por tres actores carismáticos (destacar a un Luis Bermejo que se sale) y el rostro de una niña (Lucía Pollán) con el fondo de una copla de Manolo Caracol, La niña de fuego. Toda una tragedia melodramática en una España en crisis. Magical girl atrapa por lo racional (cómo está hecha, sus referentes continuos, sus metáforas, su puesta en escena…) y por lo emocional (los personajes nos arrastran a un melodrama trágico con tintes negros).

Relatos salvajes (Relatos salvajes, 2014) de Damián Szifrón

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Como bien dice el título, el director Damián Szifrón ofrece seis relatos cinematográficos salvajes y de este modo pinta un mapa político, social y económico de su país absolutamente pesimista. Pero su forma de presentarlo es a base de relato que estalla con un humor negro exultante. Szifrón no deja respiro y construye a la perfección cada una de sus historias, desde la que encabeza la colección, antes de los títulos de crédito hasta la catarsis final que cierra la película. Szifrón cuenta además con un buen reparto de actores y cuida la forma de contar cada una de las historias, la puesta en escena.

El espectador sale con la adrenalina disparada tras una reflexión bastante pesimista (pese la carcajada) de la condición humana y sus estallidos de violencia (por motivos económicos, burocráticos, sociales, políticos…). Presenta un mundo donde campa la injusticia, la corrupción, la desigualdad social, la penuria económica, la impotencia, el mundo de la hipocresía y las apariencias, la competitividad… y donde sus protagonistas pierden la cabeza, estallan.

Empezamos por un vuelo donde sus pasajeros se van dando cuentan de que hay demasiadas coincidencias entre ellos. A todos les une que han conocido en un momento de sus vidas a una persona… Seguimos por un bar de carretera y un día lluvioso donde va a parar un comensal, un político corrupto, al que atiende una camarera que le reconoce y esta comenta a la cocinera cómo este tipo arruinó a su familia. Y la vieja cocinera le hace a la camarera una proposición. Volamos a una carretera solitaria y nos cruzamos con un ejecutivo con su coche de lujo que ve cómo un viejo coche con conductor de otra condición social le impide el paso… y empieza así una discusión… Acompañamos a un ingeniero especialista en explosiones que ve cómo la burocracia del día a día va destruyendo su vida: todo empieza cuando un día una grúa se lleva su coche. Pasamos por la historia más escalofriante sobre un muchachito de familia bien que despierta aterrorizado a sus padres porque se ha dado a la fuga después de atropellar a una mujer embarazada. Y terminamos en una boda de un matrimonio joven donde ella realiza un descubrimiento que la hace perder los estribos en plena celebración. Seis estallidos que dejan sin respiro. Carcajada y catarsis.

Entre los rostros de actores, una cantera de categoría, podemos encontrarnos con Dario Grandinetti, Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Rita Cortese o una sorprendente Érica Rivas, como novia despechada. Szifrón se convierte en un cronista contemporáneo muy eficaz que logra remover a través de la carcajada y el estallido. Después reflexionas, y llega el pesimismo y una tristeza ante un mundo reconocible y salvaje.

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La isla mínima (La isla mínima, 2014) de Alberto Rodríguez

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Hay películas que te ganan por la atmósfera y el ambiente. Por la forma de rodarlas. Así ocurre con La isla mínima que toma las marismas del Guadalquivir (bajo la inspiradora mirada de la obra que realizó sobre este paraje el fotógrafo Atín Aya en los años noventa) como escenario para contarnos un thriller con dos policías de protagonistas. La vida y los habitantes de las marismas son una metáfora de la inmutabilidad del tiempo y de ciertos comportamientos sociales. La película nos sitúa en un momento histórico inestable política y socialmente: año 1980. Plena transición: juego de fuerzas entre una España que sale de la Dictadura y otra que quiere afianzarse, la democrática. Y en ese juego de fuerzas hay víctimas, hay verdugos, hay acuerdos silenciosos, los que tuvieron poder no se mueven, otros esperan tomar el relevo, hay alianzas peligrosas o mejor dicho contradictorias, hay silencios que matan… e inmutabilidad (esa sensación de que nada va a cambiar). Y nunca una frase dio tanto miedo y desesperanza: “Todo en orden, ¿no?”.

Dos policías llegan a las marismas para investigar la desaparición de dos adolescentes. Y basta escarbar un poco para desterrar la parte oscura y enferma de una localidad paupérrima que sufre el yugo continuo de los viejos poderes. El tiempo detenido. Y en ese paisaje extraño y lleno de contrastes de las marismas con momentos de clímax de lluvias torrenciales, se van realizando descubrimientos y silencios para la resolución de una truculenta trama. Lo que consigue Alberto Rodríguez es que no sea tan importante la resolución del caso como la atmósfera y el desarrollo de esa investigación (y sobre todo esa historia –esas historias– que recorre corrientes ocultas que es mucho más heavy, desoladora y dura). Con imágenes panorámicas impresionantes, logra que todo lo que se cuenta trascienda… lo importante no es la trama criminal… sino por qué ocurre y se desarrolla esa trama criminal.

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Otro acierto de La isla mínima que atrapa es la personalidad de los dos policías. Dos agentes enviados a un sitio remoto y oscuro como castigo. Uno por su talante democrático (Raúl Arévalo) y otro por causas mucho más ambiguas y oscuras (Javier Gutiérrez). Y es el policía con rostro de Javier Gutiérrez (la que esto escribe se quita el sombrero ante su interpretación) quien da riqueza, matices y recovecos a esta trama. Un personaje riquísimo que lleva su ambigüedad hasta el final. ¿Es un personaje en proceso de redención o es el guardián de la inmutabilidad de los tiempos pasados? Y la relación entre ambos policías así como el juego entre ellos da otro sentido a la película. Sobre todo la revelación de que los límites no están tan claros y cómo ambos entran en el juego e incluso en el intercambio de roles…

Alberto Rodríguez no solo atrapa con la atmósfera y el ambiente sino también con el ritmo del thriller, las persecuciones bajo la lluvia, los momentos de tensión y suspense… y la desvelación de secretos con momentos trascendentes y extraños. Y pese quizá algún personaje no del todo aprovechado (los padres de las adolescentes, por ejemplo), La isla mínima construye un thriller cautivador y atrayente. Y  Alberto Rodríguez se convierte en un director que merece la pena seguir su trayectoria y que va creciendo en cada película.

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Últimos coletazos del verano… Tres estrenos

Locke (Locke, 2013) de Steven Knight

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85 minutos de película. Un coche. Un actor. Y un manos libres. Un trayecto corto. Resultado: Locke. Y funciona. Ivan Locke (Tom Hardy) recibe una llamada cuando va a regresar a su hogar. Esa llamada lo cambia todo y le hace tomar una decisión. Locke durante toda su vida ha funcionado así: toma las riendas… en todo momento. Responsabilizarse siempre de sus actos.

Ivan Locke ha ido construyéndose su vida, como los edificios que arma. Es un jefe de obra eficaz. Si la obra está en sus manos, no hay nada que temer. Es responsable, tranquiliza a su equipo y siempre sabe buscar soluciones a los problemas. No pierde la calma.

Y ante esa llamada que desmorona su vida laboral y familiar… Ivan Locke decide comportarse como siempre, responsabilizarse de la situación. Flaquear en algún momento… pero tomar las riendas. Buscar siempre soluciones. Funcionar en el límite. Controlar que todo esté correcto. Todo se cae alrededor pero Ivan Locke se enfrenta a sus fantasmas. Se responsabiliza de sus actos. Trata de no perder la calma. Y sigue buscando soluciones.

Steven Knight es un escritor que se convirtió en guionista (de dos películas que me gustan mucho Negocios ocultos de Stephen Frears y Promesas del Este de David Cronenberg) y después en director. Locke te mantiene en el asiento. Escuchas las llamadas y llega un momento que te parece imposible que Ivan Locke no mande todo a freír espárragos… Domina la situación, aunque todo su mundo se vaya al carajo. O mejor dicho aunque ahora no sepa que le depara el día de mañana… Su vida que era un edificio recio, se ha desmoronado. Su hijo pequeño trata de darle una solución en una de las mejores llamadas, donde le dice que han grabado el partido que tanto deseaban ver todos juntos en casa. Pero que no hay problema, que cuando regrese pondrán otra vez el partido como si no se hubiese celebrado… y lo estuviesen viendo en ese momento por primera vez con todos los planes que tenían pensados… Aunque Locke sabe que no va a ser posible. Algo ha cambiado…

El Niño (El Niño, 2014) de Daniel Monzón

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El Niño parte con una desventaja: una agresiva campaña de publicidad que solo permite dos caminos: o estás conmigo o estás contra mí. O me alabas con desmesura o me descalificas con esa misma desmesura. Y al canal privado que produce le da igual la controversia o le agrada, lo único que importa es convertirla en otro fenómeno como Ocho apellidos vascos y en un éxito de taquilla. De esta manera se obvia el sentarse tranquilo a ver la película y analizarla como tal, como película. No como fenómeno.

Daniel Monzón se mueve en el cine de género y se mueve bien. Esta vez deja un thriller con tintes de cine policial, con narcotráfico internacional de por medio y crítica social. Es cierto, nada nuevo bajo el sol. Monzón mueve a sus personajes por el estrecho de Gibraltar. Por un lado la policía y sus investigaciones. Y por el otro tres jóvenes que se meten en el mundo del narcotráfico; todo empieza casi como un juego, como una manera fácil de conseguir dinero y aventura. Pero pronto descubren que ese juego tiende trampas que pueden ser mortales y ellos solo son pequeñas fichas… En un momento estos dos mundos cruzan sus caminos. Y mientras tanto Monzón logra no perder el equilibrio y mantener la tensión. Aunque hay tópicos y estereotipos, también logra cierta frescura y hallazgos visuales. Así como una película que sigue el devenir de sus personajes y logra interesar y enganchar al espectador.

Si en Celda 211 la trama giraba alrededor de un gran personaje, Malamadre (Luis Tosar, con el que ahora también repite) en otra película de género, esa vez el carcelario; El Niño es una película coral y equilibrada y a mi parecer más elaborada. Hay dos antagonistas por obligación: el policía duro con rostro de Luis Tosar y el Niño (al que alude el título y que tiene el rostro de Jesús Castro)… sus destinos se unen y son sobrepasados por una trama que vuela sobre sus cabezas…

Uno de los asuntos más criticados ha sido la elección de Jesús Castro como El Niño. Y todo por la campaña publicitaria que se ha creado a su alrededor. La culpa la tiene una frase de guion, cuando uno de los policías en un momento de acción (el Niño es un virtuoso en conducir las lanchas que transporta la droga) grita a sus compañeros: “Pero este que se ha creído, Steve McQueen”. Se saca de contexto la frase y así le han comparado con este actor y por sus ojos azules nada más fácil que decir que es un Paul Newman. También se publicitó que fue un descubrimiento de un casting, Que Castro nunca había actuado para el cine. Que era oro en bruto. Pues bien defiendo la elección de Jesús Castro porque funciona como ese personaje que existe junto a otros dos (Jesús Carroza y Saed Chatiby), sus compañeros de correrías. Los tres están perfectamente definidos y son personajes bien construidos. Y el carisma de Jesús Castro funciona para el personaje que representa, con sus dos colegas. Después veremos si crece como actor, pero su cometido en la película de Monzón, lo cumple.

Una cita para el verano (Jack Goes Boating, 2010) de Philip Seymour Hoffman

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Tras el fallecimiento de Philip Seymour Hoffman, llega a las pantallas de estos lares la única película que dirigió. Es una película que adapta una obra de teatro que ya había trabajado en los escenarios como integrante del LAByrinth Theater Company (como algunos compañeros de su reparto). La obra precisamente es Jack Goes Boating de Robert Glaudini.

Seymour Hoffman busca una manera sencilla de plasmar en imágenes la obra de teatro. Surge así una película irregular pero con cierto encanto donde brillan las interpretaciones de sus cuatro protagonistas. Así Una cita para el verano cuenta el nacimiento de una historia de amor entre dos seres humanos que viven al margen y bastante complejos en su forma de ser y comportamientos y el desmoronamiento del amor en una pareja estable, que son precisamente los que han tratado de unir a los dos solitarios. Lo mejor de la película en todos los sentidos (y por lo que merece la pena verla) es la escena en la que estalla el conflicto (un amor que nace, otro que muere) de manera cruda. Y esa escena corresponde a una cena crucial para los cuatro personajes (Philip Seymour Hoffman, Amy Ryan, John Ortiz y Elizabeth Rodriguez) llena de momentos hermosos, musicales, incómodos y crueles. Donde los cuatro intérpretes expresan un abanico de emociones en un espacio íntimo.

Y por último Una cita para el verano constata que fue una pena que Seymour Hoffman nos dejara porque da rabia saber la cantidad de papeles e interpretaciones que nos quedaban por disfrutar de un actor-camaleón. En esta película te engancha su extraño e introvertido personaje, ese chófer de limusina callado que quiere aprender a nadar y cocinar para tener una oportunidad con la mujer amada… y que trata de alegrarse los días grises con música reggae.

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Anochece en la India (2014) de Chema Rodríguez

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El documentalista Chema Rodríguez (que entre otros trabajos realizó el vital documental Estrellas de la Línea sobre unas prostitutas guatemaltecas que para denunciar su situación y hacerse visibles forman un equipo de fútbol) realiza su primer largometraje de ficción. Y se decanta por una road movie, por un viaje físico y mental…

El propio director explica cómo este género le llama poderosamente la atención y nombra París, Texas, Una historia verdadera o Pequeña Miss Sunshine… como películas en las que el viaje por carretera se convierte también en una metáfora de vida. Pero además para el personaje protagonista, Ricardo (Juan Diego), busca inspiración real —recoge pinceladas— en Lorenzo del Amo cuya peripecia vital el propio director relató en el libro Anochece en Katmandú.

Así Ricardo se convierte en un parapléjico malhumorado y desencantado al que solo le queda esperar la muerte y que vive aferrado a sus recuerdos y a un pasado que identifica con la felicidad. En su juventud, trasportaba en su furgoneta a hippies cuyo destino era la India, además allí vivió junto al amor de su vida. Ricardo proyecta en la pared de su hogar viejas cintas donde revive sus momentos más felices. Poca amabilidad le queda y convive con una silenciosa y también hosca cuidadora rumana, Dana (Clara Voda). Ambos viven encerrados entre cuatro paredes entre silencios y choques continuos… pero también aferrándose el uno al otro. Así el protagonista, ante su inminente final, decide tomar una decisión: emprender un último viaje en furgoneta. Regresar al Edén. A esa India idealizada. Y en ese plan no entra Dana… Sin embargo el destino irá urdiendo sus planes para que ambos se embarquen en un viaje ¿sin retorno? y sus lazos de unión vayan reforzándose.

A priori Anochece en la India cuenta con los ingredientes necesarios para una película atractiva además de contar con dos intérpretes que se vuelcan en la construcción de sus personajes (solo por verlos a ambos tanto a Juan Diego como a la actriz rumana Clara Voda merece ser vista). Sin embargo, no llega a ser redonda. Una película con numerosos aciertos (valiente y arriesgada) pero lastrada, sobre todo, por tres aspectos: no conseguir el tono adecuado, el equilibrio entre géneros. No encontrar el ‘ritmo’ y el ‘tempo’ adecuado en la evolución y relación de los personajes protagonistas (el famoso amor-odio, odio-amor) así como la aparición de una galería de personajes secundarios desaprovechados. Y precisamente no contar con todas las ‘ventajas’ narrativas de una road movie en furgoneta destartalada (con una buena fotografía y un reflejo de los distintos escenarios en los que se percibe la sensibilidad documental del Chema Rodríguez)…, es decir, aprovechar el propio viaje hasta el destino final.

No obstante, por sus intérpretes, su manera de mirar, sus momentos de autenticidad, sus aciertos y su para mí arriesgado y valiente final, Anochece en la India es de esas películas que encierran un encanto especial y que se convierten en rarezas que bien merecen un ‘viaje’ por ellas.

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Diccionario cinematográfico (208)

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Década de los setenta: Os confieso con el corazón en la mano que a la década de los setenta la tengo un cariño especial porque es la década convulsa (qué década no lo es) en que yo Hildy Johnson renací. Concretamente el año que sonaba por estas tierras todo un éxito discotequero aún presente en todo karaoke que se precie o local que reviva años pasados… Sí, sí el año que Las Grecas se pusieron a cantar: te estoy amando locamente…

Así que locamente, desesperadamente, locamente también buceo por el cine que se realizó en aquellos años… donde aquí por otra parte empezaron otros tiempos, convulsos pero hacia un camino totalmente diferente a todas las décadas anteriores de oscuridad (la vida en tonos negros o grises)… una dictadura enquistada terminaba con la muerte de Franco y llegaba un periodo revuelto pero donde todo estaba por hacer.

Y por qué de repente esta obsesión por la década de los setenta: ¡Bingo!, por la película que he ido a ver esta semana, La gran estafa americana de David O. Russell, que ha traído a mi vera esa década de nuevo… en su estética y también en la forma de contar la historia. Lo que cuenta transcurre durante el año 1978. Y os diré y confesaré que me gusta O. Russell (no le encumbro a los cielos pero tampoco le lanzo a los abismos… creo que es un director con una manera especial de contar y yo de momento estoy conectando).

Confesaré que hace poco (unos dos años, quizá) en una libreria de viejo conseguí con ilusión el volumen de Cine para leer. 1974. Historia crítica de un año de cine del equipo Reseña (por si alguno no había localizado todavía el año en que renací…, cómo dice Silvio, y como pasa el tiempo que de pronto son años…)… ¡con todas las películas que se estrenaron por estos lares en dicho año!: en aquel año se estrenaban películas de Saura, Armiñán (homenajeado este año en los Goya), Erice que proyectaban su cine más allá de nuestras fronteras. Así películas como La prima Angélica, El amor del capitán Brando, El espíritu de la colmena… viajaban por salas del mundo. Y había nacido una estrella que aparecía en toda producción cinematográfica nacional que se preciara de éxito: Ana Belén. Por otra parte seguía en marcha esa tercera vía de Dibildos que quería “hacer un cine popular con perspectiva crítica”. Por otra parte empieza a aparecer una nueva generación de directores con una mirada personal como Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime Chavarri o Josefina Molina… Y por supuesto sigue en marcha ese star system del destape…

Y en las salas de cine españolas pudieron verse películas como American Graffiti de George Lucas, Bananas de Woody Allen, Chacal de Fred Zinnemann, Chinatown de Roman Polanski, Deliverance de John Boorman, Family life de Ken Loach, El golpe de George Roy Hill, La gran estafa de Donald Siegel (que acaba de ser reseñada por 39 escalones… y que casualidad la coincidencia de títulos entre esta y la de O. Russell), El gran Gatsby de Jack Clayton, Gritos y susurros de Ingmar Bergman, Harold y Maude de Hal Ashby, Hermano sol, hermana luna de Franco Zeffirelli, El hombre de Mackintosh de John Huston, Un hombre de suerte de Linsay Anderson, La huida de S. Peckinpah, Un largo adiós de Robert Altman, Luis II de Baviera de Luchino Visconti, Luna de papel de Peter Bogdanovich, Papillon de Franklin J. Shaffner, Pat Garrett y Billy The Kid de Sam Peckinpah, Avanti de Billy Wilder, Fake de Orson Welles, La semilla del Tamarindo de Blake Edwards, Tal como eramos de Sidney Pollack, Verano del 42 de Robert Mulligan…

Y al mirar estas películas vemos cómo queda una radiografía especial del cine de la década… Ese nuevo cine americano que convive con los realizadores del Hollywood de oro que siguen creando… Y un cine europeo en el que van surgiendo también nuevas voces y siguen asentándose las miradas de los nuevos cines que nacieron durante los cincuenta y sesenta, evolucionando.

Si me dijeran que definiera el espíritu de esta década y que la explicara en cine… quizá eligiera la obra cinematográfica de un director caído en olvido pero que su cine es los setenta, tanto en la forma de rodar como los temas que trata. Y ese director es Hal Ashby…

Locamente os digo que los setenta los llevo tatuados en el alma… (me ha quedado un colofón muy de estos años… y continuo tecleando).

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Diccionario cinematográfico (207)

priscilla

Autobús: hoy me he despertado y me he dicho: me apetece montar en un autobús y a ver dónde me lleva… Porque son muchos los autobuses que han salido en el cine y muy distintos los motivos del viaje.

En la screwball comedy no faltan los autobuses. Recuerdo una película que se llama Una chica afortunada, me parto de risa. Todo comienza en un autobús. Y también termina ahí. Mary (Jean Arthur) se dispone como cada mañana a ir a trabajar en el medio de transporte que puede permitirse. De pronto le cae del cielo un abrigo de piel… y toda su vida cambia. También se conocen en un autobús la millonaria Ellie Andrews (Claudette Colbert) —que huye de su padre y además esconde su identidad— y el periodista intrépido Peter Warne (Clark Gable)… en esa joya de Frank Capra que se titula Sucedió una noche. Como siempre ocurría con este director los compañeros de viaje de los protagonistas no tienen desperdicio.

Por otra parte se hacen viajes en autobús que transforman. Que se lo digan a las tres drag queens que protagonizan Las aventuras de Priscilla, reina del desierto. Las tres artistas de cabaret recorren Australia en un autobús muy especial y a la vez van construyendo relaciones y como toda buena road movie que se precie es un viaje que cambia sus vidas.

Otro autobús con mucha vida es el de Bus Stop donde una soñadora cantante de cabaret, maleada por la vida, y un inocente vaquero pasarán del odio al amor. Del miedo al cariño. Cada uno vivirá su particular infierno y paraíso en un viaje en autobús.

Hay películas que terminan con un final incierto y abierto… pero con sus protagonistas montados en un autobús. Así ocurre en El graduado. El joven Benjamin y la bella Elaine vestida de novia nos miran desde los asientos traseros de un bus…

Y es que los viajes pueden ser de todo tipo. Incluso de acción. Pero de acción trepidante. Así ocurre en Speed. Un policía y una viajera lo pasan canutas sin poder parar un autobús que cada vez va más rápido y que si su trayectoria se interrumpe todos los viajeros morirán al explotar la bomba que esconde en su interior.

… Especialmente trágico es el viaje en autobús de una madre y su hija (y todos los viajeros) en La Soledad de Jaime Rosales en una de las escenas más impactantes de la película. O Alfred Hitchcock nos hace que lo pasemos muy mal durante el trayecto en autobús de un niño con una caja en Sabotaje (1936). Él no sabe lo que porta en esa caja, los espectadores sí: una bomba.

Todo puede ocurrir en un autobús: desde conocer a la persona que cambiará tu vida como le ocurre a Michelle Pfeiffer como un ama de casa americana de los sesenta obsesionada con Jackie Kennedy que quiere acompañarla durante los funerales de su esposo asesinado, el presidente John F. Kennedy, y se sube a un autobús donde conoce a un hombre negro con una niña que no habla apenas… en Por encima de todo de Jonathan Kaplan.

A conocer al amor de tu vida o al amigo del alma como le ocurre a Forrest Gump. En un autobús escolar conoce a Jennie. Y en otro autobús, cuando se alista para Vietnam, conoce a Bubba, su mejor amigo. Además es en una parada de autobuses urbanos donde empieza a contar toda su historia…

El autobús lleva a los personajes a un destino concreto donde empezar una nueva vida o para arreglar cuentas pendientes. Todo puede depender del asiento que esté libre o el compañero de viaje que toque. El viaje en autobús significa también huida o alcanzar un sueño. Que se lo digan a los personajes, a los peculiares amigos, de Cowboy a medianoche. Los dos harán un último viaje, Joe (John Voight) y Rizzo (Dustin Hoffman)… a punto de rozar un sueño.

Próxima parada.

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Atracón de películas durante las fiestas

Estos días he tenido ocasión para ver aquellas que no vi y otras que están en cartelera. Propuestas variadas y diferentes. De distintas nacionalidades y temáticas. Y todas con algo que destacar. Incluso empecé el año, en compañía, con atracón de películas…

Gente en sitios de Juan Cavestany

… Un tapiz de personajes y situaciones que mezcla el humor absurdo, la tragicomedia, lo fantástico o lo más real… que pinta un país desorientado. Juan Cavestany presenta una buena propuesta: una especie de libro audiovisual con relatos cinematográficos. Algunos de cosecha propia, otros… adaptaciones de determinados relatos literarios; otros, reflexiones y un reparto coral con una lista interminable de buenos actores y actrices españoles. Como en todo libro de relatos, en estos relatos filmicos hay unos que funcionan mejor y otros peor… pero el conjunto merece la pena pues es un reflejo de nuestro país. Un reflejo contemporáneo y crítico.

El mundo es nuestro de Alfonso Sánchez

Otra propuesta de cine patrio. Un cine que busca otras maneras de salir adelante tanto en la producción como en la distribuición. El mundo es nuestro transcurre en Sevilla y con un humor muy nuestro. Mezclando la reflexión social y política y un humor con ecos lejanos de un Berlanga o un Azcona presenta otra radiografía de un país en crisis y unos ciudadanos cansados e indignados ante la corrupción. Así El mundo es nuestro es una película sencilla (pero efectiva) de personajes (los personajes protagonistas ya eran conocidos por muchos en una serie en Internet) y situaciones que te hacen reír pero también reflexionar. Dos macarrillas disfrazados de nazarenos atracan una sucursal de banco (en ese momento están varios clientes y los empleados) en una calle sevillana… en ese mismo instante entra también un empresario arruinado y con una situación desesperada cargado de explosivos y dice que volará todo por los aires si no va la televisión para que pueda contar su situación. Esperpento, vodévil, muchas risas y humor… cargado de crítica política y social…

12 años de esclavitud de Steve McQueen

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Durante el 2013 se ha tratado en el cine el tema de la esclavitud desde tres miradas muy diferentes: la de Tarantino y Django desencadenado, la de Lee Daniels y El mayordomo y la que nos ocupa. Cada una ha dejado sus reflexiones y su huella. McQueen toma un libro como fuente, unas memorias sobre un hombre negro libre (Solomon Northup) que fue secuestrado y vendido como esclavo. Su pesadilla duró 12 años. La diferencia con muchas víctimas —que no sabían ni leer ni escribir— es que él pudo contarlo, escribirlo y denunciarlo.

No sólo es el punto de vista: un hombre libre que sufre, de pronto, la esclavitud y tiene que sobrevivir y a la vez tratar de volver a su estado anterior… sino también la fuerza visual que imprime McQueen a la película y el alucinante uso que hace del sonido y de la música (sobre todo de las canciones). McQueen acierta tanto con la estructura de la historia, como con el empleo de imágenes que se quedan en la retina (ese hombre colgado con una soga en un árbol, tocando de puntillas el suelo, y en el fondo los demás compañeros de faena iniciando su vida cotidiana… como si fuera invisible o más bien con un espíritu de derrota, de no es posible hacer nada). Pero también es impresionante la composición de personajes. Así es increíble tanto la interpretación del protagonista, Chiwetel Ejiofor (recuerdo lo que me impresionó hace años en Negocios ocultos de Stephen Frears) o el papel de propietario y esclavista desequilibrado con el rostro del actor fetiche de McQueen, Michael Fassbender (lo reconozco, me gusta cada vez más).

La gran belleza de Paolo Sorrentino

El escritor Jep Gambardella (espectacular e hipnótico Toni Servillo) nos recuerda a un Marcello Rubini (Marcello Mastroianni, sin adjetivos) que se ha hecho mayor y sigue, sin embargo, pululando por la noche romana consciente de su propia decadencia y desgaste como de la de todos los que le rodean. La gran belleza es una dolce vita del siglo XXI. Aun así, él sigue buscando aquello que le haga de nuevo escribir una segunda novela, la gran belleza. Mientras, es un periodista cínico capaz de burlarse de sí mismo o de artistas que realizan perfomances a lo Marina Abramovic o de abrir los ojos (sin piedad y con crueldad) de una amiga que se tilda rebelde, o de charlar con una monja tremendamente anciana… Es cruel y tierno. Despreciable y triste. Interesante y frívolo. Divertido y patético. Sabio y estúpido. Playboy y romántico… Jep se siente cada vez más mayor y desencantado pero no puede a la vez dejar la noche… Roma le atrapa. Una Roma nocturna llena de personajes singulares… Y Sorrentino atrapa a los espectadores con una fuerza visual hipnótica y una música que envuelve. Y logra captar la gran belleza, esa que convive también con lo sórdido, con lo decadente, con la nada…

La noche más oscura de Kathryn Bigelow

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Mucho había leido sobre ella y mucho me apetecía. La trayectoria de Bigelow la he ido siguiendo y es cierto que domina los recursos para saber contar una historia cinematográficamente y contarla muy bien. Además no cuenta ni historias ni situaciones fáciles. Su cine plantea un mundo complejo, contradictorio, violento, complicado… sus películas no son planas sino que pone sobre la mesa temas difíciles. Y un punto de vista incómodo. Su mirada exige que el espectador vea, reflexione, interprete, se posicione… por eso genera debate, controversia, discusiones apasionadas…

Kathryn Bigelow, como si fuese una periodista de investigación, ofrece el reportaje sobre cómo durante diez años la CIA (y pone la mirada en la fría agente Maya) trató de dar ‘caza’ (y éste es el sustantivo que hay que emplear) a Bin Laden y cómo finalmente a las 00.30 del 2 de mayo de 2011, un grupo de marines entró a la residencia de Bin Laden en Pakistán matándole… sin derecho alguno a réplica. Proporciona el relato visual de lo que observaban Obama y compañía en esa foto que dio la vuelta al mundo… Lo que cuenta y cómo lo cuenta no es un relato cómodo y contiene lecturas escalofriantes… al igual que toda la investigación durante años de la CIA y sus relaciones con las distintas administraciones en el poder. Nada es blanco, ni negro… ni siquiera gris. La mirada de Bigelow no es amable.  

La cabaña en el bosque de Drew Goddard

Hay películas que proponen un juego fílmico… y La cabaña en el bosque es una de esas películas. Se disfruta mucho más si se tienen varias nociones, claves y reglas del género cine de terror. Porque lo que propone Goddard es una vuelta de tuerca a las películas de grupo de jóvenes adolescentes que van a una cabaña aislada… e implica al espectador y trata de dar una explicación muy especial a la necesidad del ser humano de experimentar miedo, de ver en pantalla monstruos horribles y muertes violentas… Para disfrutar de La cabaña en el bosque lo mejor es entrar en ella con el factor sorpresa y entrar en su juego. Entretenida además es un rato. Los guiños son continuos pero también es metacine, cine dentro del cine. Una reflexión sobre la necesidad de ser ‘consumidores’ de historias de terror…

Frozen. El reino del hielo de Chris Buck y Jennifer Lee

El mundo Disney rescata otro cuento de Andersen pero lo pasa por su pátina… y lo convierte en un relato sobre el amor verdadero entre dos hermanas (ampliando la colección de princesas de fuerte personalidad). Frozen es un musical animado con muchas dosis de aventuras, ritmo y buenos personajes así como la creación de un mundo animado que hipnotiza, con magia… un reino de las nieves apasionante. Frozen rescata la esencia de los cuentos de siempre con la presencia del bien, el mal, lo oscuro, lo bello, la muerte, la vida, la tragedia, lo bello, lo triste, los obstáculos, la superación de lo imposible… y lo mágico. Y los dos personajes que conquistaron el corazón de la presente no fueron las princesas o los príncipes y demás caballeros… sino un reno y un muñeco de nieve…

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Diccionario cinematográfico (204)

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Peinados: Hay muchas formas de arreglarse el cabello y el cine lo ha mostrado. Además de un fenómeno curioso: hay actores y actrices que se identifican con un peinado determinado o existen personajes de ficción que un peinado los define y describe. Es un mundo apasionante para explorar (como tantos que nos deja el cine).

La idea me ha venido a la cabeza al recordar cómo el pelo y los peinados de las protagonistas de La vida de Adéle dice mucho de su personalidad e incluso supone un salto en el tiempo y la división de la narración cinematográfica en dos partes. Por una parte tenemos a Adéle adolescente, siempre desubicada e insegura, y esos matices también los refleja en su pelo: nunca se siente a gusto con él. Se lo suelta, se lo recoge, se lo vuelve a soltar, se lo toca, no se lo toca… Y en la segunda parte su personaje algo más calmado (pero no mucho menos desubicado) tiene algo más cuidado y arreglado su pelo pero sigue cambiando una y otra vez en un mismo momento (coleta, sin coleta, moño). Y por otro tenemos a su amor, Emma. Cuando se cruza por primera vez con ella, llama tremendamente la atención su pelo corto azul. Y destaca. Después cuando pasan unos años Emma se tiñe el pelo de rubio. Si el azul era pasión y deseo, el rubio se convierte en melancolía, tristeza, desencanto…

Hay actores que sufren una metamorfosis de pelo con cada aparición en pantalla. El caso más estudiado y analizado (y no es coña) es Nicolas Cage y sus diferentes peinados o pelucas.

Y hay peinados que eclipsan el personaje. Hubo un momento en que se habló más del corte de pelo y peinado con flequillo imposible que lucía Bardem en No es país para viejos que de su malvado personaje.

Otras veces el peinado simboliza un estado de ánimo o un sentimiento del personaje o… un poder determinado. Muchas veces el reivindicar un peinado significa libertad, rebeldía o también cómo se siente en esos momentos la persona que está frente al espejo… Me vienen a la cabeza cinco momentos. En la reciente película de David Trueba, Vivir es fácil con los ojos cerrados, el joven adolescente protagonista quiere llevar el pelo largo y sufre el rechazo no sólo de su padre sino también de unos hombres en un bar de Almería que le supondrá vivir un momento traumático. En Espledor en la hierba la inestabilidad emocional y mental del personaje de Natalie Wood es evidente cuando en un momento dado frente al espejo decide cortarse su tradicional melena de buena chica con unas tijeras y cambiarse el peinado como una flapper. Los moteros de Easy Rider no son muy bien recibidos en las distintas localidades donde pasan, son unos melenudos… Y en La hija de Ryan el castigo brutal que recibe la protagonista de los habitantes del pueblo irlandés donde vive por su infidelidad con un soldado del ejército británico es la de cortarle salvajemente sus largos cabellos. Imposible olvidar al pobre Sansón con rostro de Victor Mature y cómo pierde su fuerza cuando le cortan su melena…

También el peinado es una cuestión estética y hay hombres y mujeres muy habilidosos en estas lides. Aquí vamos a hacer homenaje a Eduardo Manostijeras… que en la localidad donde vive no sólo poda de manera maravillosa los jardines sino que realiza creaciones espectaculares en los cabellos de las damas del lugar.

Y como no según vaya peinado el personaje podemos saber en qué época transcurre la película o en que momento de su vida se encuentra. Así en las películas que reflejaban los años setenta o que recrean estos años abundan pelos largos bien lisos o bien rizados y en las de los años ochenta los cardados en las mujeres y los peinados imposibles pasados por la peluquería en los hombres. O en una buena película de época que se precie sus personajes estarán exquisitamente peinados… Aquí la lista de películas sería interminable. Pero nombremos tres de cada época nombrada. Para los años setenta me decanto por la ópera rock Jesucrito Superstar. Los ochenta y sus peinados imposibles reflejados en una película de adolescentes difíciles, El club de los cinco. Y para película de época tomemos Maria Antonieta de Sofia Coppola.

Hay personajes totalmente identificados con un peinado (aunque a lo largo de la película aparezcan con otros), por ejemplo, Holly Golightly no sólo se la identifica con el traje negro sino también con un maravilloso moño. O cuando hay una película de indios y vaqueros, las damas indias habitualmente van a tener el pelo negro y dos trenzas. Pasa lo mismo con las mexicanas. Así recordamos a Sarita Montiel, Debra Paget o Jean Peters… con sus pelos negros y sus apretadas trenzas. Y los indios también pelo oscuro o suelto o también modalidad trenzas: así tenemos a Burt Lancaster en Apache. O Dorothy en el camino de baldosas amarillas no sería la misma si no tuviera dos coletas.

Recordamos a actrices que repitieron su peinado en distintas películas y representando diferentes personajes. Jean Seberg y su pelo corto y rubio en Al final de la escapada (que ya lo tenía en Buenos días, tristeza o Juana de Arco). El pelo a lo garçon de Louise Brooks, que por cierto también está presente en un momento de La vida de Adelé durante una fiesta de Adelé y Emma donde se proyecta una de sus películas de fondo. O el pelo de Veronica Lake rubio y largo tapándole un ojo que se llamó con el complicado nombre de peek a boo bang. O los moños característicos que casi todos los personajes de Katherine Hepburn lucían cuando alcanzó la madurez o era ya una venerable señora mayor.

Por cierto acabo de darme cuenta de que no me vendría nada mal pasarme por la peluquería a cortarme un poco las puntas y tapar mis incipientes y eternas canas (es lo que tiene tener el pelo oscuro).

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