Últimos coletazos del verano… Tres estrenos

Locke (Locke, 2013) de Steven Knight

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85 minutos de película. Un coche. Un actor. Y un manos libres. Un trayecto corto. Resultado: Locke. Y funciona. Ivan Locke (Tom Hardy) recibe una llamada cuando va a regresar a su hogar. Esa llamada lo cambia todo y le hace tomar una decisión. Locke durante toda su vida ha funcionado así: toma las riendas… en todo momento. Responsabilizarse siempre de sus actos.

Ivan Locke ha ido construyéndose su vida, como los edificios que arma. Es un jefe de obra eficaz. Si la obra está en sus manos, no hay nada que temer. Es responsable, tranquiliza a su equipo y siempre sabe buscar soluciones a los problemas. No pierde la calma.

Y ante esa llamada que desmorona su vida laboral y familiar… Ivan Locke decide comportarse como siempre, responsabilizarse de la situación. Flaquear en algún momento… pero tomar las riendas. Buscar siempre soluciones. Funcionar en el límite. Controlar que todo esté correcto. Todo se cae alrededor pero Ivan Locke se enfrenta a sus fantasmas. Se responsabiliza de sus actos. Trata de no perder la calma. Y sigue buscando soluciones.

Steven Knight es un escritor que se convirtió en guionista (de dos películas que me gustan mucho Negocios ocultos de Stephen Frears y Promesas del Este de David Cronenberg) y después en director. Locke te mantiene en el asiento. Escuchas las llamadas y llega un momento que te parece imposible que Ivan Locke no mande todo a freír espárragos… Domina la situación, aunque todo su mundo se vaya al carajo. O mejor dicho aunque ahora no sepa que le depara el día de mañana… Su vida que era un edificio recio, se ha desmoronado. Su hijo pequeño trata de darle una solución en una de las mejores llamadas, donde le dice que han grabado el partido que tanto deseaban ver todos juntos en casa. Pero que no hay problema, que cuando regrese pondrán otra vez el partido como si no se hubiese celebrado… y lo estuviesen viendo en ese momento por primera vez con todos los planes que tenían pensados… Aunque Locke sabe que no va a ser posible. Algo ha cambiado…

El Niño (El Niño, 2014) de Daniel Monzón

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El Niño parte con una desventaja: una agresiva campaña de publicidad que solo permite dos caminos: o estás conmigo o estás contra mí. O me alabas con desmesura o me descalificas con esa misma desmesura. Y al canal privado que produce le da igual la controversia o le agrada, lo único que importa es convertirla en otro fenómeno como Ocho apellidos vascos y en un éxito de taquilla. De esta manera se obvia el sentarse tranquilo a ver la película y analizarla como tal, como película. No como fenómeno.

Daniel Monzón se mueve en el cine de género y se mueve bien. Esta vez deja un thriller con tintes de cine policial, con narcotráfico internacional de por medio y crítica social. Es cierto, nada nuevo bajo el sol. Monzón mueve a sus personajes por el estrecho de Gibraltar. Por un lado la policía y sus investigaciones. Y por el otro tres jóvenes que se meten en el mundo del narcotráfico; todo empieza casi como un juego, como una manera fácil de conseguir dinero y aventura. Pero pronto descubren que ese juego tiende trampas que pueden ser mortales y ellos solo son pequeñas fichas… En un momento estos dos mundos cruzan sus caminos. Y mientras tanto Monzón logra no perder el equilibrio y mantener la tensión. Aunque hay tópicos y estereotipos, también logra cierta frescura y hallazgos visuales. Así como una película que sigue el devenir de sus personajes y logra interesar y enganchar al espectador.

Si en Celda 211 la trama giraba alrededor de un gran personaje, Malamadre (Luis Tosar, con el que ahora también repite) en otra película de género, esa vez el carcelario; El Niño es una película coral y equilibrada y a mi parecer más elaborada. Hay dos antagonistas por obligación: el policía duro con rostro de Luis Tosar y el Niño (al que alude el título y que tiene el rostro de Jesús Castro)… sus destinos se unen y son sobrepasados por una trama que vuela sobre sus cabezas…

Uno de los asuntos más criticados ha sido la elección de Jesús Castro como El Niño. Y todo por la campaña publicitaria que se ha creado a su alrededor. La culpa la tiene una frase de guion, cuando uno de los policías en un momento de acción (el Niño es un virtuoso en conducir las lanchas que transporta la droga) grita a sus compañeros: “Pero este que se ha creído, Steve McQueen”. Se saca de contexto la frase y así le han comparado con este actor y por sus ojos azules nada más fácil que decir que es un Paul Newman. También se publicitó que fue un descubrimiento de un casting, Que Castro nunca había actuado para el cine. Que era oro en bruto. Pues bien defiendo la elección de Jesús Castro porque funciona como ese personaje que existe junto a otros dos (Jesús Carroza y Saed Chatiby), sus compañeros de correrías. Los tres están perfectamente definidos y son personajes bien construidos. Y el carisma de Jesús Castro funciona para el personaje que representa, con sus dos colegas. Después veremos si crece como actor, pero su cometido en la película de Monzón, lo cumple.

Una cita para el verano (Jack Goes Boating, 2010) de Philip Seymour Hoffman

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Tras el fallecimiento de Philip Seymour Hoffman, llega a las pantallas de estos lares la única película que dirigió. Es una película que adapta una obra de teatro que ya había trabajado en los escenarios como integrante del LAByrinth Theater Company (como algunos compañeros de su reparto). La obra precisamente es Jack Goes Boating de Robert Glaudini.

Seymour Hoffman busca una manera sencilla de plasmar en imágenes la obra de teatro. Surge así una película irregular pero con cierto encanto donde brillan las interpretaciones de sus cuatro protagonistas. Así Una cita para el verano cuenta el nacimiento de una historia de amor entre dos seres humanos que viven al margen y bastante complejos en su forma de ser y comportamientos y el desmoronamiento del amor en una pareja estable, que son precisamente los que han tratado de unir a los dos solitarios. Lo mejor de la película en todos los sentidos (y por lo que merece la pena verla) es la escena en la que estalla el conflicto (un amor que nace, otro que muere) de manera cruda. Y esa escena corresponde a una cena crucial para los cuatro personajes (Philip Seymour Hoffman, Amy Ryan, John Ortiz y Elizabeth Rodriguez) llena de momentos hermosos, musicales, incómodos y crueles. Donde los cuatro intérpretes expresan un abanico de emociones en un espacio íntimo.

Y por último Una cita para el verano constata que fue una pena que Seymour Hoffman nos dejara porque da rabia saber la cantidad de papeles e interpretaciones que nos quedaban por disfrutar de un actor-camaleón. En esta película te engancha su extraño e introvertido personaje, ese chófer de limusina callado que quiere aprender a nadar y cocinar para tener una oportunidad con la mujer amada… y que trata de alegrarse los días grises con música reggae.

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Diccionario cinematográfico (207)

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Autobús: hoy me he despertado y me he dicho: me apetece montar en un autobús y a ver dónde me lleva… Porque son muchos los autobuses que han salido en el cine y muy distintos los motivos del viaje.

En la screwball comedy no faltan los autobuses. Recuerdo una película que se llama Una chica afortunada, me parto de risa. Todo comienza en un autobús. Y también termina ahí. Mary (Jean Arthur) se dispone como cada mañana a ir a trabajar en el medio de transporte que puede permitirse. De pronto le cae del cielo un abrigo de piel… y toda su vida cambia. También se conocen en un autobús la millonaria Ellie Andrews (Claudette Colbert) —que huye de su padre y además esconde su identidad— y el periodista intrépido Peter Warne (Clark Gable)… en esa joya de Frank Capra que se titula Sucedió una noche. Como siempre ocurría con este director los compañeros de viaje de los protagonistas no tienen desperdicio.

Por otra parte se hacen viajes en autobús que transforman. Que se lo digan a las tres drag queens que protagonizan Las aventuras de Priscilla, reina del desierto. Las tres artistas de cabaret recorren Australia en un autobús muy especial y a la vez van construyendo relaciones y como toda buena road movie que se precie es un viaje que cambia sus vidas.

Otro autobús con mucha vida es el de Bus Stop donde una soñadora cantante de cabaret, maleada por la vida, y un inocente vaquero pasarán del odio al amor. Del miedo al cariño. Cada uno vivirá su particular infierno y paraíso en un viaje en autobús.

Hay películas que terminan con un final incierto y abierto… pero con sus protagonistas montados en un autobús. Así ocurre en El graduado. El joven Benjamin y la bella Elaine vestida de novia nos miran desde los asientos traseros de un bus…

Y es que los viajes pueden ser de todo tipo. Incluso de acción. Pero de acción trepidante. Así ocurre en Speed. Un policía y una viajera lo pasan canutas sin poder parar un autobús que cada vez va más rápido y que si su trayectoria se interrumpe todos los viajeros morirán al explotar la bomba que esconde en su interior.

… Especialmente trágico es el viaje en autobús de una madre y su hija (y todos los viajeros) en La Soledad de Jaime Rosales en una de las escenas más impactantes de la película. O Alfred Hitchcock nos hace que lo pasemos muy mal durante el trayecto en autobús de un niño con una caja en Sabotaje (1936). Él no sabe lo que porta en esa caja, los espectadores sí: una bomba.

Todo puede ocurrir en un autobús: desde conocer a la persona que cambiará tu vida como le ocurre a Michelle Pfeiffer como un ama de casa americana de los sesenta obsesionada con Jackie Kennedy que quiere acompañarla durante los funerales de su esposo asesinado, el presidente John F. Kennedy, y se sube a un autobús donde conoce a un hombre negro con una niña que no habla apenas… en Por encima de todo de Jonathan Kaplan.

A conocer al amor de tu vida o al amigo del alma como le ocurre a Forrest Gump. En un autobús escolar conoce a Jennie. Y en otro autobús, cuando se alista para Vietnam, conoce a Bubba, su mejor amigo. Además es en una parada de autobuses urbanos donde empieza a contar toda su historia…

El autobús lleva a los personajes a un destino concreto donde empezar una nueva vida o para arreglar cuentas pendientes. Todo puede depender del asiento que esté libre o el compañero de viaje que toque. El viaje en autobús significa también huida o alcanzar un sueño. Que se lo digan a los personajes, a los peculiares amigos, de Cowboy a medianoche. Los dos harán un último viaje, Joe (John Voight) y Rizzo (Dustin Hoffman)… a punto de rozar un sueño.

Próxima parada.

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Programa doble de verano: Un invierno en la playa (Writers, 2013) de John Boone / Guerra mundial Z (World War Z, 2013) de Marc Forster

Una película de un debutante (dirección y guion) y otra de un cineasta con una interesante carrera cinematográfica a sus espaldas. Dos propuestas para el verano. Ninguna de las dos cambiará la historia del cine pero sí son capaces de proporcionar una buena tarde veraniega (y eso no es fácil). Una apela a las relaciones familiares, a los distintos tipos de amor y a la creación literaria. La otra a un mundo apocalíptico con zombis de por medio. Ninguna presenta innovación alguna sino temas y estructuras ya vistas y ‘vividas’ en las pantallas de cine pero ambas muestran que se pueden contar bien historias ya sabidas.

Un invierno en la playa (Writers, 2013) de John Boone

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Un invierno en la playa transcurre en un año, entre dos comidas de Acción de Gracias, y nos cuenta la crónica sentimental de la familia Borgens. Así la película forma parte de la tradición de tragicomedias sobre familias casi disfuncionales que superan obstáculos. Ni contigo ni sin ti. Me vienen a la cabeza títulos como A casa por vacaciones de Jodie Foster, Pequeña Miss Sunshine o Los descendientes. La mayoría de los Borgens son escritores (éste es el título original de la película, creo que más adecuado) y la creación literaria les sirve para expresar sus miedos y vivencias… y seguir en el día a día.

Cuando empieza el año el padre lleva tres años separado de su mujer pero todavía con la esperanza de que va a regresar. Ella se fue con otro. Pero él espera… y no escribe. Se dedica a ‘vigilar’ la vida de su ex por una de las ventanas de su nuevo hogar y de vez en cuando se acuesta con su vecina, una activa y joven mujer casada. También está pendiente de sus dos hijos: un adolescente que vive con él y una joven hija que ya es universitaria… los dos tienen maneras distintas de vivir el amor en un año que será crucial. Él está enamorado de una chica de su clase que arrastra problemas con las drogas. Es tímido y romántico… y un amante de las novelas de Stephen King. Ella prefiere el sexo al amor, no comprometerse nunca. Dice que es realista. Está muy enfadada y resentida con su madre. Y además va a publicar su primera novela… y va a conocer a un chico que no quiere sólo sexo con ella…

Y así entre el amor y el desamor transcurre Un invierno en la playa con buena banda sonora de fondo y una galería de actores absolutamente creíbles. El matrimonio Borgens está formado por Greg Kinnear y Jennifer Connelly (a mi parecer saca adelante el papel más complejo. Ella es la ‘musa’ de la familia pues a parte de ser la única que no crea, es la que desestabiliza el ‘orden’ familiar… y la que hace que todos sufran su personal transformación… incluida la propia). Los hijos tienen los rostros de Lily Collins y Nat Wolf y te los crees absolutamente como jóvenes adolescentes en fase de descubrir la vida. Y pese que las sorpresas de argumento son más bien pocas, sin embargo, el espectador se siente enganchado a cada uno de los personajes y a sus avatares amorosos… mientras pululan en una playa que se convierte en testigo de sus vicisitudes (y tópicos, sí no os voy a engañar). Así en un año cada uno de los miembros de la familia Borgens tiene un recorrido y una transformación. Un cuento familiar con final feliz donde no hay sitio para la desgracia o la mala baba y el cinismo… Y que queréis que os diga, a veces, apetece uno de estos finales. Aunque lo sepas desde el principio… pero te alegra enormemente que suene el teléfono y que llamen a la puerta.

Guerra mundial Z (World War Z, 2013) de Marc Forster

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Siento debilidad por Marc Forster. Es uno de esos directores a los que a partir de una película les guardo fidelidad cada vez que estrenan en la sala oscura. Forster lo que toca sabe darle un toque especial, sabe rodarlo y dirigir bien aunque los últimos derroteros de su carrera me han desconcertado (de un cine intimista a cine de acción pura). Así Guerra mundial Z es más que el blockbuster del verano y más que todos los rumores que han rodeado su rodaje (digno de formar parte de los míticos rodajes infernales. Además los fans de la novela que adapta se han mostrado más que desencantados)… queda una película apocalíptica y de catástrofes con zombis (la metáfora estrella del siglo XXI sobre el futuro comportamiento de la humanidad) de fondo y la lucha de una familia (de nuevo otra familia) por sobrevivir en el caos. Dentro de esos argumentos que no varían demasiado nos encontramos con otro héroe a su pesar (con el rostro del actor y productor Brad Pitt) y con una ‘aventura apocalíptica’ que no deja un respiro al espectador. Desde la primera escena toma un ritmo vertiginoso y ya no te suelta hasta un final que es sólo un principio.

Así Marc Fosters hace que el espectador no pueda respirar tranquilo ni un solo segundo. Primero es un embotellamiento de tráfico misterioso, después nos vamos a una Corea fantasmal, desembocamos en Israel, volamos en un avión infectado y acabamos en un hospital donde quizá haya una mínima esperanza… Los humanos se transforman en zombis y se comportan como un ejército de hormigas que no dejan a nadie en el camino… Es una plaga que se extiende sin piedad, la naturaleza no perdona. Y el héroe tiene que encontrar el antídoto antes de que todos se conviertan en zombis…

Así Guerra Mundial Z forma parte de un subgénero —donde los protagonistas son los zombis (o seres más que extraños pero que les gusta comer carne humana)— que está resucitando con fuerza en este siglo con películas (con referentes literarios) como La carretera, Soy leyenda, Zombieland… donde las metáforas que pueden crearse son potentes. Así vemos ese Israel militarizado que se ha convertido en un estado-muralla donde la obsesiva seguridad no vale de nada y donde se advierte que se han equivocado siempre de ‘enemigos’.

Yo estuve durante toda la proyección en tensión… no pude estar tranquila ni un sólo segundo. Desde ese embotellamiento de tráfico hasta ese paseo por los pasillos de un hospital lleno de amenazas… pasando por ese avión donde algo ocurre tras las cortinas.

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