Westerns atípicos. La metamorfosis de un género (II). El día de los tramposos (There was a crooked man, 1970) de Joseph L. Mankiewicz

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Los ecos del Nuevo Cine Americano ya estaban en plena eclosión en 1970. Y esos ecos era una mirada diferente sobre diversos temas. A esa mirada influyeron los tiempos que corrían de desencanto y cambio, la caída del código Hays y del sistema de estudios y una nueva generación de trabajadores del cine (directores, guionistas, actores…). Pero muchos de los ‘maestros’ siguieron creciendo y creando últimas obras fascinantes… Uno de los que siempre arriesgó, tanto en sus guiones como en las películas que dirigió, fue Joseph L. Mankiewicz. Así en su penúltima película toma un género que no había trabajado nunca, el western, y realiza uno atípico pero fascinante, como ya ocurrió cuando llevó a cabo su único musical Ellos y ellas. Su desencanto con el género humano casa con el desencanto de los tiempos y crea una película cínica y demoledora con humor negro pero con dosis de amargura (o por lo menos a mí me ha provocado amargura). Además esta vez no escribió el guion sino que se apoyó en el de dos jóvenes creadores que ya habían ofrecido la historia de Bonnie and Clyde (que se suele nombrar como la película inaugural del Nuevo Cine Americano).

El día de los tramposos refleja toda una galería de hombres ‘deshonestos’ que terminan en una prisión federal de Arizona perdida en medio del desierto. Y en esa prisión el grupo gira alrededor de dos hombres: el encantador bandido con gafas, Paris Pitman, y con rostro de Kirk Douglas y el nuevo alcaide (antiguo sheriff disparado en la pierna por uno de los ahí encerrados e incapacitado para seguir ejerciendo) con ganas de reformar los métodos arcaicos de la prisión con otros más humanos y sociales (dotar a la cárcel de comedor, enfermería u otro tipo de ocupaciones para los presos…) y una aparente moral inquebrantable con rostro de Henry Fonda. Y sobre todos ellos medio millón de dólares, que tan solo sabe su paradero el bandido Paris Pitman (pues él mismo los robó y escondió). Por eso el objetivo de este hombre será huir de la prisión a toda costa… y busca aliados.

… en esta película del oeste más que la acción, funciona la picaresca y la inteligencia para salir vivo de la prisión y conseguir el botín que permitirá una vida sin ley y con dinero al otro lado de la frontera, en México. Así Paris Pitman engatusa a todos sus compañeros de celda pero también al nuevo alcaide (con el antiguo había pactado un ‘reparto’) y a los propios espectadores que caen rendidos (como servidora) a sus encantos. Es un hombre con carisma. Sin embargo, desde el principio se nos advierte de que es un bandido sin escrúpulos y que utiliza a las personas para conseguir sus fines, sobre todo, quedarse con el botín. Como también somos conscientes de que pie cojean cada uno de los asesinos, estafadores, antiguas glorias (y de sus debilidades)… que conviven en la celda. Aunque no se para ahí El día de los tramposos, igual de deshonestos que la pandilla que se encuentra encerrada en la celda, son los hombres de bien: el padre de familia, el juez, los guardianes, el antiguo alcaide e incluso el hombre que nos parece más honesto de la función nos ofrecerá su cara oscura, su rostro oculto (sin embargo, y parece ser que hubo cortes en su papel, el de Henry Fonda es el que me parece menos logrado aunque es fundamental para la trama y la sola presencia de Fonda le otorga un poderoso final). El día de los tramposos es un sálvese quien pueda. Y el que sea más hábil jugando, se llevará el botín. El más inocente (que lo hay) perderá la vida sin entender que es lo que ha ocurrido, ni saber que ha sido vilmente manipulado. Otros se darán cuenta del engaño. Y el de más allá perderá la cordura. El de más acá se creerá vencedor pero no se dará cuenta de que hay un destino, un factor suerte…

A pesar de parecer un western vodevil envuelto en película carcelaria con reformas sociales, El día de los tramposos es una demoledora película sobre lo sombrío de la condición humana muy acorde con los tiempos que corrían (y con los que corren ahora)… Tiene un ritmo alegre, divertido y pícaro pero por detrás va dando mazazos, golpes y dejando a la luz un mundo oscuro, triste y perplejo. Cuenta con una galería de actores excepcional pues a Kirk Douglas y Henry Fonda, se unen unos secundarios de lujo, con unos personajes maravillosamente perfilados, como los geniales Hume Cronyn (estafador, homosexual y pintor de ángeles con sexo), Burgess Meredith (una leyenda que se hace llamar Kid y lucha por no volverse loco) o Warren Oates (toda su vida traicionando buscando tener un amigo de verdad…).

Un western atípico que logra congelarte la sonrisa. Pero, como siempre rodado con ingenio, con un arranque estupendo que además es la mejor presentación de cada uno de los protagonistas… y un final tan inesperado como demoledor…

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Westerns atípicos. La metamorfosis de un género (I). 7 mujeres (7 women, 1966) de John Ford

7 mujeres

A finales de los años sesenta y durante los setenta el género western está en continuo cambio y transformación. ¿Canto de cisne o innovación-cambio de un género que se negaba a dar sus últimos coletazos? Así durante estos años, no sólo nace una variación interesante como el spaghetti western, sino que surgen una serie de westerns atípicos con miradas diferentes que ofrecen nuevas miradas del género (no sólo la crepuscular… también una visión que va unida al desencanto y a los aires de protesta de estas dos décadas).

Si tan solo hace unos días hablábamos de un western atípico como Pat Garrett y Billy El Niño, ahora quisiera reflejar este interesante periodo de metamorfosis del género en tres post. Primero con la última obra de John Ford, el director de películas del Oeste se despide con una triste película que no es estrictamente un western pero sin embargo emplea las claves del género para contar una historia con aires de tragedia clásica. Después seguiremos con la obra de un director (su penúltima película) que tan sólo haría en toda su carrera un único western, El día de los tramposos (recuperada de la memoria gracias a un texto de Francisco Machuca). Esta obra de Joseph L. Mankiewicz ofrece una mirada ácida con ecos de comedia negra y desencanto hacia un viejo Oeste complejo. Y por último cerraremos este breve ciclo con Las aventuras de Jeremiah Johnson de un joven realizador que empezaba a despuntar en los setenta, Sydney Pollack, que encontró en el western una manera de expresar su desacuerdo con el sistema imperante…

La última de Ford

Un Ford anciano aborda un relato cinematográfico desgarrado y desencantado: 7 mujeres. Y se despide del cine con una película que a primera vista parece que no es un western. La historia que nos cuenta Ford no transcurre en los paisajes habituales ni en campo abierto. El salvaje Oeste desaparece y se cambia por un lugar lejano, frontera de China con Mongolia, un lugar en guerra. El fuerte del Oeste se transforma en una misión claustrofóbica dirigida por una mujer de carácter e intransigente (Margaret Leighton). Una película que fue incomprendida en su momento, que no es fácil de encontrar una copia en condiciones, que no sólo no fue valorada por los espectadores del momento, sino tampoco por los críticos. 7 mujeres ha sido valorada algo mejor con el paso de los años y en los distintos análisis sobre la obra completa de John Ford. Por ejemplo analiza y cuenta muy bien cómo fue el rodaje (así como sus dificultades) y proporciona un análisis crítico completo y lleno de matices, uno de los expertos en la filmografía de Ford, John McBride en su libro Tras la pista de John Ford (publicado por T&B Editores, 2004).

John Ford abandona el salvaje Oeste pero no las claves del género. Es decir 7 mujeres está contada en clave de western clásico. Además se pueden encontrar similitudes con uno de sus westerns más míticos e importantes a la hora de comprender el lenguaje del género: La Diligencia. Y esas similitudes se encuentran sobre todo en dos aspectos fundamentales: un personaje principal que muestra, por contraste, la hipocresía y doble moral de la burguesía (y en este caso de las organizaciones religiosas). La representación del otro sin rostro, de manera simplista… ellos son el mal y la fuente de problemas para los protagonistas (además de sus propios choques, de sus complejas relaciones interpersonales, y obstáculos). En La Diligencia eran los indios, impersonales, los que provocaban las situaciones límites entre el grupo que viajaba en un medio de transporte que era continuamente atacado (y después también en la posada). En 7 mujeres los bandidos mongoles son presentados sin matices, son unos ‘bárbaros salvajes’ y violentos, no hay más lectura. Pero se pueden encontrar otros puntos de unión como, por ejemplo, la mujer embarazada que pone más al límite la situación del grupo que trata de sobrevivir frente al enemigo. Así el personaje de Anne Bancroft puede ser una fusión entre la prostituta y el doctor de La Diligencia (como aquel maravilloso Thomas Mitchell, la doctora Cartwright también bebe). Además de tener ecos de otro personaje femenino fordiano, Kelly, la morena de turbio pasado con rostro de Ava Gadner que eclipsaba a cualquier personaje que apareciese en Mogambo.

La película, como en las del Oeste, ocurre en un territorio de frontera sin ley. Y como siempre Ford presenta un abanico de personajes (esta vez prácticamente todos femeninos) complejos, nada planos, que se relacionan entre sí. Lo que cuenta sobre todo 7 mujeres es el enfrentamiento de poderes entre dos mujeres con miradas diferentes ante la vida. Una se termina sacrificando por todas, sin pedir nada a cambio… sería el fuera de ley de las películas del Oeste (que parece que va a lo suyo) pero sin embargo actúa y decide salvar a los demás. Y la otra, en un principio mostrada como fuerte e intransigente, va perdiendo la cordura y el respeto del grupo (además con sus actos podría haber conducido a todos a un final desastroso) además de mostrar sus miedos, represiones y frustraciones. Las demás mujeres se van relacionando de distinta manera (algunas evolucionan de la primera escena a la última) con las dos líderes… Sobre todo dos de los personajes: la joven misionera (Sue Lyon) y la segunda de bordo de la inflexible directora de la misión, con la cara de Mildred Dunnock.

Tan solo hay un personaje masculino en el grupo americano (y británico) de la misión que además desaparece a mitad de esta historia con rostro de Eddie Albert (otra vez en nuestro blog, hace nada nos visitó con Attack). Un personaje complejo que evoluciona hasta que es eliminado para que se queden las siete mujeres solas en una situación límite. Cuando pregunta la doctora en su primera cena con sus nuevos compañeros de viaje: “cómo se siente como único gallo de este gallinero”… y él contesta con una risa ridícula, define a la perfección su personaje. Así la interpretación de Albert evoluciona de un hombre anodino y asustadizo que ha guiado su vida para ser predicador… hasta un hombre que toma conciencia de que se ha equivocado de rumbo y despierta… pero ya es demasiado tarde para él (sin embargo, logra que pueda ser recordado con respeto cuando por primera vez toma las riendas de su vida con una mirada realista).

El personaje bombón es el de la la doctora Cartwright, sin embargo, así como Ford dejaba un final optimista tanto para la prostituta de La Diligencia o para la Kelly de Mogambo, a la doctora la deja sola en su sacrificio, en su acto de heroísmo. A su acto de entrega, sin pensárselo dos veces, le sigue su suicidio ante un futuro de dominación, sumisión, en un mundo salvaje y sin reglas. Así Ford nos deja una de sus imágenes hermosas e icónicas… la silueta de una mujer con un kimono ante una puerta que significa la muerte… 7 mujeres se convierte en una despedida triste del director que hacía películas del Oeste. Una despedida en un territorio alejado del western pero que comparte sus claves fundamentales para contar una historia.

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Pat Garrett y Billy El Niño (Pat Garrett y Billy The Kid, 1973) de Sam Peckinpah

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Allá por el año 1970 Michael Ondaatje escribió un pequeño libro titulado Las obras completas de Billy el Niño… En el libro mezcla fotografía, testimonios, poemas, entrevistas para construir una peculiar biografía de Billy y todos aquellos que formaron parte de su vida, sobre todo Pat Garrett. Michael Ondaatje rememora y cuenta muchas anécdotas presentando un Oeste violento y duro carente de la mitología cinematográfica en los años de oro del género. Es una obra innovadora y libre, poética. Mucho de lo que narra Ondaatje… quedaría reflejado en Pat Garrett y Billy El Niño de Sam Peckinpah… y también el espíritu de esta pequeña obra. No tengo ni idea de si Peckinpah había leído a Ondaatje o si éste vio la película… pero eran los años setenta y atrapan ambos la poética del desencanto. El camino crepuscular…, el quitar atributos a los ‘héroes’ legendarios del Oeste pero crear otra mitología del hombre forajido y libre de triste destino porque su lucha contra el sistema es vana. De las amistades rotas… De los perdedores que terminan sacrificados…

Pat Garrett y Billy El Niño alcanza sus cotas más altas de belleza en una escena que empieza con la violencia más desgarrada, a cámara lenta y sangre a borbotones, y termina con una mirada de amor tierna y dolorosa. Todo ha terminado. Pero contemplo las nubes que se reflejan en el agua… Perdedores, violencia, un tiroteo a muerte y una belleza deslumbrante. De fondo Knockin’ on Heaven’s Door de Bob Dylan. Esta escena es protagonizada por unos secundarios… personajes arrastrados por el enfrentamiento de dos que fueron amigos pero ahora andan en bandos distintos (por ver la vida de diferente manera: uno piensa en el futuro, el otro solo vive el presente). Ella es Katy Jurado, él es Slim Pickens…

Y es que Pat Garrett y Billy El Niño, como la obra literaria de Michael Ondaatje, es contada a base de desgarrones, dolores y golpes… Puede que toda la película sea las visiones de un moribundo Pat Garrett. O que un testigo de la historia, Alias (Bob Dylan), dejara de ser un simple observador silencioso de la historia para convertirse en bardo. Sam Peckinpah cuenta una historia cuarteada, descuartizada como las gallinas a las que disparan, para divertirse, al principio de la película y mostrar su puntería… Todos los personajes desde Billy hasta Pat… terminarán con sus miembros descuartizados, una muerte sin épica, veloz, violenta, rápida, sin posible reacción. El disparo es brutal y el peor el del estómago…

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El Oeste presentado es brutal, sin concesiones. Los que eran forajidos portan una estrella y se convierten en ley por los poderosos. Y así siguen a otros forajidos que prefieren seguir fuera del sistema. Se matan entre ellos y todos en la mirada saben de traiciones y disparos por la espalda, sin tiempo de heroicidades. Brutal en todos los sentidos. Pero a veces quedan resquicios de momentos de amistad y placer. Traicionar esas amistades, rompe a algunos. Billy se queda con la poesía y la coherencia, él dice que no matará a Pat porque es su amigo. Él es bestia por naturaleza, forajido sin ley, libre sin ataduras… A Pat le queda la melancolía y el grito de haber disparado al amigo fiel. Quería vida tranquila, futuro asegurado, ser un rico jubilado… Pero se convierte en hombre con alma fracturada.

Mujeres por el camino, algunas solo para el placer, otras luchan junto al compañero (unas se cansan de esta vida y otras les ven morir). Las mujeres en el cine de Sam Peckinpah no salen muy bien paradas, no estaría mal un análisis de las féminas en sus películas (me faltan bastantes de su filmografía para realizar un debate intenso y bien argumentado). Menos mal que aquí está Katy Jurado. Algunas son fuente de placer (las prostitutas suelen estar presentes), otras de problemas. Unas son solo víctimas, otras solo arpías. Muchas veces rompen el corazón. Otras solo inocencia y ternura, en silencio, reposo sumiso de un Bill a punto de fallecer. Rara es una Jurado que sea compañera, luchadora, fiel, dura y dulce a la vez… aunque solo salga unos minutos.

… Y dos actores carismáticos con unas voces que describen a sus personajes (imprescindible escucharla en versión original)… James Coburn y Kris Kristofferson. La complejidad de Coburn, que va fragmentándose y rompiéndose con cada muerte hasta fracturarse con la muerte del amigo… y disparar contra su propia imagen en un espejo que se quiebra; se enfrenta a un Kristofferson de mirada profunda y sonrisa perenne que lleva en el rostro su final trágico.

La música de Bob Dylan ayuda a su contemplación y a las ganas de llorar que te provoca una película tan dolorosamente hermosa y fracturada…

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Horizontes lejanos (Bend of the river, 1952) de Anthony Mann

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Horizontes lejanos además de ser una película tremendamente entretenida y emocionante esconde toda una simbología —con gotas de ‘épica’ bíblica y mitología— y no se aleja del western psicológico que estaba alimentando Anthony Mann con ese héroe, más humano y por ello más complejo, con rostro de James Stewart. Tan solo dos años antes Ford había llevado a cabo un western donde representaba el viaje simbólico de una caravana de mormones que buscaban unas tierras donde asentarse y se hacía acompañar por dos rudos vaqueros para poder cumplir su objetivo. Ese viaje es transformador para todos (y no falta la emoción, la amenaza y visitantes que se unen a la caravana como un grupo de comediantes…). Me refiero a la olvidada Caravana de paz. Pues bien Mann retoma otro viaje de una caravana de emprendedores colonos (y creyentes colonos, no se obvia que son comunidades tremendamente religiosas) para darle también un significado simbólico y psicológico. Esta vez la caravana viaja en compañía de un hombre que les está ayudando a cumplir su objetivo (asentarse en unas tierras). Ese hombre se llama Glyn McLyntock y tiene el rostro de James Stewart.

Glyn McLyntock tiene un pasado que le atormenta (huye de él) así que convierte en objetivo de su vida el llegar a una ‘tierra prometida’ y asentarse junto a los colonos como granjero y agricultor. Emprender una nueva vida. Ese pasado es ser un fuera de ley (figura fundamental del universo western) y dejar de lado la violencia… Sin embargo (de nuevo la complejidad) sin ese conocimiento que tiene Glyn de la ‘violencia’ difícilmente la caravana lograría llegar a ese mundo prometido. Es decir sin un Glyn siempre al acecho, con un instinto de la supervivencia tremendamente desarrollado, sin miedo alguno de empuñar un alma y matar… la caravana no alcanza el final de su viaje.

Pero para complicar más la trama si cabe… Anthony Mann proporciona otro compañero de viaje a McLyntock. Se trata de Emerson Colt (Arthur Kennedy), otro fuera de ley. Entre McLyntock y Colt se establece una fuerte relación de amistad y de cuentas pendientes (en distintos momentos cada uno salva la vida del otro) además de entender un mismo lenguaje. Pero la relación irá evolucionando hasta convertirse en un enfrentamiento a muerte. El motivo: uno decide seguir siendo un fuera de ley y el otro quiere dejar esa vida atrás… Y en medio y ‘objeto de disputa’, una caravana de alimentos y subsistencia fundamental para que cien colonos, ya asentados, puedan pasar su primer invierno en las montañas.

Así surge la metáfora en la que se sustenta toda la película y la relación y evolución de estos dos personajes (que podrían ser uno). El patriarca de la caravana de colonos, un hombre creyente, sabio y tremendamente conservador (Jay C. Flippen) le cuenta a McLyntock una metáfora. Está convencido de que los fuera de ley no cambian y son manzanas podridas a las que hay que sacar del barril pues pueden extender la podredumbre y afectar a las manzanas más sabrosas. A través del largo viaje el significado de esta metáfora se va alterando para cada uno de los personajes principales de la trama. Nada es blanco o negro, existen los matices.

Mann señala a través de su película que uno de los motivos que pueden cambiar a un hombre y cambiarle a peor es la ‘fiebre del oro’ (tema maravillosamente ilustrado por John Huston en El tesoro de Sierra Madre). Así la caravana llega en un principio a una localidad donde todo es armonía y que les recibe con los brazos abiertos antes de irse a las montañas a asentarse en la tierra prometida. En esta tranquila localidad, llena de buena gente colaboradora, hacen un trato para que en un mes les suban los alimentos necesarios y además dejan a la ‘chica’ de la caravana que necesita recuperarse pues ha sido herida por los indios. Cuando ya una vez en las montañas, ven que no llegan los suministros, el patriarca y el pistolero (James Stewart) regresan a la localidad que se ha convertido en un lugar hostil, sin ley, dominado por el juego y otros vicios, donde los amables habitantes se han convertido en ambiciosos… Y allí el pistolero volverá a encontrarse con su compañero de aventuras y con una chica que ha cambiado…

Pero además Horizontes lejanos es puro entretenimiento a todo color (aunque en el dvd que poseo este color está tremendamente perjudicado) y domina las claves del western. Así aparecen los indios, se habla de la guerra civil norteamericana, los grandes parajes, las montañas, los ríos, los enfrentamientos, los linchamientos, los jugadores, las traiciones, las fuertes amistades, la venganza pero también el amor y la cotidianeidad de la vida dura en el salvaje oeste. Por último señalar que así como en Winchester, Rock Hudson tenía un pequeño papel como jefe indio, su carrera sigue evolucionando con Mann y ahora en Horizontes lejanos es uno de los personajes secundarios de la trama como un joven jugador cuyo corazón queda atrapado por una dama de la caravana y que se convierte en amigo inseparable de McLyntock y Colt. Su dilema es: ¿a quién seguirá cuando el enfrentamiento sea ya insostenible?

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Winchester 73 (Winchester 73, 1950) de Anthony Mann

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… tenía una vieja asignatura pendiente y era analizar la obra de un dúo de cine que colaboraron juntos en ocho películas (cinco de ellas western). Estoy hablando del actor James Stewart y el director Anthony Mann. La inauguración de esta relación profesional ocurrió con Winchester 73, un western redondo de estructura perfecta pero a la vez emocionante. Y así iniciaré un pequeño ciclo que incluirá aparte de Winchester, Horizontes lejanos y Tierras lejanas.

¿Por qué esta colaboración es importante en el género de películas del Oeste? Porque supone un paso más y la evolución definitiva de una innovación importante que se estaba dando en el género… Supuso además un antes y un después en la carrera de James Stewart como actor y en la percepción que tenían de él sus seguidores. Suponía la evolución del héroe del western en un terreno de ambigüedad moral. Los límites entre el bien y el mal ya no estaban tan claros y los héroes de Mann son psicológicamente complejos. Y esa complejidad tenía el rostro de James Stewart. Poco tienen que ver los personajes de John Wayne con los de James Stewart (y ambos lo demostrarían juntos en un western maravilloso de John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance). Y poco tienen que ver tanto en presencia física como en psicología y comportamiento.

Winchester 73 tiene un mecanismo de construcción circular y perfecto que no impide no sólo un buen ritmo sino un relato inquietante, una intriga que atrapa y unos personajes muy atractivos… El título se refiere a un rifle mítico que va pasando por distintas manos y cuyo periplo va unido a una historia obsesiva de venganza. Una venganza con complejos lazos familiares…, un misterio por desvelar que llega a su culminación cuando la chica de saloon encuentra una fotografía…

Este western significó dos cosas en la carrera de Stewart. Una a nivel profesional (y de cambiar los códigos de relación actor-productora) y otra respecto su imagen proyectada. En esta película Stewart no recibió un salario sino que firmó una cláusula en la que se especificaba que el actor recibiría un elevado tanto por ciento de los beneficios de la película… Una película que funcionó… Esto supuso la constatación de que algo estaba cambiando en la industria y en su sistema de estudios. Las reglas se estaban transformando y la caída del sistema se avecinaba… Los actores iban adquiriendo un poder sobre sus carreras antes inimaginable…, ya se negaban cada vez más a ser simples marionetas de los estudios.

Por otra parte Stewart proyectaba una imagen determinada a los espectadores, que le adoraban, que sobre todo alimentaban sus comedias pero también sus incursiones en otros géneros: el personaje de Stewart era un hombre bueno (así le ocurría también a su amigo Henry Fonda). Sus héroes eran coherentes, rectos, idealistas, morales, amables, bondadosos… Anthony Mann complicó esta imagen, introdujo la ambigüedad, las sombras del héroe bueno (también estaba contribuyendo a este cambio Alfred Hitchcock…, y se notaba esta evolución en su carrera junto a Frank Capra). Revistió de humanidad a unos personajes moralmente complejos. Así el héroe de Winchester es obsesivo, vengativo y violento aunque nos posicionamos a su lado… porque a la vez es un buen amigo, respetuoso, valiente… No se queda tranquilo ni encuentra un atisbo de paz hasta culminar lo que se ha propuesto, la venganza. Pero los límites del bien y del mal para llevarla a cabo se tambalean continuamente…

Por otra parte Mann contribuía y establecía un nuevo paso en el género del western: dar cada vez más importancia al componente psicológico convirtiendo las historias en más difíciles y complejas pero a la vez más atractivas… y todo ello con un respeto absoluto a las claves del género y con su mitología particular. En Winchester 73 aparecen los indios, la chica de saloon, el séptimo de caballería, los forajidos, las diligencias, los carros, personajes míticos como Wyatt Earp (que aparece como personaje) o el general Custer (al que nombran varias veces)… Además de un dominio de la narrativa cinematográfica y de la puesta en escena sin igual que permite escenas tan brillantes como el concurso, al principio de la película, y que arranca toda la acción. La presentación de los personajes principales y del conflicto mientras se celebra el concurso para ganar un rifle mítico es un mecanismo perfecto y redondo.

Además de James Stewart y su contrincante Stephen McNally (un actor que no tuvo nunca la categoría de estrella pero sin embargo tiene una carrera con títulos a tener en cuenta), la galería de buenos actores que además construyen sus personajes en esta película es toda una fuente de satisfacciones para el espectador. Así la chica de saloon (un personaje que podía haber sido plano y sin embargo está resuelto de manera atractiva con un montón de matices y detalles) está maravillosamente interpretado por una actriz que creo hay que reivindicar una y mil veces, Shelley Winters. El forajido chulesco, algo psicópata pero con un gran sentido del humor no podía ser otro que un magnífico Dan Duryea. Y el mejor amigo de James Stewart (que es el que le contiene, su Pepito Grillo particular) tiene el rostro de Millard Mitchell, uno de esos secundarios efectivos que cuando aparecen en pantalla, siempre nos suena su cara. Otra cosa que me encanta de esta película es encontrarme con dos actores que empezaban su carrera y que pronto se convertirían en estrellas: Rock Hudson, ataviado de jefe indio (y uno de los dueños del famoso rifle) y un joven Tony Curtis, como un joven soldado del séptimo de caballería. Y los dos ya muestran su carisma.

Así que este dúo de cine empieza su colaboración con una película de estructura perfecta que además de lidiar con la mitología y las claves del western proporciona una nueva mirada, un paso más para el género.

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La ley de talión (The last wagon, 1956) de Delmer Daves

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Comanche Tod es un héroe complejo de un western que ha caído en olvido de Delmer Daves. Comanche Tod (con el increíble rostro de Richard Widmark) es presentado en las primeras escenas como un fugitivo y asesino a sangre fría de sus perseguidores. Finalmente es capturado y su superviviente capturador con estrella de sheriff es un hombre desagradable que en todo momento le tortura y le trata como si fuera un animal, peor. Inmediatamente el espectador se pone de lado de Comanche Tod (sin haber entendido todavía su frialdad matando a sus perseguidores) como les ocurre a muchos de los colonos que se cruzan en el camino de tan singular pareja, sobre todo a un niño y su joven hermana. Todos se encuentran además en el peligroso territorio apache. Empieza así un camino de redención del héroe, de Comanche Tod.

Delmer Daves es de esos cineastas que se sabe que existe pero se les deja en un discreto segundo plano. Sin embargo si se indaga en su carrera cinematográfica se descubre a un director interesante que además hizo evolucionar un género como el western, sobre todo a nivel de contenido. Daves fue de los primeros que trató desde otro prisma y punto de vista a los indios. Ya no eran los malos sino también las víctimas. El problema entre vaqueros e indios se ‘reviste’ de muchos más matices y complicaciones. Ni unos son tan malos ni los otros tan buenos. Daves muestra cómo el pueblo indio en realidad está siendo masacrado y lo que intenta es defenderse y defender lo que hasta ahora han sido sus tierras. Así Daves empieza a crear héroes-puente entre los dos mundos o concepciones de vida en el salvaje Oeste. Y así nació en 1950 Tom Jeffords (James Stewart), héroe que en Flecha rota trata de llevar a cabo un tratado de paz con el apache Cochise y su pueblo… y de paso se queda prendado de una hermosa india. Comanche Tod es otro héroe-puente, él es un hombre blanco adoptado de niño por los indios. Un fuera de ley muy especial.

Así La ley de talión se convierte en un viaje lleno de obstáculos donde un grupo de jóvenes colonos con niño se verán solos en un paisaje hostil cuando los apaches terminan con sus familiares. El único superviviente con más edad es un asesino que iba camino a la horca (así se lo han presentado), Comanche Tod. Deberán confiar ciegamente en él para sobrevivir. Y él no les abandonará en esta empresa…, es más está dispuesto incluso a morir por ellos. Siempre se dice que es de buen nacido ser agradecido… y especialmente lo será con tres de los jóvenes que mostraron simpatía y compasión desde que le vieron aparecer.

Así todos jóvenes están perfectamente construidos: algunos muestran su total rechazo ante el nuevo líder y otros no sólo le seguirán sino que se irá transformando su admiración hacia el héroe… Es más una de las jóvenes se enamorará y su hermano se sentirá atraído desde el principio por Comanche Tod (como el niño de Raíces profundas por el pistolero desconocido)que terminará sintiéndole como una figura paterna. Entre los jóvenes hay además dos hermanas con una compleja historia, ambas son hermanas de padre: una es blanca y la otra es mestiza. La blanca es una joven que odia profundamente al otro, al diferente: se avergüenza de su hermana y rechaza la autoridad y experiencia de Comanche Tod.

Delmer Daves presenta una aventura de ritmo trepidante en que no deja ni un solo segundo de respiro y a la vez va construyendo las relaciones y los lazos de esta ‘extraña familia’. Comanche Tod va dejando ver a un hombre desencantado que ha sufrido de pasado duro y oscuro que va recuperando una ilusión por el futuro incierto al recibir la admiración y el afecto sobre todo de una joven y su hermano. También deja una escena de romanticismo exacerbado, en un momento de máxima tensión, cuando Comanche Tod le cuenta a la joven (con rostro de Felicia Farr, habitual en varios de sus western y que se convertiría en señora de Jack Lemonn) que él prefiere tener a las estrellas por techo. Que para él hogar es estar con las personas que ama. Y le va contando un hipotético e imposible futuro… donde llevarán su tienda india a lugares hermosos y donde serán libres para amarse.

La ley de talión es un western para rescatar del olvido.

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Diccionario cinematográfico (204)

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Peinados: Hay muchas formas de arreglarse el cabello y el cine lo ha mostrado. Además de un fenómeno curioso: hay actores y actrices que se identifican con un peinado determinado o existen personajes de ficción que un peinado los define y describe. Es un mundo apasionante para explorar (como tantos que nos deja el cine).

La idea me ha venido a la cabeza al recordar cómo el pelo y los peinados de las protagonistas de La vida de Adéle dice mucho de su personalidad e incluso supone un salto en el tiempo y la división de la narración cinematográfica en dos partes. Por una parte tenemos a Adéle adolescente, siempre desubicada e insegura, y esos matices también los refleja en su pelo: nunca se siente a gusto con él. Se lo suelta, se lo recoge, se lo vuelve a soltar, se lo toca, no se lo toca… Y en la segunda parte su personaje algo más calmado (pero no mucho menos desubicado) tiene algo más cuidado y arreglado su pelo pero sigue cambiando una y otra vez en un mismo momento (coleta, sin coleta, moño). Y por otro tenemos a su amor, Emma. Cuando se cruza por primera vez con ella, llama tremendamente la atención su pelo corto azul. Y destaca. Después cuando pasan unos años Emma se tiñe el pelo de rubio. Si el azul era pasión y deseo, el rubio se convierte en melancolía, tristeza, desencanto…

Hay actores que sufren una metamorfosis de pelo con cada aparición en pantalla. El caso más estudiado y analizado (y no es coña) es Nicolas Cage y sus diferentes peinados o pelucas.

Y hay peinados que eclipsan el personaje. Hubo un momento en que se habló más del corte de pelo y peinado con flequillo imposible que lucía Bardem en No es país para viejos que de su malvado personaje.

Otras veces el peinado simboliza un estado de ánimo o un sentimiento del personaje o… un poder determinado. Muchas veces el reivindicar un peinado significa libertad, rebeldía o también cómo se siente en esos momentos la persona que está frente al espejo… Me vienen a la cabeza cinco momentos. En la reciente película de David Trueba, Vivir es fácil con los ojos cerrados, el joven adolescente protagonista quiere llevar el pelo largo y sufre el rechazo no sólo de su padre sino también de unos hombres en un bar de Almería que le supondrá vivir un momento traumático. En Espledor en la hierba la inestabilidad emocional y mental del personaje de Natalie Wood es evidente cuando en un momento dado frente al espejo decide cortarse su tradicional melena de buena chica con unas tijeras y cambiarse el peinado como una flapper. Los moteros de Easy Rider no son muy bien recibidos en las distintas localidades donde pasan, son unos melenudos… Y en La hija de Ryan el castigo brutal que recibe la protagonista de los habitantes del pueblo irlandés donde vive por su infidelidad con un soldado del ejército británico es la de cortarle salvajemente sus largos cabellos. Imposible olvidar al pobre Sansón con rostro de Victor Mature y cómo pierde su fuerza cuando le cortan su melena…

También el peinado es una cuestión estética y hay hombres y mujeres muy habilidosos en estas lides. Aquí vamos a hacer homenaje a Eduardo Manostijeras… que en la localidad donde vive no sólo poda de manera maravillosa los jardines sino que realiza creaciones espectaculares en los cabellos de las damas del lugar.

Y como no según vaya peinado el personaje podemos saber en qué época transcurre la película o en que momento de su vida se encuentra. Así en las películas que reflejaban los años setenta o que recrean estos años abundan pelos largos bien lisos o bien rizados y en las de los años ochenta los cardados en las mujeres y los peinados imposibles pasados por la peluquería en los hombres. O en una buena película de época que se precie sus personajes estarán exquisitamente peinados… Aquí la lista de películas sería interminable. Pero nombremos tres de cada época nombrada. Para los años setenta me decanto por la ópera rock Jesucrito Superstar. Los ochenta y sus peinados imposibles reflejados en una película de adolescentes difíciles, El club de los cinco. Y para película de época tomemos Maria Antonieta de Sofia Coppola.

Hay personajes totalmente identificados con un peinado (aunque a lo largo de la película aparezcan con otros), por ejemplo, Holly Golightly no sólo se la identifica con el traje negro sino también con un maravilloso moño. O cuando hay una película de indios y vaqueros, las damas indias habitualmente van a tener el pelo negro y dos trenzas. Pasa lo mismo con las mexicanas. Así recordamos a Sarita Montiel, Debra Paget o Jean Peters… con sus pelos negros y sus apretadas trenzas. Y los indios también pelo oscuro o suelto o también modalidad trenzas: así tenemos a Burt Lancaster en Apache. O Dorothy en el camino de baldosas amarillas no sería la misma si no tuviera dos coletas.

Recordamos a actrices que repitieron su peinado en distintas películas y representando diferentes personajes. Jean Seberg y su pelo corto y rubio en Al final de la escapada (que ya lo tenía en Buenos días, tristeza o Juana de Arco). El pelo a lo garçon de Louise Brooks, que por cierto también está presente en un momento de La vida de Adelé durante una fiesta de Adelé y Emma donde se proyecta una de sus películas de fondo. O el pelo de Veronica Lake rubio y largo tapándole un ojo que se llamó con el complicado nombre de peek a boo bang. O los moños característicos que casi todos los personajes de Katherine Hepburn lucían cuando alcanzó la madurez o era ya una venerable señora mayor.

Por cierto acabo de darme cuenta de que no me vendría nada mal pasarme por la peluquería a cortarme un poco las puntas y tapar mis incipientes y eternas canas (es lo que tiene tener el pelo oscuro).

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

10 razones para amar El hombre que mató a Liberty Valance (The man who shot Liberty Valance, 1962) de John Ford

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Razón número 1: El senador y la mentira

Ransom Stoddard es un mítico senador del Congreso de los Estados Unidos y un día llega en tren a una pequeña localidad del Oeste, Shinbone. Para sorpresa del periódico local el senador está ahí para asistir al entierro de un hombre que nadie recuerda, Tom Doniphon.

En una destartalada funeraria sólo acompañan el ataúd: el senador, su esposa Hallie, el amigo fiel Pompey y un hombre anciano que fue en tiempos lejanos comisario, Link Appleyard. Uno de los periodistas quiere saber por qué el senador está ahí y le dice que tiene derecho a saberlo porque él es noticia. El senador mira a su esposa. Ésta asiente. Y se lleva a los periodistas a otra sala. Y empieza a contar su historia.

Éstos son los cimientos sencillos de un relato cinematográfico complejo. El hombre que mató a Liberty Valance es un western desencantado, íntimo,  tremendamente romántico y poblado de idealismos y sueños rotos. Como acostumbraba John Ford, sus historias aparentemente parecen simples y sin complicaciones pero es en lo que no se dice donde se hayan las complejidades y las otras lecturas.

El personaje del senador es tremendamente rico en matices. Nos lo presentan ya mayor y con éxito… distinguido y tranquilo. Sin embargo, vamos viendo a un hombre desencantado, distante y cínico, que arrastra una historia que quiere contar. Y que no le hace más feliz y sí carga más peso en sus espaldas. Le hace reflexionar sobre su vida y méritos políticos. Al final toma una decisión que implica la felicidad de su esposa, Hallie. Descubrimos tristeza, y también ese desencanto, en el matrimonio.

Y todas las claves se van desvelando según vamos escuchando los hechos que relata el senador… Todas las piezas van encajando. Así descubrimos los inicios de un joven abogado que en un pequeño pueblo del Oeste pierde su idealismo y gana su prestigio político y su estabilidad emocional. A su favor decir que todo le vino dado, incluso el convertirse en leyenda. Y que realmente creía y cree en los ideales políticos… piensa que puede mejorar la vida de los habitantes del salvaje Oeste.

Para este papel nadie mejor que un James Stewart capaz de dar todos los matices, todas las luces y sombras, a su personaje. Un personaje que arrastra a su pesar una mentira sobre la que se ha cimentado su carrera y prestigio político.

Y ahí está John Ford para convertirse en un trovador de buenas y emocionantes historias y contar en imágenes una maravillosa y extremadamente compleja. Una de sus últimas historias. Nada es plano. Nada sobra. Nada falta. El hombre que mató a Liberty Valance surge del relato corto de una mujer, Dorothy M. Johnson y de la visión y añadidos de John Ford que guiaron la escritura del guion de James Warner Bellah y Willis Goldbeck.

Razón número 2: El héroe protector

Tom Doniphon es el héroe protector y sólo podía tener el rostro y la presencia de John Wayne. No habla mucho, no tiene el don de la amabilidad aunque sí un sentido especial del humor y la lealtad. Ante todo es fiel a sus amigos y al amor. El hombre duro es despiadadamente romántico.  Y cuando no consigue a la mujer de sus sueños y cuando ya no es necesaria su protección, cae al abismo en silencio. Cae en el olvido. Y no se queja ni acude a nadie. Sólo permite que se quede a su lado otro amigo y compañero de trabajo fiel, Pompey. Él se sacrifica por lo que cree y por el amor de su vida. En silencio. No quiere glorias, prefiere la soledad. Prefiere morir en vida.

Cuando llega ese joven abogado, valiente con la palabra pero un desastre con las armas, se convierte en su sombra protectora. Y en sombra se queda. Porque siempre ha actuado así. Sólo sabe actuar así. Todos los del pueblo lo saben. Los dueños del restaurante. La mujer de su vida, Hallie. Cada uno de los habitantes: el periodista, el doctor, el comisario…Todos saben que pueden contar con él. Y todos saben que está ahí, protegiéndoles en silencio ante los desmanes de Liberty Valance y su pandilla. Valance sólo siente cierto respeto por Tom Doniphon.

Y él vive trabajando, protegiendo, y labrándose un futuro tranquilo. Por eso en su casa lejana está construyendo una hermosa habitación… para cuando la ocupe con Hallie. Nunca da el paso de pedir su mano pero va dejando pistas: no sólo la protege sino que la regala un hermoso cactus con flores, siempre tiene una palabra amable y le encanta cuando Hallie se enfada…

Pero dicen que cuando a los hombres duros se les rompe el corazón ya no tienen consuelo. Se retiran a beber y morir lentamente, en olvido. Y nadie mejor que John Wayne para mostrarnos a ese héroe protector que se derrumba.

Razón número 3: Las armas y la ley

Y El hombre que mató a Liberty Valance tiene diversas capas. Y una de ellas es glosar o trovar el fin de una etapa en el lejano Oeste. Y en esa línea de cambio, dos hombres.

Tom Doniphon representa al vaquero del Oeste, al héroe a su pesar que sobrevive en un territorio sin ley. Diestro con las armas se hace respetar y cuida a los suyos. Primero los enemigos fueron los indios (¿o los enemigos fueron ellos?), también los ladrones y saqueadores de los caminos, después los rancheros que no quieren compartir la tierra y que sólo conocen la ley del más fuerte y el lenguaje de las armas. Si no admites lo que te propongo, te mato. Mientras sobrevivo.

Y el senador Ransom Stoddard representa el futuro. La fuerza de la palabra. La construcción de nuevos ciudadanos. El joven Ransom cree en la educación, en el poder de la escritura y la lectura. Cree que se puede enseñar lo que es la democracia por eso sabe la importancia que tiene la información (el periodismo). No cree que tenga que imperar la ley del más fuerte sino lo que opine la mayoría. Él llega al pueblo y es recibido con máxima violencia por Liberty Valance que le deja moribundo… y él quiere combatir con Valance con la ley en la mano y meterle en prisión. Ransom Stoddar muestra el siguiente paso del salvaje Oeste, él cree en el progreso, en la comunicación, en la política, en el paso de la diligencia al tren, en la construcción de un estado…

Sin embargo la gran ambigüedad del asunto (y es un tema ya tratado por John Ford varias veces) es que para poner los cimientos al progreso y para construir la democracia (para entender la historia de ese lejano Oeste)… hace falta que existan héroes como Tom Doniphon que no tienen problema en empuñar un arma…

Razón número 4: Los malos y otros secundarios

Como es habitual en el universo fordiano, la galería de secundarios es un lujo de buenos personajes. Así entre los malos nos encontramos a un pistolero y mercenario (que se une al mejor postor) que hace la vida imposible a todos los habitantes del tranquilo pueblo del Oeste. Él es Liberty Valance, un hombre excesivo que deja su firma con un látigo… especialista en desestabilizar, crear violencia y no tener un atisbo de piedad. Pero sí se da cuenta y por eso los toma inquina que esos hombres que emplean la palabra y el saber pueden acabar con su reino de miedo y terror. Por eso se convierten en objetivos el periodista y el abogado… Y el rostro de Valance con su risa incluida no podía ser más que el del mítico Lee Marvin. Le acompañan dos secuaces, uno de risa desagradable y el otro siempre callado y frío. Y en ese secuaz silencioso descubrimos al futuro rey del spaghetti western, Lee Van Cleef.

Pero como no podemos pararnos en todos los secundarios, nombraremos a los más cruciales en la trama.  Así nos encontramos que Pompey, el amigo fiel de Tom, es otro ser marginado como él y cuenta con el rostro de un siempre eficaz y carismático Woody Strode. Un hombre negro no lo tenía fácil en el salvaje Oeste pero Pompey siempre se mantiene como un hombre íntegro, fiel y con la dignidad intacta. También nos encontramos con ese comisario puesto en su cargo por su inutilidad y cobardía para que no sea un estorbo ante los desmanes de Liberty Valance y su pandilla. Y ese comisario tiene el rostro de Andy Devine, inolvidable secundario. No obstante al comisario se le regalan no sólo momentos cómicos y de cobardía sino un enfrentamiento verbal con Valance y una fidelidad hacia todos aquellos que considera amigos. También se ilustra el nacimiento de una democracia donde ya se ve el poder de la oratoria, la artimaña y el proceder de los políticos para conseguir sus fines, la importancia del espectáculo y los mítines para conseguir votos, el peligro del populismo… Y ahí se nos regala la interpretación de John Carradine como oponente político del joven senador.

No son los únicos… hay muchos otros rostros identificables del universo fordiano. Y uno de ellos me lo guardo para un único apartado, el periodista Dutty Peabody con el rostro de Edmond O’Brien.

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Razón número 5: La memoria, de la diligencia al tren

El hombre que mató a Liberty Valance es también un tratado sobre la memoria. Así nada como la muerte de un ser querido para activar los mecanismos del recuerdo. El senador le dice al periodista que él es un hombre joven que sólo sabe lo que ocurrió a partir del descubrimiento del tren… pero que su mundo era muy diferente. Y en ese mundo iban en diligencia. Y entonces en esa funeraria (que sirve para más negocios) hay una polvorienta diligencia. El senador señala esa polvorienta diligencia para dar a entender su pasado… y de pronto quita el polvo y descubre la inscripción y cree, emocionado, que puede ser la misma diligencia que le trajo a ese lejano pueblo. Entonces se pone en marcha la memoria, el recuerdo y la nostalgia… y ya el espectador queda atrapado ante esa historia rescatada del pasado en las brumas de la memoria.

Razón número 6: El triángulo y el amor

Una de las razones por las que amo eternamente a El hombre de Liberty Valance es por su romanticismo extremo pero sin estridencias. Y así entre el senador y el héroe protector surge el tercer personaje de un triángulo: Hallie, la chica voluntariosa, inteligente, llena de vida, con carácter y analfabeta (pero con muchas ganas de aprender), que trabaja duramente en el restaurante con los dueños —un matrimonio que ejercen prácticamente de padres adoptivos—, y que marca la vida de los dos protagonistas. Y marca sus vidas porque los dos la quieren. Así su vida se construye a partir de una elección. Esa elección la sigue para siempre. Al final queda como un halo de nostalgia alrededor del personaje. Sobrevuela una duda, ¿se equivocó en la elección?

No lo sé. Creo que esa duda hubiese también sobrevolado si hubiera elegido a Tom. Hallie siempre dudaría porque los amaba a ambos (pero de manera diferente) y cada uno le ofrecía un mundo y posibilidades diferentes. Y además Hallie sabía cómo tratarles a ambos y no sólo eso, se da cuenta de que ambos están y estaban totalmente enamorados de ella…

Y es Hallie la que precipita el sacrificio de Tom pues éste decide retirarse del juego del amor cuando descubre que ella quizá quiere vivir tan sólo al lado del hombre de letras y ahora héroe mítico.

Hallie arrastra la pena de la pérdida porque sí valora el sacrificio de Tom e incluso parece que, suavemente, se lo echa en cara a su flamante marido, el senador. El senador significaba un mundo de conocimiento, apertura y aventura fuera del pequeño pueblo. Y ése fue el camino que tomó. Y Tom hubiese sido quedarse donde estaban sus raíces, en una casa construida para ella, vivir en una comunidad pequeña, rodeada de naturaleza y quizá con una pasión más profunda. Hacia el senador sintió una admiración honda…, y con Tom quizá fue una mujer enamorada que no dio el paso porque él tampoco se atrevió o se le pasó el momento.

Hallie tiene el rostro de la actriz Vera Miles, actriz que compone dos hermosos papeles tanto en Centauros del desierto como en esta película. Aquí Ford le regala un buen papel y la actriz despliega su arsenal y se apodera del personaje.

Razón número 7: Desmitificación de la leyenda

Si por algo también me entusiasma El hombre que mató a Liberty Valance es porque aparentemente parece que está contada de una forma sencilla… pero la sorpresa que la convierte en película imprescindible es que es una de las más demoledoras historias de desmitificación de una leyenda. De desmitificación del acto de un hombre.

Construye el engranaje completo de cómo el senador se convirtió en el hombre que mató a Liberty Valance. Un hombre por ello admirado, respetado y querido. Y cómo este hecho es una leyenda y cómo su protagonista lo sabe. Así cuenta los sucesos acaecidos a unos periodistas ávidos de noticias… pero cuando éstos se dan cuenta de que la leyenda se quiebra, uno de ellos dice frase demoledora: “Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en hecho, se escribe sobre la leyenda”. Así que el senador se queda con la leyenda que cada vez más le pesa… y Tom relegado al olvido. John Ford nos cuenta la verdad, los hechos de una historia, pero se nos dice que se prefiere la leyenda…

Y lo que parece una bella historia se convierte en una culpa oculta. En una mentira sobre la que se construye una carrera política. Y eso termina doliendo al matrimonio Stoddard. Y a todos los que rodean el ataúd.

Ford nos cuenta de manera magistral y en el momento justo de dos maneras diferentes, desde dos puntos de vista distintos, el instante en que Liberty Valance cae abatido por un tiro. Primero la gente del pueblo, y nosotros los espectadores, vemos cómo el senador gravemente herido (y valiente, eso no se lo quita nadie) con su mandil y su pequeña pistola dispara a Valance y éste cae moribundo. Pero en el momento crucial de su carrera política, en un momento que va a abandonar, Tom le cuenta lo que pasó aquel día. Y vemos la misma escena desde un callejón donde se encuentran Pompey y Tom… y como siempre el héroe protector está ahí a tiempo de actuar.

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Razón número 8: La libertad de prensa y Dutton Peabody

El periodista Dutton Peabody es el personaje secundario que hace que uno se quite el sombrero. Protagoniza además uno de los momentos más increíbles cinematográficamente que muestra a un Ford maestro del lenguaje en imágenes.

Dutton Peabody es además el alcohólico del pueblo… tanto cuando bebe como cuando no bebe le gusta hablar y contar verdades pero se encuentra tan desencantado en un mundo de locos que prefiere parecer un cínico que nada le importa y que lo único que le interesa son sus botellas. Sin embargo la llegada del joven abogado le hace volver a creer que el cuarto poder sirve para algo y este propietario, editor, director, reportero… y también, para qué engañarnos, el que barre el local del periódico local empieza a emplear sus páginas para la denuncia y termina, sin quererlo ni beberlo, en el mundo de la política. Pero también se convierte en objetivo de Liberty Valance y sus hombres y en un defensor acérrimo de la libertad de prensa…

Así protagoniza una escena increíble en su local. Está escribiendo su próxima portada pero a la vez se encuentra muy bebido (el miedo: se sabe en peligro y que Liberty Valance va a por él y a por el senador). En esa portada cuenta la derrota de Valance en una votación… queda claro que no sirve para la política ni para la democracia. Descubre una errata y que tiene que corregirla… pero antes decide ir a por más alcohol. Vemos cómo apaga la luz de su quinqué y cómo su sombra se proyecta en la pared del local. Va a la cantina a por más alcohol. Y cuando regresa, sólo vemos su sombra en la pared. Todo está oscuro. Alcanza su quinqué y lo vuelve a encender y ante la tenue luz aparecen de pronto Liberty Valance y sus dos secuaces. ¡Una pasada de escena! A partir de este momento recibe una brutal paliza… que le deja prácticamente muerto.

Dutton Peabody está magistralmente interpretado por Edmond O’Brien en uno de los mejores papeles de su carrera cinematográfica. Me quito el sombrero.

Razón número 9: Lo que no se dice

Ford es el rey en contar silencios. En sus películas hay que estar atento a lo que no se dice, a lo que se muestra con una mirada o con un gesto. Y surgen otras historias y otras lecturas. Y en El hombre que mató a Liberty Valance hay que estar atento a las miradas de Tom, a las de Hallie, a las de Pompey, a las del senador… Cómo Tom se sienta en la mesa de un restaurante, cómo el senador mira a Hallie cuando descubre que ésta no sabe leer, cómo Hallie sale a la puerta para despedirse de Tom pero no le llama y cómo Pompey mira a cada uno de los protagonistas de esta historia y sufre con dolor el sacrificio de Tom.

Si seguimos tan sólo las miradas encontramos un subtexto que enriquece cada vez más la película en cada nuevo visionado.

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Razón número 10: Flores de cactus encima de un ataúd

Y llega entonces para mí una de las escenas más hermosas: un humilde y sencillo ataúd de madera con unas flores de cactus encima. Y los que ya sabemos los hechos nos damos cuenta del significado de esta escena y entendemos la mirada del senador…

Y eso es El hombre que mató a Liberty Valance la flor de cactus en la filmografía de John Ford. En el momento de su estreno fue vapuleada por la crítica, fueron pocos los que supieron ‘leerla’. Sólo hizo falta que pasara el tiempo para descubrir el potencial y la complejidad de una historia que destruye, con delicadeza, la leyenda y la épica del Oeste…, y muestra un mundo brutal y duro.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dos mulas y una mujer (Two mules for sister Sara, 1970) de Don Siegel

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Hay películas que no sabes muy bien por qué las recuerdas con inmenso cariño. Quizá por lo que disfrutaste viéndola. Y así se instala en tu mente como un recuerdo agradable. Y recuerdas escenas y momentos. No la olvidas. De pronto, después de muchos años, vuelves a verla… y respiras aliviada. Has vuelto a vivirla y disfrutarla. No suelen ser películas redondas pero tienen algo que las hace permanecer. Una de ellas, de esas películas que se sitúan en la memoria y ya no te abandonan, es Dos mulas y una mujer (la protagonista, la hermana Sara, sólo tiene una mula que además cambia por un burro… ¿quién es la segunda mula? ¿Oculta un sentido metafórico? El espectador es el rey).

Dos mulas y una mujer no es un gran western, ni una increíble película de acción, sin embargo, tiene magia. Es de esas películas sin pretensiones, que de pronto se quedan ancladas en la memoria cinéfila. Y cuenta con muchos ingredientes y personas que la hacen especial a pesar de sus imperfecciones.

Sin duda los mayores culpables del cariño que genera Dos mulas y una mujer son su pareja protagonista, Clint Eastwood (convirtiéndose en leyenda) y Shirley McLaine (¿recordáis algún papel en el que esté mal o no se coma la pantalla con sus enormes ojos azules?).

Él, como un mercenario, un forajido desencantado (desencanto de su participación en la Guerra Civil Americana) pero más héroe romántico de lo que parece… esta vez con nombre, Hogan. El hermoso Eastwood que se ha paseado impávido por el spaghetti western trae los aires que le han hecho famoso en Europa a Hollywood… Y asistimos a como en la cuna del género se recibe influencia de la estética europea que está en pleno apogeo (y principio de su decadencia).

Ella, la hermana Sara, una pizpireta y pelirroja Shirley MacLaine que da rienda suelta a su vena cómica y se convierte en reina de la función. Una religiosa con sorpresa (evidente pero que nos encanta…). Y nadie imagina otra hermana Sara. Sin embargo al principio del proyecto y en la segunda fructífera colaboración del dúo Eastwood y el director Don Siegel… parece ser que la dama iba a ser Liz Taylor (otro de esos papeles que rechazo… creo que tampoco hubiese estado mal en el papel…).

Así la película se convierte en aventura entrañable entre dos seres diferentes entre los que surge una química especial. Ambos hacen un buen equipo.

Sin embargo un vistazo a los créditos deja ver mucha mano maestra que simplemente trataron de pasarlo bien. Así Dos mulas y una mujer es un bienvenido híbrido de spaghetti western, aventuras, romance, violencia, revolución y comedia. No sólo está Don Siegel, uno de los reyes de las películas de bajo presupuesto, que esta vez no cuida mucho la dirección pero deja en varias secuencias la impronta de su mirada. Sino que nos encontramos con el director de fotografía mexicano Gabriel Figueroa que emplea escenarios mexicanos convertidos en puro spaghetti western y no podía faltar en la banda sonora un reconocible Ennio Morricone. Y todos se ponen a trabajar para llevar a la pantalla un simple argumento de Budd Boetticher (un imprescindible del género) con guion de Albert Maltz (uno de los Diez de Hollywood… la lista negra de la Caza de Brujas).

La trama es muy sencilla: un forajido solitario (que va al encuentro de un coronel juarista —estamos en plena lucha del pueblo mexicano contra los franceses—) oye los gritos de una mujer en peligro, acude en su ayuda e impide que tres hombres violen a (para su estupefacción y ‘sufrimiento’) la hermana Sarah. En un principio van a separar sus destinos pero pronto el forajido queda encantado con la información que tiene la hermana sobre un fuerte francés. Además ella que abraza la causa juarista es perseguida por los franceses. Así juntos emprenden un viaje (y un objetivo común) y a pesar de sus diferencias forman un buen equipo de trabajo mientras va surgiendo una química muy especial. Entre medias de su viaje, los obstáculos y aventuras habituales en este tipo de narraciones. Así este western, con aires de spaghetti, transcurre en tierras mexicanas y sus gentes son protagonistas de una lucha contra el invasor francés. Los dos protagonistas son extranjeros al margen de su país de origen que encuentran en México un territorio donde luchar y sobrevivir…

De toda la película me quedo con dos escenas muy seguidas que tienen la culpa de la química especial entre ambos actores y que muestran que detrás había profesionales pasándoselo bien. Hogan y la hermana Sara son pillados por sorpresa por una tribu de indios (yaquis). Hogan cae malherido atravesado por una flecha… cuando logran escapar de la tribu, hay que sacar la flecha al forajido. Y entonces se construye una escena maravillosa entre Eastwood y MacLaine donde él se emborracha para soportar el dolor y ella tiene que seguir sus indicaciones y no fallar a la hora de sacarle la flecha mientras tanto en los diálogos vemos como el forajido se siente cada vez más atraído por la hermana y como la hermana trata también de luchar contra sus sentimientos. Así se mezcla tensión (¿logrará sacarle la flecha?), romanticismo y sensualidad (la química y el acercamiento entre ambos es evidente) y comedia (a pesar del momento dramático se nos escapa la sonrisa ante el diálogo que sostienen ambos)…

La otra escena es prácticamente a continuación cuando él herido y la hermana, los dos ya montados en el mismo caballo, porque en casos especiales “la Iglesia disculpa ciertas cosas”, van a un alto puente donde va a pasar un tren al que pretenden dinamitar. Eastwood todavía herido y borracho cuenta con la inestimable ayuda de la hermana que primero trepa para colocar el cargamento de dinamita y después sirve de punto de apoyo de la escopeta del forajido para que no falle el disparo a pesar de su borrachera. Mientras transcurren todas estas acciones ambos siguen dialogando y haciéndonos reír… además de mantenernos en suspense y tensión sobre si conseguirán su objetivo.

Así Dos mulas y una mujer vuelve a convertirse en un bonito recuerdo en mi memoria… Me ha gustado volver a verla… Por ahí está Hogan en su caballo, silencioso, y a una pizpireta Sara en su burro en busca de aventuras…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Vidas rebeldes (The Misfits, 1961) de John Huston

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Fue el rodaje más documentado fotográficamente que nunca hubo. Nueve fotógrafos de la agencia Magnum con sus objetivos estuvieron atrapando instantes. Sin embargo fue un rodaje-pesadilla para casi todos los que intervinieron. El set estaba inundado, dicen, de tristeza. Y lo que se vomitó fue un poético western hipercrepuscular…

Arthur Miller había escrito un guion inspirándose en una experiencia personal. Cuando fue a divorciarse a Nevada de su primera esposa conoció a unos vaqueros que se dedicaban a cazar mustangs (caballos salvajes). Le contaron una etapa de gloria y cómo ahora se dedicaban a la caza de estos caballos para venderlos como comida de perros y gatos…Cuando empezó a escribir estaba enamorado de Marilyn Monroe. Ahora en pleno rodaje en Reno, modificaba una y otra vez el guion. Y su matrimonio con la estrella se iba a pique. Incluso allí se encontrará con la que en un futuro será su próxima mujer, la fotógrafa Inge Morath.

Sin embargo aunque hay distintas versiones. Y la que más prima es que el personaje de Roslyn fue un infierno y una traición para Norma Jean… Como espectadora lo que veo es una declaración de amor desgarrada a una historia truncada e infeliz. Y como tal Arthur Miller regala a Roslyn el final que él no pudo regalar a Marilyn Monroe. En una vieja furgoneta, abrazada al ídolo de su infancia, siguiendo las estrellas hacia un posible hogar. Y Marilyn regala a todos una interpretación que surge de las entrañas… con una sensibilidad extrema. Y se muestra bellísima, como un ser fuera de ese mundo que refleja la película, Reno. Y así la ven, etérea, tres vaqueros, tres perdedores, tres inadaptados… como ella: Gay (Clark Gable), un hombre maduro y desengañado que a veces revive sus tiempos de gloria y de vez en cuando moja sus penas en alcohol; Perce (Montgomery Clift), un joven cowboy perdido y abandonado con una historia familiar a sus espaldas y que va destrozándose el cuerpo y la cabeza en distintos rodeos; y por último, Guido (Eli Wallach), un hombre amargado que va arrastrando su pena y así arrastra a los que le rodean…

Son tres muertos en vida que de pronto ven en Roslyn, otra inadaptada, una chispa de vida. O una razón para seguir viviendo. Con su belleza carnal y su sensibilidad trae aires nuevos a un mundo rudo. Pero ella también arrastra pasado y penas. La conocemos en una pensión, frente a un espejo, y siendo aconsejada por su dueña Isabelle (maravillosa Thelma Ritter) sobre cómo debe enfrentarse a su divorcio. Isabelle es una mujer que trata de no dejarse llevar o arrastrarse por el desencanto. Roslyn se pasa la vida huyendo porque con su sensibilidad extrema todo la hiere pero a la vez trata de vivir intensamente (sólo quiere que la amen) y seguir con la mirada limpia. Ha sido bailarina de night club y Reno se convierte en un paréntesis en su vida y en la posibilidad de un hogar…

Éste es el material de partida para una película de perdedores sin rumbo pero libres, como los caballos salvajes que pretenden cazar. Y no podía haber otro director para reflejar esa sensación de pérdida y soledades que John Huston. En un melancólico blanco y negro (con la mano del director de fotografía Robert Metty) y con una banda sonora de Alex North que acentúa la sensación de tristeza y soledad, Vidas rebeldes se convierte en el retrato de una dama rota y tres caballeros andantes y perdedores.

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Es como si Miller tratara de gritarle a Marilyn Monroe que ella enamora hasta los tuétanos pero que existe esa imposibilidad de ayudarla y protegerla de sus males interiores… porque los hombres que la rodean también están rotos y arrastran sus penas (y por lo tanto tienen toda la capacidad del mundo para hacer daño)… Roslyn es Norma Jean convertida en una Marilyn que se va desgajando…

Y hay una escena que la define completamente. A Roslyn y lo que significaba o representaba Marilyn. En su primer encuentro con dos de los vaqueros (Gay y Guido) termina vestida de negro en una casa apartada (también con Isabelle) absolutamente borracha y bailando. De pronto sale de la casa y mira a Gay. Y éste le dice que no ha visto jamás una mujer tan triste. Y ella sonríe y dice que nunca nadie le ha dicho nada así, que todo el mundo la ve muy divertida. Sale a la luz de la noche. Y danza en soledad, borracha, termina abrazada a un árbol…

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La película es un desgarro continúo aunque al final haya un camino de estrellas para Roslyn y Gay. Rompe la amargura de Guido y ese dolor que le impide vivir y le permite ser cruel (aunque no quiera). Rompe la soledad de un muchacho perdido que prefiere romperse la cabeza a enfrentarse a sus problemas porque tiene también un exceso de sensibilidad. Rompe la tristeza de un hombre que se sabe viejo, que se arrepiente de los errores del pasado, que recuerda sus tiempos de gloria y que vuelve a amar como un hombre sabio que también de vez en cuando se equivoca…

Pero Roslyn se niega a la violencia gratuita. A la muerte de la sensibilidad. A ese morir en vida. Aunque de algún modo haya que morir. Y ante la caza sin un atisbo de compasión de los mustangs (que cobran vida y transmiten sentimientos y emociones) se rebela. Y de pronto en el desierto a pleno pulmón, grita. Y es un grito a todos aquellos que la han destruido o que la quieren destruir… ¡Asesinos!

… El rodaje fue otra película triste. Un director a punto de arruinar su próxima obra cinematográfica por su amor al juego, el tabaco y el alcohol. En el límite siempre. Egoísta también. Un matrimonio absolutamente roto que se derrumba en cada escena. Entre los dos un muro que ya no puede romperse. Una mujer que se autodestruye. Un hombre caballero pero enfermo que actuará en su última película intensamente. Un hombre joven con la cara totalmente destrozada que trata de arrastrar sus penas con drogas y alcohol… y de actuar… Un set lleno también de inadaptados. Pero todos dejaron su particular elegía cinematográfica.

Vidas rebeldes es un western crepuscular de cowboys perdidos y una bailarina de un night club en un mundo que no es el suyo o en el que no logran adaptarse. Todo cambia. Al final para dos de ellos quedará una posibilidad de mañana y quizá algo parecido a volver al hogar…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.