El rostro impenetrable (One Eyed Jacks, 1961) de Marlon Brando

El rostro impenetrable

Una pareja cinematográfica de lujo: Marlon Brando y Karl Malden

El rostro impenetrable es un atípico western donde las turbulentas emociones de los personajes se agitan, van y vienen, y suenan como las olas del mar. Sí, es una película del Oeste donde el paisaje de fondo son las aguas saladas, la arena, los riscos, las olas… Y cuenta la historia de una traición y una venganza. Pero también es una intimista e imposible historia de amor. Un análisis de esta película es un reto con varios frentes que merece la pena tocar. Primero, el disfrutar de una pareja cinematográfica de la que no se habla mucho, pero que no solo tuvo química, sino que dejó tres buenas películas para inmortalizarla. Y la culminación de lo bien que casaban fue sin duda este film extraño. Estoy hablando de Marlon Brando y Karl Malden. Segundo, la huella y presencia de tres hombres con personalidades arrolladoras: Sam Peckinpah, Stanley Kubrick y Marlon Brando. Y, por último, es una de esas películas que no gozaron de toda la libertad creativa, que vivió un rodaje tormentoso hasta que se puso en pie, que tenía metraje eterno y fue recortada por la productora para ser estrenada… y cuyo resultado imperfecto muestra también los destellos de su genialidad.

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La balada de Cable Hogue (The Ballad of Cable Hogue, 1970) de Sam Peckinpah

La balada de Cable Hogue

Balada, según el diccionario de la Real Academia Española, tiene las siguientes acepciones. Por una parte, “canción de ritmo lento y de carácter popular, cuyo asunto es generalmente amoroso” y, por otra, “composición poética, de origen nórdico, en la que se narran con sencillez y melancolía sucesos legendarios o tradicionales”. Sam Peckinpah convierte una balada en película: canta en imágenes un asunto amoroso, con ritmo pausado, protagonizado por un perdedor, un hombre siempre al margen, y una prostituta con sueños de llegar a señora respetada en una gran ciudad. Y es una historia narrada con sencillez y melancolía dentro de la leyenda que ha construido el cine y un género sobre el lejano Oeste.

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Compañeros mortales (The Deadly Companions, 1961) de Sam Peckinpah

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Compañeros mortales es el primer largometraje de Sam Peckinpah. Y como todos los primeros largometrajes esconde ya claves para reconocer a su director en su obra cinematográfica posterior. Y es bastante normal que empezara con el western, pues sus primeros trabajos televisivos iban orientados hacia este género. Precisamente Brian Keith, el actor principal de una de las series de televisión donde había trabajado como director, The Westerner, recomendó a Sam como director de esta película. Y también en este rodaje comenzó la lucha de Peckinpah contra los productores, o hacia aquellos que consideraba frenaban su espíritu creativo. En su primera película ya aparece una violencia, de momento contenida, que iría estallando a lo largo de su filmografía. Así como un tono crepuscular y desencantado… con la construcción de una historia de amor de dos personajes al margen. Personajes tan queridos por el director, que vivió en sus entrañas el desarraigo, autodestruyéndose poco a poco con el alcohol y las drogas.

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Pat Garrett y Billy El Niño (Pat Garrett y Billy The Kid, 1973) de Sam Peckinpah

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Allá por el año 1970 Michael Ondaatje escribió un pequeño libro titulado Las obras completas de Billy el Niño… En el libro mezcla fotografía, testimonios, poemas, entrevistas para construir una peculiar biografía de Billy y todos aquellos que formaron parte de su vida, sobre todo Pat Garrett. Michael Ondaatje rememora y cuenta muchas anécdotas presentando un Oeste violento y duro carente de la mitología cinematográfica en los años de oro del género. Es una obra innovadora y libre, poética. Mucho de lo que narra Ondaatje… quedaría reflejado en Pat Garrett y Billy El Niño de Sam Peckinpah… y también el espíritu de esta pequeña obra. No tengo ni idea de si Peckinpah había leído a Ondaatje o si éste vio la película… pero eran los años setenta y atrapan ambos la poética del desencanto. El camino crepuscular…, el quitar atributos a los ‘héroes’ legendarios del Oeste pero crear otra mitología del hombre forajido y libre de triste destino porque su lucha contra el sistema es vana. De las amistades rotas… De los perdedores que terminan sacrificados…

Pat Garrett y Billy El Niño alcanza sus cotas más altas de belleza en una escena que empieza con la violencia más desgarrada, a cámara lenta y sangre a borbotones, y termina con una mirada de amor tierna y dolorosa. Todo ha terminado. Pero contemplo las nubes que se reflejan en el agua… Perdedores, violencia, un tiroteo a muerte y una belleza deslumbrante. De fondo Knockin’ on Heaven’s Door de Bob Dylan. Esta escena es protagonizada por unos secundarios… personajes arrastrados por el enfrentamiento de dos que fueron amigos pero ahora andan en bandos distintos (por ver la vida de diferente manera: uno piensa en el futuro, el otro solo vive el presente). Ella es Katy Jurado, él es Slim Pickens…

Y es que Pat Garrett y Billy El Niño, como la obra literaria de Michael Ondaatje, es contada a base de desgarrones, dolores y golpes… Puede que toda la película sea las visiones de un moribundo Pat Garrett. O que un testigo de la historia, Alias (Bob Dylan), dejara de ser un simple observador silencioso de la historia para convertirse en bardo. Sam Peckinpah cuenta una historia cuarteada, descuartizada como las gallinas a las que disparan, para divertirse, al principio de la película y mostrar su puntería… Todos los personajes desde Billy hasta Pat… terminarán con sus miembros descuartizados, una muerte sin épica, veloz, violenta, rápida, sin posible reacción. El disparo es brutal y el peor el del estómago…

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El Oeste presentado es brutal, sin concesiones. Los que eran forajidos portan una estrella y se convierten en ley por los poderosos. Y así siguen a otros forajidos que prefieren seguir fuera del sistema. Se matan entre ellos y todos en la mirada saben de traiciones y disparos por la espalda, sin tiempo de heroicidades. Brutal en todos los sentidos. Pero a veces quedan resquicios de momentos de amistad y placer. Traicionar esas amistades, rompe a algunos. Billy se queda con la poesía y la coherencia, él dice que no matará a Pat porque es su amigo. Él es bestia por naturaleza, forajido sin ley, libre sin ataduras… A Pat le queda la melancolía y el grito de haber disparado al amigo fiel. Quería vida tranquila, futuro asegurado, ser un rico jubilado… Pero se convierte en hombre con alma fracturada.

Mujeres por el camino, algunas solo para el placer, otras luchan junto al compañero (unas se cansan de esta vida y otras les ven morir). Las mujeres en el cine de Sam Peckinpah no salen muy bien paradas, no estaría mal un análisis de las féminas en sus películas (me faltan bastantes de su filmografía para realizar un debate intenso y bien argumentado). Menos mal que aquí está Katy Jurado. Algunas son fuente de placer (las prostitutas suelen estar presentes), otras de problemas. Unas son solo víctimas, otras solo arpías. Muchas veces rompen el corazón. Otras solo inocencia y ternura, en silencio, reposo sumiso de un Bill a punto de fallecer. Rara es una Jurado que sea compañera, luchadora, fiel, dura y dulce a la vez… aunque solo salga unos minutos.

… Y dos actores carismáticos con unas voces que describen a sus personajes (imprescindible escucharla en versión original)… James Coburn y Kris Kristofferson. La complejidad de Coburn, que va fragmentándose y rompiéndose con cada muerte hasta fracturarse con la muerte del amigo… y disparar contra su propia imagen en un espejo que se quiebra; se enfrenta a un Kristofferson de mirada profunda y sonrisa perenne que lleva en el rostro su final trágico.

La música de Bob Dylan ayuda a su contemplación y a las ganas de llorar que te provoca una película tan dolorosamente hermosa y fracturada…

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