Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (Birdman or the unexpected virtue of ignorance, 2014) de Alejandro González Iñarritu

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Hasta el último fracasado lleva un superhéroe a cuestas porque vivir día a día es una aventura de riesgo y mejor que nadie lo sabe Riggan (Michael Keaton…, para quitarse el sombrero), actor de segunda en Hollywood que tuvo su momento de gloria cuando realizó una serie de películas de un superhéroe especial, el hombre pájaro. Ahora busca una oportunidad de prestigio en Broadway, quiere ser actor reconocido, y se mete en la aventura de poner en pie en un teatro una obra sobre relatos de Raymond Carver bajo el título ¿De qué hablamos cuando hablamos del amor? (el mismo título de uno de sus libros de relatos)… Son los días previos al estreno, con el inesperado percance de uno de sus actores principales, y toda su vida emocional, como hace años, patas arriba. El delirio, el ritmo y la emoción están servidos.

Alejandro González Iñarritu sigue experimentando con las formas de contar una historia, continúa ahondando en las relaciones personales y las emociones pero se pasa a la tragicomedia para reflexionar sobre el cine, el teatro, la ficción, los actores, los personajes, el amor, el desencanto… y sale así airoso de su separación profesional del guionista Guillermo Arriaga, supera su bache con Biutiful y da un giro necesario en su trayectoria que le hace resurgir como cineasta con mucho que narrar en forma de cine.

Y es que Riggan, su protagonista, combate el estrés y el miedo con su álter ego siempre a su espalda que le recuerda tiempos de gloria y sus poderes supranaturales. Con su voz grave el hombre pájaro le incita a recurrir al terreno seguro y sin riesgo, seguir siendo superhéroe de pacotilla, pero esa vuelta también es un espejismo, porque Riggan es un hombre cada vez más mayor y cansado (cansado de volar)…, que quiere ser reconocido como profesional, como actor. Quiere que le admiren, que le quieran. Le pesa tanto la absurda fama del hombre pájaro… Riggan quiere mantenerse a flote, no seguir siendo un patético actor que fracasa no solo en su profesión sino también en su vida personal con su hija (Emma Stone), con su ex esposa (Amy Ryan) y con su pareja actual y una de las actrices de su obra (Andrea Riseborough). Riggan quiere una fama que es también un espejismo porque ahora las nuevas tecnologías están cambiando el concepto de este término y los caminos para llegar hasta a ella…

Riggan solo quiere ser un hombre amado y que su obra le dé prestigio, y no tener problemas u obstáculos…, pero los días previos al estreno le convierten en el hombre más vulnerable que hace esfuerzos por no estallar frente a los interminables problemas de última hora que se le van acumulando: problemas sentimentales, con su hija, con el actor principal, con el sustituto (… Edward Norton, sin palabras), con las sesiones de preestreno, con una crítica de teatro (Lindsay Duncan), con su insegura actriz principal (Naomi Watts), con su mejor amigo que tira y tira para que el espectáculo no se derrumbe (Zach Galifianakis), con sus dependencias, con sus recuerdos amargos…

Pero es la crítica, que no quiere dar la más mínima oportunidad a un ridículo hombre pájaro de celuloide, la que en un periódico plasma las palabras clave para entender a un delirante y desesperado Riggan, que se siente al borde del abismo emocional en todo momento, porque como dice la periodista (en su breve pero importante intervención) es esa “inesperada virtud de la ignorancia” la que logra hacer renacer al actor fracasado y que se arriesgue sin red al máximo. Es esa “inesperada virtud de la ignorancia” la que le hace volar de nuevo como un ave fénix o estrellarse como un Ícaro mitológico… y remover así los escenarios con las palabras amargas de Carver.

Alejandro González Iñarritu cuenta las peripecias del hombre pájaro entre bambalinas, corriendo por pasillos, subiendo a áticos, abriendo o cerrando puertas, en los camerinos, en las escaleras, encima del propio escenario o recorriendo un tramo de la calle Broadway (incluso andando rápido en calzoncillos)… con el estrés de un trucado pero efectivo plano-secuencia. Y Riggan es también un solo frenético y maravilloso de batería que persigue su estrés y miedo hasta la culminación final de caída y resurrección. Mientras, en este recorrido delirante, le acompañan un séquito de estrellas caídas o al borde del abismo que se hacen no obstante brillar unas a otras en momentos intensos o íntimos, emocionantes: el actor insoportable pero por puro miedo, la hija dependiente, desencantada y lúcida, la actriz insegura pero con la ternura por delante, la amante cínica con corazón grande, la ex que sigue dejando un beso en la mejilla como un agradable fantasma del pasado o el amigo frenético pero siempre fiel…

Y al final te quedas como esa hija de inmensos ojos azules que mira por la ventana y sonríe… porque ha visto algo inesperado.

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Chaplin (Chaplin, 1992) de Richard Attenborough

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“El humor ayuda a vivir y preservar nuestra salud mental”… escuchamos decir al guionista Daniel Taradash, durante la ceremonia de los Oscar de 1972, como presidente de la academia, en la escena final de la película Chaplin de Richard Attenborough. Y lo dice refiriéndose a Charles Chaplin a punto de recibir su oscar honorífico… cuando regresa de nuevo a Hollywood de su exilio en Suiza (desde los años cincuenta). Una afirmación totalmente cierta y uno de los máximos doctores fue sin duda Charles Chaplin con su personaje universal, Charlot. Sin duda, no se merecía una película tan irregular pero no por ello carente de interés. En comparación con muchos biopics, Chaplin logra dar una visión del personaje para analizar e indagar en su figura y consigue la entidad suficiente como para poder realizar un debate apasionante sobre esta obra cinematográfica.

La irregularidad de Chaplin viene por ser una película fría y sin alma, todo lo contrario al cine de Charles Chaplin. Película perfecta (en ambientación y técnicamente) con momentos preciosistas pero sin alma. Solo en algunos instantes tiene destellos de brillantez, corazón y alma. Attenborough al pretender contar absolutamente toda su vida pasa de puntillas por ciertos momentos y personas fundamentales de la biografía de Chaplin. Cuando Attenborough se sale de la rigidez, logra buenos momentos fugaces.

Para contar su historia la película parte de tres fuentes (es una película ciertamente muy documentada y ese es uno de sus valores) la propia autobiografía de Charles Chaplin, Chaplin. His life and art de David Robinson y el argumento de Diana Hawkins. Llama la atención, sin embargo, que una de las cosas menos conseguidas es que el espectador vaya empatizando con Charles Chaplin o que entienda el desarrollo de su personalidad (como toda persona humana, además de genio, presenta luces y sombras. Charles Chaplin era un tipo difícil, quizá de ahí reside la dificultad de cómo plasmarle) luego eso resta emoción. No obstante, si algo salva la película es, valga la contradicción, la interpretación de Robert Downey Junior que logra imprimir carisma e imitar perfectamente algunas dotes de la pantomima de Charlot y transformarse en ese incomprensible (por mal desarrollado) Charles Chaplin.

Principio perfecto

El principio de la película es perfecto y promete. Durante los títulos de crédito aparece la silueta más universal, Charlot. Después vemos cómo Charlot se sienta en un camerino y se va desmaquillando y desprendiéndose de los atributos que le hacen ser el vagabundo más famoso del mundo, dejando al descubierto a Charles Chaplin. Oímos unas voces que no sabemos muy bien a quiénes pertenecen (lo sabremos muy pronto) y se hace una radiografía de su infancia donde se rescatan partes que serán la esencia no solo del personaje (bota, andares…) y del argumento de sus películas (nos encontramos con una ciega, con la historia de El Chico…) sino también el espíritu de su cine, una mezcla de humor –a veces cruel– y humanismo. Una fusión de risa y drama. Una risa anclada en la realidad social.

Dos tesis para construir al personaje

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La película de Richard Attenborough (él mismo, en una entrevista que incluye el dvd, reconoce las dificultades del proyecto y que el resultado no fue la película soñada así como es consciente de que gran parte de la salvación de la película vino por la interpretación de Robert Downey) parte de dos tesis para construir la personalidad y la vida de Chaplin.

Por una parte trata de encontrar un sentido a su errática vida sentimental y su atracción por mujeres mucho más jóvenes que él, adolescentes, hasta que encontró cierta estabilidad en compañía de Oona O’Neill (hija del dramaturgo Eugene O’Neill). Primero refleja la influencia que tuvo en él la fragilidad mental de su madre (y la protección que trató siempre de ejercer sobre ella hasta que le dolió demasiado cuando ya era más famoso. La mantuvo pero se alejó de ella en el plano personal), ella era la heroína de sus películas a la que había que proteger y tratar de que no se rompiera en pedazos (sobre todo los personajes de Edna Purviance). Después, en la película mantienen que el amor de su vida fue un amor de juventud, una joven de 15 años, bailarina del vodevil, llamada Hetty Kelly. Esa historia nunca llegó a consumarse pues Chaplin se fue de Londres para triunfar en los EEUU. Ella se casó con otro y falleció muy joven en tristes circunstancias. Y Chaplin busca siempre consumar y llevar adelante esa historia. Por eso su obsesión por las adolescentes: Mildred Harris o Lita Gray. Después del paréntesis sentimental con Paulette Goddar que sería también heroína de dos de sus más aclamadas películas: Tiempos modernos y El gran dictador, Chaplin conoce a la segunda mujer de su vida y con la que encontraría estabilidad, Oona O’Neill. La película de Chaplin toma una decisión de casting para cerrar el círculo sentimental de Charles Chaplin. Tanto Hetty Kelly como Oona tienen el rostro de la misma actriz: Moira Kelly. La búsqueda de la mujer amada ha terminado.

Y por otra construye un discurso fílmico en la filmografía de Charles Chaplin (con un ideario político y social que él definía simplemente como humanismo) que le hizo cosechar enemigos como el mismísimo John Edgar Hoover. Este no paró hasta que pudo deshacerse de él a través del Comité de actividades antiamericanas y las famosas listas negras con la publicidad necesaria de un escándalo sexual de por medio. Todo esto supuso su exilio a Suiza y el convertirse del artista adorado por las masas a un hombre desencantado y olvidado. De esta manera pasamos por El inmigrante, El chico, Tiempos modernos o El gran dictador… (obviando quizá dos de sus películas más políticas Monsieur Verdoux y El rey de Nueva York pero también sonados fracasos comerciales). También pasa de largo por la gran contradicción que supuso en su vida (y en su personalidad), volverse millonario después de una infancia de penurias y precisamente hacerse rico representando a un hombre muy pobre que sufre continuamente injusticias sociales…

Los detalles

No se puede negar que hay un trabajo de construcción histórica. Así disfrutamos de las escenas de vodevil. Tanto el momento en que un Charlie niño se pone en el escenario en un momento delicado que vive su madre o en el momento en que un Chaplin ya más adulto se está convirtiendo en toda una estrella del vodevil con el personaje de un borrachín, donde muestra ya el arte de la pantomima. Igualmente documentada es esa primera proyección a la que acude Chaplin (como eran esos cines de los inicios) así como los primeros rodajes junto a Sennett siendo la culminación la primera vez que da vida a Charlot (que curiosamente no sería la primera vez que le vería el público que fue en Carreras sofocantes —también hay un homenaje a este corto cuando aparece por primera vez Chaplin ante un Sennett que está rodando, sino en una obra anterior pero que se estrenaría más tarde junto a Mabel Normand, Extraños dilemas de Mabel). También se refleja con detalle cómo Chaplin se convirtió en un ídolo de las masas y cómo se dio cuenta de ello al regresar de nuevo a Europa después de haber conseguido el éxito en Hollywood. O los rodajes de sus primeras películas hasta llegar a La quimera de oro o su obsesión y perfeccionismo para un buen acabado de sus películas (como repetía una y otra vez las tomas tanto él como sus acompañantes), como a veces estaba tan volcado en su vida profesional que apenas dejaba tiempo para la personal.

Personajes con alma, momentos con alma

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El reflejar toda una vida supone pasar como un suspiro por un montón de personajes que fueron fundamentales en su vida. Algunos quedan desdibujadas, planos y sin alma como la relación con su hermanastro (hermano por parte de madre) que podría haber sido un punto muy interesante para contar su historia y se queda en superficial o con Edna Purviance, su primera musa en la pantalla con la que estableció hasta el final de los días de la actriz una relación muy especial, que en la película sale unos segundos.

Sin embargo hay dos personajes que cada vez que aparecen aportan alma y corazón a una película fría y excesivamente correcta. Richard Attenborough vuela con ellos y te quedas con ganas de más. Y con ellos, el espectador sí que logra acercarse más a Charles Chaplin: uno es su madre, interpretada por su nieta, Geraldine Chaplin, que logra momentos delicados al representar su fragilidad mental y lo que afectan a su hijo. Y el otro es Douglas Fairbanks, gran amigo de Chaplin hasta su fallecimiento temprano por tener un corazón delicado. Tiene el rostro de Kevin Kline y logran reflejar ambos una amistad atractiva y momentos de verdad.

El pretexto del editor, recurso desaprovechado

Para ir por los distintos episodios de la vida de un genio del cine, la película crea un personaje absolutamente ficticio: un editor con el rostro de Anthony Hopkins, George Hayden. Este editor se encuentra en la casa europea de un Charles Chaplin envejecido y desencantado y trata de sonsacarle más información sobre su vida para poder dar forma a la autobiografía del artista. Son escenas como metidas con calzador, meras transiciones, que no dan riqueza a esta obra cinematográfica, prueba de ello es que se podría prescindir perfectamente de ellas. Parece que son una solución para encontrar una estructura o una forma de contar, pero no aportan realmente nada. Se podría haber creado una interesante relación entre ambos personajes y que la película hubiese sido una especie de confesión o de lucha titánica y dialéctica entre artista y editor para construir una autobiografía cercana a la realidad o al mito.

También uno de los grandes hándicaps, que a la que esto escribe le ha sacado totalmente de la película (pero roconozco que eso ya son manías personales), es el maquillaje de envejecimiento a Robert Downey para interpretar a Chaplin hasta el final de su vida en la cual es octogenario. Y me ha venido a la cabeza porque tampoco pude soportar el Hitchcock maquillado que recientemente interpretó Hopkins.

Pérdida del tono… ¿cómo contar su historia?

Por último, quizá también el mayor defecto de Chaplin es no haber encontrado el tono adecuado para contar su historia. Biopic preciosista, frío y perfecto con escenas con alma (según los personajes). A veces cuenta la propia vida del genio como una película muda que es un recurso interesante pero que con el carácter serio y academicista de la película parecen escenas fuera de lugar: como la creación casi mágica del personaje de Charlot o la huida de Chaplin con su hermanastro y su esposa para que no les arrebaten la película de El chico durante el divorcio de su primera mujer.

No obstante, como se ha podido ver, Chaplin puede ser un primer acercamiento interesante a la figura de este artista genial a pesar de sus peros. Sobre todo merece la pena ver muchas veces ese principio donde ya vemos a un Robert Downey totalmente entregado a su personaje que si hubiese estado perfectamente desarrollado hubiese sido sin duda una composición perfecta.

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La noche americana (La nuit américaine, 1973) de François Truffaut

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… ¿Por qué hoy La noche americana? Ayer pensaba tengo que hacerme un regalo especial e íntimo. Para mí sola. A mí misma. Es importante regalarse uno a sí mismo. ¿Por qué? Ha llegado el día del cambio de década. El reino del 3 termina y empieza la década del 4.

¿Qué me puede gustar más que una película que verse de cine dentro del cine? Y por qué La noche americana es la elegida. Su director François Truffaut amaba el cine… Cine en vena. Y en el momento de dirigir su particular homenaje sobre cine dentro del cine cumplía 40 años. ¿Otro motivo más? La película, después del estreno, recibió múltiples premios… en 1974 fue premiada con el oscar a la mejor película de habla no inglesa. Y ese mismo año, aquí doña Hildy, volvió a reencarnarse… Porque ya saben ustedes que vivimos diversas vidas (algunas paralelas, otras concéntricas e incluso laberínticas). ¿Otra razón más? A pesar de mi ansia por ver películas de cine dentro del cine y de mi amor por François Truffaut… curiosamente esta película continuaba en mi baúl de cintas pendientes… Así que este ha sido mi regalo: ver tranquila esta película que, no podía ser de otra manera, me ha entusiasmado.

Vida y cine, cine y vida. Asistimos al rodaje de una película con una extraña familia que la hace posible. Actores, actrices, técnicos, director, productor, músico (por conversación telefónica), acompañantes… Y asistimos a ese rodaje de manera natural, como la vida. La noche americana fluye…, te dejas llevar. Con alegrías y penas, con tensiones y locuras, con miedos, sueños, pesadillas, e inseguridades, con obstáculos y caprichos, improvisaciones, buenos momentos, con risas y también llanto. Con preguntas sin respuestas, situaciones inconclusas, y siempre la presencia del amor y las relaciones humanas. Y con una premisa, pase lo que pase, la película tiene que terminarse. Y al final: “nos veremos en la cola del paro” y después, probablemente, vuelta a empezar. Y La noche americana se convierte en documento nostálgico de una manera de hacer cine. De una manera especial. Con celuloide. Jugando siempre con un binomio: ficción y realidad, realidad y ficción.

Y también es una película de principios vitales. Tanto del que se dedica a hacer cine como del espectador que lo disfruta. Vivir con el cine siempre presente. Ya lo dice el director de La noche americana, Ferrand (o François Truffaut): “El cine es más bello que la vida, no hay atascos ni tiempos muertos. Avanza como un tren atravesando la noche. Hemos nacido para ser felices con nuestro trabajo, haciendo cine”…, haciendo cine para que otros sean felices, viéndolo.

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Paradiso de Omar A. Razzak

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Hay proyecciones y momentos con encanto en el cine. Uno lo viví un domingo de abril en la Cineteca de Madrid en el Matadero. Era el último día que se proyectaba el documental Paradiso. Y después tuvimos un coloquio. Toda una sorpresa. Paradiso no solo es un canto de amor al cine y a la sala de cine sino también un canto al trabajo hecho con cariño, respeto y cuidado. Y un canto a los últimos lugares, a aquellos puntos de encuentro de los barrios que de momento las nuevas tecnologías y la vida moderna aún no han desplazado y que sobreviven como islas en las grandes ciudades. Lugares con vida propia, personalidad propia.

Cuatro son los protagonistas de este peculiar documental que me hizo salir con una enorme sonrisa de la sala… y reafirmando mi amor al cine… al cine en la sala. Peculiar porque esta isla en el centro de Madrid es ni más ni menos que un lugar que muchos (y reconozco mi propio prejuicio) lo miramos como un reducto de lo decadente, lo degradante, lo patético y morboso… la única sala x que queda abierta en la ciudad, el cine Duque de Alba. Su acceso es por un largo pasillo (que se convierte en una especie de túnel del tiempo) y en sus laterales están los cárteles hechos a mano por el encargado del cine, Rafael, de las películas que se proyectan en sesión continua. Antes de pasar está la ventanilla de las de toda la vida (ya casi reliquia) de la taquillera, Luisa. Como habréis supuesto esos cuatro protagonistas son: el propio edificio del cine, Rafael, Luisa y los clientes.

Conocer a Rafael y a Luisa es uno de los grandes alicientes del documental. Después de la proyección vimos cómo ambos son tal y como se reflejan en la película. Los dos con su amor al trabajo y a la sala en la que trabajan, así como el respeto que muestran a sus clientes habituales, logran que una sala x se convierta en un lugar entrañable. Un lugar con una decadencia física cuidada (todavía funcionan con calefacción de carbón) que convierte el local en especial, en genuino. Lo que ocurre dentro de la propia sala de cine entra dentro de la privacidad de sus clientes. La cámara nunca entra. Así que solo vemos la sala desde fuera, desde el hall. Y cuando está vacía. En ese hall y en otras dependencias del cine escuchamos los gemidos de fondo… que nunca alteran las conversaciones del encargado y la taquillera o de estos con los clientes habituales o entre los propios clientes.

Luisa dice que sus años de taquillera en el cine Duque de Alba han sido los más bonitos. Y habla con dulzura, y sin juzgar, de sus clientes habituales, que son de lo más educado según su experiencia. Porque entre los clientes, que con tanto cariño son tratados por Rafael y Luisa, se deducen historias de soledad, de desencanto, de desamor, de exclusión y marginación. Muchos de ellos han encontrado en el cine Duque de Alba su refugio, su libertad. Y el realizador novel Omar A. Razzak y su equipo han logrado captar ese universo especial, con muchas dosis de cariño y mostrando una intimidad emocionante, con respeto. Así Luisa, la taquillera, nos decía después de la proyección, que ella estaba contenta por lo bien que iba el documental y lo que estaba gustando por los jóvenes, por ellos que tanto habían trabajado, y miraba feliz a Omar.

Paradiso regala momentos hermosos, otros muy divertidos y destila amor al espectador de toda la vida a través de las conversaciones que mantienen sobre cine (y no pornográfico…, sólo se nos informa en un momento el éxito que tuvo la Cicciolina cuando se proyectaban sus películas en la sala), Rafael, Luisa y algunos de los clientes. Así comentan las películas que más les han gustado como Mejor imposible de James L. Brooks, Los Puentes de Madison de Clint Eastwood o un cliente, que es todo un personaje, confiesa que con la película que más ha llorado es con Tomates verdes fritos (yo comparto su afición por esta historia). También hablan de El gran dictador, de Ciudadano Kane o del cine de Kubrick… pero con una candidez y una inocencia cinéfila con mucho encanto. Curiosamente Rafael tiene todas las habitaciones del edificio decoradas con carteles de cine que no son carteles porno sino de películas recordadas por todos.

Rafael lleva su sala con dedicación y respeto. Dentro de la rutina de cada día, cuida su local con mano experta y detallista. Así en el patio interior crea un espacio, una terracita, para que sus clientes puedan charlar y fumar. Así compra una carpa, unas sillas, unas macetas con flores… También cuida la decoración navideña con distintos artilugios y se piensa un mensaje además de tener un regalo preparado para sus clientes habituales (después de la proyección también llevó con sumo cuidado varios regalos para nosotros, los espectadores). Y siempre pide el consejo de Luisa, la taquillera. La relación que tienen entre ellos queda reflejada con mesura dejando muy buenos momentos.

El documental Paradiso (que se llama así porque a Rafael le encanta la película de Cinema Paradiso) cuenta un año en la vida de esta sala de cine… el último año de Luisa, que se jubila. Ese es el hilo conductor…, el pequeño cambio que va a sufrir esta isla urbana, ese universo propio, la taquillera se va… Paradiso se convierte en todo momento en un documental nostálgico, con una cierta melancolía en cada fotograma. En esas conversaciones entre seres solitarios, en ese abuelillo que lleva una rosa a Luisa, en ese cliente que canta una triste copla, en ese beso furtivo en la mejilla que le da la taquillera en su último día, antes de subirse al autobús, a Rafael, su compañero de trabajo… En esos momentos se encuentra la esencia de este lugar de encuentro que batalla contra viento y marea por sobrevivir.

Pronto saldrá el dvd y nos cuentan que la presentación se hará próximamente (a mediados de mayo) en el propio cine Duque de Alba… Luisa nos dice que lo vamos a pasar bien.

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La cámara indiscreta. Tesoros cinematográficos de Magnum Photos

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Toda reportera va con su fotógrafo al acecho de historias. Y Hildy Johnson no iba a ser menos. Así que pidió a su reportero gráfico favorito, Fernando Sánchez, que por favor le hiciera una fotografía como espectadora de una exposición que no sólo le ha entusiasmado sino que además le ha hecho sentir e imaginar. Que captara esa esencia con una imagen íntima y en soledad…

La cámara indiscreta te permite un viaje emocionante al corazón de rodajes de películas que forman parte de una mitología cinéfila especial. Porque los reporteros de Magnum captaban un mundo íntimo, único, original…, mostraban una mirada valiosa donde creaban ‘otra película’, otra historia. Y esa es la maravilla de esta exposición, cada instante atrapado permite imaginar…

El idilio entre Magnum y el cine empezó con una historia de amor en 1945 y se consolidó en 1961 cuando nueve fotógrafos de la agencia fueron contratados para cubrir un rodaje…

París. El fotógrafo Robert Capa conoce a la actriz Ingrid Bergman y empieza así una historia de amor a menudo olvidada. Capa realiza un parón a sus reportajes como reportero gráfico de guerra… y decide atrapar con su cámara otro mundo: los rodajes de Hollywood. Así va al encuentro de la mujer amada al otro lado del océano y empieza a fotografiar el rodaje de Encadenados de Alfred Hitchcock. Así empieza una relación entre la agencia y el mundo del cine que se prolongaría durante décadas.

La consolidación se produce en 1961. Quizá el rodaje más fotografiado sea el de Vidas rebeldes de John Huston. Fotografías ya míticas que captaron nueve profesionales de la agencia. Las imágenes, todas ellas especiales, captan otra ‘historia’ triste. Todo cinéfilo recuerda esa imagen de grupo (presente en la exposición) de Elliott Erwitt donde aparece Marilyn Monroe rodeada de los tres actores protagonistas (Montgomery Clift, Clark Gable y Eli Wallach), el guionista Arthur Miller (su esposo… en un momento de crisis y ruptura inminente y dolorosa), el director John Huston y el productor Frank E. Taylor. O tampoco los buscadores de imágenes olvidan cómo la fotógrafa Inge Morath (futura esposa de Miller) captaría la fragilidad y personalidad de Marilyn en varias fotografías muy hermosas.

Los reporteros de Magnum logran transmitir rodajes que laten, que viven, que transmiten, que cuentan… Así el espectador de la exposición vive un viaje por el tunel del tiempo y atrapa el espíritu que sobrevolaba por los platós o los escenarios naturales. Las fotografías captan momentos únicos, íntimos, de un director trabajando o en tiempo de espera. De una actriz riendo con sus compañeros o maquillándose para entrar en escena. De un plató que descubre secretos y la magia del cine… Un ensayo fotográfico sobre realidad y ficción, ficción y realidad. Los rodajes permiten a veces fotografías extrañas, como fuera de la realidad…, que pone en marcha la imaginación del que mira. Los fotógrafos nos dejan ‘otra mirada’ tremendamente valiosa de De repente el último verano, Vidas rebeldes, Moby Dick, El proceso, Candilejas, Rebelde sin causa, Lo importante es amar, El planeta de los simios, La tentación vive arriba, Zabriskie Point

Mi viaje personal…

En mi paseo por esa cámara indiscreta mi cabeza no dejó de funcionar y crear un montón de historias, momentos, relatos, instantes, sensaciones, pensamientos…

 Un Chaplin, de pelo blanco, en pleno proceso creativo. En su ‘hábitat natural’, entre luces, cámaras y travellings… durante el rodaje de una de sus películas más personales donde el director se desnudaba emocionalmente, Candilejas.

Una Liz Taylor, bella hasta decir basta, frente al espejo… Una actriz antes de ponerse delante de la cámara. Taylor muestra el rostro de una bella melancólica, triste, ante la mirada profesional de una peluquera que trabaja eficiente. Es un retrato psicológico de una actriz metida ya en el camino tortuoso del inconsciente que mostrará su recorrido a un mundo de pesadilla y horror en De repente el último verano.

Una imagen insólita y extraña de los momentos de descanso y rélax. El planeta de los simios deja instantes impagables. Tres simios apoyados en una valla con el cartel de Detour colgado en una calle, como si fuera lo más normal del mundo. Los tres simios están a las puertas de una pensión  y al lado de un local de alterne…

Otra imagen extraña… y tan kafkiana como la propia película que se estaba rodando, El proceso. Un despacho con velas hasta arriba de papeles ¿es un director que da pautas a su actor? ¿Son Orson y Anthony? ¿Un momento de pausa? ¿O son dos personajes? ¿Un abogado frente a su cliente? ¿Son Josef K y su abogado Hastler? ¿Realidad y ficción, ficción y realidad?

… El paso del tiempo. Arthur Miller, años después de Vidas rebeldes, volvió a trabajar como guionista, esta vez, para adaptar una de sus obras de teatro más míticas, Muerte de un viajante, dirigida en los 80 para televisión por el alemán Volker Schlöndorff con Dustin Hoffman de protagonista. Miller con pelo cano es fotografiado por su esposa, Inge Morath, que refleja pura cotidianeidad de un creador, de un hombre de letras.

Vidas rebeldes rescata los mil rostros de Marilyn Monroe… pese a que fue un rodaje triste, triste, triste… y atrapado por cientos de imágenes. También hubo momentos de paz, instantes de descanso de los nubarrones grises. Monroe… en una de esas imágenes que reflejaban a una mujer bella, sonriente y relajada, tratando de alejar sus fantasmas. Es como si la venus rubia solo se sintiera auténtica y ella misma cuando sabía que una cámara iba a congelarla, a convertirla en eterna…, en mito.

El director en acción… Un Michelangelo Antonioni en un paraje desértico, apocalíptico… corriendo para captar el inconformismo y el desencanto de una época en Zabriskie Point. Los setenta daban comienzo… y el nihilismo mostraba sus imágenes…

Este sólo es un itinerario posible de los infinitos que puede llevar a cabo un espectador mientras recorre despacio, como si se encontrara en una cápsula de tiempo y creatividad, una exposición con muchos tesoros… Después el espectador puede sentarse en la silla de un director y empezar a crear su propio montaje…

Nota: La cámara indiscreta. Tesoros cinematográficos de Mágnum Photos. Sala Canal de Isabel II. Calle Santa Engracia, 125. Madrid. Hasta el 27 de julio.

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Dos clásicos y un moderno

Noble gesta (L’onorevole Angelina, 1947) de Luigi Zampa

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… los indignados han existido (hemos existido) siempre y también han sido reflejados por el cine. Así tras la Segunda Guerra Mundial y en pleno neorrealismo para analizar y reflejar la época (que influenció todo el cine italiano del momento) no eran fáciles las cosas en Italia. De tal manera que no queda lejos de la situación actual, lo que cuenta Noble gesta: unos vecinos hartos de las injusticias urbanísticas, sociales y políticas que se levantan y revolucionan para conseguir sus derechos… capitaneados por Angelina (como siempre, una maravillosa Ana Magnani), una mujer de la barriada de familia numerosa harta ya de no llegar a final de mes y de romperse la cabeza cada día para poder alimentar a sus hijos. Así la película ilustra el recorrido de esta mujer, casada con un pobre suboficial de policía, que pasa de ser una más a convertirse en líder de las protestas. Vivirá un ascenso y una caída en picado donde todos le retiran la palabra hasta volver a resurgir. Angelina es una mujer del pueblo con conciencia que lucha por mejorar su situación. La convierten en líder por lo bien que protesta e incluso llega a idear un partido político pero ella misma se da cuenta de que esa tarea ya le queda grande. También sufrirá la manipulación de los poderosos y la retirada de confianza de los que la siguieron… hasta que vuelve de nuevo a restablecerse su popularidad. Finalmente se quedará junto a su familia… renuncia a la política pero no a la lucha diaria y a la indignación continua (crítica y necesaria)… Luigi Zampa dirige con solvencia este largometraje de indignados con aires neorrealistas.

 ¿Qué fue de Baby Jane? (What ever happened to Baby Jane, 1962) de Robert Aldrich

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Mucho se ha escrito sobre Baby Jane y es que esta película de culto del interesante realizador Robert Aldrich mantiene su magnetismo aunque vaya pasando el tiempo. Además también inauguró un género, el grand guignol, que sigue teniendo tradición en el actual cine americano (podemos perseguir sus huellas en Killer Joe, Stoker o El consejero).

Son muchos los alicientes para inmiscuirse en esta historia. Por una parte ese clima de suspense y misterio claustrofóbico. Sus personajes oscuros hasta resultar desagradables. No se salva ni uno (ni siquiera las plácidas y ‘pesadas’ vecinitas de al lado, madre e hija, hasta el siniestro pianista y su desagradable madre). La visión de la fama y el éxito efímero seguido de una larga decadencia, el cine dentro del cine. El ocaso del vodévil ante el nuevo arte, el cine (el espectáculo de Baby Jane en los escenarios de teatro y el posterior éxito en el cine de su hermana). Las enfermizas relaciones familiares (entre las hermanas, entre el pianista y su madre…). La locura, el alcoholismo, la decadencia, la dependencia emocional…

Pero sobre todo se sigue sustentando esta película por las increíbles interpretaciones de sus dos protagonistas: dos grandes divas del cine. Bette Davis y Joan Crawford se unen para ser las decrépitas hermanas Hudson. No fue un rodaje fácil, la lucha de egos de las actrices benefició el resultado de la película pero convirtió el proceso en una pesadilla. Jane Hudson-Davis y Blanche Hudson-Crawford se apoderan de sus personajes y la película y dejan dos interpretaciones memorables. Inolvidable la actuación de una anciana Jane cantando una canción a su padre o la angustia de una mujer en silla de ruedas encerrada cruelmente…

Vidas contadas (Thirteen Conversations About One Thing, 2002) de Jill Sprecher

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Desde un Robert Altman en Vidas cruzadas, pasando por González Iñárritu, Guillermo Arriaga, Paul Thomas Anderson, Rodrigo García… las películas de vidas cruzadas se han convertido casi en un subgénero que ha dejado interesantes propuestas cinematográficas (y otras que no lo son tanto)… Y una de ellas es esta película. Con un buen reparto coral donde brilla sobre los demás Alan Arkin y donde vemos ya la semilla del hoy prolífico y arriesgado Matthew McConaughey. La historia dividida en trece segmentos habla precisamente de felicidad y ‘juega’ con este concepto a través de la vida (y el azar) de varios personajes: una empleada de limpieza, un exitoso y joven fiscal, un trabajador de una empresa de seguros y un matemático. La directora Jill Sprecher, junto a su hermana Karen, crea un buen guion y dirige una obra elegante, interesante y sensible con diálogos certeros. Una película a reivindicar. La sonrisa de Alan Arkin cierra de manera brillante esta reflexión sobre la felicidad humana.

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Mi semana con Marilyn (My week with Marilyn, 2011) de Simon Curtis

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Mucho se ha escrito sobre Marilyn Monroe. Mucho bueno, mucho malo. Y bueno y malo empleándolo en el sentido de libros respetuosos con su figura y trabajo como actriz así como analizando la mitología alrededor de su persona y libros que han hurgado en lo morboso o en aspectos íntimos y personales de una mujer que a nadie le hubiese gustado (ciertos o no) que hubiesen sido aireados ante el mundo. Luego están los libros de aquellos que estuvieron, aunque fuera solo unos días, con ella… pero lo contaron. Y entre esos libros (que también son numerosos y también las calidades y verosimilitudes varían) se encuentra el de Colin Clark (libro que no he leído): que rememora su ‘semana con Marilyn’ cuando él era un joven de 23 años, de buena familia y muy bien relacionado, que ama el cine y el mundo que lo rodea y consigue su primer trabajo como ‘tercer ayudante de producción’ en la nueva película de Laurence Olivier en Gran Bretaña, El príncipe y la corista, cuyo rodaje transcurrió en el verano de 1956.

Y el debutante Simon Curtis (sus anteriores trabajos han sido para la televisión) no dirige un simple biopic o un telefilm para pantalla grande, sino una correcta y delicada película sobre un periodo determinado en la vida de Monroe. Un relato cinematográfico que se construye desde la nostalgia y la mirada de un chico que ama el cine y respeta (y entiende más que otros) el elemento trágico de la actriz. Un joven que se enamora como si fuera el primer amor y se acerca algo a Norma Jean y que entiende que Marilyn Monroe es un personaje creado. Así la película se mueve en dos tramas muy bien unidas en las que el joven Clark es un testigo de excepción: por una parte la tierna pero también dolorosa relación (sobre todo para el joven) que se establece entre los dos y el tenso rodaje de El príncipe y la corista donde chocaron dos egos y dos formas de entender la interpretación muy diferentes. La lucha de egos entre Monroe y Olivier.

Así Mi semana con Marilyn es una película sobre la nostalgia, el recuerdo y la memoria que regala un bonito y complejo retrato de la artista (Michelle Williams consigue darle coherencia y meterse en su esencia) donde se marcan sus luces y sus sombras. Por otra parte surgen pinceladas de todos aquellos que la rodeaban que alimentaron sus inseguridades, no pudieron ni supieron ayudarla (como su marido en aquel momento Arthur Miller) o se preocuparon de mantener en pie (a base de medicamentos u otros métodos) a la gallina de los huevos de oro. También se refleja la consternación de Olivier (Kenneth Branagh) que se siente incapaz trabajar y comprender a Monroe pero que reconoce su poder innato frente a la pantalla de cine. Quizá el personaje que más choca o menos logrado (era una personalidad demasiado fuerte y también trágica… hubiera dado para otra película) es el de Vivian Leigh (con el rostro de Julia Ormond).

Simon Curtis ofrece una dirección elegante donde prima la luminosidad y la sensación de estar ante un relato nostálgico y subjetivo de un joven que se deja cegar y dañar por los encantos y también por la tragedia interior de la estrella que admira en la pantalla blanca. Descubre a la mujer tras Marilyn Monroe, la insegura, a la que dañan, la vulnerable pero que se oculta tras una estrella que es brillante, sexi, manipuladora, fuerte y que sabe lo que le gusta y ama: que una pantalla la refleje.

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Reflexiones sobre la comedia romántica contemporánea: Crazy, stupid, love (Crazy, stupid, love, 2011) de Glenn Ficarra y John Requa/Don Jon (Don Jon, 2013) de Joseph Gordon-Levitt

Estas dos comedias románticas no sólo reflexionan sobre este género a la hora de desarrollar sus historias sino que además comparten a una de sus actrices: Julianne Moore. Las dos películas son conscientes de su condición de comedia romántica (y ambas realizan el rizo de hablar sobre cine en el cine y cómo este arte afecta a nuestras vidas y forma de relacionarnos) y además aunque no sean redondas se convierten en obras con un halo especial y extraño que las hace únicas y frescas. De ambas surgen cuestiones sobre los caminos que recorre dicho género. Y las dos saben a lo que están jugando. No proponen una nueva formulación o un paso más innovador, sino que reflexionan sobre el propio género (a este dúo sumaría Con derecho a roce pero me parece la propuesta más floja de las tres… aunque tiene esa cualidad de frescura y reflexión).

Crazy, stupid, love (Crazy, stupid, love, 2011) de Glenn Ficarra y John Requa

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Cine dentro del cine o influencia de dicho género en la propia narrativa de la película. En la escena romántica entre los personajes de Ryan Gosling (un conquistador musculitos de una chica para cada noche) y Emma Stone (chica seria e inteligente que enamora al musculitos), ésta le pregunta que qué hace antes de llevarse a su conquista femenina a la cama. El personaje de Ryan Gosling le dice que emplea una fórmula que jamás le falla. Y es decirle a sus conquistas que es capaz de realizar el paso de baile de Dirty Dancing. Les reta a que prueben el salto y que él logrará sostenerlas… y después directos a la cama. Obviamente terminan ensayando el salto… pero precisamente lo romántico en esta escena es el grado de confianza que alcanzan los dos personajes que en un principio iban simplemente a pasar una noche de sexo (uno por costumbre, y la otra por despecho) y al final se quedan toda la noche dale que te pego a golpe de charla y risas. Cine dentro del cine y además comedia romántica al cien por cien…

Llevaba tiempo detrás  de esta película, pues ambos directores ya me llamaron la atención con otra propuesta cinematográfica imperfecta pero distinta que no me dejó indiferente y me desconcertó bastante, Phillip Morris, ¡te quiero! (otra comedia romántica-onírica-dramática sobre una pareja de homosexuales que se enamoran en la cárcel)… Con Crazy, stupid, love disfruté de una comedia romántica que trata de romper con los estereotipos del género para finalmente construir una comedia romántica… parece un rompecabezas absurdo pero funciona (lo mismo pasa con Don Jon). Y la premisa de la que parte es que tanto los espectadores que ven la película como los propios personajes son consumidores de comedia romántica (y ésta influye en sus vidas y en sus relaciones personales… más bien en sus ensoñaciones personales). Y jugando con esta premisa y rompiendo los estereotipos… finalmente se construye una película de género. Así se forma una especie de bucle cinéfilo… la comedia romántica tiene unos códigos y se puede jugar a romperlos pero lo que tiene que resultar al final es una película con los ingredientes del género… Los personajes tratan de huir de los estereotipos pero finalmente viven una comedia romántica. Estas dos películas rompen y reconstruyen a la vez… y el resultado funciona.

La película empieza por donde ninguna comedia romántica lo hace (y no me estoy refiriendo a Dos en la carretera u otras comedias clásicas sino al género de comedia romántica como se conoce ahora y que indagamos sus orígenes a partir de Cuando Harry se encontró a Sally…). Se muestra un local pero sólo vemos los pies bajo las mesas… que se interrelacionan y comunican. Hasta que llegamos a una mesa con unas playeras y unos tacones distanciados, sin comunicación… después nos ponen los rostros a los que pertenecen dichos pies. Un matrimonio formado por Steve Carell y Julianne Moore. Ésta le comunica, en un momento cómico y brusco, que quiere el divorcio… Y el título de la película hace su aparición.

Crazy, stupid, love resulta porque no esconde lo que es pero a la vez es como si quisiera romper los códigos del género al que pertenece y demostrara que no es posible porque lo que quiere contar es una historia de amor con gotas de humor. Así a través de tres generaciones distintas construye lo que sabemos desde el principio, una comedia romántica de la que terminamos disfrutando sin complejos (y por unas buenas interpretaciones de actores con química y buenos momentos tanto humorísticos como románticos). El matrimonio maduro a punto de romperse por la monotonía donde muestra la vida del uno sin el otro y cómo encaran la ruptura de muy diferentes maneras… para darse cuenta (de algo que ya sabíamos) que terminarán juntos de nuevo (con la aparición estelar de un personaje secundario genial con el rostro de Marisa Tomei). Después la historia de dos jóvenes con distintas concepciones del amor (el don juan musculitos y la tía seria que busca el hombre ideal) que terminarán en el mismo barco (Ryan Gosling y Emma Stone) y por último el amor adolescente, platónico y no correspondido: el que siente el hijo del matrimonio, de 13 años, por su joven canguro, de 17.

Don Jon (Don Jon, 2013) de Joseph Gordon-Levitt

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El debut de Joseph Gordon-Levitt propone una película aparentemente superficial con una pareja de lo menos romántico: un musculitos adicto a la pornografía, católico hasta la médula, que sólo le interesa su coche, su familia, sus amigos, su gimnasio, una limpieza meticulosa y sus salidas nocturnas… y una choni adicta a las comedias románticas que busca ser una princesa con el príncipe azul perfecto según su cabeza. Y he de decir que Joseph Gordon-Levitt y Scarlett Johansson están perfectos en sus roles. Así oímos la voz del protagonista que explica por qué es mejor el porno que una relación sexual real y por qué merece más la pena que una comedia romántica… mientras su choni pierde el norte ante una de esas películas y se esmera por cambiar a su novio al tipo de príncipe que busca. Mientras ninguno de los dos consigue comunicarse, los dos tratan de presentarse como una pareja ideal y maravillosa ante los demás.

Y tras estos personajes superficiales surge su incomunicación, insatisfacción, miedo y vacío. La comedia esconde un drama. Y aparece así el tercer personaje en cuestión… la mujer con rostro de Julianne Moore que se acerca a musculitos en unas clases nocturnas (impuestas por la choni para que su príncipe encuentre un trabajo mejor y con futuro). Y en ese personaje surge lo que Joseph Gordon-Levitt nos quiere contar (y lo que a muchos espectadores les ha decepcionado… a mí me parece un giro brillante): desmonta una comedia romántica con una historia de amor imposible (y más bien trágica) para finalmente reconstruir ante nuestra mirada una comedia romántica que devuelve una dimensión a un mito: la redención de un Don Juan con más músculo que cerebro.

Y ese personaje es el que logra que una espectadora se acerque también a Don Jon y su princesa choni y empatice con ellos. Los entienda. Es ella la que saca la ternura y la vulnerabilidad del personaje. Y es ella la que después de dinamitar los fundamentos del género, los restablece. Pero lejos de verlo como un giro conservador y moral (como lo han vivido muchos), creo que Gordon-Levitt lo que quería era construir una comedia romántica pura que hablara sobre la incomunicación, la soledad, la frustración, la evasión para evitar el dolor… Y cómo el enamorarse, escuchar y respetar al otro puede ser también una evasión compartida, una huida del dolor, y un intento en construir relaciones y destruir soledades e inseguridades.

El personaje de Julianne Moore no está metido con calzador sino que surge en el momento preciso. Muchos ven imposible que se interese o se fije en Don Jon… precisamente creo que es posible porque ella lo que busca en ese momento de su vida es la evasión, alejarse lo más posible de su realidad cotidiana. Siente que con alguien como Don Jon podrá evadirse pero ella no es egoísta como lo es Don Jon (que lo es como estrategia de supervivencia y por miedo) sino que quiere compartir esa evasión con él… Y así es la única que se acerca a la esencia del personaje de Don Jon y que logra un clic en su persona, una vía para la transformación y el cambio. No es el príncipe azul de la princesa choni pero sí puede ser alguien con quien compartir una huida, un dolor. No es más que otra comedia romántica… y a mí eso me atrapó…

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10 razones para amar El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950) de Billy Wilder

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Razón número 1: Duelo de dúos (I Parte): Billy Wilder y Charles Brackett

¿Qué tienen en común La octava mujer de Barba Azul, Medianoche, Ninotchka, Si no amaneciera, Bola de fuego, Arise, my love, El mayor y la menor, Cinco tumbas al Cairo, Días sin huellas, El vals de emperador, Berlín Occidente y El crepúsculo de los dioses? Pues seguro que se puede jugar bastante y sacar varios elementos en común pero hay uno que con solo mirar los títulos de crédito surge con fuerza: los guiones de estas películas están firmadas por Billy Wilder y Charles Brackett. Y su última colaboración juntos fue precisamente en El crepúsculo de los dioses, una buena rúbrica final para una colaboración que dejó muy buenos frutos.

El crepúsculo los dioses es un guion amargo sobre Hollywood y sobre el oficio de guionista pero también un canto de amor hacia dicha figura dentro del equipo humano necesario para crear una película. Esta historia tal y como está contada y cómo está contada, en primera persona, solo puede llevarla a cabo y manteniendo siempre el interés un buen guionista desencantado, como el protagonista del film, Joe Gillis. Y sólo podía llegar a estar tan bien narrada y tan bien reflejado el oficio de guionista con dos profesionales como eran Billy Wilder (también director) y Charles Brackett (también novelista y productor).

Razón número 2: Duelo de dúos (II Parte): Gloria Swanson y Erich von Stroheim

Pero otro dúo brillante que forma parte de una historia mágica (y decadente) y que da autenticidad a cada fotograma es el formado por Gloria Swanson y Erich von Stroheim o lo que es lo mismo por Norma Desmond y Max von Mayerling.

Y la historia verdadera y la historia de ficción se funden creando autenticidad y verdad. Su huella deja el lado más duro de un Hollywood silente que encumbraba y relegaba al más absoluto de los olvidos cuando salías del todopoderoso sistema de estudios. Pero los dos siguieron con la cabeza alta… No protagonizaron en realidad la tétrica pero a la vez deslumbradora y decadente historia de Norma y Max pero sí la suya propia, la de Gloria y Eirch.

Ambos eran grandes en el cine silente. Pero él se salía tanto de los canones de la industria que le terminaron relegando y no le dejaron terminar muchas de sus obras. Pero siguió en el mundo del cine y no cayó en el absoluto olvido por sus labores como actor. Ella era una de las divas y reinas del cine mudo pero en cuanto llegó otra forma de hacer cine (más su rebeldía) se retiró de la pantalla blanca (y se dedicó a otros terrenos, no la fue nada mal). Los dos coincidieron en un momento que supuso lo sublime y la caída más estrepitosa. Ambos fueron artífices de una obra cinematográfica inacabada llena de historias y con imágenes que preludian lo que podría haber sido: La reina Kelly (1929). No acabaron de la mejor de las maneras. No se vieron más. Pero volvieron a encontrarse, y el encuentro fue dulce, en El crepúsculo de los dioses. Ya en los años cincuenta. Ella como una actriz decadente encerrada en una mansión-cárcel-refugio. Él como un mayordomo eficiente que esconde un pasado como director de cine y primer esposo de la diva caída… Y siguen un ritual, al que ahora se une el joven guionista Gillis, se proyectan en el salón las viejas películas de ella. Las imágenes que se ven en El crepúsculo de los dioses se corresponden a aquella película inacabada… Y es emocionante ver el rostro de ambos mientras miran las escenas silentes.

 Ficción y realidad. Realidad y ficción. Todo se mezcla.

Razón número 3: cameos y apariciones con mucho arte

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… La diva del cine silente se deja acompañar por otras viejas glorias. Igual que Gloria Swanson (como su personaje Norma Desmond) conocía perfectamente esa época porque fue una de las protagonistas… otros rostros silentes salen en esta historia. Así Norma Desmond recibe la visita semanal de tres actores del cine mudo con los que juega interminables partidas de cartas. Ellos son Buster Keaton, Anna Q. Nilsson y H.B.Warner (los dos últimos bastante más relegados al olvido. Tratemos de recordarlos: para los amantes del western ella fue la primera Cherry Malotte, dueña de un Saloon en la Alaska que vive la fiebre del Oro, de las cuatro versiones que tendría The Spoilers. Y H.B. Warner fue el protagonista del Rey de Reyes mudo de Cecil B. DeMille pero luego tuvo papeles secundarios en películas míticas como el alcohólico y triste dueño de la droguería donde trabaja George Bailey en Qué bello es vivir).

También están los que supieron subirse al carro… como un director que hace de sí mismo pero que fue uno de los que dirigió los grandes éxitos mudos de Norma Desmond. Lo vemos en su salsa, siendo él mismo, en un estudio y rodando en la Paramount… ni más ni menos que el ‘rey del espectáculo’, Cecil B. DeMille. Si en tiempos del mudo tuvo éxitos como Juana de Arco,  Los diez mandamientos o Rey de Reyes… en aquellos años seguía dando espectáculo con Sansón y Dalila, El mayor espectáculo del mundo u otra nueva versión de Los diez mandamientos… Precisamente en el cameo le vemos en un estudio de la Paramount, en esos momentos estaba rodando realmente Sansón y Dalila.

Una de las reinas del chisme también hace de sí misma… aquellas columnistas capaces de elevar o hundir carreras… presente y haciendo de ella misma en la última impresionante escena que protagoniza una Norma Desmond trastornada. Hablamos de Hedda Hopper y Billy y Charles nos la presentan en su salsa.

Razón número 4: cine dentro del cine. Hollywood dentro de Hollywood

El crepúsculo de los dioses habla de cine, es sobre cine y emplea de manera brillante todos los recursos del lenguaje cinematográfico. Así es un retrato duro pero a la vez apasionado de la industria cinematográfica en Hollywood. Es una historia del cine desde la época del cine mudo hasta el apogeo del sistema de estudios en los años 50 (a punto de caramelo para la caída). Asistimos a la cara oscura pero también a entender por qué se ama ese mundo, ese mundo de hacer películas.

Nos encontramos con los entresijos de un estudio (La Paramount). Sus estrellas, sus productores, guionistas, directores, técnicos, ayundantes de producción, representantes… que foman parte de una gran plataforma, de un plató gigante, que cuenta historias para que se proyecten en la pantalla blanca. Pero este sistema de estudios es una maquinaria que engulle y tritura. Crea y destroza. Encumbra y olvida. Fama y fracaso. Estrellas y sombras. Pero también creatividad, invención, imaginación, levantar sueños, el gusanillo de escribir, de dirigir, de actuar… La cara y la cruz de Hollywood. Un sitio lleno de claro oscuros. Amanece y lo amas, pasa el día y te vas desesperando, anochece y entre litros de alcohol y rechazos terminas odiándolo… y a dormir… que espera un nuevo día.

Norma Desmond y Joe Gillis son dos personajes complejos pero redimidos, sin embargo, por su entrega absoluta a la pantalla blanca. Es lo que les hace vivir y morir. Aman y odían con intensidad el mundo que les hace personas pero también les destruye.

Razón número 5: la mansión y las escaleras

Cuando el guionista Joe Gillis pisa por primera vez la mansión que se convertirá en su cárcel la describe perfectamente. Le recuerda a la mansión que se cae a pedazos en su decadencia que describe Dickens en su novela, Grandes esperanzas. Y piensa que dentro puede habitar una especie de señorita Havisham… y no se equivoca. Solo que Desmond no se rinde y sigue buscando el amor (o el sentirse deseada) aunque tenga que pagar y retener al bello guionista como sea.

Y esa mansión enorme cobija habitaciones sin cerraduras, decorada de manera barroca, como si se tratara de un artificial decorado de película de lujo, un hogar digno de diva decadente. Un decorado que se va desplomando pero que guarda cierta hermosura. Una piscina sin agua que se llenará con la llegada del aire fresco, Joe Gillis. Y que se convertirá en su tumba. Habitaciones con fotografías antiguas, que se aferran al pasado. Habitaciones con goteras. Un dormitorio con un mono muerto. Un entierro en el jardín salvaje.Y unas escaleras que son el mejor escenario para que una Norma Desmond ofrezca la actuación de su vida mientras las cámaras ruedan.

Recopilando curiosidades me entero de que la misma mansión, antes de que se desapareciera definitivamente, se emplearía también en una película donde se rodarían escenas míticas. Es la mansión abandonada donde se refugian en un momento dado los jóvenes de Rebelde sin causa.

Razón número 6: ¿Cuál es el género?

¿Cine negro? Así parece en las primeras escenas. ¿Terror? Es lo que sentimos nada más pisar la tétrica mansión. ¿Comedia? ¿Drama? ¿Melodrama? ¿Comedia romántica? Todos estos géneros se encuentran encerrados en El crepúsculo de los dioses y ninguno chirría. Es tan brutal y tan claustrofóbico a veces el encierro de Joe Gillis (sobre todo cómo lo vive… recordemos que es él el ‘peculiar’ narrador) que sus escapadas y su historia con la joven guionista (Nancy Olson) se hace necesaria. Porque es una manera de pintar un posible futuro para Gillis. A veces los excesos de Norma nos pueden provocar risa… pero una risa incómoda, como el comportamiento de su fiel mayordomo. Una risa que se transforma en lágrima porque hay tragedia detrás de lo estrafalario. Todo está envuelto en un ambiente de cine negro porque sabemos desde el principio que lo que estamos viendo es la crónica de un crimen y sabemos que no hay salida posible, ni salvación ni redención para su protagonista.

Razón número 7: William Holden, pistoletazo de salida

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En muchas ocasiones he cantado mi amor platónico hacia William Holden. El crepúsculo de los dioses supuso el pistoletazo de salida para una carrera que despegó lentamente (llevaba desde finales de los años 30 apareciendo en pantalla). Joe Gillis funciona porque lo construye un buen actor (además de partir de un buen guion). El guionista gigoló que va mostrando su vulnerabilidad, sus puntos débiles, lo que le hace más humano. Joe Gillis, un personaje tremendamente complejo y muy bien reflejado por un Holden no sólo atractivo sino que muestra toda la ambigüedad del personaje y consigue que finalmente todos los espectadores estén convencidos de que no se merece contarnos esa historia desde el fondo de una piscina, sin posibilidad de futuro.

Y a partir de El crepúsculo de los dioses, vendría el reconocimiento. Y una galería de películas que me hacen ser para siempre espectadora fiel (ya se vislumbraba en Sueño dorado, el violinista boxeador): Nacida ayer, Traidor en el infierno, Picnic, La Colina del Adiós, El puente sobre el río Kwai, El mundo de Suzie Wong, Grupo Salvaje, Network…

Razón número 8: el narrador, un guionista muerto

Y seguimos con Joe Gillis y William Holden. No sólo es guionista de profesión sino que se convierte en narrador omnisciente del relato cinematográfico. Ya sabe todo lo que va a ocurrir puesto que está muerto. Domina la historia. Y nos la cuenta como lo que es, un guionista. Todo lo vemos bajo su mirada. Y los ambientes por los que se desenvuelve. Y las descripciones de los personajes. Quizá esa es la explicación de ese universo de géneros. Según el estado de ánimo del narrador se va hacia el cine negro, hacia el humor negro, hacia el terror, la intriga o el romanticismo exacerbado…

Razón número 9: érase una vez un gigoló y una dama decadente

Érase una vez un gigoló y una dama decadente en una mansión encerrados en una fiesta de fin de año con una orquesta a su servicio… El crepúsculo de los dioses no es un cuento de hadas. Lo triste (y lo humano y esperanzador) de Joe Gillis es que todavía le queda la suficiente humanidad como para entender la decadencia, los miedos y la tristeza que encierra el rostro de Norma Desmond, otro personaje perdido y frágil. Y los dos son capaces de crearse un universo donde tratan curarse de las heridas. Pero un universo artificial que termina resquebrajándose y matándoles a ambos. Norma no puede vestirse siempre de las bañistas de Mack Sennett o hacer reír con una imitación magistral de Charlot… no puede evadirse siempre. Y Gillis no puede estar toda la vida huyendo sin enfrentarse a sus problemas. Cuando ambos tratan de encarrilar sus vidas… ya es demasiado tarde. Gillis muere, y Desmond pierde la cabeza definitivamente, se quiebra.

Razón número 10: Un principio y un final. Historia redonda

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Las películas como las novelas o los cuentos tienen mucho terreno ganado si tienen un principio que atrapa, un desarrollo que mantiene el interés y un final que deja clavado al espectador en el asiento. Y así es El crepúsculo de los dioses. El principio te atrapa y no te suelta: ¡una historia que te está narrando un cuerpo muerto flotando en una piscina de una mansión de Sunset Boulevard! El desarrollo no decae en ningún momento pues se trata de entender cómo se llega a esa situación. Y el final nadie puede olvidar la locura de Norma Desmond bajando por las escaleras cual diva, ante las cámaras, que la están rodando, sin ser consciente de lo que ha hecho… y camino a la detención y reclusión definitiva.

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Ella y sus maridos (What a way to go!) de J. Lee Thompson

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Una viuda, toda de negro, baja las escaleras de una mansión pintada toda ella de rosa. Detrás seis hombres de negro desciende un ataúd rosa… uno de ellos tropieza y el ataúd primero y los hombres después o viceversa resbalan por las escaleras… así empieza Ella y sus maridos, una agradable comedia con suaves tintes negros, una cuidada estética y una original estructura. Una comedia caída en olvido por su complejidad y extraña mezcla de estilos visuales que logra sin embargo un equilibrio final… Es de esas historias que o bien entras en el juego o te quedas fuera. Y si entras el disfrute está asegurado.

La viuda es Louisa May Foster (Shirley MacLaine)… su siguiente paso es querer donar al Estado toda su fortuna. Obviamente la toman por loca y la llevan a un psiquiatra (Robert Cummings) que escuchará su historia. Louisa cree que es bruja pues siempre se ha querido casar por amor… pero, sin embargo, siempre propició que sus esposos, cuatro, se hicieran asquerosamente ricos (excepto uno que ya lo era pero sí logra dar un giro en su vida…) y ella se quedará como una esposa solitaria florero y posteriormente viuda.

El poder de esta viuda negra comienza cuando es una joven a la que su contradictoria madre (una divertida Margaret Dumont sin los Marx) la insta a que se case con el millonario del pueblo, Leonard Crawley (Dean Martin)… pero ella tiene los ojos puestos en el sensible, fracasado, pobre y lector de Henry David Thoreau, Edgar Hopper (Dick Van Dyke… no sólo fue deshollinador y fiel compañero de Mary Poppins)… todo lo contrario al prentendiente ideal.

… El primero que fallece por exceso de trabajo es Edgar Hopper (tras una humillante visita de su contrincante Crawley… al que decide desbancar de su puesto de hombre más rico de la localidad)… y luego todos los demás irán encadenados. Un pintor americano bohemio de París (divertida crítica a los artistas vanguardistas con un Paul Newman delirante), un súper millonario solitario que echa de menos sus raíces granjeras (elegante Robert Mitchum) y un mediocre artista de vodevil que termina convertido en una súper estrella de Hollywood (Gene Kelly).

Entre los divertimentos de esta película, además del sugerente reparto, está que cada historia —cada matrimonio de Louise— forma parte de un género o una forma de emplear el lenguaje cinematográfico. Siempre que narra sus cuatro matrimonios al ‘alucinado’ psiquiatra lo compara con un tipo de película (y así queda reflejado): una película de cine mudo, una película intelectual francesa en el periodo de Nouvelle Vague, una película glamurosa hollywoodiense emulando los lujosos melodramas o un musical…

La película también es una rareza dentro de la filmografía irregular del británico J. Lee Thompson donde la comedia no sería su género. Es recordado por producciones como Los cañones de Navarone o la interesante El cabo del miedo… y terminó sus días dirigiendo a un Charles Bronson justiciero. El guion estuvo en manos de dos especialistas en musicales, Betty Comden y Adolph Green (por ahí anda Gene Kelly… y una parte bastante musical con reminiscencias a Cantando bajo la lluvia). Este proyecto estaba pensado para Marilyn Monroe (que la verdad no hubiera estado nada mal en el papel) pero debido a su trágica muerte no pudo ser y el relevo fue para una McLaine pizpireta y divertida. También la película es puro lucimiento para el trabajo en vestuario de la famosa Edith Head… la viuda negra sale con un montón de vestidos, bañadores y complementos (y también peinados) según los maridos que tiene y sus ensoñaciones de película.

Inolvidable una Louisa May Foster feliz, por fin, con un hombre (no digo quién), besándole y abrazándole y diciéndole: mi querido fracasado…

Así no está mal en este verano que finaliza disfrutar de una extraña comedia con estética, glamour y una gran galeria de actores.

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