Compositores y directores… hasta el fin de los tiempos

La Strada

Una de las simbiosis más hermosas en el mundo del cine es la que se produce entre un director de cine y un compositor de música determinado. A raíz de recordar la relación profesional entre Krzysztof Kieslowski y Zbigniew Preisner en el post anterior… descubrí que me apetecía escribir sobre otros dúos de la misma índole que cuentan de otra manera la historia del cine.

De estas uniones han nacido imágenes y notas musicales inolvidables. Ocurre que a veces un director de cine descubre que un compositor también cuenta la historia que quiere reflejar con una partitura. Y que la unión entre lo visual y lo musical construye grandes momentos de creación artística. Detrás de estas simbiosis hay historias de amistad o de relaciones profesionales inquebrantables. Dos sensibilidades que chocan (y se complementan) y generan una obra cinematográfica que ubica una inspiración mutua…

Así si nos viene a la cabeza el nombre de Federico Fellini (últimamente muy nombrado por los ecos a su cine que se encuentran en la nueva película de Paolo Sorrentino, La gran belleza) escuchamos irremediablemente las melodías de Nino Rota. Y recordamos la triste balada de Gesolmina en La Strada, el sonido de las calles de Roma en La Dolce Vita, la melodía circense porque la vida debe continuar pase lo que pase de Fellini Ocho y medio o sabemos cómo suenan los recuerdos en Amarcod. Pero además compuso también el universo felliniano de El jeque blanco, Los inútiles, Alma sin conciencia, Las noches de Cabiria, Giulietta de los espíritus, Satiricón, Los payasos, Roma, Casanova y Ensayo de orquesta.

Si pensamos en Sergio Leone, automáticamente escuchamos a Ennio Morricone. Y nos envuelve una música que empapa los espagueti westerns con el rostro de un hombre duro, Clint Eastwood y compañía en parajes desérticos. Así recordamos Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio o El bueno, el feo y el malo. O de pronto nos llega la armónica de Hasta que llegó su hora y el tema de amor de Érase una vez en América, una banda sonora hermosísima de principio a fin.

Hitchcock estaba muy unido a la música de Bernard Herrman… que contribuía al suspense y a crear un mundo sonoro muy especial. Su colaboración empezó en la década de los cincuenta con el divertimento de Pero ¿quién mató a Harry? Pero a partir de ahí regalaron música e imágenes inseparables como el momento de clímax en el teatro de El hombre que sabía demasiado. O el romanticismo fantasmal de Vértigo.  El entretenimiento y la aventura en Con la muerte en los talones. La mezcla de terror y lo siniestro en Psicosis y Los pájaros. O los turbios recuerdos en Marnie, la ladrona.

… Cuando oímos la melodía de la pantera rosa, además de sonreír y de darnos ganas de andar de puntillas, nos golpean suavemente la memoria dos nombres: Blake Edwards y Henry Mancini. Y no sólo crearon imágenes y música para las aventuras y desventuras del inspector Clouseau sino que dejaron el romanticismo de Desayuno con diamantes o la tragedia de Días de vino y rosa, mezclado todo con la locura de El guateque o con el homenaje a la comedia y a la aventura de La carrera del siglo. Y juntos bailarían al compás de éxitos como 10, la mujer perfecta o ¿Victor y Victoria? O Darling Lili que compartieron junto a Julie Andrews (pareja de Edwards).

Steven Spielberg sigue trabajando con John Williams… Spielberg empezó su carrera con Williams. Su mundo sonoro coincidía con lo que él quería contar y ya desde los setenta con Tiburón fue su músico de cabecera. Así todos tarareamos las notas de ET o Indiana Jones… y unimos esas melodías a sus personajes. Nos emocionamos hasta llorar con el violín de La lista de Schindler. Y creemos descubrir a los dinosaurios en Parque Jurásico.  Y en sus últimas películas Caballo de batalla o Lincoln sigue sonando la música épica de John Williams.

… Y ésta es, de nuevo, una historia interminable. Hay algunas uniones (de años y años) que a lo mejor no son tan conocidas entre los espectadores pero sí podemos evocar atmósferas, imágenes, sonidos… Y es lo que ocurre con el canadiense David Cronenberg y su compositor de cabecera, Howard Shore. Los dos han trabajado juntos en prácticamente todas las películas: desde finales de los ochenta hasta Cosmópolis. Los dos han estado presentes para crear un ambiente en Cromosoma 3 o La mosca pasando por Madame Buttefly o en Spider, Una historia de violencia y Promesas de Este.

Las simbiosis entre directores de cine y compositores son como una especie de unión mágica que deja no sólo dúos inolvidables sino un reguero de películas para mirarlas y escucharlas de otra manera… Es otra historia.

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10 razones para amar El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950) de Billy Wilder

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Razón número 1: Duelo de dúos (I Parte): Billy Wilder y Charles Brackett

¿Qué tienen en común La octava mujer de Barba Azul, Medianoche, Ninotchka, Si no amaneciera, Bola de fuego, Arise, my love, El mayor y la menor, Cinco tumbas al Cairo, Días sin huellas, El vals de emperador, Berlín Occidente y El crepúsculo de los dioses? Pues seguro que se puede jugar bastante y sacar varios elementos en común pero hay uno que con solo mirar los títulos de crédito surge con fuerza: los guiones de estas películas están firmadas por Billy Wilder y Charles Brackett. Y su última colaboración juntos fue precisamente en El crepúsculo de los dioses, una buena rúbrica final para una colaboración que dejó muy buenos frutos.

El crepúsculo los dioses es un guion amargo sobre Hollywood y sobre el oficio de guionista pero también un canto de amor hacia dicha figura dentro del equipo humano necesario para crear una película. Esta historia tal y como está contada y cómo está contada, en primera persona, solo puede llevarla a cabo y manteniendo siempre el interés un buen guionista desencantado, como el protagonista del film, Joe Gillis. Y sólo podía llegar a estar tan bien narrada y tan bien reflejado el oficio de guionista con dos profesionales como eran Billy Wilder (también director) y Charles Brackett (también novelista y productor).

Razón número 2: Duelo de dúos (II Parte): Gloria Swanson y Erich von Stroheim

Pero otro dúo brillante que forma parte de una historia mágica (y decadente) y que da autenticidad a cada fotograma es el formado por Gloria Swanson y Erich von Stroheim o lo que es lo mismo por Norma Desmond y Max von Mayerling.

Y la historia verdadera y la historia de ficción se funden creando autenticidad y verdad. Su huella deja el lado más duro de un Hollywood silente que encumbraba y relegaba al más absoluto de los olvidos cuando salías del todopoderoso sistema de estudios. Pero los dos siguieron con la cabeza alta… No protagonizaron en realidad la tétrica pero a la vez deslumbradora y decadente historia de Norma y Max pero sí la suya propia, la de Gloria y Eirch.

Ambos eran grandes en el cine silente. Pero él se salía tanto de los canones de la industria que le terminaron relegando y no le dejaron terminar muchas de sus obras. Pero siguió en el mundo del cine y no cayó en el absoluto olvido por sus labores como actor. Ella era una de las divas y reinas del cine mudo pero en cuanto llegó otra forma de hacer cine (más su rebeldía) se retiró de la pantalla blanca (y se dedicó a otros terrenos, no la fue nada mal). Los dos coincidieron en un momento que supuso lo sublime y la caída más estrepitosa. Ambos fueron artífices de una obra cinematográfica inacabada llena de historias y con imágenes que preludian lo que podría haber sido: La reina Kelly (1929). No acabaron de la mejor de las maneras. No se vieron más. Pero volvieron a encontrarse, y el encuentro fue dulce, en El crepúsculo de los dioses. Ya en los años cincuenta. Ella como una actriz decadente encerrada en una mansión-cárcel-refugio. Él como un mayordomo eficiente que esconde un pasado como director de cine y primer esposo de la diva caída… Y siguen un ritual, al que ahora se une el joven guionista Gillis, se proyectan en el salón las viejas películas de ella. Las imágenes que se ven en El crepúsculo de los dioses se corresponden a aquella película inacabada… Y es emocionante ver el rostro de ambos mientras miran las escenas silentes.

 Ficción y realidad. Realidad y ficción. Todo se mezcla.

Razón número 3: cameos y apariciones con mucho arte

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… La diva del cine silente se deja acompañar por otras viejas glorias. Igual que Gloria Swanson (como su personaje Norma Desmond) conocía perfectamente esa época porque fue una de las protagonistas… otros rostros silentes salen en esta historia. Así Norma Desmond recibe la visita semanal de tres actores del cine mudo con los que juega interminables partidas de cartas. Ellos son Buster Keaton, Anna Q. Nilsson y H.B.Warner (los dos últimos bastante más relegados al olvido. Tratemos de recordarlos: para los amantes del western ella fue la primera Cherry Malotte, dueña de un Saloon en la Alaska que vive la fiebre del Oro, de las cuatro versiones que tendría The Spoilers. Y H.B. Warner fue el protagonista del Rey de Reyes mudo de Cecil B. DeMille pero luego tuvo papeles secundarios en películas míticas como el alcohólico y triste dueño de la droguería donde trabaja George Bailey en Qué bello es vivir).

También están los que supieron subirse al carro… como un director que hace de sí mismo pero que fue uno de los que dirigió los grandes éxitos mudos de Norma Desmond. Lo vemos en su salsa, siendo él mismo, en un estudio y rodando en la Paramount… ni más ni menos que el ‘rey del espectáculo’, Cecil B. DeMille. Si en tiempos del mudo tuvo éxitos como Juana de Arco,  Los diez mandamientos o Rey de Reyes… en aquellos años seguía dando espectáculo con Sansón y Dalila, El mayor espectáculo del mundo u otra nueva versión de Los diez mandamientos… Precisamente en el cameo le vemos en un estudio de la Paramount, en esos momentos estaba rodando realmente Sansón y Dalila.

Una de las reinas del chisme también hace de sí misma… aquellas columnistas capaces de elevar o hundir carreras… presente y haciendo de ella misma en la última impresionante escena que protagoniza una Norma Desmond trastornada. Hablamos de Hedda Hopper y Billy y Charles nos la presentan en su salsa.

Razón número 4: cine dentro del cine. Hollywood dentro de Hollywood

El crepúsculo de los dioses habla de cine, es sobre cine y emplea de manera brillante todos los recursos del lenguaje cinematográfico. Así es un retrato duro pero a la vez apasionado de la industria cinematográfica en Hollywood. Es una historia del cine desde la época del cine mudo hasta el apogeo del sistema de estudios en los años 50 (a punto de caramelo para la caída). Asistimos a la cara oscura pero también a entender por qué se ama ese mundo, ese mundo de hacer películas.

Nos encontramos con los entresijos de un estudio (La Paramount). Sus estrellas, sus productores, guionistas, directores, técnicos, ayundantes de producción, representantes… que foman parte de una gran plataforma, de un plató gigante, que cuenta historias para que se proyecten en la pantalla blanca. Pero este sistema de estudios es una maquinaria que engulle y tritura. Crea y destroza. Encumbra y olvida. Fama y fracaso. Estrellas y sombras. Pero también creatividad, invención, imaginación, levantar sueños, el gusanillo de escribir, de dirigir, de actuar… La cara y la cruz de Hollywood. Un sitio lleno de claro oscuros. Amanece y lo amas, pasa el día y te vas desesperando, anochece y entre litros de alcohol y rechazos terminas odiándolo… y a dormir… que espera un nuevo día.

Norma Desmond y Joe Gillis son dos personajes complejos pero redimidos, sin embargo, por su entrega absoluta a la pantalla blanca. Es lo que les hace vivir y morir. Aman y odían con intensidad el mundo que les hace personas pero también les destruye.

Razón número 5: la mansión y las escaleras

Cuando el guionista Joe Gillis pisa por primera vez la mansión que se convertirá en su cárcel la describe perfectamente. Le recuerda a la mansión que se cae a pedazos en su decadencia que describe Dickens en su novela, Grandes esperanzas. Y piensa que dentro puede habitar una especie de señorita Havisham… y no se equivoca. Solo que Desmond no se rinde y sigue buscando el amor (o el sentirse deseada) aunque tenga que pagar y retener al bello guionista como sea.

Y esa mansión enorme cobija habitaciones sin cerraduras, decorada de manera barroca, como si se tratara de un artificial decorado de película de lujo, un hogar digno de diva decadente. Un decorado que se va desplomando pero que guarda cierta hermosura. Una piscina sin agua que se llenará con la llegada del aire fresco, Joe Gillis. Y que se convertirá en su tumba. Habitaciones con fotografías antiguas, que se aferran al pasado. Habitaciones con goteras. Un dormitorio con un mono muerto. Un entierro en el jardín salvaje.Y unas escaleras que son el mejor escenario para que una Norma Desmond ofrezca la actuación de su vida mientras las cámaras ruedan.

Recopilando curiosidades me entero de que la misma mansión, antes de que se desapareciera definitivamente, se emplearía también en una película donde se rodarían escenas míticas. Es la mansión abandonada donde se refugian en un momento dado los jóvenes de Rebelde sin causa.

Razón número 6: ¿Cuál es el género?

¿Cine negro? Así parece en las primeras escenas. ¿Terror? Es lo que sentimos nada más pisar la tétrica mansión. ¿Comedia? ¿Drama? ¿Melodrama? ¿Comedia romántica? Todos estos géneros se encuentran encerrados en El crepúsculo de los dioses y ninguno chirría. Es tan brutal y tan claustrofóbico a veces el encierro de Joe Gillis (sobre todo cómo lo vive… recordemos que es él el ‘peculiar’ narrador) que sus escapadas y su historia con la joven guionista (Nancy Olson) se hace necesaria. Porque es una manera de pintar un posible futuro para Gillis. A veces los excesos de Norma nos pueden provocar risa… pero una risa incómoda, como el comportamiento de su fiel mayordomo. Una risa que se transforma en lágrima porque hay tragedia detrás de lo estrafalario. Todo está envuelto en un ambiente de cine negro porque sabemos desde el principio que lo que estamos viendo es la crónica de un crimen y sabemos que no hay salida posible, ni salvación ni redención para su protagonista.

Razón número 7: William Holden, pistoletazo de salida

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En muchas ocasiones he cantado mi amor platónico hacia William Holden. El crepúsculo de los dioses supuso el pistoletazo de salida para una carrera que despegó lentamente (llevaba desde finales de los años 30 apareciendo en pantalla). Joe Gillis funciona porque lo construye un buen actor (además de partir de un buen guion). El guionista gigoló que va mostrando su vulnerabilidad, sus puntos débiles, lo que le hace más humano. Joe Gillis, un personaje tremendamente complejo y muy bien reflejado por un Holden no sólo atractivo sino que muestra toda la ambigüedad del personaje y consigue que finalmente todos los espectadores estén convencidos de que no se merece contarnos esa historia desde el fondo de una piscina, sin posibilidad de futuro.

Y a partir de El crepúsculo de los dioses, vendría el reconocimiento. Y una galería de películas que me hacen ser para siempre espectadora fiel (ya se vislumbraba en Sueño dorado, el violinista boxeador): Nacida ayer, Traidor en el infierno, Picnic, La Colina del Adiós, El puente sobre el río Kwai, El mundo de Suzie Wong, Grupo Salvaje, Network…

Razón número 8: el narrador, un guionista muerto

Y seguimos con Joe Gillis y William Holden. No sólo es guionista de profesión sino que se convierte en narrador omnisciente del relato cinematográfico. Ya sabe todo lo que va a ocurrir puesto que está muerto. Domina la historia. Y nos la cuenta como lo que es, un guionista. Todo lo vemos bajo su mirada. Y los ambientes por los que se desenvuelve. Y las descripciones de los personajes. Quizá esa es la explicación de ese universo de géneros. Según el estado de ánimo del narrador se va hacia el cine negro, hacia el humor negro, hacia el terror, la intriga o el romanticismo exacerbado…

Razón número 9: érase una vez un gigoló y una dama decadente

Érase una vez un gigoló y una dama decadente en una mansión encerrados en una fiesta de fin de año con una orquesta a su servicio… El crepúsculo de los dioses no es un cuento de hadas. Lo triste (y lo humano y esperanzador) de Joe Gillis es que todavía le queda la suficiente humanidad como para entender la decadencia, los miedos y la tristeza que encierra el rostro de Norma Desmond, otro personaje perdido y frágil. Y los dos son capaces de crearse un universo donde tratan curarse de las heridas. Pero un universo artificial que termina resquebrajándose y matándoles a ambos. Norma no puede vestirse siempre de las bañistas de Mack Sennett o hacer reír con una imitación magistral de Charlot… no puede evadirse siempre. Y Gillis no puede estar toda la vida huyendo sin enfrentarse a sus problemas. Cuando ambos tratan de encarrilar sus vidas… ya es demasiado tarde. Gillis muere, y Desmond pierde la cabeza definitivamente, se quiebra.

Razón número 10: Un principio y un final. Historia redonda

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Las películas como las novelas o los cuentos tienen mucho terreno ganado si tienen un principio que atrapa, un desarrollo que mantiene el interés y un final que deja clavado al espectador en el asiento. Y así es El crepúsculo de los dioses. El principio te atrapa y no te suelta: ¡una historia que te está narrando un cuerpo muerto flotando en una piscina de una mansión de Sunset Boulevard! El desarrollo no decae en ningún momento pues se trata de entender cómo se llega a esa situación. Y el final nadie puede olvidar la locura de Norma Desmond bajando por las escaleras cual diva, ante las cámaras, que la están rodando, sin ser consciente de lo que ha hecho… y camino a la detención y reclusión definitiva.

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Hermanos en el cine: dos o más… (y tercera parte)

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Muchas son las películas donde los protagonistas son hermanos. Y protagonizan todas las modalidades y todos los géneros posibles. Hay hermanos que dan risa, otros nos hacen llorar. Algunos se aman, otros se hacen daño y otros se aman y se odian a la vez. Algunos se admiran entre sí o se decepcionan los unos con los otros. El de más allá recuerda y el de más acá siente nostalgia. Protagonizan cine negro, cine cómico, cine musical, melodrama… Y muchos se han convertido en inolvidables.

Así de manera desordenada vienen un montón de hermanos de ficción a mi cabeza. Los más recientes que habitan en mi cabeza son dos hermanos de vidas complejas y torturadas. No pueden evitar hacerse muchísimo daño porque habitan en un ‘sitio oscuro’ pero también se quieren y por ello sufren más el uno por el otro. Ninguno de los dos puede ser feliz y sobrevive cada uno como puede. Los dos son autodestructivos e incapaces de llevar las riendas emocionales de sus vidas. Se llaman Brandon y Sissy y vivimos con ellos unos días en Nueva York en Shame de Steve McQueen.

O también reciente es el retrato de dos hermanas que esperan de maneras muy diferentes el fin del mundo. El planeta Melancolía se estrella contra el mundo. Y es muy diferente, la fragilidad y vulnerabilidad de Justine, que desde su continua depresión y desorden emocional ya lo da todo por perdido luego se hace fuerte ante el final y el caos, y la seguridad y vida controlada de Claire que de pronto ve como toda su vida ordenada se desmorona y se le escapa todo de las manos.

Siguiendo con Kirsten Dunst que era el rostro de una de las hermanas ficticias que Lar von Triers llevó a las pantallas, vemos como también su rostro acompañaba a una de las hermanas de la familia Lisbon. Cinco hermanas perfectas y bellas de las que se enamoraban todos los chicos de barrio… pero que se convertían, sin explicación alguna, en las vírgenes suicidas.

Pero siguiendo también la estela del cine danés recuerdo la penúltima película de Thomas Vinterberg, Submarino, donde el director diseccionaba la dura historia de dos hermanos que viven un hecho traumático en su infancia que marca sus vidas para siempre. Impresionante. Por otra parte la realizadora Susanne Bier nos también la historia de dos narra en Hermanos. Uno de ellos, con su vida organizada y feliz tiene que irse a la guerra de Afganistán y el otro que llevaba una vida sin rumbo, el hermano pequeño, ante tal situación se responsabiliza de la familia de su hermano. Cuando el hermano, roto por una experiencia traumática en la guerra, regresa al hogar… estalla el conflicto.

Pero quiero ahora marcharme a la comedia. Y entonces la última comedia romántica que me ha gustado y mucho es El amigo de mi hermana. Donde se nos cuenta un fin de semana de enredos en una casa en la montaña. Los protagonistas son dos hermanas y el amigo de una de ellas.

Y siguiendo la estela de la alegría recuerdo uno de los musicales que más vi cuando era pequeña y que más me gustaba: Siete novias para siete hermanos. Me parecía el colmo de lo divertido esa casa en la montaña con siete rudos hermanos pero encantadores y cómo secuestran a las chicas de sus sueños y además las enamoran… Y mientras números musicales y canciones que me encantaban. Tanto es así que mis padres casi todos los domingos me despertaban con un disco de vinilo con la banda sonora de la película.

El cine clásico, el de blanco y negro, también nos regaló retratos inolvidables de hermanos. Recuerdo una de mis películas favoritas La ley del silencio y una de las tramas que más me gustan: la relación entre Terry, el boxeador fracasado, con su hermano mayor, Charlie, que trabaja para el gánster más poderoso del puerto. O me viene a la cabeza una cinta de cine negro La fuerza del destino donde Joe Morse, abogado que trabaja para un mafioso, tiene que perjudicar a su hermano mayor que lleva una pequeña casa de apuestas.

Otro filón para películas de distinta índole, normalmente de terror o misterio pero también para la risa son los hermanos gemelos. Así Robert Siodmak nos dejó A través del espejo con una Olivia de Havilland desdoblada en dos hermanas gemelas muy diferentes. O Cronenberg nos dejaba la inquietante Inseparables con dos hermanos gemelos pero antagónicos en sus personalidades. O la película de Walt Disney Tú a Boston y yo a California donde dos hermanas gemelas, que no se conocían porque al divorciarse sus padres cada uno se comprometió con el cuidado de una de sus hijas, se reencuentran en un campamento de verano y deciden que tienen un único objetivo: que sus padres vuelvan a enamorarse. En el terreno de comedia Fernando Trueba rizó el rizo y cuenta en Two Much la historia de un hombre que decide inventarse un gemelo para así poder seducir a dos hermanas (una es su novia y de la otra está enamorado).

Tampoco se olvidan las películas que rememoran la historia bíblica de Caín y Abel y uno de sus mejores ejemplos sin duda es Al este del edén de Elia Kazan donde vemos la compleja historia entre Cal y Aaron. El momento del conflicto estalla en un momento histórico convulso, antes de la intervención de EEUU en la Primera Guerra Mundial. Y esa relación es compleja porque ni Caín es tan malo ni Abel tan bueno, son dos jóvenes con sus partes luminosas y sus partes oscuras. Y para entender esa relación hay que comprender su infancia y la relación de ambos con su estricto padre.

Y otra forma de contar una historia es el de un hermano, normalmente el pequeño, que rememora su relación con el hermano más mayor (o también puede ser al contrario pero no es lo más normal). Así hace poco rescatamos del viejo baúl de películas Su propio infierno de John Frankenheimer donde nos cuenta cómo un joven adolescente va descubriendo el rostro oscuro de su hermano mayor al que admira desde siempre. También recuerdo otra película que me fascina La ley de la calle de Francis Ford Coppola donde un adolescente siempre habla con admiración de su hermano mayor, el chico de la moto y líder de las pandillas del barrio. Robert Redford dirigió la nostálgica El río de la vida donde somos testigos de la vida de dos hermanos, hijos de un pastor protestante, que llevan vidas bien diferentes pero unidos por una afición: la pesca. Malick dirigió Días del cielo narrada desde el punto de vista de una niña, Linda, que viaja con su hermano mayor Bill y la pareja de éste durante los duros años de la Depresión. O recuerdo también Propiedad condenada donde la narradora es otra niña que rememora la trágica historia, también en tiempos de Depresión, de su hermana mayor. Edward Furlong protagonizó dos películas como hermano pequeño que admira a su hermano mayor pero en unos contextos muy complejos. Una fue American History X donde su hermano mayor era un neonazi que termina en prisión y cuando regresa no quiere que su hermano pequeño siga sus mismos pasos. La otra se trata de Cuestión de sangre donde su hermano mayor es un asesino profesional.

Los hermanos de ficción dan para muchas buenas historias… y las que quedan por contar…

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Hermanos en el cine: dos o más… (Segunda parte)

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Los hermanos Lumière atraparon las imágenes en movimiento y siempre pensaron en el cine como invento científico que atrapaba la realidad: la llegada de un tren o la salida de unos trabajadores de una fábrica. En un principio pensaron que su invento sería tan sólo una moda pasajera de barraca… no obstante hicieron sus pinitos con la ficción como en el regador regado.

Y siguiendo con el cine silente y pionero, me voy a un país en concreto (al que me unen lazos) y a un lugar Veracruz, y descubro e intuyo la importancia de las hermanas Elhers, Adriana y Dolores, en la introducción del cine en México y además, entre otras cosas, impulsaron el noticiero cinematográfico… dos hermanas en las que indagar.

Otro caso de hermanos pioneros con distinta suerte es el de John Ford, que todo el mundo recuerda, y el de su hermano mayor, Francis, más en olvido. Sin embargo fue Francis el que primero llegó a Hollywood, ese Hollywood pionero donde los que llegaban hacían de todo desde labores de dirección, hasta escribir un guión o actuar. Y fue él quien enseñó a John Ford a dar sus primeros pasos en la industria cuando éste llegó. A Francis Ford siempre le recordaremos por el papel que le dio su hermano en El hombre tranquilo… como el abuelo que resucita de la cama cuando escucha que hay una pelea que le interesa…

También trabajaron juntos los gemelos Epstein, Philipp y Julius, y dejaron su firma en guiones que después se convirtieron en películas míticas como Casablanca (muchos más metieron mano pero ellos se quedaron con los créditos y la gloria) o el monumento al humor negro que es Arsénico por compasión

Seguimos el rastro de los hermanos Mankiewicz… todos recordamos a Joseph como director y guionista. Pero su hermano mayor Herman también fue un reconocido guionista (y también productor) que se hundió en el alcohol. Siempre se le recuerda por su contribución (que se convirtió en polémica) de Ciudadano Kane.

En el mundo de la dirección y la producción hay hermanos que trabajaron y trabajan siempre juntos y otros que siguieron sus carreras por separado. Aquí se acumulan los nombres y las obras cinematográficas que hicieron juntos o por separado. Siempre me vienen a la cabeza los hermanos Coen que siguen trabajando juntos y acaban de presentar su última película en el festival de Cannes, Inside Llewyn Davis.

Pero antes estaban los hermanos Taviani, Vitorio y Paolo, que alcanzaron su éxito profesional en los años setenta, pero que hoy octogenarios siguen rodando juntos cosas tan interesantes como César debe morir.

O también los hermanos Dardenne, Jean Pierre y Luc, que lo último que vimos fue la interesante El niño de la bicicleta y pronto llegará su nueva obra juntos, Deux tours, une nuit.

Los hermanos Trueba, Fernando y David, trabajan como directores por separado. Lo último que vimos de Fernando fue El artista y la modelo. Lo último que vimos de David, Madrid, 1987 y estamos a la espera de su siguiente obra Vivir es fácil con los ojos cerrados. Fernando además realiza tareas de producción, ha realizado documentales y cine de animación, entre otras cosas. Y David empezó como guionista y escritor… entre otras cosas.

El verano pasado tristemente nos acordábamos de dos hermanos directores: Ridley y Tony Scott… por la muerte del segundo. Los dos con carreras irregulares, siempre mantuvo más prestigio frente a público y crítica Ridley (su Blade Runner es difícil de olvidar). Tony por su parte dejó una historia de vampiros, El ansia, un blockbuster de los 80, Top Gun o una película con guion de Tarantino, Amor a quemarropa.

Y para terminar esta segundo tanda de hermanos (que finalizaremos con una tercera de hermanos de ficción) nombraremos a los excesivos Wachowski… productores, guionistas y directores. Fueron conocidos por todos con la trilogía Matrix. Lo último, El Atlas de las nubes

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Hermanos en el cine: dos o más… (Primera parte)

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Desde los orígenes del cine hay hermanos que se han volcado en el mundo del cine. Desde el principio…, ahí están los hermanos Lumière… Hermanos que han sido productores, actores, guionistas, directores… que se han llevado bien, que no se han llevado, que ni siquiera se dirigen la palabra pero que sin duda han dejado huella, legado cinematográfico. Algunos cayeron en olvido mientras otros alcanzaban la fama. Otros triunfaban y triunfan siempre juntos o por separado. Historias tristes y otras alegres… y mucho que contar.

Delante de las cámaras

En la etapa muda nos encontramos con las hermanas Gish. La más recordada Lilliam, la más virginal entre las virginales. Dorothy cayó antes en olvido, gran comediante… porque se retiró de la gran pantalla temprano. Por esos años también daban sus primeros pasos tras la pantalla blanca (aunque estaban muy entregados a los escenarios) los hermanos Barrymore que también triunfaron en el cine sonoro (los tres ejerciendo diferentes roles dejando ver su versatilidad, los tres buenos intérpretes): Ethel, Lionel y John Barrymore. En el Hollywood sonoro varias biografías de distintas personas que poblaron el periodo pre code hablan de las hermanas Bennett y su legado cinematográfico y su estela de escándalos: las señoritas Constance, Barbara (sus carreras han caído en olvido) y Joan Bennett (que subió al pedestal de los inmortales al convertirse en musa de Fritz Lang). También un recuerdo grato es el de los hermanos Marx. En alguna de sus primeras películas aparecieron cuatro (Zeppo como galán) pero ya sin Gummo que sí se subió con ellos a los escenarios. Sin embargo si preguntamos por los Marx se recuerda a Groucho, Harpo y Chico.

Algunos se quedan con la boca abierta cuando se enteran que Olivia de Havilland y Joan Fontaine son hermanas (las dos resisten a desaparecer y siempre se han alimentado los rumores de lo mal que se llevaban) o cuando se vuelve a recordar que Warren Beatty y Shirley McLaine son hermanos. O también si se enteran de dos hermanas que se querían con locura y eran buenas actrices pero la muerte de una de ellas truncó una relación fructífera: Catherine Deneuve y François Dorléac… ambas tuvieron tiempo de trabajar juntas en la mítica Las señoritas de Rochefort. Dorléac murió a los 25 años en un accidente de tráfico. Como trágica fue la muerte de River Phoenix, que contaba con 23 años cuando murió siendo una brillante estrella… ahora es su hermano pequeño Joaquin Phoenix el que ha tomado el relevo… Y si seguimos con las desgracias recordamos a Chris Penn, el hermano de Sean, e intérprete secundario solvente que dejó personajes inquietantes y difíciles de olvidar en películas como Reservoir Dogs, Vidas cruzadas o El funeral.

Hay hermanos que muestran cómo sus carreras han transcurrido con éxitos y paraderos diferentes. La trágica Pier Angeli, de carrera efímera y vida triste, tuvo una hermana gemela que también hizo una carrera cinematográfica que cayó en olvido inmediato y tuvo una larga vida, Marisa Pavan (se la puede recordar como la hija de Anna Magnani en uno de sus trabajos americanos: La rosa tatuada). Peter Fonda siempre optó por su papel de actor, director, productor underground…, su hermana Jane Fonda se convirtió en todo un fenómeno cinematográfico y en intérprete imprescindible durante los años 60, 70 y 80. Recordemos a Jeff Bridges y Beau Bridges que trabajaron juntos en Los fabulosos Baker Boys. Jeff tiene un montón de títulos y una carrera cinematográfica amplia. Beau es el hermano en la sombra aunque parecía que durante los sesenta y setenta era un joven intérprete prometedor que trabajó con buenos directores (tuvo papeles importantes en éxitos del momento como Norma Rae). Él ha trabajado bastante más en televisión y su papel más recordado en el cine es como uno de los hermanos Baker. Le recuperamos hace poco en Los descendientes de Alex Payne. Otros hermanos de carreras divergentes son las de Randy y Dennis Quaid. Randy iba camino de convertirse en un actor representativo del Nuevo cine americano pero su estrella se apagó pronto (aunque siempre ha sido un secundario considerado), después surgió su hermano Dennis como una estrella de los 80. Ahora los dos van buscando su lugar.

Hay otras generaciones de hermanos en los que ninguno ha levantado cabeza. En la saga de los hermanos Baldwin, el que ha corrido más suerte ha sido Alec pero tanto Daniel, como William y Stephen han hecho sus pinitos en el cine. O los hijos de Martin Sheen, Emilio Estevez y Charlie Sheen. Ninguno de los dos ha brillado especialmente y Charlie consigue ser más nombrado por los escándalos en su vida personal.

En breve nombraremos a más hermanos en el terreno de la dirección, producción o guión…

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Amistad, el último toque Lubitsch de Samson Raphaelson (Intermedio, 2012)

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¿Cómo llegas a un libro? Este mes de abril me compré como todos los meses la revista Caimán. Cuadernos de cine. Me la leo poco a poco. La saboreo. El otro día 23 de abril fue el día del libro y me dije que me apetecía regalarme uno. Y entonces acudí a la revista a su sección de libros de cine, y ahí estaba una reseña pequeñita que enseguida llamó mi atención.

Ayer estaba en una libreria y me acordé del libro. Pero no me acordaba del título ni la editorial. Sólo que en la portada salía la palabra Lubitsch. Me dije: voy a intentarlo. Pregunté a una librera y le comenté que si conocía un libro pequeñito que había salido hace poco sobre Lubitsch. No dudó ni un instante (me encantó) y me dijo solícita: sí, un libro pequeñito y azul. Sííí. Se fue a la estantería adecuada y me lo dio.

Y el enamoramiento fue inmediato.

Ayer paseé mucho. Y en mi paseo, con el peligro evidente de chocarme con farolas, personas, otro tipo de mobiliario urbano…, me metí de lleno en la lectura. Y ya no pude parar. Llegué a casa, me senté y seguí hasta el final.

Amistad, el último toque Lubitsch de Samson Raphaelson se convierte así en un libro imprescindible. En un testimonio fascinante. Según iba leyéndolo, iba imaginándome una película genial en la pantalla blanca.

Y ¿qué nos cuenta este libro? realizado, sin duda, con dosis cariño. Una historia emocionante entre dos personas: el director Ernst Lubitsch y el dramaturgo y guionista Samson Raphaelson. Su relación profesional y personal comenzó a principios de los años treinta y terminó cuando Lubitsch murió. Durante su relación profesional surgieron los guiones de Remordimiento, El teniente seductor, Una hora contigo, Un ladrón en la alcoba, La viuda alegre, Angel, El bazar de las sorpresas, El diablo dijo no y La dama de armiño. Y de esa relación profesional mágica surgió una de mis películas favoritas del realizador y película favorita en general, El bazar del las sorpresas.

Así que sumergirse en ese retrato sencillo y sincero que realiza Samson Raphaelson (en el momento que lo escribió era ya un hombre anciano) de su relación con el director es una auténtica gozada. Porque surge una radiografía con mucha alma de dos hombres. Como si se tratara de un relato corto surge genial ese último toque Lubitsch… porque a partir de una anécdota Raphaelson cuenta las claves de su relación. Y nos deja a un Lubitsch humano, tremendamente humano.

No quiero destripar (porque creo que es más bonito leerlo desde la sorpresa) cuál es la anécdota narrada, ese último toque pero sí advertir que seguro se convierte en un libro de cabecera. Y que los que amábamos a Lubitsch le amaremos más a partir de este momento y los que le desconocen me parece una manera maravillosa de encontrarse con él.

También es un descubrimiento precioso de otra persona, el propio guionista Sam Raphaelson (responsable de la obra teatral que sería la base argumental para la primera película sonora de la historia, El cantor de jazz).

El libro está acompañado además de un revelador y original Glosario innecesario escrito por Pablo García Canga (responsable también de la traducción del texto de Raphaelson) que está lleno de historias de ese Hollywood pionero y apasionante.

… Con Amistad, el último toque Lubitsch de Samson Raphaelson me hice un buen regalo.

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Anna Karenina (Anna Karenina, 2012) de John Wright

annakarerina

¿Cómo enfocar una nueva versión cinematográfica de una novela de dimensiones gigantescas ya llevada varias veces al cine? ¿Cómo ser fiel al espíritu decimonónico de Tolstoi y a su heroína romántica? ¿Cómo realizar una adaptación adecuada? John Wright se tira por el precipicio, arriesga y para la que esto escribe gana. Aunque el acercamiento y mirada de John Wright y el dramaturgo y guionista Tom Stoppard al universo de Anna Karerina a algunos espectadores les choque e incluso a otros les horrorice a mí me atrapa irremediablemente… desde el primer instante. He leído varias veces la novela (siempre he dicho que ante la Regenta, Madame Bovary y Anna Karenina… la que mejor me cae de las tres es Anna) y esta adaptación me ha cautivado.

¿Cómo es Anna Karenina de John Wright? El director decide presentarnos la historia desde una ‘representación’ en un escenario teatral… pero un escenario teatral vivo que se transforma ante los ojos del espectador. Siempre se dice que la magia del teatro es cuando te metes tanto en la obra que olvidas el escenario… pero sin embargo ahí estás en una ‘representación’ en que todo lo crees aunque sabes que no es cierto… En Anna Karenina todo es posible. En un escenario, entre bambalinas, focos, tramoyas y cambio de decorados transcurre un manantial de emociones y el espectador danza en un melodrama trágico sobre el amor romántico en una Rusia que desaparece, una Rusia aristocrática que se desvanece. Y esa Rusia aristocrática, con sus costumbres, protocolos, modales y miserias, es ‘representada’ en un escenario que se transforma continuamente.

Así nos vemos inmersos en el amor romántico y sus consecuencias… según el momento, el lugar, el espacio, las costumbres, los rumores. Hay tres historias, como en la novela, que se cuentan paralelamente (y las distintas formas en las que se manifiesta este amor). Stiva (hermano de Anna Karenina) y Dolly, amor, matrimonio y conformidad. Levin y Kitty, desencanto y luego amor y más tarde espiritualidad. Y el triángulo que forman Anna, su marido Karenin y su amante Vronsky, desamor, aburrimiento, pasión, autodestrucción y muerte. Hay un personaje (absolutamente maravilloso en la novela), el hermano comunista y moribundo de Levin, Nikolai, que pronuncia una frase clave para entender este acercamiento cinematográfico, expresa algo así como que el amor romántico es el último vestigio del viejo orden capitalista… y entonces Wright y Stoppar deciden representarlo, lo suben a un escenario. Y Anna Karenina regresa con toda su fuerza… ese amor romántico decimonónico que se entiende (y nos es revelado) con toda su artificiosidad y estilo recargado, exagerado y exultante, hermoso… pero todos los espectadores sabemos que al final sólo quedará un escenario vacío. Para así preguntarnos de nuevo ¿sigue en boga el amor romántico? ¿Sigue dando sus coletazos por el mundo? ¿Siguen existiendo heroínas como Anna Karenina (con el rostro moderno cubierto por un tocado de Keira Knightley, musa de Wright)?

De nuevo hemos vivido la catarsis de Anna, lo que la va hundiendo y llevando a la autodestrucción. Volvemos a vivir esa premonición de un tren helado que se convierte en una máquina de matar… Y todas las partes culminantes de la novela no faltan. Son representadas. El tren helado y el primer encuentro. Ese baile en el que los destinos de los personajes quedan sellados. La carrera de caballos decisiva donde Anna desnuda delante de todos sus sentimientos. La soledad de Anna y su camino hacia las vías del tren…

Y cada uno de los personajes está perfectamente caracterizado, como en una buena representación teatral, para que los reconozcamos en el momento. No sólo su vestuario sino también su forma de actuar. Así Karenin es un hombre recto, intelectual, de ropas oscuras, austeras… al igual que sus movimientos (Jude Law que demuestra una vez más cómo puede ser un gran actor), de pocas palabras… pero que expresa con el rostro todo lo que no revela. Y su rival el coronel Vronsky (Aaron Taylor Johnson) que es presentado como una especie de hombre ensueño-ideal: joven, de cuerpo perfecto, rubio con rizos, bigotillo, de maneras elegantes y extremadamente galantes… pero que denota su parte oscura (cómo se deja llevar por las convenciones sociales y la buena vida, cómo influye en él su madre… pero a pesar de todo termina enamorado de la torturada Anna, primero como ‘trofeo’ inalcanzable, después como mujer capaz de arruinar su posición y vida sólo por su entrega total a él… aunque se le termina quedando demasiado grande la historia…). El espiritual Levin (Domhnall Gleeson), hombre incontaminado, que viene del campo y es azotado por los modales y la aristocracia de Moscú, por las apariencias y la superficialidad, que también sufre el desencanto de su hermano ante la situación de su Rusia… al que rompen el corazón. Al principio parece hombre desubicado pero cuando vuelve a la naturaleza se encuentra de nuevo hasta alcanzar de nuevo a la mujer que ama, Kitty (una cada vez más prometedora Alicia Vikander, maravillosa en la película danesa Un asunto real), desde la espiritualidad, la calma y la entrega a los demás.

Los espectadores asisten sorprendidos a cada una de las escenas importantes con toda ‘su teatralidad’. Así no podemos sino disfrutar de la escena del baile. Donde una Anna de negro y hermosísima contrasta con una Kitty de blanco… y donde todos los invitados como si fueran muñecos de cuerda bailan al compás mientras nos centramos en los protagonistas del triángulo (a veces incluso desaparecen) y sólo vemos los movimientos de brazos de Kitty, Vronsky y Anna… que termina mirándose en un espejo que le devuelve una premonición de un tren helado porque el drama ya está servido… O esa prodigiosa y teatral carrera de caballos donde Anna grita de desesperación ante todos y con su esposo de testigo cuando su amante cae con su caballo…

Joe Wright es un hombre de dúos. Así realiza su tercera película con una de sus musas Keira Knightley. También es fiel al compositor Dario Marianelli que crea la banda sonora adecuada para esta Anna Karenina. Y tampoco falta el director de fotografía Seamus McGarvey. Me gusta la forma de contar de este director. Creo que toma caminos y arriesga e incluso cuando se equivoca merece la pena porque siempre hay una escena o una secuencia rescatable, una forma de mirar que lo redime y salva. Desde Orgullo y prejuicio he visto cada una de sus películas. Su trilogía con Keira me fascina (Orgullo y prejuicio, Expiación y Anna Karerina). E incluso en las menos conseguidas y entendidas me dio un momento o varios en los que me hizo ver que merecía la pena estar en la sala de cine (me refiero a El solista y Hanna).

… Ahora yo sigo reteniendo imágenes en la retina de ese amor romántico y desatado en el escenario. Me sigue esa Anna Karenina que de pronto mira al cielo y ve estallar fuegos artificiales…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dúos con presencia continua de George Cukor

Alrededor de George Cukor pulularon varios dúos. Y él formó también comuniones inseparables. George Cukor y Katharine Hepburn, una de sus musas. George Cukor y Judy Holliday, su musa de los cincuenta. George Cukor y una pareja de risa, Katharine Hepburn y Cary Grant. George Cukor y Garson Kanin, un guionista con buenas historias. George Cukor con Garson Kanin y con Ruth Gordon, guionista y también actriz. Ambos guionistas eran marido y mujer. George Cukor con dos actores que además eran pareja, Spencer Tracy y Katharine Hepburn… y así continuamos en un bucle que parece interminable. Y todo esto nos hace desembocar en varias películas inolvidables del realizador.

Con Katharine

Su andadura juntos comenzó con un drama con John Barrymore, Doble sacrificio (1932), donde una jovencísima Hepburn se metía en la piel de una hija comprensiva y donde la actriz ya denotaba madera de estrella por su particular presencia… Al año siguiente se convirtió en la hermana más compleja e interesante de la popular novela de Mujercitas, Jo. Cukor seguía mimándola en Las cuatro hermanitas. Aprovecha el físico andrógino y hermoso de su musa para inmiscuirla en La gran aventura de Silvia (1935). Y ahí se encuentra también una buena pareja artística para su musa, Cary Grant (de chulo encantador, con descaro y morro… con el halo que le imprimió Mae West). Una película extraña que tan pronto va a la comedia, como se va a la tragedia, que pasa de la intriga al romanticismo desaforado… Y el trío vuelve a trabajar en la maravillosa y olvidada comedia sofisticada con toques de screwball comedy, Vivir para gozar (1938).

… Sólo George Cukor podía sacar a su musa de la temida lista ‘veneno para la taquilla’ y lo consigue en 1940. La Hepburn quiere adaptar cinematográficamente su éxito teatral con Historias de Filadelfia. Y con su famosa cabezonería lo logra. Por supuesto quiere que la dirija George Cukor y que su pareja romántica sea Cary Grant… y aún hoy nos congratulamos con la pelirroja con cara de diosa y el marido que olvidó sus penas en alcohol pero eternamente enamorado y encantador… y los alocados miembros de la familia de la protagonista. Entremedias un periodista (James Stewart) que pasa del odio hacia lo que representa Katharine Hepburn al amor idílico.

En 1942 George Cukor vuelve con su pareja que ya tiene nueva pareja artística (y también sentimental), Spencer Tracy. Y comienza con un drama olvidado La llama sagrada, interesante película sobre poder político, manipulación y medios de comunicación. Y el trío se vuelve a reunir en una maravillosa comedia sobre derecho, guerra de sexos y amor: La costilla de Adán (1948). Para de nuevo volver a unirse en una comedia fallida, La impetuosa (1952), sobre los amores deportivos entre Pat y Mike o Hepburn y Tracy.

Cukor trabajó dos veces más con su musa en dos películas que nunca he visto. Una para televisión, Amor entre ruinas (1975), donde la Hepburn se mide con Laurence Olivier con toques de humor y romanticismo. Y ambos dejaron un retrato de la vida rural y la enseñanza en un remake de una película de Bette Davis en los años cuarenta, El trigo está verde (1979).

Con Judy Holliday

Fue en La costilla de Adán (1948) donde entró en contacto con otra de sus musas, la olvidada Judy Holliday. Aquí en un papel secundario, dicen que la Hepburn (junto a Cukor) le cedió protagonismo para que se luciera porque el director la quería como protagonista de Nacida ayer (1950) y necesitaba convencer a la productora para que diera un papel protagonista a una actriz hasta el momento desconocida (pero que había triunfado en los escenarios con la obra… de Garson Kanin, que además en un principio  la había escrito para Jean Arthur…).

Y Nacida ayer supuso que Judy Holliday se convirtiera en estrella fulgurante en un papel que bordó, la rubia tonta no tan tonta. Aquí es la chica de un empresario corrupto que se enamora de su serio profesor (maravilloso William Holden), al que contrata el bruto del empresario cuando piensa que ‘su’ rubia tiene que adquirir modales y culturizarse para que él pueda seguir prosperando y ella no le deje en ridículo (cuando él es igual de ridículo que ella y además zafio). A Holliday le pasaron tres cosas para quedar relegada al olvido: fue investigada en la Caza de Brujas y por ello formó parte de las listas negras, murió demasiado joven y coincidió con otra rubia tonta con aureola de leyenda, Marilyn Monroe (con la que Cukor también trabajaría).

Dos años después volverían a trabajar juntos en una película que aún no he podido ver, Chica para matrimonio sobre las tribulaciones de un matrimonio que se separa en clave de comedia. Y la culminación sería en 1953 con una encantadora comedia que descubrí recientemente, Una rubia fenómeno, sobre el mundo de la publicidad y la fama por la fama, que supuso también el genial debut de Jack Lemmon. Una rubia fenómeno cuenta con una declaración de amor que ha pasado a mi colección particular de este tipo de escenas.

Con Garson Kanin

George Cukor también tuvo varias colaboraciones con el guionista Garson Kanin (y casi siempre con la colaboración de la esposa de éste, Ruth Gordon). Ambos trabajaron juntos y el resultado fue una serie de películas recordadas por la memoria cinéfila: pasamos de una tragedia con Shakespeare de fondo, Doble vida (1947) a una de las películas más populares y recordadas de Hepburn y Tracy con Holliday con papel secundario bombón, La costilla de Adán. Los dos cimentaron la carrera de Holliday con Nacida ayer (adaptación de la propia obra de Kanin), Chica para matrimonio y Una rubia fenómeno. Y resbalaron, como resbalaron todos los que participaron en el proyecto, en La impetuosa. Ruth Gordon, la esposa eterna de Kanin (y también actriz, que alcanzó popularidad con ya cierta edad), estaba también en los créditos de Doble vida, La costilla de Adán, Chica para matrimonio y La impetuosa. Además trabajó con Cukor en solitario en el guión de su propia autobiografía: La actriz (1953), película que aún no he podido ver con Jean Simmons de protagonista.

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Ya no creo en el amor (La paura, 1954) de Roberto Rossellini

Crónica de una historia de amor terminada. Se acabó el amor. Rossellini regaló a Ingrid Bergman el retrato de cuatro mujeres a cada cual más insatisfecha. No eran las heroínas que imaginábamos para una historia de amor que se gestó entre actriz y director. Así esa historia de amor empezó en la sala de un cine cuando la actriz sueca, que había triunfado en Hollywood y era la actriz mimada y amada, se quedó ensimisma con Roma ciudad abierta… Siguió con una carta de esa misma actriz al director en la que escribía que sólo sabía decir en italiano Ti amo… Continuó con uno de los mayores escándalos que se produjeron en los cimientos de un Hollywood mojigato cuando la superestrella dejó una carrera de éxitos para inmiscuirse en el cine de autor, un cine independiente, cuna de la modernidad cinematográfica… Y fue, sin embargo, siempre reflejado en una especie de radiografía del desamor… en cuatro historias donde las heroínas estaban encerradas en jaulas emocionales, eternamente insatisfechas.

Esa actriz que llegó del frío se sumergió en el cine más independiente y se convirtió en la musa triste de Rossellini… Es curioso que una vez que terminó su historia con el director italiano (y que dejó de rodar con él) y antes de entrar de nuevo a Hollywood, se pasó por Francia para protagonizar una película a todo color, vital y alegre donde sonrió a sus anchas, Elena y los hombres. Es como si la actriz se liberara de la tristeza y las insatisfacciones que arrastraron sus heroínas en Italia. Primero fue Stromboli, después Europa 51, para más tarde desembocar en Te querré siempre y Ya no creo en el amor (La paura), la película que nos ocupa.

Nunca había visto Ya no creo en el amor y lo que más me ha llamado la atención es que parece una película inacabada. Termina de manera abrupta, seca. Inesperada. Pero sin embargo logra trasladar al espectador el desasosiego de su heroína principal, de esa Irene desesperada y devorada por la culpa y la mentira. Ese miedo que siente a ser descubierta y que la hace caer en el chantaje y el estrés. Rossellini llega a jugar muy bien con el suspense. Es de esas películas de las que se realizaron más de una versión (no sé si por problemas de distribución en determinados países o por cuestiones del director-autor)… por lo que sí deja una sensación de historia no concluida.

Como base de su historia Rossellini parte de unas raíces literarias, un relato corto de Stefan Zweig que se titula Miedo… y también sigue ‘reconstruyendo’ esa Alemania de después de la guerra. Una Alemania que le hizo vomitar la impresionante Alemania, año cero y que continúa con Ya no creo en el amor. Dos retratos pesimistas donde pululan personajes rotos emocionalmente.

La Irene de Ingrid Bergman es una mujer que se confiesa ante el espectador (una voz que funciona al iniciar este ‘relato cinematográfico’ pero que después va perdiendo fuerza). Confiesa su miedo. Irene es una directiva de una gran empresa farmacéutica, una mujer de éxito, su marido trabaja en los laboratorios… Nos esboza un pasado cercano complicado —se entiende que por la guerra— donde se ha sentido muy sola. Tiene dos hijos que viven retirados en el campo. Su miedo es porque aparentemente ha recuperado su estabilidad familiar (que no emocional) y quiere dejar una relación que había empezado con otro hombre, Enrico… su amante. Todo se va complicando en exceso cuando aparece en escena una ex de Enrico que chantajea a Irene continuamente exigiéndola dinero porque si no lo hace se lo dirá a su esposo.

Lo más conseguido de Ya no creo en el amor es precisamente ese estado de inquietud que vive la protagonista hasta que la historia da un giro inesperado (e interesante pero muy poco desarrollado ya que Rossellini decide cortar la película de manera abrupta… y con una decisión firme de la protagonista de no creer en el amor de pareja para centrarse en otro tipo de amor… Deja también la ciudad y se aisla junto a sus hijos en el campo). Así, con este giro final, queda absolutamente desdibujado un personaje que se va volviendo más y más inquietante según avanza la historia… el esposo de Irene (Matias Wieman). Un hombre que va desvelando una parte oscura muy fuerte y que influye como luz de gas en su esposa Irene.

El estado mental del personaje principal no es sólo por la interpretación de Bergman que es muy buena sino también por decisiones de puesta en escena de Rossellini que sabe cómo rodar la angustia. Así contrastan las imágenes de una ciudad oscura (callejones, casa del amante, local donde queda con la chantajista, pasillos largos, impersonales e inquietantes en la fábrica, su casa en la ciudad con una escalera y puertas que encierran secretos…) con la luminosidad del campo, único lugar donde nos encontramos con una Irene algo más relajada. También son excelentes las escenas en la fábrica farmacéutica y en los laboratorios donde se produce la mejor escena de Bergman en un momento de desesperación en el que piensa terminar con su vida. A lo largo de toda la película la protagonista se siente como una cobaya a la que inoculan venenos (sentimientos y emociones) que la van matando poco a poco… y siente que tiene que encontrar un antídoto contra su angustia e insatisfacción (… el antídoto lo encuentra de una manera tan abrupta que corta todo el tono de esta película oscura).

Ya no creo en el amor cuenta con buenos momentos como esas conversaciones de pareja en las que vemos la presencia del desamor. No faltan escenas en un coche (como ocurre en Te querré siempre) donde el matrimonio habla… Quizá de todas las películas que rodaron juntos Bergman y Rossellini, esta película sea la que menos me ha llegado pero esconde múltiples asuntos para el análisis y se reconoce en cada fotograma el estilo de Rossellini y su innovación a la hora de rodar cine. Es un cronista del desamor cotidiano entre parejas. Cronista de la insatisfacción.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dramaturgos que se convierten en guionistas…

1.- Este post ha surgido de mi cabeza porque ayer tuve el privilegio de vivir un momento artístico único e irrepetible: la lectura dramatizada de Eslavos de Tony Kusher en el ciclo El legado teatral del siglo XX. La Escena a la escucha de la historia (coordinado por Le monde diplomatique y Nuevo Teatro Fronterizo) en el auditorio de La Casa Encendida.

No me harté de aplaudir al final porque todo el elenco de actores estuvo sensacional pero además fue la primera vez que tuve la oportunidad de acercarme a una obra del dramaturgo Tony Kusher… en una obra que refleja la caída de la URSS y una reflexión inteligente sobre el socialismo con una pregunta formulada al final que sigue vigente ante la situación histórica actual: “¿Qué hacer?”.  Y una reflexión aguda sobre lo que supone responder esa pregunta… pero también queda claro que sólo respondiéndola se puede dar la posibilidad del cambio y la transformación… con todos los riesgos de que quien la responde somos nosotros, los seres humanos, terriblemente humanos, imperfectos, contradictorios, capaces de las mayores transformaciones y las mayores atrocidades. El equilibrio es lo más complejo de encontrar…

No quiero dejar de nombrar a ninguno de los actores que leyeron Eslavos porque todos captaron mi atención de principio a fin: Chema de Miguel, Juan Fernández, Amanda García, Lara Grube, Lola Manzano, Pedro Miguel Martínez, Inés Narváez y José Sanchis Sinesterra. La versión leida fue la de Carla Matteini y la dirección y adaptación dramatúrgica para la lectura fue llevada a cabo por Natalia Menéndez.

Así me entero entonces que Tony Kusher también tiene vínculos cinematográficos. Y una estrecha relación profesional con Steven Spielberg. El dramaturgo coescribió junto a Eric Roth el guion de Munich. Y también es el guionista único de Lincoln, última película rodada por Spielberg y que todavía no ha llegado a nuestras salas oscuras.

2.- Así empiezo a atar cabos y a recordar otros dramaturgos que hayan escrito guiones (algunos incluso han dirigido). Me viene a la cabeza Harold Pinter porque ya había escrito un post sobre él hace tiempo y sus conexiones con el cine a través de los guiones escritos. Su trabajo más reciente fue el remake de La huella… pero han sido varios sus trabajos cinematográficos. Tuvo una relación profesional interesante con Joseph Losey, de esta unión surgieron los guiones de: El sirviente, Accidente y El mensajero. Pero el nombre de Pinter está detrás de otros guiones que merece la pena recordar como puede ser el de La mujer del teniente francés.

3.- Entonces recupero a David Mamet, dramaturgo pero también guionista y director. Mamet se convierte en objeto de estudio interesantísimo. No sólo es un guionista solvente sino también un director a tener en cuenta. Y además ha adaptado varias de sus obras teatrales al lenguaje cinematográfico. Así nombro la impresionante Glengarry Glen Ross: éxito a cualquier precio (una película para volver a ver sobre todo en los tiempos que corren). También llevó a la pantalla su obra American Buffalo. La desconocida para mí El buque del lago (que dirigió el actor Joe Mantegna). Y, por último, Edmon (que tampoco he visto). Pero no puedo quitarme de la cabeza que fue Mamet quien elaboró el guion de esa joya que funde cine y teatro (y que curiosamente ya nombré en el post anterior): Vania en la calle 42 donde el espíritu de Chejov pulula por los fotogramas…

4.- Viene a mi cabeza Arthur Miller, un dramaturgo que me encanta, y su unión con el cine no sólo fue por su boda y triste historia junto a Marilyn Monroe (o porque muchas de sus obras teatrales hayan tenido sus versiones cinematográficas) sino porque creó un guion único para una película de ilusiones perdidas que dirigió John Huston y que fue protagonizada por actores crepusculares en unos papeles intensos: Marilyn Monroe, Clark Gable y Montgomery Clift (para Gable fue su última película, Monroe no terminaría la siguiente y Clift apenas rodaría algún trabajo más) todos ellos acompañados por Eli Wallach que todavía sigue en las pantallas de cine (El escritor de Polanski). Me refiero a Vidas rebeldes, el guion original para el cine de Arthur Miller, todo un dramaturgo.

5.- Por otra parte nos encontramos con Tennessee Williams, otro dramaturgo (también cultivó la novela y el relato) que amo con locura. Prácticamente toda su producción teatral (y también sus escasas novelas y algún relato) fue llevada al cine pero él participó en muchas de las adaptaciones cinematográficas (bien coescribiendo con otros guionistas o en solitario). Quizá su contribución más curiosa fue sus pinceladas (diálogos) al guion de Senso de Luchino Visconti porque no tiene nada que ver con su creación literaria. Uno de los directores que lo tenía como figura de cabecera fue Elia Kazan. De este modo Baby Doll tuvo como único autor del guion a Tennessee Williams. Pero su firma también está presente en los guiones de dos películas que adaptaron dos de sus obras más desconocidas y surgieron dos películas a reivindicar: Piel de serpiente y La rosa tatuada que además suponen la contribución de una maravillosa Anna Magnani al cine norteamericano.

6.- Y cierro el post con otra posibilidad: el dramaturgo que también se convierte en actor de cine además de guionista y director. Me refiero a Sam Shepard. Su rúbrica está en la aventura estadounidense de Antonioni, Zabriskie Point. O él es el único firmante del guion de una de las películas más recordadas de Win Wenders, París, Texas. Su rostro como actor ha paseado por películas tan diferentes como Días del cielo, Magnolias de acero, Mátalos suavemente o la española Blackthor.

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