Begin again (Begin again. Can a song save your life?, 2013) de John Carney

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Igual que hay caminos donde la comedia romántica se reinventa, también el musical es un género que puede seguir esa senda. Es cierto que todavía no hay una nueva etapa dorada del musical y que cuando estos surgen (más a menudo de lo que pensamos) siempre los sentimos como rarezas (algunos muy fallidos, otros no tanto y casi todos siguiendo las claves del musical clásico. Los que se salen del esquema o arriesgan, terminan en los márgenes o son denostados: se me ocurre Across the Universe). Sin embargo, algunos musicales, unos más que otros, hacen avanzar o evolucionar el género. A veces tengo la sensación de que se arriesga mucho más en los ‘momentos musicales’ de películas que no son del género… Y uno de los directores que lo está intentando podría ser John Carney. En 2006, en su Irlanda natal dirigió un musical en los circuitos de cine independiente, Once, que fue un boom. Una de esas películas que tienen largo recorrido y donde funciona el boca a boca. Una minimalista y realista historia de amor entre un músico callejero irlandés y una inmigrante checa que compone canciones en Dublín. La premisa era muy sencilla, fresca y espontánea pero caló. Al igual que sus canciones, sobre todo ese momento en la tienda de música cuando ambos interpretan Falling slowly. Los personajes eran interpretados por dos cantantes, compositores e instrumentistas, el irlandés Glen Hansard y la checa Marketa Iglova. Y las canciones van acompañando la evolución de la historia y los sentimientos de los personajes… El centro de la película es el poder de la canción y su composición para construir la historia y conocer los sentimientos de los personajes. Ellos viven a través de las canciones.

Ahora John Carney se enfrenta a su primer trabajo en Hollywood y para mí sale maravillosamente airoso con Begin again. Película bastante más elaborada que Once pero con un resultado y un acabado perfecto. Un musical que te hace salir de la sala con una sonrisa y un buen rollo increíble. Como siempre John Carney parte de la sencillez en su argumento y en su manera de contar… y además también ofrece una mirada cinematográfica y un homenaje a una ciudad: Nueva York. De nuevo, las canciones vuelven a ser centrales para construir la historia y conocer los sentimientos de los protagonistas. De nuevo las canciones son el centro del Universo. ¿Puede una canción salvar una vida? Y la respuesta es un sí gigantesco.

Begin again cuenta el encuentro laboral y emocional entre un productor musical americano que vive malos tiempos y una joven británica compositora de canciones que acaba de ser abandonada por su novio cantante que está triunfando en EEUU y la fama le hace ‘abandonar’ su vida pasada. Estos dos seres perdidos en la gran ciudad y que encuentran una ‘nueva oportunidad’ a través de la música son los actores Mark Ruffalo y Keira Knightley. Y su química llena la pantalla. Se encuentran en el momento oportuno, para ‘dar vida’ a un proyecto que les hará encontrarse a ambos con sus vidas. El proyecto: la grabación de un disco al aire libre en los rincones de Nueva York…

La historia no es original ni los personajes tampoco (novio que pierde el norte por la fama, buen amigo no triunfador que acoge a la novia desencantada, ex esposa encantadora, adolescente complicada…) pero John Carney logra que nos metamos en la historia y que queramos a los personajes. Y crea una estructura y un musical que logra poner una sonrisa o crear una ilusión de que la vida aporta segundas oportunidades. Y que cuando se lucha por un proyecto común y se cree en él, todo se vuelve mejor y más fácil. Cuida la forma de contar la historia, de insertar los momentos musicales y deja buenas posibilidades de cine musical puro y fresco.

Me centraré en tres momentos para explicar esta película más elaborada de lo que aparenta y un uso de la canción, de lo musical, para construir una historia. La primera canción de la protagonista en un pequeño bar de Nueva York. Primero el director nos muestra la escena como si fuéramos un espectador más del local. No quiere decir nada para nosotros. Después se centra en la historia del productor musical y nos presenta un día desastroso de su vida, al final acaba medio alcoholizado en ese bar que ya conocemos y vemos la escena desde su punto de vista. La canción toma otro sentido, él la proyecta de otra manera, le da otra vida. Después se centra en la historia de la cantante y su fracaso sentimental… y en el peor día, lejos de su casa, acaba en un bar y su amigo le hace salir al escenario… Otro punto de vista para la misma escena… El segundo momento es la secuencia cumbre de la película, y a mi parecer muy lograda, pues cuenta además con la química de los protagonistas. Y es cuando más unidos emocionalmente se encuentran, el día de las confesiones. De pronto comparten sus cascos para escuchar cada uno su lista de canciones (pues no hay mejor manera para conocer al otro), como no por las calles de Nueva York, y ahí ocurren una cascada de momentos mágicos con las canciones de cada uno… Y el tercer y último momento… es una Keira bastante perjudicada y divertida que decide dejarle en el buzón de voz a su ex novio un mensaje en forma de canción…

Begin again me ofreció más de lo que me esperaba y con la sensación de que el cine musical sigue sus caminos, sus sendas…

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Anna Karenina (Anna Karenina, 2012) de John Wright

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¿Cómo enfocar una nueva versión cinematográfica de una novela de dimensiones gigantescas ya llevada varias veces al cine? ¿Cómo ser fiel al espíritu decimonónico de Tolstoi y a su heroína romántica? ¿Cómo realizar una adaptación adecuada? John Wright se tira por el precipicio, arriesga y para la que esto escribe gana. Aunque el acercamiento y mirada de John Wright y el dramaturgo y guionista Tom Stoppard al universo de Anna Karerina a algunos espectadores les choque e incluso a otros les horrorice a mí me atrapa irremediablemente… desde el primer instante. He leído varias veces la novela (siempre he dicho que ante la Regenta, Madame Bovary y Anna Karenina… la que mejor me cae de las tres es Anna) y esta adaptación me ha cautivado.

¿Cómo es Anna Karenina de John Wright? El director decide presentarnos la historia desde una ‘representación’ en un escenario teatral… pero un escenario teatral vivo que se transforma ante los ojos del espectador. Siempre se dice que la magia del teatro es cuando te metes tanto en la obra que olvidas el escenario… pero sin embargo ahí estás en una ‘representación’ en que todo lo crees aunque sabes que no es cierto… En Anna Karenina todo es posible. En un escenario, entre bambalinas, focos, tramoyas y cambio de decorados transcurre un manantial de emociones y el espectador danza en un melodrama trágico sobre el amor romántico en una Rusia que desaparece, una Rusia aristocrática que se desvanece. Y esa Rusia aristocrática, con sus costumbres, protocolos, modales y miserias, es ‘representada’ en un escenario que se transforma continuamente.

Así nos vemos inmersos en el amor romántico y sus consecuencias… según el momento, el lugar, el espacio, las costumbres, los rumores. Hay tres historias, como en la novela, que se cuentan paralelamente (y las distintas formas en las que se manifiesta este amor). Stiva (hermano de Anna Karenina) y Dolly, amor, matrimonio y conformidad. Levin y Kitty, desencanto y luego amor y más tarde espiritualidad. Y el triángulo que forman Anna, su marido Karenin y su amante Vronsky, desamor, aburrimiento, pasión, autodestrucción y muerte. Hay un personaje (absolutamente maravilloso en la novela), el hermano comunista y moribundo de Levin, Nikolai, que pronuncia una frase clave para entender este acercamiento cinematográfico, expresa algo así como que el amor romántico es el último vestigio del viejo orden capitalista… y entonces Wright y Stoppar deciden representarlo, lo suben a un escenario. Y Anna Karenina regresa con toda su fuerza… ese amor romántico decimonónico que se entiende (y nos es revelado) con toda su artificiosidad y estilo recargado, exagerado y exultante, hermoso… pero todos los espectadores sabemos que al final sólo quedará un escenario vacío. Para así preguntarnos de nuevo ¿sigue en boga el amor romántico? ¿Sigue dando sus coletazos por el mundo? ¿Siguen existiendo heroínas como Anna Karenina (con el rostro moderno cubierto por un tocado de Keira Knightley, musa de Wright)?

De nuevo hemos vivido la catarsis de Anna, lo que la va hundiendo y llevando a la autodestrucción. Volvemos a vivir esa premonición de un tren helado que se convierte en una máquina de matar… Y todas las partes culminantes de la novela no faltan. Son representadas. El tren helado y el primer encuentro. Ese baile en el que los destinos de los personajes quedan sellados. La carrera de caballos decisiva donde Anna desnuda delante de todos sus sentimientos. La soledad de Anna y su camino hacia las vías del tren…

Y cada uno de los personajes está perfectamente caracterizado, como en una buena representación teatral, para que los reconozcamos en el momento. No sólo su vestuario sino también su forma de actuar. Así Karenin es un hombre recto, intelectual, de ropas oscuras, austeras… al igual que sus movimientos (Jude Law que demuestra una vez más cómo puede ser un gran actor), de pocas palabras… pero que expresa con el rostro todo lo que no revela. Y su rival el coronel Vronsky (Aaron Taylor Johnson) que es presentado como una especie de hombre ensueño-ideal: joven, de cuerpo perfecto, rubio con rizos, bigotillo, de maneras elegantes y extremadamente galantes… pero que denota su parte oscura (cómo se deja llevar por las convenciones sociales y la buena vida, cómo influye en él su madre… pero a pesar de todo termina enamorado de la torturada Anna, primero como ‘trofeo’ inalcanzable, después como mujer capaz de arruinar su posición y vida sólo por su entrega total a él… aunque se le termina quedando demasiado grande la historia…). El espiritual Levin (Domhnall Gleeson), hombre incontaminado, que viene del campo y es azotado por los modales y la aristocracia de Moscú, por las apariencias y la superficialidad, que también sufre el desencanto de su hermano ante la situación de su Rusia… al que rompen el corazón. Al principio parece hombre desubicado pero cuando vuelve a la naturaleza se encuentra de nuevo hasta alcanzar de nuevo a la mujer que ama, Kitty (una cada vez más prometedora Alicia Vikander, maravillosa en la película danesa Un asunto real), desde la espiritualidad, la calma y la entrega a los demás.

Los espectadores asisten sorprendidos a cada una de las escenas importantes con toda ‘su teatralidad’. Así no podemos sino disfrutar de la escena del baile. Donde una Anna de negro y hermosísima contrasta con una Kitty de blanco… y donde todos los invitados como si fueran muñecos de cuerda bailan al compás mientras nos centramos en los protagonistas del triángulo (a veces incluso desaparecen) y sólo vemos los movimientos de brazos de Kitty, Vronsky y Anna… que termina mirándose en un espejo que le devuelve una premonición de un tren helado porque el drama ya está servido… O esa prodigiosa y teatral carrera de caballos donde Anna grita de desesperación ante todos y con su esposo de testigo cuando su amante cae con su caballo…

Joe Wright es un hombre de dúos. Así realiza su tercera película con una de sus musas Keira Knightley. También es fiel al compositor Dario Marianelli que crea la banda sonora adecuada para esta Anna Karenina. Y tampoco falta el director de fotografía Seamus McGarvey. Me gusta la forma de contar de este director. Creo que toma caminos y arriesga e incluso cuando se equivoca merece la pena porque siempre hay una escena o una secuencia rescatable, una forma de mirar que lo redime y salva. Desde Orgullo y prejuicio he visto cada una de sus películas. Su trilogía con Keira me fascina (Orgullo y prejuicio, Expiación y Anna Karerina). E incluso en las menos conseguidas y entendidas me dio un momento o varios en los que me hizo ver que merecía la pena estar en la sala de cine (me refiero a El solista y Hanna).

… Ahora yo sigo reteniendo imágenes en la retina de ese amor romántico y desatado en el escenario. Me sigue esa Anna Karenina que de pronto mira al cielo y ve estallar fuegos artificiales…

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