John Carney va in crescendo en su reinterpretación del cine musical. Música y realidad, y un poco de fantasía. En Once (2006) dos espíritus solitarios encontraban momentos de felicidad y música en Dublín, aunque todo terminaba complicándose. Un amor efímero con varias canciones. Y una secuencia maravillosa en una tienda, mientras los dos protagonistas tocan y cantan Falling Slowly. Después salió de Dublín y saltó a EEUU con Begin again… y con grandes estrellas contó una historia sencilla de dos corazones rotos, fracasados, que resurgen a través de la música, pero fuera de las grandes discográficas. Con emoción. Ahí hay una escena donde los protagonistas se cuentan el uno al otro cómo son y cómo sienten escuchando sus playlists. Y ahora en su tercera incursión en el musical crea su obra más redonda: regresa a Dublín, a los años ochenta, y cuenta la formación de un grupo musical de un grupo de adolescentes. Y ahí hay un ensayo de una canción, Drive it like you stole it, en el gimnasio…, con un aire triste, y de pronto el protagonista imagina un baile de instituto americano de los años cincuenta todo felicidad, donde las personas que él ama encuentran la felicidad. Y las tres tienen en común el convertir en la música en tabla de salvación de sus personajes o de un alivio ante las desgracias que les golpean.
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Begin again (Begin again. Can a song save your life?, 2013) de John Carney
Igual que hay caminos donde la comedia romántica se reinventa, también el musical es un género que puede seguir esa senda. Es cierto que todavía no hay una nueva etapa dorada del musical y que cuando estos surgen (más a menudo de lo que pensamos) siempre los sentimos como rarezas (algunos muy fallidos, otros no tanto y casi todos siguiendo las claves del musical clásico. Los que se salen del esquema o arriesgan, terminan en los márgenes o son denostados: se me ocurre Across the Universe). Sin embargo, algunos musicales, unos más que otros, hacen avanzar o evolucionar el género. A veces tengo la sensación de que se arriesga mucho más en los ‘momentos musicales’ de películas que no son del género… Y uno de los directores que lo está intentando podría ser John Carney. En 2006, en su Irlanda natal dirigió un musical en los circuitos de cine independiente, Once, que fue un boom. Una de esas películas que tienen largo recorrido y donde funciona el boca a boca. Una minimalista y realista historia de amor entre un músico callejero irlandés y una inmigrante checa que compone canciones en Dublín. La premisa era muy sencilla, fresca y espontánea pero caló. Al igual que sus canciones, sobre todo ese momento en la tienda de música cuando ambos interpretan Falling slowly. Los personajes eran interpretados por dos cantantes, compositores e instrumentistas, el irlandés Glen Hansard y la checa Marketa Iglova. Y las canciones van acompañando la evolución de la historia y los sentimientos de los personajes… El centro de la película es el poder de la canción y su composición para construir la historia y conocer los sentimientos de los personajes. Ellos viven a través de las canciones.
Ahora John Carney se enfrenta a su primer trabajo en Hollywood y para mí sale maravillosamente airoso con Begin again. Película bastante más elaborada que Once pero con un resultado y un acabado perfecto. Un musical que te hace salir de la sala con una sonrisa y un buen rollo increíble. Como siempre John Carney parte de la sencillez en su argumento y en su manera de contar… y además también ofrece una mirada cinematográfica y un homenaje a una ciudad: Nueva York. De nuevo, las canciones vuelven a ser centrales para construir la historia y conocer los sentimientos de los protagonistas. De nuevo las canciones son el centro del Universo. ¿Puede una canción salvar una vida? Y la respuesta es un sí gigantesco.
Begin again cuenta el encuentro laboral y emocional entre un productor musical americano que vive malos tiempos y una joven británica compositora de canciones que acaba de ser abandonada por su novio cantante que está triunfando en EEUU y la fama le hace ‘abandonar’ su vida pasada. Estos dos seres perdidos en la gran ciudad y que encuentran una ‘nueva oportunidad’ a través de la música son los actores Mark Ruffalo y Keira Knightley. Y su química llena la pantalla. Se encuentran en el momento oportuno, para ‘dar vida’ a un proyecto que les hará encontrarse a ambos con sus vidas. El proyecto: la grabación de un disco al aire libre en los rincones de Nueva York…
La historia no es original ni los personajes tampoco (novio que pierde el norte por la fama, buen amigo no triunfador que acoge a la novia desencantada, ex esposa encantadora, adolescente complicada…) pero John Carney logra que nos metamos en la historia y que queramos a los personajes. Y crea una estructura y un musical que logra poner una sonrisa o crear una ilusión de que la vida aporta segundas oportunidades. Y que cuando se lucha por un proyecto común y se cree en él, todo se vuelve mejor y más fácil. Cuida la forma de contar la historia, de insertar los momentos musicales y deja buenas posibilidades de cine musical puro y fresco.
Me centraré en tres momentos para explicar esta película más elaborada de lo que aparenta y un uso de la canción, de lo musical, para construir una historia. La primera canción de la protagonista en un pequeño bar de Nueva York. Primero el director nos muestra la escena como si fuéramos un espectador más del local. No quiere decir nada para nosotros. Después se centra en la historia del productor musical y nos presenta un día desastroso de su vida, al final acaba medio alcoholizado en ese bar que ya conocemos y vemos la escena desde su punto de vista. La canción toma otro sentido, él la proyecta de otra manera, le da otra vida. Después se centra en la historia de la cantante y su fracaso sentimental… y en el peor día, lejos de su casa, acaba en un bar y su amigo le hace salir al escenario… Otro punto de vista para la misma escena… El segundo momento es la secuencia cumbre de la película, y a mi parecer muy lograda, pues cuenta además con la química de los protagonistas. Y es cuando más unidos emocionalmente se encuentran, el día de las confesiones. De pronto comparten sus cascos para escuchar cada uno su lista de canciones (pues no hay mejor manera para conocer al otro), como no por las calles de Nueva York, y ahí ocurren una cascada de momentos mágicos con las canciones de cada uno… Y el tercer y último momento… es una Keira bastante perjudicada y divertida que decide dejarle en el buzón de voz a su ex novio un mensaje en forma de canción…
Begin again me ofreció más de lo que me esperaba y con la sensación de que el cine musical sigue sus caminos, sus sendas…
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