DocumentaMadrid 15 (primera parte, sección oficial largometrajes). Chante ton bac d’abord (Chante ton bac d’abord, 2014) de David André/La once (La once, 2014) de Maite Alberdi

Chante ton bac d’abord (Chante ton bac d’abord, 2014) de David André

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La realidad se pone a cantar. Si ya dentro de la ficción se habían dado pasos para llevar la clave de sol a espacios inauditos en el género musical, quedaba que la pura realidad se pasara al musical, y así lo ha hecho el documentalista David André.

Así como en la ficción, George Abbott junto a Stanley Donen llevaron el musical a una fábrica de pijamas donde se preparaba una huelga entre los trabajadores para exigir una subida salarial (The pajama games, 1957) o la rivalidad entre bandas juveniles neoyorquinas hacía que sus protagonistas bailaran en un garaje o en un callejón mientras transcurría un argumento universal con unos nuevos Romeo y Julieta en West side Story (1961) o volando hacia Francia Jacques Demy creaba un melodrama donde sus jóvenes protagonistas en sus vidas cotidianas, con conflictos sociales y bélicos, cantaban sin parar en Los paraguas de Cherburgo (1964) o aterrizando en Gran Bretaña Alan Parker reflejaba la vida dura en un barrio proletario con notas musicales en The Commitments (1991). En el cine documental, se han reflejado momentos de realidad que tenían que ver con la música: unos jóvenes de un instituto en una zona deprimida participaban en la elaboración de una gran coreografía con la música de La consagración de la primavera de Strawinsky en ¡Esto es ritmo! (2004) o unos abuelos formaban un coro donde cantaban rock and roll y se rebelaban contra la enfermedad y la muerte en Corazones rebeldes (2007).

Pero lo que hace David André en Chante ton bac d’abord es contar la historia de un grupo de adolescentes en una localidad deprimida por la crisis económica y que estos expresen sus sentimientos y su manera de sentirse cantando en los sitios más cotidianos, haciendo realidad ese argumento que esgrimen aquellos que no soportan el cine musical: “Nadie está de pronto en la calle y se pone a cantar y la música empieza a sonar a su alrededor”. Y el contraste es interesante porque acorta distancias entre los jóvenes y los espectadores y da más energía y fuerza a lo que quiere contar. Una realidad dramática que reflejaría Ken Loach en uno de sus dramas sociales o que los hermanos Dardenne diseccionarían con su cámara distante, David André da un toque de magia mostrando que los jóvenes protagonistas pueden soñar y alcanzar sus sueños en la realidad gris que les rodea y en un acto de locura y rebeldía cantar sus aspiraciones…, saltarse las reglas de la realidad.

Chante ton bac d’abord recorre un año crucial en la vida de seis amigos adolescentes que viven en Boulogne-Sur-Me. Y es crucial porque es el año en que van a examinarse de selectividad y van a decidir cuál es su futuro profesional. Aun azotados por la crisis económica, y muchos de ellos conviviendo cada día con el drama y los miedos de sus padres, ellos apuestan por soñar y luchar por alcanzar lo que realmente quieren. A base de canciones Gaëlle, Alex, Rachel, Nicolas, Caroline y Alice nos cuentan no solo como son sino cómo se sienten así como describen sus miedos y sus sueños. Mientras ellos cantan, sus padres son reales como la vida misma y les ponen espejos en los que mirarse: unos se rebelan contra esos espejos aunque se preocupan y adoran a sus padres y otros reciben siempre un empujón en el vuelo, incluso uno de los padres pone siempre música en su vida, canta sin parar.

Uno de los grandes aciertos de este documental no es solo que la realidad se ponga a cantar sino el contraste y la química que se establece entre los adolescentes protagonistas y sus padres logrando momentos de emoción. Así el rostro desencantado del padre de Gaëlle contrasta con la energía y ganas de soñar de su hija. Y la fuerza del padre de Alex arrasa cada vez que asoma su rostro en la pantalla y nos traspasa con esa complicidad sincera que establece con su hijo. O nos hace reír el pragmatismo de la madre de Nicolas que piensa que su hijo lee demasiado y eso no lleva a ninguna parte, un genio tiene que comer.

Chante ton bac d’abord experimenta con la realidad y la refleja con corcheas y semicorcheas.

La once (La once, 2014) de Maite Alberdi

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Lo más cercano y cotidiano puede captarse con delicadeza y crear un espacio único repleto de historias. Así Maite Alberdi decide explorar un universo muy cercano y concreto: la hora del té de su abuela María Teresa con sus amigas. Una vez al mes se reúnen alrededor de una mesa y es un ritual sagrado, íntimo, así ha sido durante sesenta años. Pero el tiempo pasa, las ausencias van siendo evidentes y, sin embargo, no reniegan de ese espacio, que es suyo, en el cuál toman té, pastas, bocadillos, deliciosas tartas y se ríen, se pelean, cantan canciones, se cuela algún recuerdo y otro se escapa pero hablan y hablan de lo divino y de lo humano, de los hombres, del sexo, de su educación, de la muerte, de la religión… Todo está perfectamente preparado y organizado y ellas están impecables frente a sus amigas, bien peinadas, bien vestidas y maquilladas. Nada puede faltar en el ritual. Y Maite Alberdi lo capta minuciosamente, con detalle, dejando una mirada cercana y entrañable con unas gotas de humor de estas mujeres que pertenecen a una clase alta chilena.

Las reuniones de las amigas siguen un patrón mes a mes, año a año, un ritual que convierte cada hora del té en un momento mágico donde el tiempo no pasa. Maite Alberdi las capta durante cinco años y en un inteligente montaje (eran horas y horas de material filmado) logra acercarnos ese universo ajeno. Las transiciones ocupadas por fotografías en un álbum y por la preparación minuciosa de la mesa de té: la infusión y los deliciosos postres. Cada año empieza, como cada reunión, con una oración donde se dan gracias por seguir reunidas y juntas. Y después Maite se centra en los rostros de su abuela y sus amigas tanto en las que hablan como en las reacciones de las que escuchan (y condensa todas las reuniones de té del año como si fuera una única cita). Y ahí nos encontramos con otro documental subterráneo… lo que nos dicen y expresan esos rostros que no hablan, que miran. Así nos causa incredulidad y una risa nerviosa cuando vemos los rostros y las reacciones de estas señoras ante una nueva melodía en la flauta de Francisca, una de las hijas de María Teresa. Cuando esto ocurre por primera vez, vemos solo sus rostros en silencio, incómodos, y escuchamos las notas discordantes de la flauta… hasta que la cámara nos sitúa un primer plano de la protagonista, Francisca tiene síndrome de down. O esa otra historia que nos cuentan las breves apariciones de las chicas de servicio que ayudan a preparar la hora del té y sirven la mesa cada vez, en cada encuentro. O también dice mucho cómo apenas salen sus discusiones políticas porque como explicó la directora en una intervención tras la proyección, su extremismo político hacia la derecha y las acaloradas discusiones con su abuela (única de las presentes con una ideología más a la izquierda) iba a alejar al público de esas mujeres y no iba a realizar ese acercamiento para entenderlas en su propio universo, además de perderse todo espectador que no fuera chileno por no conocer la realidad política del país.

Finalmente aunque se suceden las risas y los guiños tiernos, queda en realidad un retrato melancólico de estas mujeres a las que ya les queda poco tiempo de reunión y risas… y que aprovechan su hora del té al máximo. Todo queda como si fuera un álbum de fotografías amarillas, vivir a través de los recuerdos, conocer lo que era un ritual que se está extinguiendo por la ausencia… Así Maite Alberdi atrapa a las protagonistas de esas fotos amarillas y las da vida y voz.

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Retrato de Aida (Retrato de Aida, 2014) de Antonio Gómez-Olea. Retrato en seis pinceladas

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Primera pincelada. Aida Folch

… y quizá el primer destello de Aida Folch en una pantalla de cine fue un poco de luz en el paisaje triste y sin esperanza de los personajes de Los lunes al sol. Despacio, y sin pausa, va construyendo su trayectoria cinematográfica. A veces hay casualidades que conforman las corrientes subterráneas que construyen una vida. Y cuando Antonio Gómez-Olea tenía claro que quería atrapar cómo se crea un retrato de la mano del pintor Guillermo Oyagüez Montero en un documental, apareció Aida Folch y la posibilidad de que fuese la modelo elegida. Y el proyecto se convirtió en real. Así la actriz, cuando estaban dando los últimos retoques para empezar el documental, les comentó que en esos momentos andaba casi terminando un rodaje, El artista y la modelo de Fernando Trueba. Así que sabía o intuía cuál iba a ser la naturaleza de la aventura en la que se embarcaba. Así como también podía tener claro la importancia del vínculo que se establecería entre la persona retratada y el que pinta.

Segunda pincelada. Guillermo Oyagüez Montero

Pintor malagueño que con un pincel y un lienzo encuentra su universo en el arte figurativo. Autorretratos y otros rostros, naturalezas muertas, paisajes… y un uso especial del color. Un arcoíris de tonalidades que le invadió e inspiró del todo cuando encontró una paleta inimaginable en la isla de Holbox, en México, su paraíso particular. Texturas, volúmenes, formas y colores… y el mundo en un lienzo. O en un retrato. El retrato de Aida… y el proceso atrapado por una cámara.

Tercera pincelada . Encuentros

Antonio Gómez-Olea orquesta el encuentro de manera sencilla. Imprime un ritmo. Y deja que fluya una conexión especial entre modelo y artista. El suspense se dibuja en la pantalla blanca. ¿Surgirá una cierta conexión?¿El retrato será terminado? ¿Merecerá la pena filmar los encuentros? Aida termina mostrando la persona que es, nada que ver con la imagen proyectada. Y ahí se tira sin trampolín, sin máscara en el rostro. Guillermo disfruta en el proceso pero cuenta también sus miedos de artista. Sus dudas sobre si plasmará en el lienzo lo que quiere y siente. Si el resultado final merecerá la pena…

La cámara de Gómez-Olea confía en que lo captado en el estudio del pintor sea el material de su documental. Proceso creativo. Diálogos. Preguntas y respuestas. Un paréntesis al paraíso del pintor… La isla de Holbox. Y el viaje del cuadro a su destino final: la casa de Aida. Y es cierto, no es necesario más material para realizar un plácido viaje a un proceso creativo concreto: la realización de un retrato.

Cuarta pincelada. El retrato

Y así el espectador se encuentra con el tercer protagonista, el propio retrato y la razón de este documental. Desde los bocetos, hasta los primeros trazos, las rectificaciones, los procesos del color, de las formas, del volumen… Y ante nuestros ojos el lienzo sufre una metamorfosis continua hasta el resultado final. La importancia de una mano, la dificultad de los pies, el toque rojo de unos zapatos, lograr captar una expresión: el contorno de unos ojos, la forma del cuello, el revuelo del pelo… El proceso creativo de un cuadro. En un espacio determinado, en un tiempo. Y en ese espacio y ese tiempo no irrumpe el exterior, si acaso el ruido que provoca una tormenta. Hay una intimidad y una complicidad especial.

Cuando no existía el cine, el retrato era lo más parecido al primer plano (pero a ese primer plano con significado y sentido dentro de un relato cinematográfico). Así el director se sirve del primer plano para deconstruir el rostro de Aida, para descubrir el detalle o para reflejar la mirada de Guillermo, el pintor. Su sonrisa, su mano, sus ojos, su cuello… Y a la vez también se plasma en la pantalla blanca el primer plano del artista que crea, que escucha, que duda, que mira, que contesta, que reflexiona… Retrato de Aida es la historia de una trinidad: la modelo, el artista y el retrato.

Quinta pincelada. Historias de otros retratos

La misteriosa complicidad e intimidad entre modelo y artista ha sido un tema reflejado en el cine. Porque de ese espacio íntimo y propio que crean surge la obra artística y su alma… y eso siempre ha sido un misterio difícil de desentrañar. De eso trataba La joven de la perla de Peter Webber o la propia El artista y la modelo de Fernando Trueba. No olvidemos que el poder de un retrato se ha convertido en elemento clave de una trama. Retratos que encierran incluso la eternidad. U otros que inspiran un amor imposible o una ensoñación al admirador del cuadro. Así nos vienen a la cabeza La mujer del cuadro, Laura o Jennie. Otros recogen la tragedia de una vida, un cuadro que termina convirtiéndose en mito como el retrato de la indígena María Candelaria.

El documental Retrato de Aida vive este proceso creativo como algo bonito, natural, sencillo y especial. Con poco riesgo formal, con un uso correcto del lenguaje cinematográfico pero sin experimentar con él, sino con un pincel-cámara que apuesta por captar y atrapar esa intimidad desnuda sin más.

La fusión entre actriz de cine, proceso creativo y pintura me trae a la cabeza un ejemplo real en sentido inverso. Y me explico. Un nombre: Andrée Madeleine. Esta mujer fue la última modelo de un ya muy enfermo Jean Pierre Renoir. Retratos impresionistas de la dama. Pero la misma mujer, se convirtió en la primera esposa de Jean Renoir, el hijo del pintor impresionista y cineasta con futuro. En sus primeras películas de cine mudo, su actriz protagonista fue Andrée Madeleine (pero con el nombre artístico de Catherine Hessling), la modelo que retrató su padre en sus últimos cuadros. En ese momento su rostro ocupaba en primer plano una pantalla de cine. Hace poco hubo una película de Gilles Bourdos que recreó esta historia.

Así la actriz Aida Folch, actriz de cine que proyecta una imagen determinada a sus espectadores, se convierte en modelo de un pintor que trata de encontrar la mujer detrás de la actriz, captar su esencia, su primer plano en la vida, y traspasarla a un lienzo. No basta una sesión de fotografía (que también es otro proceso interesante… pero eso es otra historia) y tomar una imagen para completar el cuadro… El pintor necesita de ese espacio y ese tiempo único e íntimo para captar ese algo que dará el toque a su cuadro.

Sexta pincelada. El tiempo

Retrato de Aida nos habla también del tiempo. El tiempo empleado para crear una buena obra artística. Un tiempo especial, sin prisa con calma. Sin segundos que corren. La pintura con detalle y matices. Con una mirada al interior. Donde hay tiempo para filosofar, reflexionar, conversar, conocer al otro y a sí mismo…, un tiempo para rectificar, corregir, volver a empezar, plasmar miedos, hablar de dificultades…, superar obstáculos y crear un retrato al óleo.

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Tres instantes, un grito de Cecilia Barriga

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Recuerdo  a principios del siglo XXI cómo se me quedó la frase “Otro mundo es posible”… Y es que estos movimientos colectivos (que nacen de la espontaneidad), que muchos dicen son utópicos, de alguna manera transmiten una onda expansiva de que los sueños a veces pueden cumplirse. Y, de fondo, algo más importante…, no hundirse en la apatía, el mal rollo o transitar un camino de no retorno de desencanto. La espontaneidad de estos movimientos colectivos enciende continuamente mechas y supone un paso más a la consecución de un mundo un poco mejor. Algunos viven con tristeza (y con sensación de fracaso) la ‘aparente’ disolución de estos momentos (bien porque son interrumpidos violentamente, bien porque la espontaneidad no es eterna… y entonces empiezan otras ‘fases’ y ‘evoluciones’ en el proceso) y empleo la palabra ‘aparente’ porque sí, se apagan, pero queda la brasa, el fondo o el poso… Queda el testimonio.

También me viene a la cabeza una persona que no olvidaré porque disfruté de su amistad, de sus palabras, de su memoria y recuerdos. Se llamaba el Indio Juan. A un poso de desencanto, siempre surgía la chispa en su mirada. Una de sus pasiones era recorrer las calles, los cementerios, los muros, los edificios, las puertas y paredes… y rescatar en su cuaderno las frases que dejaba la gente. Decía que ahí había poesía y mucha sabiduría. Pienso que hubiese disfrutado mucho del año 2011… y de todos esos movimientos colectivos que se dieron a la vez por el mundo. Y que siguen la senda de Otro mundo es posible. En ese momento era un mundo clamando por un cambio de organización y sistema. Mostrando también que la democracia real es otra cosa. Que el ciudadano puede pensar por sí mismo, que es consciente de que tiene derechos y también deberes y que sabe cuándo le están tomando el pelo o cuándo están abandonados a su suerte. Ciudadanos que claman por una representación real. Ciudadanos que siguen imaginando que las cosas pueden ir y hacerse mejor.

Durante todo el siglo XX y ahora el XXI, hay otra manera de poder dar testimonio de estos movimientos. Otra manera de hacerlos vivos y presentes. De eternizarlos. De preservar que existieron. De plasmar que algo se mueve… Y son las imágenes en movimiento. Es el cine. Una cámara y captar el espíritu de estos movimientos. Y es eso precisamente lo que consigue la realizadora chilena Cecilia Barriga en su documental Tres instantes, un grito. Captar ese grito, que se extendió en distintas partes del mundo y generó movimientos colectivos que provocan creatividad, pensamientos, vitalidad, posibilidad de cambio, debates, coloquios, diálogos y que construyen una generación de personas que tiene presente los sueños de muchos ciudadanos. Y eso no es fácil. Tres instantes, un grito provoca ganas de moverse, genera un sentimiento de esperanza y continuidad, muestra personas con ganas…, todavía algo se mueve, quizá todavía no esté todo perdido…

El documental muestra la esencia de tres de estos movimientos que se dieron en un año vivo, y como dijo uno de los asistentes al coloquio en la Cineteca-Matadero, que creará un fondo de documentación e ideas tan importante como el mayo del 68 (que no solo fue en París sino que tuvo también su efecto onda…). Y también su poso de críticas… pero es que siempre pienso que el que actúa, porque actúa, se equivoca… Y eso es sano, mientras haya un sentido de autocrítica y análisis, de ver qué fue lo válido y qué fue lo que falló.

El viaje de Barriga recoge el espíritu asambleario de los indignados en la Puerta del Sol de Madrid. La espontaneidad colectiva, creativa y multicultural, con presencia continúa de lo musical, de la toma de Wall Street. La filosofía: el 99 por ciento de la población muestra su descontento por el reparto injusto de riquezas y poderes en manos de un 1 por ciento que hace lo que quiere dejándose llevar por la codicia y la corrupción. No existe el axioma: pensar en el otro. Y por último la rebeldía constructiva, potente, valiente, espontánea, alegre e imparable de los adolescentes chilenos que tomaron las escuelas públicas del país exigiendo una educación pública, gratuita y de calidad. Y ese es el mejor aliciente para disfrutar del documental, sientes ese espíritu contagioso.

Movimientos que surgieron a la vez que otros y que serán la mecha para generar otros en un futuro próximo. Como dijo Cecilia Barriga, en el documental se intuye que los próximos movimientos colectivos quizá nos trasladarán a China o a cualquier otra parte donde la gente quiera soñar. Y de alguna manera su existencia permite el contagio… y poco a poco, con obstáculos, dificultades, desencantos, fallos… pero con un continuo movimiento, se pueden ir produciendo cambios que prefiguren otro mundo posible… y ojalá que mucho mejor.

Nota: próximas proyecciones en la Sala Berlanga (jueves 22 de mayo) y en junio en el Zumzeig cinema en Barcelona.

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Paradiso de Omar A. Razzak

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Hay proyecciones y momentos con encanto en el cine. Uno lo viví un domingo de abril en la Cineteca de Madrid en el Matadero. Era el último día que se proyectaba el documental Paradiso. Y después tuvimos un coloquio. Toda una sorpresa. Paradiso no solo es un canto de amor al cine y a la sala de cine sino también un canto al trabajo hecho con cariño, respeto y cuidado. Y un canto a los últimos lugares, a aquellos puntos de encuentro de los barrios que de momento las nuevas tecnologías y la vida moderna aún no han desplazado y que sobreviven como islas en las grandes ciudades. Lugares con vida propia, personalidad propia.

Cuatro son los protagonistas de este peculiar documental que me hizo salir con una enorme sonrisa de la sala… y reafirmando mi amor al cine… al cine en la sala. Peculiar porque esta isla en el centro de Madrid es ni más ni menos que un lugar que muchos (y reconozco mi propio prejuicio) lo miramos como un reducto de lo decadente, lo degradante, lo patético y morboso… la única sala x que queda abierta en la ciudad, el cine Duque de Alba. Su acceso es por un largo pasillo (que se convierte en una especie de túnel del tiempo) y en sus laterales están los cárteles hechos a mano por el encargado del cine, Rafael, de las películas que se proyectan en sesión continua. Antes de pasar está la ventanilla de las de toda la vida (ya casi reliquia) de la taquillera, Luisa. Como habréis supuesto esos cuatro protagonistas son: el propio edificio del cine, Rafael, Luisa y los clientes.

Conocer a Rafael y a Luisa es uno de los grandes alicientes del documental. Después de la proyección vimos cómo ambos son tal y como se reflejan en la película. Los dos con su amor al trabajo y a la sala en la que trabajan, así como el respeto que muestran a sus clientes habituales, logran que una sala x se convierta en un lugar entrañable. Un lugar con una decadencia física cuidada (todavía funcionan con calefacción de carbón) que convierte el local en especial, en genuino. Lo que ocurre dentro de la propia sala de cine entra dentro de la privacidad de sus clientes. La cámara nunca entra. Así que solo vemos la sala desde fuera, desde el hall. Y cuando está vacía. En ese hall y en otras dependencias del cine escuchamos los gemidos de fondo… que nunca alteran las conversaciones del encargado y la taquillera o de estos con los clientes habituales o entre los propios clientes.

Luisa dice que sus años de taquillera en el cine Duque de Alba han sido los más bonitos. Y habla con dulzura, y sin juzgar, de sus clientes habituales, que son de lo más educado según su experiencia. Porque entre los clientes, que con tanto cariño son tratados por Rafael y Luisa, se deducen historias de soledad, de desencanto, de desamor, de exclusión y marginación. Muchos de ellos han encontrado en el cine Duque de Alba su refugio, su libertad. Y el realizador novel Omar A. Razzak y su equipo han logrado captar ese universo especial, con muchas dosis de cariño y mostrando una intimidad emocionante, con respeto. Así Luisa, la taquillera, nos decía después de la proyección, que ella estaba contenta por lo bien que iba el documental y lo que estaba gustando por los jóvenes, por ellos que tanto habían trabajado, y miraba feliz a Omar.

Paradiso regala momentos hermosos, otros muy divertidos y destila amor al espectador de toda la vida a través de las conversaciones que mantienen sobre cine (y no pornográfico…, sólo se nos informa en un momento el éxito que tuvo la Cicciolina cuando se proyectaban sus películas en la sala), Rafael, Luisa y algunos de los clientes. Así comentan las películas que más les han gustado como Mejor imposible de James L. Brooks, Los Puentes de Madison de Clint Eastwood o un cliente, que es todo un personaje, confiesa que con la película que más ha llorado es con Tomates verdes fritos (yo comparto su afición por esta historia). También hablan de El gran dictador, de Ciudadano Kane o del cine de Kubrick… pero con una candidez y una inocencia cinéfila con mucho encanto. Curiosamente Rafael tiene todas las habitaciones del edificio decoradas con carteles de cine que no son carteles porno sino de películas recordadas por todos.

Rafael lleva su sala con dedicación y respeto. Dentro de la rutina de cada día, cuida su local con mano experta y detallista. Así en el patio interior crea un espacio, una terracita, para que sus clientes puedan charlar y fumar. Así compra una carpa, unas sillas, unas macetas con flores… También cuida la decoración navideña con distintos artilugios y se piensa un mensaje además de tener un regalo preparado para sus clientes habituales (después de la proyección también llevó con sumo cuidado varios regalos para nosotros, los espectadores). Y siempre pide el consejo de Luisa, la taquillera. La relación que tienen entre ellos queda reflejada con mesura dejando muy buenos momentos.

El documental Paradiso (que se llama así porque a Rafael le encanta la película de Cinema Paradiso) cuenta un año en la vida de esta sala de cine… el último año de Luisa, que se jubila. Ese es el hilo conductor…, el pequeño cambio que va a sufrir esta isla urbana, ese universo propio, la taquillera se va… Paradiso se convierte en todo momento en un documental nostálgico, con una cierta melancolía en cada fotograma. En esas conversaciones entre seres solitarios, en ese abuelillo que lleva una rosa a Luisa, en ese cliente que canta una triste copla, en ese beso furtivo en la mejilla que le da la taquillera en su último día, antes de subirse al autobús, a Rafael, su compañero de trabajo… En esos momentos se encuentra la esencia de este lugar de encuentro que batalla contra viento y marea por sobrevivir.

Pronto saldrá el dvd y nos cuentan que la presentación se hará próximamente (a mediados de mayo) en el propio cine Duque de Alba… Luisa nos dice que lo vamos a pasar bien.

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Europa de Luis López Carrasco (Gollarín, 2014)

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… los directores de cine son creadores de historias… en imágenes. Por eso no es extraño que los creadores de historias empleen otras formas de expresión para narrar, como la escritura. Así puede darse el caso de un joven cineasta, cofundador del colectivo audiovisual Los Hijos (tres son sus integrantes) que experimentan con el lenguaje cinematográfico, que toca un teclado para plasmar su universo en las páginas de un libro de relatos. Siete relatos… que ‘crean’ un futuro.

A Luis López Carrasco le conocía por leer su nombre relacionado con Los Hijos. No había visto nada del colectivo hasta que hace poco vi dos de sus obras: Ya viene, aguanta, riégueme, mátame y El sol en el sol del membrillo. Ambos cortometrajes arrastran reflexiones sobre el cine dentro del cine, sobre lo que vemos reflejado y cómo lo vemos reflejado, sobre qué es rodar, qué es el montaje, qué es realidad o ficción, cómo se manipula a través de las imágenes…Son dos ensayos cinematográficos.

Su nombre me empezó a sonar a partir del largometraje Los materiales (que está en mi baúl de películas pendientes) y ahora acaban de presentar Árboles (que espero poder ver en breve en sus proyecciones en la Filmoteca). Esta nueva obra del colectivo es un ensayo histórico-social-político donde se realiza una reflexión sobre la presencia colonial en África y también crea un paralelismo con las ‘colonias’ residenciales en las periferias de las grandes ciudades españolas.

Pero también Luis López Carrasco ha presentado su primer largometraje en solitario, que pude visionar en una sesión de la Cineteca en el Matadero, El Futuro. A partir de la ‘proyección’ de una fiesta de jóvenes (que puede enmarcarse poco después de las primeras elecciones ganadas por el PSOE), se crea toda una reflexión política sobre ese momento en que nacía una incipiente democracia y que parecía que había todo un futuro por delante por construir… El efecto de ver esa fiesta, con su música de fondo, rostros, algunos diálogos sueltos… en el desolador tiempo presente genera (o por lo menos a mí me ocurrió) una tristeza enorme. El Futuro es como el ‘rescate’ de una vieja cinta de cine donde se atrapa una fiesta. La vieja cinta está deteriorada. El sonido no es bueno. En las imágenes ya hay huellas del paso del tiempo, agujeros negros que tapan rostros, saltos, cortes. Se escuchan algunos diálogos. Y todo este material, junto con al principio, el discurso radiofonico de Felipe González tras la victoria en las elecciones… crea un discurso oculto y y pesimista sobre un periodo determinado y su posterior evolución.

Y aquí, en esa fiesta, esa capsula de pasado vista ahora, en el futuro… puedo empezar a hablar de Europa y de su tercer relato Todos los finales posibles. Dos científicos al límite, al borde del fin del mundo, tienen que decidir el destino de un viaje en el tiempo que les permita escapar de la situación apocalíptica en el que está inmerso el mundo. Uno de ellos es español y termina diciendo que quiere volver a los setenta en su país de origen. “Quiero volver a la época en que nací. Quiero volver a mi casa, a mi ciudad de origen, quiero recobrar todos mis recuerdos. Quiero ver a mis padres, a mis familiares, de jóvenes, en el clima de la energía e ilusión que acaeció al final de la dictadura franquista, el inicio torpe de una democracia. Volvemos a la ilusión, me dirás. Quizá sí, quizá no. Porque esa efervescencia duró muy poco, el sistema se integró a plena velocidad en los rigores del contexto internacional. Se mistificó, se conjuró y eliminó un periodo muy corto. Con todo, no podré soportar el optimismo de esas gentes, mis compatriotas, me dirás”. El otro científico le dice que es como si quisiera regresar a una grabación ininterrumpida de vídeos domésticos familiares…

De pronto en los siete relatos de Europa, no sólo hay un futuro donde hay hueco para lo inquietante y lo desasosegante sino también para los recuerdos, la memoria y la nostalgia…, para las relaciones humanas, entre familiares o desconocidos, entre dos personas que se gustan o entre amigos… La tristeza que acompaña El futuro sigue y se alarga en los relatos de Europa. Relatos que además muestran un mundo complejo, un universo visual complejo, donde los personajes se mueven entre sueños, realidades virtuales, planetas lejanos, atrapados en viejos videojuegos, páramos solitarios… y en ese extrañamiento que sufren, por distintos motivos, en un mundo hostil (o extraño, distinto) en el que sobreviven, se aferran a sentimientos absolutamente humanos, donde siempre acuden a la nostalgia, el recuerdo y la memoria.

El teclado de Luis López Carrasco genera ese futuro incierto y nos hace caer en el abismo y la angustia de muchos de sus personajes. Acompañamos en el salto al vacío al personaje de El caminante. Si solo me dieran la oportunidad de quedarme con uno de los relatos quizá optaría por llevarme Bajo el mismo cielo… y ese grupo de personas que proyectan sus vídeos al cielo, no sabemos qué es lo que proyectan ni qué significa para ellos ese acto… “Los proyectores disparan al cielo oscuro su mensaje de luz”. De pronto el narrador de la historia, el protagonista, nos cuenta su propia “no película”. Una proyección que no existe pero que él tiene en su cabeza (y que forma parte de sus recuerdos de infancia) e imagina cómo quedaría reflejada en el cielo… y crea una emoción difícil de describir.

Luis López Carrasco no solo logra crear un mundo de sensaciones, reflexiones y miedos sino que la forma en que narra esos relatos también atrapan. Genera ambientes y un mundo visual muy potente pero también provoca, mientras te sumerges en su lectura, momentos de catarsis… Logra principios y finales impactantes y un desarrollo que suscita emociones pero a la vez todo ‘pintado’ con el distanciamiento y el extrañamiento tanto de los personajes como de las situaciones que viven.

… un primer libro de relatos que muestra que Luis López Carrasco es un creador de historias. Puede utilizar la cámara (una mirada) o el teclado (la palabra) y empezar a contar…

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Mujeres silenciadas: La piedra de la paciencia (Syngué Sabour, 2012) de Atiq Rahimi/La maleta de Marta (Marta’s Suitcase, 2013) de Günter Schwaiger

El rostro de la mujer afgana (Golshifteh Farahani) y el de Marta. Un personaje de ficción y una mujer que ofrece su rostro y su voz a un documental. La primera vomita sus sufrimientos, sentimientos, frustraciones, dolor, angustias y miedos a una ‘piedra de la paciencia’ que cuenta la leyenda (según le narra su tía) que una vez que rebosa de secretos y dolor se rompe… y libera de todas la penas. Esa ‘piedra de la paciencia’ es su marido en coma con el que lleva casada diez años. La segunda es Marta que muestra la maleta que arrastra llena de vivencias, sufrimientos, dolor y miedos y es testimonio vivo de cómo la violencia de género es un fenómeno mundial que crea una legión de mujeres heridas…

Y las voces de estas mujeres ponen en evidencia lo que es ser mujer silenciada. Yo, como Hildy Johnson, no me he sentido discriminada por ser mujer, es más me gusta ser mujer. No me he sentido invisibilizada ni silenciada, no he sentido el yugo del poder bajo mi persona por ser mujer. Los hombres que me han rodeado creen en la igualdad de derechos y deberes, no se sienten superiores en su condición de hombres, no han empleado el poder ni la violencia sobre mi persona sino que más bien la convivencia ha sido posible y plácida. Y los roces y problemas han surgido como seres humanos que se relacionan y por eso pueden chocar o no. Si alguna vez he visto o vivido una situación ‘machista’ sobre mi persona no ha quebrado mi seguridad sino que lo he vivido como pura anécdota, como una excepción en mi vida, y además he contado con las herramientas suficientes cómo para que no me afecte en absoluto. Pero esto no me vuelve ciega y sé que la situación que vivo no es la habitual, no está normalizada (cuando debería serlo) y que sigue siendo necesario visualizar la situación de un gran número de mujeres y luchar por los derechos de las mujeres. No es una lucha obsoleta e innecesaria, más bien al contrario. No deja de dar cierto miedo vislumbrar un retroceso (un retroceso que se está dando en muchas áreas como la laboral) a las ‘conquistas’ ya realizadas en ciertos lugares respecto a la situación de las mujeres (y su libertad) y  el estancamiento, silenciamiento e invisibilización del problema en gran parte del mundo. El tema es preocupante.

Y así lo muestra la película de ficción La piedra de la paciencia y el documental La maleta de Marta. Ambas son testimoniales y ahí radica su fuerza. En el reflejo de dos rostros femeninos y en sus palabras. Dos mujeres silenciadas que hablan y se exponen… Sencillez cinematográfica y contundencia testimonial.

La piedra

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La interpretación de Golshifteh Farahani es La piedra de la paciencia y a través de su monólogo (y de los distintos estados que va viviendo) nos deja al descubierto su historia íntima, su retrato. Se visibiliza como mujer y se muestra su verdadero rostro: su manera de pensar, sus sentimientos, sus secretos, su sexualidad, sus dolores…

Según va confesando a su marido en coma su vida en común, ella se va liberando de su carga, de su prisión. Por primera vez siente que puede hablar sin miedo y que el depositario solitario de sus confesiones, su piedra de la paciencia, escucha. Así esta mujer afgana universaliza lo que es ser mujer pero silenciada. Expresa lo que es sentirse encarcelada en la intimidad, la imposición del matrimonio sin posibilidad alguna de elección, el miedo a ser estéril y sufrir el repudio, la imposibilidad de sentir placer compartido en la cama, el miedo al rechazo social, el yugo del poder y la violencia siempre presente, el sentirse un trozo de carne…

Pero además toda esta confesión se da también en un ‘estado anormal’ (que se convierte en cotidiano, como su situación de mujer silenciada e invisible. Por ejemplo Golshifteh Farahani muestra lo cotidiano y la naturalidad de una acción: el uso del burka) que es el de la guerra y el horror… donde no sólo se sufre una convivencia diaria con la muerte, la violencia irracional y el miedo sino que además por el hecho de ser mujer continuamente se enfrenta con la amenaza de un arma de guerra atroz: la violación… que es llevar al extremo ese poder del hombre sobre la mujer invisible y silenciada.

La piedra de la paciencia es una adaptación cinematográfica a la novela del propio director Atiq Rahimi (que no es la primera vez que se pone tras la cámara). También él coescribe el guion junto a Jean-Claude Carrière (que fue uno de los guionistas de Luis Buñuel). La película no es ni plana ni maniquea sino inteligente con unas frases para enmarcar. Y donde la protagonista no es la víctima doliente sino una mujer que empieza a hablar sin miedo e inicia un camino duro hacia su liberación de una cárcel íntima… Es cierto que tiene una llave, su tía, un personaje que ya ha vivido su propia liberación. A la vez esta dura historia trata también de entender (no de justificar, cuidado) el comportamiento masculino de ese héroe de guerra en coma (por una reyerta con los suyos… por un insulto a su madre) y muestra que tampoco es fácil ser hombre en un lugar donde prima la guerra y la violencia como elementos cotidianos así como una estricta e inamovible educación religiosa que se emplea como arma de dominación y poder. De esta manera surge un tercer personaje y es ese joven soldado tartamudo que como dice la protagonista puede que se transforme en un futuro en un ser monstruoso pero de momento no lo es, sólo es un chico joven que sufre, al que dañan cada día con violencia y que tiene miedo… y solo busca alguien que le escuche o le dé una muestra de cariño. Otro tema interesante que plantea la película es como ambas mujeres (tía y sobrina) encuentran un camino hacia la liberación por varios caminos: en el cuidado del otro, en la consumación del deseo, en la solidaridad femenina y sobre todo en poder hablar y contar.

La maleta

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El documentalista austriaco Günter Schwaiger aporta un testimonio contundente de la violencia de género en las palabras que vomita su protagonista, Marta. Marta al desnudo. Un desnudo descarnado donde cuenta una historia escalofriante, su historia. Una historia muy cercana. Marta, una mujer andaluza, va haciendo una maleta de sentimientos y dolores. Plantea interrogantes. El testimonio brutal y desnudo de Marta deja al descubierto una realidad preocupante que hay que denunciar y sobre todo trabajar en su erradicación. Y muestra que el camino todavía es muy largo y complejo. Deja claro que es necesaria la implicación del Estado en esta situación facilitando unas leyes eficaces, unos dispositivos sociales reales (y con recursos) y que trabaje tanto con la mujer afectada (que no sienta abandono ni desamparo, ni soledad ni miedo, ni que tenga que renunciar a su vida y vivir oculta) como con el hombre que ejerce esa violencia (una vez detenido que se trabaje con él para que se dé cuenta de lo que ha hecho, por qué lo ha hecho y que realmente se rehabilite, que realmente entienda que ese comportamiento es anómalo).

Así deja al descubierto otra realidad (a mi parecer igual de importante e interesante pero menos logrado, documentalmente, que el testimonio de Marta): poco se puede hacer si no se empieza a trabajar con el hombre que maltrata, si no se empieza a indagar en sus motivos y no se le facilitan las herramientas sociales que le hagan comprender que su comportamiento es anómalo y hacerle ver que debe luchar contra él. Para ello el director, de origen austriaco, se traslada a su país de origen, en concreto a Salzburgo, donde contacta con un centro de prevención que entre otras cosas desarrolla un programa con los hombres que practican la violencia de género para tratar de paliar estos comportamientos haciendo que sean ellos mismos los que se enfrenten al problema y lleguen a la raíz de por qué se comportan así.

Lo que está claro es que en situaciones de violencia de género se han creado relaciones dañinas, insanas y de dominación en un entorno que las permite. Y que llegar al origen y a la raíz de este problema es una tarea necesaria pero muy compleja pero que hay caminos que tomar y en los que avanzar (no se puede retroceder).

Así el documental es contundente porque trata de pintar un mapa de la violencia de género más completo donde da paso a reflexiones importantes:

-La violencia de género es un problema universal. No tiene que ver con una zona o un país determinado. La violencia de género existe tanto en España como en Austria. Tanto en México como en Noruega. No está unido ni a la pobreza, ni a la educación ni al entorno social. La violencia de género puede ocurrir tanto en una chabola como en un palacio.

-La violencia de género es un problema preocupante (y muy extendido) y es necesario la implicación de todos los elementos sociales, políticos y jurídicos para poder luchar y que sea posible la erradicación.

-La violencia de género tiene que ver con el desarrollo de entornos donde evolucionan relaciones dañinas e insanas donde la dominación, el poder y la violencia va minando a las personas. Hay un verdugo y una víctima y un entorno que permite que se desarrollen estos comportamientos anormales. Romper estos entornos, hacer ver estos comportamientos insanos, cambiar y crear otras relaciones donde el poder y la dominación no tengan sitio son las claves para empezar a avanzar.

Escuchar a Marta rompe por dentro. Su historia, su maleta, es un mazazo continuo… que sin embargo es necesario que sea abierta, descubierta, revelada… y de ahí quizá encender una mecha que haga posible una reacción.

Tras las cámaras, dos hombres

Los rostros son de dos mujeres… pero quienes filman son dos hombres. Y me parece importante. Porque como he dicho esto no es sólo cuestión de mujeres. Para que se produzca el cambio y para que la lucha sea efectiva es necesaria la implicación de las mujeres y de los hombres. Es necesario escuchar la voz de las mujeres y su mirada pero también que haya hombres que entiendan la necesidad de esta lucha y que sean también portavoces (y actores) del cambio de mirada y la transformación de las relaciones donde exista la igualdad, la libertad, el respeto y la tolerancia.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Los ilusos (Los ilusos, 2012) de Jonás Trueba

Ilusos

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La RAE muestra dos acepciones para la palabra iluso/a: “1. Engañado, seducido. 2. Propenso a ilusionarse, soñador”. El espectador se deja llevar por las imágenes de la gran pantalla blanca, las imágenes de Los ilusos de Jonás Trueba, y trata de dilucidar quiénes son esos ilusos.

Ilusos, los protagonistas que pululan por las calles de Madrid. Una generación de jóvenes que no llegan a los treinta o están en los treinta (con los que puedes identificarte o no) que pasean sus sueños y su capacidad de ilusionarse, que miran y sienten toda la vida por delante, que todavía tratan de vencer el desencanto. Y que tratan de hacer sus vidas especiales… y así lo transmiten.

Ilusos, todos los implicados en este proyecto cinematográfico que rebosa amor por contar historias a través de imágenes. Que entre proyecto y proyecto el cine no pare. Nos cuentan que es una película de entretiempo… para cubrir tiempos muertos. Y de esos tiempos, poco vistos en la pantalla blanca, nace puro cine. Ilusos por seguir buscando, por seguir mirando, por seguir narrando… Ilusos por seguir soñando e ilusionándose. En aproximadamente veintidós jornadas de noviembre de 2011 a junio de 2012 con una cámara de 16 mm, celuloide sobrante (a veces caducado), autofinanciándose y con toda la libertad del mundo para llevar a cabo el proceso creativo… salieron a las calles para rodar y rodar… Y ahora con una sola copia viajan con ella y la comparten con el público convirtiendo en un acto especial y único su proyección.

Ilusos, los espectadores que seguimos con la ilusión de ser seducidos y engañados por las imágenes de la pantalla blanca. Que amamos el rito de ir al cine como algo sagrado. Que queremos que nos sigan contando historias y tener la posibilidad de elegir entre un abanico de posibilidades y en un día de sol o de lluvia poder acercarnos a la sala amada y por unos minutos ‘vivir’ engañados por las imágenes que pasan…

Madrid

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Aquel espectador que ame Madrid, se sentirá seducido por Los ilusos. Y sale un Madrid al que cuidar y preservar. El Madrid que es villa. Bullicioso y acogedor. De callejuelas. De rincones por descubrir. El Madrid que sorprende. El Madrid de tabernas de toda la vida. De pequeñas tiendas y negocios. El de las casas todavía antiguas, vitange (que se dice ahora), con sus techos altos, sus terrazas a la calle…, su distribución desordenada. El Madrid ruidoso. El Madrid multicultural. El Madrid en obras… La plaza Mayor, los tejados, Plaza España, el pasaje Doré, la calle Santa Isabel, Atocha, Conde Duque y alrededores…

Y otro Madrid amado que trata de sobrevivir contra viento y marea. El Madrid de aquellos que aman el cine. El Madrid del cine Doré (la filmoteca), el de la calle Martín de los Heros y su pasaje que une la plaza de los Cubos con esta calle de cines en VOSE. El de las iniciativas que nacen por puro amor al cine (Pequeño cine estudio —que tiene un protagonismo especial en Los ilusos—… y otras salas —que no salen pero merece la pena nombrarlas— como la Berlanga, Artistic Metropol, la Cineteca —única sala donde se proyecta Los ilusos—, la amada sala audiovisual de La Casa Encendida, la sala Iberia de la Casa de América… y por fortuna alguna más que se me escapa nombrar) que permiten que lleguen obras cinematográficas que de otra manera sería casi imposible verlas; los cines de la calle Fuencarral y Bravo Murillo… y esos cines de toda la vida que todavía se mantienen en pie como la emblemática fachada del Capitol…

La muerte

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… El joven director de cine que poco a poco se va convirtiendo en protagonista de Los ilusos, León (Francesco Carril), habla de un proyecto que le ronda por la cabeza. Una película sobre el suicidio. Y también en uno de los intertítulos manuales se puede leer La muerte del cine. Las alusiones a la muerte son continuas para finalmente transmitir todo lo contrario.

El cine nunca muere mientras haya ilusos que sigan fabulando en los entretiempos (y llevando a cabo sus proyectos por nuevos caminos) y sigan existiendo espectadores con hambre de cine… Puede que cambien los formatos y los soportes… pero narrar en imágenes es un arte, el séptimo arte, que no muere. Como nunca ha muerto la novela, los cuentos, la pintura, el teatro… Así paseamos como sin darnos cuenta por los dvd’s, blue ray, la digitalización de las salas de cine, la desaparición de las películas en 16 mm o 35 mm y del revelado, la desaparición de los vhs de la manera más hermosa con unos niños jugueteando y construyendo (creando)… de pronto surge la posibilidad de en la intimidad de una cama frente a un ordenador emocionarse con una escena de una mujer llorando o seguir asistiendo a una sala con su pantalla enorme. Sólo cambian los formatos o se abren los canales y posibilidades de mirar… pero las imágenes siguen vivas. Y esas imágenes siguen contando…

Y tanto León como todos los que le rodean no hacen más que contagiar unas ganas de vivir momentos (hasta esos momentos que siempre en una película estarán en off). Y el tema del suicidio presente hasta el final termina diluyéndose como si los protagonistas quisieran vencer y engañar al desencanto… como si de alguna manera quisieran apartar de un manotazo la posibilidad del suicidio, como si lo vieran incluso como algo lejano o sólo relacionado con la creación artística… Y por eso la referencia al novelista Chusé Izuel que terminó con su vida o esa película (maravillosa) que anuncian en el pequeño cine estudio (o quizá sea la que van a ver): Le père de mes enfants de Mia Hansen-Løve… una película sobre el suicidio y el amor al cine… León se acerca a la idea de suicidio no por experiencia o desencanto (es demasiado joven, con demasiadas ganas de vivir) sino por el camino de la creación artística.

Cine dentro del cine

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Un blog amigo (Licantropunk) rescataba hace poco una frase de un personaje de La noche americana de Truffaut: “El cine es más bello que la vida, no hay atascos ni tiempos muertos. Avanza como un tren atravesando la noche. Hemos nacido para ser felices con nuestro trabajo, haciendo cine. Confío en ti”. Y de pronto estas palabras fueron surgiendo según iba viendo Los ilusos. Porque es cine dentro del cine, metacine. Porque vemos a un grupo de amigos ilusos que ruedan… una película de entretiempo desde la que de pronto nace una historia de ficción que les atrapa a ellos y nos atrapa a nosotros, los espectadores. Una simple y sencilla historia… Pero atención… estamos rodando (en confianza)… nos embarcamos en ese proceso creativo. Y sentimos creíbles y reales a los personajes de ficción… con una vida llena de tiempos muertos… pero bellos. Imágenes que pasan por una pantalla blanca, en blanco y negro. Imágenes que son miradas.

El desayuno. Una simple historia de amor

Y esa simple historia de amor surge en los tiempos de espera. Una joven estudiante de periodismo (Aura Garrido) y el joven director… una entrevista no realizada. Una llamada. Un encuentro en la puerta de un cine. Un paseo nocturno. Una cena y una conversación. Otro paseo y un beso. Una noche, juntos. Y un despertar. Después toca el desayuno, un momento hermoso y muy cinematográfico… Ese momento lleno de miradas, de cosas no dichas, de gestos… que cuenta una historia. Un momento Nicholas Ray. Puro cine. Auténtico. León ya habla que son Los amantes de la noche y luego desayunan… el joven director no prepara las naranjas como Bogart a su amada Gloria en En un lugar solitario pero sí realiza un ritual donde vemos el comienzo (o el fin) de algo…Y vienen a la cabeza esas palabras que dice Bogart (en su papel de guionista) a su amada: “Porque no están todo el rato diciéndose lo que se quieren. Aquí mismo, cualquiera sabría que nos estamos enamorando si viera esta escena: yo preparándote el desayuno mientras tú aún estás medio dormida”.

… Contar historias y compartirlas

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Y Los ilusos te va atrapando poco a poco con esos momentos frescos y auténticos de película que es libre y que vuela. Primero te sientes desubicado y puede que no entres… hasta que de pronto algo te atrapa. Una imagen o un diálogo. Y ya no sales. Ese Javier Rebollo que huye que se convierte en afortunado y divertido personaje, ese momento íntimo de amistad entre dos amigos, esa explicación divertida sobre ese curso para aprender a realizar un casting, ese primer plano de una chica que lee y mira, esa actuación musical en directo en un piso, los tejados de Madrid, unas cintas de vhs sobre un cubo de basura…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

La casa Emak Bakia (Emak Bakia Baita, 2012) de Oskar Alegria

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A veces topas con obras cinematográficas que te sorprenden y emocionan por partes iguales. Así ocurre con La casa Emak Bakia que te lleva hacia un viaje fascinante donde el azar y las casualidades construyen un camino creativo libre lleno de historias increíbles que rozan la magia y recorren una memoria especial donde se recuperan palabras, recuerdos y lugares.

La ópera prima de Oskar Alegria es gozosa porque el espectador se embarca en un itinerario extraño pero rico en sensaciones, emociones y sorpresas. Todo parte de una investigación concreta: en 1926 el artista dadaísta y surrealista Man Ray realizó un cine-poema (que es una gozada verlo, cine experimental puro) con el título Emak Bakia.

Emak Bakia es una expresión en euskera que quiere decir: “Déjame en paz”. El realizador empieza a indagar el origen de dicho título. La pista inicial es que el cine-poema se rodó cerca de la costa de Biarritz. Man Ray veraneaba allí. Así que Alegria parte de dos teorías: la expresión la encontró el artista en un epitafio de un cementerio cercano o daba nombre a una de las casas de la zona.

A partir de estas premisas empieza una ruta donde la lógica no tiene sitio (donde los límites no existen y el horizonte puede invertirse… y el mar ser cielo y la tierra mar) y sí el detalle fugaz, el azar o la casualidad. Así el realizador nos hace testigos de un viaje artístico que crea un mapa singular donde a través de descubrimientos e itinerarios donde lo que prima es la libertad nos conduce a la resolución de un misterio (pasando antes por varios misterios más).

Y ante nuestros ojos Oskar Alegria crea un docu-poema lleno de posibilidades de la mano del legado artístico de Man Ray (sobre todo de su cine-poema Emak Bakia). Así en un cementerio la primera pista la dará una lápida de un payaso. Después los nombres en euskera de un conjunto de casas, al azar, formarán un poema. Así el asombro del espectador cada vez es mayor pues escuchará la canción de las palabras perdidas (o la memoria) o una filosofía de vida que encierra Emak Bakia a través de dos creadores vascos. Viajará hasta Italia donde Emak Bakia da nombre a una tienda de ropa vitange y refleja la filosofía de vida de su dueño. Se asombrará ante un casting de párpados que cuando se abren aletean como mariposas. Asistirá al cortejo de un guante y una servilleta. Buscará el significado de una frase escrita en el reverso de una postal. Será testigo de la pesadilla de los cerdos. Bailará de contento ante los descubrimientos inesperados y brindará con el mismo Man Ray. Acudirá a su tumba donde su rostro llorará. Atrapará los sonidos para componer una banda sonora. Se mostrará fascinado por la vuelta al pasado de una princesa rumana que colecciona sellos de elefantes y escribe tesis sobre el olfato de las hormigas… y quizá se dé cuenta de que la muerte puede ser vencida si uno se asoma a una ventana para contar pájaros o si recupera aquellas palabras que se perdieron…

Emak Bakia… estoy creando. Soy libre.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Momentos únicos. Lejos de los árboles, Pere Portabella y Caimán en la Cineteca

 

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A veces tienes la sensación de asistir a un momento único. Y así me ocurrió ayer. No exagero. Me acerqué a la Cineteca para poder ver por primera vez el documental Lejos de los árboles de Jacinto Esteva… un proyecto que empezó en 1963, dejó de rodarse en 1970 y se estrenó en 1972. Mucho era el material rodado, muchos los que se implicaron. El proceso creativo fue largo y en el camino fueron separándose personas (el propio Portabella) y energías. Lo proyectado quizá no fue lo soñado por sus creadores (y además pasó por la tijera de la censura), sino un primer acercamiento a la idea original. Así Lejos de los árboles se ha mantenido como una obra viva. Con muchas posibilidades de miradas e interpretaciones. Con la existencia de otros montajes. Un proceso creativo vivo y dinámico.

Lo que pudimos ver los espectadores ayer en la sala Azcona (gracias a la iniciativa conjunta entre la revista de cine Caimán y la Cineteca de una proyección de cine documental los segundos miércoles de mes) fue un nuevo montaje realizado por Portabella en 2010 (con la  complicidad de la hija de Esteva que quería que fuera él quien realizara este montaje). Un montaje que ha sido el primero para mí (ya que nunca había accedido a este documental) y me hizo vivir un momento único. Después se proyectó el cortometraje documental de Pere Portabella, Mudanzas (de la que hablaré en el último párrafo). Y una vez terminada la proyección pudimos escuchar además del prólogo (Carlos F. Heredero) y la introducción del historiador Casimiro Torreiro (ambas intervenciones con puntos interesantes) al mismo Pere Portabella, todo un lujo. En algo más de una hora Portabella habló no sólo de Lejos de los árboles, sino del momento que estábamos viviendo, de las posibilidades de comunicación, de su fe en los movimientos sociales, de no tener miedo, de emplear la palabra para razonar (para pensar), sobre la creación artística, sobre el proceso creativo, de reflexiones sobre el cine y de recuerdos valiosísimos con Luis Buñuel, Saura, Christopher Lee, Miró… Todo acompañado de una sonrisa que cautivó a la que esto teclea.

Mi conocimiento sobre la Escuela de Barcelona y sus miembros es bastante limitado aunque poco a poco trato de solventarlo. Escuchar a Pere Portabella fue un placer porque él está irremediablemente unido a una cuenta pendiente que tengo con mi padre. Me puso nostálgica pues pensé que mi padre hubiera disfrutado mucho escuchándole y también viendo ambos documentales. Hace hoy dos años que falleció y pienso que ayer estuvo presente de forma mágica. De la obra cinematográfica como director de Portabella no he visto nada. Ayer me acerqué por primera vez a Mudanza que tiene mucho que ver con la pasión que siempre han tenido mis padres (y que han transmitido a sus hijos) a Federico García Lorca. Pero sobre todo recordé que unos años antes de irse mi padre de nuestro lado hubo un tiempo que no paró de hablarme de una película que le había impresionado muchísimo. Y siempre me decía: hija, tienes que verla. Me gustaría saber tu opinión. Le había marcado muchísimo. Y como sabía que a su loca hija le gustaba tanto el cine quiso tener una valoración mía. No pude cumplir con ese deseo de mi padre (y aún sigo sin cumplirlo) pero de pronto ayer me dije que tenía que hacerlo. La película en cuestión era de Pere Portabella y se titula El silencio antes de Bach (Die stille vor Bach, 2007). Así que queda pendiente conseguir el dvd (ahora que sale toda su obra) y escribir aquí un texto.

Pere Portabella estaba muy interesado por escuchar ‘la mirada’ de los espectadores ante Lejos de los árboles. Un compañero de butaca y cine me comentó al final de la proyección que me había visto pasarlo mal. Y sí, es cierto. Fue una sensación extraña. Las escenas me impactaban pero a la vez otras me atrapaban… y al final me quedó en la retina un triste y duro mosaico de una España, la de los sesenta. Esa que danzaba entre la tradición y la modernidad pero que generaba rostros de dolor. Un país de rituales, fiestas, celebraciones y representaciones religiosas unidas a la culpa, al sufrimiento, la violencia y el dolor. Un país en blanco y negro, de contrastes. Belleza y poesía. Crueldad y dolor. Burla e insulto ante el más indefenso o al diferente o al que carga una culpa. Un país unido a la muerte, sin concesiones. De negro. Contradicciones.

Así mi mirada iba de mujeres arrastrándose de rodillas, a monjas que asistían a un entierro de una de ellas o a cómo otra se quedaría de clausura entre cuatro paredes. A las muertes salvajes de varios toros o de un pobre burro despeñado a hombres golpeándose la espalda en Semana Santa hasta hacerse sangre o a un Judas de paja ardiendo en el centro de una plaza… A hombres y mujeres en una fiesta donde se meten vivos en un ataúd para agradecer no estar en él todavía… A fiestas en bares oscuros, confesiones en plena calle o gritos de dolor y posesión. Hasta una explosión de luz final con un baile flamenco vivo y sensual entre un joven Antonio Gades y una bailaora en pantalones… Quien viaja Lejos de los árboles, seguro que no lo olvida.

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En Mundanza Portabella mete al espectador en la Huerta de San Vicente, la casa museo de Federico García Lorca. Durante el años 2007-2008 hubo una iniciativa llamada Everstill-siempre todavía donde más de treinta artistas internacionales presentaban una obra en este emblemático espacio (reunidos por el comisario Hans Ulrich Obrist). La aportación de Pere Portabella fue este corto donde se asiste al vaciado completo de la casa veraniega de los Lorca por una empresa de mudanzas. Así vamos viendo como los trabajadores de la empresa con sumo cuidado van retirando cada uno de los objetos de la casa. Asistimos a cómo van embalando toda una vajilla. A cómo se va descolgando cada uno de los cuadros y metiéndose en cajas especiales. Especialmente emotivo es el de un retrato del poeta, que com dijo un asistente al coloquio, era como un entierro del poeta. O también ese piano desarmado y enorme, sin que nadie toque sus teclas que deja totalmente vacía la casa. Después la cámara pasea por las habitaciones desnudas y parece que en cualquier momento va a aparecer el espíritu del poeta. Hasta terminar en una especie de almacén con todos los objetos embalados… Sí, sientes una emoción contenida… que todavía es mayor si conoces y has pisado ese entorno.

Ayer así viví varios momentos únicos… y las ganas de cumplir una promesa.

Realizo uno de mis pequeños avisos. Durante unos días estaré ausente de este querido blog… pero mi máquina volverá a teclear el lunes. Mientras ya saben, mucho cine y besos.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.