Prisioneros del bucle. Treinta años de Atrapado en el tiempo y otros días de la marmota (Applehead Team, 2023) de Santiago Alonso e Isabel Sánchez

Prisioneros del bucle es un ensayo sobre la influencia de Atrapado en el tiempo treinta años después de su estreno.

Los procesos creativos hasta que una idea va adquiriendo forma son apasionantes, con curvas, giros, obstáculos, tensiones, magia, descubrimientos, conocimientos y casualidades… Ya estamos en la fase final y preparados para anunciar la aparición de un nuevo libro de cine: Prisioneros del bucle. De hecho, si me atrevo a escribir sobre ello, es porque ya se puede ir encargando en la página de la editorial: luego, ya es una realidad cercana. La elaboración de un libro está lleno de momentos, ideas y detalles que ir cuidando, porque el objetivo final es compartir con los lectores aquello que nos apasiona.

Un instante clave en el proceso es la elaboración del texto de contraportada, porque ahí es donde puedes intentar captar el alma del libro para atraer, como el canto de la sirena, a posibles futuros lectores. Ahí va el nuestro:

«Atrapado en el tiempo (Groundhog Day, 1993), de Harold Ramis, un renovador capital de la comedia estadounidense de los años setenta y ochenta, ha cumplido treinta años. El largo invierno de Phil Connors, el protagonista de esta historia, continúa seduciendo e intrigando a los espectadores. La película se ha convertido, tal y como quería el guionista Danny Rubin, en todo un clásico. También es uno de los trabajos más recordados, si no el que más, de su pareja protagonista, Bill Murray y Andie MacDowell.

Además de aportar un análisis crítico del largometraje, el ensayo Prisioneros del bucle señala su importancia en el género de la comedia romántica y los ingredientes que emplea de la ciencia ficción. También qué papel tuvieron el guionista, el director y el actor principal en el proceso de creación o las diferentes interpretaciones que ha generado. Todas estas son alguna de las razones por las que la cinta se ha granjeado tan alta consideración y mantiene su frescura.

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Redescubriendo clásicos (2). Un hombre (Hombre, 1967) de Martin Ritt / Un hombre de hoy (WUSA, 1970) de Stuart Rosenberg

Un hombre y Un hombre de hoy, dos de las películas más desconocidas de Paul Newman, las rodaron dos directores que repitieron varias veces con él: Martin Ritt y Stuart Rosenberg, ambos de mentalidades progresistas capaces de realizar películas políticas de fuerte impacto. La de Ritt es redonda, la de Rosenberg tan solo es un boceto de lo que podría haber sido. Ambas son muy ricas en el análisis que se puede ofrecer.

Un hombre (Hombre, 1967) de Martin Ritt

Hombre, el personaje de Paul Newman, se convierte en líder improvisado de un grupo de personas muy variopintas.

Un hombre recuerda a un referente literario que ya pasó en su momento por el western. Me refiero a ese inteligente cuento de Guy de Maupassant, Bola de sebo, que fue también inspiración para John Ford y La diligencia. La película de Ritt también refleja un viaje en diligencia de personas muy diferentes entre sí, entre ellos hay un paria que terminará sacrificándose por todos.

El paria es John Russell (Paul Newman), que fue secuestrado y criado por apaches siendo niño, y cuando fue adoptado por un hombre blanco, este prefirió volver con los indios al no compartir la forma de vida «civilizada» ni la manera que tiene de tratar «su gente» al pueblo que lo ha criado. Vuelve de nuevo a la civilización cuando su padre adoptivo le deja en herencia una casa de huéspedes, que este decide vender para comprar caballos, a pesar de que ya le han avisado de que debido al progreso (trenes y otros medios de transporte), el negocio de los caballos no va a ser muy boyante.

Una vez se formaliza la venta, desea regresar de nuevo para adquirir sus caballos, y decide montar en una diligencia, un servicio a punto de desaparecer, que ha contratado un rico matrimonio. Él (Fredric March) es un agente de la reserva india que se ha aprovechado y ha robado todo lo que ha querido y su esposa (Barbara Rush) conoce perfectamente los tejemanejes de su marido y lo sigue.

Hay otros viajeros que deciden aprovechar el viaje. Está el único amigo de John, el conductor mexicano de la diligencia (Martin Balsam); la mujer que regentaba la casa de huéspedes (Diane Cilento), que tiene que buscarse de nuevo la vida en algún otro lugar; un joven matrimonio que buscan sobrevivir y cambiar de aires en algún sitio (Peter Lazer y Margaret Blye) y un misterioso hombre con pinta de matón (un magnífico Richard Boone). Este hombre nada más llegar a la posta, crea además una situación incómoda, pues trata de arrebatar el billete a John, que ni si inmuta, pero sale en su defensa un soldado, que no solo se queda sin billete, sino que nadie levanta un dedo por él. Ni siquiera John, que prefiere no comprometerse con nadie.

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Redescubriendo clásicos (1). Sangre en Filipinas (So Proudly We Hail!, 1943) de Mark Sandrich / Miedo en la tormenta (Storm Fear, 1955) de Cornel Wilde

Sangre en Filipinas (So Proudly We Hail!, 1943) de Mark Sandrich

Sangre en Filipinas, la historia dura de un grupo de enfermeras en la Segunda Guerra Mundial.

Películas bélicas en tiempos de guerra. Sangre en Filipinas esconde varias sorpresas. En plena Segunda Guerra Mundial, Hollywood pone en marcha la maquinaria. Se estrenan un montón de títulos de dicho género. Algunos meramente propagandísticos y otros que encerraban bastante más. Sangre en Filipinas, un éxito de público y taquilla de aquellos tiempos, muestra un sorprendente drama bélico con un punto de vista bastante atractivo. La guerra desde el punto de vista de las enfermeras que trabajaban en primera línea.

Mark Sandrich, habitual director de películas de Fred Astaire, sorprende con Sangre en Filipinas, un drama bélico de gran fuerza emocional con momentos muy a tener en cuenta cinematográficamente hablando. La gran baza de este largometraje de la Paramount es obviamente su reparto femenino con tres grandes estrellas de Hollywood y un grupo de buenas secundarias. Los roles masculinos corren a cargo de actores que encontraron su oportunidad por no estar en aquellos momentos, por distintos motivos, en el campo de batalla, no como otras estrellas de cine que estuvieron durante esos años fuera de las pantallas cinematográficas.

Por otra parte, presenta un reflejo de la guerra bastante crudo y no un momento de victoria, sino de incertidumbre total. De no saber muy bien qué es lo que iba a ocurrir en un futuro próximo. Justamente la película ilustra cómo el ataque inesperado a Pearl Harbour cambia el destino de un grupo de enfermeras que terminan en Filipinas, en concreto en Bataán, y el asedio continuo que sufren por parte del ejército japonés. Así se presenta la historia sin una imagen edulcorada y sí es bastante realista al reflejar el trabajo incansable y valioso de este grupo de mujeres. La película empieza con la evacuación de las enfermeras de la zona de combate, pero sin saber cuál será el destino de sus compañeros ni si acabará de una vez la guerra.

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Paul Newman y Joanne Woodward al desnudo. The Last Movie Stars (2022) de Ethan Hawke

Paul Newman y Joanne Woodward en Esperando a Mr Bridge de James Ivory.

The Last Movie Stars es una serie documental de seis capítulos que parte exactamente del mismo material que el libro La extraordinaria vida de un hombre corriente. Una autobiografía (Libros Cúpula, 2022) del que ya escribí en su día. El resultado no puede ser más diferente. Mientras tenía mis «peros» con la publicación, aunque me parecía reveladora en varios aspectos su lectura, la serie ha logrado atraparme totalmente.

Lo que me ocurrió con el libro es que sentía que había material suficiente para haber realizado una publicación muy atractiva e innovadora a la hora de abarcar la vida de un actor. Era necesario abordar un trabajo complejo de selección y estructura de las transcripciones de las entrevistas que grabaron Paul Newman y el guionista Stewart Stern para escribir finalmente una buena biografía del actor. Ahí es donde yo sentí que había predominado quizá la prisa por publicar en vez del cuidado. Había que dar forma a una polifonía de voces de personas que habían acompañado durante toda su trayectoria al actor y conseguir así un libro novedoso, pero ese objetivo a mi parecer no se conseguía del todo.

Con ese material se requería tiempo de reflexión sobre cómo manejar el material y hacía falta mucho cariño. De haber sido así, se podría haber construido un texto de una calidad extraordinaria jugando con el ensayo cinematográfico y la autobiografía. No ocurrió así. Sin embargo, en la serie planteada por Ethan Hawke sí se nota no solo la reflexión para presentar dicho material, sino también el cariño hacia el proyecto. Y no solo eso, también puede advertirse la acertada búsqueda de material audiovisual que acompaña todo este empeño.

Así The Last Movie Stars son seis horas gozosas que giran alrededor de un matrimonio de actores de Hollywood y cómo cada uno abordó su vida y carrera de maneras totalmente distintas: Paul Newman y Joan Woodward. Esa es la idea central de la que parte y así encuentra la estructura perfecta de la historia que quiere contarnos.

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