Katharine Hepburn y Spencer Tracy, la leyenda devoró su trabajo en común

… Se conocieron en los cuarenta y ya no se separaron hasta finales de los sesenta cuando Tracy murió. Hepburn no se casó ni ocultó su amor. Tracy no se separó de su católica esposa pero no pudo ocultar su relación con la pelirroja indómita. Se han escrito kilómetros y kilómetros sobre esta historia. Cada uno en su estilo encandilaban al público y juntos también… aunque no todas las películas funcionaron ni todas tienen el mismo nivel. Son más recordadas y sobreviven más sus comedias que sus dramas.

A mí como espectadora me ocurre lo mismo… recuerdo más sus comedias. Trabajaron con grandes directores pero algunos no consiguieron la película más recordada ni de su filmografía ni de ambos actores. También ocurre que algunas han tenido una mayor distribución que otras…, por ejemplo, ¿quién no ha visto todavía en las cientos de veces que ha sido y sigue siendo emitida en televisión su última interpretación como pareja en Adivina quién viene esta noche?

Sin embargo tengo la sensación de que ha perdurado mucho más su historia en común, mil veces nombrada, analizada y escrita, que su trabajo interpretativo en pareja. Ha llegado más su leyenda como actores cinematográficos que vivieron un amor real y complejo que su obra cinematográfica en común. ¿Por qué? No puedo contestar con certeza sobre todo porque su filmografía no anda muy fresca en mi memoria pero creo que muchas películas no potenciaron una química que funcionaba, a mi gusto, mejor en comedia que en tragedia (aunque ambos eran grandes trágicos). Y mejor en historias contemporáneas que de época. Me apetecía escribir sobre ellos pero sin duda me doy cuenta y así lo confieso que quizá debería volver a ver entera su filmografía en común por si me equivoco en mis apreciaciones.

La mujer del año (1942) de George Stevens

Stevens tocaba la comedia con tino (pero sus películas en este género no le dieron el prestigio que tocó con sus dramas) y les reunió por primera vez con la famosa anécdota de las alturas. La mujer del año puede ser considerada en una mirada crítica una bofetada a la independencia de la mujer. Pero a la vez muestra la química que se desprende entre dos actores que no sólo chocan en sus físicos sino también en sus caracteres. Así la película habla de una mujer feminista, triunfadora en el periodismo político y totalmente entregada a su trabajo que descuida su relación de pareja con el hombre que ama, un sencillo periodista deportivo que le gusta disfrutar de la vida y del rol de una esposa de los cuarenta (aunque por otra parte queda claro que admira la profesionalidad de su señora… siempre que le atienda adecuadamente). Así nos presenta que el personaje de Hepburn es una triunfadora en el plano laboral y un total desastre en el plano privado (recordemos la famosa última escena de ella intentando preparar un simple desayuno y siendo un verdadero desastre). Stevens y los guionistas emplean la fórmula de la guerra de sexos y su mensaje final es más o menos que haya un cierto equilibrio en el plano laboral y el privado entre los dos miembros de la pareja… pero realizando una crítica, poco sutil, a que la mujer vaya conquistando otros roles fuera del plano privado.

La llama sagrada (1942) de George Cukor

George Cukor (que ya sabemos que una de sus musas fue Hepburn) vuelve a reunirlos en un drama-thriller político donde Tracy vuelve a ser un periodista y ella es la viuda de un carismático líder político que acaba de fallecer. Así Cukor, que es más recordado por sus comedias pero tocó varios géneros, realiza un reflexión sobre la figura de los líderes políticos y sus máscaras. Así se nos narra la investigación de un periodista a una figura con una imagen determinada y el descubrimiento de otro rostro. Bastante olvidada no deja de ser una propuesta interesante pero no es de las obras cinematográficas más populares ni del director ni de la pareja. Yo la conservo en una nebulosa. Sólo la he visto una vez por televisión.

Sin amor (1945) de Harold S. Bucquet

De director olvidado, y también bastante olvidada por servidora, lanza una premisa no carente de interés respecto a la convivencia entre un hombre y una mujer (y que recuerda a la que es lanzada por Jeff Bridges en una comedia de la Streisand, El amor tiene dos caras). Una pareja de desilusionados en el amor deciden un matrimonio de conveniencia y simple convivencia, como buenos amigos que son, sin enamoramiento ni sexo de por medio. Sólo señalar que es una adaptación de una obra teatral del dramaturgo Philip Barry y especialmente creada para la actriz. Barry fue el creador de Historias de Filadelfia que la hizo volver al cine por la puerta grande.

Mar de hierba (1947) de Elia Kazan

Fallido drama-western del que Kazan no se sintió nunca orgulloso pues tuvo que lidiar con que era un encargo y con un montón de imposiciones de la productora que estaba más preocupada en potenciar que era una nueva película de Tracy-Hepburn esta vez como matrimonio desgraciado. La película no dejaba de presentar varias temáticas interesantes sobre todo la tan muchas veces contada en el mundo del Oeste lucha entre los ganaderos y agricultores (y el distinto uso que daban a las tierras salvajes). Luchas y poderes. Entre nuevos colonos agricultores y los ganaderos que quieren conservar el uso de las tierras. Y luchas y poderes en las relaciones familiares. Yo la recuerdo lejana y algo aburrida. Pero siempre estoy dispuesta a analizar a Kazan, un director que me encanta.

El Estado de la Unión (1948) de Frank Capra

Capra es el siguiente en unirlos pero no en una de sus comedias caprianas sino en un drama político y patriótico. Así Tracy es el hombre que va para político que no se deja corromper (para llegar al poder) por su amante que es a la vez magnate de la prensa (Angela Lansbury) y se deja seducir de nuevo por su mujer (Katharine Hepburn) con unos ideales políticos más elevados y afines que devuelve por el sendero correcto al esposo descarriado. También recorre el sendero de mi olvido. Y no recuerdo que me entusiasmara en exceso.

La costilla de Adán (1949) de George Cukor

De nuevo Cukor y esta vez en una comedia. La tengo gran cariño y la he visto bastantes veces. El planteamiento es de nuevo guerra de sexos y pasa lo mismo que con la de George Stevens en su posible lectura. Aunque quizá podamos ver más una lectura crítica contra el machismo. Quizá la clave sea en que Amanda reconozca finalmente que vive con un machista que trata de disimularlo porque la ama y admira…y la fórmula final es que ambos se admiten y se siguen queriendo a pesar de conocerse más en sus defectos. Aquí está la cumbre en la química entre Tracy y Hepburn dejándonos en la memoria escenas divertidísimas en los juicios y en la intimidad del hogar.

Dos comedias fallidas

Cukor les volvió a dirigir en 1952 pero siempre recuerdo esta película como bastante aburrida, La impetuosa o Pat and Mike  y Walter Lang los dirigió en 1957 en Su otra esposa (película que no he visto) pero puede ser curiosa porque es cómo en una cadena de televisión los empleados ven como amenaza una especie de enorme ordenador…, vamos que ya se veía venir a las nuevas tecnologías pero no cuál iba a ser el rumbo…

Adivina quién viene esta noche (1967) de Stanley Kramer

Ya hasta diez años después no se pusieron delante de la cámara. Quizá sea el trabajo más recordado de los dos juntos en una misma película. Y también fue el último. Es cierto que es una película de miradas y es una gozada ver cómo se miran. En su momento fue una película que provocó debate y polémica ahora quizá queda obsoleta pero fue importante en su momento y en su forma de plantear los matrimonios mixtos y que ya estaban corriendo otros tiempos. Y también es una película importante para analizar la evolución de los personajes afroamericanos en una pantalla de cine.

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Píldoras críticas: una de culto, una olvidada, un clásico de los noventa y una película medicina…

El fotógrafo del pánico (1960) de Michael Powell

Quién me iba a decir a mí que me encontraría a Francisco José, aquel galán de las películas de Sissi (donde yo conocí a Romy Schneider), convertido en un asesino en serie con una disfunción mental provocada por los desagradables experimentos del padre científico que en su tierna infancia le grababa absolutamente en todos los estados (miedo, angustia…).

Quién me iba a decir a mí que Karlheinz Böhm iba a encajar en la aventura en solitario de Michael Powell. Y que con una cámara (pero de cine no de fotografía)…, de la que jamás se desprende, iba a plasmar el miedo de las víctimas para luego excitarse en solitario con su visión.

Lo que nadie tiene que decirme es que Powell vuelve a enredarme (aunque esta vez sea sin Pressburger) en una trama original y plasmada de manera desconcertante. Tanto los ambientes como los personajes (ay, esa madre ciega).

Si me dicen quédate con una escena: me quedo sin duda alguna con el asesinato de la pobre extra bailarina con la cara de Moira Shearer.

Y no les he desvelado nada. Todo lo que cuento se sabe desde el principio. Desde la primera escena sabemos quién es el asesino… es cómo nos lo cuenta lo que nos atrapa.

Filón de plata (1954) de Allan Dwan

… De esta película sólo conocía lo que hablaba Scorsese en su documental Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano. Y enseguida despertó mi atención.

Western en tiempo real, como dos años antes, Sólo ante el peligro. Y con la misma segunda lectura de la caza de brujas.

Un hombre acusado sin pruebas ni juicios de asesinato y robo por un enemigo acérrimo que se presenta con papeles que le certifican como un agente del estado, a través de la manipulación y la sospecha, ve cómo es rechazado por la comunidad que le acogía con los brazos abiertos… hasta que se convierte en un problema.

Dwan sin apenas medios consigue que nos demos cuenta de que sabe rodar y nos regala escenas memorables como la presentación de los malos al principio de la película (con un Duryea carismático que rara vez falla) o toda la secuencia final de un pueblo entero tras el falso culpable (John Payne) que le persiguen hasta el campanario de la iglesia…

Tan sólo creerán en la inocencia del personaje y no se dejarán llevar por el ambiente de rumores, sospechas y mentiras que va cubriendo a cada uno de los habitantes de la localidad, la mujer que le amó y la que le ama. La prostituta del pueblo y la niña rica con la que se va a casar… Ambas se unirán para intentar hacer lo imposible por que el hombre de sus vidas pueda probar su inocencia.

Beautiful Girls (1996) de Ted Demme

Sólo quiero que ocurra algo hermoso. A todos nos gustaría que ocurriera. Sólo le pido a un hombre que me diga por las noches, que duermas bien dulce niña. Pienso en lo que podría haber sido… Aquí todo seguirá igual. Espérame dentro de cinco años. Siempre será un gusto verte porque seguro que lo que hagas será increíble.

Clásico de los noventa absolutamente melancólico… sobre juventudes perdidas, desencantos, sueños rotos, miedos, amores, desamores y asunción de responsabilidades y compromisos. Y de fondo la amistad, la eterna amistad. Con macro reparto de ellos y ellas donde destacó una Natalie Portman que ya demostraba que era más que una promesa (ha sido cisne negro y cisne blanco ni más ni menos) con mucho menos de veinte añitos. Ah… y buena música.

Mis tardes con Margueritte (2010) de Jean Becker

No es película redonda… pero es película-medicina. Sobre el poder de la lectura. De la literatura. De las palabras. Sobre el placer de la lectura. Sobre las conversaciones compartidas. Sobre las relaciones benéficas entre un pobre hombre acomplejado y una elegante y frágil anciana. Terminas con una sonrisa y con muchas ganas de zamparte un bocadillo con un libro entre las manos.

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Diccionario cinematográfico (172)

Eternidad: si hay una cualidad que siempre me hace pensar en el cine es que atrapa la eternidad. Y las sombras atrapadas en la pantalla blanca son eternas. Una sombra de cine: un personaje, una ciudad, una habitación, un gesto, un vestido, un sonido… se vuelve perdurable (a pesar de las dificultades de conservación de los materiales cinematográficos que han sufrido defunciones, sombras que nunca veremos, que no regresarán a la pantalla blanca…, nunca faltan las contradicciones).

Cuando alguien a quien quieres desaparece. De pronto aquellas imágenes grabadas en super 8, en vídeo, o ahora en cámaras digitales o teléfonos móviles… cambian de sentido. El ausente no desaparece. Su forma de moverse, de mirar, de hablar…, sus gestos cobran vida una y otra vez. Sus imágenes fijas reciben otro valor: la eternidad.

Lo eterno está presente también en el argumento de algunas películas. El juego con el tiempo o los tiempos crea eternidades. Y no olvidemos que lo eterno pulula en dos acepciones en la RAE, ni principio, ni fin, lo perpetúo. Aquello de duración dilatada por los siglos de los siglos. O el sentido religioso, la vida interminable del Dios Todopoderoso o la vida después de la muerte, la eternidad.

… Los vampiros son eternos. Son seres que tienen una duración dilatada por los siglos de los siglos…, aunque son vulnerables a perder esa eternidad que a veces es un castigo horrible (que se lo digan a Louis de Entrevista con el vampiro).

El amor, dicen por ahí, que también es eterno. Y muchas películas no dudan en mostrarlo una y otra vez. El amor más allá de la muerte. Algunas lo muestran con más o menos fortuna. Me fascinó cómo lo mostraba Hathaway en Sueño de amor eterno. O ese amor atormentado y fantasmagórico en Cumbres borrascosas.

Y la palabra fantasmagórico me devuelve a la cabeza otro concepto de eternidad. El alma en pena o no en pena que pulula por los siglos y las casas deshabitadas u otros espacios… El clásico fantasma eterno. Que también puede enamorarse… de alguien de carne y hueso, y esperar que le llegue la eternidad al ser amado. ¿Recuerdan esa delicia que es El fantasma y la señora Muir?

Otras veces lo eterno se cuela en un lugar, que se encuentra en un punto que no está ubicado en los mapas y donde quizá se puede conservar la eterna juventud o curiosamente se encuentra oculto en otro tiempo o dimensión y sólo aparece en ciertas ocasiones para disfrute fugaz de los mortales… Así podemos terminar en Horizontes perdidos, en Shangri-La o celebrar el despertar de Brigadoon, una aldea escocesa que cada siglo sólo amanece un día.

Hay personajes que sabemos eternos… y muy relacionados con la religión cristiana. La muerte (que es la que no permite que seamos eternos… y a veces es vencida a través de un milagro, de una lucha encarnizada que pierde, o porque ella misma se convierte en protagonista e incluso se enamora y se olvida de sus obligaciones), el diablo, Dios, los ángeles…

Así hay películas con la muerte como protagonista. A veces el amor es quién la vence en la lejana Las tres luces. A veces ella misma decide enamorarse y olvidarse de su labor en La muerte de vacaciones. En otras el protagonista es el diablo, que puede causar terror (El corazón del ángel) o ser retratado amablemente (las menos veces… pero ahí tenemos El diablo dijo no). O tampoco faltan los ángeles eternos de buen corazón, que sólo quieren unas alas (¡Qué bello es vivir!) o ángeles complejos (El cielo sobre Berlín).

A veces jugar con el tiempo crea una sensación de eternidad. Así que se repita un único día en tu vida, siempre el mismo, trae una eternidad desesperante a Bill Murray pero también una fuerza transformadora de su personalidad en Atrapado en el tiempo (o El día de la marmota). O en la ciencia ficción que se repitan unos cuantos minutos vitales puede dar la oportunidad al héroe de conseguir la eternidad, en la buenísima Código fuente. O cómo el mundo de los sueños puede transformarse en un no retorno parecido a la eternidad en Origen.

Lo eterno va unido al cine. No hay duda. Las sombras siempre nos acompañan… y nuevos espectadores con su mirada las revisten de nuevos significados o vidas…

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Los ojos de Cherie

Te regalo un fotograma…

… con los ojos de Cherie.

Ojos tristes.

Ella es una chica de vida alegre.

Canta, como puede.

Baila, como puede.

Se dedica a huir.

Busca una vida mejor.

Tiene su vida pintada en un mapa.

Con su pintalabios rojo.

Toma la carretera…

… cuando puede.

Su sueño es llegar algún día a Hollywood.

Mientras, hace lo que puede.

Y dentro de toda su fortaleza.

De su sonrisa.

De su voz dulce.

De las canciones que nadie escucha.

Sus ojos la delatan.

Son tristes.

… pinta su mapa con pintalabios rojos.

Se traza una meta.

Y un día alza su mirada, azul, tremendamente triste…

Y se topa con un vaquero pesado e inocente.

Que la mira de otra manera.

Y sus ojos siguen tristes…

Llora.

Sonríe.

Quizá no llegue a Hollywood.

Quizá haga una parada en el mapa.

Bus stop.

Quizá se encuentre al final del viaje.

El vaquero quiere enseñarla las montañas…

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Paul Newman y Joanne Woodward, un matrimonio con arte

… se casaron a finales de los años cincuenta y ya no se separaron hasta que el hombre de los ojos azules nos dejó en 2008. Y así durante años fueron pareja, marido y mujer. Trabajaron juntos una y otra vez  y fueron proyectados en la pantalla blanca. Y además ella se convirtió en la actriz musa de su señor esposo cuando éste se puso tras la cámara. Woodward encarnó a mujeres complejas que viven en sociedades represivas. Formaban una pareja de presencia agradable. Siempre discretos pero presentes. Fueron considerados activos tanto política como socialmente, marchaban con los tiempos. Nos acostumbramos a verles juntos, les vimos envejecer. Nos parecieron siempre sencillos y cercanos…

Como actor y actriz

Ahí se encontraron en El largo y cálido verano con el sudor de Faulkner y melodrama sureño familiar en 1958. Con un Newman mientras realizaba al héroe rebelde, desencantado, incomprendido e indomable al que lograba calmarle de vez en cuando una Woodward en su papel de frágil infeliz pero con una inesperada fuerza. Ese mismo año se unen en una comedia donde comparten pantalla con una explosiva Joan Collins en Un marido en apuros de Leo McCarey.

En 1960 se unen en un melodrama de matrimonio plenamente insatisfecho. Él con su héroe atormentado que trata de subir en la escala social… y ella como una niña rica que le hace la vida imposible. Al año siguiente viven un romance en París a ritmo de jazz en la interesante Un día volveré.

De nuevo en París protagonizan la olvidada comedia romántica Samantha. Después se dejan llevar a finales de los sesenta por la pasión de Newman y los coches en 500 millas… puro deleite para la estrella que le gusta la velocidad. En los setenta protagonizan la olvidada Un hombre de hoy (nunca la he visto) y Con el agua al cuello donde Newman recupera al personaje de Harper.

A principios de los noventa, como dos venerables ancianos, visitan el universo Ivory en Esperando a Mr Bridge. Y finalmente en el siglo XXI se encuentran en el reparto de una exitosa serie de televisión donde le llueven premios a Newman, Empire Falls.

Ella como musa… él tras la cámara

Quizá es injusto. Pero siempre ha sido más recordado el hombre de los ojos azules que su mujer Joanne Woodward que tiene a sus espaldas una considerable carrera con papeles inolvidables. Su marido se puso tras la cámara y le regaló varios papeles de mujeres complicadas que la Woodward supo dotar de vida e intensidad. Así Newman se estrena en 1968 con Raquel, Raquel, un retrato sensible de una maestra solterona que empieza su duro camino hacia la liberación social y sexual. En El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas, Paul sigue indagando en universos femeninos complejos y represivos y en el centro, Joanne Woodward. En 1984 estaría presente en Harry e hijo donde Paul trata de hablar sobre la relación paterno-filial. Le tocaba mucho esta película. Así que ella no podía faltar. Y a finales de los ochenta le regaló papel bombón en la sensible adaptación que realizó Newman de El zoo de cristal.

Todavía me parece seguir viéndoles…

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Ma Joad y sus pendientes

Te regalo un fotograma

porque es el reflejo de un momento fugaz.

Ma Joad se desprende de los recuerdos.

Ma Joad se permite por un momento ser coqueta.

Ma Joad se desprende de sus bienes.

Ma Joad emprende un nuevo viaje hacia la amargura.

Ma Joad siempre se mantiene fuerte.

Ma Joad se mira al espejo.

Y cuando se prueba unos bonitos pendientes,

se permite una sonrisa…

Para ella misma.

Un momento íntimo único.

Ella ante el espejo.

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Los descendientes de Alexander Payne

Los descendientes es un “un drama con toques luminosos” así define Alexander Payne su película en una entrevista (Caimán. Cuadernos de cine. Enero 2012). Y en esa misma entrevista explica que la comedia “es una forma muy seria” y que “incluso en los momentos más dramáticos de la vida hay algo de comedia, de humor, de absurdo”. Y no puedo estar más de acuerdo. Y todo esto no puede estar mejor volcado que en su nueva película.

Y es que Los descendientes es de esas historias aparentemente sencillas pero que emocionan en cada fotograma, llegan al espectador y tienen mucho que decir y vislumbrar. Logra una autenticidad de sentimientos y mediante destellos luminosos y una puesta en escena muy bien pensada plasma temas duros, muy duros y dolorosos.

Así Payne presenta una familia desestructura preparándose como puede de una pronta ausencia importante (la figura materna que se encuentra en coma irreversible)… y cómo en un momento catártico y que todo parece hundirse alrededor de los personajes vuelve a surgir una unión (que incluye a la ausente “mi amor, mi sufrimiento”). Y todo gira alrededor del personaje que siente un tsunami en su interior cuando los acontecimientos revuelven su “estructurada vida”, el padre, que se mantenía al margen de sus dos hijas y de su mujer, de sus amigos, de sus primos, de sus descendientes, y de la tierra de sus ancestros, tierra virgen (sin las huellas de una civilización que ofrece comodidades pero mina la humanidad y aisla sentimientos —o forma archipiélagos entre cada uno de los seres humanos—. Nunca olvidaré cuando una buena compañera de trabajo me dijo en una ocasión: Hildy, no seas ilusa, recuerda que todos estamos solos). De pronto el estado de su esposa, le hace plantearse bastantes cuestiones de su vida, que podría parecer la de un hombre triunfador… pero como nos confiesa el protagonista (en una muy bien usada voz en off)… los paraísos no existen, tampoco en Hawai. Y ese padre no es más que un hombre perdido en la jungla. Un hombre que tropieza, se equivoca, y que se ha convertido en un extraño para “las tres mujeres de su vida”… que para él tienden a la autodestrucción.

Alexander Payne deja fluir una película perfectamente construida. Desde esa imagen luminosa de una mujer riéndose mientras va detrás de una lancha motora hasta esa escena final (maravillosa) de reconstrucción de la unidad familiar ante el dolor. Payne ejecuta con detalle cada escena y mide de manera equilibrada la tragedia y los toques luminosos (bien en situaciones o bien con la aparición de personajes como el amigo de la hija adolescente). Payne es capaz de equilibrar (como lo hace la vida) momentos cómicos con destellos de tragedia y humanismo como un suegro prepotente, rencoroso y duro con los vivos que se derrite en gestos de amor emocionante ante la esposa enferma y ante su querida hija ya para siempre ausente.

Payne también emplea ese paraíso que no es tal, Hawai, para darnos otra imagen de las islas. Con el estudio minucioso de las viejas fotografías el director señala la herencia genética que llevamos todos. Con sus cosas buenas y malas. Y que no se puede obviar. El director desvela a los descendientes pero también a los presentes. Muestra sus momentos nobles y los momentos patéticos… y las posibilidades de unir los archipiélagos para estar menos hundidos y menos solos.

Merece Los descendientes un cuidado visionado porque además de un buen trabajo de dirección nos encontramos frente a un reparto que nos hace llegar una ola de sentimientos… con el rostro predominante de un George Clooney que llena la pantalla con todos los matices de un hombre desconcertado y fracasado (en las relaciones humanas) que va reconstruyéndose como puede (en busca de un paraíso verdadero o por lo menos parecido)… Merece la pena cruzarse con ese otro Hawai…

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Bola de fuego (Ball of fire, 1941) de Howard Hawks

Me gusta el Hawks que realiza comedia. No puedo remediarlo. Y si además cuenta con guion de Billy Wilder y Charles Brackett, entonces me derrito sin remedio. Pero ya el colmo es una galeria de actores principales y secundarios que te hace disfrutar cada secuencia. Que nada sobre ni falte. Y si seguimos mirando los créditos no doy crédito (valga la redundancia): banda sonora de Alfred Newman; momento musical mágico con la actriz estrella de la función y con un músico de jazz y baterista mítico, Gene Krupa; la fotografía a cargo del genial Gregg Toland; el vestuario de la actriz estrella por la leyenda Edith Heath…

Y, sí, puede que piensen que soy una exagerada. No me importa. Adoro Bola de fuego y cada visionado es emocionante. Y eso sabiendo que me pierdo matices porque parte de los gags se basan en el uso del lenguaje y la riqueza de los giros. Pues una de las claves de esta historia es cómo un profesor de lingüística se da cuenta de que su entrada sobre jerga o slang, para una mastodóntica enciclopedia que reúna todos los saberes, es absolutamente obsoleta y decide salir de las cuatro paredes de su sala de trabajo y escuchar el lenguaje vivo de la calle. Ahí conocerá a distintas personas que le ayudarán en su empeño y sobre todo a una cabaretera que se convertirá en parte central de la trama. Sin embargo, la película es tan buena que aun con el doblaje (las primeras veces que la vi en televisión) o ahora en versión original en el DVD sin entender varios giros ni sus traducciones… me atrapa, me emociona, me subyuga…

Muchas veces cuando se habla de Bola de fuego se realiza una comparación con el cuento de Blancanieves y los siete enanitos… pero es mucho más que eso. Es una cabaretera, una superviviente. Un hombre sabio pero torpe con los sentimientos y con su largo cuerpo… que encerrado en el saber ha acumulado polvo en el corazón. Siete compañeros de trabajo, siete venerables ancianos, seis solteros y uno viudo…, inminentes especialistas en distintas materias, y limpios de corazón. Un ama de casa que es dueña y señora de los hombres sabios. Una mecenas solterona que vibra por tener alguna emoción en su vida junto a un abogado que nunca se separa de donde está el patrimonio de la dama. Una pandilla de gánsteres que no lograrán sobornar corazones incorruptibles. Y un grupo de gente de la calle, generoso, que demostrará al joven profesor de lingüística que el lenguaje está vivo.

Y entre el grupo de venerables profesores nos encontraremos a reconocibles rostros secundarios que han poblado distintos metros de celuloide. Casi todos actores de origen europeo que dejaron sus países, por distintos motivos, y realizaron su carrera en Hollywood. Sólo un aperitivo: Henry Travers (el inolvidable ángel Clarence de Qué bello es vivir) o S.Z. Sakall y Leonid Kinskey (los dos camareros inolvidables que trabajaban en el bar de Rick en Casablanca). Los siete profesores logran componer un personaje a cada cual más tierno. Siete hombres encerrados en su saber que ante la novedad de una simpática y alegre chica guapa ven ‘revolucionadas’ sus ordenadas vidas siempre entre libros y charlas.

Entre los gánsteres nos encontramos a dos rostros eternos del cine negro… transformándose en comediantes de primera: Dana Andrews y un magnífico Dan Duryea (que protagoniza una de las ‘torturas’ más divertidas del cine. Los ancianos le hacen confesar el paradero de la chica aplicándole una pluma por su cuerpo que le provoca una risa continua).

Y es que este tipo de películas lograban poner en marcha un universo de personajes con vida propia aunque sólo tengan una frase de guion.

Por fin, con redoble de tambor, llegamos a la pareja protagonista. Un tierno Gary Cooper como profesor sabio pero patoso e inocente que en su ilusión por que alguien retire el polvo de su corazón hace caer rendida a sus pies a una vividora de existencia alegre. Así la maravillosa (todavía no la he visto un papel mediocre) Barbara Stanwyck, la cabaretera con tintes de mujer fatal con buen corazón, ‘revoluciona’ a todos los sabios y sus saberes… hasta hacerles bailar la conga y roba el corazón y la racionalidad al más joven de ellos, al octavo profesor. Así protagoniza una de las declaraciones de amor más bonitas en las que enumera que está enamorada de todos los defectos del joven profesor: de que no sabe utilizar su cuerpo enorme de jirafa, de lo mal que besa, de lo mal que se abrocha el chaleco… Y él a su vez se declara de manera preciosa, sin quererlo, ante una Barbara en penumbra, dejando ver que no puede controlar su cuerpo, que la desea con toda el alma. Ambos volvieron a trabajar juntos enseguida y a estar maravillosos en la película de Frank Capra, Juan Nadie. Protagonizaron otra película en los años cincuenta que no he logrado ver (Soplo salvaje de Hugo Fregonese).

Todo este universo de personajes geniales pulula en una puesta en escena cuidada de Hawks que logra naturalidad en cada momento. Convierte en genial el número musical que presenta a Barbara o hace que una declaración de amor en penumbra sea inolvidable. Hace que un viaje en coche sea algo emocionante… Todo está poblado de guiños, de detalles, de matices (todo tiene sentido)… Además cada una de las secuencias tiene unos diálogos mágicos gracias a Wilder y Brackett, inspiradísimos.

Por favor, dame un ñam-ñam, dice el amado a su enamorada.

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Ligeramente escarlata (Slightly Scarlet, 1956) de Allan Dwan

Allan Dwan fue uno de esos realizadores pioneros que se pasaron la vida haciendo cine. Así su dominio del lenguaje cinematográfico era innegable. Es de esos directores-artesanos desconocidos que trabajaron en cientos de películas. Sin embargo su nombre no suena entre los grandes pero de vez en cuando vemos una de sus películas y nos pega un trallazo. Parece que nos dice, eh, tú estoy aquí. Dwan hizo cine silente y sonoro, trabajó en todos los géneros, y manejó distintos presupuestos. Es de esos realizadores de los que se ha perdido parte de sus películas (porque su conservación no ha sido adecuada) y la distribución de sus obras no ha sido abundante. Sin embargo aquellos que descubren su obra se quitan el sombrero. Él es uno de los directores entrevistados por Peter Bogdanovich en los volúmenes de El director es la estrella. Y uno de los directores nombrados por Martin Scorsese en su maravilloso y particular documental Un recorrido personal por el cine norteamericano.

Reconozco que apenas he visto obra cinematográfica de Dwan como para tener una radiografía del director pero muy poco a poco le voy descubriendo. Ahora le toca el turno a Ligeramente escarlata, adaptación de una novela de J. M. Cain que no he leído (que parece ser éste ya escribió con miras a que sería adaptada al cine). Cine negro a todo color. Con el ambiente turbio necesario, la moralidad oscura, el amor fatal, el mundo del hampa corrompiendo a una ciudad, la lucha contra la mafia, el político que trata de ser incorrupto, el papel de los medios de comunicación, el policía que se deja llevar por la mafia, los personajes ambiguos…, las sombras.

Y detrás de una película sin pretensiones aparentes, sin estrellas del firmamento (pero sí carismáticas), sin presupuesto desorbitado, se ve la mano maestra de Dwan. Sobre todo en las escenas previas al asesinato de un periodista que trata de combatir la corrupción. Y también en el continuo detalle de su puesta en escena. El director-artesano se mueve a gusto por una historia de sensualidad y corrupción.

La sensualidad va de la mano de las dos protagonistas femeninas, las pelirrojas más populares de los años 50, Rhonda Fleming y Arlene Dahl que se adueñan de la película de principio a fin. Con sus cabelleras rojas, sus modelitos exóticos, y su exuberante y algo salvaje a la vez que decadente belleza. Ambas son dos hermanas de relación dependiente y extraña. Una, Arlene Dahl tiene problemas de salud mental que la hacen vulnerable pero también cleptómana y ninfómana. La otra, ha estudiado, ha trabajado duro y ha llegado a un buen puesto junto al político honrado que pretende llegar a la alcaldía y de paso casarse con su empleada favorita, ella. Arrastra un sentimiento de culpa que hace que siempre esté al pendiente de su hermana y no parece que le halague en exceso el amor de su jefe…, sin embargo, siente un amor a primera vista hacia uno de los chicos malos y corruptos.

Y ese chico malo y corrupto no es otro que un olvidado actor, John Payne, al que solían juntar con pelirrojas indómitas (también actuó junto a Maureen O’Hara y quizá su película más recordada sea la navideña De ilusión también se vive) que se enamora de la chica buena, aunque algo compleja, de la historia. Él es el chico listo y ambicioso que trabaja para el mafioso que lleva realmente la ciudad, Solly Caspar que tiene el rostro de Ted de Corsia, un solvente actor secundario con cara de duro y presente en varias joyas del cine negro. El joven juega sus cartas para quitarle el poder y apartar a Caspar del camino. Así queda un entramado de relaciones complejas en un ambiente de corrupción y asfixia moral donde las cabelleras de las pelirrojas bailan por doquier.

Como es habitual en estas películas de presupuesto no desorbitado, emplean soluciones y escenas que entran en el terreno del culto. La imaginación siempre es de agradecer. Aquí ocurre con un arma que emplean en dos momentos distintos las pelirrojas en cuestión y es un arpón (sofisticado que se dispara cual pistola) como arma homicida. Así como también entran en el terreno de la leyenda alguno de los modelos que exhiben las damas. Como la boina negra de Dahl o los shorts de la Flemming.

Siéntese una tarde en su sillón, con una buena cena, y si quiere inmiscuirse en un ambiente de cine negro de colores chillones, deleitese con Ligeramente escarlata.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Llega un jinete libre y salvaje (Comes a horseman, 1978) de Alan J. Pakula

Sí, ha sido toda una sorpresa descubrir Llega un jinete libre y salvaje. La disfruté desde el primer fotograma hasta al final. Un western crepuscular donde se refleja el final de un modo de vida y la sustitución de unas rencillas por otras. Lo que parece que es un enfrentamiento entre ganaderos (un terrateniente y dos ganaderos que unen sus fuerzas), se convierte en la llegada de otro tipo de poder, el oro negro, el poder del petróleo. Grandes magnates que ya no les interesan los enormes parajes y fronteras entre tierras para el deambular del ganado sino que les dejen analizar las tierras para comprobar si pueden elevar sus torres petrolíferas, hace entrada una nueva economía más agresiva y destructiva. Pero los viejos ganaderos-terratenientes tan lobos viejos ellos tratarán de ganar la última batalla con los métodos de siempre (y parece que dan resultado)… y la victoria pírrica de los dos pequeños ganaderos no es más que el anuncio del final de un modo de vida al que son leales. La película queda situada en el tiempo… está a punto de terminar la Segunda Guerra Mundial…, llegan otros tiempos y modos de vida.

Así Alan J. Pakula dirige un sorprendente western intimista y melancólico (de silencios, miradas y diálogos precisos) pero en el que florecen diversos temas. Una película poblada no sólo de parajes impresionantes, estámpidas, tormentas e inclemencias, sentimientos desatados, recuerdos sino de un buen reparto y un guion (Dennis Lynton Clark) que refleja las complejas relaciones humanas pero a la vez apasionantes. La ranchera dura (Jane Fonda) que se enfrenta a todo y a todos y nunca puede estar relajada. El ex soldado (James Caan) que trata de volverse ranchero y encuentra obstáculos en otro campo de batalla. El terrateniente poderoso (Jason Robards) que se niega a abandonar sus privilegios y fuerza, admira a sus adversarios rancheros (porque les puede hacer continuamente la vida imposible pero sabe por qué luchan) y desprecia a los nuevos empresarios. El viejo ranchero (Richard Farnsworth) de toda la vida, un hombre que ama su trabajo duro, y que siempre busca la dignidad como compañera. Y el nuevo tipo de empresario petrolífero frío, impacable y sibilino (George Grizzard).

Con todos estos personajes y sus relaciones perfectamente trazadas, Alan J. Pakula construye un drama intimista pero con todo el espacio del Oeste a su disposición. Así vemos nacer una relación entre iguales, donde se demuestra que la unión hace la fuerza, que desemboca en romance entre la dura ganadera y el ex-soldado que trata de echar raíces. Y sus escenas juntos son de una delicadeza extrema que van contando el nacimiento de una relación basada en el respeto, la libertad y la igualdad en el reparto de las tareas y las decisiones (toma ya). Entre Jane Fonda y James Caan surge una química perfecta. Y aquí además el que es dulce y comprensivo es el caballero que logra poco a poco romper la coraza de la ranchera de vida dura.

También es especial la sensibilidad con la que cuenta la relación de ambos con el viejo vaquero de toda la vida con el rostro de Farnsworth (que muchos recordarán como el abuel Alvin en Una historia verdadera de David Lynch). Un maestro de la vida que encara el final de su profesión y de la vida con dignidad extrema.

Y como no un Jason Robards que se desborda en cada fotograma con un papel de malo malísimo con mil y un matices. Que protagoniza también escenas magistrales de cómo enfrentarse, como un perro viejo al acecho, ante las dificultades de la vida…, nunca se rinde. Y se lleva por delante lo que haga falta: magnates del petróleo, banqueros traidores… y sus enemigos eternos (otros ganaderos con los que tiene además complejos lazos y relaciones de amor-odio, como la vida misma).

Alan J. Pakula nos lleva de la mano, con banda sonora de Michael Small (rociado de viejas canciones que necesitan la voz de hombres que rasgan sus guitarras), y cuidada fotografía de Gordon Willis, a una historia profunda y bien construida. Pakula se sirve de los espacios naturales, los detalles en las casas de los protagonistas (puertas, ventanas con cortinas, fotografías, escaleras…), las tormentas, el fuego, el ganado desbocado, explosiones para analizar esa tierra que puede esconder oro negro… para narrarnos una historia que llega al espectador en cada uno de sus fotogramas. Para describirnos los sentimientos de esos protagonistas que se dejan llevar por pasiones, recuerdos y sentimientos.

Llega un jinete salvaje y libre logra desbocar las emociones de quien la contempla por primera vez. Y promete más matices en futuros visionados. Totalmente feliz de seguir disfrutando de nuevos descubrimientos.

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