Bola de fuego (Ball of fire, 1941) de Howard Hawks

Me gusta el Hawks que realiza comedia. No puedo remediarlo. Y si además cuenta con guion de Billy Wilder y Charles Brackett, entonces me derrito sin remedio. Pero ya el colmo es una galeria de actores principales y secundarios que te hace disfrutar cada secuencia. Que nada sobre ni falte. Y si seguimos mirando los créditos no doy crédito (valga la redundancia): banda sonora de Alfred Newman; momento musical mágico con la actriz estrella de la función y con un músico de jazz y baterista mítico, Gene Krupa; la fotografía a cargo del genial Gregg Toland; el vestuario de la actriz estrella por la leyenda Edith Heath…

Y, sí, puede que piensen que soy una exagerada. No me importa. Adoro Bola de fuego y cada visionado es emocionante. Y eso sabiendo que me pierdo matices porque parte de los gags se basan en el uso del lenguaje y la riqueza de los giros. Pues una de las claves de esta historia es cómo un profesor de lingüística se da cuenta de que su entrada sobre jerga o slang, para una mastodóntica enciclopedia que reúna todos los saberes, es absolutamente obsoleta y decide salir de las cuatro paredes de su sala de trabajo y escuchar el lenguaje vivo de la calle. Ahí conocerá a distintas personas que le ayudarán en su empeño y sobre todo a una cabaretera que se convertirá en parte central de la trama. Sin embargo, la película es tan buena que aun con el doblaje (las primeras veces que la vi en televisión) o ahora en versión original en el DVD sin entender varios giros ni sus traducciones… me atrapa, me emociona, me subyuga…

Muchas veces cuando se habla de Bola de fuego se realiza una comparación con el cuento de Blancanieves y los siete enanitos… pero es mucho más que eso. Es una cabaretera, una superviviente. Un hombre sabio pero torpe con los sentimientos y con su largo cuerpo… que encerrado en el saber ha acumulado polvo en el corazón. Siete compañeros de trabajo, siete venerables ancianos, seis solteros y uno viudo…, inminentes especialistas en distintas materias, y limpios de corazón. Un ama de casa que es dueña y señora de los hombres sabios. Una mecenas solterona que vibra por tener alguna emoción en su vida junto a un abogado que nunca se separa de donde está el patrimonio de la dama. Una pandilla de gánsteres que no lograrán sobornar corazones incorruptibles. Y un grupo de gente de la calle, generoso, que demostrará al joven profesor de lingüística que el lenguaje está vivo.

Y entre el grupo de venerables profesores nos encontraremos a reconocibles rostros secundarios que han poblado distintos metros de celuloide. Casi todos actores de origen europeo que dejaron sus países, por distintos motivos, y realizaron su carrera en Hollywood. Sólo un aperitivo: Henry Travers (el inolvidable ángel Clarence de Qué bello es vivir) o S.Z. Sakall y Leonid Kinskey (los dos camareros inolvidables que trabajaban en el bar de Rick en Casablanca). Los siete profesores logran componer un personaje a cada cual más tierno. Siete hombres encerrados en su saber que ante la novedad de una simpática y alegre chica guapa ven ‘revolucionadas’ sus ordenadas vidas siempre entre libros y charlas.

Entre los gánsteres nos encontramos a dos rostros eternos del cine negro… transformándose en comediantes de primera: Dana Andrews y un magnífico Dan Duryea (que protagoniza una de las ‘torturas’ más divertidas del cine. Los ancianos le hacen confesar el paradero de la chica aplicándole una pluma por su cuerpo que le provoca una risa continua).

Y es que este tipo de películas lograban poner en marcha un universo de personajes con vida propia aunque sólo tengan una frase de guion.

Por fin, con redoble de tambor, llegamos a la pareja protagonista. Un tierno Gary Cooper como profesor sabio pero patoso e inocente que en su ilusión por que alguien retire el polvo de su corazón hace caer rendida a sus pies a una vividora de existencia alegre. Así la maravillosa (todavía no la he visto un papel mediocre) Barbara Stanwyck, la cabaretera con tintes de mujer fatal con buen corazón, ‘revoluciona’ a todos los sabios y sus saberes… hasta hacerles bailar la conga y roba el corazón y la racionalidad al más joven de ellos, al octavo profesor. Así protagoniza una de las declaraciones de amor más bonitas en las que enumera que está enamorada de todos los defectos del joven profesor: de que no sabe utilizar su cuerpo enorme de jirafa, de lo mal que besa, de lo mal que se abrocha el chaleco… Y él a su vez se declara de manera preciosa, sin quererlo, ante una Barbara en penumbra, dejando ver que no puede controlar su cuerpo, que la desea con toda el alma. Ambos volvieron a trabajar juntos enseguida y a estar maravillosos en la película de Frank Capra, Juan Nadie. Protagonizaron otra película en los años cincuenta que no he logrado ver (Soplo salvaje de Hugo Fregonese).

Todo este universo de personajes geniales pulula en una puesta en escena cuidada de Hawks que logra naturalidad en cada momento. Convierte en genial el número musical que presenta a Barbara o hace que una declaración de amor en penumbra sea inolvidable. Hace que un viaje en coche sea algo emocionante… Todo está poblado de guiños, de detalles, de matices (todo tiene sentido)… Además cada una de las secuencias tiene unos diálogos mágicos gracias a Wilder y Brackett, inspiradísimos.

Por favor, dame un ñam-ñam, dice el amado a su enamorada.

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