Reflexiones silentes

 

1.- The artist y La invención de Hugo han provocado (gusten o no gusten) que vuelva a hablarse del cine silente. Buen momento entonces para indagar en obras que fueron conformando el lenguaje cinematográfico y que llegaron a momentos sublimes (no es exageración, de verdad).

2.- Lanzo una idea. ¿Qué tal un pack especial de las películas silentes de Charles Farrell y Janet Gaynor dirigidas por Frank Borzage, el director poeta? Unas ediciones especiales y con cariño de El séptimo sello, El ángel de la calle y Lucky Star.

3.- … Estrellas del sonoro dieron sus primeros pasos en el cine silente. Es una maravilla recuperar a una Joan Crawford muda en la extraña Garras humanas de Tod Browning.

4.- Las vidas de estrellas silentes son… de película. Nunca mejor dicho. Algunas inevitablemente han pasado incluso al terreno de la ficción y la novela. Fatty Arbuckle no sólo fue un cómico, ahora olvidado (pero que pueden localizarse sus cortos sobre todo los protagonizados junto Buster Keaton), no sólo protagoniza uno de los escabrosos capítulos de los míticos libros de Kenneth Anger, Hollywood Babilonia, sino que se convierte en personaje literario trágico en Yo, Fatty de Jerry Stahl.

5.- Una de las chicas Chaplin… Edna Purviance protagonizó el melodrama silente, una de las extrañas joyas en la filmografía de Chaplin, Una mujer de París. La propia vida de Edna es una historia silente para ser contada así como su relación (que vivió distintas fases pero fue para siempre) con Chaplin desde el momento en el que se conocieron hasta el fallecimiento de la actriz.

6.- Grandes directores de cine sonoro empezaron sus pasos en el cine silente donde ya alcanzaron una madurez cinematográfica pura convirtiéndose en maestros de la imagen, de la narración cinematográfica, de la puesta en escena… Así es una gozada poder encontrarse con los pasos mudos de Lubitsch, con el silencio de Lang, con las culminaciones silentes de King Vidor, con los primeros pasos de Hitchcock o de Ford…

7.- … tuve la oportunidad de poder ver una proyección de Spione (Fritz Lang) con música en directo en una de las ediciones del Festival de cine alemán que se celebra en los cines Palafox… fue una experiencia maravillosa y la enorme sala estaba ¡espectacularmente llenísima! Sería bonito que se pudieran llevar a cabo, de una forma más continuada, iniciativas como ésta.

8.- También hay cine silente de culto… y estrellas silentes de culto como Louise Brooks. Su personalidad la hizo no someterse a la ‘tiranía’ de los grandes estudios. Su imagen de estrella rebelde ha hecho que su figura no haya caído en el más absoluto de los olvidos. ¿Qué tal un pack, hecho con cariño, de sus películas silentes? Por ejemplo, Una chica en cada puerto, La caja de Pandora, Los mendigos de la vida (Beggars of life) y Tres páginas de un diario.

9.- No es mal momento para recuperar la comicidad de Marion Davies. Tan sólo recordada tanto en ficción como en la realidad por ser la amante del magnate de la prensa Hearst, sin embargo, la descubrí como comediante en dos películas silentes de King Vidor que merecen la pena: Espejismo y La que paga el pato.

10.- Cerrando el círculo de nuevo con La invención de Hugo… recupera los primeros pasos del cine silente como arte creativo y pionero de la mano de uno de sus artífices, Méliès, que venía del mundo del ilusionismo. Otra vida apasionante de la que se atrapan pinceladas… en un cuento infantil y ahora de nuevo en las pantallas. No es mal momento para volver a disfrutar de algunas de sus obras cinematográficas…, toda una apasionante aventura.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dos semanas en otra ciudad (Two weeks in another town, 1962) de Vincente Minnelli

Diez años separan a Cautivos del mal de Dos semanas en otra ciudad. Cine dentro del cine. Dos amargas incursiones al mundo del cine en forma de melodrama que, sin embargo, no dejan de mostrar un apasionamiento hacia ese mundo de celuloide que, como la vida, contiene momentos de desesperación, crueldad absoluta y decadencia… pero también segundas oportunidades. Y las dos muestran ese Hollywood que evoluciona. No son iguales los estudios en los años cincuenta que esa decadencia que van sufriendo y ese cambio que se va dando en los sesenta. Por eso una ocurre en el seno de la industria de los sueños y la otra se traslada a la vieja Europa cuando los grandes estudios buscaban abaratar costes y las viejas glorias o las nuevas promesas iban a estudios europeos a pasear su olvido. En Dos semanas en otra ciudad la ciudad es Roma y los estudios, Cinecittà.

Las dos están protagonizadas por un mismo actor, Kirk Douglas y su director es Vincente Minnelli. Cautivos del mal, en blanco y negro, sirve para ilustrar el momento glorioso que vivieron un actor y un director de ficción, Jack Andrus (el propio Kirk Douglas) y Maurice Kruger (Edward G. Robinson). Así les vemos a ambos en sala de cine mirando una obra del pasado. Minnelli cuenta mucho de la historia del cine en una única escena.

Minnelli cada vez más sofisticado, y de gustos europeos (no es ajeno a las corrientes que irrumpen en Europa y a los aires nuevos de Hollywood), alardea de su uso del lenguaje cinematográfico y del buen uso de las claves del melodrama (en el que sin duda es uno de los directores estrella) para mostrar un retrato amargo de una serie de personajes que sufren porque aman, odian y viven intensamente. Así Douglas, el actor de hoyuelo, vuelve a estar inmenso como hombre desequilibrado, como actor que arrastra el fracaso y va en busca de una segunda oportunidad pero para ello ha de vivir una nueva catarsis (de pura tragedia) para salir absolutamente limpio y curado de su inestabilidad emocional.

Y para este proceso emocional que sufre el personaje se rodeará de cuatro personajes fundamentales para la evolución de su estado mental. El director con el que formó pareja artística en el Hollywood dorado (y que ahora también pasea su decadencia aunque trata de disimularlo) y una relación compleja. Carlotta, la ex mujer que le lleva siempre por los recovecos más oscuros de su personalidad y por un estado de dependencia enfermizo. Una joven y bella italiana que llega a la vida del actor como un balsamo y un joven actor que arrastra uno y mil complejos que es puro reflejo del actor maduro en su pasado (y que va también en picado hacia el abismo).

Como rey del melodrama nos hace sucumbir en un mundo de emociones extremas donde como en un tiovivo o como en un coche sin frenos el espectador pulula junto a un Jack Andrus que estalla o tiembla pero que comprueba que puede enfrentarse a sus miedos más recónditos.

Una de las sorpresas que nos depara este melodrama puro es el patético y triste papel de Clara, la esposa del director en plena decadencia, Maurice Kruger. Clara tiene el rostro de una buena actriz que cuando tuvo oportunidad de lucirse mostró su capacidad interpretativa. Es una de las caras a las que el olvido casi ha borrado pero cuando se la descubre raramente decepciona, Clarie Trevor. Siempre será la inolvidable prostituta Dallas reina de la función en La Diligencia de John Ford.

Una de sus escenas más recordadas y clímax catártico es la rápida carrera hacia la desesperación después de una noche de pesadilla (pero noche decisiva para dar el vuelco definitivo a su vida) que emprende Jack Andrus en su coche junto a una exaltada Carlotta sin máscaras. Pero Minnelli también se muestra maestro en las escenas de fiesta decadente o en los sets de rodaje (y doblaje) de la película que se está gestando en suelo europeo. Minnelli se muestra amargo, dolido pero a la vez apasionado. Ama el cine, su profesión… pero le duele y le amarga. Como le amargaría el resultado final de Dos semanas en otra ciudad que parece ser no fue del gusto del propio director que tuvo que someterse a los dictados del estudio para el que trabajaba.

Dos semanas en otra otra ciudad es un viaje con retorno de un actor que en la recaída encuentra una puerta abierta. Porque a pesar de los pesares se enfrenta a sus miedos y se da cuenta de que hay otros caminos. Y que del fracaso se aprende aunque sea un camino largo, arduo y duro.

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Yo soy el amor (Io sono l’amore, 2009) de Luca Guadagnino

Nada conozco de Luca Guadagnino. Yo soy el amor es el primer acercamiento a su obra… y me envolvió en su exceso. Me quedé con ganas de degustarla cuando pasó por las salas de cine, no pudo ser. En la intimidad del hogar Yo soy el amor se saborea pues es una película de sensaciones e impresiones que deja al espectador la libertad de construir a través de la emoción, de una brillante, excesiva y sugerente puesta en escena y de una poderosa fuerza visual. Yo soy el amor es impresionista. Película intimista que a retazos recompone una historia de una familia de la alta burguesía del Milán del siglo XXI centrándose en la figura de la esposa, una Tilda Swinton que es presentada como un elegante y perfecto florero (eficaz como esposa, madre, anfitriona…) pero carente de pasión a su alrededor. El personaje se ha perdido en la alta burguesía milanesa (su origen es ruso, así se convierte en elemento extraño y exótico), como decoración es perfecta pero en sus gestos se denota el cansancio por haber renunciado a las pasiones, los sueños, las emociones y los sentimientos. Por eso en silencio se identifica con sus hijos que pueden huir todavía de las máscaras y dejarse llevar por sus sueños. Los ingredientes de Yo soy el amor tienen que ver con los cinco sentidos del espectador: el gusto, el tacto, la vista, el oído y el olfato…

La película bebe de distintas fuentes. Desde las crónicas decadentes y operísticas de una alta burguesía viscontiana con un empleo maravilloso de los espacios (las distintas habitaciones de esa mansión así como sus jardines), el vacío existencial y el hastío de pareja burguesa con filtro de Antonioni (esos paseos de la protagonista las calles de Milán o San Remo. Esas escenas junto al esposo). Hasta las claves del melodrama exaltado y finalmente me vino a la mente durante todo su metraje el espíritu de las obras de D. H. Lawrence (cómo me apeteció volver a abrir sus páginas)… sobre todo El amante de Lady Chatterley.

Su largo visionado es un placer para los sentidos (o por lo menos lo fue para los míos). Noté la libertad en crear las vidas de los retazos impresionistas de los personajes y las situaciones (los tres hijos, la prometida del mayor, el marido, la suegra, el personal de servicio, el cocinero amante…). De imaginar. Todo está ahí, todo se intuye, todo se sugiere. Tú, como espectador, construyes. Te puedes sentir implicado en el exceso o sentirte totalmente fuera.

Como los sentidos están presentes en todo momento notamos cómo el personaje de Tilda se deja arrastrar por ellos. Recobra así la pasión. “Yo amo a Antonio” y con esta declaración se rebela contra su vida de hermosa figura de decoración y equilibrio. Y en esta ruptura provoca daños, alguno de ellos irreversibles. En la familia hay personajes que se dejan llevar por la razón-frialdad y otros por la emoción y el sentimiento (quizá el más desarrollado sea el idealista hijo mayor y el más perjudicado en todo el proceso de transformación tanto de la familia como de la madre). Y todos se verán perturbados por la toma de posición y de conciencia de la madre… que opta por la pasión, por despertar los sentidos, por tirar las máscaras.

Como los sentidos están presentes me dejé llevar por la sensualidad y naturalidad que destilan las escenas de pasión entre Antonio, el cocinero, y la señora de la casa. No carecen de poesía y pinceladas sutiles.

Me dejé arrastrar por las pinceladas, retazos, detalles, sensaciones y emociones de Yo soy el amor… Me dejé seducir por el exceso de sus imágenes y recursos visuales. Me quedé enganchada a los sabores y los olores. Me metí de lleno en el melodrama exacerbado. En ese frío mundo racional que de pronto estalla… y ya pierde todo su sentido. Tienes que retomar cada retazo, juntar cada fotografía, apostar por cada desenfoque, entender una lágrima, una risa, un gesto…

No es una película para ver una sola vez. Como está hecha con los cinco sentidos seguro que en cada visionado descubres un nuevo matiz (un personaje desdibujado, un objeto significativo, una mirada olvidada, un nuevo sabor, una caricia…).

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dennie y Bud… recuerdan el esplendor en la hierba

Te regalo un fotograma

donde se narra la historia de Dennie y Bud.

De Bud y Dennie.

Todo se quedó en recuerdos.

Dennie recuerda los sonidos del piano

cuando disimulaban que se deseaban.

Bud recuerda el olor de su pelo.

Y su sonrisa.

Dennie no entendió los versos de William Wordsworth

cuando se los hicieron leer en clase

Ahora siempre los recita como si fuera su mantra.

“Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello,

que en mi juventud me deslumbraba;

aunque ya nada pueda devolver

la hora del esplendor en la hierba

no hay que afligirse

porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo”.

Bud trabaja en una granja.

Con su esposa y niños.

A veces se seca el sudor de la frente.

Y recuerda.

Volvieron a verse una vez más.

No supieron qué decirse.

Pero a la vez se dijeron todo.

No pudo ser.

Dennie y Bud. Bud y Dennie.

Se quisieron mas no pudieron desearse…

Eran malos tiempos…

Pero la belleza siempre subsiste en el recuerdo.

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Albert Nobbs de Rodrigo García

Nota: os aviso, con cariño, que si todavía no habéis visto la película y no queréis saber absolutamente nada de la trama, no leáis la reseña pues desvelo partes del argumento.

Albert Nobbs ha supuesto toda una sorpresa para servidora. El empeño de Glen Close en llevar a pantalla de cine lo que ya había vivido en los escenarios de Broadway es comprensible. Albert Nobbs es un buen personaje. Albert Nobbs surge de un relato corto del autor irlandés George Moore. Desconozco tanto el relato como la adaptación teatral. Lo que ha llegado a mí ha sido la película de Rodrigo García y me ha llegado como una historia sobre la supervivencia, la lucha de clases y las identidades. Albert Nobbs es una película de personajes y matices. Y durante su proyección disfruté de lo lindo y a otros espectadores les debió pasar lo mismo, pues hacía tiempo que no asistía a algo que ocurrió: una vez que la película terminó, la gente aplaudió.

De Albert Nobbs había oído y leído de todo. Y mi percepción era que su acogida había sido tibia. A mí Rodrigo García, su forma de hacer cine, la manera de representar esos universos femeninos que tanto le fascinan y la dirección de sus actores, me volvió a atrapar.

Esta vez me lleva a la Irlanda del siglo XIX y a una mujer que pierde su identidad para poder sobrevivir pero no su capacidad de soñar. Glen Close es Albert Nobbs un ‘hombre extraño’, asexual, que lleva treinta años ocultando una identidad para poder trabajar con dignidad. A partir de Albert Nobbs entramos en contacto con la vida en un hotel de clientela elegante (y algo decadente) y en distintas escenas se puede observar el contraste de la lucha de clases: los inquilinos, el doctor, la dueña y todo el personal de servicio.

El conflicto surge cuando el pintor Hubert Page descubre ‘el secreto’ de Nobbs y a su vez Page muestra también su ‘identidad’ (maravillosa Jane McTeer, todo un descubrimiento). A Nobbs, el pintor Page le abre un mundo nuevo y le hace ver que sus sueños pueden hacerse realidad. Page le da más esperanzas. Page hace que Nobbs de sentido a toda su vida de ahorro y trabajo para reunir el dinero suficiente para abrir un establecimiento y quizá conseguir una persona que le acompañe en su aventura, que esté a su lado.

Albert Nobbs es eficiente en su trabajo de camarero. Lo hace con diligencia y perfección. Es un tipo delicado y educado. Siempre correcto. Nunca debe perder la compostura. Pero decide poner en marcha su sueño y decide que la persona que estará a su lado será la chica más alegre del hotel, la doncella Helen Dawes (Mia Wasikowska). Pero la joven ama a Joe (Aaron Johnson), otro joven inseguro y humillado (la lucha de clases se plasma en toda su crudeza en este personaje) que sólo pretende prosperar y alcanzar también un sueño: llegar a América y mejorar en todos los aspectos de su vida negra. Y que ve en Nobbs la posibilidad de alcanzar su propio sueño, su propia supervivencia. El drama está servido.

Rodrigo García ofrece una minuciosa recreación del hotel y del ambiente en el que se mueve su personaje. Muestra una compleja radiografía de relaciones humanas e identidades. Y Glen Close interpreta con matices y elegancia un delicado Albert Nobbs que te rompe el corazón con cada tímida sonrisa o pesadumbre dejándose acompañar por toda una galería de personajes (muy bien interpretados) que conforman su mundo. Sólo hay un breve momento en que recupera su ‘identidad’, con la cuál ya apenas sabe manejarse, y en ese momento, Nobbs siente algo parecido a la libertad o a la felicidad… lo que le provoca un pequeño mareo y resbalón en una playa enorme, en un espacio abierto.

Llega un momento en que el espectador aunque siente que Nobbs, al igual que lo nota Helen Dawes, es un tipo raro le gustaría que alcanzara su sueño y fuera feliz. Nunca se ha dado la oportunidad de ser persona querida… sólo ha conservado una fotografía de una mujer que puede que fuera su madre. Y cuando decide pasar a la acción, lograr su sueño, su capacidad de supervivencia se le va escapando, poco a poco… No sabe manejar las herramientas para dar cara a los zarpazos o las caricias de las relaciones personales. Albert Nobbs es una tragedia irlandesa… donde los sueños se caen en pequeños pedazos, como los copos de nieve, pero la vida sigue, y la gente sigue…

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J. Edgar de Clint Eastwood

Tres son los aspectos que me han atraido del J. Edgar de Eastwood.

1.- La forma de contarla.

Clint Eastwood hace hincapié en un asunto, el ya sabido proverbio, “la información es poder”. Junto a otro pensamiento: la historia adquiere una u otra forma según quién la cuente y cómo la cuente.

Eastwood se centra en un personaje oscuro, polémico y complejo del siglo XX, J. Edgar Hoover, que estuvo al frente del FBI y vio pasar a ocho presidentes de EEUU. Nos narra las sombras del personaje a través de su propia mirada. Él mismo cuenta su historia y él mismo nos muestra el laberinto de su personalidad.

Durante su mandato de cuarenta y ocho años frente al FBI Hoover sabe lo importante de la ‘información privilegiada’ así como del buen uso de la publicidad del departamento y de la manipulación histórica para la consecución de sus fines.

Y son estas herramientas las que incorpora a su propia historia (narrada a distintos agentes). Él se cree Hoover, el hombre más poderoso. Y él mismo lo transmite. Y ésta es la manera que elige Eastwood para contarnos su personal biografía del personaje con todos sus recovecos poliedricos y reflejos en el espejo.

Eastwood muestra también la influencia del cine. Así son ricas las dos escenas que transcurren en la sala de cine. En una, cuando el departamento del FBI está dando sus primeros pasos y se está definiendo, aparece Hoover en un anuncio antes de la película advirtiendo sobre la peligrosidad de los gánster, la gente no lo toma en serio. En esos momentos los héroes cinematográficos son los gánster y ahí está James Cagney en su aplaudido papel El enémigo público (1931) donde es un delincuente que se llevó todas las simpatías de los espectadores y dio escenas que se convirtieron en míticas como el pomelo que estampa en la cara de Mae Clarke. Y cómo Hoover dio la vuelta a esta visión a través de la publicidad y el uso de los medios de comunicación hasta que convirtió a los de FBI en héroes. Así la segunda vez que aparece la sala de cine, él es el espectador de una película donde James Cagney es agente del FBI y héroe. Supongo que la película es Contra el imperio del crimen (1935).

2.- La trama intimista.

Lo único que no sabe manipular el Hoover de Eastwood es su propia intimidad. Ahí muestra pequeñas mentiras sin importancia y notamos siempre latente la complejidad emocional del personaje, que en su último diálogo con Tolson queda totalmente desnuda.

Así Eastwood nos cuenta una bella y complicada historia de amor y represión entre Hoover y su compañero Tolson. Desde que se ven por primera vez en un bar hasta su última conversación antes del fallecimiento de Hoover. Y es ahí donde la película alcanza unas cimas emocionales intensas y donde Eastwood nos muestra su forma magistral de narrar cinematográficamente. Como ya indicó en Los puentes de Madison, Eastwood sabe contar lo que supone un enamoramiento. Así vemos sus cenas, sus discusiones, sus miradas, la importancia que dan a su imagen y aspecto, sus conversaciones íntimas…

También nos da pinceladas de su relación con su madre (la descripción de la madre de un ‘mariposón’ es escalofriante así como la reacción de Hoover frente al espejo ante la ausencia de la madre) y con su secretaria personal Helen Gandy (quizá la más diluida a lo largo de la película pero no por ello la menos interesante).

3.- La interpretación de Leonardo Di Caprio.

Sigo defendiendo a capa y espada a Leonardo Di Caprio, uno de los actores que mejor está llevando a cabo su trayectoria cinematográfica y su evolución como intérprete. Y aquí incluso hace que olvides el maquillaje infame y te dejes llevar por su personaje atormentado, complejo y polémico… En su forma de moverse y comportarse, en su dicción y forma de hablar, en sus miradas, silencios y lágrimas. Leonardo ofrece todas las capas que necesita Hoover…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Ha nacido una estrella, 1937, 1954 y 1976

… ¿Puedo mirarte otra vez?

Melodrama de amor donde en una misma pareja se huele el fracaso y el éxito. El olvido y el ocaso de una estrella y el alzamiento de otra. Las luces y las sombras del mundo del espectáculo en el seno de una pareja.

Él, alcohólico y pasado de rosca.

Ella, aspirante a artista de éxito.

Unen sus destinos para siempre.

Suicidio. Sacrificio o redención de él para que ella siga el rumbo de la fama y la creatividad sin que él sea un obstáculo. Suicidio por amor.

La protagonista se sobrepone al dolor y recuerda ante todos de quién es esposa.

De nuevo un canto al “Espectáculo debe continuar”.

La idea original, este libreto, surge en 1937 y se repite sucesivamente en 1954, 1976… y ahora puede que pronto vuelva a funcionar otro remake con Clint Eastwood de director. Pero esta idea del fracaso y el triunfo en una misma pareja ha dado cientos de argumentos en el mundo del cine. Por irnos a ejemplos recientes podemos encontrarnos con este esquema (con variaciones en profesiones y motivos de la muerte del personaje masculino) en Íntimo y personal. O en la más actual The artist notamos los ecos evidentes a Ha nacido una estrella sobre todo la del año 1937.

Hagamos un viaje por las tres versiones. Con sus luces y sus sombras pero con motivos de interés para visionarlas a gusto. Yo las adoro (aunque sé que no son igual de redondas).

Ha nacido una estrella (A star is born, 1937) de William A. Wellman

Cine dentro del cine. Uno de los directores pioneros que conoce el alma de Hollywood realiza un melodrama clásico. Él realiza el argumento original junto a Robert Carson y el guion es creado por Dorothy Parker, Alan Campbell y el propio Carson. Esta obra en Technicolor es una de las producciones arriesgadas de Selznick que empieza a cosechar éxitos con su propia productora.

Así el alma de la historia es la vida de Esther Blodgett, una chica de pueblo, que sueña con ser una gran actriz. Y en ese sueño la ayuda y la empuja su abuela. Cuando llega a Hollywood su sueño es difícil de lograr pero se cruza en su camino toda una estrella, Norman Maine, un actor famoso pero que está cayendo en picado además de arrastrar serios problemas con el alcohol. La propia productora inicia un proceso de caída para Maine y se pone en funcionamiento para poner en pie el éxito de Esther (ahora Vicki Lester) y mientras ambos construyen su peculiar historia de amor.

Aquí ya están las escenas que no faltan en ninguna de las demás versiones: el encuentro (él bastante perjudicado por el alcohol), la boda, la ceremonia de entrega de premios y el suicidio. Así como están perfilados alguno de los personajes secundarios que irán variando su importancia según la versión. El mejor amigo de ella (que se conocen en tiempos de penurias), el productor, el publicista… En esta versión es importante el papel de la abuela (su comparación de Hollywood con el mundo de los primeros pioneros que ocuparon la tierra no carece de interés. No olvidemos que Wellman había sido todo un pionero en el mundo de los sueños imposibles —y también despiadados—, Hollywood) pero es un personaje que no vuelve a aparecer en ningún otro remake.

La pareja protagonista son Fredric March y Janet Gaynor, dos clásicos del cine que además habían pasado con éxito su transición del cine silente al sonoro y conocían bien los recovecos de Hollywood. Sus dos personajes están perfectamente construidos. Ella ofrece naturalidad a raudales hasta en sus momentos más dramáticos, y él compone a un hombre alcohólico y fracasado pero enamorado que realiza en su suicido un acto de amor…

Por supuesto otro asunto que merece la pena es ver cómo era el Hollywood de los años treinta en algunos aspectos y el incipiente acoso mediático. Y también cómo se plantea la película y su estructura… como que están rodando un guion. Así lo primero que vemos es la primera página de un guion que nos empieza a contar la historia que vamos a ver… y termina con la última página de dicho guion.

Es una lástima la calidad ínfima del dvd que circula con esta versión que merece la pena.

Ha nacido una estrella (A star is born, 1957) de George Cukor

Esta vez es Cukor quien da el espectáculo. Y lo hace con elegancia, como es habitual en su cine. Sigue la estela del cine dentro del cine pero lo viste de espectacular musical. También conoce bien este mundo de la industria de los sueños y los desengaños y además ya lo ha tratado en otras ocasiones con un argumento similar (Hollywood al desnudo, 1932).

Un buen melodrama musical cuyo argumento central y las escenas que funcionan siguen en pie. Cukor da más profundidad e intimidad a la relación de la pareja. Maine es más autodestructivo. Esther sufre más el deterioro de su amado y se siente más culpable. Hay mucha más crueldad en el personaje del publicista (en la de Wellman era más bocazas que otra cosa, aquí Jack Carson le reviste de crueldad y envidia). Más emoción contenida. Más dramatismo. Y unos intérpretes excepcionales y todo regado con unas buenas canciones para el lucimiento total y absoluto de su protagonista una Judy Garland esplendorosa que se niega a vivir su propio deterioro. Garland sabía lo que estaba pasando el personaje de Maine, por eso su Esther desarma con su vulnerabilidad y comprensión hacia la persona amada (y también con sus dudas y su cansancio de seguir luchando por la relación). La Garland no sólo canta bien (y deja números memorables) sino que interpreta a su Esther (hasta cuando canta). Y Norman Maine es un estupendo James Mason que se tira a la piscina en su composición de actor alcohólico y autodestructivo. Realiza una interpretación en el que se muestra como el más encantador de los hombres, cree absolutamente en ella y en su valía, y también el más fracasado y patético (como su intervención en la ceremonia de los premios). Su última escena, su suicidio, es emocionante y contenida.

El nuevo dvd ofrece una copia de calidad aunque no me convence los montajes fotográficos que se insertan para ilustrar las partes que no se incluyeron en su montaje final pero de las que quedan documentos sonoros y documentos gráficos, y me decepcionaron profundamente los extras.

Ha nacido una estrella (A star is born, 1976) de Frank Pierson

Poco más hemos sabido de este director pero ofreció versión hippy de Ha nacido una estrella. Así la misma historia es ambientada en los macro conciertos de rock and roll, donde el protagonista alcohólico, John Norman, es una mega estrella de rock en decadencia, que ha arrastrado una vida de sexo, drogas y alcohol. Ahora descubre su cansancio, su vacío y su soledad. Y en ese momento es cuando encuentra a la cantante Esther Hoffman… y vuelta a empezar. La película tiene un aire documental sobre todo en el tema de los macro conciertos. Y la historia de Esther y John vuelve a enganchar y además esta versión no reniega de las escenas que ya habían funcionado bien en los otros remakes… y siguen funcionando.

Hay química, mucha química, entre Barbra Streisand y Kris Kristofferson. Hay como en las otras mucho romanticismo. Pero nos falla la composición del personaje de la Streisand que se luce en sus canciones y en sus encuentros con Kristofferson pero no en el alma del personaje que tiene entre manos…Y sin embargo es Kristofferson el que sigue dando la dimensión trágica a su personaje y a su evolución. Su John Norman llega a conseguir que empaticemos con lo que está viviendo. Esta vez su autodestrucción está unida al cansancio, el vacío, el hastío y el desencanto. Su suicidio no es en el mar… sino en un coche que pone al máximo de velocidad en una carretera desierta.

Y el dvd del remake de 1976 sigue la estela de algunas distribuidoras de vender musicales con subtitulos en castellano… pero dejando todas las canciones sin subtitular…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

De dioses y hombres (Des hommes et des dieux, 2010) de Xavier Beauvois

El secuestro y el asesinato de siete monjes cistercienses del Tibhirine en un Monasterio de Atlas, Argelia, en 1996 ilustra la violencia provocada por las luchas de poder entre un gobierno corrupto con un ejército brutal con unos grupos de islamistas fanáticos que pretenden derrocarlo. Existe una fotografía real, y la película refleja ese instante, donde se ve en un momento cotidiano y posando a los ocho monjes (en el momento del secuestro les visitaba otro padre. Dos de ellos se salvaron) que tuvieron la determinación de quedarse en el pueblo y con el pueblo con el que siempre habían estado y con el que siempre habían convivido desde la amistad, el respeto, la armonía y la admiración que se profesan ambos.

La película de Xavier Beauvois no sólo me ha conmovido profundamente sino que además cinematográficamente me ha parecido hermosísima. Durante su visionado estuve al borde de la emoción continua esperando el estallido de violencia o la resolución de esa muerte anunciada mientras estos hombres valientes siguen con su día a día, su vida cotidiana, superando las dudas y los miedos y tratando de ser coherentes hasta el final. Así recorremos su cotidianeidad y vida monástica de 1993 hasta 1996 en el momento de su secuestro. Y la película va en un crescendo desde la armonía y la buena convivencia hasta el estallido último de violencia hacia un grupo de hombres religiosos que incomodan a unos y otros. Y las imágenes nos dejan un estudio de rostros humanos increíble que culmina en una última cena que dispara las reflexiones y las emociones con El lago de los cisnes de Tchaikovski de fondo.

La película está regada de detalles y momentos. De imágenes bellísimas. De diálogos ricos para la reflexión que se mezclan con vivencias reales de los monjes y con la lectura del testamento real del padre Christian, que habla con un lenguaje de paz y de rechazo del fanatismo y la violencia. Ese testamento se escucha en off, en unos minutos finales excepcionales, por las habitaciones vacías del monasterio. Y ahí seas o no creyente sientes que esos hombres han sido coherentes y han luchado por una cultura de paz en una situación de violencia y han mediado para la paz en una situación de conflicto. Y han sido coherentes (muchos en proceso de dolor y duda, como el que sufre el más joven de ellos) con su religión, su pensamiento y su forma de vida. Y mientras ves cómo se alejan en la nieve, en ese paseo impresionante, no puedes evitar (por lo menos yo como espectadora) una profunda admiración.

Pero además es que De dioses y hombres es una obra cinematográfica construida con deleite que ofrece momentos de belleza indescriptible, no sólo esa última cena, sino ese momento de oración mientras va pasando un helicóptero por encima del monasterio. Esas conversaciones con los miembros del pueblo musulmán. Los cánticos, las reuniones de los monjes, las comidas, sus trabajos cotidianos en el campo, en el mercado, en sus celdas, las consultas médicas de doctor (precioso personaje)…

Y vives en cada minuto las palabras de ese salmo 82 que aparece al principio de la película “aunque sean dioses y todos sean hijos del Altísimo, morirán como todos los hombres, caerán como cualquier príncipe”.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.