Shame (Shame, 2011) de Steve McQueen

… Si recordamos la energía y vitalidad de Liza Minnelli en su interpretación de New York, New York en la película del mismo nombre de Scorsese y nos viene a la memoria el significado de esta canción en ese momento de la historia… y cómo mira Robert de Niro a la artista. Y la vida pasada de ellos en común… Nada tiene que ver con el significado que adquiere New York, New York en la interpretación pausada, cual Marilyn Monroe destrozada-muñeca rota, de una Carey Mulligan que da otro sentido a su letra… Y la mirada de Michael Fassbender con esa lágrima que resbala por su mejilla nos susurra que sabe lo que está cantando su hermana en la ficción. Así los dos andan perdidos y desubicados en un siglo XXI que recoge a seres humanos enfermos emocionalmente.

Así esta escena se convierte en la esencia de Shame de Steve McQueen que lejos de escandalizar en algún sentido, de parecer polémica por lo explícito en lo sexual (pero ¿aún sorprende algo en ese sentido?) o los que ven sólo una historia moral, exprime las emociones de sus personajes y nos presenta una historia triste y desoladora con dos de los antihéroes-perdedores más deprimentes de los últimos tiempos. Esos dos antihéroes son dos hermanos perdidos en Nueva York, Brandon y Sissy que arrastran traumas emocionales y cada uno sobrevive como puede. Ambos se aman y se destrozan… y sus almas pululan por las calles nocturnas. Ambos viven su particular carrera hacia sus infiernos interiores y ambos tratan de salir a flote y redimirse como pueden. Pero siempre inevitablemente unidos mientras tratan de huir de un “lugar malo” o mejor dicho un estado emocional que les rompe. Ya lo dice Sissy no son malas personas, sólo vienen de un “lugar malo”.

Steve McQueen se vuelve virtuoso en sus maneras de contar una historia cinematográficamente. Así nos encontramos con una manera de reflejar la noche, con la importancia de los reflejos, las ventanas y los espejos. Escenas virtuosas donde las nucas adquieren significados y torrente de emociones. Los primeros planos rompen. Las miradas o las lágrimas llenan un fotograma. Las conversaciones a dos comunican más de lo que parece… y una carrera por las calles nocturnas se convierte en una vía de escape a una situación emocional. Y de nuevo New York es un personaje más y un reflejo del estado de ánimo del personaje principal, Brandon, que se ve involucrado en un infierno que crea él solo. Que vive su sexualidad y adicción como una jaula emocional. Todo son barreras para transmitir sus emociones, sentimientos y miedos. Al final su manera de mostrar que tiene el control de la situación… se desmorona. El sexo es su cárcel. Y su apariencia perfecta de Romeo conquistador, su cara impávida, su cuerpo perfecto como creado para el arte se va resquebrajando cuando siente el peso de la responsabilidad ante una relación que le duele. La relación con su hermana, otro ser roto, que no es más que un espejo de su propia desesperación. Una relación que le duele tanto, un pasado vivido que le marca tanto, que le provoca terror a unas relaciones personales más allá de lo físico.

Así el Brandon, yuppie y triunfador, impecablemente vestido, que parece tiene todo bajo control. Su trabajo, su apariencia, su vida, su apartamento, su forma de entender las relaciones… se va desnudando a lo largo del metraje para descubrir a un personaje enfermo emocional y absolutamente perdido y descalabrado en el mundo. Un personaje que se desmorona… y que se convierte en un ser absolutamente vulnerable y desvalido. Autodestructivo y golpeado. Y el rostro y el cuerpo de Fassbender nos lo van comunicando de mil manera distintas.

Y McQueen nos deja una historia ya vivida y reflejada en otras ocasiones en el séptimo arte pero nos la cuenta de una manera tan especial que nos quedamos atados a la pantalla de cine. Así ecos de Brandon y Sissy los podemos encontrar en películas de distintas facturas y géneros pero su descenso nos lo cuenta de una manera tan personal que lo vivimos como algo nuevo. Así hay ecos en La Dolce vita o en La Noche. Hay voces en El último tango en París, en Desayuno con diamantes, en los ojos tristes de Marilyn… Hay pasos o indicios en Días de vino y rosas o Días sin huella. Y más allá en un American Gigoló… o en las más cercanas Atrapada entre dos hombres o Two lovers y así se podrían seguir citando huellas de personajes emocionalmente en el abismo arrastrando sus humanas dependencias y vulnerabilidades…

A McQueen me lo apunto en mi lista de pendientes. Ésta es la primera vez que veo una película suya pero sin duda me apetece descubrirle en su anterior largometraje Hunger y esperar su próximo trabajo cinematográfico 12 years a slave. En las tres ha contado con Fassbender, su actor fetiche.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.