Yo soy el amor (Io sono l’amore, 2009) de Luca Guadagnino

Nada conozco de Luca Guadagnino. Yo soy el amor es el primer acercamiento a su obra… y me envolvió en su exceso. Me quedé con ganas de degustarla cuando pasó por las salas de cine, no pudo ser. En la intimidad del hogar Yo soy el amor se saborea pues es una película de sensaciones e impresiones que deja al espectador la libertad de construir a través de la emoción, de una brillante, excesiva y sugerente puesta en escena y de una poderosa fuerza visual. Yo soy el amor es impresionista. Película intimista que a retazos recompone una historia de una familia de la alta burguesía del Milán del siglo XXI centrándose en la figura de la esposa, una Tilda Swinton que es presentada como un elegante y perfecto florero (eficaz como esposa, madre, anfitriona…) pero carente de pasión a su alrededor. El personaje se ha perdido en la alta burguesía milanesa (su origen es ruso, así se convierte en elemento extraño y exótico), como decoración es perfecta pero en sus gestos se denota el cansancio por haber renunciado a las pasiones, los sueños, las emociones y los sentimientos. Por eso en silencio se identifica con sus hijos que pueden huir todavía de las máscaras y dejarse llevar por sus sueños. Los ingredientes de Yo soy el amor tienen que ver con los cinco sentidos del espectador: el gusto, el tacto, la vista, el oído y el olfato…

La película bebe de distintas fuentes. Desde las crónicas decadentes y operísticas de una alta burguesía viscontiana con un empleo maravilloso de los espacios (las distintas habitaciones de esa mansión así como sus jardines), el vacío existencial y el hastío de pareja burguesa con filtro de Antonioni (esos paseos de la protagonista las calles de Milán o San Remo. Esas escenas junto al esposo). Hasta las claves del melodrama exaltado y finalmente me vino a la mente durante todo su metraje el espíritu de las obras de D. H. Lawrence (cómo me apeteció volver a abrir sus páginas)… sobre todo El amante de Lady Chatterley.

Su largo visionado es un placer para los sentidos (o por lo menos lo fue para los míos). Noté la libertad en crear las vidas de los retazos impresionistas de los personajes y las situaciones (los tres hijos, la prometida del mayor, el marido, la suegra, el personal de servicio, el cocinero amante…). De imaginar. Todo está ahí, todo se intuye, todo se sugiere. Tú, como espectador, construyes. Te puedes sentir implicado en el exceso o sentirte totalmente fuera.

Como los sentidos están presentes en todo momento notamos cómo el personaje de Tilda se deja arrastrar por ellos. Recobra así la pasión. “Yo amo a Antonio” y con esta declaración se rebela contra su vida de hermosa figura de decoración y equilibrio. Y en esta ruptura provoca daños, alguno de ellos irreversibles. En la familia hay personajes que se dejan llevar por la razón-frialdad y otros por la emoción y el sentimiento (quizá el más desarrollado sea el idealista hijo mayor y el más perjudicado en todo el proceso de transformación tanto de la familia como de la madre). Y todos se verán perturbados por la toma de posición y de conciencia de la madre… que opta por la pasión, por despertar los sentidos, por tirar las máscaras.

Como los sentidos están presentes me dejé llevar por la sensualidad y naturalidad que destilan las escenas de pasión entre Antonio, el cocinero, y la señora de la casa. No carecen de poesía y pinceladas sutiles.

Me dejé arrastrar por las pinceladas, retazos, detalles, sensaciones y emociones de Yo soy el amor… Me dejé seducir por el exceso de sus imágenes y recursos visuales. Me quedé enganchada a los sabores y los olores. Me metí de lleno en el melodrama exacerbado. En ese frío mundo racional que de pronto estalla… y ya pierde todo su sentido. Tienes que retomar cada retazo, juntar cada fotografía, apostar por cada desenfoque, entender una lágrima, una risa, un gesto…

No es una película para ver una sola vez. Como está hecha con los cinco sentidos seguro que en cada visionado descubres un nuevo matiz (un personaje desdibujado, un objeto significativo, una mirada olvidada, un nuevo sabor, una caricia…).

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dennie y Bud… recuerdan el esplendor en la hierba

Te regalo un fotograma

donde se narra la historia de Dennie y Bud.

De Bud y Dennie.

Todo se quedó en recuerdos.

Dennie recuerda los sonidos del piano

cuando disimulaban que se deseaban.

Bud recuerda el olor de su pelo.

Y su sonrisa.

Dennie no entendió los versos de William Wordsworth

cuando se los hicieron leer en clase

Ahora siempre los recita como si fuera su mantra.

“Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello,

que en mi juventud me deslumbraba;

aunque ya nada pueda devolver

la hora del esplendor en la hierba

no hay que afligirse

porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo”.

Bud trabaja en una granja.

Con su esposa y niños.

A veces se seca el sudor de la frente.

Y recuerda.

Volvieron a verse una vez más.

No supieron qué decirse.

Pero a la vez se dijeron todo.

No pudo ser.

Dennie y Bud. Bud y Dennie.

Se quisieron mas no pudieron desearse…

Eran malos tiempos…

Pero la belleza siempre subsiste en el recuerdo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.