The Master de Paul Thomas Anderson

themaster

En el mismo año que John Huston mostraba en un documental, Let there be light (1946), los traumas que provocaba la guerra en un grupo de soldados, Edward Dmytryk estrenaba una película, Hasta el fin del tiempo (Till the end of time), donde en clave de ficción se narraba la dificultad con la que se encontraban tres soldados para incorporarse a la sociedad civil después de la contienda. En la película de Dmytryk se incorporaba una escena final escalofriante en la que un grupo de hombres en un bar trataban de captar a los tres protagonistas, totalmente desubicados, para formar parte de una asociación que presumía de querer ‘arreglar’ América pero exigía unos requisitos para pertenecer a ella: “ni negros, ni judíos, ni católicos”. Este hecho sirve para despertar a los tres excombatientes que pelean contra estos hombres y su naciente fascismo (paradojas de la vida, contra lo que se había combatido) y como revulsivo para volver a la sociedad como ciudadanos libres.

Diez años después Nicholas Ray dirigía Más poderoso que la vida (Bigger than life) donde un padre de familia de clase media cae bajo los efectos de una droga y se transforma en un personaje tiránico y ultrareligioso. Ray de esta manera advertía sobre los sentimientos ocultos pero latentes en la sociedad de clase media norteamericana de los años cincuenta (american way of life). Una sociedad que partía de unos comportamientos enfermizos capaz de generar intolerancia, crueldad, fanatismo religioso y crear un vacío a todo aquel que supone una amenaza de ese ‘orden’ porque vive, piensa o siente de otra manera. Curiosamente Let there be light no la distribuyó el Ejército de los Estados Unidos (pues fue encargado por este organismo a Huston) hasta 1980, Till the end of time cayó pronto en olvido y trajo problemas a su realizador durante la Caza de Brujas, y por último, Bigger than life es de las películas más olvidadas de Ray. Sin embargo las tres documentan y analizan un periodo histórico de Norteamérica, un periodo que trata de ser ocultado pero que está ahí, que existe, y que constituye parte del alma de un país. Paul Thomas Anderson sigue esta estela incómoda, esta forma de contar la historia, ese relato que comienza después de la Segunda Guerra Mundial donde un país traumatizado levanta sus cimientos para continuar. Y así entendemos el surgimiento de grupos religiosos y políticos, el american way of life, el anticomunismo que desemboca en la Caza de Brujas, los primeros cimientos para la Guerra Fría…

Paul Thomas Anderson sigue así su trayectoria de cronista histórico de América  pero desde una perspectiva especial. Disecciona los mecanismos de poder y sus efectos perniciosos, las complejas relaciones humanas en una comunidad determinada, la psicología oscura del ser humano, y la vulnerabilidad y fragilidad de las personas… aspectos que se convierten en motores de la Historia. Los años setenta tuvieron su radiografía en Boogie nights, los noventa quedaron reflejados en Magnolia, la América anterior a la crisis del 29 que construye las bases del capitalismo en Pozos de ambición y la América de los 50 en The Master.

The Master no es una película fácil porque presenta una estructura cinematográfica hipnótica e inconexa. Atrae de manera poderosa pero es un relato cinematográfico fracturado donde el espectador debe entrar en el juego. Es como si Paul Thomas Anderson aplicara al espectador ‘la terapia’ a la que somete el gurú Lancaster Dodd (Philipp Seymour Hoffman) a su discípulo Freddie Quell (Joaquin Phoenix). Como si Anderson aplicara la hipnosis y nos dejara al descubierto el inconsciente y su desorden para poder construir un armazón coherente. Así ante los ojos del que mira se suceden una serie de imágenes con una carga simbólica que ha de descifrar…

Los que esperan, por tanto, un retrato que se inspire en el creador de la Cienciología, Ron Hubbard no encontrarán los que buscan. Lo que plantea Paul Thomas Anderson va más allá. Los que buscan un retrato ‘identificado’ de los años cincuenta tal y como se ha reflejado en el cine, se encontrarán con unos años cincuenta metafóricos, con una radiografía de una década con achaques y enfermedades. Ya lo explica Freddie Quell en un momento determinado, cuando va en busca de un recuerdo, una chica llamada Doris… pero que, como dice de manera irónica, no es como la Doris Day del cine. Doris Day representó esos ‘años cincuenta’ que sí perduran en la memoria cinéfila entre confidencias de medianoche.

The Master es de esas películas que no es suficiente con verlas una sola vez. Que con cada nuevo visionado se descubrirá una nueva capa de la cebolla. A pesar de que Paul Thomas Anderson optó por rodarla en 65 mm (el negativo de las películas épicas a lo Lawrence de Arabia) es una película de un intimismo escalofriante que desnuda almas. Y sin embargo hay escenas de deslumbrante belleza que nos hipnotizan: todo ese paraíso perdido que transcurre en el mar donde Quell sintió algo parecido a la felicidad junto a una muñeca de arena desnuda. Esa huida de Quell en unos campos de cultivo tras un inesperado accidente. O esas carreras en moto hacia un punto determinado… Pero también esos interrogatorios o sesiones de terapia que encierran al espectador en un habitáculo junto a los protagonistas. Todo regado con una música inquietante y disonante de Jonny Greenwood o con esas canciones tristes de los años cincuenta convirtiéndose la banda sonora en un personaje más, en una pieza más que encajar en el puzle.

Una de las claves fundamentales de The Master es esa relación reflejada entre el gurú y el hombre traumatizado por la guerra (que arrastraba ya otros traumas) que interpretan de manera especial y excepcional Philipp Seymour Hoffman y un prodigioso Joaquin Phoenix (que habla con ese cuerpo encorvado). Y que refleja magistralmente la crítica final de Paul Thomas Anderson a la manipulación, mentira y fracaso de las ‘nuevas religiones’. Es esa relación la que nos ayuda a construir el puzle y a salir del estado de hipnosis, es esa relación donde Thomas Anderson nos deja claro lo que cuenta. Así asistimos al intento de Dodds de aplicar sus ‘enseñanzas’ a la bestia incontrolada. Y, con regocijo, somos testigos del ‘fracaso’ del lavado de cerebro continuo al que someten a Quells (el elemento perturbador que nunca deja de serlo). Quells devastado y errante ‘parodia’ al final con una mujer en la cama las enseñanzas del maestro, él ha optado por la libertad personal (por seguir su libre albedrío) aunque siga en el camino de la soledad y por aferrarse a su propio paraíso (ese mar con una muñeca de arena desnuda). Él ha optado por su manera de ‘mirar’ el mundo (una de sus muchas profesiones es la de fotógrafo).

El gurú es consciente de que ha sido vencido por el alumno en esa conversación final entre los dos en Inglaterra en la cual le dice que si puede vivir sin servir a ningún hombre que le avise, que le cuente la fórmula para conseguirlo… para entonar a continuación una especie de canción de amor que hace a Quells echar una lágrima furtiva. Esta conversación ejemplifica la rica y compleja relación que se ha establecido entre ambos desde su primer encuentro. El gurú envidia (y ama) esa ‘libertad’ del perdedor Quells, nadie apuesta por él pero nadie le doblega. Y a Quells la relación con el gurú le ha servido para ‘elegir’ libremente su sino. Para tener un espejo en el que reflejarse.

El tercer personaje que parece sacado de una película de terror es la fría, compleja e impasible Peggy (Amy Adams), la mujer de Dodds, y el verdadero cerebro de la ‘nueva religión’. En realidad, ella sabe emplear el carisma de su esposo y agazapar su animalidad para ‘engañar’ a los otros y formar así una sociedad recta donde nadie se salga del camino, que preserve el american way of life. Peggy quiere eliminar de su camino a Quells porque es claramente una pieza discordante que hace saltar en mil pedazos su engañosa filosofía. Actúa en la sombra y sin alterarse en exceso, poco a poco afianza el imperio. Dañina, es más peligrosa que Dodds, ya que éste se muestra imperfecto en varios momentos y vulnerable. Ella apenas pierde los nervios y su sonrisa helada.

The Master de Paul Thomas Anderson deja múltiples puertas abiertas. En cada visionado cruzaremos un umbral diferente…

(Este texto lo publiqué en el blog Cinefilias y cinofobias el 8 de enero de 2013)

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Hermanos en el cine: dos o más… (y tercera parte)

americanhistoryx

Muchas son las películas donde los protagonistas son hermanos. Y protagonizan todas las modalidades y todos los géneros posibles. Hay hermanos que dan risa, otros nos hacen llorar. Algunos se aman, otros se hacen daño y otros se aman y se odian a la vez. Algunos se admiran entre sí o se decepcionan los unos con los otros. El de más allá recuerda y el de más acá siente nostalgia. Protagonizan cine negro, cine cómico, cine musical, melodrama… Y muchos se han convertido en inolvidables.

Así de manera desordenada vienen un montón de hermanos de ficción a mi cabeza. Los más recientes que habitan en mi cabeza son dos hermanos de vidas complejas y torturadas. No pueden evitar hacerse muchísimo daño porque habitan en un ‘sitio oscuro’ pero también se quieren y por ello sufren más el uno por el otro. Ninguno de los dos puede ser feliz y sobrevive cada uno como puede. Los dos son autodestructivos e incapaces de llevar las riendas emocionales de sus vidas. Se llaman Brandon y Sissy y vivimos con ellos unos días en Nueva York en Shame de Steve McQueen.

O también reciente es el retrato de dos hermanas que esperan de maneras muy diferentes el fin del mundo. El planeta Melancolía se estrella contra el mundo. Y es muy diferente, la fragilidad y vulnerabilidad de Justine, que desde su continua depresión y desorden emocional ya lo da todo por perdido luego se hace fuerte ante el final y el caos, y la seguridad y vida controlada de Claire que de pronto ve como toda su vida ordenada se desmorona y se le escapa todo de las manos.

Siguiendo con Kirsten Dunst que era el rostro de una de las hermanas ficticias que Lar von Triers llevó a las pantallas, vemos como también su rostro acompañaba a una de las hermanas de la familia Lisbon. Cinco hermanas perfectas y bellas de las que se enamoraban todos los chicos de barrio… pero que se convertían, sin explicación alguna, en las vírgenes suicidas.

Pero siguiendo también la estela del cine danés recuerdo la penúltima película de Thomas Vinterberg, Submarino, donde el director diseccionaba la dura historia de dos hermanos que viven un hecho traumático en su infancia que marca sus vidas para siempre. Impresionante. Por otra parte la realizadora Susanne Bier nos también la historia de dos narra en Hermanos. Uno de ellos, con su vida organizada y feliz tiene que irse a la guerra de Afganistán y el otro que llevaba una vida sin rumbo, el hermano pequeño, ante tal situación se responsabiliza de la familia de su hermano. Cuando el hermano, roto por una experiencia traumática en la guerra, regresa al hogar… estalla el conflicto.

Pero quiero ahora marcharme a la comedia. Y entonces la última comedia romántica que me ha gustado y mucho es El amigo de mi hermana. Donde se nos cuenta un fin de semana de enredos en una casa en la montaña. Los protagonistas son dos hermanas y el amigo de una de ellas.

Y siguiendo la estela de la alegría recuerdo uno de los musicales que más vi cuando era pequeña y que más me gustaba: Siete novias para siete hermanos. Me parecía el colmo de lo divertido esa casa en la montaña con siete rudos hermanos pero encantadores y cómo secuestran a las chicas de sus sueños y además las enamoran… Y mientras números musicales y canciones que me encantaban. Tanto es así que mis padres casi todos los domingos me despertaban con un disco de vinilo con la banda sonora de la película.

El cine clásico, el de blanco y negro, también nos regaló retratos inolvidables de hermanos. Recuerdo una de mis películas favoritas La ley del silencio y una de las tramas que más me gustan: la relación entre Terry, el boxeador fracasado, con su hermano mayor, Charlie, que trabaja para el gánster más poderoso del puerto. O me viene a la cabeza una cinta de cine negro La fuerza del destino donde Joe Morse, abogado que trabaja para un mafioso, tiene que perjudicar a su hermano mayor que lleva una pequeña casa de apuestas.

Otro filón para películas de distinta índole, normalmente de terror o misterio pero también para la risa son los hermanos gemelos. Así Robert Siodmak nos dejó A través del espejo con una Olivia de Havilland desdoblada en dos hermanas gemelas muy diferentes. O Cronenberg nos dejaba la inquietante Inseparables con dos hermanos gemelos pero antagónicos en sus personalidades. O la película de Walt Disney Tú a Boston y yo a California donde dos hermanas gemelas, que no se conocían porque al divorciarse sus padres cada uno se comprometió con el cuidado de una de sus hijas, se reencuentran en un campamento de verano y deciden que tienen un único objetivo: que sus padres vuelvan a enamorarse. En el terreno de comedia Fernando Trueba rizó el rizo y cuenta en Two Much la historia de un hombre que decide inventarse un gemelo para así poder seducir a dos hermanas (una es su novia y de la otra está enamorado).

Tampoco se olvidan las películas que rememoran la historia bíblica de Caín y Abel y uno de sus mejores ejemplos sin duda es Al este del edén de Elia Kazan donde vemos la compleja historia entre Cal y Aaron. El momento del conflicto estalla en un momento histórico convulso, antes de la intervención de EEUU en la Primera Guerra Mundial. Y esa relación es compleja porque ni Caín es tan malo ni Abel tan bueno, son dos jóvenes con sus partes luminosas y sus partes oscuras. Y para entender esa relación hay que comprender su infancia y la relación de ambos con su estricto padre.

Y otra forma de contar una historia es el de un hermano, normalmente el pequeño, que rememora su relación con el hermano más mayor (o también puede ser al contrario pero no es lo más normal). Así hace poco rescatamos del viejo baúl de películas Su propio infierno de John Frankenheimer donde nos cuenta cómo un joven adolescente va descubriendo el rostro oscuro de su hermano mayor al que admira desde siempre. También recuerdo otra película que me fascina La ley de la calle de Francis Ford Coppola donde un adolescente siempre habla con admiración de su hermano mayor, el chico de la moto y líder de las pandillas del barrio. Robert Redford dirigió la nostálgica El río de la vida donde somos testigos de la vida de dos hermanos, hijos de un pastor protestante, que llevan vidas bien diferentes pero unidos por una afición: la pesca. Malick dirigió Días del cielo narrada desde el punto de vista de una niña, Linda, que viaja con su hermano mayor Bill y la pareja de éste durante los duros años de la Depresión. O recuerdo también Propiedad condenada donde la narradora es otra niña que rememora la trágica historia, también en tiempos de Depresión, de su hermana mayor. Edward Furlong protagonizó dos películas como hermano pequeño que admira a su hermano mayor pero en unos contextos muy complejos. Una fue American History X donde su hermano mayor era un neonazi que termina en prisión y cuando regresa no quiere que su hermano pequeño siga sus mismos pasos. La otra se trata de Cuestión de sangre donde su hermano mayor es un asesino profesional.

Los hermanos de ficción dan para muchas buenas historias… y las que quedan por contar…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Birdy (Birdy, 1984) de Alan Parker

birdy

A veces me gusta rescatar películas de mis tiempos mozos y que en el momento que las vi me impactaron bastante. En estos nuevos visionados (porque algunas no las había vuelto a ver hasta ahora) me pasan dos cosas: o me decepcionan al volverlas a ver o me reafirmo en que me entusiasmaron e impactaron en su momento y vuelve a sucederme lo mismo. Y con Birdy de Alan Parker me ha ocurrido lo segundo. Me ha vuelto a gustar y mucho. Y no es una película fácil sino más bien extraña. Aunque a Parker nunca le han asustado los retos extraños.

Birdy es la adaptación cinematográfica de una novela que desconozco del autor y pintor norteamericano William Wharton pero sin embargo la película de Alan Parker pone de relieve varios temas muy tratados en el cine: la amistad durante la adolescencia y la nostalgia del recuerdo (amistades firmes e inquebrantables). Las secuelas que provoca una guerra, en este caso la de Vietnam, y la difícil adaptación de los que fueron a combatir y regresan con profundas heridas físicas y emocionales. El miedo a hacerse mayor, el miedo a relacionarse. El derecho a ser distinto y diferente. La libertad. Y la pasión que se convierte en obsesión: en el caso de Birdy, su pasión por los pájaros la llevará al máximo extremo al querer convertirse en uno cuando regresa de Vietnam.

 

Birdy relata cómo Al (Nicolas Cage) tiene que hacer recordar a su amigo Birdy (Matthew Modine) cosas de su amistad adolescente, cosas que hagan reaccionar a Birdy y le hagan salir de esa desconexión tan brutal con la realidad que se ha creado como escudo. Al tiene el rostro desfigurado tras la explosión de una bomba y está intentando superar sus fracturas emocionales y Birdy tras su regreso de Vietnam se encuentra recluido en un centro psiquiátrico (y probablemente permanezca en él para siempre) comportándose como un pájaro.

Lo primero que me ha llamado la atención es cuando tanto en un momento decisivo de su adolescencia como después en un momento horrible y desesperado en la guerra de Vietnam Birdy se siente pájaro. Siente que su cuerpo sale de la ventana de su cuarto o sobrevuela el horror de Vietnam y logra volar. Con una cámara subjetiva acompañamos a Birdy en esos vuelos, primero por el barrio después por los cielos de Vietnam. Y a vista de pájaro percibimos la libertad que siente el personaje porque por fin alcanza su sueño de alzar el vuelo y sentirse libre. Y me llamó la atención por la forma de rodarlo de Parker, que  recuerdo me hizo sentir esa sensación de vuelo en su momento y al ver otra vez esa sucesión de escenas me han vuelto a traer a la memoria una secuencia en la que me fijé de la película de Amenábar, Mar adentro (2004), cuando el protagonista vuela en sueños. Y en el momento que la vi sentí que ya había visto y vivido esa experiencia. No me equivocaba, la había vivido en Birdy.

Alan Parker narra la película en dos ‘dimensiones temporales’. Una el presente de los dos protagonistas en el hospital psiquiátrico. Dos el pasado nostálgico y construido a veces por Al y otras por la mente (no tan desconectada de la realidad) de Birdy. En la primera dimensión sobrevuela el desencanto, la desazón, el sentido de pérdida de ambos personajes que tratan de sobrevivir un presente que les duele y les sobrepasa. Cada uno emplea sus técnicas de defensa… hasta que ambos logran volver a conectar. A comunicarse. Sobre todo transcurre en el hospital psiquiátrico y sobre todo en la celda de Birdy y alrededores (el despacho del psiquiatra o el gimnasio —donde transcurre una escena estremecedora: en la pared hay una pintada de bienvenida a los soldados que regresan de Vietnam y en ese momento está Al solo y con la cara destrozada, un muchacho sin piernas jugando al baloncesto y otro también si extremidades inferiores subiendo por una cuerda—). Los espacios son importantes así como la luz que entra por la ventana de la celda de Birdy.

En la segunda dimensión espacio-temporal está la adolescencia de ambos personajes que van cimentando una extraña amistad y es construida desde la nostalgia de ambos. Son dos muchachos humildes, de barrio. Cómo se conocieron, cómo conectaron, cómo se convirtieron en cazadores de palomas, las fiestas y clases compartidas, los ligues (sobre todo de Al), los trabajos esporádicos, las relaciones con sus padres, las trastadas, la sensación de un mundo que era todo suyo, los experimentos de Birdy para volar, los miedos de Al ante las ‘locuras’ de su amigo… Y cómo construyen una forma de comunicarse y unas claves fuertes. Cómo se respetan aunque a veces, la mayoría, no se entiendan. Y cómo forman un buen equipo: cada uno con sus debilidades y fortalezas y cómo juntos funcionan, conectan y pueden dar pasos. La guerra y la obsesión de Birdy por volar (y su opción de cada vez aislarse más de los otros) hace que se separen… hasta que vuelven a estar juntos en ese presente sombrío en el hospital psiquiátrico.

Y la película funciona no sólo por el cuidado y mimo de Parker en una película de tono intimista y privado (de hecho estamos siempre en las cabezas de Al o Birdy) sino por la bella dirección de fotografía (sobre todo en el hospital) de Michael Seresin, habitual en las películas de Parker. Por otro lado, tanto Nicolas Cage como el ahora cada vez más olvidado Matthew Modine (¿alguien le olvida en La chaqueta metálica?) realizan una composición perfecta de sus personajes y no sólo hacen evolucionar a sus personajes sino que emocionan… sobre todo en un final abierto esperanzador e inquietante a la vez… Matthew Modine hace suyo un papel complejísimo que podría en manos de un mal actor haber rozado el ridículo y en sus manos regala a un personaje muy complejo y con una sensibilidad especial. Por parte de Cage, está perfecto como el muchacho líder y fuerte del barrio que se convierte en mejor amigo (y protector) del ‘raro’ y que de pronto ve cómo su mundo se derrumba, cómo todos sus ideales y sueños se pierden en una guerra despiadada y cómo sólo le queda aferrarse al amigo, con el que se siente seguro. Con el que se puede mostrar vulnerable.

Como  curiosidad final añadir que el primer trabajo musical en el cine (y no fue el último) de Peter Gabriel fue en Birdy donde se encargó de toda la banda sonora. Quizá es lo que más sitúa a la película en los años ochenta pero capta la intimidad y la nostalgia de la película así como las sensaciones de Birdy al querer volar. Se emplea también canciones tan populares como La Bamba en una de las escenas más emblemáticas que transcurre en el vertedero, canciones históricas que forman la ‘banda sonora’ personal de los protagonistas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (198)

MBDONTH EC041

Química especial: sólo puede entenderse esta clase de química con varios ejemplos científicamente probados en la sala de cine o cuarto de estar:

1.- Charlie Allnut y Rose Sayer pasan mil y una aventuras mientras se enamoran a bordo de La Reina de África, una vieja barcaza…

2.- Devlin y Alicia Huberman se aman y se odian… para siempre encadenados.

3.- Joanna y Mark Wallace son siempre dos en la carretera… con unas gotas de desencanto y un pasaporte que siempre aparece.

4.- Hal Carter y Marjorie Madge Owens siempre bailarán en un picnic en un pueblo Kansas, quizá puedan escapar…

5.- Sally Hyde y Luke Martin se encontraron en un duro regreso.

6.- Robert Kincaid y Francesca Johnson fueron a los puentes de Madison y allí quedaron para siempre sus recuerdos.

7.- Angie Rossini y Rocky Papasano empezaron su amor como dos extraños…

8.- Jackie y George viven entre shampoo y cortes de pelo un amor imposible y desencantado. Son malos tiempos para la lírica.

9.- Sally Bowles y Brian Jones se aman sin futuro en un cabaret…

10.- Mary Hatch y George Bailey viven una pesadilla para quizá darse cuenta de que la vida, aunque dura, merece la pena vivirla juntos.

11.- Holly Golightly y Paul Varyak desayunan con diamantes y lágrimas, también se besan en tarde lluviosa.

12.- Edie Doley y Terry Malloy se aman más allá del silencio.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Jacques Tourneur y el cine propagandístico. Más allá de la ideología…

Los directores que eran artesanos y artistas habitaban el sistema de estudios. En ese maremágnum que era la industria de los sueños algunos dejaban su firma indiscutible. Mostraban que además de ser buenos en su oficio (artesanos) podían ofrecer algo más, un toque que los hacía especiales y reconocibles. Muchas películas de estos directores eran encargos de los grandes estudios… y en esos encargos es donde puede verse cuándo un director domina todas sus herramientas para contar una historia con un estilo propio y trasciende lo que sólo era un ‘pedido’ al servicio de la productora que le tiene bajo contrato. Estos directores tocaban todos los géneros posibles y conectaban más con unas historias que con otras (algunas les eran totalmente ajenas, de otras se apropiaban irremediablemente y se convertían en proyectos cinematográficos personales). Algunas de sus películas son recordadas, reivindicadas y analizadas; otras cayeron en olvido pero a veces cuando se puede recuperar alguna de las olvidadas se descubre algo más de la manera de hacer cine de dicho director.

Uno de esos directores es Jacques Tourneur recordado sobre todo por sus películas especiales de terror (La mujer pantera, Yo anduve con un zombi, El hombre leopardo, La noche del demonio…) o por su paso por el cine negro que analizamos hace relativamente poco. Yo también guardo en mi memoria su paseo por el cine de aventuras con El halcón y la flecha o La mujer pirata. Sin embargo durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial recibió ‘encargos’ de la RKO para realizar un cine propagandístico que dio como resultado dos películas muy interesantes para analizar.

Días de gloria (Days of glory, 1944)

diasdegloria

Hubo un tiempo en que los rusos fueron los aliados de EEUU en la Segunda Guerra Mundial… por lo que la maquinaria de cine propagandístico dejó películas americanas donde sus protagonistas eran nobles rusos que se enfrentaban con coraje al enemigo nazi. Muy lejanos quedaban de la imagen del ruso malvado, calculador y frío que poblaría el cine americano durante el periodo de la Guerra Fría. Sólo por eso ya es interesante recuperar esas películas (otro ejemplo, que ya visitó El viejo baúl de películas fue La estrella del norte de Lewis Milestone). Esta película de Tourneur  tiene además la peculiaridad de que presentó al gran público a un actor joven y bellísimo (futura estrella del firmamento): Gregory Peck. Ya sólo por eso merece la pena verse.

Pero dejemos a Gregory y veamos al Tourneur director que imbuye la película de un espíritu romántico y de ensoñación… convirtiendo el bosque donde viven los guerrilleros en un sitio casi idílico. Ahí va a parar una joven bailarina (Tamara Toumova) que es como una aparición para todos los protagonistas que se encuentran a la espera de llevar a cabo una misión que les supondrá una muerte segura.

La película se desarrolla sobre todo en el escondite donde habitan los guerrilleros (de todas las edades, mujeres y hombres) unidos por un objetivo común: expulsar a los nazis y también en los alrededores, un bosque frondoso. Así se centra en la convivencia del grupo, en su cotidianeidad, en su día a día mientras espera la resolución trágica de su misión. Y la bailarina llega como un elemento extraño que ‘remueve’ las relaciones ya establecidas entre los guerrilleros.

Su delicadeza y sensibilidad, su manera de moverse y de vestir… devuelve algo de poesía al variopinto grupo que olvida, a veces, la sensibilidad a cambio de la supervivencia y las ganas de vencer al enemigo y liberar a su patria. La influencia es mutua. Ella devuelve las ganas de vivir y disfrutar de la belleza del grupo, el grupo hace que ella desee pertenecer a su causa…

Tourneur se mueve perfectamente en el escondrijo creando escenas de gran tensión como la detención del soldado alemán o el intento de huída de éste. Así como logra reflejar una ensoñación romántica y casi etérea cuando la bailarina y el joven jefe (no podía ser otro que el bello Gregory) se descubren enamorados en pleno bosque. El director siempre desarrolló una vena especial para reflejar amores trágicos y complejos. También logra plasmar de manera inolvidable dos muertes: la de la guerrillera enamorada y no correspondida en la soledad del bosque (una manera además de mostrar la maldad de los nazis que disparan sin importarles cuál es el ‘objetivo’ y como diversión). Y la del joven guerrillero Mytia que muere ahorcado por los alemanes pero Tourneur logra reflejar un momento de heroicidad de gran belleza donde el sacrificio del joven es visto por todos sus compañeros y los habitantes de la aldea donde sucede (desde distintos puntos). El momento de la muerte queda fuera de campo… pero sabes a través de la mirada de sus amigos que el final ha llegado. Al joven le muestra como un héroe mártir que no teme a la muerte y que sonríe convencido de su causa a la bailarina que observa en silencio desde el gentío y no puede ser reconocida…

Así Días de gloria merece la pena ser rescatada y mirar más allá de lo propagandístico. Pero también pararse en el fenómeno de este tipo de cine realizado durante la guerra porque precisamente las películas americanas que presentaron a los rusos como aliados fueron luego denostadas y cayeron en olvido por los acontecimientos históricos posteriores (y han sido muy difíciles de ver). Algunas de estas películas además fueron la base de la acusación para que algunos de los profesionales del cine tuvieran que pasar por el comité de actividades antiamericanas y formar parte de las tristes listas negras de la Caza de Brujas…

Berlín exprés (Berlin Express, 1948)

berlinexpress

Berlín exprés es otra interesante película propagandística realizada inmediatamente después de la contienda y que refleja un periodo poco visto en el cine. Y es en una Alemania destruida y ocupada por las distintas potencias aliadas… el camino hacia una posible reconstrucción y colaboración entre todos los aliados para que ese proyecto común sea posible. Así empiezan a verse las dificultades para llevar a cabo este camino, empiezan a vislumbrarse las diferencias entre las distintas potencias (por ejemplo entre americanos y rusos sentando así las bases futuras de lo que sería la Guerra Fría) y lo complejo de construir tiempos de paz.

Tourneur convierte esta película en recomendable no sólo porque es una película de intriga entretenida (con ramalazos de cine negro) sino porque se convierte también en un documento histórico de una época (y porque cuenta con imágenes documentales que muestran de primera mano cómo quedó tras la guerra Berlín y Frankfurt). El realizador refleja un determinado estado de ánimo, un ambiente, muestra destrucción y desolación, desasosiego. Y en ese estado de ánimo construye una intriga. Los protagonistas son los pasajeros de un tren… cada uno de una nacionalidad distinta y con un papel determinado.

Tourneur ya muestra su maestría en la presentación de los personajes en el tren y en el desarrollo del ‘asesinato’ que se produce en el interior y que será el germen del conflicto. Todos los personajes son testigos y por circunstancias forman un equipo de investigación. El realizador sigue mostrando su forma de expresar en imágenes… ese payaso corriendo por un barrio en ruinas. O el descubrimiento de un hombre que se ha suicidado… O esa pelea a muerte dentro de un tonel enorme de cerveza. Así como todas las escenas que se desarrollan en los trenes o en las propias estaciones. O en los locales clandestinos… No hay respiro.

Así Berlín exprés presenta varios elementos a tener en cuenta (y varios de ellos gracias al realizador): la ambientación, la plasmación de un estado de ánimo en una posguerra reciente, la riqueza de las imágenes documentales, el buen uso de las herramientas que conforman una intriga (y que arrastra además un halo de cine negro… en el guion está la firma del hermano de Robert Siodmak, Curt) y, por último, un reparto atractivo donde se pueden ver caras como las de Merle Oberon, un joven Robert Ryan o el veterano Paul Lukas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.