The Master de Paul Thomas Anderson

themaster

En el mismo año que John Huston mostraba en un documental, Let there be light (1946), los traumas que provocaba la guerra en un grupo de soldados, Edward Dmytryk estrenaba una película, Hasta el fin del tiempo (Till the end of time), donde en clave de ficción se narraba la dificultad con la que se encontraban tres soldados para incorporarse a la sociedad civil después de la contienda. En la película de Dmytryk se incorporaba una escena final escalofriante en la que un grupo de hombres en un bar trataban de captar a los tres protagonistas, totalmente desubicados, para formar parte de una asociación que presumía de querer ‘arreglar’ América pero exigía unos requisitos para pertenecer a ella: “ni negros, ni judíos, ni católicos”. Este hecho sirve para despertar a los tres excombatientes que pelean contra estos hombres y su naciente fascismo (paradojas de la vida, contra lo que se había combatido) y como revulsivo para volver a la sociedad como ciudadanos libres.

Diez años después Nicholas Ray dirigía Más poderoso que la vida (Bigger than life) donde un padre de familia de clase media cae bajo los efectos de una droga y se transforma en un personaje tiránico y ultrareligioso. Ray de esta manera advertía sobre los sentimientos ocultos pero latentes en la sociedad de clase media norteamericana de los años cincuenta (american way of life). Una sociedad que partía de unos comportamientos enfermizos capaz de generar intolerancia, crueldad, fanatismo religioso y crear un vacío a todo aquel que supone una amenaza de ese ‘orden’ porque vive, piensa o siente de otra manera. Curiosamente Let there be light no la distribuyó el Ejército de los Estados Unidos (pues fue encargado por este organismo a Huston) hasta 1980, Till the end of time cayó pronto en olvido y trajo problemas a su realizador durante la Caza de Brujas, y por último, Bigger than life es de las películas más olvidadas de Ray. Sin embargo las tres documentan y analizan un periodo histórico de Norteamérica, un periodo que trata de ser ocultado pero que está ahí, que existe, y que constituye parte del alma de un país. Paul Thomas Anderson sigue esta estela incómoda, esta forma de contar la historia, ese relato que comienza después de la Segunda Guerra Mundial donde un país traumatizado levanta sus cimientos para continuar. Y así entendemos el surgimiento de grupos religiosos y políticos, el american way of life, el anticomunismo que desemboca en la Caza de Brujas, los primeros cimientos para la Guerra Fría…

Paul Thomas Anderson sigue así su trayectoria de cronista histórico de América  pero desde una perspectiva especial. Disecciona los mecanismos de poder y sus efectos perniciosos, las complejas relaciones humanas en una comunidad determinada, la psicología oscura del ser humano, y la vulnerabilidad y fragilidad de las personas… aspectos que se convierten en motores de la Historia. Los años setenta tuvieron su radiografía en Boogie nights, los noventa quedaron reflejados en Magnolia, la América anterior a la crisis del 29 que construye las bases del capitalismo en Pozos de ambición y la América de los 50 en The Master.

The Master no es una película fácil porque presenta una estructura cinematográfica hipnótica e inconexa. Atrae de manera poderosa pero es un relato cinematográfico fracturado donde el espectador debe entrar en el juego. Es como si Paul Thomas Anderson aplicara al espectador ‘la terapia’ a la que somete el gurú Lancaster Dodd (Philipp Seymour Hoffman) a su discípulo Freddie Quell (Joaquin Phoenix). Como si Anderson aplicara la hipnosis y nos dejara al descubierto el inconsciente y su desorden para poder construir un armazón coherente. Así ante los ojos del que mira se suceden una serie de imágenes con una carga simbólica que ha de descifrar…

Los que esperan, por tanto, un retrato que se inspire en el creador de la Cienciología, Ron Hubbard no encontrarán los que buscan. Lo que plantea Paul Thomas Anderson va más allá. Los que buscan un retrato ‘identificado’ de los años cincuenta tal y como se ha reflejado en el cine, se encontrarán con unos años cincuenta metafóricos, con una radiografía de una década con achaques y enfermedades. Ya lo explica Freddie Quell en un momento determinado, cuando va en busca de un recuerdo, una chica llamada Doris… pero que, como dice de manera irónica, no es como la Doris Day del cine. Doris Day representó esos ‘años cincuenta’ que sí perduran en la memoria cinéfila entre confidencias de medianoche.

The Master es de esas películas que no es suficiente con verlas una sola vez. Que con cada nuevo visionado se descubrirá una nueva capa de la cebolla. A pesar de que Paul Thomas Anderson optó por rodarla en 65 mm (el negativo de las películas épicas a lo Lawrence de Arabia) es una película de un intimismo escalofriante que desnuda almas. Y sin embargo hay escenas de deslumbrante belleza que nos hipnotizan: todo ese paraíso perdido que transcurre en el mar donde Quell sintió algo parecido a la felicidad junto a una muñeca de arena desnuda. Esa huida de Quell en unos campos de cultivo tras un inesperado accidente. O esas carreras en moto hacia un punto determinado… Pero también esos interrogatorios o sesiones de terapia que encierran al espectador en un habitáculo junto a los protagonistas. Todo regado con una música inquietante y disonante de Jonny Greenwood o con esas canciones tristes de los años cincuenta convirtiéndose la banda sonora en un personaje más, en una pieza más que encajar en el puzle.

Una de las claves fundamentales de The Master es esa relación reflejada entre el gurú y el hombre traumatizado por la guerra (que arrastraba ya otros traumas) que interpretan de manera especial y excepcional Philipp Seymour Hoffman y un prodigioso Joaquin Phoenix (que habla con ese cuerpo encorvado). Y que refleja magistralmente la crítica final de Paul Thomas Anderson a la manipulación, mentira y fracaso de las ‘nuevas religiones’. Es esa relación la que nos ayuda a construir el puzle y a salir del estado de hipnosis, es esa relación donde Thomas Anderson nos deja claro lo que cuenta. Así asistimos al intento de Dodds de aplicar sus ‘enseñanzas’ a la bestia incontrolada. Y, con regocijo, somos testigos del ‘fracaso’ del lavado de cerebro continuo al que someten a Quells (el elemento perturbador que nunca deja de serlo). Quells devastado y errante ‘parodia’ al final con una mujer en la cama las enseñanzas del maestro, él ha optado por la libertad personal (por seguir su libre albedrío) aunque siga en el camino de la soledad y por aferrarse a su propio paraíso (ese mar con una muñeca de arena desnuda). Él ha optado por su manera de ‘mirar’ el mundo (una de sus muchas profesiones es la de fotógrafo).

El gurú es consciente de que ha sido vencido por el alumno en esa conversación final entre los dos en Inglaterra en la cual le dice que si puede vivir sin servir a ningún hombre que le avise, que le cuente la fórmula para conseguirlo… para entonar a continuación una especie de canción de amor que hace a Quells echar una lágrima furtiva. Esta conversación ejemplifica la rica y compleja relación que se ha establecido entre ambos desde su primer encuentro. El gurú envidia (y ama) esa ‘libertad’ del perdedor Quells, nadie apuesta por él pero nadie le doblega. Y a Quells la relación con el gurú le ha servido para ‘elegir’ libremente su sino. Para tener un espejo en el que reflejarse.

El tercer personaje que parece sacado de una película de terror es la fría, compleja e impasible Peggy (Amy Adams), la mujer de Dodds, y el verdadero cerebro de la ‘nueva religión’. En realidad, ella sabe emplear el carisma de su esposo y agazapar su animalidad para ‘engañar’ a los otros y formar así una sociedad recta donde nadie se salga del camino, que preserve el american way of life. Peggy quiere eliminar de su camino a Quells porque es claramente una pieza discordante que hace saltar en mil pedazos su engañosa filosofía. Actúa en la sombra y sin alterarse en exceso, poco a poco afianza el imperio. Dañina, es más peligrosa que Dodds, ya que éste se muestra imperfecto en varios momentos y vulnerable. Ella apenas pierde los nervios y su sonrisa helada.

The Master de Paul Thomas Anderson deja múltiples puertas abiertas. En cada visionado cruzaremos un umbral diferente…

(Este texto lo publiqué en el blog Cinefilias y cinofobias el 8 de enero de 2013)

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

5 comentarios en “The Master de Paul Thomas Anderson

  1. Extraordinario viaje con el que coincido practicamente al cien por cien. Muy acertado y muy a cuento el recuerdo de la película de Nicholas Ray y del documental. Es curioso que esta temática no triunfó, en contraposición a los films de propaganda bélica. Y llegó incluso a afectar a películas como «el motin de Caine».
    Coincido en que la película resulta hipnótica a la vez que monumental. Creo que es la mejor obra que vi el año pasado sin discusión. Y no la he comentado por una razón que tu expresas muy bien. Necesito un segundo visionado para alcanzar a saborear el complejo entramado histórico- intelectual que plantea Anderson.
    Estamos, como bien apuntas, mucho más allá de un film de tesis. Y los tres personajes principales son portentosos. Ese elemento pertubador saca a la luz todas las contradicciones del dogma implantado. Sensacional diagnóstico. Genial película. Un abrazo.

  2. Sí, para mí también ha sido una de las películas del año por lo que a posteriori me ha hecho pensar y recordar. La vi en el momento de su estreno y aún hoy la tengo super reciente en mi cabeza. Sí, es necesario más de un visionado para sacarle todo su jugo y más. Entre lo hipnótico, lo perturbador y lo monumental surge una radiografía misteriosa y apasionante.

    Besos
    Hildy

  3. Muy interesante, entro al debate. Antes de escribir mis críticas no suelo leer a nadie, ya que creo que uno se «contamina» aunque también puedes recoger algunas ideas que trabajar, sin embargo caes en perder tu apreciación más verdadera, aunque alguna información resulte atractiva para el lector. De ello que me halla perdido un hecho interesante y valioso (leído posteriormente en una página web), que Let there be light de Huston influencia a Paul Thomas Anderson. Pero hay otros dos puntos con los que no he podido congeniar con la mayoría de críticas, uno la ambiguedad e inconexión que muchos ven en The master, yo he sentido que de un punto a otro el panorama está muy claro, solo que este permite pensar mucho el tema, divagar y exprimirlo, genera muchas apreciaciones y aristas, resaltando la afiliación a una gregaria, a sentirse parte de, y la proclividad a ser esclavos, a dimitir de nuestra individualidad valga la paradoja ya que en ciertos casos en apariencia no lo parece; analizando la libertad en todo ámbito, lo sexual e ideológico, condensando el argumento. Hay partes que se asumen desde el conjunto, creo que Thomas Anderson simplemente «deriva» y ejerce la reiteración.

    Y otro punto que no comparto es que la esposa del maestro sea el verdadero líder del grupo, quizá si el motor en sentido de que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, y pues el peso del maestro es tan grande, creer en algo totalmente independiente y nuevo, que se dan momentos de flaqueza y ahí está su mejor adoctrinada, la mujer que lo idolatra para encaminarlo; no obstante es el maestro el ente de las ideas y el gestor del movimiento, es suyo en toda palabra, y no me disuade ese lapso de masturbación que es el que implica el pensamiento del poder de esta mujer, sino es como decirle que su grandeza es humana, es como ponerle los pies en la tierra, ya que el conjunto no refleja más que las decisiones del maestro. La esposa detesta al aprendiz en el papel de Phoenix y sin embargo sigue con ellos, otra prueba de la difícil tarea de creer en si mismo de parte de Lancaster Dodd. Lo demás que has escrito lo comparto o me gusta mucho. Este filme para mi era el mejor de los últimos Oscar, me parece una obra maestra. Besos, Hildy.

    PD 1: Una de las mejores películas peruanas que se han hecho toca este tema de la dificultad de insertarse a la sociedad tras haber asimilado la guerra y su cariz psicológico. Se llama Días de Santiago, y es mi favorita. Te la recomiendo.

    PD2: Te pido disculpas si es que en algún momento he lucido un poco cerrado, a veces trato solo de defender mi punto y termina malinterpretándose, en ese sentido me falta la diplomacia y es que además suelo ser muy individual, pero aprecio el debate y tu análisis es muy prodigioso.

  4. Me apunto, querido Mario, DÍAS DE SANTIAGO. Y ya sabes que a mí me encanta compartir miradas y puntos de vista y que se construyan críticas constructivas. Así que me resulta siempre interesante que expongas tu punto de vista. Porque así se aporta riqueza al diálogo y aunque se piense distinto es bueno aprender y conocer otros planteamientos y razonamientos sobre, en este caso, la película de THE MASTER. Lo que muestra que Anderson ha logrado construir algo potente porque genera pensamiento, diálogos y debates. Yo también pienso que Paul Thomas Anderson sabe muy bien lo que quiere contar y mostrar y cómo lo cuenta. Respecto al personaje femenino proyectamos dos miradas diferentes pero ambas con sus detalles y matices interesantes.

    Un placer leerte y yo, ya sabes, que me sigo paseando por tus nenúfares efervescentes

    Besos
    Hildy

  5. Pingback: PETRÓLEO (Pozos de ambición) | Diccineario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.