Amigos apasionados (The passionate friends, 1949) de David Lean

… en un momento clave de la película Steven (Trevor Howard) le dice a Mary (Ann Todd) que se dirigen hacia las nubes. Y ésas son las palabras que definen su relación y el tono de esta magnífica película de David Lean desconocida por mí hasta ahora. Cuando Steven y Mary se encuentran, directamente entran en un estado de ensoñación que les hace estar en las nubes. Porque ése es el sentimiento que tiene Mary de su historia con Steven, nunca terminada. Amigos apasionados es un relato subjetivo desde el alma de una mujer. No es más que un precioso monólogo interior. No tenemos por qué entender a Mary pero sentimos con ella su historia con Steven (su amor de juventud) y Howard (su marido, un siempre venerado Claude Rains).

A David Lean se le suele relacionar con grandes epopeyas como El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia o Doctor Zhivago, pero sin embargo también cultivó un cine intimista cuya obra más difundida es la maravillosa Breve encuentro. Amigos apasionados entraría en este segundo grupo. Cuenta de manera excepcional, empleando la narración cinematográfica (un uso de la imagen y la puesta en escena brillante y excelente) con delicadeza, una historia a tres bandas. La historia que une los destinos de Mary, Steven y Howard. La narración es preciosa y exquisita y en un principio piensas que los amigos apasionados a los que se refiere el título son Mary y Steven… pero en la impresionante secuencia final para mí queda claro que los amigos apasionados son sin duda Mary y Howard. David Lean toma como inspiración un relato, que desconozco, de H. G. Wells (sí, sí el autor de La guerra de los mundos).

Si nos quedamos en la superficie podemos decir que Amigos apasionados narra la historia de un adulterio. Pero es quedarse muy en la superficie porque lo hermoso de David Lean es cómo narra esta historia a tres bandas. Amigos apasionados empieza con un monólogo interior y encadena una serie de flash back para narrarnos la historia siempre inconclusa y los encuentros entre Mary y Steven. Ellos fueron jóvenes enamorados pero Mary decide no entregarse al amor fou, no pertenecer a nadie sino a sí misma, como ella explica a un confuso Steven… Mary opta por una vida práctica y sin riesgo alguno con un hombre más mayor que ella y bastante rico que solucionará su vida para siempre. Mary se casa con Howard, que tiene la misma perspectiva práctica del matrimonio. Con lo que no cuenta Mary es que cada vez que se encuentre a lo largo de los años con Steven se va a montar en una nube y le va a costar bajar de ella… Y lo que no se espera Mary es que en el encuentro crucial con Steven que desencadena la película, ese encuentro en un paisaje idílico de Suiza entre montañas y naturaleza… va a cambiar su vida de manera radical. De tal manera que la segura y fría Mary pierde las riendas de su existencia y su brújula perfectamente construida deja de funcionar. Y lo que menos se espera es quién la va a rescatar…

No hay mejor manera que mirar Amigos apasionados más que dejándose llevar en ese terreno de ensoñación en el que navega la película. David Lean nos la cuenta desde el corazón de la protagonista que no para de latir y reflexionar. También en este triángulo de infidelidades juega muy bien a la intriga y el suspense dejándonos escenas memorables como la de los prismáticos y la primera reunión de los tres en casa de Mary y Howard. Además los tres personajes están magníficamente perfilados y muy bien interpretados (¡bendito Claude Rains!).

El uso de la narración cinematográfica por parte de David Lean es uno de los puntos que más he disfrutado y más me ha emocionado en Amigos apasionados. Podría elegir muchísimas escenas pero comparto una: y es el momento en el que Mary vuelve corriendo de su ‘breve encuentro’ en las montañas suizas con Steven a la habitación de su hotel para poder despedirse de él desde el balcón ya que Steven tiene que irse en lancha a continuar su viaje de trabajo. Toda esta escena la está viendo un Howard roto sentado en una silla. Ve cómo su esposa entra corriendo a la habitación, con un traje blanco bellísima, cómo se precipita al balcón, cómo se despide emocionada del amado, cómo se queda rota ante la despedida y cómo se da la vuelta con lágrimas en los ojos y entra a la habitación… y se encuentra con él mirándola desde la silla… Todo sin una sola palabra.

La cámara trata con sumo cuidado cada uno de los gestos de Ann Todd como Mary. Sus ojos en penumbra cuando va a realizar un viaje al pasado o va a protagonizar una ensoñación. Su sonrisa ante la alegría de una llamada o la esperanza de un encuentro. Los sentimientos pasean por el rostro de la actriz. Y es que Amigos apasionados es uno de esos ejemplos de un director de cine enamorado de su actriz… y que logra que eso trascienda más allá de la cámara. Terminó casándose con Ann Todd y realizó con ella dos películas más: Madeleine y La barrera del sonido. Llevaba un tiempo detrás de las películas de ambos. Y ésta ha sido mi primera y satisfactoria incursión. A Ann Todd sólo la tenía localizada como la esposa de Gregory Peck en El proceso Paradine, película de Hitchcock no muy bien valorada y que sin embargo, como ya escribí en un lejano post, a mí me gusta y fascina bastante.

Y ha sido también un descubrimiento de otro buen trabajo de dos actores que me gusta ir localizando su filmografía. Uno es Claude Rains, uno de esos actores que difícilmente decepcionan y que además son camaleónicos. Y el otro es Trevor Howard protagonista también de Breve encuentro.

… y mientras el calor sigue en estas tardes de verano, puede llegar a olvidarse subiéndonos en una nube para encontrarnos con la historia de unos amigos apasionados.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Elefante blanco de Pablo Trapero

“Pero lo que más me gusta son las cosas que no se tocan…”, dice así la canción de los Intoxicados que se oye al principio y al final de esta nueva película de Pablo Trapero, Elefante blanco. Y es cierto, ahí está la más bella de las sinopsis posibles, Elefante blanco trata sobre “las cosas que no se tocan”. Y a mí fue de esas espectadoras que le llegó, que percibió lo que no se toca y por ello se emocionó profundamente.

Desde la primera secuencia, Pablo Trapero me atrapó con su forma de contar. En la presentación de los dos protagonistas se toma unos 10 minutos o más de este intenso largometraje sin empleo de la palabra… y ya nos cuenta a través de la imagen y de la acción sin embargo mucho de esta historia y de la actitud ante la vida de dos hombres que hasta que no pasan esos minutos iniciales no sabemos que ambos dos son dos curas católicos.

Al primero que vemos es al padre Julián al que le están haciendo un escáner cerebral. Y después nos encontramos frente a frente al padre Nicolás que se encuentra en plena selva y se convierte en un superviviente con miedo de un ataque paramilitar a una pequeña aldea.

Después Julián va a buscar a un Nicolás traumatizado y herido. Se queda junto a él y cuando se encuentra algo mejor se lo lleva a una barriada de Buenos Aires. En el trayecto en coche les lleva una joven, la tercera protagonista y trabajadora social laica, que les deposita en la zona donde va a transcurrir el metraje: una gran mole, un antiguo proyecto de hospital, que recibe el nombre de Elefante blanco, donde alrededor se articula toda una vida vecinal y un proyecto social que los protagonista tratan de sacar adelante… y entonces comenzamos a oír la música de los Intoxicados. Pablo Trapero, por lo menos, a mí ya me atrapó para su historia.

Los tres protagonistas son Ricardo Darín, Jérémie Renier y Martina Gusmán. El primero y la tercera (también es la esposa del director) ya han trabajado con Pablo Trapero, de hecho todavía es reciente esa relación trágica y triste entre dos personajes rotos en la tremenda Carancho. El cine de Pablo Trapero siempre muestra una herida de Argentina. Empezó en el mundo del largometraje en 1999 con Mundo grúa y se ha ido consolidando con una filmografía interesante: El bonaerense, Familia rodante, Leonera

… Aquí Trapero no sólo trabaja también con el actor belga Jérémie Renier sino que también toma trazos del cine social y de la manera de narrar cinematográficamente de los hermanos Dardenne (Renier es su actor fetiche) totalmente integrados con su estilo visual. Así Elefante blanco se convierte en una película potente que trata de atrapar las complejidades de la vida en las barriadas de Buenos Aires. Asistimos a la vida vecinal, a los problemas más acuciantes como el de la vivienda, la falta de futuro de los jóvenes, las dificultades de trabajo, y la red de narcotraficantes. A la vez la inoperancia de los poderes locales y la falta de compromiso de las altas jerarquías de la Iglesia así como la represión policial en toda su crudeza. Y en medio de toda esta vorágine el trabajo diario no sólo de los vecinos que tienen que vivir ahí su día a día sino de personas que se comprometen con una barriada, con un proyecto social, con un intento de transformación y de mediación para intentar mejorar la situación social de la zona. Ahí están estos curas villeros (que trabajan en estas villas) muy alejados en su forma de entender la religión y el compromiso con el otro de los altos estamentos de la Iglesia. Y también nos encontramos con una trabajadora social militante en su forma de trabajar y vivir la barriada. Y estos personajes, los tres, son absolutamente humanos. No son héroes. Son ciudadanos que se comprometen hasta los tuétanos. Pero los tres tienen miedos, cansancios, desengaños, defectos, dudas, ganas de abandono… pero los tres terminan teniendo claro que les ‘ata’ la barriada y lo que les ocurra a sus gentes… aunque tengan distintas actitudes, distintos pensamientos, distintas maneras de encarar los problemas y distintas maneras de encontrar soluciones. Sin embargo los tres crean un fuerte triunvirato continuamente a prueba.

Son muchas las escenas que conmueven. Y muchos los momentos de reflexión. Uno de ellos es la continuidad en la lucha y cómo evolucionan las formas de violencia. La película lanza un homenaje al padre Carlos Múgica, un cura villero que fue asesinado en el año 1974… Julián continúa en la misma lucha que Múgica. Sigue enfrentándose a los mismos problemas en las barriadas, con las mismas dificultades (que han evolucionado pero siguen siendo dificultades). Julián es respetado en el barrio pero día a día se enfrenta, con el mismo tesón, a problemas continuos. Julián es una figura incómoda, cuando quiere ir más allá de la labor pastoral, para las autoridades locales, eclesiales y para las fuerzas del orden. Julián tiene el rostro de Ricardo Darín. Y Ricardo Darín es uno de los actores más creíbles cuando refleja a un hombre sobrepasado por los problemas y cansado de llevar las riendas… pero que finalmente no se rinde nunca. No hay nadie como Darín para darnos esas escenas en las que desearía mandarlo todo a la mierda. Y le entiendes perfectamente. Ya lo hizo de manera magistral en El hijo de la novia y ahora aquí en Elefante blanco nos enseña otra escena con la misma fuerza. A Julián se le escapan las fuerzas y con ello le sobrevienen las dudas. Pero quiere estar seguro de que este trabajo social va a continuar y en las manos de las personas adecuadas, comprometidas, con una cultura de paz por bandera.

También como el padre Nicolás está magnífico Renier. Cada vez me gusta más. Me conmueve con los Dardenne. Me ha convencido con Trapero. Él es un cura que ha vivido frente a frente con la muerte y eso le remueve. Le remueve sus creencias. Le remueve la mirada. Si ya estaba convencido de la acción y el impulso ahora lo ve más claro. Y conecta totalmente con la mirada, la militancia y la forma de trabajar de la trabajadora social (Martina Gusmán, totalmente creíble).

Y en una barriada hay sitio para los momentos hermosos y festivos, para el día a día, y también para el horror. Para el recogimiento y la confesión. Para el amor. Pero sobre todo para lucha y desgraciadamente para la tragedia de personas cotidianas que sólo tuvieron la mala suerte de nacer y vivir en una barriada donde la injusticia social y otras más campan a sus anchas.

Pablo Trapero me atrapó totalmente porque “lo que más me gusta son las cosas que no se tocan”.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El Skylab (Le Skylab, 2011) de Julie Delpy

El Skylab es mi primer acercamiento a la Julie Delpy directora. Y no ha sido un acercamiento del todo satisfactorio aunque sí reconozco un estilo, una forma de contar y algunos aciertos. Sin embargo no salí del cine exultante sino más bien fría ante una historia que tenía todos los ingredientes para emocionarme profundamente. Existe prácticamente un subgénero que es el de las reuniones familiares y que ha dado frutos en el cine europeo como Una partida de campo de Jean Renoir por irnos al terreno de lo clásico o siguiendo la misma senda la maravillosa La familia de Ettore Scola o si nos topamos con el presente, La prima cosa bella. Hay reuniones familiares escalofriantes como la que muestra Vintenberg en Celebración. Y así un largo etcétera. Delpy opta como La prima cosa bella por la nostalgia. Y nos traslada a un largo día de un verano de 1979.

A mi parecer el primer ‘pero’ de esta obra cinematográfica es la premisa de la cual parte para retroceder en el tiempo en un largo flash back y hacer entender al espectador que el punto de vista que va a predominar es el de la niña Albertine. Una premisa totalmente insustancial, tan insustancial que es una escena absolutamente prescindible al igual que la escena final del regreso del flash back. Los dos signos de paréntesis con los que se abre y cierra la película carecen de fuerza e interés… con lo cual ya no entro con emoción ni salgo con la nostalgia en la mirada. Me desinflo en un segundo.

Pero una vez que nos vamos al pasado… hay algo que me encanta en la manera de rodar Julie Delpy este día en la casa de la tía Suzette para celebrar el cumpleaños de la abuela… Es casi como si pusiera una super 8 en funcionamiento y a rodar… Así consigue una atmosfera amateur donde todos se comportan de manera espontánea y natural… al igual que todo lo que acontece y nos traslada a esos años 70 y en concreto a un día determinado: 11 de julio de1979, día en que la estación espacial estadounidense Skylab cayó sobre territorio australiano.

Así como ocurría en esas grabaciones familiares en super 8 hay momentos que merecen la pena, que son divertidos, nostálgicos, frescos (como el cuento de la dorada en el coche)… y otros que no tienen interés alguno. Con El Skylab de Julie Delpy ocurre lo mismo. Aparte me ocurrió algo… no empaticé con prácticamente ninguno de los personajes adultos. A mi parecer lo más conseguido por Delpy y lo más logrado es su reflejo del mundo de la infancia y la adolescencia. Es decir el mundo que rodea a Albertine y sus primos. Las peleas rápidas, las reconciliaciones más veloces aún, los juegos que son siempre aventura, el vivir el sexo a través del juego de manera totalmente limpia y natural, los amores veraniegos, los primeros desengaños, las carreras, los baños en la playa, los primeros guateques, el descubrimiento de la muerte, el amor por los más mayores, las reuniones en la tienda de campaña, las historias de miedo…

En El Skylab es la caracterización del mundo adulto y los conflictos (en exceso condensados) lo que menos me llegó. Sin embargo no faltan las grandes comilonas, los momentos de viva la familia y los momentos de no los aguanto, las discusiones políticas, las bromas, las confesiones… y las pinceladas de algunos personajes que te llegan como el tío abuelo Albert o las dos abuelas.

… Sin embargo como aquellas películas de super 8 las empiezas a ver con emoción y pronto te van cansando o resultando un poco pesadas…. Algo así me sucedió con El Skylab en algunos momentos estaba absolutamente metida en la trama, y me decía, “ya estoy metida plenamente en la historia”… y de pronto salía bruscamente y tenía ganas de mirar el reloj…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dos tipos de cuidado, 1952, de Ismael Rodríguez

A mi querido cuñado Enrique. En su persona forma la ecuación perfecta: raíces burgalesas más raíces libanesas = George Clooney mexicano.

Sí, prometo un ciclo de golpeadores…

A través de Dos tipos de cuidado, comedia ranchera por antonomasia, podemos acercarnos a una cara del periodo conocido como la edad de oro del cine mexicano (de mediados de la década de los 30 hasta finales de la década de los 50). Esta película es tremendamente popular en México (de esas películas que se pasan continuamente por los canales de televisión) y en su época supuso todo un hito porque unía a los dos héroes mexicanos (con permiso de otros galanes de la época): Jorge Negrete y Pedro Infante. La escena culminante de esta rítmica comedia de enredo es cuando ambos divos llevan a cabo un duelo de sones. Los dos rancheros con sus trajes y enormes gorros, con toda su gallardía, antes de empuñar las pistolas empuñan sus voces…

Y es de esas películas que siguiendo sus créditos descubres un montón de sorpresas. Dos tipos de cuidado cuenta con un ritmo adecuado que enseguida te introduce en la sencilla trama: dos grandes amigos están enamorados de dos mujeres. Jorge Bueno (Jorge Negrete) de Rosario (Carmelita González), prima de Pedro Malo (Pedro Infante), y éste está enamorado de María (Yolanda Varela), hermana de Jorge. Durante un año de ausencia de Jorge, a su regreso descubre que su mejor amigo se ha casado con su novia y que además ésta acaba de tener un bebé… y así empieza toda una serie de enredos y malentendidos, de enfrentamientos entre ambos amigos… hasta llegar a la resolución de la verdad… y cada oveja con su pareja…

Los dos charros se desenvuelven en el mundo rural mexicano de los años cincuenta entre la tradición y la modernidad (Jorge Bueno aparece con un cochazo y no en caballo… aunque los caballos siguen realizando su labor). Representan el estereotipo del hombre mexicano en aquellos años: con aficiones como el juego, la fiesta y los amores con lindas muchachas pero a la vez respetuosos y serios con las novias formales y sus familiares, leales, buenos amigos, honrados… y machistas. Son digamos la representación del ‘macho’ mexicano. Y ellas se transforman en la representación de la mujer mexicana de los cincuenta (que nada tiene que ver con el estereotipo que creo La Doña, María Félix): honradas, dignas, floreros, obedientes, bellas, celosas, buenas esposas, hijas y madres, melodramáticas…

Y entre enredo y enredo aparecen míticos actores secundarios de la época dorada del cine mexicano. Destacaremos a dos. Mientras estaba viendo esta película el personaje secundario que más me divertía y el que me parecía mejor construido es el padre de Rosario, un libanés. El suegro es un personaje divertidísimo y sus apariciones siempre preludian una risa o sonrisa. Así descubro tras su rostro a Carlos Orellana. Pues bien Orellana no sólo es actor de reparto de esta comedia sino también uno de sus guionistas junto al director de la película. Así descubrimos uno de los talentos de la época dorada, Orellana hizo de todo en el cine mexicano… actuó, dirigió y escribió. Tenía especial cuidado en la construcción de argumentos. Otro de los personajes secundarios es la madre de Jorge Bueno, una señora anciana con el rostro de Mimí Derba. Detrás de este rostro descubro la historia (desconocida para mí) de una mujer apasionante y pionera. Mimí a lo largo de su azarosa vida hizo de todo: fue empresaria, vedette, cantante, actriz, escritora… y un largo etcétera. Pero lo apasionante también es que fue una de las pioneras del cine silente en México con labores de producción, dirección, escritura de historias… y actriz. Será una gozada investigar más sobre ella.

El director-productor y guionista de la película Ismael Rodríguez también es uno de los nombres claves de la etapa dorada del cine mexicano. Rodríguez creo un cine que arrastraba al pueblo mexicano a las salas (y su cine también saltó las fronteras). Sus géneros estrellas eran la comedia y el melodrama. Y trabajó con los mejores, entre ellos Pedro Infante o María Félix.

Pero las sorpresas no terminan. Mientras veía la película sí que es cierto que veía ciertas soluciones visuales que mostraban no sólo que Rodríguez dominaba el lenguaje cinematográfico sino que detrás estaba también un buen director de fotografía. Y al leer quién era el director de fotografía me encuentro con Gabriel Figueroa. Uno de los mejores y más famosos directores de fotografía de la época que además también trabajó fuera de las fronteras mexicanas. Yo le conocí por primera vez cuando vi la impresionante película de Buñuel Los olvidados. Pero también me topé con su nombre ante una de esas películas que me entusiasman de John Huston, adaptando un cuento de Tennessee Williams, La noche de la Iguana.

Así que os hago una nueva recomendación para tarde veraniega delante de un chupito de tequila… y dispuestos a disfrutar de una divertida ‘guerra’ entre charros…

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El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy, 2011) de Tomas Alfredson

A Mónica, mi hermana.

Tan lejos, tan cerca

Gracias por la recomendación y el regalo.

 

… Hipnotizada. Así me he sentido durante todo el metraje de El topo. En cada instante sentía que no podía ni parpadear porque podría perderme un detalle importante para construir esta enorme y maravillosa partida de ajedrez (por seguir la metáfora de Control, el espía jefe) o podría quedarme enredada para siempre en una tela de araña o podría no encajar una pieza del puzle…

El topo es de esas películas que en sucesivos visionados el espectador irá siendo consciente de más detalles, podrá ir quitando más capas a la cebolla, porque es una película-engranaje en la que todo tiene un sentido. Porque es una película que tiene múltiples fondos. Donde hay que estar ojo avizor porque te narra con sutileza un montón de subtramas. Todo a través de la imagen, de un buen uso del lenguaje cinematográfico, puro cine.

Desde que empiezas a verla sabes que estás viendo algo que merece realmente la pena… porque desde el principio te atrapa con una fuerza y un estilo visual al servicio de una historia apasionante de pura Guerra Fría, de puro cine de espionaje y espías. Pero espías reales, casi funcionarios grises pero letales, no dejándose llevar por la imaginería del súper espía a lo 007 sino más bien por el espía desencantado y cinematográfico de los años setenta…

En El topo confluye un buen reparto pero también un director que opta por una manera de contar especial. Por una puesta en escena que pone un sello distintivo y personal y que si te logra involucrar como espectador no olvidarás pronto la experiencia cinematográfica que te espera.

Lo que El topo cuenta es una investigación de espionaje para localizar un topo entre la cúpula de los servicios secretos británicos. Un doble agente que está pasando valiosa información a los rusos. Y lo cuenta de una manera apasionante… dejando que la mente del espectador procese y trabaje pero dejando una trama absolutamente cerrada y apasionante. El topo tiene un ritmo especial, con pausa, para que nos deleitemos en todas las claves y pistas. Y siempre ocurre algo. Lo intuyes. Tienes que estar atento al detalle, hacia dónde se dirigen las miradas, interpretar las relaciones, escuchar las conversaciones… la narración salta a través de flash back a un pasado reciente y al presente de la investigación. Y hay que ir uniendo cabos hasta conseguir como el protagonista, ese espía retirado con cara de Gary Oldman, reconstruir la partida. La jugada. Y después mover las piezas para completar el jaque mate.

Y es en el transfondo donde los sentimientos fluyen. Donde descubres que estos hombres no son de piedra. Donde se ocultan los lazos que podemos ir descubriéndolos. Donde se ocultan las historias de amor, las amistades, las traiciones, los miedos, las ambiciones… Bombas de relojería que nunca estallan sino que van fluyendo y completando una historia de espionaje.

Tomas Alfredson crea una atmósfera especial que arrastra. Y el grupo de intérpretes logra que el espectador se hunda en la trama y siga a cada uno de los personajes sobre todo a un imperturbable Gary Oldman como el agente Smiley… que sin perder la calma llegará al final de la investigación. Con paciencia, mucha paciencia. Esa paciencia que le hace llegar hasta el fondo. Una paciencia que le convierte en sospechoso porque no se altera. Una paciencia que da miedo. Siniestra. Porque el agente Smiley siempre observa, siempre pregunta, siempre aparece, siempre sabe quién le acecha, da el paso certero, no se echa atrás… y es gris tremendamente gris. Imperturbable. Y si tiene que actuar actúa. Y si tiene que ser duro lo es. Y si tiene que tomar decisiones fuertes las toma. No pierde los nervios ni con una mosca puñetera, él tiene paciencia hasta que la invita a que salga del interior de un coche…

El topo cuenta con un reparto coral que merece la pena. Todos ofrecen personajes construidos que forman parte del enorme tablero de ajedrez. Desde John Hurt, pasando por Colin Firth hasta llegar a jóvenes promesas como Tom Hardy y Benedict Cumberbatch (y muchos otros actores buenísimos que no nombro, la galería es amplia…). Todos se mueven en una atmósfera de Guerra Fría…

La película es la adaptación de una novela de John Le Carré que realizó una saga con el personaje del agente Smiley que ya conocía la pantalla blanca. Al director sueco Tomas Alfredson ya le conocíamos por dar un nuevo giro en el cine de vampiros con su Déjame entrar. En su debut británico también logra dar un giro especial al cine de espías y de la Guerra Fría. El topo está además envuelta por la banda sonora de Alberto Iglesias y por una última secuencia donde la guinda la pone una versión de La Mer interpretada por Julio Iglesias (sorprendida me quedé… una de las pocas veces que he aguantado al cantante y encima me encantó la secuencia…).

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Cadeneta de curiosidades cinéfilas

1.- Cada diez años la revista británica Sight and Sound realiza su mítica lista de las mejores películas de la historia del cine. Y este año la lista se ha convertido en noticia porque Vértigo de Alfred Hitchcock ha desbancado a Ciudadano Kane de Orson Welles. Casualidades de blog, cuando escribí hace unos días el post sobre Vértigo no tenía ni idea de esta noticia (¡me encantan las casualidades… que todo de alguna manera resulte conectado!)… A mí estas listas me gusta repasarlas, me agradan que se hagan pues creo que son útiles en cuanto que permiten que descubra más películas que me quedan por ver… Y también me gusta que se vayan modificando pues eso quiere decir que las miradas se amplían y que se descubren nuevas obras cinematográficas que pueden aportar más a nuestro gusto cinéfilo. En cuanto Vértigo y Ciudadano Kane las dos son películas de análisis muy ricos y que aportan infinitas miradas. Es un placer visionarlas y poder después desentrañarlas con sumo cuidado…

2.- Marilyn Monroe sigue en primera plana. Se han cumplido cincuenta años de su fallecimiento y ha vuelto a monopolizar portadas de diversas revistas, han vuelto a vertirse litros de tinta sobre su figura y los distintos canales de televisión han ofrecido distintos homenajes bien a través de documentales o proyectando sus películas. De nuevo hemos visto sus múltiples fotografías… y su dimensión trágica así como su conversión en icono del siglo XX. A mí me gusta recordarla como la Cheryl de Bus Stop.

3.- También me he enterado de la muerte de una de esas actrices secundarias míticas: Celeste Holm. Ella es sobre todo recordada por el papel de Karen, la amiga de Margo Channing, en la maravillosa Eva al desnudo. Pero hubo en otro papel que también me encantó y fue también de amiga sensata (eterna amiga), esta vez de Gregory Peck en la interesante La barrera invisible de Elia Kazan.

4.- Ayer vi por televisión Dos mujeres (1960) de Vittorio de Sica que volvió a estremecerme y que desgraciadamente no pierde vigencia. Y me resultó curioso porque hacía poco en otro canal habían emitido una versión que no conocía que se realizó en 1988 para televisión y también con Sofia Loren como protagonista. Y ésa la pillé ya empezada y por el final pero como la de De Sica hacía mucho que no la había vuelto a ver en un principio dudé… pero no me pegaban muchas cosas que fueran de De Sica ni tampoco la recordaba en color… Así que con la emisión de ayer de la original quedaron totalmente aclaradas mis dudas… Me encantó encontrarme (pues no lo recordaba) con un papel relevante y bonito a Jean Paul Belmondo.

5.- Ayer también pude ver pero tan sólo un poco y no entera una película que no vi en su momento Por encima de todo con Michelle Pfeiffer de protagonista (y me he quedado con ganas de verla entera) que empieza con el asesinato de John F. Kennedy. Así me vino a la cabeza la cantidad de veces que el asesinato de John F. Kennedy ha sido reflejado en la pantalla cinematográfica (en breve además se estrena en televisión una serie sobre los Kennedy y seguro que también mostrará el asesinato…). No hay duda de que este asesinato es una de las secuencias de la historia del siglo XX más vistas. Por ejemplo, hace poco volví a ver Sirenas de Richard Benjamin y el asesinato de Kennedy ocupa una importante parte de la trama. O aquellas películas que tratan directamente el tema como JFK de Oliver Stone o la desconocida Acción ejecutiva con Burt Lancaster… En cada uno de estos reflejos el punto de vista y el impacto en los personajes es diferente así como la interpretación sobre lo que ocurrió realmente…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Prometheus (Prometheus, 2012) de Ridley Scott

Os propongo distintos pasos de análisis para entender mi posicionamiento respecto Prometheus de Ridley Scott. La vi ayer en sala enorme con las correspondientes gafas de 3D.

1.- Respecto a su director. Ridley Scott dio nuevas alas al género de ciencia ficción y creó dos obras míticas al principio de su carrera. Por un lado Alien, el octavo pasajero (1979) que dio origen a la mítica saga y por otra la maravillosa Blade Runner (1982). Anteriormente había sorprendido con su ópera prima, un ejercicio estético de cine histórico, Los duelistas. Así que parecía que Scott se convertiría en un director cinematográfico de carrera carismática y prometedora… sin embargo su carrera ha ido forjando altibajos (más bajos que altos), montañas y valles, y de vez en cuando daba en la diana con alguna obra cinematográfica que volvía a llevarle a la primera plana en el mundo del cine (Thelma y Louise en 1991 o Gladiator en el 2000).

Su regreso a la ciencia ficción y en concreto a la saga que inició en un lejano 1979 era visto con muchísimas esperanzas. Yo no tenía ni ilusiones ni expectativas porque no soy una súper seguidora de la saga. De hecho sólo he visto la de Scott y hace bastantes años. Y todavía tengo en la retina varias escenas y el impacto que me causó la sargento Ripley con cara de Sigourney Weaver. Sí confieso mi idolatría por Blade Runner tanto en la historia narrada como en su fuerza visual. Y sí confieso que sigo siendo fiel a la cita de Scott en las pantallas cinematográficas por si viene un nuevo destello. Si no a veces me quedo en obra cinematográfica que me entretiene… aunque hubiera pedido mucho más (American Gangster o Robin Hood… cuando Russell Crowe se convirtió en su actor fetiche).

Prometheus no ha hecho volar por los aires los cimientos de la ciencia ficción ni ha hecho avanzar el género o ha abierto nuevas puertas como sí hizo con sus dos obras cinematográficas míticas. Scott ha realizado un producto bastante conservador, siguiendo las reglas de todo producto de ciencia ficción, realizando claras autorreferencias a su obra y a otras películas míticas del género. Además en las escenas de acción y en la opción de los efectos especiales se ha empapado del cine de acción tipo Michael Bay, espectacular en lo visual, bien hecho (pero con exceso de parafernalia y fuegos artificiales)… siguiendo la fórmula de mucho ruido y pocas nueces. En el aspecto visual, de efectos especiales y en el uso del 3D es una obra cinematográfica perfecta y cuidada. Es puro entrenimiento, puro blockbuster veraniego. Pero en otros puntos Prometheus se convierte en otro cantar…

2.- Los personajes. Tan solamente salvo a uno de un reparto extenso y ambicioso. Y es el robot David con cara de Michael Fassbender es el único con una identidad y un desarrollo definido o por lo menos con cierto carisma para desear que no desaparezca de la pantalla. Aunque David tiene múltiples referentes. El cine ha creado robots para el recuerdo y Scott ya creó a unos inolvidables (con base literaria, no lo olvidemos), los replicantes en su Blade Runner. Los replicantes casi con alma serían los hermanos de David.

Las escenas de presentación del personaje son visualmente potentes y son un claro homenaje a otro monumento de la ciencia ficción, 2001 odisea en el espacio. Me gusta su caracterización física, en un momento dado vemos a David memorizando los diálogos de Lawrence de Arabia… y hay momentos en que físicamente David es clavado (e igual de controvertido y complejo) que el Peter O’Toole como el hombre polémico Lawrence de Arabia. Sólo por David a mí me mereció la pena… entrando en la galeria de robots míticos. El último que tenía en esta galería era el robot gigoló con cara de Jude Law.

Pero los demás personajes están absolutamente desdibujados y plantean vacíos y agujeros de guión impresionantes. Cuando un personaje puede ser prescindible en una trama es cuando sabemos que no sólo no es bueno sino que no aporta absolutamente nada a la historia principal. Y esto ocurre con el personaje de Charlize Theron (que por otra parte tiene una presencia increíble) y llega a ser vergonzoso en el de Guy Pearce (¿por qué gastarse presupuesto en maquillaje complejo que además oculta a un actor de peso… y no apostar por un actor anciano?).

Por otra parte la protagonista de la expedición Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) cuenta con elementos interesantes de su personalidad pero no está bien desarrollado…, no llega a cuajar del todo. Y además toma bastantes elementos del espíritu aguerrido de la teniente Ripley pero no llega a su carisma  e impacto. Toca un aspecto interesante pero se queda en la superficie, trata de dar trascendencia al personaje, pintándola como una científica muy buena pero a la vez muy creyente. Una científica que trata de buscar el origen del hombre pero que a la vez cuenta y tiene en cuenta la espiritualidad… busca al ‘creador’.

Los demás miembros de la tripulación no están muy bien dibujados no llegando a entender sus motivaciones. El ejemplo más claro será el del capitán y dos de sus tripulantes que tomarán rápidamente una decisión final no creíble con su comportamiento a lo largo de la trama. O también el del novio de Elizabeth Shaw que se le presenta como un científico apasionado y después en cuestión de segundos es un personaje desmotivado, algo siniestro y que le da a la botella…

3.- La trascendencia. Otro asunto que me entristece bastante es que partía de una idea que no era mala: el origen de la vida. Y sin embargo la trascendencia se diluye de la trama. Queda únicamente como pretexto, luego hay que dar paso al espectáculo. Esa trascendencia sí que se conservaba a  lo largo del todo el metraje de Blade Runner pero en Prometheus se queda en medias tintas.

Es curioso porque hay una tendencia cinematográfica en estudiar de dónde venimos, quiénes somos… sin olvidar el espíritu. Hay como una especie de arqueología cinematográfica sobre la trascendencia. Así nos llegó El árbol de la vida pero también hace relativamente poco el documental La cueva de los sueños olvidados de Herzog. Me llamó la atención que las pinturas que encuentran al principio Elizabeth Shaw y su novio en Escocia cuenta con unos caballos similares a los de la cueva de Chauvet en Francia. Así como también el hincapié en los misterios de la humanidad en las pinturas o esculturas de otras civilizaciones, así claramente la enorme cara que encuentra la expedición científica en la extraña plataforma es parecidísimo a los rostros olmecas de México.

En Prometheus finalmente la trascendencia queda sepultada por la acción, la casquería y los líquidos viscosos.

4.- Innovación en el lenguaje cinematográfico. Ya hemos dicho que no hay ni rastro de innovación pero sí que vemos que Scott sabe contar visualmente y sabe narrar cinematográficamente. Un producto de espíritu clásico sin riesgo alguno. Y sobre todo con un guión, a mi parecer, con agujeros negros.

Si recordamos (en la lejanía) su Alien nos encontramos con un director que no necesitó de excesivos efectos especiales para contar una historia impactante. Alien se dejaba llevar más por lo que no se veía sino por lo que se sentía. En Alien creaba una atmósfera especial que se acercaba al género del terror. Jugaba con la mente y la imaginación del espectador para provocar sentimientos de miedo y pánico. Creaba un efecto increíble y el diseño de producción todavía es recordado, esa nave abandonada…

Prometheus no carece de fuerza visual (como he dicho repetidamente), de un diseño de producción con todo lujo de detalles, con un presupuesto alto en efectos especiales bien empleados (en algunos momentos se le escapa un exceso de pirotecnia) pero no crea una atmósfera especial ni deja margen al espectador para imaginar y crear. Todo está bastante masticado. Incluso no carece de escenas bastante gores. No es tanto de terror como de acción.

Sin embargo puede haber otra mirada especial en Prometheus, yo me lo pasé bien, disfruté. Como una vuelta al cine espectáculo de ciencia ficción de los años cincuenta, sesenta. De naves espaciales, seres de otras galaxias, luchas sin cuartel, robots, científicos y astronautas… una narración sencilla, sin dar muchas vueltas, y con una cierta ‘profundidad’ en la base.

5.- Conclusión. ¿Quieren pasar una tarde de verano entretenidos con una película visualmente potente y con ciertos aspectos interesantes? Prometheus no es una mala opción. Yo fui acompañada de amantes de la saga Alien y Prometheus no les dio las respuestas que querían de una precuela tan esperada… pero al final todos pasamos unas horas entretenidas tanto en la sala de cine como en el debate posterior. Además cada vez soy más fan de Michael Fassbender como actor… así que ha creado un personaje que será probablemente lo que perdure en el tiempo de Prometheus, su David a lo Lawrence de Arabia es uno de los aspectos que merecen la pena para ir a la sala de cine a ver esta película.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Deliverance (Deliverance, 1972) de John Boorman

… Pesimismo hacia el ser humano o una óptica menos romántica y más unida a nuestros instintos más primitivos… Durante los primeros años de la década de los setenta no proliferaron en el cine norteamericano las películas medicina que te hacían o te hacen creer más en el ser humano sino que surgieron una ristra de películas que ponían al espectador frente a sus instintos más oscuros… y que planteaban, con humanidad descarnada, la dureza del ser humano dominado por los instintos de la naturaleza. Son películas que golpean al espectador de manera brutal. Y de ahí surge una reflexión oscura y cartártica.

Así Deliverance cobra más sentido todavía dentro de un contexto cinematográfico. Pongamos unos ejemplos: Elia Kazan prácticamente se despide del cine con una película oscura y dura, Los visitantes (1972), que muestra una generación de jóvenes destruidos por la violencia y el horror. Sam Peckinpah realiza un impresionante estudio de la violencia en Perros de paja (1971). Scorsese empieza su viaje por los bajos fondos y la violencia en Malas calles (1973…

Deliverance toma la forma de un viaje iniciático salvaje, brutal, terrorífico y misterioso. El viaje por el curso de un río que está destinado a su desaparición por la construcción de una presa. Un río que depara sorpresas desagradables; lo que al principio parece una aventura y una superación de obstáculos (rápidos, rocas…) feliz se convierte en una pesadilla eterna.

Este viaje lo llevan a cabo cuatro hombres de la ciudad: Lew (Burt Reynolds), Ed (Jon Voight), Bobby (Ned Beatty) y Drew (Ronny Cox). El nexo de unión de los cuatro personajes es Ed, que es el único que conoce a todos. Su objetivo: el descenso del río en canoas. Cada uno tiene un ánimo diferente frente a este reto que ‘dibuja’ sus personalidades. Ed y Drew son dos urbanitas que creen en el sistema, y cómodos como padres de familia; Drew además es un ferviente creyente en la democracia y la justicia. En Ed se intuye que dentro de su aparente ‘comodidad’ busca algo más… Bobby parece el más frágil y vulnerable, es el graciosillo del grupo, y el que parece menos apto para la aventura. Y Lew es el rebelde, el que despotrica contra el sistema social, el que quiere fundirse con la naturaleza salvaje y tomarse la vida como aventura y juego. Uno de los aspectos más interesantes que ofrece Deliverance a lo largo de este duro viaje iniciático es como cada uno de los personajes va cambiando de rol cuando entra en juego el instinto de supervivencia.

… En lo idílico del paisaje y la propuesta de aventura empiezan a aparecer notas disonantes e inquietantes que preludian que el viaje en canoa no va a ser sencillo. Así como empiezan a establecerse distintas alianzas entre los cuatro personajes. La nota disonante en el paisaje idílico es la miseria, la pobreza y la brutalidad de los hombres de la montaña. Lo extraño y lo inquietante empieza a sembrar sus frutos a lo largo del metraje. Así ocurre al principio con el bello y a la vez inquitetante duelo de banjos entre Drew y un muchacho que parece presenta una discapacidad intelectual severa. Aquí de manera magistral Boorman presenta la atmósfera extraña en la que se va a mover Deliverance.

Deliverance muestra todas sus cartas cuando estos cuatro personajes urbanitas tienen que enfrentarse a un viaje donde el instinto de supervivencia les domina por completo. El viaje ya no es una aventura sino una cuestión de vida o muerte. Los cuatros viven en sus carnes la violencia y tienen que optar entre emplearla para llegar al otro lado del río… o rehusar a ella y morir en el intento… Los cuatro tienen que llegar a distintos pactos pensando cuál de ellos les hará ‘vivir’ mejor en el futuro… en un viaje que les ha cambiado la vida a todos.

Boorman además de contar con un buen reparto protagonista donde los cuatro ‘aventureros’ se muestran desnudos al espectador y muestran sus escalofriantes transformaciones tras el viaje iniciático… plantea una puesta en escena arriesgada que regala escenas estupedanmente construidas y efectivas.

La manera de presentar a los personajes con sus voces en off mientras se dirigen en los todoterrenos al río que va a ser destruido para convertirse en una presa. Las voces son acompañadas por imágenes de la naturaleza misteriosa y salvaje que va a ser una segunda protagonista de Deliverance. Cómo plantea el duelo de banjos y la presentación de los personajes del entorno rural… Un entorno cubierto de pobreza, miseria y enfermedad donde sólo hay sitio para el instinto de supervivencia y la brutalidad. Un entorno sin caretas pero donde se muestra lo más oscuro del ser humano… que quitará de manera brutal las caretas de los personajes protagonistas. La escena de la agresión a dos de los protagonistas y la resolución de una secuencia brutal. El continúo descenso de las canoas en un viaje cada vez más complejo. El ascenso de Ed a una montaña. El protagonismo que adquiere el arco con flechas y como pasa de Lew a Ed… y su significado… Nada sobra en una película dura y sin concesiones y sin embargo plagada de momentos bellos, otros inquietantes y los de más allá definitivamente entre el horror y la violencia.

Deliverance provoca una reflexión dura sobre el ser humano… muestra la faceta más oscura.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

La historia de dos hermanos

Terry y Charley.

Un sólo diálogo.

Toda su historia.

Su relación.

Terry se alegra de poder hablar con su hermano mayor.

Está hecho un lío.

Es quizá uno de los diálogos más tristes…

Sobre dos perdedores, dos fracasados que no han tenido la vida fácil.

Uno se deja vencer, el otro juega en el bando equivocado para sobrevivir.

Pero entonces llega el conflicto.

Y son unos hermanos que tienen mucho que hablar…

“Fuiste tú Charley, fuiste tú”.

Es una escena desgarradora que una y otra vez emociona.

Terry siempre pensó que viviría más años sin ambición… pero llegó la conciencia.

Charley nunca pensó que su hermano pequeño sería el que le pondría de cara a la pared y el que haría que se diera cuenta de que no han sido más que los esclavos de un mafioso…

“Terry acepta el empleo por favor”.

Y una pistola que no va a ser disparada pero que les duele a ambos se interpone entre ambos.

Charley recuerda cuando Terry era un boxeador…

‘Pinta’ el pasado… hasta que su hermano pequeño vuelve a golpearle… él fue el que le extendió su pasaporte al fracaso. Él impidió la noche de la gloria…

Había que sobrevivir.

Estaban antes las apuestas.

Charley le mira triste y vencido.

Y le da la pistola.

Quiere protegerle.

Siempre intentó hacerlo lo mejor que pudo.

Terry, a pesar de todo, lo sabe.

“Les diré que no te encontré…”

Ésa es su despedida.

Su última conversación de hermanos.

Todo ha quedado dicho.

Y en la mirada de ambos sentimos que siempre, a pesar de los pesares, se quisieron.

Tan sólo trataban de salir adelante.

Era pura supervivencia.

Ahora la ley del silencio ha terminado…

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