El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy, 2011) de Tomas Alfredson

A Mónica, mi hermana.

Tan lejos, tan cerca

Gracias por la recomendación y el regalo.

 

… Hipnotizada. Así me he sentido durante todo el metraje de El topo. En cada instante sentía que no podía ni parpadear porque podría perderme un detalle importante para construir esta enorme y maravillosa partida de ajedrez (por seguir la metáfora de Control, el espía jefe) o podría quedarme enredada para siempre en una tela de araña o podría no encajar una pieza del puzle…

El topo es de esas películas que en sucesivos visionados el espectador irá siendo consciente de más detalles, podrá ir quitando más capas a la cebolla, porque es una película-engranaje en la que todo tiene un sentido. Porque es una película que tiene múltiples fondos. Donde hay que estar ojo avizor porque te narra con sutileza un montón de subtramas. Todo a través de la imagen, de un buen uso del lenguaje cinematográfico, puro cine.

Desde que empiezas a verla sabes que estás viendo algo que merece realmente la pena… porque desde el principio te atrapa con una fuerza y un estilo visual al servicio de una historia apasionante de pura Guerra Fría, de puro cine de espionaje y espías. Pero espías reales, casi funcionarios grises pero letales, no dejándose llevar por la imaginería del súper espía a lo 007 sino más bien por el espía desencantado y cinematográfico de los años setenta…

En El topo confluye un buen reparto pero también un director que opta por una manera de contar especial. Por una puesta en escena que pone un sello distintivo y personal y que si te logra involucrar como espectador no olvidarás pronto la experiencia cinematográfica que te espera.

Lo que El topo cuenta es una investigación de espionaje para localizar un topo entre la cúpula de los servicios secretos británicos. Un doble agente que está pasando valiosa información a los rusos. Y lo cuenta de una manera apasionante… dejando que la mente del espectador procese y trabaje pero dejando una trama absolutamente cerrada y apasionante. El topo tiene un ritmo especial, con pausa, para que nos deleitemos en todas las claves y pistas. Y siempre ocurre algo. Lo intuyes. Tienes que estar atento al detalle, hacia dónde se dirigen las miradas, interpretar las relaciones, escuchar las conversaciones… la narración salta a través de flash back a un pasado reciente y al presente de la investigación. Y hay que ir uniendo cabos hasta conseguir como el protagonista, ese espía retirado con cara de Gary Oldman, reconstruir la partida. La jugada. Y después mover las piezas para completar el jaque mate.

Y es en el transfondo donde los sentimientos fluyen. Donde descubres que estos hombres no son de piedra. Donde se ocultan los lazos que podemos ir descubriéndolos. Donde se ocultan las historias de amor, las amistades, las traiciones, los miedos, las ambiciones… Bombas de relojería que nunca estallan sino que van fluyendo y completando una historia de espionaje.

Tomas Alfredson crea una atmósfera especial que arrastra. Y el grupo de intérpretes logra que el espectador se hunda en la trama y siga a cada uno de los personajes sobre todo a un imperturbable Gary Oldman como el agente Smiley… que sin perder la calma llegará al final de la investigación. Con paciencia, mucha paciencia. Esa paciencia que le hace llegar hasta el fondo. Una paciencia que le convierte en sospechoso porque no se altera. Una paciencia que da miedo. Siniestra. Porque el agente Smiley siempre observa, siempre pregunta, siempre aparece, siempre sabe quién le acecha, da el paso certero, no se echa atrás… y es gris tremendamente gris. Imperturbable. Y si tiene que actuar actúa. Y si tiene que ser duro lo es. Y si tiene que tomar decisiones fuertes las toma. No pierde los nervios ni con una mosca puñetera, él tiene paciencia hasta que la invita a que salga del interior de un coche…

El topo cuenta con un reparto coral que merece la pena. Todos ofrecen personajes construidos que forman parte del enorme tablero de ajedrez. Desde John Hurt, pasando por Colin Firth hasta llegar a jóvenes promesas como Tom Hardy y Benedict Cumberbatch (y muchos otros actores buenísimos que no nombro, la galería es amplia…). Todos se mueven en una atmósfera de Guerra Fría…

La película es la adaptación de una novela de John Le Carré que realizó una saga con el personaje del agente Smiley que ya conocía la pantalla blanca. Al director sueco Tomas Alfredson ya le conocíamos por dar un nuevo giro en el cine de vampiros con su Déjame entrar. En su debut británico también logra dar un giro especial al cine de espías y de la Guerra Fría. El topo está además envuelta por la banda sonora de Alberto Iglesias y por una última secuencia donde la guinda la pone una versión de La Mer interpretada por Julio Iglesias (sorprendida me quedé… una de las pocas veces que he aguantado al cantante y encima me encantó la secuencia…).

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