Elefante blanco de Pablo Trapero

“Pero lo que más me gusta son las cosas que no se tocan…”, dice así la canción de los Intoxicados que se oye al principio y al final de esta nueva película de Pablo Trapero, Elefante blanco. Y es cierto, ahí está la más bella de las sinopsis posibles, Elefante blanco trata sobre “las cosas que no se tocan”. Y a mí fue de esas espectadoras que le llegó, que percibió lo que no se toca y por ello se emocionó profundamente.

Desde la primera secuencia, Pablo Trapero me atrapó con su forma de contar. En la presentación de los dos protagonistas se toma unos 10 minutos o más de este intenso largometraje sin empleo de la palabra… y ya nos cuenta a través de la imagen y de la acción sin embargo mucho de esta historia y de la actitud ante la vida de dos hombres que hasta que no pasan esos minutos iniciales no sabemos que ambos dos son dos curas católicos.

Al primero que vemos es al padre Julián al que le están haciendo un escáner cerebral. Y después nos encontramos frente a frente al padre Nicolás que se encuentra en plena selva y se convierte en un superviviente con miedo de un ataque paramilitar a una pequeña aldea.

Después Julián va a buscar a un Nicolás traumatizado y herido. Se queda junto a él y cuando se encuentra algo mejor se lo lleva a una barriada de Buenos Aires. En el trayecto en coche les lleva una joven, la tercera protagonista y trabajadora social laica, que les deposita en la zona donde va a transcurrir el metraje: una gran mole, un antiguo proyecto de hospital, que recibe el nombre de Elefante blanco, donde alrededor se articula toda una vida vecinal y un proyecto social que los protagonista tratan de sacar adelante… y entonces comenzamos a oír la música de los Intoxicados. Pablo Trapero, por lo menos, a mí ya me atrapó para su historia.

Los tres protagonistas son Ricardo Darín, Jérémie Renier y Martina Gusmán. El primero y la tercera (también es la esposa del director) ya han trabajado con Pablo Trapero, de hecho todavía es reciente esa relación trágica y triste entre dos personajes rotos en la tremenda Carancho. El cine de Pablo Trapero siempre muestra una herida de Argentina. Empezó en el mundo del largometraje en 1999 con Mundo grúa y se ha ido consolidando con una filmografía interesante: El bonaerense, Familia rodante, Leonera

… Aquí Trapero no sólo trabaja también con el actor belga Jérémie Renier sino que también toma trazos del cine social y de la manera de narrar cinematográficamente de los hermanos Dardenne (Renier es su actor fetiche) totalmente integrados con su estilo visual. Así Elefante blanco se convierte en una película potente que trata de atrapar las complejidades de la vida en las barriadas de Buenos Aires. Asistimos a la vida vecinal, a los problemas más acuciantes como el de la vivienda, la falta de futuro de los jóvenes, las dificultades de trabajo, y la red de narcotraficantes. A la vez la inoperancia de los poderes locales y la falta de compromiso de las altas jerarquías de la Iglesia así como la represión policial en toda su crudeza. Y en medio de toda esta vorágine el trabajo diario no sólo de los vecinos que tienen que vivir ahí su día a día sino de personas que se comprometen con una barriada, con un proyecto social, con un intento de transformación y de mediación para intentar mejorar la situación social de la zona. Ahí están estos curas villeros (que trabajan en estas villas) muy alejados en su forma de entender la religión y el compromiso con el otro de los altos estamentos de la Iglesia. Y también nos encontramos con una trabajadora social militante en su forma de trabajar y vivir la barriada. Y estos personajes, los tres, son absolutamente humanos. No son héroes. Son ciudadanos que se comprometen hasta los tuétanos. Pero los tres tienen miedos, cansancios, desengaños, defectos, dudas, ganas de abandono… pero los tres terminan teniendo claro que les ‘ata’ la barriada y lo que les ocurra a sus gentes… aunque tengan distintas actitudes, distintos pensamientos, distintas maneras de encarar los problemas y distintas maneras de encontrar soluciones. Sin embargo los tres crean un fuerte triunvirato continuamente a prueba.

Son muchas las escenas que conmueven. Y muchos los momentos de reflexión. Uno de ellos es la continuidad en la lucha y cómo evolucionan las formas de violencia. La película lanza un homenaje al padre Carlos Múgica, un cura villero que fue asesinado en el año 1974… Julián continúa en la misma lucha que Múgica. Sigue enfrentándose a los mismos problemas en las barriadas, con las mismas dificultades (que han evolucionado pero siguen siendo dificultades). Julián es respetado en el barrio pero día a día se enfrenta, con el mismo tesón, a problemas continuos. Julián es una figura incómoda, cuando quiere ir más allá de la labor pastoral, para las autoridades locales, eclesiales y para las fuerzas del orden. Julián tiene el rostro de Ricardo Darín. Y Ricardo Darín es uno de los actores más creíbles cuando refleja a un hombre sobrepasado por los problemas y cansado de llevar las riendas… pero que finalmente no se rinde nunca. No hay nadie como Darín para darnos esas escenas en las que desearía mandarlo todo a la mierda. Y le entiendes perfectamente. Ya lo hizo de manera magistral en El hijo de la novia y ahora aquí en Elefante blanco nos enseña otra escena con la misma fuerza. A Julián se le escapan las fuerzas y con ello le sobrevienen las dudas. Pero quiere estar seguro de que este trabajo social va a continuar y en las manos de las personas adecuadas, comprometidas, con una cultura de paz por bandera.

También como el padre Nicolás está magnífico Renier. Cada vez me gusta más. Me conmueve con los Dardenne. Me ha convencido con Trapero. Él es un cura que ha vivido frente a frente con la muerte y eso le remueve. Le remueve sus creencias. Le remueve la mirada. Si ya estaba convencido de la acción y el impulso ahora lo ve más claro. Y conecta totalmente con la mirada, la militancia y la forma de trabajar de la trabajadora social (Martina Gusmán, totalmente creíble).

Y en una barriada hay sitio para los momentos hermosos y festivos, para el día a día, y también para el horror. Para el recogimiento y la confesión. Para el amor. Pero sobre todo para lucha y desgraciadamente para la tragedia de personas cotidianas que sólo tuvieron la mala suerte de nacer y vivir en una barriada donde la injusticia social y otras más campan a sus anchas.

Pablo Trapero me atrapó totalmente porque “lo que más me gusta son las cosas que no se tocan”.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

2 comentarios en “Elefante blanco de Pablo Trapero

  1. Hildy, este verano estás… de cine. Gracias por tus críticas extensas y apasionadas. Interesante película… No siempre, de hecho casi nunca, los trabajadores sociales salen bien parados en el Séptimo Arte. Ojalá nos regales una entrada con trabajo social y cine.
    ¡Besos desde México!

  2. Trabajo social, querido anónimo o anónima, es una de las vocaciones más hermosas y muy pero que muy compleja. Porque el trabajador social está con las personas en los momentos más difíciles. Y cuando un trabajador social se equivoca o no lo es por vocación los estragos pueden ser tremendamente negativos. Por ello muchas veces la imagen no es tan positiva en el cine (me viene en la cabeza los trabajadores sociales del estado en la tremena Ladybird, lady bird)… pero sí que hay una galería de buenos trabajadores sociales porque los hay, y muchos, como el personaje de Martina Gusmán… con un estilo de vida militante y luchador. Con una vocación tremendamente hermosa y humana.

    Besos
    Hildy

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