Serpico (Serpico, 1973) de Sidney Lumet

Los que se acerquen por primera vez a Serpico que no esperen una película de acción y violencia. Su violencia es más sutil y tremenda. Película sobria de apariencia casi documental que narra la soledad de un policía honrado que no quiere caer en la corrupción de sus compañeros que están imbuidos en ella como algo natural y a sabiendas de las altas esferas de poder.

Serpico es más un análisis psicológico de una sociedad patológica y es hermana de varias películas norteamericanas que durante toda la década de los setenta y parte de los ochenta devolvían una crítica a distintos estamentos del sistema social y político. Una época donde estas películas contaban con público, con buenos presupuestos y con un elenco técnico y artístico envidiable.

Serpico sigue la estela de producciones como Todos los hombres del presidente (1976) o Silkwood (1983). Ahora mismo, y sin entender muy bien por qué son películas prácticamente inviables, quizá, haya un retazo —en su forma de dirección y en el análisis— en películas actuales (pero ya no hay un público amplio que vaya a verlas) como Zodiac (2007).Muchos saben mi amor por Al Pacino y aquí su retrato del policía Serpico, que quiere ser policía-detective de las calles, es impactante. Un hombre solo ante el peligro, no sólo en los barrios por la realización de su trabajo sino entre todos sus compañeros y las distintas comisarias por las que trata de hacer su labor con honradez. Esto no es visto con buenos ojos por nadie.

Sus dificultades son tales y su estrés —porque no recibe un apoyo serio a sus denuncias— es tal que afecta totalmente a su vida personal. No pudiendo mantener una relación estable con su novia porque ésta siente demasiada presión y no soporta los cambios de humor y el cansancio de su pareja que no puede evitar llevar todos los problemas con los que se enfrenta a su hogar. Su vida transcurre en tensión total desde que ingresa en la policía y se dispone a ejercer contando sólo con el apoyo de muy pocos compañeros que poco pueden hacer para acabar con una corrupción que afecta a la mayoría del sistema policial. Es tan peligroso no apoyar a sus compañeros en ese sistema corrupto que se da cuenta de que su vida está en continuo peligro no por lo que conlleva su trabajo diario sino porque dentro de las oficinas más de un compañero querría verle muerto.

Impresionante ese último plano, sencillo pero gráfico, de un Serpico solitario, que ha renunciado a ser policía honrado dejando el cuerpo, tan sólo acompañado por su enorme perro de lanas. Su renuncia es su tragedia y la de los pocos que le apoyaban.

Quizá, el resumen pesimista de toda esta dura historia es un cuento que le narra su novia: una comarca con su rey al mando contaba con un gran pozo del cual todos bebían. Una vez una bruja malvada hechizó el agua del pozo, y todo el pueblo que bebía de ese pozo, enloqueció. Todos menos el rey que no bebió. El único. Entonces todo el pueblo conspiró contra él pues su monarca “se había vuelto loco” y había que matarlo. El rey terminó bebiendo agua del pozo y entonces su pueblo lo volvió a seguir y a estar junto a él porque había vuelto a la cordura.

Serpico no bebe del pozo, ni “vuelve a la cordura”. Y se queda solo con una bala en la cara.

No esperen una película de acción, esperen mucha reflexión y cierta melancolía. Esperen, quizá, el retrato de un hombre que trata de hacer bien su trabajo y se queda en la más absoluta soledad.

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Sherlock Holmes con cara de Basil Rathbone

Últimamente he tenido la oportunidad de ver tres películas con un único protagonista: Basil Rathbone como Sherlock Holmes.

Este gran actor se pasó desde 1939 hasta 1946 interpretando para el cine y para la radio al detective privado más famoso de Londres creado por la pluma de Sir Arthur Conan Doyle. Lo abandonó por puro aburrimiento y miedo al encasillamiento.

La serie cinematográfica estuvo compuesta por catorce películas (dos en los estudios Twenty Century Fox y los demás en Universal) muchas de ellas dirigidas por Roy William Neill y todas ellas interpretadas por Rathbone junto a su inseparable doctor Watson con cara de un secundario ilustre, Nigel Bruce.La mayoría de estas películas son para pasar el rato. Algunas se inspiran veladamente en los relatos de Conan Doyle y otras tan sólo toman a los personajes y algunas de sus características para crear historias originales.

Las tres películas que he logrado ver (reunidas en un dvd de la colección Joyas del cine, 5, Sherlock) son: Sherlock Holmes y el arma secreta (1942), Terror en la noche (1946) y Vestida para matar (1946). Hace tiempo, mucho tiempo, disfruté también de El perro de los Baskerville (1939). Todo esto me hace recordar que tengo una misión pendiente y es empaparme del Holmes literario.

Lo que sí es cierto es que Basil Rathbone es uno de los actores más recordado de los que han interpretado al famoso detective. Alto, delgado, british, elegante, inteligente y atleta… especialista en transformarse, si hace falta, con todo tipo de disfraces. Y su compañero Watson, un genial Nigel Bruce, es todo lo contrario, hombre maduro, despistado, también muy british, en peor forma física, divertido y también muy lúcido aunque a veces es Holmes el que descubre los destellos inteligentes de su inseparable compañero.

Ambos se llevan de maravilla, trabajan y viven juntos. Jamás su vida se ve perturbada por asuntos amorosos. Emplean la lógica para desentrañar cada uno de los casos en los que se ven envueltos. Que son muchos. Y así pasan sus días, y así son felices. Entre té y té, entre deducción y deducción…

Las películas son cortas, ligeras, ingeniosas, amenas y entretenidas… ¿qué más se puede pedir en una calurosa tarde de verano? Siempre hay tramas interesantes, asesinatos, múltiples personajes sospechosos y malvados con carácter. Y Holmes, por supuesto, siempre se adelanta al mal con su cerebro lógico y apoyado casi siempre por su inseparable Watson y algún que otro policía de Scotland Yard. Siempre hay códigos que descubrir, víctimas que salvar y malvados con los que luchar. Holmes continuamente se encuentra en peligro pero siempre, con cabeza, sabe sobrevivir. Su inteligencia supera a la de sus adversarios.

Los escenarios pueden ser un Londres nocturno y brumoso, un tren con diversos compartimentos, bares de los bajos fondos, elegantes casas…y el espectador viaja inocente de la mano de un estirado pero simpático Holmes y de un divertido Watson hacia la solución del enigma.

Elemental, querido Watson, nuestra frase favorita es dicha en alguna ocasión por el detective privado. Es de anecdotario saber que esta frase no existe en el original literario. En ninguna de sus aventuras en las novelas y relatos, Holmes pronuncia esta oración que ha pasado a convertirse en referente popular y de reconocimiento del personaje.

Ya saben tarde de verano, pongan una aventura de Sherlock Holmes. Seguro que lo pasan bien.

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Peter O’Toole

Ese “loco irlandés” como le llamaban en los sets cuando iba carrera de convertirse en uno de los astros universales del cine. Ese hombre alto, guapísimo, con unos enormes ojos azules y una melena rubia, que nunca cuidó esa belleza con glamour y que fue deteriorando con el paso de los años, como si le molestara (algo similar pasa con otros bellos como Marlon Brando o Richard Burton). Ese actor de teatro que se mantenía con el cine y de vez en cuando dejaba escapar su genialidad para el séptimo arte. Este amante de la risa, de la buena vida, de las bromas y del alcohol que le fue minando la salud que no la vida y su arte interpretativo. Me ha venido en la cabeza porque el otro día pude disfrutarle en apogeo interpretativo en El león de invierno y un personaje querido y ya interpretado en el pasado, Enrique II de Inglaterra.

A Peter O´Toole le vino la fama al poco de pisar el cine por gran papel en película épica. Tan sólo había realizado unos dos o tres papeles secundarios en el celuloide cuando de pronto le vino el papel protagonista en superproducción de David Lean. Se transformó en un inolvidable Lawrence de Arabia en el año 1962 y se convirtió en leyenda. Una leyenda con altibajos con una filmografía larga (que me queda mucho por ver) con sus tesoros y bodrios. Y ahí sigue como actor de prestigio que deja, todavía, interpretaciones inolvidables. Ha sido nominado ocho veces a los Oscar y la preciada estatuilla se le ha resistido. En el año 2002 le compensaron con un honorífico y todavía ha sido nominado una vez más en el año 2006.

A partir de su éxito como Lawrence, continuaría su carrera en diferentes papeles. Así se transformaría en 1964 en Enrique II para otro buen drama histórico donde se relataría su relación con Becket, interpretado por otro grande, Richard Burton. Enrique II no lo abandonaría porque le volvería a interpretar en esa maravilla que se llama El león en invierno cuatro años más tarde.Su carrera durante los sesenta iría desde comedias alocadas con peor o mejor fortuna como ¿Qué tal, gatita? (1965), Cómo robar un millón y… (1966) o Casino Royale (1967) o dramas históricos y literarios como La Biblia, La noche de los generales o Lord Jim. Terminaría la década con una tierna interpretación de un profesor vocacional en Adiós, Mr Chips que le supondría una nueva nominación a los Oscars.

Sus problemas de salud y alcohol irían espaciando sus apariciones además de ser evidente su deterioro físico pero nunca desaparecería de las pantallas cinematográficas. Y siempre regresaría con alguna interpretación nominada al oscar o alguna participación en película polémica como el drama histórico con grandes dosis de sexo, Calígula en 1977 junto actores como Helen Mirren o Malcolm Mc Dowell.

Después de su recuperación de distintas operaciones y de su dependencia del alcohol regresaría con fuerza en otro drama histórico y épico de la mano de Bertolucci con El último emperador en 1987. Su carrera hasta la actualidad sigue siendo imparable resultando emocionante su contribución en Troya en 2004 como Príamo, el padre de Héctor. Y otro papel que es absolutamente demoledor y conmovedor sobre la dureza de la vejez en Venús (2006).

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El valor de una arruga, de rostros con historias

Hoy he leido en el periódico que varias actrices defendían el derecho a conservar la arruga. El derecho a envejecer en el cine. Y que atacaban la artificialidad del botox que está convirtiendo a grandes estrellas en rostros sin expresión.

¿No hay historias cinematográficas maravillosas para hombres y mujeres de 40, 50, 60, 70, 80, 90…?¿Los actores y actrices no pueden envejecer como todo el mundo y evolucionar en su arte y expresión?

Los rostros cuentan historias.

Las arrugas son las líneas de la vida.

Envejecer es ley de vida.

¿Hubiera sido lo mismo El León en Invierno con una Leonor de Aquitania-Katherine Hepburn sin un rostro por el que han pasado los años?

¿Qué pasaría si Joan Crawford no hubiera envejecido en Qué fue de Baby Jane?

¿Se imaginan a otra Martha-Liz Taylor sin esa cara madura y ese cuerpo ya con kilos de más en Quién teme a Virginia Woolf?

¿Y si Gloria Swanson hubiera detenido el paso del tiempo en su rostro para El crepúsculo de los dioses?

¿Qué hubiera sido de Blanche Dubois y su drama, su miedo a envejecer, con un rostro botox, y sin la cara de una Vivien Leigh por la que los segundos, las horas, los años han pasado?

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La heredera (The heiress, 1949) de William Wyler

Una joya más y un ejemplo perdurable de película bien hecha. Un cine con cinco estrellas. Con un director, William Wyler, que entiende el cine como arte, que domina el lenguaje cinematográfico y que sabe plasmar a la perfección una historia en imágenes; un guión ejemplar de Ruth y August Goetz que realizan una inspirada adaptación de la novela Washington Square de Henry James, una cuidada puesta en escena y una banda sonora inolvidable.

Otro aspecto por el que funciona totalmente La heredera es por la recreación magistral de los actores protagonistas de sus personajes. Son cuatro las piezas que remueven y hacen evolucionar una historia y que te hacen volar por un caudal de sentimientos encontrados.

Olivia de Havilland es Catherine Sloper, una mujer que será heredera de una gran fortuna pero que no tiene éxito en un mundo de apariencias y relaciones. Abocada, sin remedio, a convertirse en mujer sin pretendiente con futuro en soledad. Catherine es educada, cultivada, tranquila, dulce, inocente, tímida, insegura y sumisa. Su personalidad e identidad es continuamente anulada por un padre déspota que vive con el recuerdo idealizado de su mujer muerta. El doctor ve todo lo negativo en su hija y se lo muestra día a día, la ve con un físico, una personalidad y una inteligencia que jamás supera al retrato que él tiene en mente de la madre. Constantemente además de mostrarse en exceso protector, hace ver a su hija que no vale nada, y se convierte en figura dominadora que hace que Catherine luche de manera inconsciente continuamente porque la acepte. Dos golpes fuertes serán suficientes para que Catherine abra los ojos y se convierta en dueña de sí misma, abandone la inocencia y la sumisión y se convierta en mujer de personalidad arrolladora que elija conscientemente el camino a la soledad…, pero siendo siempre ella misma. La Havilland está impecable en una interpretación de Óscar y en la culminación de su carrera. A partir de este momento sus apariciones en pantalla serían más escasas pero como siempre con una calidad interpretativa envidiable.

Un joven descubrimiento en aquellos años, el sensible Montgomery Clift, encarna a un personaje lleno de matices el atractivo Morris Towsend. Un galán hermoso pero siempre ambigüo. Durante todo el rodaje dudamos de sus intenciones. Es un personaje fruto de la época victoriana. Tiene toda la preparación, el encanto y el conocimiento de las reglas del juego para ser un un hombre elegante, ambicioso y rico con una buena posición social…, sin embargo, le falta el dinero. En su camino se cruza la tímida Catherine y siempre dudamos de si la ama como persona o tan sólo es un cazafortunas que ama su dinero.

Un increíble secundario encarna al padre de la protagonista, un hombre duro, inflexible y capaz de una crueldad sin límites para con su hija. La quiere y la destroza cada minuto de su vida. Déspota sin remedio siempre se ocupa de que su hija se sienta inferior y ser él el que guíe los hilos que mueven las acciones de su niña como si fuera una marioneta. El rostro tremendo, que pagará caro su comportamiento, de Ralph Richardson hace que su personaje, finalmente, nos conmueva y nos haga comprenderle.

También es impagable el trabajo de una olvidada Miriam Hopkins, una de las actrices fetiches de Wyler. Ella es la tía, mujer que conoce totalmente el mundo de las relaciones y las reglas del juego… y sabe jugarlas como nadie. E intenta enseñar a Catherine que pasando por el mundo de las apariencias se puede conseguir cierta libertad. Su personaje aunque parece a primera vista simple tiene una riqueza de matices que descubren un increíble retrato de mujer. No hay duda para la que esto escribe que la atractiva tía conoce perfectamente a el joven Morris y que si hubiera tenido menos años hubiera jugado sus cartas para que permaneciera  a su lado.

Todo en los vestuarios y decorados ayudan a contar la historia. De nuevo Wyler demuestra la fuerza de unas escaleras bien empleadas así como la iluminación. Cada una de las habitaciones que aparecen, del vestuario y los peinados explican la evolución de cada uno de los personajes. Nada sobra ni nada falta para zambullirnos en una catarata de sensaciones y sentimientos.

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Se lo dice Marian a Robin

Te amo, te amo más que a todo, más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana, más que a la paz, más que nuestros alimentos. Te amo más que al amor, o que a la alegría, o a la vida entera. Te amo más que a Dios.

Robin y Marian (1976) de Richard Lester.

Ya recordé esta maravillosa declaración de amor en post del pasado pero junto a otros discursos amorosos inolvidables. Ahora la vuelvo a repetir, dejándola en soledad, y recordando los rostros de Audrey Hepburn y Sean Connery.

No sé explicar cómo ha ocurrido. Pero de nuevo ha venido a mi memoria.

Diccionario cinematográfico (104)

Blanche DuBois: Siempre he creído en la bondad de los desconocidos. Flores, flores para los muertos. Oh, necesito un baño de agua caliente, me calma los nervios. Sólo beberé un poquito. Sí, perdí Belle Reve. La pérdida, la muerte, la juventud, la ausencia…, todo me puede, menos el deseo. Stanley, ese polaquito primitivo, no Stella, no Stella, no te quedes con los brutos. Mi corazón nunca miente. La crueldad es lo único imperdonable. Espera, suena un vals, y un disparo, y ya. He recibido un telegrama de un antiguo admirador, me voy en su yate, me sacará de esta miseria. El hotel Flamingo es el hotel Tarántula. Si me tocas, gritaré, gritaré… ahhhhhh. El abismo. Estoy un poco nerviosa. Stella, no te preocupes, hasta he coqueteado y bromeado con Stanley. Le miro cuando se cambia de camiseta, esa camiseta que suda, primitivo y en el fondo hermoso. Mi joven marido era frágil y débil…, y yo se lo dije, yo le maté. Estoy sola, Mitch. No creí que iba escuchar lo que me has dicho. Stella, que has oído de mí, que han murmurado. Dame un vestido de muselina, mi perfume elegante pero barato, mi corona de bisutería… soy una reina joven y bella. Soy culta y sólo busco la belleza. Yo tengo en mi corazón muchas cosas que ofrecer. El clic de la pistola, cuando suena, dejo de oír ese vals. Stella, esos funerales, la curación de las enfermedades… todo eso cuesta dinero. ¿Cómo puedes vivir aquí? Stanley con su pijama no me deja salir de la habitación, ya no sé donde tengo la cabeza. Situación desesperada, situación desesperada. No, por favor, caballeros, no hace falta que se levanten… Y voy a lugares oscuros, de luz tenue, y creo magia a mi alrededor, en esta casa mugrienta. Y su educada, y soy dulce, y soy dama… y huyo. Mi cabeza da vueltas, este mundo mugriento, no me gusta marchitarme… prefiero mi realidad. El contacto con lo desconocido. Y me seduzco a un joven alumno y después a otro. La juventud. Todo se marchita. Yo me marchito. Stanley es bruto y es cruel…, maúlla como lo hacen los gatos. Flores, flores para los muertos… Stella, Stella, ¿cómo me ves?, ¿estoy guapa? Dame un poco de alcohol. Esto es miserable. Mi corazón nunca miente… Flores, flores para los muertos. Y un desconocido, amable, me ofrece su brazo porque yo soy una dama, con educación. Y me voy con él porque me saca de lo sórdido.

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Millennium I: Los hombres que no amaban a las mujeres

Soy una de las mujeres atada a la lectura de las novelas de Larsson. Novela negra con ingredientes de siglo XXI en la lejana Suecia. Novelas interminables de setecientas páginas que, sin embargo, son devoradas en tres días. Me falta la tercera y pronto trataré de terminar la trilogía. Me dejé llevar por el fenómeno (siempre soy de la opinión que para criticar algo, hay que conocerlo a fondo) y la sorpresa ha sido agradable. No es literatura de altos vuelos pero los libros no están mal escritos Las tramas están muy bien desarrolladas y los personajes absolutamente dibujados así como el ambiente oscuro en el que se mueven.

Larsson reflexiona sobre varios asuntos interesantes: medios de comunicación independientes y grupos de comunicación, los nuevos caminos de las relaciones personales y la sexualidad, la corrupción del poder, un sistema social en el que sustentan mundos oscuros de negocios ocultos y negros, violencia de género, chantajes, el mundo de la seguridad, nuevas tecnologías, salud mental, exclusión y aislamiento social, falta de comunicación… Además, ha creado dos personajes-investigadores de los que nos interesan sus vicisitudes, sus sentimientos, sus relaciones…, son la joven hacker Lisbeth Salander y el periodista Mikael Blomkvist a los que el fallecido autor les reviste de carácter, personalidad y psicología.

El primer libro funciona no sólo por todo lo anteriormente descrito sino que además une a todo una trama familiar, un saga de familia, que permite al lector bucear en varias generaciones de un grupo empresarial familiar poderoso, los Vanger, y cuentan con un pasado y un presente oscuro. Un montón de familiares con personalidades diversas, con secretos oscuros, con rivalidades de poder, con amores y odios… Y, por supuesto, la historia que provoca la investigación, la novela policíaca y negra, la desaparición y muerte en tiempo pasado de una de las jóvenes miembros de la familia, Harriet Vanger, que desapareció en reunión familiar de negocios y poder en el año 1966. Su tío Henrik lleva cuarenta años obsesionado y quiere descubrir qué fue lo que pasó.

Con todos estos elementos e ingredientes la industria cinematográfica sueca pone en la pantalla, la primera parte de la trilogía. Y la traslada de manera correcta en dos horas y media. Correcta y entretenida pero no del todo emocionante. Logra en algún momento esa atmósfera oscura, violenta y claustrofóbica. Toma la esencia de la investigación y abandona varias subtramas (es misión imposible una adaptación totalmente fiel a no ser que hubieran optado por la serie de televisión).

Los dos personajes principales y su peculiar relación se intuye en la pantalla… Lisbeth Salander (Noomi Rapace) es como te esperas —aunque la complejidad del personaje literario no puede subyacer del todo en el personaje de ficción de la pantalla— pero para mí el gran perdedor, como personaje, y el que más matices pierde es Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist). En el libro, Kalle enamora y en la película le falta un hervor. También es una pena la pérdida de identidad de varios personajes secundarios de la novela que ya que les quita toda su relevancia los hubiera hecho desaparecer totalmente.

No es película ni buena ni redonda. Esta claro que es una estudiada labor de marketing y de no defraudar a los seguidores de la saga. Con lo cuál el director no interpreta, se deja llevar o vuela por las posibilidades que ofrece la novela. Se limita a ser fiel en lo posible y hace concesiones o cambios para poder disminuir el número de personajes que aparecen en la trama. Quizá consiga que haya más seguidores de la trilogía que se animen a leerla pero intuyo que podría haberse hecho una adaptación más atrayente con una fuerza visual más potente. Además, está hecha totalmente para que el espectador se de cuenta de que la historia no se ha cerrado y que falta una segunda y tercera parte (tipo, serial de televisión). No obstante, entretiene…, que como siempre digo, no es poco.

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Tetro

Bueno, vayamos por partes. 

Que estamos ante una obra de Francis Ford Coppola es evidente.       Que tiene un lenguaje cinematográfico magistral y que además rodea sus películas de una fuerza visual desmesurada sigue siendo cierto y lo emplea con acierto y belleza en su última obra. 

Que tiene un ojo maravilloso para realizar descubrimientos, sobre todo en sus intérpretes masculinos jóvenes, es ya leyenda. Y esta película no es una excepción. Estoy segura de que volveremos a ver y veremos una carrera interesante con el bello rostro de un prometedor Alden Ehrenreich. 

Que Vincet Gallo es raro hasta la médula, no es cosa que pase desapercibida. Tanto su físico como su personaje de Tetro vuelve a mostrarlo con evidencia. 

Que Buenos Aires querido y Argentina en particular es una ciudad y un país que desea recorrerse algún día la que firma este post, se hace cada vez deseo más real sobre todo cuando películas como Tetro lo muestran de manera tan singular.  

Bueno el guiño de Coppola a radio La Colifata que se está convirtiendo en un referente y universo único. 

Que Maribel Verdú está en momento álgido de su carrera y que siempre construye personajes en los que que brilla en cada escena…, es verdad como un puño en Tetro. En un momento determinado, Coppola la compara con Ava Gadner y acierta en la comparación. 

Que una de las obsesiones de Coppola es la familia. La relación entre hermanos. Entre padres e hijos. Las rivalidades y el poder también sale a relucir en esta joya en bruto que es Tetro. Una vista atrás y hablamos de la trilogía El padrino, de La ley de la calle, de Rebeldes 

Que a Coppola le gustan los grandes melodramas y dramas operísticos empapados de dolor y melancolía…, de nuevo, nos lo demuestra en Tetro. 

Que el blanco y negro es hermoso y el color bien empleado puede ser poesía también queda claro. 

Que siempre está dispuesto a traer del recuerdo viejas glorias en papeles fuertes queda patente con el rostro de Klaus Maria Brandauer. 

Que se le puede poner un punto negativo y es en algún fallo de guión o mejor dicho de personajes (esa farándula tipo almodóvar que rodea el mundo teatral de Buenos Aires… con una Carmen Maura en papel recortado e incomprensible). 

Que se te quedan imágenes en la retina y que Coppola siempre ha soñado con un musical obra maestra… queda muy, muy claro. Que se le va la olla con la poética de las imágenes que se derraman por la pantalla de cine y que vomita imágenes de una hermosura incomprensible…, tan incomprensible que se puede pegar batacazos como el siempre recordado por los siglos de los siglos con esa extraña belleza con voz ronca a lo Waits que es Corazonada. 

Que bebe de otras obras maestras porque curiosamente casi todos los directores del Nuevo Hollywood que nacieron en los años setenta como artistas curiosamente son ávidos cinéfilos y saben del séptimo arte como nadie…, también queda reflejado así como su homenaje a ese extraño y mágico  musical que fue Las zapatillas rojas o a Los cuentos de Hoffman merece la pena. 

A Coppola le cantó al oído que me quedé pegada en la butaca, y a pesar, de sólo unas pocas escenas que me chirriaron, me hipnotizó y me metí de lleno en esa historia de dos hermanos que se aman, que se odian. De ese padre genio que no deja hueco para más, que absorbe. De esa novia maravillosa que trata de entender a todos con dulzura. De ese accidente que marca a Tetro por los siglos de los siglos y le vuelve loco. De esa ciudad en blanco y negro, viva. De esos amores que nacen y otros que se reafirman. De la presencia de la muerte. De vencer los miedos. De la muerte, la creatividad, el poder de la escritura… 

Sé que no has convencido en absoluto. Pero que quieres que te diga a mí me has conquistado (más como realizador que como guionista).

Para mí Tetro ha sido un viaje precioso. 

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Cine e integración a través del arte y del ocio en La Casa Encendida

Si hay algún lector que durante el mes de julio se encuentre en Madrid y le apetezca un lunes o un jueves a partir de las 19.00 horas disfrutar de una tarde de cine y charla, Hildy, como hace ya cinco años, organiza junto a la Fundación RAIS y La Casa Encendida (Sala audiovisual. Ronda de Valencia, 2) un ciclo de cine que proyecta películas que versan alrededor de algún tema social concreto. Este año es la integración a través de la arte y del ocio. Nueve películas (documentales y ficción) que ahondan sobre esta cuestión. Y después, coloquio con personas que pueden aportar visiones y puntos de vista desde el cine y desde lo social.

Cine e integración a través del arte y del ocio

La Fundación RAIS, en colaboración con La Casa Encendida, presenta el ciclo Cine e integración a través del arte y del ocio, en el cual se proyectarán nueve películas que van a reflejar distintas disciplinas artísticas y actividades de ocio que provocan un cambio o transformación en los protagonistas que por distintos motivos se encuentran en una situación de exclusión o aislamiento social.

Uno de los caminos para superar las barreras de la exclusión social es la integración a través de proyectos que trabajan con las personas, que tienen distintas problemáticas, en una actividad que tiene que ver con el arte y el ocio. Un camino que supera barreras, aumenta la autoestima, fomenta la convivencia, sensibiliza sobre un problema y abre nuevos caminos o salidas. A veces el alimentar una pasión puede ser una tabla a la que agarrarse para no caer por el tobogán del aislamiento sino subir escalones sin parar. El cine no ha sido ajeno a esta realidad.

El ciclo estará estructurado en dos partes. Intercalando documentales sobre experiencias reales de integración a través del arte y el ocio con distintas películas de ficción que bien por su realización o temática reflejan este tema apasionante.

Tras las proyecciones, profesionales de la Fundación RAIS, profesores universitarios, miembros de ONG y asociaciones, críticos cinematográficos y especialistas en distintos campos culturales compartirán sus puntos de vista con el público y crearán un espacio donde el cine sea una puerta abierta a la reflexión.

Jueves 2 de julio (19.00 horas)

Lenguaje, educación y multiculturalidad

La clase, de Laurent Cantet.

Francia, 2008. 128 min.

Con la participación de José Luis Sánchez Noriega (profesor titular de Historia del Cine. Universidad Complutense de Madrid) y José Manuel Caballol (Director General de la Fundación RAIS).

François es un joven profesor de lengua francesa en un instituto difícil, situado en un barrio conflictivo. Sus alumnos tienen entre 14 y 15 años. Las culturas y las actitudes se enfrentan en el aula y muestran un microcosmos de la Francia contemporánea. Un docudrama donde tanto el profesor (que escribió un libro sobre su experiencia como maestro durante un año escolar en un instituto) como los alumnos son reales, de carne y hueso, en esta ficción que abre los ojos sobre varias cuestiones interesantes.

Laurent Cantet es un realizador francés que ha tocado temas de interés social y humano en películas como Recursos humanos, El empleo del tiempo y Hacia el sur.

Lunes 6 de julio  (19.00 horas)

Niños, exclusión y fotografía

Los niños del barrio rojo, de Ross Kauffman y Zana Briski. EEUU, 2006. 85 min.

Con la participación de Nuria Curós (responsable de Relaciones Públicas de Sonrisas de Bombay) y Vicente López Tofiño (fotógrafo profesional).

Zana Briski es una fotógrafa que se encuentra en el barrio rojo de Calcuta. Allí contacta con los niños, cuyas madres trabajan en la prostitución, y les empieza a enseñar fotografía, facilitándoles cámaras, organizando excursiones y finalmente realizando una exposición artística con sus trabajos. En el documental se nos muestra la vida de estos niños y sus familias y la implicación de Briski para conseguir que haya una salida para estos niños fuera del barrio rojo y la exclusión social.

Jueves 9 de julio  (19.00 horas)

Centros penitenciarios y música

Cuatro minutos,  de Chris Kraus

Alemania, 2007. 112 min.

Con la participación de Stephan Schmitz (productor y distribuidor) y Álvaro Crespo (responsable de Cultura en Prisiones y Hospitales de Solidarios).

Una anciana pianista da clases de música en una cárcel alemana y descubre el talento de una joven y conflictiva presa, Jenny, de 21 años. Jenny se transforma cuando toca el piano y deja atrás su carácter violento. La anciana decide presentarla a un certamen musical para jóvenes intérpretes pero el camino para ambas no será fácil. Para lograr el primer premio, las dos mujeres se ven obligadas a trabajar en equipo y a aprender a conocerse y respetarse para alcanzar una meta. Ambas tienen el pasado sobre sus hombros. Ha sido la primera película dirigida por el guionista Chris Kraus.

Lunes 13 de julio  (19.00 horas)

Coros, función social

Corazones rebeldes, de Stephen Walker

Reino Unido, 2007. 109 min.

Con la participación de Catalina Rivada García (educadora social y directora del coro Entredós) y Orlando Graves Bolaños (responsable de Formación y Voluntariado de la Fundación Yehudi Menuhin España).

En Northampton (Massachussets) hay un coro muy especial: sus componentes andan entre los 75 y 93 años y se anuncian como Mayores portándose mal. Forman el Young@Heart, un coro que no se parece a ninguno porque cuando se suben a un escenario el rock es la estrella. Sus voces entonan  canciones de Jimi Hendrix, Radiohead o Sonic Youth. Ni la enfermedad ni las dificultades que trae la vejez, ni siquiera la muerte puede pararles. Este documental de Stephen Walker muestra como las canciones según quienes las cantan pueden adquirir distintos significados.

Jueves 16 de julio  (19.00 horas)

Escritura, sin barreras ni muros

La escafandra y la mariposa, de Julian Schnabel

Francia, 2007. 112 min.

Con la participación de Joaquín María Aguirre Romero (profesor titular del Departamento de Periodismo III de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en cine y literatura) y Francisco Cenamor (poeta, actor y bloguer de Asamblea de palabras).

El director y pintor Julian Schnabel se inspira en la novela del mismo título que escribió Jean Dominique Bauby donde contaba cómo a consecuencia de una embolia en diciembre de 1995 quedaría inmovilizado para siempre por una extraña enfermedad. Sólo podía mover el párpado de un ojo. Así, una vez asumida su situación, a través de un sistema con el parpadeo de su ojo, escribiría un libro. Sus armas: la imaginación y la escritura que le permitirían volar como una mariposa y salir de su escafandra, su propio cuerpo.

Lunes 20 de julio  (19.00 horas)

Fútbol y prostitución

Estrellas de la Línea, de Chema Rodríguez

España, 2006. 90 min.

Con la participación de Mamen Briz (periodista, guionista y miembro del Colectivo Hetaira).

Un grupo de prostitutas guatemaltecas de una de las zonas más deprimidas, La Línea, forman un equipo de fútbol para reivindicar sus derechos. A través del equipo las Estrellas de la Línea —y de la polémica social que se teje a su alrededor— y de sus partidos con otros equipos vamos descubriendo a cada una de las integrantes, sus vidas, sueños, sentimientos y aquello que reivindican. El documentalista Chema Rodríguez sigue con su labor de mostrar realidades sociales y actualmente ha realizado Coyote sobre la inmigración ilegal guatemalteca en EEUU que pasa por México.

Jueves 23 de julio  (19.00 horas)

Barrios y el cine

Rebobine, por favor, de Michael Gondry

EEUU, 2007. 101 min.

Con la participación de Manuel Ortega (crítico de la revista digital de cine Miradas.net) y José María Servián (periodista y miembro del departamento de Comunicación de la Fundación RAIS)

Jerry es un joven que intenta sabotear una planta de electricidad que, según él, le está causando dolores de cabeza. El problema es que, sin darse cuenta, el acto le causa daños en su cerebro, que queda magnetizado, causando la destrucción involuntaria de todas las películas en vhs de la tienda de un amigo suyo. Después de un principio surrealista nos adentramos en una historia donde todo un barrio, deprimido y marginal, se implica con los jóvenes protagonistas para realizar producciones cinematográficas de populares películas de los años ochenta y noventa para recuperar el fondo de la tienda. Tras el humor surrealista que siempre emplea el realizador francés Michael Gondry, mucha reflexión sobre la vida en los barrios y el significado del cine en nuestras vidas.

Lunes 27 de julio  (19.00 horas)

Amor ciego

Blind loves, de Juraj Lehotsky

Eslovaquia, 2008. 77 minutos

Con la participación de Ismael Martínez Liébana (Profesor titular de Filosofía, en el Departamento de Metafísica y teoría del conocimiento de la Universidad Complutense de Madrid) y José Miguel Vila (periodista, escritor y responsable de Comunicación de la Corporación Empresarial ONCE).

Peter es profesor de música en un colegio para niños ciegos. Su desbordante imaginación construye un universo propio junto a su mujer. Elena está casada con Maco y están esperando un hijo. Miro es gitano y debe luchar por conseguir la aprobación de los padres de su novia Monika y, por último, Zuzka tiene catorce años e Internet se convierte en el espacio perfecto para conocer chicos. Cuatro formas de sentir el amor con cuatro protagonistas que sólo son diferentes a los demás por una razón: son ciegos. Un documental de Juraj Lehotsky que bucea en el amor con una sensibilidad especial.

Jueves 30 de julio  (19.00 horas)

Barrios y participación social

Luna de avellaneda (2004) de Juan José Campanella

Argentina, 2004. 140 min.

Con la participación de María Jesús Alba Carmona (Socióloga y directora de Movilización de Recursos de la Fundación RAIS) y un miembro del Centro Social Seco.

Luna de Avellaneda es la historia de un club de barrio (social, deportivo y cultural) que ha vivido en el pasado una época de esplendor y que en la actualidad se encuentra inmerso en una crisis que pone en peligro su existencia. Los socios luchan por salvar a toda costa el establecimiento donde se reúnen jóvenes, niños, mayores y ancianos…, y evitar por todos los medios tener que cerrarlo. El director argentino Juan José Campanella, que logró éxito internacional con El hijo de la novia, se mete de lleno en la vida de un centro de barrio en una Argentina en crisis.

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