Diccionario cinematográfico (103)

Jesse y Céline: antes del amanecer, creíamos que el tiempo no pasaba. Y soñábamos. Aquel encuentro fue especial. No faltó un tren y Viena. Teníamos sueños y jamás pensábamos que íbamos a crecer. Fue un momento especial y quedamos en la estación de Viena, sin teléfonos, ni dirección, sin ni siquiera saber los apellidos… a la misma hora, en el mismo sitio pasados seis meses. Son locuras que se hacen porque se está seguro de tener muchas oportunidades. Porque parece imposible tener la sensación de que el tiempo pase.

A los seis meses no hubo encuentro.

Pasan nueve años. Y es antes del atardecer. Y ya no tenemos veinte años. Y ya hemos sentido. Y ya hemos sido felices pero también hemos recibido palos. Y ya nos hemos desencantado. Y sabemos que no siempre hay oportunidades. Y el romanticismo ha pasado a segundo plano. Y estamos en París. Pero seguimos teniendo deseos, y tenemos un momento siempre recordado en nuestra vida. Un recuerdo imborrable. Un encuentro que marcó nuestras vidas. ¿Y qué hubiera pasado? Y si me tocan me desintegro. Y déjame que te cante un vals. Y el mundo está fatal. Y me rompo por dentro pero sigo adelante. Y me hace daño recordar, y me da miedo sentir, y también comprometerme. Y yo he caído en la rutina. Pero ambos seguimos sintiendo. Y mi gato se llama Che. Y cántame una canción. ¿Y estuviste en la estación de Viena? Suena Nina Simone. No, también suena mi voz y te cantó a ti Jesse un vals. Si me tocas me desintegro. Y vas a perder el avión. Sí, ya lo sé. ¿Y qué pasa? No lo sé. Quizá vuelva a escribir. Quizá nos desintegremos. Quizá sólo nos quedará París. Quizá sólo funcione el encuentro. ¿Y si no es así?

Dos momentos en los que saben seguro que han sido felices. Lo saben. Algunos jamás consiguen un momento feliz.

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Galanes olvidados (II)

Si yo pronuncio Sterling Hayden, ¿cuántas películas somos capaces de recordar?¿Qué sabemos de su vida?Actor no sólo hermoso y de rostro misterioso sino protagonista de una de las escenas de amor más míticas. Si pronuncio “Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo”. Entonces la cosa cambia y Hayden se transforma en Johnny Guitar.

Hayden es protagonista también de una vida de película. Hombre aventurero como ninguno que luego se hizo un nombre en Hollywood con distintos papeles en La jungla de asfalto, la maravillosa Atraco perfecto (que tuve oportunidad de verla hace poco gracias a sabio consejo), la delirante ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú o ya abuelo en eso fresco histórico que es Novecento.

Como curiosidad contaros que nunca estuvo contento con su actuación en la triste y famosa Caza de Brujas. Después de ser partícipe activo en la Segunda Guerra Mundial, se alistó durante un tiempo al Partido Comunista en EEUU. En uno de los vergonzosos juicios, Hayden repitió nombres ya dados de compañeros que militaban o estaban conectados con el Partido Comunista. Sin embargo, siempre repudió este momento.

Lo mismo pasa si yo comento el nombre de Dana Andrews…, injustamente olvidado. Andrews tiene una carrera prolífica y protagonizó películas inolvidables del género negro, western y bélico.

Sólo diré el nombre de sus películas más recordadas y seguro que enseguida nos viene su rostro a la cabeza. Laura, Los mejores años de nuestra vida o Mientras Nueva York duerme. Grandes películas de Otto Preminger, William Wyler y Fritz Lang.

Dana Andrews luchó durante años contra su adicción al alcohol y a veces no fue muy afortunado en la elección de personajes y películas.

Otro intérprete olvidado o poco recordado es, sin duda,  Robert Stack. Que además destacó a partir de los 60 en sus intervenciones televisivas y se fue apartando poco a poco de la gran pantalla. Sin embargo, tres películas son suficientes para recordarle y que tenga un hueco en la historia del cine: un soldado joven y atractivo en la maravillosa Ser o no ser y sus atormentados y complejos personajes en dos grandes melodramas de Douglas Sirk (Escrito sobre el viento y Ángeles sin brillo).

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Los visitantes (The visitors, 1972) de Elia Kazan

La penúltima película de Elia Kazan fue Los visitantes. Un hombre que ya se hacía mayor y cada vez le costaba más poner en pie sus propias películas. La industria retiraba su confianza sólo porque se volvía anciano…, como hicieron con tantos directores geniales.

De pronto, en su penúltima película se mete de lleno en el cine independiente. Con un presupuesto ínfimo, mínimo equipo y unos actores que acaban de empezar. Elia Kazan siente gran cariño por esta película que fue poco distribuida en su momento, y ahora también, porque le permitió seguir haciendo lo que más amaba en su vida: dirigir. Y otro de los motivos es que compartió un proyecto común con su hijo Chris Kazan que escribió el guión.

En Los visitantes se hace una reflexión que incomoda. No es un film fácil de ver. Por una parte, pertenece a ese género inquietante de un visitante que trastoca la vida tranquila de unos inquilinos (dígase Funny Games, Perros de Paja, Mujer blanca soltera busca…). Por otra es una reflexión triste, de cómo una guerra, la de Vietnam, hace mella en la sociedad norteamericana y crea heridas de curación imposible.

La película cuenta con momentos inquietantes y violentos. Golpea al espectador. Al mostrar el horror de la guerra, de cómo destroza a una generación. No sólo en el campo de batalla sino en el regreso. De cómo la violencia genera violencia.Y como nos tiene acostumbrados Kazan, sus personajes son complejos. No son ni blancos, ni negros. Ni malos ni buenos. Son seres humanos totalmente rotos. Siempre eres consciente, como espectador, que estás viendo una bomba de relojería que en cualquier momento va a estallar.

Triste desde la primera imagen porque absolutamente todos los personajes están ya rotos en pedazos menos un niño que llora y no comprende. La joven pareja que se distancia (Bill y Martha), el desagradable padre alcohólico, desagradable de puro y continuo desencanto, de no entender su vida…, y los visitantes, dos compañeros de ejército de Bill, los tres lucharon en Vietnam. Ellos van a hacer una visita a Bill después de haber permanecido dos años en la cárcel por unos hechos ocurridos en Vietnam. El testimonio de Bill fue vital para encarcelarlos.

Desde que regresó de la contienda Bill, silencioso y pasivo, no volvió a mencionar jamás su experiencia en Vietnam. Ahora llegan los visitantes para devolverle un pasado que no puede enterrar. Eran tres jóvenes que vuelven transformados y destrozados por la violencia. No vuelven como héroes sino que arrastran, sin que a nadie le preocupe, una contienda en la que se hicieron e hicieron cosas terribles porque era una guerra salvaje. Uno muere en vida, un Bill que se arrastra —incapaz de enfrentarse a su suegro, incapaz de enderezar su relación con Martha—, los otros dos sólo saben responder al conflicto mediante la fuerza y la violencia… fue lo que les hicieron aprender en el campo de batalla, un campo de locura salvaje.

Si todos son personajes complejos, Martha se lleva la palma, y también se convierte en víctima indirecta de una guerra que la destroza la vida, sin duda la visita la cambiará para siempre. Y su padre tampoco es que ayude mucho, alcohólico, melancólico de un pasado que cree glorioso (su contienda fue la Segunda Guerra Mundial), escritor de novelas del Oeste y hombre también violento se siente atraído desde el primer momento por los visitantes y termina emborrachando a todos los protagonistas.

Película que transcurre entre dos casas y un paraje helado. Y que la ves con angustia…, porque sabes, intuyes en todo momento, que va a haber un estallido. Pero no sabes ni cuándo ni cómo, ni qué va a pasar. Y eso angustia.

Los actores son todos desconocidos y debutantes. El único que tendría y tiene una carrera regular y varios buenos papeles en su carrera es el que tiene el rostro de Bill: James Woods.

Película triste, de reflexión triste, sobre el regreso de una guerra como Vietnam que destrozó no sólo cuerpos sino corazones, almas y cerebros.

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Recuerda (Spellbound, 1945) de Alfred Hitchcock

Es una de las películas menos apreciadas del maestro del suspense. De hecho, en la famosa entrevista que le hizo François Truffaut a Hitchcock pasan de puntillas por ella. Truffaut deja claro que no le gusta y Hitchcock no hace mucho por defenderla.

Pero qué se le va a hacer. A mí me gusta. No la considero de las mejores, ni obra maestra. Pero, que coño, me gusta, me entretiene y me parece, que como es habitual en Hitchcock, refleja una preciosa historia de amor, con uno de esos besos inolvidables.

Durante toda la película hay imágenes identificativas del director y juega con el suspense. Se le achacan varios defectos cada vez que se habla de ella (con algunos estoy de acuerdo y con otros no): en teoría es una película sobre psicoanálisis pero pasa de puntillas por el método y queda una visión no muy profunda de esta técnica… pero yo sólo lo veo como un pretexto y un recurso —y para el caso bien empleado— para contar una historia, para contar un thriller.

Otro tema que siempre se plantea es la elección de Gregory Peck para el papel protagonista y su interpretación… A mí Peck, en esta película, me conmueve. El personaje del actor se muestra indefenso, asustado, con complejo de culpa, con amnesia, con miedos indescifrables, perdido, solitario…, y Peck cumple con creces. A mí me pasa como la doctora que representa Bergman…, le querría ayudar a toda costa y no me plantearía siquiera que pueda ser un hombre malo. Y, no me estropea las dosis de suspense: ¿qué le pasa?¿Por qué estaba con el doctor desaparecido?¿Qué le hace sentirse culpable?¿Qué teme?

Sí es cierto que muchos esperaban que una película sobre el psicoanálisis y planteada por Hitchcock fuera menos racional, menos pensada, que a través de las imágenes entráramos más en la locura o mundos oníricos…, algo que consigue plenamente en Vértigo. Sí, Recuerda es un thriller que no deja cabo suelto, lleno de explicaciones lógicas, digamos que el maestro del suspense no se desmelena. Pero, no por ello, deja de ser un buen thriller con encanto.

Otro handicap es la conversión del sueño de Dalí, poderosamente visual, de 20 minutos en 2 minutos entrecortados. Quizá una mayor presencia del sueño sí que hubiera dado esos índices de locura necesarios. Hitchcock no pudo batallar la imposición del corte que se ejecutó por órdenes del productor David O’Selznick (con fama de controlar absolutamente todas las producciones en las que se metía de lleno). Me queda por leer todavía un maravilloso libro que contará más asuntos al respecto (Dalí y el cine). Por otra parte, el presupuesto tampoco dio para realizar el sueño en exteriores en vez de en estudio.

Pero vayamos a varios aspectos que me parecen interesantes. ¿Se han dado cuenta que no hay un sólo personaje cuerdo en toda la película?¿Qué nos muestra como seres humanos frágiles y rotos? No están cuerdos los enfermos, no están cuerdos los doctores que los tratan…, y ese aspecto que quieren que les diga me llama la atención, me gusta, me parece que enriquece la película. Hay una frase genial que corresponde al anciano doctor, experto en psicoanálisis, maestro de la protagonista: “Espero que tengáis niños en vez de fobias”. Como siempre el maestro del suspense deja respirar con toques de humor.

De nuevo, Hitchcock vuelve a conmover con una hermosa historia de amor. Entre una doctora (bella y genial Ingrid Bergman) que no abre las puertas al amor y un hombre con problemas de salud mental…, y nos regala un beso inolvidable… con puertas que se abren. Su primer encuentro, sus escenas de amor… la racional doctora que deja toda su brillante carrera por el ser amado, por probar su inocencia. El hombre que padece amnesia y que le parece que ella es la primera mujer que ha besado.

Y, después, escenas o como digo yo imágenes cinematográficas que muestran a Hitchcock como un maestro en el lenguaje cinematográfico. En expresar con imágenes mil cosas. Unas escaleras (qué bien sabe emplear las escaleras) y una navaja de afeitar, un vaso de leche que oculta bromuro, una mujer al que se le van cerrando rejas en un rostro que quiere llorar (su amado se aleja), un suicidio sólo mostrando una pistola y su movimiento. Los hoteles, las habitaciones, las estaciones de tren, los vagones, las vías…

Y como siempre un tema tratado muchas veces por Hitchcock, el falso culpable o el hombre común frente a situaciones que le sobrepasan, que nunca hubiera pensado que le ocurrieran.

Por último, no quiero dejar sin mencionar una música hermosa y envolvente… que recuerda. Una banda sonora muy hermosa de Miklós Rózsa cargada de romanticismo.

Recuerda siempre me ha dejado buen sabor de boca.

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Diccionario cinematográfico (102)

Líderes sociales: y el cine también ha reflejado vida y obras de líderes sociales reales o ficticios. Nos dejaron el corazón en un puño. Nos emocionaron.

Personas que durante su vida se convierten en líderes sociales que transforman el mundo injusto que nos rodea. Algunos son líderes más anónimos, otros su nombre traspasó fronteras (como el cooperante muerto recientemente Vicente Ferrer).

Empezamos el recorrido con otro hombre en la India: Gandhi. Su vida fue llevada en la pantalla en superproducción años 80 de Richard Attenborough con un Ben Kingsley transformado en líder social y espiritual con el movimiento de no violencia como protagonista para acabar con el colonialismo británico y conseguir una India independiente.

El mismo director años más tarde rodaría Grita libertad donde narra la historia de uno de los líderes negros que se enfrentó al Aphartheid: Steve Biko con el rostro de Denzel Washington.

Meryl Streep se mete en la piel de líder social cuando lucha por que se respeten los protocolos de seguridad en una central nuclear para proteger a todos los trabajadores. Ella es Karen Silkwood.

Raúl Julia, ya desaparecido, encarnó a Oscar Romero, sacerdote salvadoreño que luchó toda su vida para defender los derechos humanos y denunció la violencia política que se ejercía en El Salvador durante los años setenta.

Otro dirigente obrero, ficticio, líder social a su pesar tiene el rostro ni más ni menos que de Marlon Brando en La ley del silencio donde después de una transformación lucha por la defensa de los trabajadores en los muelles y por terminar con las mafias que les hacen la vida imposible y les ofrecen unas condiciones laborales y de vida impresentables.

Recientemente ha vuelto Sean Penn con personaje histórico: Harvey Milk, activista gay que luchó por los derechos de los homosexuales en EEUU durante la década de los setenta.

El cine refleja cientos y miles de líderes sociales, ficticios o reales, en determinados entornos que transforman vidas y luchan sin rendirse y superan obstáculo tras obstáculo. Mario y Ana son el matrimonio que cada día se comprometen con su entorno y luchan por todos los medios para que exista la justicia social en esa pequeña joya que se llama Un lugar en el mundo. Ellos tenían los rostros de Federico Luppi y Cecilia Roth.

Daniel Lefebre es el director de una escuela infantil absolutamente comprometido con su entorno y en continua lucha y compromiso para facilitar la vida a unos alumnos que viven al borde de la marginación social. Hoy empieza todo es una joya donde se ve la lucha social de un hombre que en su entorno es un líder que trata de transformar con ayuda de todos el entorno donde vive y desarrolla su trabajo.

En Pan y Rosas se refleja la lucha real de un gremio de trabajadores. Dos hermanas mexicanas, que trabajan en limpieza de un edificio de oficinas en EEUU, son las protagonistas. A través de la ayuda y apoyo de un activista norteamericano, liderarán la lucha para mejorar sus condiciones laborales. Ken Loach al pie del cañón en la denuncia social.

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Claves de Apocalypse Now Redux (1979) de Francis Ford Coppola

Antes aclarar que la película Apocalypse Now es como señalo en el titular de 1979 pero con el añadido de Redux se estrenó en el año 2001 (esta versión es el montaje del director en el que añade a la versión original más de 45 minutos).

La película que yo he visto es Apocalypse Now Redux y no la versión que se estrenó en 1979. Apocalypse era un film que siempre se me había resistido. He leído gran variedad de artículos sobre ella pero nunca me veía con ánimo de enfrentarme a su visionado hasta hace muy poco.

Muchas cosas son las que me han despertado interés y me han llamado la atención: sobre todo el increíble mundo visual de Coppola y el poder que confiere a la imagen cinematográfica.

Sin embargo, no ha apartado ni ha superado mi gusto por dos películas que tratan la misma contienda y que en cada nuevo visionado me emocionan y me llenan cada vez más (emoción que no he logrado con la más cerebral, tremenda, desordenada, desconcertante, larga y descabellada película de Coppola): El cazador de Michael Cimino y El regreso de Hal Ashby, ambas estrenadas en 1978.

Me gustaría aportar varias claves que me llaman la atención y que situan o dan valor a esta cinta que, sin duda, merece más visiones pero que no os voy a mentir me ha decepcionado en bastantes momentos. Apocalypse es de esas películas que cuenta con momentos o personajes que te dejan con la boca abierta pero que su conjunto final, para la que esto escribe, se resiente en varias partes o planteamientos.

Adaptación de El corazón de las tinieblas

Su guión parte de una adaptación libre del clásico relato corto de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas. Su idea original no se pierde: un viaje a través de un río para buscar a Kurtz. Un viaje a los infiernos y a la brutalidad del hombre. El relato transcurre durante el siglo XIX y la travesía es a través de África, un África colonial, donde los europeos dan rienda suelta a la brutalidad.

Los guionistas John Milius y Coppola trasladan la acción al siglo XX y a Vietnam. No se pierde la esencia ni la búsqueda por parte de un hombre de otro hombre, Kurtz, personaje controvertido que se ha transformado en el seno de la selva en un hombre de exacerbados instintos salvajes y que en su comunidad es venerado como un dios. No se pierde la ambigua relación del personaje buscador con el personaje buscado. Así Apocalypse Now parte de una idea principal ya concebida. Y de un planteamiento ya construido.

Los actores

Un festival de sorpresas —cuando ya por fin Coppola logró el reparto fijo después de numerosas vicisitudes— donde nos encontramos con un protagonista y un antagonista magníficamente retratados.

El buscador es el capitán Willard con el rostro de Martin Sheen (que vivió auténtico infierno de rodaje que afectó profundamente a su salud). Retrato para mí escalofriante de hombre al límite de la locura testigo del horror de la guerra y él mismo rozando continuamente el límite entre la cordura, la locura y el sinsentido. Escalofríos porque en momentos en que parece un ser humano con alma, de pronto, aparece un Willard despiadado y sin sentimientos, muerto en vida.

Y el buscado no es otro que un Marlon Brando que sólo necesita mostrar su poderosísimo físico para sacar toda la fuerza del personaje. ¿Brando haciendo de Brando…? No importa porque logra imprimir toda la carga mítica al misterioso personaje de Kurtz. Rodado entre sombras (por imperativo del actor que llegó al plató con muchos kilos de más), con su voz ya mítica, enorme cuerpo e impresionante calva, su aparición mínima no te deja indiferente.

Todos los soldados-guerreros que acompañan a Willard en su viaje en la barca. Cada cual vivirá su particular viaje al horror (palabra que se repetirá una y otra vez) y, como no, su transformación a la brutalidad y locura, perfectamente reflejado en uno de ellos: Lance (interpretado por el ya desaparecido Sam Bottoms, hermano del popular en años 70, Timothy Bottoms), el joven surfista, el inocente, bello y dulce arrastrado a la guerra, el horror y la violencia que se hunde en lo más profundo de la locura, su transformación estremece. Otro personaje memorable es interpretado por uno de los actores fetiche del primer Coppola como Chef (un personaje ya de por sí chalado y nervioso) que cae por miedo continuamente en la violencia y brutalidad pero siempre consciente de que está metido en un ambiente irracional y horrible que él no quiere nunca ni nunca buscó. Chef tiene el rostro de un desaprovechado Frederic Forrest que tras el batacazo de Corazonada no logró otro protagonista. Un adolescente negro, por qué no decirlo, un niño de la guerra, que vive entre alucinaciones la guerra que le rodea y que tiene arrebatos de violencia y ternura en un ambiente en el que no debería haber estado nunca. Fue el debú de un jovencísimo Laurence Fishburne que alcanzaría la cima en el siglo XXI con su profético Morfeo en la delirante trilogía Matrix. Y, por último, el capitán del barco, el soldado que parece más recto y con sentido del deber que finalmente se vuelve en su contra y no le permite no caer en la brutalidad y el sinsentido de sus demás compañeros. Éste personaje, trágico, es interpretado por el actor Albert Hall.

Después hay varios personajes que pululan alrededor del temible viaje siendo el más llamativo el coronel Kilgore con el rostro de un Robert Duvall que se sale. Personaje salvaje y loco, amante del surf y el napalm, que muestra el delirio de un hombre que transforma la guerra en un espectáculo extravagante. O para mí, el prescindible, fotógrafo de guerra pasado de rosca con rostro lunático de Dennis Hopper. Por ahí vemos en pequeño papel un cerebral Harrison Ford.

Las mujeres tan sólo tienen papel secundario y como meros objetos sexuales que acentuan la brutalidad de la guerra. Las chicas playboys (que en la versión Redux las depara un destino trágico) que ofrecen delirante espectáculo a soldados que ya se les ha ido totalmente la cabeza. Y la aparición en versión Redux de una mujer francesa que carece totalmente de sentido. Ella es como una especie de aparición glamurosa en el viaje al infierno, un paréntesis para Willard (al igual que toda la secuencia de la colonia francesa que aporta reflexiones sobre colonialismo no carentes de interés). Su única aportación es repetir a Willard que en él anida un monstruo y un ser humano con alma. La mujer vietnamita siempre aparece como víctima y como ‘objeto’ humano donde se descarga la brutalidad de los soldados.

John Milius

Apunte sobre este guionista y director que deja su sello (amante del surf y de la naturaleza) en esta película. Hombre controvertido que se considera un anarquista de derechas, que defiende el individualismo absoluto y que ama las armas permite ahondar más en la visión de Apocalypse. No tengo claro que él pretendiera dar una visión antibelicista a la película pero es tal la locura y el horror que refleja que produce al espectador una total repulsión a lo bélico que embrutece a los hombres y les hace perder los límites entre el bien y el mal.

Detrás de las cámaras ha dirigido obras tan conocidas como El viento y el león o Conan, el bárbaro. Actualmente, volvió a la popularidad con la serie de televisión Roma.

Los guiones de Milius han dado como resultado películas tan distintas como la que reflejamos o también ha sido el autor de El juez de la horca o Las aventuras de Jeremiahs Johnson.

Un rodaje de locura

Casi acaba con la salud y la economía de Coppola. Años de rodaje, montaje y producción. Casi acaba con la vida de Martin Sheen. Marlon Brando se convirtió en persona problemática durante todo el rodaje. Presupuesto demencial. Problemas con el tiempo, los helicópteros, tifones que destrozaron decorados, dificultades con el casting de actores… El horror, el horror.

La música

Inolvidable la banda sonora donde resulta difícil olvidar las canciones de The Doors, Rolling Stone o la fuerza de la música clásica de Wagner. Además de la música creada por Carmine Coppola.

Imágenes con fuerza

Como digo lo que más me ha llamado la atención de esta monumental película (en decorados, imágenes y duración —a mi parecer excesiva, ya he dicho que he visto la versión Redux, y reiterativa—) ha sido su fuerza visual en manos del universdo de un Francis Ford Coppola que entiende de lenguaje cinematográfico y un genial director de fotografía como Vittorio Storaro.

Así es difícil olvidar la presentación del personaje de Willard que lucha contra la locura en la soledad de una habitación de Saigón junto a sus recuerdos de la guerra.

Nadie queda indiferente a esa batalla con la música de Wagner de fondo y unos helicópteros convertidos en pajaros asesinos que asolan sin piedad una aldea vietnamita bajo la supervisión del esperpéntico personaje del coronel Kilgore.

Impactantes todas las escenas relacionadas con el surf en un ambiente bélico de bombas y violencia.

Esa selva que oculta miedos y barbarie, esa barca mugrienta protagonista de escenas escalofriantes en un río plagado de apariciones. Esas aldeas, campamentos de soldados, trincheras o plataformas muertas donde campa el caos y la violencia y donde los hombres son la expresión del primitivismo y la brutalidad extrema.

Ese Kurtz, dios de una aldea del horror entre cadáveres y niños sonrientes, cabezas colgantes. Un Kurtz enorme siempre entre sombras. La muerte del dios simultaneado con la horrible secuencia del sacrificio a machetazos de un buey…

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El director es la estrella (volumen I y II) de Peter Bogdanovich (T&B Editores)

Recomiendo, de manera entusiasta, la lectura de estos dos volúmenes de Peter Bogdanovich. Donde este director de cine y crítico cinematográfico publica entrevistas con distintos directores de cine en Hollywood. Directores del cine clásico hasta directores que viven el desmantelamiento del sistema de estudios.

Son dos volúmenes muy ricos en sabiduría cinematográfica donde escuchamos a grandes creadores hablando de sus oficios, películas, pensamientos, reflexiones…

Recupera a directores olvidados y consolida a los grandes. Además de acercarnos a sus personalidades. Bogdanovich, antes de ofrecer la entrevista en sí, realiza unos prólogos emocionantes donde define la personalidad de cada uno de los cineastas y su relación con ellos (y estos prólogos son una joya, por lo menos para mí). Algunos de ellos son tristes y nostálgicos porque Bogdanovich contactó con muchos de estos directores cuando ya eran ancianos y algunos vivían ya sus últimos momentos además de haber caído en el más absoluto olvido.

Para mí ha sido una lectura llena de placer y como si se me facilitara el dar la mano a Fritz Lang, Howard Hawks, Alfred Hitchcock, George Cukor u Otto Preminger.

El libro está plagado de anécdotas e historias genialmente contadas por sus protagonistas. Cada uno mostrando su carácter.

Además, permite el acercamiento a grandes pioneros y creadores que surgieron en la etapa silente de un arte que acababa de nacer: el cine.

Así es emocionante “escuchar” las historias épicas y sentir la personalidad de hombres como Allan Dwan o Raoul Walsh. Casi me da algo al conocer un poco más la personalidad extravagante de Josef Von Sternberg, el hombre protagonista de la entrevista más corta…, sus contestaciones son monosílabos…

También me entusiasmaron las entrevistas a grandes realizadores que se formaron en el cine de bajo presupuesto y lograron crear una obra personal. Sus palabras no tienen desperdicio. Es todo un lujo poder leer las historias de Edgar G. Ulmer o de Joseph H. Lewis.

Me asombró la forma de ver el cine y las explicaciones de un “castellano” Don Siegel sin pelos en la lengua. La entrevista más tierna, sin duda, la del director Leo MCarey, el director de una de las comedias románticas más recordadas (Tú y yo), que a pesar de que va perdiendo la memoria y la salud, logra reunir toda su energía para mostrar la luz y el ingenio del hombre que fue. O encontrarme con el creador de unos dibujos que acompañaron mi infancia, de la factoría Warner, el gran Chuck Jones. Gratamente y con ganas de adentrarme en su obra, de nuevo, me sorprendió el buenazo de Frank Tashlin, irremediablemente unido a las obras de Jerry Lewis. Y no puedo olvidarme de dos grandes, que me hacen disfrutar de buen cine, que en el caído sistema de estudios, optaron y optan por el cine independiente: Robert Aldrich y el gran Sidney Lumet.

Si algo me queda claro es que cada uno de estos hombres, a su manera, amaba desesperadamente su profesión. Era la pasión de cada uno de ellos y el motor de sus vidas.

De verdad, si queréis una lectura amena para el verano y aprender muchísimo de cine…, El director es la estrella (volumen I y II) es todo un lujo.

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W. H. Auden y Cuatro bodas y un funeral

A principios de los años noventa, película británica y romántica sobre grupo de amigos solteros que van de boda en boda y asisten a un funeral.

Tiene escenas divertidas, otras entrañables y mucho amor.

De vez en cuando no me importa volver a verla y encontrarme con el joven británico enamorado de bella americana pero ambos alérgicos al compromiso hasta que descubren la manera de estar juntos: ¿quieres no casarte conmigo para toda la vida? Siempre, bajo la lluvia.

No importa disfrutar de la amiga aristocrática y cínica enamorada por siempre del mejor amigo.

O de la pareja de gays que se aman con locura, por los siglos de los siglos.

O del amigo rico que poco se quiere y sólo busca a una buena mujer que le soporte. O a la loca excéntrica que desea que la amen. O el hermano del protagonista que no oye pero se comunica continuamente y ama. O ese cura que no da pie con bola en escena delirante. O esos novios que se intercambian los mejores anillos…

En el único funeral, uno de los personajes protagonistas recita un poema de W. H. Auden.

Y siempre que lo escucho, me emociono.

Inmenso, triste…, pero maravilloso… porque alguien ama y tiene palabras increíblemente hermosas para describir la ausencia del amado tras su muerte.

Melancolía de funeral

Para todos los relojes, corta el teléfono,
impide que el perro ladre con un hueso jugoso.
Silencia los pianos, y con tambor amortiguado,
trae afuera el ataúd, deja que los afligidos vengan.
Deja que los aviones circulen gimiendo por encima,
garabateando en el cielo el mensaje «él esta muerto».
Pon grandes cintas alrededor de los blancos cuellos de los cisnes.
Deja que los policías de tráfico usen negros guantes de algodón.
Él era mi norte, mi sur, mi este, y oeste,
mi semana de trabajo y mi descanso de Domingo,
mi mediodía, mi medianoche, mi habla, mi canción.
Pensé que el amor duraría para siempre. Estaba equivocado.
Las estrellas no son deseadas ahora, apaga todas y cada una.
Envuelve la luna y desmantela el sol.
Vuelca el océano y barre la madera.
Porque ahora nada podría hacer ningún bien.

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Good

Voy a  ser muy breve.

El otro día fui a ver Good de Vicente Amorim.

Decidí dedicar un tiempo de reflexión.

Y la conclusión es:

¡¡¡Qué pena una idea tan buena y tan mal desarrollada!!!

¡¡¡Qué lástima de guión y unos personajes tan mal construidos!!!

¡¡¡Qué poco lenguaje cinematográfico!!!

Sin embargo, la película se puede ver porque parte de una premisa interesante y esperas que en algún momento vas a ver buen cine.

¿Qué hubiera sido en manos de otro guionista o director?

Menos mal que ahí estaban (con sus personajes a medio desarrollar pero que podrían haber sido muy buenos personajes) dos actores: Viggo Mortensen (la belleza existe) y Jason Isaacs (nunca le olvidaré en Nueve vidas).

Los papeles femeninos tampoco están bien construidos y una pena sobre todo el personaje, que podría haber sido increíble, de la madre del protagonista.

Sin embargo, la película se sigue porque aunque la idea está mal desarrollada, te hace reflexionar, y mucho.

Es de esas obras que podrían haber sido grandes. Impactantes.

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