Las películas de la caza de brujas de Javier Coma (Notorious ediciones, 2007)

Viaje fascinante el que se emprende con el libro, muy documentado y bien escrito, de Javier Coma. Ya sabéis que a Hildy le fascinan muchos temas del cine pero uno de ellos es este periodo de La Caza de Brujas en Hollywood y por eso disfruta con los conocimientos de Coma. Este historiador de cine tiene la capacidad de escribir sobre temas poco explorados por estos lares (todavía recuerdo lo que disfruté leyendo La brigada Hollywood. La guerra española y cine americano) y hacer que sigan apasionándote. 

Aquí, en este libro, realiza un repaso por todas aquellas películas que algo tienen que ver con este período y, además, va contando claro está en qué consistió este momento histórico.  

Analiza aquellas que sirvieron para realizar las primeras acusaciones: producciones que apoyaban a la URSS o producciones que debido a su temática “delataban” mentes progresistas tras estos proyectos artísticos. También, se ocupa de aquellas otras películas que mostraban su repulsa por lo comunista o por comportamientos “antiamericanos”… y algunas enigmáticas, ambiguas y confusas películas que se escapaban bajo esa etiqueta. O nos lleva a un viaje por aquellas películas que salieron manteniendo en la sombra a alguno de los partícipes por pertenecer a la lista negra o aquellas que realizaron otros pese a las dificultades sin ocultar sus nombres, o las que hicieron directores, actores o guionistas que abandonaron Hollywood y probaron suerte en otras partes del planeta. Así como todas aquellas producciones que primero tímidamente y después de manera más contundente fueron relatando ese oscuro periodo… 

Y la lista de nombres, datos, anécdotas, tragedias, comentarios, relaciones, delaciones, listas negras y grises, comportamientos humanos, actitudes nobles, personas vencidas por el miedo… y buen cine es interminable. Javier Coma cuenta una historia a través de películas. Y el viaje merece la pena. 

Sólo una muestra de algunas películas que asoman por el libro (y recuerden directores, guionistas, actores, técnicos, productores…): La estrella del Norte, El extraño amor de Martha Ivers, Los mejores años de nuestra vida, ¡Qué bello es vivir!, Encrucijada de odios, Cuerpo y alma, La barrera invisible, Hombres, Un lugar en el sol, El manantial, La ley del silencio, Manos peligrosas, Vacaciones en Roma, Cuando ruge la marabunta, El puente sobre el río Kwai, La sal de la tierra, Rififi, Nunca en domingo, Marty, Invitación a la danza, Éxodo, Espartaco, Vidas rebeldes, Sólo ante el pelibro, Cantando bajo la lluvia, Chantaje en Broadway, Tempestad sobre Washington, Tal como éramos, Julia, El crisol, Abajo el telón, Punto de mira… Buenas noches, y buena suerte… ¿No es un recorrido fascinante? Zambullirse entre las páginas de este libro es un auténtico aprendizaje. Otra mirada y otra perspectiva de muchas películas. Otra imagen de muchos actores, directores, técnicos, productores o guionistas… Lees Las películas de la caza de brujas y deseas volver a ver un montón films al momento así como conocer otros.

Aquellas que no se rodaron… Something’s got to give

Ayer en Telemadrid tuve la oportunidad de ver Apártate cariño de Michael Gordon (1963), un remake de un éxito de 1940, Mi mujer favorita de Garson Kanin con la pareja protagonista de Cary Grant e Irene Dunne.

No pasa de ser una comedia amable y agradable de ver con Doris Day de protagonista y el atractivo James Garner como su alucinado esposo.

El argumento es original. La esposa del protagonista todos la creen muerta en un accidente. Todos creen que murió ahogada aunque no apareció nunca el cuerpo. Cinco años después aparece viva, ha sobrevivido en una isla del Pacífico. Cuando regresa, sus dos hijos se han hecho mayores y ya no la recuerdan y su marido acaba de contraer segundas nupcias. El lío está servido.

Sin duda, algunos ya se estén preguntando, qué es lo que quiero contar o porque hablo de una pequeña comedia. Ya estoy con ello, ya llego al punto central de la cuestión. El remake de 1963 iba a ser otro producto distinto, no sé si mejor o peor o igual pero diferente. Después de Vidas rebeldes y de su separación definitiva de Arthur Miller, el siguiente proyecto en el que empezó a trabajar Marilyn Monroe antes de su desaparición fue Something’s got to give que era ni más ni menos que el remake de Mi mujer favorita.

El proyecto iba a ser dirigido por George Cukor y la pareja protagonista eran Marilyn y Dean Martin. La segunda mujer del protagonista iba a contar con el rostro de la gran bailarina y actriz Cyd Charisse. El rodaje ya estaba resultando bastante complicado pues Marilyn cada vez se encontraba peor psicológicamente. De hecho, la echaron por sus cada vez más llamativos retrasos y, a veces, sus ausencias del plató. Sin embargo, la insistencia de Dean Martin de que no la expulsaran definitivamente, hizo que se la readmitiera de nuevo en el rodaje. Sin embargo, nunca pudo terminar la película, murió antes.

De sobra es conocido que se rescataron las últimas imágenes de esta actriz, las que rodó Cukor para Something’s got to give donde nos encontramos con una Marilyn madura y hermosa en su primer rol de madre. Las imágenes de una Marilyn bañándose desnuda en una piscina corresponden a esta película. Estas pocas imágenes, algunas con los niños que iban a ser sus hijos en la ficción, muestran que la actriz iba a estar divertida, sensual y sensible a la vez (algo que sólo ella podía hacer. ¿Recuerdan Bus Stop?). Quizá no hubiera sido una gran película pero sí agradable de visionar y recordar.

La película, después de la muerte de la actriz, volvió a retomarse… pero tanto el director como los actores vinculados al primer proyecto no continuaron. A la película la cambiaron el nombre y se convirtió en el vehículo de otra actriz, muy diferente, Doris Day; su pareja el desaprovechado –en aquellos tiempos— James Garner. El director fue Michael Gordon, la segunda esposa, una actriz más desconocida, Polly Bergen. Y en el papel de abuela la estupenda secundaria Thelma Ritter. Los cambios son evidentes. Y, sin duda, Doris Day no lo tenía fácil. A su favor decir que la película se queda en una agradable comedia y la Day da todo lo que puede en este papel: está graciosa, emotiva y versátil (así claro está como sus modelos de ropa siempre chic y cambiantes seguro que hicieron las delicias de sus seguidoras). Apártate cariño se convierte en un remake correcto que no hizo mucho por las carreras de los actores pero que, como digo y repito, es de agradable visión. ¿Qué hubiera ocurrido si se lleva a cabo el primer proyecto? Pienso (habiendo visto las imágenes que fueron rodadas del primer proyecto con la Monroe), que hubiera sido más sensual, más de la época, años 60, más actual, a veces, menos cursi, y más emotiva… el rol cinematográfico que hicieron adquirir a Doris Day (una persona cuya vida real no corresponde en absoluto a la imagen fílmica que la hicieron proyectar, esa virgen de América de los años 50. La Day era una buena cantante, también demostró, cuando la dejaron, que podía ser una actriz versátil, y su vida y persona es mucho más triste que la imagen de rubia feliz que tuvo que mostrar en contadas ocasiones), y en el que estuvo atrapada durante años, no permitía ciertos adelantos que hubieran enriquecido el film.

Benditos primeros minutos… Los tres días del cóndor

Y, eso es lo que me pasó ayer al visionar, de nuevo, Los tres días del cóndor del recientemente fallecido Sydney Pollack. Cuando realicé su perfil con motivo de su muerte, me entraron ganas muchas ganas de volver a ver varias de sus obras y una de ellas ha sido ésta. Y lo que me pasó fue que… benditos primeros minutos, acabé absolutamente atrapada.

Pollack ya contaba con prestigio, ya tenía un actor fetiche, Robert Redford y ya sabía que dirigir le apasionaba. Año 1975, el bueno de Pollack se decanta por una película de espionaje. Los tres días del cóndor se convierte en toda una lección para un guionista y para un director de cómo empezar una historia de este tipo con un nivel altísimo que atrapa totalmente al público. Y lo atrapa de tal manera que lo arrastra hasta al final e incluso perdona notables fallas de guión y dirección posteriores. Tampoco termina nada mal, por cierto.

El planteamiento de esta película es genial porque logra captar la atención de un público que se queda absolutamente desconcertado por los acontecimientos, se identifica en seguida con el héroe igual de alucinado que el público… y ambos, héroe y público, se disponen a descubrir cuál es el meollo del asunto. Entre medias se mete una Faye Dunaway elegida al azar por el protagonista de la historia para que le eche una mano y de paso poder meter unas gotas de romanticismo, y por azar también desaparece. Sentimos escalofríos cada vez que aparece un mercenario asesino con los rasgos de Max von Sydow. Alucinamos con los tejemanejes, mentiras, jaleos y líos en una organización poderosa como la CIA. O sufrimos con ese protagonista que lucha por descubrir cuáles son los motivos por los que cada dos por tres se le quiere eliminar…y encima la misma institución para la que trabaja, la CIA. El héroe se encuentra solo ante el peligro, David contra Goliat… Y ya sabemos que estas historias dan mucho juego.

Lo malo de estos principios increíblemente buenos es que luego es complicado mantener la misma calidad y tensión a lo largo de toda la película y en Los tres días del cóndor a veces pasa, la trama se desinfla o complica e incluso el meollo nos deja un poco desconcertados, aunque en la escena final volvemos  entender todo y la indefensión de nuestro David particular.

 ¿Recuerdan el principio? Nos encontramos en una especie de departamento literario, conocemos en unas breves pinceladas el trabajo que realizan las personas que se nos van presentando –aunque no lo llegamos a entender muy bien—, lo que sí sabemos es que todos los que trabajan ahí se dedican a leer todo tipo de novelas y a realizar deducciones. A interpretar todo tipo de escrito. El protagonista es un intelectual. Utiliza más el coco en su empleo. Pensar más que actuar. Ahí se encuentran una secretaria, un agente de seguridad, el jefe del departamento y cuatro empleados (entre ellos nuestro héroe rebelde). Es un día de lluvia, le dicen a Redford que le toca a él ir a por la comida de todos. Mientras hemos visto –pero de nuevo no entendemos por qué— cómo desde un coche alguien va tachando a los empleados según van llegando al edificio. El héroe se dispone a salir pero como llueve sale por la puerta de atrás, que está más cerca del bar donde encargan la comida. Mientras el héroe está esperando la comida, vemos como tres tipos armados entran en el edificio y matan uno a uno, de manera brutal y sin concesiones a cada uno de los trabajadores.

Redford llega y descubre con horror lo que ha pasado. Coge una pistola que guardaba la secretaria en un cajón y huye a la calle. Corre a un teléfono… y descubrimos que este departamento aparentemente cultural es un departamento de investigación de la CIA. Nuestro héroe tiene un nombre clave es cóndor y no entiende nada de lo ocurrido… tampoco se fía de nadie, ni de los suyos.

¡¡¡Guau!!! ¿engancha o no engancha?

Betsy Blair

Unas palabras para esta mujer que iba para ser artista de claqué o chica de conjunto en clubs de Nueva York, terminó protagonizando alguna que otra película, se casó con dos hombres inmersos en el séptimo arte y fue incluida en la lista negra por sus ideas políticas. 

Hoy me ha sorprendido gratamente en una entrevista que la realizaron en 2003 para un DVD que recoge la película que Tony Richardson dirigió en 1973 para trasladar en lenguaje cinematográfico la obra teatral de Albee, Un delicado equilibrio. 

Allí, una anciana pero viva Betsy Blair habla de la producción, de sus recuerdos, y de aspectos de su carrera. En un momento, genial, dice que admiraba cuando era joven a Katherine Hepburn, que era toda una referencia en una época “cuando yo estaba en Hollywood y era muy de izquierdas, pero vivía rodeada de lujo”. Lo dice con sencillez y sinceridad, sonriendo. Comenta que admiraba a una estrella como la Hepburn (y comenta entre risas) que siempre llevaba un coche pequeño y no uno despampanante. 

La Blair no tuvo una carrera cinematográfica fácil aunque nadie la olvidará por dos interpretaciones que la convierten en mito y en ser adorado en la sala oscura. Son producciones de 1955 y 1956 y no muy normales en una actriz norteamericana que nunca aspiró a estrella. La primera fue una película independiente que demostró que el cine norteamericano también hacía historias sencillas y realistas. Es la maravillosa Marty de Delbert Mann donde se narra de manera sencilla y conmovedora la historia de amor entre dos solterones que luchan contra los obstáculos que les pones sus seres queridos y la vida cotidiana: un carnicero con rostro de Ernest Borgnine y una tímida maestra con la cara dulce de Blair. 

Después, la Blair recibió una oferta de un director español llamado Juan Antonio Bardem, quería que fuera Isabel, una joven soltera de una pequeña ciudad de provincias que es víctima de una pesada broma entre un grupo de hombres. Ella se lo pensó porque no quería trabajar en la España franquista si era coherente con su ideología pero Bardem le dijo que él quería reflejar en la película un sistema del que no estaba de acuerdo, que estaba surgiendo un cine contra el sistema impuesto. Y entonces la Blair se convirtió en la inolvidable y digna Isabel en Calle Mayor. 

Sólo por estas películas, su nombre no cae en el olvido. Pero leyendo un poco e investigando otro poquito, la Blair esconde una vida interesante. Desde muy joven, casi adolescente, trabajaba en clubs de Nueva York, era chica de conjunto,  virtuosa en el baile. Y en uno de esos clubs y con 16 años conoció a un gran bailarín que estaba intentando triunfar y que contaba con 29 años. Era el gran Gene Kelly. Así lo cuenta la propia protagonista en un artículo de El País de 1987 cuando volvió a estrenarse Calle Mayor. 

La pareja se casó y estuvieron casi quince años juntos. Durante esos años, Gene Kelly se convirtió en una megaestrella del cine musical en Hollywood. Y mientras la Blair pululaba por los teatros de Los Ángeles, no la llamaba excesivamente la atención el mundo del cine hasta que George Cukor la convenció para que realizara una prueba cinematográfica. A partir, de ese momento realizó varias intervenciones como secundaria. 

Ella, en el artículo de El País, tiene muy buenas palabras para Gene Kelly, lo fue todo, la influyó artísticamente y también en ideas liberales y de izquierdas aunque al final reconoce que ella se volvió más exaltada políticamente. 

Para mí, aunque llevaba tiempo que sabía de Blair y que había sido esposa de Kelly, ha sido una sorpresa el ideario político del bailarín así como sus problemas en la Caza de Brujas (aunque la que ingresó en la lista negra de cabeza fue su esposa). En esta faceta del actor-bailarín mejor del Hollywood dorado (¡¡¡cómo me quedé boquiabierta con su intervención en el musical francés Las señoritas de Rochefort!!!) hace hincapié Javier Comas en su interesante libro —que estoy terminando de leer en estos momentos—,  Las películas de la Caza de Brujas (Notorius Ediciones). 

La Blair terminó divorciándose de Gene Kelly y cambió absolutamente el rumbo de su vida cuando decidió trasladarse definitivamente a Europa en 1958. Primero a Francia y después a Gran Bretaña donde encontró a su segundo esposo, uno de los creadores del movimiento Free Cinema, teórico y director de cine (de origen checo) Karen Reisz. Con él estuvo casada hasta la muerte del realizador en 2002. 

A la peculiar Betsy se la puede ver en pocas películas, algunas de realizadores como George Cukor (Doble vida), Anatole Litvak (Nido de Víboras), Michelangelo Antonioni (El grito) o Costa Gavras (El sendero de la traición). O, también, en la película de Tony Richardson, Un delicado equilibrio, otra bofetada del dramaturgo Edward Albee a la clase media con un reparto de ensueño: Katharine Hepburn, Paul Scofield, Lee Remick, Joseph Cotten y Kate Raid. A Blair no sólo le afectó su entrada en la lista negra, ella misma reconoce –en la entrevista para el dvd— que a los 36 años más o menos, cuando su vida ya había cambiado del todo, se volvió en exceso selectiva con los pocos papeles que la llegaban. Quizá nunca fue muy fuerte su llamada a la pantalla cinematográfica…, sólo tiene dos protagonistas… ¡¡¡y vaya si brilló!!!

Traidor en el infierno (Stalag 17, 1953) de Billy Wilder

Otra de las grandes desconocidas películas de Billy Wilder. La película narra la vida diaria en un campo de prisioneros de guerra alemán durante la Segunda Guerra Mundial. En el barracón donde transcurre la historia se encuentran militares norteamericanos que además de vivir el día a día tratan de idear distintos planes para huir, para mantenerse informados sobre los acontecimientos bélicos, para no sucumbir al horror…, entonces cuando mueren dos compañeros a los que todo el barracón había ayudado en un plan de huida comienzan a sospechar que quizá conviva un chivato entre ellos que informa de sus planes a los nazis. Todas las miradas recaen en el cínico y superviviente por excelencia sargento Sefton (genial William Holden, película por la que ganó su único oscar como mejor intérprete). 

Entre las críticas que siempre circulan contra Traidor en el infierno es que Wilder no consigue equilibrio entre drama y comedia. Sin embargo, al haber podido por fin verla, no estoy de acuerdo. Traidor en el infierno es una película que se adelanta a los tiempos y donde Wilder sigue haciendo de las suyas con un cinismo desbordado. 

Era una historia muy complicada de llevar a cabo pero Wilder consigue emociones (risas, suspense, lágrimas, drama, esperpento, crítica, caricaturas, solidaridad y un personaje excepcional, el sargento Sefton) y ridiculizar a los mandamases nazis. A Wilder este tema le tocaba hondo (no olvidemos que era austriaco y miembros de su familia, entre ellos su madre, padecieron en Auschwitz) y realiza una película donde deja en ridículo a los nazis y donde habla de la solidaridad entre los prisioneros de guerra y de cómo cada cual tiene su manera de sobrevivir. El sargento Sefton, un tipo que demuestra que toda la vida ha tenido que luchar para conseguir las cosas, comercia con todos, con sus compañeros de barracón y con los guardianes, consigue así privilegios y por ello, por su falta de heroísmo y por su lucha por la supervivencia con unos y con otros se convierte en el principal sospechoso. Y como tiene que sobrevivir, no duda en averiguar quién es el verdadero traidor y en finalmente comportarse como un héroe…, pero siempre sin perder de vista que es en beneficio propio y no tanto por ser el máximo héroe o patriota…, él siempre sabe de qué va la supervivencia. Otros soldados sobreviven a través del humor, no les quitan la risa ni las ganas de gastar bromas o burlarse de sus guardianes. Otros pierden la cordura. Todos tratan de encontrar buenos momentos aunque se encuentren en el peor de los sitios. 

El tono de la película desconcierta pero no olvidemos otros ejemplos de cine clásico que consiguen ese equilibrio (como El gran dictador, Ser o no ser, o Berlín Occidente –del mismo Wilder—) o, por ejemplo, otras películas más contemporáneas como La gran evasión, MASH o Trampa 22 que estoy segura tuvieron en cuenta el precedente de Traidor en el infierno. Wilder consigue ese equilibrio de sobra. 

La película cuenta con varias escenas y personajes muy bien resueltos. El descubrimiento del sargento Sefton de quién es el verdadero traidor y cómo pasa la información a los nazis, la solidaridad de los soldados cuando todos se declaran culpables de un incidente que ha cometido uno de los prisioneros y esa misma solidaridad que hace que todos los del barracón protejan al soldado que ha perdido la salud mental, las escenas de cómo tratan de pasar la vida diaria con distintos juegos, destilerías, fiestas, bromas o cómo intentan comunicarse con las prisioneras rusas que se encuentran en un centro al lado del suyo, los momentos ridículos y el comportamiento del máximo responsable nazi (impagable Otto Preminger –que además aquí conoce a William Holden y le ofrece protagonizar La luna es azul—) o del responsable nazi del barracón, el momento cumbre donde William Holden recibe una paliza por parte de todos los compañeros del barracón que le creen culpable… 

Traidor en el infierno es otra de las obras más desconocidas de Wilder a reivindicar que como siempre construyó un notable guión. Stalag 17 era una obra de teatro que Wilder decidió llevar a pantalla. También, esta película supuso su ruptura con los estudios Paramount porque éstos pidieron al director unos cambios para estrenarla entre el público alemán y el director se negó rotundamente. La discusión terminó de tal manera que el director abandonó los estudios. No volvió a rodar con ellos.

La luna es azul (The moon is blue, 1953) de Otto Preminger

Hacía tiempo que iba detrás de esta comedia amable. Y, por fin, el otro día en el video club al que acudo con frecuencia ahí estaba. Me apropié de ella cual mujer sedienta de tesoros. De La luna es azul mucho había leído. Es de esas películas que esconden historias detrás de su realización. 

Me llamaba y me ha llamado la atención por muchísimos motivos: sus interpretes William Holden (qué filmografía tiene…le reivindico y forma parte de los grandes aunque se le reconozca poco), David Niven (mi caballero elegante favorito) y Maggie McNamara (dulce protagonista, e intérprete que no tuvo demasiada suerte ni en el cine ni en la vida…, asombra su parecido a Audrey Hepburn o a Jean Simmons) ofrecen unas interpretaciones frescas y agradables, merecen la pena. 

Me parece una rareza en la filmografía de su interesante director, uno de los cascarrabias más temibles por la industria de Hollywood y por algunos actores que tuvieron que trabajar con él. ¿Por qué? Preminger no solía dirigir comedias ligeras y románticas. Su cine tiraba más a temas dramáticos, serios y pesimistas (joyas como Laura, Cara de Ángel, Anatomía de un asesinato, El hombre del brazo de oro, Tempestad sobre Washington o Éxodo). Parece que La luna es azul fue un paréntesis, un descanso simpático. Preminger quiso llevar al cine la obra de teatro que triunfaba en Broadway del libreto de Hugh Herbert. Aunque Preminger no es Wilder o Lubitsch, no sale mal parado del intento. Y ver La luna es azul es un pequeño placer de buen gusto con intérpretes brillantes y algún que otro diálogo o situación chispeante. Un trabajo correcto en todas sus facetas. 

Sin embargo, lo que hace que se hable en los libros de historia del cine sobre La luna es azul, no es su valor como obra cinematográfica sino el revuelo y las dificultades que tuvo esta dulce historia con una censura y un código que iba perdiendo fuerza. Y el fenómeno de esta película lo puso en más evidencia si cabe. El revuelo que causó y las razones que esgrimían la liga de la decencia, algunos medios católicos y demás hoy causan una sonrisa. Pero Otto, al que hay que reconocerle que fue uno de los directores que más luchaban por el respeto a la integridad de sus obras cinematográficas luchó como un ogro por no ceder ante las estúpidas trabas de la censura, demostrando que los censores estaban más retrasados que el público. Preminger no sólo luchó por que la censura respetara el contenido de sus películas también fue de los primeros directores que desafió la lista negra y comunicó públicamente que el libreto de Éxodo había sido escrito por Dalton Trumbo, uno de los diez de Hollywood. 

La luna es azul puso en marcha los mecanismos del control de censura porque la película cuenta una noche entre tres personajes que hablan con toda naturalidad de sus formas de ver, vivir y sentir las relaciones de pareja y el sexo. Así como la película también plantea desde el principio distintas formas de seducción. En el vocabulario de los protagonistas aparecen de manera natural: sexo, virginidad, divorcio, relaciones extraconyugales, amantes, vírgenes profesionales, seducciones, besos…, los dos protagonistas masculinos tienen la libertad de expresarse ante estos temas ante la preguntona, fresca, incontenible verborrea e inocente joven protagonista, Patty. La liga de la decencia, los medios católicos y los defensores de la censura sobre todo criticaba la superficialidad con la que se trataban estos temas y el mensaje confuso a los bienpensantes, también demostraban su furia porque parecía que era una burla a la virtud de la protagonista. Argumentos que se caían por su propio peso e incoherentes. El revuelo fue mayor cuando entre algunos medios católicos no mostraron alarma alguna y vieron en ella una película adecuada para sus feligreses. Empezaban a verse ya fisuras en un código y una censura ya caducas. 

Aunque algunos planteamientos de la película también nos hagan sonreír (pero menos pasados de moda de lo que pensamos), sí que hay que agradecer la sinceridad de los diálogos y ubicarlos en los años cincuenta para entender el fenómeno y el revuelo. La película se estrenó con éxito en grandes ciudades pero sí se vio resentida en pequeñas localidades donde el boicot de los “cuidadores de la moral” seguía haciendo efecto. 

Por último señalar a Niven magnífico como playboy maduro que ve con temor y gracia su decadencia futura, un correctísimo Holden como arquitecto soltero con alergia, al principio, al compromiso matrimonial pero finalmente seducido por los planteamientos de una loquísima Patty, la joven que no entiende porque la celosa ex del arquitecto la llama “virgen profesional”. Es una comedia que transcurre en el interior de dos apartamentos y dos escenas en lo alto del Empire State Building donde Holden realiza una declaración de amor linda, más o menos así: “Sabes lo que pensé cuando te vi sonreír por primera vez, que ésa era la sonrisa que quería ver cada mañana junto mi zumo de naranja”. Tierno, verdad.

Diccionario cinematográfico (67)

Mesala: tribuno romano que pierde la cabeza cuando se enfrenta a su amigo judío Judá Ben Hur cuando éste se niega a apoyarle para que Roma siga creciendo como Imperio poderoso y Judea sea conformista en su colonialismo. Judá Ben Hur tiene claro que no se pondrá en contra de los suyos. Y Mesala, claro, se pilla cabreo monumental y sólo le hace vivir la sed de venganza irracional ¡¡¡Qué tienen los malos que a veces resultan encantadores!!! Ya nos lo cuenta varias veces el guionista Gore Vidal para entender al personaje de Mesala hay que mirarle desde otras perspectiva. Mesala es un amante rechazado por el amor de su vida, Ben Hur. Y claro Judá ni se entera de que va ese paso de la pasión al odio.Ben Hur (la de Wyler) es una de las epopeyas más entretenidas y cuando está Mesala gana enteros. Ambos son atractivos…, y Mesala con muy mala baba cuando es rechazado por el gran amigo. Memorable las escenas del encuentro de ambos, rememorando viejos tiempos, Mesala no cabe en sí de gozo, compitiendo de nuevo con el amigo de la infancia. Cuando Ben Hur, en su hogar, le deja claro que no van a tomar un nuevo camino juntos… Mesala le odia eternamente. Le destroza la vida. Aunque sabe, cuando detienen a su ex amigo por un accidente, que es inocente, no tiene ningún reparo en destrozar la felicidad de Ben Hur y familia. Quiere romper con el pasado idílico, machacarlo, destrozar a aquellos con los que fue feliz. Así manda a Judá a muerte segura en las galeras y encierra a madre y hermana para siempre en las mazmorras.

Pasan años de sufrimientos y penurias y Ben Hur ha sobrevivido para vengarse, para rescatar a su madre y hermana…por el camino se ha hecho todo un campeón en las carreras de cuadrigas…y, oh, casualidades, Mesala también es grande en dicha disciplina. Como el bueno de Judá se está convirtiendo a la doctrina cristiana decide que en vez de cargárselo va a competir con él. Un nuevo amigo del judío Ben Hur, un árabe encantador, reta a Mesala, qué está más hermoso que nunca en los baños romanos, y claro que acepta. La carrera de cuadrigas es una de las escenas de acción más apasionantes. Y ahí está Mesala encantado de la vida de volver de nuevo a competir junto a su amor de juventud, Ben Hur. Y juega todo lo sucio que se puede jugar pero la carrera le sale mal y Mesala cae tremendamente malherido. Pero es tal su dolor, su indignación, que incluso –con una especie de amor-odio que ya da pena— quiere ver a Judá antes de agonizar, quiere tocarle y agarrarle… quiere decirle unas últimas palabras que le sigan haciendo daño. Quiere que le vea morir en sus brazos. Y Judá… no llega a ser del todo consciente. Mesala abandona la función y la película pierde un poco de fuerza…

Bellísima (Bellissima, 1951) de Luchino Visconti

Hay actores que se convierten en dueños de películas o incluso de movimientos o épocas. Bellísima es Anna Magnani. Ella, la mujer italiana de la posguerra, la madre coraje y de temperamento, el torbellino, con todos sus defectos y todas sus virtudes, pero siempre hermoso ser humano. Mujer de fuerza desbordada, de sensualidad salvaje, de vitalidad imparable, de temperamento desbocado… la Magnani es grande como la Pina de Roma, ciudad abierta, como Mamma Roma o como madre bellísima que muestra toda su sensibilidad a flor de piel y que despierta a tiempo de que no se pueden conseguir los sueños a cualquier precio. 

Bellísima golpea con exquisita sensibilidad. Narra una historia sencilla pero llena de recovecos que presentan un mundo complicado. Por una parte la realidad de un pueblo de posguerra que trata de salir adelante a pesar de las miserias y lo antepone a un mundo que en pantalla es maravilloso pero que detrás sólo muestra una industria poderosa y un mundo real con personajes que buscan escalar puestos de poder sin importarles los sueños y sacrificios de otros. La cara y la cruz del mundo del espectáculo. Un mundo en el que también hay que trabajar duro y sobrevivir. Un mundo donde la fama efímera se puede pagar cara. El mundo de los sueños no tiene que ver con el mundo real, el de la industria del cine. 

Así vemos una madre que se obsesiona para que su pequeña hija pase un casting del director Alessandro Blasetti a toda costa. Porque para ella, allí está el futuro. Porque cree que con la fama su hija y ella y su marido y los suyos conseguirán la felicidad y salir de la miseria. Porque desea para su hija, esas historias que ella disfruta en pantalla, porque quiere que su hija vuele a otros mundos hermosos como Montgomery Clift en Río rojo. 

Y ella que se gana la vida como enfermera que pone inyecciones es capaz de duplicar su trabajo con tal de que su niña supere la prueba con dignidad. Que tiene que hacerse una buena foto, la Magnani va a un estudio fotográfico. Que la niña tiene que aprender interpretación, ella paga clases de interpretación. Que la niña tiene que bailar, ella la lleva a bailar. Que tiene que ir preciosa, ella le financia un traje. Que se necesitan contactos para que le realicen la prueba, ella contactará con alguien de Cinecitta (y ahí conoce al joven trepador —pero la Magnani no tiene un pelo de tonta— que la introduce en el mundo de las recomendaciones y favores). Pero la Magnani con toda su vitalidad, energía e ilusión desbordante se olvida de la felicidad de su pequeña niña, se olvida preguntarla de si quiere participar en su sueño. Y se da cuenta de una manera desgarradora, cuando asiste a la proyección de la prueba, y ve cómo los grandes magnates se ríen y burlan despiadadamente de su pequeña. Y la mamma protectora, con lágrimas, se da cuenta de lo que ha hecho. La Magnani, a pesar, de que la pequeña pasa la prueba, se da cuenta de que no va a sacrificar la felicidad de su niña y no la va a introducir en un mundo que descubre duro, con sus virtudes pero también sus miserias, con sus caretas. Un mundo donde también hay que luchar y donde también hay que sobrevivir. 

Luchino Visconti deja un melodrama neorrealista que presenta una Italia de posguerra, con esas casas de vecinos, esas reuniones familiares, esa vida de patio y ventanas, esas facturas sin pagar, esas mujeres que se desloman por sacar adelante a los suyos y que viven de sueños, de unas películas que les presentan que no todo en el mundo es mísero. Impagables esas escenas de casting donde las niñas muestran sus virtudes y las madres luchan porque las pequeñas destaquen, por salir de la vida cotidiana y de la miseria. Anna Magnani y la niña Tina Apicella se comen la película con su humanidad. La mamma Roma deja también momentos impagables con dos personajes interesantes: el joven trepa de Cinecitta (otro post merecería el análisis de este personaje y cómo Anna tiene siempre el instinto alerta) y su marido —en una relación toda llena de vitalidad, instinto y grandes broncas…los dos aman a la pequeña, a los dos les supera su situación económica, los dos son buena gente que pierden las formas ante sus situaciones emocionales… pero el marido (machista pero que sabe que no tiene la fuerza y vitalidad de la esposa) se siente siempre fascinado por la loquita (como él la llama) que lucha por mantener un hogar que parece que se derrumba una y otra vez—.

Manos peligrosas (Pickup on South Street, 1953) de Samuel Fuller

Manos peligrosas hay que situarla en su contexto histórico y social. Corrían años virulentos en Norteamérica no sólo por la caza de brujas (en todos los estamentos laborales, incluido el cine, que les venía muy bien a los instigadores de la guerra fría por la gran publicidad que se producía alrededor del mundo del espectáculo) sino también por los años más marcados de la Guerra Fría. Se vivía una histeria colectiva. Los rojos eran muy malos, muy malos y había que luchar contra ellos y había que ser muy americano y muy patriótico que nada tenía que ver con tener simpatías con rusos, KGB y otros individuos con ideología comunista. 

Hollywood produjo una serie de películas claramente anticomunistas más panfletos ideológicos que buen cine pero, a veces, se escapaban productos inteligentes que eran más bien ambiguos. Y, ahí tenemos a Samuel Fuller, que compañeros le describen como apolítico o más bien anarquista, ni buenos ni malos, todos por el mismo rasero, y se saca de la manga cine negro de los bajos fondos del bueno con Manos peligrosas. 

Los rojos son personajes desaprensivos, bien parecidos a hombres de negocios sin escrúpulos con tipo despiadado e incluso un poco parecido a un asesino con trastornos mentales…, pero la magia surge cuando tampoco son muy simpáticos y éticos los de la policía y el FBI. O cuando los tres protagonistas surgen del submundo: una chica de vida fácil, una anciana sin hogar y un carterista chulesco de los de toda la vida que se mueven más por sus pasiones y una especie de camaradería y solidaridad común que por un sentimiento de patriotismo o de lucha contra el comunismo. A veces, sobre todo las chicas, se dejan llevar por la histeria colectiva, sin más profundidades. Entonces, la ideología queda a un lado bastante superficial, una especie de macguffin, y surge una película llena de violencia y sensualidad. Una película de luces y sombras, con mucho calor y sudor y ambientes opresivos. Sin salida.

 

El trío protagonista se lleva la película de calle: un magnífico Richard Widmark en uno de sus papeles ambiguos que le permite poner ese gesto característico de hijo de su madre pero que a la vez con los suyos le sale algo parecido a un corazón. Una Jean Peters, como chica de la calle, vividora y con sensualidad en cada poro de su piel, que tan pronto se enamora de comunista desaprensivo (¡¡¡pero por Dios sin saber que lo es!!!) como se echa en los brazos de todo un chulo, el carterista, que tampoco le dará una vida fácil pero no se complicará la vida con temas ideológicos. Y, por último, el personaje, esa anciana sin hogar (oh, esos secundarios tipo Thelma Ritter) que vende corbatas por todas partes y que a la vez es confidente de la policía por su conocimiento del submundo. Ella lo hace para sobrevivir, como dice no hace daño a nadie, sólo quita un poco de tiempo de investigación a la policía, y además ahorra para poder pagarse su entierro y su lápida y no acabar en la fosa común. 

Manos peligrosas posee la violencia de las películas de Fuller, una sensualidad poco usual en aquellos años y se convierte en cine negro de escenas inolvidables (si no la habéis visto no sigáis leyendo… aunque es de esas películas que se disfrutan por la forma en que están contadas aunque te sepas la trama). La secuencia del principio, el robo de Richard Widmark al bolso de Jean Peters en un metro atestado de gente. Poderosa, la escena de la película, la muerte a manos del desaprensivo comunista de una cansada anciana, Thelma Ritter. La paliza que recibe Jean Peters a manos del mismo personaje por no querer decirle donde vive el ratero. Las escenas eróticas y violentas entre la Peters y Widmark… ¿Y dirán ustedes pero que pintan los comunistas y la policía y el FBI? Ahhh, amigos míos, ese macguffin genial, la chica lleva en la cartera robada un microfilm con información importante tanto para los comunistas como para el gobierno. Ella era como una especie de correo (pero, de nuevo, Dios, sin que ella supiera exactamente que tipo de trabajo estaba realizando). Widmark lo tiene claro, él quiere el máximo provecho de su robo, si los comunistas le dan dinero, pues dinero. Si el FBI le ofrece algo a cambio dinero o libertad, pues también. Lo único que le puede para inclinar la balanza hacia unos, los “supuestamente buenos de la película” es la muerte de su compañera Moe, la sin hogar, y la paliza que propinan a su futuro amor, Jean Peters.

Cineastas contra magnates/Cineastas en acción (2005) de Carlos Benpar

Dos documentales muy interesantes para la reflexión. Plantean, por explicarlo de manera simple, la lucha de los directores de cine para evitar la alteración de sus obras. De fondo, la gran paradoja de ese mundo fascinante que es el cine, ¿arte o industria? Para Hildy Johnson, es decir, la que esto suscribe, el cine es sin duda arte, el séptimo arte…, pero, oh, la complicada cuestión es que es un arte cuya producción y exhibición mueve grandes sumas de dinero y, además, su templo que es la sala de cine no es el único. Sino que la obra cinematográfica puede fácilmente pasarse a otros soportes para ser vistos en otros medios como televisión, dvd u otros sitios. 

¿Y muchos se preguntarán: cuáles son esas alteraciones de una obra —que para complicar más las cosas es colectiva, es decir, es posible gracias al trabajo de muchísimas personas—? Ajústense los cinturones y pasen y vean. Los documentales sobre todo se centran en la indefensión de los cineastas norteamericanos porque en Europa —aunque también tienen que luchar a diario— los directores están amparados por el Tratado de Berna que protege los derechos morales del autor respecto su obra. Es decir, protege contra cualquier tipo de alteración. 

Empezamos con las alteraciones:¿Recuerdan esa aberración que fue promovida por Ted Turner –y que si no funcionó fue por una mala técnica de coloración– que fue colorear los grandes clásicos del cine en blanco y negro? Qué me dicen cuando los telespectadores sufrimos una y otra vez cortes publicitarios en determinadas películas que rompen y alteran el ritmo de la producción e incluso se cargan escenas clímax por los anuncios. 

O, cómo puede ser que algunas películas estén continuamente con el logo de la cadena o pasando por debajo mensajes de la cadena sobre lo que se podrá ver a continuación. Esto lo añado yo y que me dicen cuando casi siempre en los pases televisivos se sacrifican los créditos finales. 

También, otro hecho interesante es el tema del doblaje muy extendido en países como España e Italia. La obra que vemos queda alterada y nos perdemos algo clave: la interpretación vocal de los actores, su ritmo, su acento, su forma de hablar… Aquí la única solución es el tema de los subtítulos (que no deja de ser otra alteración pero necesaria para que la obra sea entendida en múltiples países… también, es un arte el saber colocar bien los subtítulos). Otras alteraciones que producen más dolor de corazón son el corte arbitrario de la película para disminuir su duración. Las técnicas que se emplean, a veces, para alterar la velocidad de la película.También, sobre todo en sus pases televisivos o en dvd –pero no se salvan algunas proyecciones en las de cine–, los destrozos que se pueden generar en la obra cinematográfica por no pasarla en el formato adecuado en el cual fue concebida. Es decir, cuando una película se creo en Cinemascope o Vistavisión u otros formatos panorámicos y sin cuidado alguno se cambia de formato para adaptarlo a las formas de la televisión u otros medios… Imágenes cortadas, personajes que desaparecen o aparecen por arte de magia…, etcétera. 

El colmo de los colmos es ya cuando en ciertas obras cinematográficas ha habido alteraciones hasta de la propia banda sonora. Y, así la lista es más que interminable. Yo reconozco que tengo obsesión por el contenido de las historias que me cuentan y a veces no soy consciente de aspectos técnicos que también construyen la historia pero cada vez voy dándome más cuenta y me gusta gozar de las producciones cinematográficas tal y como se han concebido. Por eso, veo fundamental —algo que también aparece en los documentales— una buena labor de preservación, recuperación, restauración y cuidado de las obras cinematográficas tal y como fueron concebidas para que el espectador pueda disfrutar de la obra total. 

Es obvio que Carlos Benpar hace pensar. ¿Se imaginan un concierto de música clásica interrumpido una y otra vez por la publicidad? ¿O, en las exposiciones de fotografía o arte pictórico que todas las obras llevaran el logo de la sala o museo que las exhibe?¿O que de repente se decidiera cambiar los colores originales de un cuadro?¿O que de pronto el editor de una obra literaria decidiera por el ahorro de papel o para que al lector le fuera más apetecible un escrito clásico decidiera quitar alegremente uno, dos o tres capítulos?