Cineastas contra magnates/Cineastas en acción (2005) de Carlos Benpar

Dos documentales muy interesantes para la reflexión. Plantean, por explicarlo de manera simple, la lucha de los directores de cine para evitar la alteración de sus obras. De fondo, la gran paradoja de ese mundo fascinante que es el cine, ¿arte o industria? Para Hildy Johnson, es decir, la que esto suscribe, el cine es sin duda arte, el séptimo arte…, pero, oh, la complicada cuestión es que es un arte cuya producción y exhibición mueve grandes sumas de dinero y, además, su templo que es la sala de cine no es el único. Sino que la obra cinematográfica puede fácilmente pasarse a otros soportes para ser vistos en otros medios como televisión, dvd u otros sitios. 

¿Y muchos se preguntarán: cuáles son esas alteraciones de una obra —que para complicar más las cosas es colectiva, es decir, es posible gracias al trabajo de muchísimas personas—? Ajústense los cinturones y pasen y vean. Los documentales sobre todo se centran en la indefensión de los cineastas norteamericanos porque en Europa —aunque también tienen que luchar a diario— los directores están amparados por el Tratado de Berna que protege los derechos morales del autor respecto su obra. Es decir, protege contra cualquier tipo de alteración. 

Empezamos con las alteraciones:¿Recuerdan esa aberración que fue promovida por Ted Turner –y que si no funcionó fue por una mala técnica de coloración– que fue colorear los grandes clásicos del cine en blanco y negro? Qué me dicen cuando los telespectadores sufrimos una y otra vez cortes publicitarios en determinadas películas que rompen y alteran el ritmo de la producción e incluso se cargan escenas clímax por los anuncios. 

O, cómo puede ser que algunas películas estén continuamente con el logo de la cadena o pasando por debajo mensajes de la cadena sobre lo que se podrá ver a continuación. Esto lo añado yo y que me dicen cuando casi siempre en los pases televisivos se sacrifican los créditos finales. 

También, otro hecho interesante es el tema del doblaje muy extendido en países como España e Italia. La obra que vemos queda alterada y nos perdemos algo clave: la interpretación vocal de los actores, su ritmo, su acento, su forma de hablar… Aquí la única solución es el tema de los subtítulos (que no deja de ser otra alteración pero necesaria para que la obra sea entendida en múltiples países… también, es un arte el saber colocar bien los subtítulos). Otras alteraciones que producen más dolor de corazón son el corte arbitrario de la película para disminuir su duración. Las técnicas que se emplean, a veces, para alterar la velocidad de la película.También, sobre todo en sus pases televisivos o en dvd –pero no se salvan algunas proyecciones en las de cine–, los destrozos que se pueden generar en la obra cinematográfica por no pasarla en el formato adecuado en el cual fue concebida. Es decir, cuando una película se creo en Cinemascope o Vistavisión u otros formatos panorámicos y sin cuidado alguno se cambia de formato para adaptarlo a las formas de la televisión u otros medios… Imágenes cortadas, personajes que desaparecen o aparecen por arte de magia…, etcétera. 

El colmo de los colmos es ya cuando en ciertas obras cinematográficas ha habido alteraciones hasta de la propia banda sonora. Y, así la lista es más que interminable. Yo reconozco que tengo obsesión por el contenido de las historias que me cuentan y a veces no soy consciente de aspectos técnicos que también construyen la historia pero cada vez voy dándome más cuenta y me gusta gozar de las producciones cinematográficas tal y como se han concebido. Por eso, veo fundamental —algo que también aparece en los documentales— una buena labor de preservación, recuperación, restauración y cuidado de las obras cinematográficas tal y como fueron concebidas para que el espectador pueda disfrutar de la obra total. 

Es obvio que Carlos Benpar hace pensar. ¿Se imaginan un concierto de música clásica interrumpido una y otra vez por la publicidad? ¿O, en las exposiciones de fotografía o arte pictórico que todas las obras llevaran el logo de la sala o museo que las exhibe?¿O que de repente se decidiera cambiar los colores originales de un cuadro?¿O que de pronto el editor de una obra literaria decidiera por el ahorro de papel o para que al lector le fuera más apetecible un escrito clásico decidiera quitar alegremente uno, dos o tres capítulos?

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