Benditos primeros minutos… Los tres días del cóndor

Y, eso es lo que me pasó ayer al visionar, de nuevo, Los tres días del cóndor del recientemente fallecido Sydney Pollack. Cuando realicé su perfil con motivo de su muerte, me entraron ganas muchas ganas de volver a ver varias de sus obras y una de ellas ha sido ésta. Y lo que me pasó fue que… benditos primeros minutos, acabé absolutamente atrapada.

Pollack ya contaba con prestigio, ya tenía un actor fetiche, Robert Redford y ya sabía que dirigir le apasionaba. Año 1975, el bueno de Pollack se decanta por una película de espionaje. Los tres días del cóndor se convierte en toda una lección para un guionista y para un director de cómo empezar una historia de este tipo con un nivel altísimo que atrapa totalmente al público. Y lo atrapa de tal manera que lo arrastra hasta al final e incluso perdona notables fallas de guión y dirección posteriores. Tampoco termina nada mal, por cierto.

El planteamiento de esta película es genial porque logra captar la atención de un público que se queda absolutamente desconcertado por los acontecimientos, se identifica en seguida con el héroe igual de alucinado que el público… y ambos, héroe y público, se disponen a descubrir cuál es el meollo del asunto. Entre medias se mete una Faye Dunaway elegida al azar por el protagonista de la historia para que le eche una mano y de paso poder meter unas gotas de romanticismo, y por azar también desaparece. Sentimos escalofríos cada vez que aparece un mercenario asesino con los rasgos de Max von Sydow. Alucinamos con los tejemanejes, mentiras, jaleos y líos en una organización poderosa como la CIA. O sufrimos con ese protagonista que lucha por descubrir cuáles son los motivos por los que cada dos por tres se le quiere eliminar…y encima la misma institución para la que trabaja, la CIA. El héroe se encuentra solo ante el peligro, David contra Goliat… Y ya sabemos que estas historias dan mucho juego.

Lo malo de estos principios increíblemente buenos es que luego es complicado mantener la misma calidad y tensión a lo largo de toda la película y en Los tres días del cóndor a veces pasa, la trama se desinfla o complica e incluso el meollo nos deja un poco desconcertados, aunque en la escena final volvemos  entender todo y la indefensión de nuestro David particular.

 ¿Recuerdan el principio? Nos encontramos en una especie de departamento literario, conocemos en unas breves pinceladas el trabajo que realizan las personas que se nos van presentando –aunque no lo llegamos a entender muy bien—, lo que sí sabemos es que todos los que trabajan ahí se dedican a leer todo tipo de novelas y a realizar deducciones. A interpretar todo tipo de escrito. El protagonista es un intelectual. Utiliza más el coco en su empleo. Pensar más que actuar. Ahí se encuentran una secretaria, un agente de seguridad, el jefe del departamento y cuatro empleados (entre ellos nuestro héroe rebelde). Es un día de lluvia, le dicen a Redford que le toca a él ir a por la comida de todos. Mientras hemos visto –pero de nuevo no entendemos por qué— cómo desde un coche alguien va tachando a los empleados según van llegando al edificio. El héroe se dispone a salir pero como llueve sale por la puerta de atrás, que está más cerca del bar donde encargan la comida. Mientras el héroe está esperando la comida, vemos como tres tipos armados entran en el edificio y matan uno a uno, de manera brutal y sin concesiones a cada uno de los trabajadores.

Redford llega y descubre con horror lo que ha pasado. Coge una pistola que guardaba la secretaria en un cajón y huye a la calle. Corre a un teléfono… y descubrimos que este departamento aparentemente cultural es un departamento de investigación de la CIA. Nuestro héroe tiene un nombre clave es cóndor y no entiende nada de lo ocurrido… tampoco se fía de nadie, ni de los suyos.

¡¡¡Guau!!! ¿engancha o no engancha?

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