Betsy Blair

Unas palabras para esta mujer que iba para ser artista de claqué o chica de conjunto en clubs de Nueva York, terminó protagonizando alguna que otra película, se casó con dos hombres inmersos en el séptimo arte y fue incluida en la lista negra por sus ideas políticas. 

Hoy me ha sorprendido gratamente en una entrevista que la realizaron en 2003 para un DVD que recoge la película que Tony Richardson dirigió en 1973 para trasladar en lenguaje cinematográfico la obra teatral de Albee, Un delicado equilibrio. 

Allí, una anciana pero viva Betsy Blair habla de la producción, de sus recuerdos, y de aspectos de su carrera. En un momento, genial, dice que admiraba cuando era joven a Katherine Hepburn, que era toda una referencia en una época “cuando yo estaba en Hollywood y era muy de izquierdas, pero vivía rodeada de lujo”. Lo dice con sencillez y sinceridad, sonriendo. Comenta que admiraba a una estrella como la Hepburn (y comenta entre risas) que siempre llevaba un coche pequeño y no uno despampanante. 

La Blair no tuvo una carrera cinematográfica fácil aunque nadie la olvidará por dos interpretaciones que la convierten en mito y en ser adorado en la sala oscura. Son producciones de 1955 y 1956 y no muy normales en una actriz norteamericana que nunca aspiró a estrella. La primera fue una película independiente que demostró que el cine norteamericano también hacía historias sencillas y realistas. Es la maravillosa Marty de Delbert Mann donde se narra de manera sencilla y conmovedora la historia de amor entre dos solterones que luchan contra los obstáculos que les pones sus seres queridos y la vida cotidiana: un carnicero con rostro de Ernest Borgnine y una tímida maestra con la cara dulce de Blair. 

Después, la Blair recibió una oferta de un director español llamado Juan Antonio Bardem, quería que fuera Isabel, una joven soltera de una pequeña ciudad de provincias que es víctima de una pesada broma entre un grupo de hombres. Ella se lo pensó porque no quería trabajar en la España franquista si era coherente con su ideología pero Bardem le dijo que él quería reflejar en la película un sistema del que no estaba de acuerdo, que estaba surgiendo un cine contra el sistema impuesto. Y entonces la Blair se convirtió en la inolvidable y digna Isabel en Calle Mayor. 

Sólo por estas películas, su nombre no cae en el olvido. Pero leyendo un poco e investigando otro poquito, la Blair esconde una vida interesante. Desde muy joven, casi adolescente, trabajaba en clubs de Nueva York, era chica de conjunto,  virtuosa en el baile. Y en uno de esos clubs y con 16 años conoció a un gran bailarín que estaba intentando triunfar y que contaba con 29 años. Era el gran Gene Kelly. Así lo cuenta la propia protagonista en un artículo de El País de 1987 cuando volvió a estrenarse Calle Mayor. 

La pareja se casó y estuvieron casi quince años juntos. Durante esos años, Gene Kelly se convirtió en una megaestrella del cine musical en Hollywood. Y mientras la Blair pululaba por los teatros de Los Ángeles, no la llamaba excesivamente la atención el mundo del cine hasta que George Cukor la convenció para que realizara una prueba cinematográfica. A partir, de ese momento realizó varias intervenciones como secundaria. 

Ella, en el artículo de El País, tiene muy buenas palabras para Gene Kelly, lo fue todo, la influyó artísticamente y también en ideas liberales y de izquierdas aunque al final reconoce que ella se volvió más exaltada políticamente. 

Para mí, aunque llevaba tiempo que sabía de Blair y que había sido esposa de Kelly, ha sido una sorpresa el ideario político del bailarín así como sus problemas en la Caza de Brujas (aunque la que ingresó en la lista negra de cabeza fue su esposa). En esta faceta del actor-bailarín mejor del Hollywood dorado (¡¡¡cómo me quedé boquiabierta con su intervención en el musical francés Las señoritas de Rochefort!!!) hace hincapié Javier Comas en su interesante libro —que estoy terminando de leer en estos momentos—,  Las películas de la Caza de Brujas (Notorius Ediciones). 

La Blair terminó divorciándose de Gene Kelly y cambió absolutamente el rumbo de su vida cuando decidió trasladarse definitivamente a Europa en 1958. Primero a Francia y después a Gran Bretaña donde encontró a su segundo esposo, uno de los creadores del movimiento Free Cinema, teórico y director de cine (de origen checo) Karen Reisz. Con él estuvo casada hasta la muerte del realizador en 2002. 

A la peculiar Betsy se la puede ver en pocas películas, algunas de realizadores como George Cukor (Doble vida), Anatole Litvak (Nido de Víboras), Michelangelo Antonioni (El grito) o Costa Gavras (El sendero de la traición). O, también, en la película de Tony Richardson, Un delicado equilibrio, otra bofetada del dramaturgo Edward Albee a la clase media con un reparto de ensueño: Katharine Hepburn, Paul Scofield, Lee Remick, Joseph Cotten y Kate Raid. A Blair no sólo le afectó su entrada en la lista negra, ella misma reconoce –en la entrevista para el dvd— que a los 36 años más o menos, cuando su vida ya había cambiado del todo, se volvió en exceso selectiva con los pocos papeles que la llegaban. Quizá nunca fue muy fuerte su llamada a la pantalla cinematográfica…, sólo tiene dos protagonistas… ¡¡¡y vaya si brilló!!!

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