Las lágrimas de Termeh

Te regalo un fotograma…

de una película iraní.

El cine de Irán no deja de darme buenas sorpresas.

Nader y Simin, una separación me atrapó desde la primera escena.

Este año está siendo un ‘descubrimiento’ particular que sólo me está dando buenos momentos cinematográficos.

Primero fue Jafar Panahi y ahora Asghar Farhadi.

 

Cada uno de los personajes me aportó algo…

en esta historia con gotas de melodrama y cine de suspense,

en esta red de mentiras, incomunicación y opresión.

Nader y Simin radiografía el alma y la situación opresiva de un país.

Aunque como espectadora de un país lejano ignore muchas cosas de Irán siento y presiento muchas cosas…

 

Pero hubo una mirada que me sobrecogió en cada instante.

Un personaje que me subyugó.

Termeh.

La niña de Nader y Simin.

Una niña de mirada adulta.

Una niña que comprende.

Que ama.

Que sufre.

… y que tiene que tomar una compleja elección final… Farhadi tiene la delicadeza de dejarnos fuera de plano.

De dejar a Termeh sin testigos… ante un momento doloroso.

Termeh tiene un duro aprendizaje hacia la madurez.

Pero a pesar de la dureza y tristeza de la película…,

el futuro que se proyecta a través de Termeh es hermoso.

Es un personaje cinematográfico precioso.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (182)

Pianos y pianistas: pianos y pianistas han poblado la pantalla blanca… Han sido parte fundamental de la trama o secundarios de lujo. Han protagonizado momentos musicales inolvidables.

… Y esta vez esta entrada de este querido diccionario ha sido motivada por dos razones. El otro día disfruté en televisión de la emisión de una antigua película que no había visto donde Dana Andrews (actor que me encanta) protagonizaba un melodrama donde se convertía en un atormentado pianista ciego… acudía en su rescate una bella Merle Oberon. Se trataba de Mi corazón te guía de John Cromwell. Y porque también hace poco emitieron de nuevo Matrimonio de conveniencia de Peter Weir y donde una de sus escenas brillantes es la interpretación primero ‘experimental’ y luego poética de Gerard Depardieu ante un piano (como bien recordaba hace poco el gran Alfredo del blog 39 escalones).

Así la cabeza de Hildy se ha llenado estos días de pianos y pianistas de celuloide. El otro día volví a escuchar el piano de Sam… en Casablanca. O de nuevo me empapé de las melodías de esos hermanos que van de hotel en hotel con su espectáculo de pianos arrastrando fracasos y frustraciones. Y como esos hermanos encuentran a un cantante que les da nuevos éxitos pero también sirve de catarsis para un cambio y una transformación en la vida de ambos, en la melancólica Los fabulosos Baker Boys… la memoria cinéfila todavía recuerda a una mujer de rojo sobre un piano negro.

Me zambullí en el cine noir y corrí tras esos pianos que denotan el fracaso y el sinsentido. Detour de Ulmer, su protagonista es un pianista de un garito que vivía entregado a su música hasta que un funesto viaje le transforma la vida y le aleja de las teclas de su piano. ¿Cómo conoce El sueco a la mujer fatal que le llevará a la perdición? Con un traje negro, junto a un piano, y susurrando una canción… No podía ser de otra manera.

Corrí por los distintos escenarios donde puede estar situado un piano. Y en dos en concreto me paré cautiva… un piano en medio de un mar extenso. Una niña corre, una mujer sordomuda toca (El piano de Jane Campion). Una noche fría, una casa donde en el tejado pastan las vacas, en un peculiar paisaje del Oeste, al aire libre, en la noche, una mujer mayor junto a sus hijos toca el piano (Los que no perdonan de John Huston). Unos grandes almacenes un teclado gigante y un niño grande y un hombre de negocios saltando por las teclas (Big de Penny Marshall).

… Los pianistas ilustres y otros más desconocidos también protagonizan películas y tienen sus escenas de virtuosismo frente al piano. Ahí está Jerry Lee Lewis con cara de Dennis Quaid que quema pianos en los escenarios y ‘enciende’ al público con su música (Gran bola de fuego de Jim McBride). El gran pianista y cantante ciego Ray Charles (con cara de Jamie Foxx) tiene sus momentos de éxtasis al piano en Ray. Y Polanski nos dejó la impactante historia de Wladyslaw Szpilman, un pianista judío que trata de sobrevivir durante el nazismo.

El piano y los pianistas se pasean por películas románticas, trágicas y psicológicas o cómicas. Ahí estoy en los conciertos a piano, con sus dedos bailarines, de Chico Marx. Me muero de risa con el vecino pianista y enamoradizo con su Mi fiel Amanda siempre en el teclado y en la boca en La costilla de Adán. O me quedo aterrorizada ante la compleja y turbia personalidad de La Pianista de Michael Haneke. O arrebatada por el romanticismo de las dos versiones de Intermezzo donde la pianista con rostro de Ingrid Bergman sufre por el amor de un violinista.

El piano está unido al cine. Nunca falta el pianista del cine del Oeste, ni el del cine negro con aires de jazz, ni el del cine romántico, ni el cine cómico… hasta en la recreación del cine dentro del cine nunca faltará el pianista que ‘tocaba’ sensaciones en la sala de cine en el periodo silente… Y fijense en los decorados de enormes casas de época o en fiestas intimistas, siempre hay un piano… y alguien que sabe tocarlo. ¿Qué piano cinematográfico os viene a la cabeza?

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Incidente en Ox-Bow (The Ox-Bow Incident, 1943) de William A. Wellman

Setenta y dos minutos con el corazón en un puño y con la tensión como acompañante. Incidente en Ox-Bow era una asignatura pendiente. Una de esas películas de las que se leen un montón de artículos, estudios, análisis… y que siempre estás al acecho de poder verla. El momento ha llegado esta semana. Y sigo en estado de shock. Incidente en Ox-Bow es una muy buena película con alma, conciencia y corazón. Una de esas películas que ves una vez y ya no se olvidan (aunque ahora sé que la volveré a ver muchas veces).

Incidente en Ox-Bow es una película redonda. Muestra, por ejemplo, la fuerza de esos directores pioneros que crearon filmografías maestras, como William A. Welllman. Directores que probaron todos los géneros y que dominaban el lenguaje cinematográfico a la vez que lo inventaban. Wellman esta vez muestra el otro Oeste, no el épico, sino uno realista y oscuro. Un mundo duro y sin concesiones. Y para ello toma como base el material literario de Walter Van Tilburg Clark con el cual quedó subyugado. Luchó como un titán para que en un sistema de estudios le dejaran realizar un western de autor, y junto a Henry Fonda (uno de los actores de esta película coral), ambos lo lograron. Aunque tuvieron que sacrificarse y realizar otras películas sin rechistar. Cuando les preguntaban a ambos de qué películas de sus carreras cinematográficas se sentían orgullos: en sus listas se encontraba siempre Incidente en Ox-Bow.

El estudio, y Zanuck el productor que dio luz verde al proyecto, tuvo razón. La película no dio beneficio alguno. Eran tiempos oscuros. Segunda Guerra Mundial. Y los espectadores querían más evasión que realismo. No había especial deseo por ver la parte oscura de los seres humanos. Sólo el paso del tiempo ha velado por esta obra cinematográfica porque el impacto sigue intacto… Aunque sigue siendo de esos tesoros ocultos para que sea descubierto con deleite por nuevos espectadores.

Todo encaja. Nada sobra. Y te quedas totalmente hecho polvo porque su argumento es demoledor. El ‘incidente’ es un linchamiento a tres hombres. Y la tensión dramática no deja de crecer. Wellman es un maestro tal que hace que el espectador se desespere, junto a los reos, hasta que llega el momento culminante… el momento del linchamiento, que lo ‘ejecuta’ fuera de cámara. No hace falta… la intensidad dramática ha llegado a tal nivel que vivimos el ‘incidente’ de manera dura y terrible. Las tres sogas, el árbol, los caballos… su presencia nos ha ido horrorizando y enloqueciendo durante la espera. Nos damos cuenta de ese oscuro Oeste sin ley con la injusticia por compañera.

Todo se une para realizar la obra perfecta. Un buen guion. Una historia muy potente. Y una galeria de actores que merece una parada en el camino. Unas localizaciones sobrias: un pueblo de mala muerte y el propio lugar del linchamiento, Ox-Bow. La fuerza de una carta como elemento dramático. Las historias que se esconden, las subtramas. Un blanco y negro implecable… La lista de logros se hace extensa.

La increíble nómina de actores que están espectaculares es alargada. Muchos de ellos ya presentes en otros western, otros con extensas y variadas carreras o actores de carácter de los que se nos quedan más las caras que sus nombres. Y otros figurantes con rostros que no se olvidan que forman el grupo de linchamiento que tiene personalidad propia y que hace que dos escenas sean poderosas: cuando se mueven los únicos siete hombres que abogan por esperar al sheriff para que los tres reos tengan un juicio justo y la secuencia-magistral final de los hombres bebiendo en la barra del bar mientras escuchan la carta de uno de los reos que lee Henry Fonda.

Los tres reos tienen el rostro de Dana Andrews, Anthony Quinn y Francis Ford (sí, hermano de John Ford). Los tres se encuentran con una acusación popular de robo de ganado y asesinato. Andrews compone a un granjero sensible y trabajador que no puede creer lo que le está ocurriendo, la injusticia que está padeciendo. Nos deja las escenas más conmovedoras y es el que escribe la carta. Anthony Quinn deja ver su arrolladora personalidad como un mexicano con mucho vivido y Francis Ford es el abuelo al que ya se le va la cabeza pero que trata de sobrevivir, desesperado, hasta el final.

Del grupo de linchamiento: los siete justos y los demás. Hay varios rostros que sobresalen. Los dos vaqueros que llegan al pueblo de mala muerte en sus papeles de héroes ambiguos que terminan uniéndose a la partida pero en parte para no ser sospechosos ellos mismos… Los dos van evolucionando sobre todo el que tiene el rostro de Henry Fonda (no necesita presentación), porque son conscientes de que lo que va ocurrir es absolutamente una locura. El compañero de Fonda es Harry Morgan, actor de larguísima trayectoria profesional, que logró ser un rostro popular a partir de la película y la serie de MASH.  La única mujer del grupo es Jane Darwell, dura como la piedra y con muchas ganas de muerte… una instigadora nata. Darwell clava su papel quedando muy lejos su caracterización de Mamá Joad (Las uvas de la ira). Por ahí nos encontramos también al comerciante justo (que trata durante toda la película que el grupo no pierda la cabeza) con el rostro de Harry Davenport (¿alguien le olvidó como el doctor en Lo que el viento se llevó).

Y otros muchos rostros y cada uno de ellos arrastra su historia. Como el mayor Tetley (Frank Conroy), un antiguo confederado, mezquino y sanguinario, obsesionado en hacer duro a su sensible hijo (William Eythe). O el alcohólico del pueblo que sólo se siente parte del grupo en estos momentos sanguinarios. Ese juez pusilánime o ese hombre que vive traumatizado porque vio el linchamiento de su hermano y encuentra consuelo en la religión. O esa chica de saloon que era la chica de los sueños de uno de los vaqueros… que no espera al héroe sino que prefiere abandonar ese pueblo y marcharse bien situada a la ciudad. O el vaquero que quiere vengar al amigo muerto de manera ciega con una insaciable sed de venganza… porque quizá no tenga otra cosa que hacer…

Cuando termina Incidente en Ox-Bow te das cuenta de que apenas has podido respirar. Que te encuentras absolutamente crispado. Cuesta relajarse… Es una joya que no hay que perderse. Nunca olvidaremos Ox-Bow.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dos estrenos con alma. Una de ficción y un documental

¿Y si vivimos todos juntos? de Stéphane Robelin ofrece una radiografía sobre la vejez en Europa. Con un final maravilloso y duro a la vez, Robelin ha conseguido que nos encariñemos con cada uno de los miembros de un grupo de amigos que rozan los 75 años y que deciden en un momento dado vivir todos juntos. Recupera además a Jane Fonda para el cine francés magníficamente acompañada por unos actores con química. A través de la relación que establecen los ‘abuelos terribles’ (todos enamorables) con un estudiante (correcto Daniel Brühl), que precisamente realiza su tesis sobre la vejez, se deparan momentos en los que no puedes contener la risa o la lágrima. Siempre recuerdas a tus abuelos o a los propios padres en el duro proceso que es la vejez lleno de luces, sombras y dependencias… pero también un proceso en el que contagian las ganas de vivir con pasión (e ilusionarse por las cosas) y también las ganas de la lucha. Y también se muestra cómo aceptar con valentía momentos tan duros como la propia muerte.

La cueva de los sueños olvidados de Werner Herzog es un original documental en 3D donde el director alemán muestra el universo de la cueva francesa de Chauvet. El director sigue en ese camino de comunión con la naturaleza y la espiritualidad del ser humano… y nos lleva a través de unas pinturas rupestres con más de 32.000 años de antigüedad. De su complejo y quijotesco discurso muchas son las ideas rescatables (y otras rozan el surrealismo)… la belleza de las pinturas nos muestra ya una especie de intento de captar el movimiento y e contar una historia, de orígenes del pre-cine, realmente emocionantes. Herzog también capta el universo peculiar de un grupo de científicos, que cada cual se merece un documental, que se entregan a la investigación de esta cueva de los sueños, intentando recrear o atrapar el pasado y comprender la creación artística y simbólica de hace miles de años.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.