Incidente en Ox-Bow (The Ox-Bow Incident, 1943) de William A. Wellman

Setenta y dos minutos con el corazón en un puño y con la tensión como acompañante. Incidente en Ox-Bow era una asignatura pendiente. Una de esas películas de las que se leen un montón de artículos, estudios, análisis… y que siempre estás al acecho de poder verla. El momento ha llegado esta semana. Y sigo en estado de shock. Incidente en Ox-Bow es una muy buena película con alma, conciencia y corazón. Una de esas películas que ves una vez y ya no se olvidan (aunque ahora sé que la volveré a ver muchas veces).

Incidente en Ox-Bow es una película redonda. Muestra, por ejemplo, la fuerza de esos directores pioneros que crearon filmografías maestras, como William A. Welllman. Directores que probaron todos los géneros y que dominaban el lenguaje cinematográfico a la vez que lo inventaban. Wellman esta vez muestra el otro Oeste, no el épico, sino uno realista y oscuro. Un mundo duro y sin concesiones. Y para ello toma como base el material literario de Walter Van Tilburg Clark con el cual quedó subyugado. Luchó como un titán para que en un sistema de estudios le dejaran realizar un western de autor, y junto a Henry Fonda (uno de los actores de esta película coral), ambos lo lograron. Aunque tuvieron que sacrificarse y realizar otras películas sin rechistar. Cuando les preguntaban a ambos de qué películas de sus carreras cinematográficas se sentían orgullos: en sus listas se encontraba siempre Incidente en Ox-Bow.

El estudio, y Zanuck el productor que dio luz verde al proyecto, tuvo razón. La película no dio beneficio alguno. Eran tiempos oscuros. Segunda Guerra Mundial. Y los espectadores querían más evasión que realismo. No había especial deseo por ver la parte oscura de los seres humanos. Sólo el paso del tiempo ha velado por esta obra cinematográfica porque el impacto sigue intacto… Aunque sigue siendo de esos tesoros ocultos para que sea descubierto con deleite por nuevos espectadores.

Todo encaja. Nada sobra. Y te quedas totalmente hecho polvo porque su argumento es demoledor. El ‘incidente’ es un linchamiento a tres hombres. Y la tensión dramática no deja de crecer. Wellman es un maestro tal que hace que el espectador se desespere, junto a los reos, hasta que llega el momento culminante… el momento del linchamiento, que lo ‘ejecuta’ fuera de cámara. No hace falta… la intensidad dramática ha llegado a tal nivel que vivimos el ‘incidente’ de manera dura y terrible. Las tres sogas, el árbol, los caballos… su presencia nos ha ido horrorizando y enloqueciendo durante la espera. Nos damos cuenta de ese oscuro Oeste sin ley con la injusticia por compañera.

Todo se une para realizar la obra perfecta. Un buen guion. Una historia muy potente. Y una galeria de actores que merece una parada en el camino. Unas localizaciones sobrias: un pueblo de mala muerte y el propio lugar del linchamiento, Ox-Bow. La fuerza de una carta como elemento dramático. Las historias que se esconden, las subtramas. Un blanco y negro implecable… La lista de logros se hace extensa.

La increíble nómina de actores que están espectaculares es alargada. Muchos de ellos ya presentes en otros western, otros con extensas y variadas carreras o actores de carácter de los que se nos quedan más las caras que sus nombres. Y otros figurantes con rostros que no se olvidan que forman el grupo de linchamiento que tiene personalidad propia y que hace que dos escenas sean poderosas: cuando se mueven los únicos siete hombres que abogan por esperar al sheriff para que los tres reos tengan un juicio justo y la secuencia-magistral final de los hombres bebiendo en la barra del bar mientras escuchan la carta de uno de los reos que lee Henry Fonda.

Los tres reos tienen el rostro de Dana Andrews, Anthony Quinn y Francis Ford (sí, hermano de John Ford). Los tres se encuentran con una acusación popular de robo de ganado y asesinato. Andrews compone a un granjero sensible y trabajador que no puede creer lo que le está ocurriendo, la injusticia que está padeciendo. Nos deja las escenas más conmovedoras y es el que escribe la carta. Anthony Quinn deja ver su arrolladora personalidad como un mexicano con mucho vivido y Francis Ford es el abuelo al que ya se le va la cabeza pero que trata de sobrevivir, desesperado, hasta el final.

Del grupo de linchamiento: los siete justos y los demás. Hay varios rostros que sobresalen. Los dos vaqueros que llegan al pueblo de mala muerte en sus papeles de héroes ambiguos que terminan uniéndose a la partida pero en parte para no ser sospechosos ellos mismos… Los dos van evolucionando sobre todo el que tiene el rostro de Henry Fonda (no necesita presentación), porque son conscientes de que lo que va ocurrir es absolutamente una locura. El compañero de Fonda es Harry Morgan, actor de larguísima trayectoria profesional, que logró ser un rostro popular a partir de la película y la serie de MASH.  La única mujer del grupo es Jane Darwell, dura como la piedra y con muchas ganas de muerte… una instigadora nata. Darwell clava su papel quedando muy lejos su caracterización de Mamá Joad (Las uvas de la ira). Por ahí nos encontramos también al comerciante justo (que trata durante toda la película que el grupo no pierda la cabeza) con el rostro de Harry Davenport (¿alguien le olvidó como el doctor en Lo que el viento se llevó).

Y otros muchos rostros y cada uno de ellos arrastra su historia. Como el mayor Tetley (Frank Conroy), un antiguo confederado, mezquino y sanguinario, obsesionado en hacer duro a su sensible hijo (William Eythe). O el alcohólico del pueblo que sólo se siente parte del grupo en estos momentos sanguinarios. Ese juez pusilánime o ese hombre que vive traumatizado porque vio el linchamiento de su hermano y encuentra consuelo en la religión. O esa chica de saloon que era la chica de los sueños de uno de los vaqueros… que no espera al héroe sino que prefiere abandonar ese pueblo y marcharse bien situada a la ciudad. O el vaquero que quiere vengar al amigo muerto de manera ciega con una insaciable sed de venganza… porque quizá no tenga otra cosa que hacer…

Cuando termina Incidente en Ox-Bow te das cuenta de que apenas has podido respirar. Que te encuentras absolutamente crispado. Cuesta relajarse… Es una joya que no hay que perderse. Nunca olvidaremos Ox-Bow.

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