Dashiell Hammett. Novela negra y caza de brujas en Hollywood de Higinio Polo

Ya os he contado en otros post, mis visitas a librerías y mi rastreo de libros. El otro día el que llamó mi atención fue un pequeño libro sobre Dashiell Hammett de Higinio Polo (doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona, novelista, ensayista y viajero…). El libro pertenece a la colección Retratos del Viejo Topo (Ediciones Intervención Cultural/El Viejo Topo, 2007). Así que Hildy, ni corta ni perezosa, se lo llevó a casa y lo disfrutó en una tarde de domingo. 

¿Por qué me llamó la atención? Uno, me interesa conocer más de Dashiell Hammett. De su mínima producción de nóvelas sólo he leído El halcón maltés y a punto estoy de entregarme a Cosecha roja. Dos, también me atrae la figura de su pareja durante años, Lilliam Hellman. Conozco más su obra dramática a través del cine, ninguna obra suya ha caído en mis manos en forma de libro (una laguna que trataré de solucionar). 

De los dos guardo un bonito recuerdo, una recreación de parte de su historia (el guión era una adaptación de un texto autobiográfico de la autora, Pentimento), en una película que no he logrado volver a ver (me dejó una sensación maravillosa hace muchos, muchos años en televisión. Mi búsqueda de la película en dvd y en vhs doblada o con subtítulos en castellano no ha tenido fruto): se trata de Julia. La historia se centra en la amistad entre Lillian y Julia…, pero ahí está un magnífico Hammett con cara de Jason Robards. 

Tres, si habéis visitado más de una vez este blog sabréis de mi interés por este periodo de la historia del cine en Hollywood que se llama Caza de Brujas. Todo lo que pueda recopilar en castellano sobre este asunto trato de que caiga en mis manos. 

Cuatro, la novela negra ha alimentado al cine negro y ha dado como resultado películas que permanecen en la memoria cinéfila. 

Cinco, tanto Hammett como Hellman tuvieron vinculación con Hollywood no sólo por la adaptación de sus obras sino por sus trabajos como guionistas. 

Sexto, ambos vieron sus vidas afectadas por el periodo de la Caza de Brujas y, por eso, creo han sido un poco olvidados. 

El pequeño libro de Higinio Polo es un viaje a la América de los años 20 hasta la década de los 60. Un repaso por la historia y la creación de la guerra fría. Una de sus muchas consecuencias fue la famosa Caza de Brujas en Hollywood, las listas negras, los diez de Hollywood, las tristes delaciones, los comportamientos heroicos de otros intelectuales y los duros resultados que tuvo este periodo para los intelectuales progresistas de EEUU. El clima de terror y miedo cambió la vida de muchos hombres y mujeres, entre ellos, las de Hellman y Hammett. 

En el libro nombra muchos nombres y cuenta muchos casos. De nuevo, me fijo en la historia de un cantante y actor negro y uno de los perjudicados que en todo lo que he leído muestra una personalidad que merece la pena descubrir y reivindicar: Paul Robenson. Leyendo este pequeño e interesante libro, te quedan ganas de descubrir más, de seguir indagando. 

Mañana, la segunda parte de este post: Lilliam Hellman y Dashiel Hammett, su herencia en el cine.  

 

Daniel Day-Lewis

Tarea para esta semana: ver Pozos de ambición de Paul Thomas Anderson. Tanto Boogie nights como Magnolia son dos películas que en su momento me entusiasmaron pero otro motivo más para verla es su actor principal Daniel Day-Lewis. Un actor que nunca me ha dejado indiferente y que además se prodiga poco en los santuarios de la sala oscura. Así que este post va por él. 

El actor siempre recrea personajes que dejan un poso en la mente cinéfila. A partir de buenos guiones (normalmente ha tenido buen ojo a la hora de elegir los proyectos cinematográficos), construye unos personajes inolvidables. A su labor interpretativa, su voz grave y una mirada que traspasa cámaras y pantallas, se une un rostro duro –con muchos lenguajes ocultos– y una capacidad camaleónica que muchos actores del séptimo arte quisieran para ellos mismos. 

No he visto toda su filmografía y, alguno de los papeles que me impactaron, sólo los disfruté en el momento del estreno –alarma en mi interior, tengo que refrescarle en mi memoria, pero sus imágenes perviven en mi memoria cinéfila–. 

Le recuerdo como el más macarra de los macarras londinenses en Mi hermosa lavandería. De aspecto brutal y bestia como él solo, de pronto, el duro de barrio se transforma en un hombre amante del amigo de su infancia. Un hombre feliz cuando ama y es amado. Y, de pronto, el macarra salta las barreras de clases, de ideología y de racismo para salvar y ser feliz con su historia de amor. Lewis, el duro y atormentado joven que acaba transformándose en un héroe capaz de todo por amor. 

Su poder camaleónico le lleva a la cima de la sala oscura cuando se transforma en Christy Brown, escritor y pintor irlandés con parálisis cerebral de familia obrera. Mi pie izquierdo es Daniel Day-Lewis. Su poder camaleónico es tal, que en aquellos años en que aún no era muy conocido, hizo que muchos espectadores pensaran que el actor realmente tenía parálisis cerebral. Una historia que despertaba y despierta fuertes sentimientos y que muestra la importancia de superar obstáculos a través de las pasiones. Que siempre te mantienen vivo. Ahí está su primera colaboración con Jim Sheridan, director con el colabora otras dos veces. Es una de esas relaciones actor-director que dejan una huella en la historia del cine. 

A continuación, Daniel es un héroe de aventuras, su rostro y cuerpo se vuelven bellos y seductores. Hombre musculoso, salvaje, ágil y hermoso como el mejor héroe de acción en película de aventuras clásica. Como los viejos mitos de Hollywood, Daniel Day-Lewis es El último mohicano junto a la hermosa Madelaine Stowe. 

Nos regala la interpretación de época de hombre atormentado y romántico. Lo de la época ya lo había experimentado en la película de Ivory, Una habitación con vistas. Se empapa de Edith Wharton, y se debate entre el amor de la mujer experimentada y la inocencia, entre las convenciones sociales y la verdad, entre una felicidad verdadera y una felicidad construida a base de protocolo…Martin Scorsese recrea el XIX americano de la mano de un Lewis sensible en la poética y literaria La edad de la inocencia. También, supone la primera colaboración del actor con el enfant terrible de los años setenta además de director de primera clase. 

Vuelve con Jim Sheridan y una de las películas –son pocas– que te hacen gritar de impotencia en la sala oscura. Sí, sí gritar de indignación. Lewis regresa a Irlanda en la piel del joven Gerry. Un joven rebelde sin causa para disgusto del honesto padre Giuseppe (Postlethwaite sube a los altares). Ambos protagonizan una pesadilla difícil de superar.  Son protagonistas de un lamentable error legal y son culpados de participación en un atentado terrorista.La lucha de Gerry en prisión le hace un rebelde con causa, le hace comprender más la personalidad de su padre y le vuelve un luchador que trata de demostrar su inocencia y descubrir la verdad. ¿A quién no le impactó En el nombre del padre? 

Después vuelve a una película de época en la adaptación de una de las cumbres del dramaturgo Arthur Miller. Lewis recrea un duro papel en El crisol donde se enfrenta a una sociedad puritana e hipócrita capaz de destrozar su vida. Además, El crisol fue escrita en un momento en que Miller trataba de denunciar –recreando un hecho del pasado– una situación actual: la caza de brujas en EEUU. Daniel nos regala otro papel intenso y atormentado. Lewis, creo estar segura, se empapó de esta obra y contó con buen asesoramiento del dramaturgo (su actual pareja es la hija de Arthur Miller). 

De nuevo, Jim Sheridan le ofrece una historia irlandesa de segundas oportunidades y de la posibilidad de superar el conflicto e intentar la paz a través de un gimnasio de barrio que lucha, curiosamente, contra la violencia. Daniel es Danny Flynn que tras años en prisión por su participación en actividades del IRA sale en libertad. Quiere huir de su pasado político y abre un gimnasio para entrenar a jóvenes e introducirles en el mundo del boxeo. Un gimnasio sin discriminación religiosa o de otro tipo. También, reanuda su relación con su antigua novia. Pero el pasado siempre regresa. The boxer devuelve al Day-Lewis macarra y duro pero deseoso de vida tranquila. 

Desaparece de la pantalla cinematográfica y de los medios de comunicación, parecía que Daniel Day-Lewis se había retirado totalmente cuando regresa de nuevo con fuerza y en un gran papel que le da Martin Scorsese, de nuevo. En una obra grande –más grande quizá si no hubiesen destrozado el montaje del director–, se trata de Gangs of New York. Daniel es grande como el malvado Bill, el carnicero. Un personaje sangriento pero con un fondo psicológico que recrea a la perfección Day-Lewis. Su manejo de cuchillos, sus ropas extravagantes, su mirada iracunda y su voz grave vuelven a llenar la pantalla. 

Ahora, cinco años después, ha regresado con un papel, dicen que espectacular, en Pozos de ambición. Lo dicho, la tarea esta semana es verle en esta nueva historia. El actor camaleónico vuelve a las andadas… 

Sweeney Todd. El diabólico barbero de la calle Fleet

Sweeney Tood es un personaje del siglo XIX que viene del cuento, la leyenda, lo verídico, lo teatral…, el barbero que rebana los pescuezos de los clientes que van a su negocio. El diabólico barbero no cayó en el olvido cuando el letrista y compositor Stephen Sondheim creo un famoso musical en Broadway a finales de los años setenta.  

Ahora, Burton lo rescata y lo lleva a la cumbre del cine musical. Sweeney Todd es una mezcla de géneros impensable, 100 por 100 musical toma tintes del terror más gore, gotas de tenebrismo, aderezadas con romanticismo extremo, altas dosis de crueldad y desesperanza y todo rociado de un destino trágico shakesperiano. 

Sweeney Todd he de confesar que me dejó triste. Muy triste. Porque los personajes dejan de ser ilusos e inocentes, como nos repite el barbero en una de sus canciones. Cada uno tiene un objetivo muy claro, propio. Y se dejan arrastrar por él. Triste, triste, triste…, en otras críticas hablan de un humor negro, muy suave diría yo, porque con el barbero sangriento, Burton pierde la inocencia y dulzura de sus anteriores historias tenebrosas. Aquí prevalece lo amargo. Lo duro del mundo real. La venganza ciega a los personajes, el amor platónico también hace estragos…, una crónica triste del Londres del XIX donde unos hombres se pisan unos a otros. Triste, triste, triste… 

Parece que ningún personaje es salvado de la radical premisa del barbero que fue hombre iluso y ahora se encuentra cegado por la venganza: Todos merecemos morir. Ni una sola concesión a un posible amor futuro, a curarse de un pasado cruel, a ver el lado bonito y platónico de la historia… Un juez y un alguacil injustos, insensatos, desagradables y crueles; un barbero rival que no le importa el chantaje en beneficio propio, que maltrata a un niño…, un niño que vive siempre en el desengaño incluso cuando cree que ha encontrado un hogar…, un niño que la vida le ha enseñado a ser realista y a sobrevivir. Una joven ya para siempre desencantada que sabe lo que es la cautividad y la ausencia de amor. Una sin hogar sin razón con destellos de un pasado que la arrebataron, víctima inocente de un mundo de hombres y mujeres que se pisan unos a otros…, y mención a parte Mrs Lovett, mujer enamorada, mujer soñada, mujer práctica y egoísta, mujer que lucha por crearse un mundo propio a su medida, mujer dulce…, ser humano con defectos y con mucho instinto de supervivencia, que recicla la carne humana que va dejando su enamorado en unas deliciosas empanadillas… 

Como siempre Burton crea una estética especial, un Londres tétrico, una barbería y una taberna de Mrs Lovett de cuento gótico, las calles oscuras, los sótanos misteriosos, el manicomio desolado… la sangre corre irreal pero roja, roja, roja…, los personajes muy bien caracterizados: despeinados, blancos, con ojeras…, y barbas que afeitar. Los instrumentos de la venganza son bellos, las cuchillas de afeitar, y el barbero es un artista de su profesión. Todo aderezado con unas canciones oscuras, muy oscuras, pero muy bellas y de melodía inolvidable.  

Me dejo para el final a los intérpretes –y mi confesión de que me gusta salir del cine de Burton con una sonrisa y no con el desencanto de Sweeney Todd y mi añoranza por personajes más inocentes. No fue mi Burton al 100 por 100, es como si de pronto el niño-grande se hubiera vuelto definitivamente adulto–. Johnny, como siempre, no podía estar mejor: como barbero que pierde la cordura ante la venganza. Hombre que canta a sus amigas las navajas, incapaz de valorar el amor que le puede ofrecer Mrs Lovett, o de abrir un poco más los ojos para darse cuenta de lo que está pasando, o simplemente de volver a ser iluso e inocente, feliz. Se hunde en la tragedia.Helena Bonham Carter brilla como Mrs Lovett, personaje tierno-cómico-tenebroso que nos regala sus sentimientos y sus sueños. Quién le diría a la antigua musa del cine Ivory que iba a terminar realizando los personajes más contemporáneos y extravagantes al lado de su pareja Burton o con seres como David Fincher.Les acompañan perfectamente unos malvados y caricaturescos Alan Rickman y Timothy Spall, sin olvidarnos de ese barbero rival con cara de Sacha Baron Cohen. Otra sorpresa es la interpretación de Edward Sanders, el niño huérfano, que además protagoniza una de las canciones más bellas junto a Mrs Lovett. 

El barbero diabólico me rompió un poco el corazón. Me hizo volver a saber que, a veces, en el mundo que vivimos, los seres humanos nos pisamos unos a otros. Algunos con una pizca de ternura y gracia, como Mrs Lovett. 

 

 

El mundo según Tim Burton

Estoy preparándome para el ritual de esta noche: ir a la sala oscura y dejarme llevar por Sweeney Todd: el barbero diabólico de la calle Fleet o, de nuevo, soñar con el mundo según Tim Burton.

Y es que lo de Tim viene de lejos y siempre me ha cautivado su capacidad de cuentacuentos contemporáneo y, sobre todo, su peculiar puesta en escena que hace de sus películas mundos inconfundibles.

Tim Burton tiene un muso, que también es el mío (no voy a mentir), y es Johnny Depp y su poder de transformación que llega en las películas del director a registros insospechados.

Así los viví tiernos en ese cuento de hadas tenebroso con personaje fantástico asustado y aislado… pero dulce. ¿Cómo olvidar a Eduardo Manostijeras (1990) y ese ser incompleto con manos como cuchillas que las emplea para el arte de la jardinería o la peluquería? ¿Cómo no suspirar hacia la ternura y los suspiros de un ser que ama a su princesa pero a la que no puede tocar por miedo a dañarla?

Inolvidable ese homenaje al cine de bajo presupuesto, de serie B, que visita el terreno fantástico o explora los límites de género y sexualidad. El Ed Wood de Depp es un personaje para la mitología cinéfila. Viajamos a un mundo de ilusión y cutrez de la mano de una triste vieja gloria del Hollywood clásico, un olvidado y drogodependiente Bela Lugosi (inmenso Martin Landau) y un Ed Wood que sueña con ser otro Orson Welles del séptimo arte, que no ve obstáculos. Un mundo de ensueño, en blanco y  negro, con Vampira y otros seres paranormales que se unieron al universo particular del artesano cutre pero enamorado de su arte, Ed Wood.

Saltamos a un cuento fantástico-romántico-gótico de la literatura de Washington Irving y ahí está el bueno de Burton contándonos desde su peculiar visión la leyenda del jinete sin cabeza. Terror, sangre, ternura y amor de la mano de un bello y estrambótico Depp y una dulce y siniestra Ricci. Con Sleepy Hollow volvemos al universo de Burton.

Y de un salto presenta la película que menos me gusta del dúo pero que a la vez tiene momentos mágicos (esa cama que comparten los cuatro abuelos del niño pobre). Ahora Burton se adueña de la literatura de Roald Dahl y su Charlie y la fábrica de chocolate. Rescato a Depp genial e inquietante como Willy Wonka. Lo que me estropea la película son ciertas intervenciones musicales repetitivas (y eso que adoro el musical).

Ahora nos vamos a un tesoro del cine de animación –pero cómo recuerda el muñeco protagonista a Depp– con La novia cadáver. Un cuento romántico donde los haya sobre un ser humano que vive una pesadilla linda cuando se casa accidentalmente con una novia cadáver llena de encanto y bondad.

Películas sin Johnny Depp

Cuando Tim se separa de su muso sigue con la magia o se pega batacazos. No le fue bien su recreación del cómic Batman (aunque algunos opinan que es lo mejorcillo de la serie) ni su visita al Planeta de los simios. Mark Attacks es un viaje alucinógeno, cómico y loco a un mundo invadido por unos extraterrestres con muy mala baba.

Pero sin su Depp me quedo con esa joya que para mí es Big Fish sobre la importancia de contar historias y cuentos. Con un Ewan McGregor genial. Me vi transportada a una historia que me llegó a lo más hondo con personajes fantásticos. Cómo la capacidad de imaginar otros mundos y de contar las anécdotas de la vida puede transformar a un individuo de vida gris en un genio y con un mundo interior mágico. Sin olvidar tampoco esa maravilla del cine de animación que dirigió Henry Selick adaptando una historia de Burton (y él actuando también como productor): Pesadilla antes de Navidad. De nuevo se mezcla lo siniestro con lo tierno y surge una película especial.

Mañana os contaré mis experiencias cinéfilas con el barbero diabólico…

Propongo un viaje especial este 14 de febrero

Hagamos una concesión al día de los enamorados. Y realicemos un pequeño viaje alrededor de parejas de cine de todos los tiempos. ¿Pisaremos realidad o leyenda? Da igual. Viajen.

A Audrey Hepburn se le ilumina la cara cuando un Mel Ferrer apuesto la saca a bailar. Ninguno piensa en el fracaso.

Marilyn Monroe, por un momento, no se siente mujer objeto y sí amada por el dramaturgo Arthur Miller y durante un tiempo breve tienen la ilusión de una historia verdadera, sin corazones rotos.

La bella y pija Sissi con cara de Romy Schneider cae en brazos del chulo chico de la calle parisino…, tan bello. Y Alain Delon y Romy pasean su belleza y rebeldía con descaro. Por unos años, se encerraron en su historia particular. Después, siempre fueron buenos amigos.

Nicholas Ray se encontró con la dama de cine negro, Gloria Grahame y quizá desayunaron una y otra vez en la intimidad de la cocina, mirándose a los ojos, en un lugar solitario.

Al atormentado Monty Clift no le dejaron vivir tranquilo sus historias de amor. El hermoso galán quizá tuvo que esconderse en la estación Termini para dar besos de enamorado a los hombres que amó.

Giuleta Massina fue la Charlot particular del gigante Fellini. El hombre niño siempre volvía a los brazos de una Massina que actuaba celosa.

Truffaut estaba enamorado del cine y las mujeres. Por eso, le recordamos en sala de cine, quizá, viendo La Quimera de Oro y con una dama a su lado. Él sigue siendo el eterno enamorado.

El buscavidas de Paul Newman, el del rostro griego y ojos azules, sólo le hizo falta encontrarse en su camino a la rubia Joanne Woodward. Aún caminan juntos.

Charles Boyer no soportó levantarse y que ella no estuviera a su lado. Lo tuvo claro. La siguió.

Carole Lombard y Clark Gable ríen ahora juntos todo lo que no pudieron en vida.

Lo de Liz Taylor tiene miga. Sin embargo, con el único que repitió fue con el británico de voz grave, Richard Burton. Pobre George, Pobre Martha…, triste, triste, triste…, fueron los que mejor cantaron ¿Quién teme a Virginia Woolf?

A Meryl Streep se le quedó la cara lánguida, triste y bella cuando perdió a un John Cazale que era grande.

El italiano mediterráneo, dejémonos llevar por los tópicos, Marcelo Mastronianni pudo abrir puertas de hielo en el corazón del rostro siempre frío pero bello de la francesa Deneuve.

Y seguimos con la sangre italiana, quizá, a Pier Angeli nunca se le olvidó el sonido de una moto, la del rebelde Dean. Nunca supieron lo que pudieron vivir juntos.

Al cómico por excelencia, Cary Grant, se le cayeron los anillos y quedó prendado de una exuberante Sofia Loren. Ese momento seguro que no lo recordó divertido.

Una Sara Montiel perdida en Hollywood encontró dicen a un amante fogoso con cara de Gary Cooper y a su primer marido, claro, tenía que ser un director que mostró su mirada en cine negro y western, Anthony Mann.

El Tarzán, de siempre, el de blanco y negro, Johnny Weismuller vivió un romance de los tórridos, de los de ni contigo ni sin ti, con la mexicana Lupe Vélez.

Un joven Warren Beatty, cuando era el soltero de oro, suspiró por el amor no correspondido de la británica Julie Christie, que nunca se sintió estrella. O quizá no quiso. Y dejó a un Beatty, de los setenta, en una montaña, viéndola marchar para siempre…

Y, el viaje es interminable por una cadena de corazones rotos…, o no.

Momentos inolvidables de Robert Mitchum

Ahora hablan de actores rebeldes pero sólo hay que rebuscar en la historia del cine y encontrarse con actores de la vieja escuela. Hombres rebeldes. Hombres curtidos por una vida dura, que terminaron siendo estrellas, y sobre todo, nunca fueron vanidosos ni se consideraron grandes. Sentían su trabajo de actores como una profesión. Sin más. Y crearon grandes personajes.

Dentro de esta escuela, rescatamos a Robert Mitchum, para eso llevamos diez años sin él. El duro entre los duros. Mitchum logró papeles donde aterrorizó como la encarnación del mal o enterneció por sus papeles de duro pero arrastrado por el amor a un destino trágico.

Bob no tuvo una vida fácil. No contó ni con una infancia ni con una adolescencia feliz. Visitó el reformatorio, vivió como un sin hogar, se sabe que bebía y bebía, estuvo presente en peleas y broncas…, y lo de ser actor le sirvió para la supervivencia. Sólo se casó con una mujer pero se cuenta que tuvo varios romances con sus compañeras de trabajo. Se le conoce por sus contestaciones legendarias y bordes a compañeros o prensa y también porque nunca se tomó en serio su papel como estrella. Sin embargo, siempre hay otra visión que le presenta como buen conversador, un lector empedernido, escritor de poemas, todo un profesional en los platós, buen compañero…, y un actor que ante un buen guión y una buena película, se comía la pantalla con sus pequeños ojos azules, su hoyuelo en la barbilla, su corpulencia y su cara de duro.

Y, también, voy a recordarle porque dentro de esos preciosos cofres que se están ofreciendo a los coleccionistas de dvd, Robert Mitchum cuenta con uno. Sin embargo, Hildy hubiera apostado por otra selección de títulos para conocer a este actor. El cofre cuenta con películas interesantes pero Bob tiene una enorme filmografía para elegir a gusto. Así que a continuación relato secuencias o momentos inolvidables donde Bob sube a los altares del Olimpo cinematográfico.

Las secuencias: como protagonista de cine negro me quedo con las escenas junto a dos mujeres fatales con cara de no haber roto un plato en dos grandes películas: Retorno al pasado (1947) de Jacques Tourneur o el arte de usar el flash back y Cara de ángel (1952) de Otto Preminger (como impacta la primera vez que ves esta película ese genial final…, ¿quién no teme a una angelical Jean Simmons? En las dos historias Robert Mitchum es un duro, de los de siempre, pero abocados por el amor a la mujer equivocada a un destino fatal.

De pronto el actor Charles Laughton sorprende en 1955 con una película extraña, mágica y fantasmagórica. Un cuento de terror envuelve de un halo inmortal a La noche del cazador. Ahí, Mitchum se convierte en la encarnación del mal en su papel de predicador. Él es el terror. Su persecución a dos inocentes niños lo convierte en uno de los elementos inolvidables de esta película. Todo de negro, con su sombrero, y sobre todo sus tatuajes en las manos: hate y love, lo convierten en personaje mítico. ¿Cómo olvidar su mirada o su sonrisa perversa? Los niños saben que cuando se acerca el predicador, a lo lejos, montado a caballo, la tranquilidad y la calma ha terminado.

John Huston nos lo regala tierno. Y nos deja otra historia de dos seres unidos por el destino en circunstancias adversas y surge una historia de amor imposible. La vi hace años pero no olvido la química de miradas, sentimientos y sensaciones entre una monja con cara de Debora Kerr y un soldado rudo con rostro de Bob. De nuevo nombro, Sólo Dios lo sabe (1957). Película tierna que, sin embargo, no ha logrado el halo mítico de La reina de África.

Otra película maravillosa y desconocida con Mitchum de protagonista es Cualquier día en cualquier esquina (1962) de Robert Wise (uno de los errores es que tal y como presentan la carátula y el argumento en el dvd parece que se trata de una comedia). Película de calidad sobre dos personajes muy diferentes que se encuentran…, historia de soledad, de amor y desamor bajo una preciosa fotografía en blanco y negro envuelto en jazz. Con unos diálogos inolvidables. Robert Mitchum está impecable como hombre desilusionado y abandonado que se quiere dar una oportunidad de amar con una mujer muy distinta a él y a su mundo, una Shirley McLaine encantadora. Película que te deja triste. Las conversaciones entre los dos protagonistas no tienen desperdicio.

De nuevo, impecable Bob encarnando al mal en persona, no hay psicópata que produzca más inquietud y miedo que su personaje en la magnífica El cabo del terror (1962) de J. Lee Thompson. Mitchum se convierte en amenaza para una pacífica familia. Gregory Peck es el padre y abogado honesto que vive la pesadilla de reencontrarse con un hombre que terminó en la cárcel por su testimonio y que regresa para vengarse, sin prisa, despacio…, para destruir todo su entorno amable y hacerle la existencia imposible. Cualquier aparición de un Bob sin escrúpulos con sonrisa o risa de chulo hacen que suframos cada minuto de proyección.

Y para despedirnos de Mitchum lo recordamos en un papel de su madurez. En su retrato de un hombre bueno, de un maestro de aldea perdida, que trata de entender y proteger a su joven esposa que tiene unas enormes ansias de libertad, de ver mundo, de enamorarse, de sentir…en una película de bellas imágenes como siempre acostumbra a ofrecer David Lean. Se trata de La hija de Ryan (1970), todo un drama romántico con un Mitchum, bueno.

Sentimientos cinéfilos

En la soledad de la sala oscura.

La pantalla blanca empieza a vomitar imágenes.

La espectadora engulle.

Y nunca se cansa.

De pronto, realiza un viaje a lo más hondo de los sentimientos.

El exterior no importa.

La espectadora vive en otro tiempo y espacio.

Vive mil y una vidas.

No se cansa.

Nunca se cansa.

Porque el cine es vida.

Vida, una y otra vez.

No es país para viejos

Y vuelven los hermanos Coen con una película interesante…, sin embargo, me ha pasado igual que con El hombre que nunca estuvo allí. La primera parte de la película me llena totalmente con los personajes, el ambiente y el paisaje así como los diálogos. 

Si en El hombre que nunca estuvo allí me privaba la visita y modernización que realizaban del cine negro, aquí alucino con esa mezcla de western crepuscular y fronterizo. 

Toda la primera parte: el sheriff y su ayudante, el fuera de la ley pero con sus propios códigos (alucinante Josh Brolin) y ese malvado que roza la locura paranoica (una ovación a un Javier Bardem con peinado imposible). Toda la persecución y el viaje que inician los tres personajes son magistrales. Yo me encontraba al borde de la emoción, Dios, voy a ver una película redonda. Y, de pronto, para mí, pinchazo en la segunda parte. 

Como pasaba en El hombre que nunca estuvo allí, los Coen abandonan el estilo y la historia y se van por caminos filosóficos y mentales, por otros derroteros que superan la ficción…, y te pierdes en reflexiones, y los personajes se pierden, y la historia se pierde…, y, te quedas desconsolado en la sala oscura.  

Es cierto que piensas lo que te quieren decir y contar, cuando sales del cine, y lo entiendes pero…, por qué sacrificar los personajes maravillosos ya construidos, el ambiente y la atmósfera conseguida, para dar giros a una historia filosófica y reflexiva. Creo que lo pueden contar, sin sacrificio de la historia que están contando. 

Hasta yo comentando esta película me estoy haciendo un embrollo porque yo quería, además, de la reflexión sobre la violencia, una historia clara y completa, que era lo que estaba viendo en la primera parte. El personaje de Moss no se merece el desenlace que tiene aunque la reflexión sea ese sinsentido de la violencia que ha sido siempre igual en el lejano Oeste y en el Oeste contemporáneo. Una violencia, que no tiene explicación, y que sume en el desencanto y en la depresión a un sheriff de los de toda la vida (Tommy Lee Jones). Una violencia que lleva a la locura. Una violencia que no tiene explicación posible. 

Me quedo con los Coen y su historia de tíos duros que sobreviven en la frontera. Con la historia de los perseguidores y el perseguido. Con el paisaje desértico, los moteles de carretera, las gasolineras perdidas, el asesino despiadado que juega con el destino a cara o cruz…, ahí estaba viendo yo su reflexión. Los Coen me pueden con la fuerza visual de sus películas, su amor al cine –homenajes, homenajes maravillosos– y su capacidad de emocionar. Lo de Bardem ya nos lo han dicho aquí mucho, y sí es un acierto e interpreta muy bien a su personaje. Pero yo lanzo otra sugerencia, Josh Brolin recrea un personaje también magnífico (alguien olvida su entrada a unos grandes almacenes en camisón blanco, gorro vaquero y por supuesto, su botas camperas). La película es de Bardem y de Brolin. 

 

 

Vidas borrascosas (Peyton Place, 1957) de Mark Robson

Continúa mi enfermiza adicción en estos últimos meses al melodrama. Recuerdo que una madrugada hace muchos años vi Vidas borrascosas en televisión y me dejó un buen recuerdo. Así que el otro día me compre el dvd a buen precio y me dispuse a disfrutarlo de nuevo y no me decepcionó. 

Estos melodramas de los años 50 tienen jugo (y son el origen de la fórmula ya manida del culebrón televisivo, de hecho, esta película terminó convirtiéndose en serie). 

Por supuesto, no falta una de las reinas del melodrama, Lana Turner como protagonista en su papel de rígida madre que esconde un oscuro pasado. El encanto de este tipo de películas ha sido un referente para directores posteriores. Con esta película me viene a la cabeza el cine y la famosa serie (Twin Peaks) del director David Lynch. Este director, en algunas de sus películas así como en la serie, presenta una localidad idílica que se inserta en un espacio natural maravilloso donde todo parece que se rige bajo la calma y la buena moral pero sólo hay que escarbar un poco para que surja una doble cara de los personajes, una doble moral y se desaten los odios, los celos, las pasiones, la violencia…, todo subyace en un espacio que no lo sugiere. 

Así es Peyton Place, la localidad donde transcurre Vidas borrascosas (esta película es la adaptación de un best seller del momento). Un lugar idílico donde sus gentes se dejan llevar por una forma de vida establecida en los cincuenta de moral intachable, protocolos, apariencias y demás. De pronto, escarbamos un poco y surge otro mundo turbulento. 

La película bascula entre el mundo adulto y el mundo adolescente. Los hechos que transcurren ponen a prueba a cada uno de los personajes. Y, el resultado merece la pena. Me parece interesante la lectura que se hace durante toda la película de la sexualidad, tema tabú, sobre todo en esa década. El deseo, el sexo, la represión, el desconocimiento… Así como, también es interesante, las distintas visiones que se muestran para encarar la educación de adolescentes en un instituto. 

Vidas borrascosas está bien contada y cuenta con un plantel de actores muy en boga en aquellos años. Junto a los veteranos de la talla de Lana Turner y Arthur Kennedy (genial como el padrastro alcoholizado y maltratador que abusa sexualmente de su hijastra) aparecen jóvenes promesas como Russ Tamblyn (¿alguien olvida su papel de Rick en West Side Story?), Hope Lange (rubia delicada e hijastra maltratada) o Terry Moore (como la lolita pero a su pesar porque sólo es una mujer enamorada).  

La historia transcurre según van pasando las estaciones del año así la fotografía y el tiempo tiene mucho que ver con los sentimientos que van surgiendo. No falta nada en este idílico lugar: las diferencias de clase, la lolita, la inocente, la artista, el tímido, el niño rico rebelde, el amor adulto, el amor adolescente, el suicidio, el asesinato, el juicio, la fiesta, el encuentro, el desencuentro, la relación entre madre e hija, el profesor comprensivo, el doctor como voz de conciencia, el sensato, las mentiras, el cotilleo, las apariencias… No todo es lo que parece y sumergirse en Vidas borrascosas es subirse al tobogán de las emociones.

Diccionario cinematográfico (51)

Pistolero: hoy en el colegio me he pegado con un compañero. Discutíamos porque él decía que no había mejores pistoleros que Wyatt Earp o Billie el Niño. Yo dije que ésos eran principiantes comparados con Jimmie Ringo, mi padre. Como mi amigo no estaba de acuerdo, me pegó un puñetazo. Me gritó que mi papá no era el más rápido, que le mató un joven pistolero que ahora cabalga lleno de gloria por haberse cargado al que decía que era más rápido.Cuando se lo cuento a mi mamá, que cada vez está más triste, llora desconsolada y me dice con cariño que no recuerde a papá como el mejor pistolero. Me dice que Ringo quería vivir con nosotros dos en una granja y que fuéramos felices y comiéramos perdices. Yo miro a mamá y le digo que vale porque no me gusta que llore. Pero, en el fondo, yo sé que mi papá, Ringo, era el pistolero mejor del Oeste, un héroe solitario, que un día que llegó al pueblo donde vivíamos mamá y yo me miró y habló como un padre. Diga lo que diga, mamá, aunque la quiero mucho, Ringo es un héroe pistolero. Y así le recordaré.

Soy la esposa de Ringo. Y siempre lo seré. Estuvimos a un paso de alcanzar la felicidad. Como siempre yo me lo crei. Por eso lo amaba. Por eso me amaba. Porque siempre imaginamos que habría un momento en que terminaríamos juntos, en que envejeceríamos el uno al lado del otro junto a una chimenea y en una pequeña casita de campo. Nuestro hijo sería un famoso abogado, o banquero o Sheriff y siempre estaría pendiente de nosotros.Los dos soñábamos. Pero Ringo siempre tenía que huir. Era pistolero y siempre tenía cuentas pendientes. Él al final se dio cuenta de que se hacía mayor. Se dio cuenta de que se cansaba cada vez más. Se dio cuenta de que no quería huir a todas horas. Vio lo que le gustaría un hogar, lo que le apetecía verme y cómo no quería perderse los primeros años de su  hijo. Me lo arrebató un joven pistolero, uno de esos que se creen que tienen toda la vida por delante y que se convertirán en leyenda y que todo el mundo les tendrá respeto y miedo… como cuando conocí al joven Ringo de 20 años, feroz y vital, chuleta, con toda la vida por delante. Me lo arrebataron con 35 años, como hombre maduro, como hombre cansado, como hombre con ganas de cambio. Como hombre que siempre me amó.

Soy Mark, el amigo de correrías de Ringo, ahora soy hombre respetable, un sheriff que trata de mantener la justicia y la ley sin pistola de por medio. A Ringo jamás le olvidaré. Hubo un momento de nuestras vidas, que por ser fugitivos de la ley tuvimos que decidir. Él, en ese momento, eligió seguir sin rumbo. Yo decidí que no podía más y que prefería establecerme. Fue una elección. El último día que me encontré con Ringo, el último día que le vi con vida, me asombré de cómo había madurado, de cómo le pesaba el ser una leyenda y sobre todo lo cansado que se sentía. Lo que más me alegró es que todavía le quedaba capacidad para soñar y para amar. Pero ese día no le sirvieron. Y yo tampoco pude ayudarle. Porque desgraciadamente, siempre surgen estúpidos jovencillos que no se dan cuenta de la responsabilidad y el peso que tiene ser una leyenda y no tienen perspectiva de futuro ni de cansancio. Jóvenes que sólo les interesa la fama y pisar a todos los que tienen alrededor. Inexpertos sin prudencia. Sin perspectiva romántica. Yo creo que si Jimmy Ringo se convirtió y seguirá siendo leyenda era por su verdadero romanticismo y porque en el fondo fue arrastrado por el destino a ser un héroe con pistola. 

Declaraciones de los principales personajes de El pistolero (1950) de Henry King

En homenaje a un Gregory Peck con cara de Jimmy Ringo