Daniel Day-Lewis

Tarea para esta semana: ver Pozos de ambición de Paul Thomas Anderson. Tanto Boogie nights como Magnolia son dos películas que en su momento me entusiasmaron pero otro motivo más para verla es su actor principal Daniel Day-Lewis. Un actor que nunca me ha dejado indiferente y que además se prodiga poco en los santuarios de la sala oscura. Así que este post va por él. 

El actor siempre recrea personajes que dejan un poso en la mente cinéfila. A partir de buenos guiones (normalmente ha tenido buen ojo a la hora de elegir los proyectos cinematográficos), construye unos personajes inolvidables. A su labor interpretativa, su voz grave y una mirada que traspasa cámaras y pantallas, se une un rostro duro –con muchos lenguajes ocultos– y una capacidad camaleónica que muchos actores del séptimo arte quisieran para ellos mismos. 

No he visto toda su filmografía y, alguno de los papeles que me impactaron, sólo los disfruté en el momento del estreno –alarma en mi interior, tengo que refrescarle en mi memoria, pero sus imágenes perviven en mi memoria cinéfila–. 

Le recuerdo como el más macarra de los macarras londinenses en Mi hermosa lavandería. De aspecto brutal y bestia como él solo, de pronto, el duro de barrio se transforma en un hombre amante del amigo de su infancia. Un hombre feliz cuando ama y es amado. Y, de pronto, el macarra salta las barreras de clases, de ideología y de racismo para salvar y ser feliz con su historia de amor. Lewis, el duro y atormentado joven que acaba transformándose en un héroe capaz de todo por amor. 

Su poder camaleónico le lleva a la cima de la sala oscura cuando se transforma en Christy Brown, escritor y pintor irlandés con parálisis cerebral de familia obrera. Mi pie izquierdo es Daniel Day-Lewis. Su poder camaleónico es tal, que en aquellos años en que aún no era muy conocido, hizo que muchos espectadores pensaran que el actor realmente tenía parálisis cerebral. Una historia que despertaba y despierta fuertes sentimientos y que muestra la importancia de superar obstáculos a través de las pasiones. Que siempre te mantienen vivo. Ahí está su primera colaboración con Jim Sheridan, director con el colabora otras dos veces. Es una de esas relaciones actor-director que dejan una huella en la historia del cine. 

A continuación, Daniel es un héroe de aventuras, su rostro y cuerpo se vuelven bellos y seductores. Hombre musculoso, salvaje, ágil y hermoso como el mejor héroe de acción en película de aventuras clásica. Como los viejos mitos de Hollywood, Daniel Day-Lewis es El último mohicano junto a la hermosa Madelaine Stowe. 

Nos regala la interpretación de época de hombre atormentado y romántico. Lo de la época ya lo había experimentado en la película de Ivory, Una habitación con vistas. Se empapa de Edith Wharton, y se debate entre el amor de la mujer experimentada y la inocencia, entre las convenciones sociales y la verdad, entre una felicidad verdadera y una felicidad construida a base de protocolo…Martin Scorsese recrea el XIX americano de la mano de un Lewis sensible en la poética y literaria La edad de la inocencia. También, supone la primera colaboración del actor con el enfant terrible de los años setenta además de director de primera clase. 

Vuelve con Jim Sheridan y una de las películas –son pocas– que te hacen gritar de impotencia en la sala oscura. Sí, sí gritar de indignación. Lewis regresa a Irlanda en la piel del joven Gerry. Un joven rebelde sin causa para disgusto del honesto padre Giuseppe (Postlethwaite sube a los altares). Ambos protagonizan una pesadilla difícil de superar.  Son protagonistas de un lamentable error legal y son culpados de participación en un atentado terrorista.La lucha de Gerry en prisión le hace un rebelde con causa, le hace comprender más la personalidad de su padre y le vuelve un luchador que trata de demostrar su inocencia y descubrir la verdad. ¿A quién no le impactó En el nombre del padre? 

Después vuelve a una película de época en la adaptación de una de las cumbres del dramaturgo Arthur Miller. Lewis recrea un duro papel en El crisol donde se enfrenta a una sociedad puritana e hipócrita capaz de destrozar su vida. Además, El crisol fue escrita en un momento en que Miller trataba de denunciar –recreando un hecho del pasado– una situación actual: la caza de brujas en EEUU. Daniel nos regala otro papel intenso y atormentado. Lewis, creo estar segura, se empapó de esta obra y contó con buen asesoramiento del dramaturgo (su actual pareja es la hija de Arthur Miller). 

De nuevo, Jim Sheridan le ofrece una historia irlandesa de segundas oportunidades y de la posibilidad de superar el conflicto e intentar la paz a través de un gimnasio de barrio que lucha, curiosamente, contra la violencia. Daniel es Danny Flynn que tras años en prisión por su participación en actividades del IRA sale en libertad. Quiere huir de su pasado político y abre un gimnasio para entrenar a jóvenes e introducirles en el mundo del boxeo. Un gimnasio sin discriminación religiosa o de otro tipo. También, reanuda su relación con su antigua novia. Pero el pasado siempre regresa. The boxer devuelve al Day-Lewis macarra y duro pero deseoso de vida tranquila. 

Desaparece de la pantalla cinematográfica y de los medios de comunicación, parecía que Daniel Day-Lewis se había retirado totalmente cuando regresa de nuevo con fuerza y en un gran papel que le da Martin Scorsese, de nuevo. En una obra grande –más grande quizá si no hubiesen destrozado el montaje del director–, se trata de Gangs of New York. Daniel es grande como el malvado Bill, el carnicero. Un personaje sangriento pero con un fondo psicológico que recrea a la perfección Day-Lewis. Su manejo de cuchillos, sus ropas extravagantes, su mirada iracunda y su voz grave vuelven a llenar la pantalla. 

Ahora, cinco años después, ha regresado con un papel, dicen que espectacular, en Pozos de ambición. Lo dicho, la tarea esta semana es verle en esta nueva historia. El actor camaleónico vuelve a las andadas… 

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