Sweeney Todd. El diabólico barbero de la calle Fleet

Sweeney Tood es un personaje del siglo XIX que viene del cuento, la leyenda, lo verídico, lo teatral…, el barbero que rebana los pescuezos de los clientes que van a su negocio. El diabólico barbero no cayó en el olvido cuando el letrista y compositor Stephen Sondheim creo un famoso musical en Broadway a finales de los años setenta.  

Ahora, Burton lo rescata y lo lleva a la cumbre del cine musical. Sweeney Todd es una mezcla de géneros impensable, 100 por 100 musical toma tintes del terror más gore, gotas de tenebrismo, aderezadas con romanticismo extremo, altas dosis de crueldad y desesperanza y todo rociado de un destino trágico shakesperiano. 

Sweeney Todd he de confesar que me dejó triste. Muy triste. Porque los personajes dejan de ser ilusos e inocentes, como nos repite el barbero en una de sus canciones. Cada uno tiene un objetivo muy claro, propio. Y se dejan arrastrar por él. Triste, triste, triste…, en otras críticas hablan de un humor negro, muy suave diría yo, porque con el barbero sangriento, Burton pierde la inocencia y dulzura de sus anteriores historias tenebrosas. Aquí prevalece lo amargo. Lo duro del mundo real. La venganza ciega a los personajes, el amor platónico también hace estragos…, una crónica triste del Londres del XIX donde unos hombres se pisan unos a otros. Triste, triste, triste… 

Parece que ningún personaje es salvado de la radical premisa del barbero que fue hombre iluso y ahora se encuentra cegado por la venganza: Todos merecemos morir. Ni una sola concesión a un posible amor futuro, a curarse de un pasado cruel, a ver el lado bonito y platónico de la historia… Un juez y un alguacil injustos, insensatos, desagradables y crueles; un barbero rival que no le importa el chantaje en beneficio propio, que maltrata a un niño…, un niño que vive siempre en el desengaño incluso cuando cree que ha encontrado un hogar…, un niño que la vida le ha enseñado a ser realista y a sobrevivir. Una joven ya para siempre desencantada que sabe lo que es la cautividad y la ausencia de amor. Una sin hogar sin razón con destellos de un pasado que la arrebataron, víctima inocente de un mundo de hombres y mujeres que se pisan unos a otros…, y mención a parte Mrs Lovett, mujer enamorada, mujer soñada, mujer práctica y egoísta, mujer que lucha por crearse un mundo propio a su medida, mujer dulce…, ser humano con defectos y con mucho instinto de supervivencia, que recicla la carne humana que va dejando su enamorado en unas deliciosas empanadillas… 

Como siempre Burton crea una estética especial, un Londres tétrico, una barbería y una taberna de Mrs Lovett de cuento gótico, las calles oscuras, los sótanos misteriosos, el manicomio desolado… la sangre corre irreal pero roja, roja, roja…, los personajes muy bien caracterizados: despeinados, blancos, con ojeras…, y barbas que afeitar. Los instrumentos de la venganza son bellos, las cuchillas de afeitar, y el barbero es un artista de su profesión. Todo aderezado con unas canciones oscuras, muy oscuras, pero muy bellas y de melodía inolvidable.  

Me dejo para el final a los intérpretes –y mi confesión de que me gusta salir del cine de Burton con una sonrisa y no con el desencanto de Sweeney Todd y mi añoranza por personajes más inocentes. No fue mi Burton al 100 por 100, es como si de pronto el niño-grande se hubiera vuelto definitivamente adulto–. Johnny, como siempre, no podía estar mejor: como barbero que pierde la cordura ante la venganza. Hombre que canta a sus amigas las navajas, incapaz de valorar el amor que le puede ofrecer Mrs Lovett, o de abrir un poco más los ojos para darse cuenta de lo que está pasando, o simplemente de volver a ser iluso e inocente, feliz. Se hunde en la tragedia.Helena Bonham Carter brilla como Mrs Lovett, personaje tierno-cómico-tenebroso que nos regala sus sentimientos y sus sueños. Quién le diría a la antigua musa del cine Ivory que iba a terminar realizando los personajes más contemporáneos y extravagantes al lado de su pareja Burton o con seres como David Fincher.Les acompañan perfectamente unos malvados y caricaturescos Alan Rickman y Timothy Spall, sin olvidarnos de ese barbero rival con cara de Sacha Baron Cohen. Otra sorpresa es la interpretación de Edward Sanders, el niño huérfano, que además protagoniza una de las canciones más bellas junto a Mrs Lovett. 

El barbero diabólico me rompió un poco el corazón. Me hizo volver a saber que, a veces, en el mundo que vivimos, los seres humanos nos pisamos unos a otros. Algunos con una pizca de ternura y gracia, como Mrs Lovett. 

 

 

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