Diccionario cinematográfico (52)

Erotismo (2º parte): sigamos este recorrido por el erotismo cinematográfico. Esta vez le toca a la década de los cuarenta. De nuevo recordaremos cómo se plasma el deseo sexual en una pantalla sin llegar a la sexualidad. Todo intuición. Todo imaginación. Y el viaje volverá a parar en cinco heroínas y cinco héroes respectivos. Quedan invitados. 

Es tópico y típico pero no queda más remedio que señalar a Rita Hayworth en este apartado de los cuarenta o cómo dejar a caballeros con la boca abierta cuando aparece por primera vez en Gilda, en un enorme primer plano, cuando se echa el pelo hacia atrás y aparece su rostro bello y pelirrojo –aunque la peli era en blanco y negro todos veían su pelo rojo o fuego–. Nadie olvida, tampoco, su voz susurrante, su traje negro y un guante que se quita lentamente. Al año siguiente, en 1947, aparece como mujer pérfida y sensual en La dama de Shangai…, teñida de rubio y suscitando deseo allá por donde pasa. Sólo ella podía multiplicarse en miles de espejos. 

Al animal más bello del mundo, siempre le pesó el mote. Su pelo negro y ojos verdes simbolizaban erotismo y deseo. Ahí estaba Ava Gardner que igual deseó ser menos bella y que se la reconociera más actriz. Su primera aparición fue poderosa en una gran película de cine negro de Siodmak. El erotismo de la pareja, el boxeador vencido, El sueco (hermoso Burt Lancaster), y la mujer fatal morena, una Ava exuberante. En Forajidos, la actriz aparece por la mitad de la película, y su aparición es inolvidable para El sueco y para los espectadores. De espaldas ante un piano con un traje negro, se da la vuelta y es Ava. Después, una canción susurrante y El sueco ya no tiene salida. 

No hay duda el erotismo en los cuarenta es del cine negro. En 1944 surge la música mágica de Laura. ¿Se imaginan a un detective de los duros enamorado de la imagen ideal de un cuadro…, locamente enamorado? Un erotismo y atracción física surge entre una fantasmal pero real y bella Gene Tierney y un poli duro pero enamorado, Dana Andrews. 

Otra reina del erotismo y de la recreación mágica de mujeres fatales que lleva a la locura a todo hombre que se cruza en su camino fue Joan Bennett. Ahí la tenemos como la sensual, pérfida, descarada y vulgar Kitty en Perversidad. Impagable. 

Y, seguimos nuestro paseo por el cine negro y una recién descubierta que deslumbra en 1944 con 19 años en Tener y no tener. Me refiero a Lauren Bacall. Grandes ojos, diálogos chispeantes y una química sensual con su futura pareja, el Bogart más duro. Si me necesitas, silba. Y entró en los anales del erotismo. 

¿Y ellos? Ya he hablado de El sueco, un espectacular Burt Lancaster que tiene una de las miradas más eróticas y salvajes que se recuerdan. O ya vimos el refinamiento de un Bogart que con su dureza y su lengua afilada hace saltar chispas en el cine negro o en el más romántico, ¿quién olvida su recreación de Rick?, ¿quién no se echaría a sus brazos? Y, no olvidemos a otros héroes de cine negro que exhibían su cuerpo y eran objetos del deseo como Alan Ladd o Dana Andrews. Los duros eran eróticos cuando se ponían tiernos. 

Lo de Gregory Peck en Duelo al sol fue erotismo puro. Un joven, chulo, caradura y erótico vaquero que mira, ama y desprecia con igual erotismo a una Perla Chavez que no sabe donde meterse cuando la mira. 

Para terminar no olvidarnos de William Holden empezó su carrera en los cuarenta pero fue convertido en símbolo erótico-sexual en los cincuenta. Todos sus papeles apuntaban a su atractivo como hombre, a su fuerza erótica. El guionista gigoló de El crepúsculo de los dioses, el atractivo periodista que se convierte en pigmalion de una rubia no tan tonta como parece en Nacida ayer o el trotamundos que revoluciona a la mujeres de una localidad Kansas en Pic nic.