Momentos inolvidables de Robert Mitchum

Ahora hablan de actores rebeldes pero sólo hay que rebuscar en la historia del cine y encontrarse con actores de la vieja escuela. Hombres rebeldes. Hombres curtidos por una vida dura, que terminaron siendo estrellas, y sobre todo, nunca fueron vanidosos ni se consideraron grandes. Sentían su trabajo de actores como una profesión. Sin más. Y crearon grandes personajes.

Dentro de esta escuela, rescatamos a Robert Mitchum, para eso llevamos diez años sin él. El duro entre los duros. Mitchum logró papeles donde aterrorizó como la encarnación del mal o enterneció por sus papeles de duro pero arrastrado por el amor a un destino trágico.

Bob no tuvo una vida fácil. No contó ni con una infancia ni con una adolescencia feliz. Visitó el reformatorio, vivió como un sin hogar, se sabe que bebía y bebía, estuvo presente en peleas y broncas…, y lo de ser actor le sirvió para la supervivencia. Sólo se casó con una mujer pero se cuenta que tuvo varios romances con sus compañeras de trabajo. Se le conoce por sus contestaciones legendarias y bordes a compañeros o prensa y también porque nunca se tomó en serio su papel como estrella. Sin embargo, siempre hay otra visión que le presenta como buen conversador, un lector empedernido, escritor de poemas, todo un profesional en los platós, buen compañero…, y un actor que ante un buen guión y una buena película, se comía la pantalla con sus pequeños ojos azules, su hoyuelo en la barbilla, su corpulencia y su cara de duro.

Y, también, voy a recordarle porque dentro de esos preciosos cofres que se están ofreciendo a los coleccionistas de dvd, Robert Mitchum cuenta con uno. Sin embargo, Hildy hubiera apostado por otra selección de títulos para conocer a este actor. El cofre cuenta con películas interesantes pero Bob tiene una enorme filmografía para elegir a gusto. Así que a continuación relato secuencias o momentos inolvidables donde Bob sube a los altares del Olimpo cinematográfico.

Las secuencias: como protagonista de cine negro me quedo con las escenas junto a dos mujeres fatales con cara de no haber roto un plato en dos grandes películas: Retorno al pasado (1947) de Jacques Tourneur o el arte de usar el flash back y Cara de ángel (1952) de Otto Preminger (como impacta la primera vez que ves esta película ese genial final…, ¿quién no teme a una angelical Jean Simmons? En las dos historias Robert Mitchum es un duro, de los de siempre, pero abocados por el amor a la mujer equivocada a un destino fatal.

De pronto el actor Charles Laughton sorprende en 1955 con una película extraña, mágica y fantasmagórica. Un cuento de terror envuelve de un halo inmortal a La noche del cazador. Ahí, Mitchum se convierte en la encarnación del mal en su papel de predicador. Él es el terror. Su persecución a dos inocentes niños lo convierte en uno de los elementos inolvidables de esta película. Todo de negro, con su sombrero, y sobre todo sus tatuajes en las manos: hate y love, lo convierten en personaje mítico. ¿Cómo olvidar su mirada o su sonrisa perversa? Los niños saben que cuando se acerca el predicador, a lo lejos, montado a caballo, la tranquilidad y la calma ha terminado.

John Huston nos lo regala tierno. Y nos deja otra historia de dos seres unidos por el destino en circunstancias adversas y surge una historia de amor imposible. La vi hace años pero no olvido la química de miradas, sentimientos y sensaciones entre una monja con cara de Debora Kerr y un soldado rudo con rostro de Bob. De nuevo nombro, Sólo Dios lo sabe (1957). Película tierna que, sin embargo, no ha logrado el halo mítico de La reina de África.

Otra película maravillosa y desconocida con Mitchum de protagonista es Cualquier día en cualquier esquina (1962) de Robert Wise (uno de los errores es que tal y como presentan la carátula y el argumento en el dvd parece que se trata de una comedia). Película de calidad sobre dos personajes muy diferentes que se encuentran…, historia de soledad, de amor y desamor bajo una preciosa fotografía en blanco y negro envuelto en jazz. Con unos diálogos inolvidables. Robert Mitchum está impecable como hombre desilusionado y abandonado que se quiere dar una oportunidad de amar con una mujer muy distinta a él y a su mundo, una Shirley McLaine encantadora. Película que te deja triste. Las conversaciones entre los dos protagonistas no tienen desperdicio.

De nuevo, impecable Bob encarnando al mal en persona, no hay psicópata que produzca más inquietud y miedo que su personaje en la magnífica El cabo del terror (1962) de J. Lee Thompson. Mitchum se convierte en amenaza para una pacífica familia. Gregory Peck es el padre y abogado honesto que vive la pesadilla de reencontrarse con un hombre que terminó en la cárcel por su testimonio y que regresa para vengarse, sin prisa, despacio…, para destruir todo su entorno amable y hacerle la existencia imposible. Cualquier aparición de un Bob sin escrúpulos con sonrisa o risa de chulo hacen que suframos cada minuto de proyección.

Y para despedirnos de Mitchum lo recordamos en un papel de su madurez. En su retrato de un hombre bueno, de un maestro de aldea perdida, que trata de entender y proteger a su joven esposa que tiene unas enormes ansias de libertad, de ver mundo, de enamorarse, de sentir…en una película de bellas imágenes como siempre acostumbra a ofrecer David Lean. Se trata de La hija de Ryan (1970), todo un drama romántico con un Mitchum, bueno.

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