Diccionario cinematográfico (234). Melopeas

Las melopeas es, en tono coloquial, como se nombran las borracheras o los estados de embriaguez… En el cine se han representado desde sus inicios las distintas borracheras de sus protagonistas. Y estas tienen una doble mirada: o desencadenan la tragedia o la comedia.

El millonario de borrachera con Charlot en Luces de la ciudad.

Melopeas de comedia. Charlot sabía muy bien hacer de borracho; de hecho uno de sus cortos, Charlot a la una de la madrugada, es una pantomima pura y dura sobre un hombre en plena melopea. El personaje de Chaplin regresa a casa después de una juerga nocturna con una borrachera considerable encima, y, claro, todos los objetos de la casa se le vuelven en contra. Pero en Luces de la ciudad parte de sus gags cómicos vienen de un personaje que no es Charlot, un millonario borracho (Harry Myers). Cuando está bebido, siente amor y amistad por el pequeño vagabundo, pero cuando está sereno no recuerda absolutamente nada y se convierte en un hombre de lo más estirado.

Muchas comedias basan algunos de sus gags en las melopeas de sus personajes principales. Por ejemplo, no hay borrachera más glamurosa y romántica que la que protagonizan James Stewart y Katharine Hepburn, dos personas no muy acostumbradas al alcohol, en Historias de Filadelfia. O Preston Sturges, que parte de una borrachera de su personaje principal para desarrollar la loca trama de El milagro de Morgan Creek, una comedia divertidísima. En ella una joven de un pueblo, después de una noche de juerga con varios soldados que se hospedan en la aldea, amanece sola sin acordarse de nada, con un anillo de casada, y poco después, embarazada.

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Píldoras de cine: Clark Gable… y las rubias platino, Hitchcock/Truffaut, Sidney Lumet… y Dos hombres contra el Oeste

1.-Clark Gable… y las rubias platino

Tierra de pasión

Después de volver a visionar Tierras de pasión (Red Dust, 1932) de Victor Fleming, segunda película que rodaron como pareja cinematográfica, y descubrir la última en la que trabajaron juntos, Saratoga (Saratoga, 1937) de Jack Conway, se puede comprobar la química existente entre Gable y la rubia platino de moda en los años 30, Jean Harlow. Mientras la sensual y políticamente incorrecta Tierras de pasión (el antecedente de la popular Mogambo de John Ford), les presenta a los dos como sex symbols y ambos se comen la pantalla y rezuman sexo en cada aparición (también sentido del humor e ironía), la fallida Saratoga los presenta en ciertos momentos como pareja cómica y cómplice (durante su rodaje falleció Jean Harlow…, de hecho no pudo terminar de rodarla y hay varias escenas de una rubia de espaldas o a la que apenas se la ve el rostro), con mucha química y sensualidad a rastras. Mientras que en la primera reflejaba la relación entre una mujer de mala vida y el jefe de una plantación de caucho en tierras exóticas, la segunda mostraba la relación entre un corredor de apuestas de caballos y una señorita bien con ganas de seguir subiendo en el escalafón social, pero decentemente.

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Compositores y directores… hasta el fin de los tiempos

La Strada

Una de las simbiosis más hermosas en el mundo del cine es la que se produce entre un director de cine y un compositor de música determinado. A raíz de recordar la relación profesional entre Krzysztof Kieslowski y Zbigniew Preisner en el post anterior… descubrí que me apetecía escribir sobre otros dúos de la misma índole que cuentan de otra manera la historia del cine.

De estas uniones han nacido imágenes y notas musicales inolvidables. Ocurre que a veces un director de cine descubre que un compositor también cuenta la historia que quiere reflejar con una partitura. Y que la unión entre lo visual y lo musical construye grandes momentos de creación artística. Detrás de estas simbiosis hay historias de amistad o de relaciones profesionales inquebrantables. Dos sensibilidades que chocan (y se complementan) y generan una obra cinematográfica que ubica una inspiración mutua…

Así si nos viene a la cabeza el nombre de Federico Fellini (últimamente muy nombrado por los ecos a su cine que se encuentran en la nueva película de Paolo Sorrentino, La gran belleza) escuchamos irremediablemente las melodías de Nino Rota. Y recordamos la triste balada de Gesolmina en La Strada, el sonido de las calles de Roma en La Dolce Vita, la melodía circense porque la vida debe continuar pase lo que pase de Fellini Ocho y medio o sabemos cómo suenan los recuerdos en Amarcod. Pero además compuso también el universo felliniano de El jeque blanco, Los inútiles, Alma sin conciencia, Las noches de Cabiria, Giulietta de los espíritus, Satiricón, Los payasos, Roma, Casanova y Ensayo de orquesta.

Si pensamos en Sergio Leone, automáticamente escuchamos a Ennio Morricone. Y nos envuelve una música que empapa los espagueti westerns con el rostro de un hombre duro, Clint Eastwood y compañía en parajes desérticos. Así recordamos Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio o El bueno, el feo y el malo. O de pronto nos llega la armónica de Hasta que llegó su hora y el tema de amor de Érase una vez en América, una banda sonora hermosísima de principio a fin.

Hitchcock estaba muy unido a la música de Bernard Herrman… que contribuía al suspense y a crear un mundo sonoro muy especial. Su colaboración empezó en la década de los cincuenta con el divertimento de Pero ¿quién mató a Harry? Pero a partir de ahí regalaron música e imágenes inseparables como el momento de clímax en el teatro de El hombre que sabía demasiado. O el romanticismo fantasmal de Vértigo.  El entretenimiento y la aventura en Con la muerte en los talones. La mezcla de terror y lo siniestro en Psicosis y Los pájaros. O los turbios recuerdos en Marnie, la ladrona.

… Cuando oímos la melodía de la pantera rosa, además de sonreír y de darnos ganas de andar de puntillas, nos golpean suavemente la memoria dos nombres: Blake Edwards y Henry Mancini. Y no sólo crearon imágenes y música para las aventuras y desventuras del inspector Clouseau sino que dejaron el romanticismo de Desayuno con diamantes o la tragedia de Días de vino y rosa, mezclado todo con la locura de El guateque o con el homenaje a la comedia y a la aventura de La carrera del siglo. Y juntos bailarían al compás de éxitos como 10, la mujer perfecta o ¿Victor y Victoria? O Darling Lili que compartieron junto a Julie Andrews (pareja de Edwards).

Steven Spielberg sigue trabajando con John Williams… Spielberg empezó su carrera con Williams. Su mundo sonoro coincidía con lo que él quería contar y ya desde los setenta con Tiburón fue su músico de cabecera. Así todos tarareamos las notas de ET o Indiana Jones… y unimos esas melodías a sus personajes. Nos emocionamos hasta llorar con el violín de La lista de Schindler. Y creemos descubrir a los dinosaurios en Parque Jurásico.  Y en sus últimas películas Caballo de batalla o Lincoln sigue sonando la música épica de John Williams.

… Y ésta es, de nuevo, una historia interminable. Hay algunas uniones (de años y años) que a lo mejor no son tan conocidas entre los espectadores pero sí podemos evocar atmósferas, imágenes, sonidos… Y es lo que ocurre con el canadiense David Cronenberg y su compositor de cabecera, Howard Shore. Los dos han trabajado juntos en prácticamente todas las películas: desde finales de los ochenta hasta Cosmópolis. Los dos han estado presentes para crear un ambiente en Cromosoma 3 o La mosca pasando por Madame Buttefly o en Spider, Una historia de violencia y Promesas de Este.

Las simbiosis entre directores de cine y compositores son como una especie de unión mágica que deja no sólo dúos inolvidables sino un reguero de películas para mirarlas y escucharlas de otra manera… Es otra historia.

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