Universo western (III). Arizona (Destry Rides Again, 1939) de George Marshall / Cabalgar en solitario (Ride Lonesome, 1959) de Budd Boetticher

Arizona (Destry Rides Again, 1939) de George Marshall

Arizona, un atípico western.

Arizona es un western muy especial, se decanta en un principio por la comedia, no solo por las situaciones que vemos, sino también por ciertos personajes que tienen un rol cómico. Por otra parte, tiene todos los ingredientes de una película del oeste, pero aderezado con notas musicales. Y, finalmente, también se vierten unas lágrimas.

Su héroe es atípico: Tom Destry (James Stewart), un nuevo ayudante de sheriff educado, que no lleva pistolas, no le gusta la violencia, bebe leche, no para de contar historias (que siempre quieren decir algo), escucha a todos y trata de aplicar la ley. Lo que pasa es que no lo tiene fácil en Bottleneck, una localidad del Oeste donde el lugar más popular es el Saloon y donde impera la ley del más fuerte.

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Los siete magníficos (The magnificent seven, 1960) de John Sturges… en siete momentos y una propina

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Un western con gotas de crepúsculo que sigue el destino de siete perdedores en una aldea de humildes campesinos mexicanos aterrorizados por un bandolero y sus hombres. Aventura y melancolía con una pizca de romanticismo por la pérdida y desaparición en el salvaje Oeste de la figura del forajido. De los centauros sin hogar que encuentran todavía menos su lugar mientras avanza “la civilización” que marca un mapa que antes era inexistente. La muerte ronda por un original remake de la película japonesa Los siete samuráis de Akira Kurowasa… desde la misma presentación de Yul Brynner y Steve Mcqueen que se conocen llevando un carro fúnebre con un indio, al que nadie se atreve a enterrar, hasta el cementerio… Emoción, ritmo y mucho entretenimiento de la mano de un creador artesano como John Sturges.

El chiste de Steve Mcqueen

A los siete magníficos les cuesta más hablar que expresarse por signos. Pero siempre hay alguno con más labia que otros. Y ahí está Steve Mcqueen, que siempre echa de menos la compañía de una mujer, que nunca siente ganas de asentarse aunque le vienen golpes de raíces, que también le gusta expresarse por gestos y sonrisas irónicas… y en distintos momentos le encanta ilustrar su situación con un chiste…

… Y curiosamente uno de ellos es similar al chiste que sirve de leitmotiv para El odio de Mathieu Kassovitz. Un chiste que expresa perfectamente la vida de estos siete forajidos…

Y dice Steve Mcqueen: “Me recuerda a un tipo de mi tierra que se cayó de una casa de diez pisos. Mientras iba cayendo la gente de cada planta le oía decir: ¡Por ahora, bien! ¡Por ahora, bien”. Faltaría sin duda añadir la coletilla de El odio: “Lo importante no es la caída, sino el aterrizaje”.

Charles Bronson y los niños

El más duro entre los duros, el forajido, el mercenario que trabaja por altas sumas en horas bajas… encuentra un lugar donde morir y ser recordado. Se convierte en el héroe adorado de tres niños mexicanos que sienten el mismo amor y la misma adoración que aquel niño rubio, hijo de granjeros, por Shane… Solo que ellos realizan una promesa… su tumba siempre tendrá flores mientras ellos vivan. De paso Bernardo, el personaje de Bronson, que encuentra una manera de expresar su ternura y sensibilidad oculta, les hace admirar también a sus padres, supervivientes en el día a día y siempre asumiendo responsabilidades…

El tesoro

El bromista, el que va por el oro, el que no se puede creer que vayan tan solo a defender a los campesinos por casa, comida y 20 dólares. Él (Brad Dexter), grandullón, cree que hay algo más: un tesoro. Oro, plata, joyas… ocultas. Al final esconde fidelidad y nobleza hacia los suyos y convive, se relaciona y se ríe con aquellos a los que defiende… por el interés. Y se ilusiona como un niño… cuando el divino calvo, su amigo, le da la razón… Están ahí por un tesoro. Puede cerrar los ojos feliz…

La navaja de James Coburn

El silencioso, largo y espigado, de andar cansino. Independiente, no soporta las órdenes. Que le dejen a su aire. Tranquilo. Y así hasta el final. Solo y en silencio. Siempre en compañía de su navaja, su firma, y su pistola. Nunca le tiembla la mano. Se lanza a la muerte… pero deja su navaja clavada en una piedra. No quiere desaparecer del todo…

El magnífico campesino

Érase una vez un joven campesino (Horst Buchholz) que quiere convertirse en pistolero y aventurero. Su vitalidad y ganas de salir del hoyo le juega malas pasadas… pero tanta transparencia y verborrea atrae a los demás magníficos. Aunque se lo hacen pasar mal hasta que se convierte en uno más…, sus nuevos compañeros de viaje quieren demostrarle que la vida del forajido no es para nada envidiable. El joven campesino está destinado a echar raíces…

El miedo

… El miedo se ha vuelto su compañero de viaje (Robert Vaughn). Él es el más complejo y extraño. Huye incluso de sí mismo. Agotado de ser siempre perseguido. De tener la sensación de estar en el infierno a todas horas. Se mantiene distante, con la compañía de las pesadillas y el alcohol. Los campesinos le dicen que le comprenden, ellos tienen miedo cada día. Cada día se sienten en la cuerda floja como él. Aprovecha la oportunidad de dejar de huir…

El divino calvo de negro

Todo de negro y divino calvo (Yul Brynner). Emplea las palabras justas y su compañero es el silencio. Cuando da su palabra… no hay marcha atrás. Reúne al grupo. Todos se sienten seguros bajo su mirada de hombre forajido pero siempre honesto. Tiene presencia en cada paso que da. Es imposible que pase desapercibido y nunca el peligro le hace que renuncie de un buen puro…

Un malvado con rostro de Eli Wallach

El malo, malísimo (Calvera)… no es más que un forajido más. Desde su presentación Eli Wallach hace gala de su carisma… Provoca terror pero nunca le abandona un oscuro sentido del humor de aquel que disfruta dando miedo porque se sabe invencible y dueño y señor del lugar. Según explica quiere seguir aterrorizando a la aldea que le proporciona alimentos y sustento sin tener ni problemas ni conflictos. Pero le tocan las narices y reacciona, no quiere que toquen su territorio. Pero termina cerrando los ojos con la incertidumbre en la mirada: por qué van hasta el culo del mundo siete hombres a joderle la vida…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Viento en las velas (A High Wind in Jamaica, 1965) de Alexander MacKendrick

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Alexander MacKendrick es de esos directores que atesoran una filmografía mínima pero con una personalidad arrolladora. Y su limitada filmografía tiene que ver con su personalidad artística. Al no sentirse totalmente libre a la hora de emprender sus proyectos cinematográficos, prefirió continuar su carrera como profesor de cine (de hecho hace relativamente poco se ha publicado en castellano, On film making, una recopilación de los apuntes que facilitaba a sus estudiantes en su clase de cine… Qué ganas de conseguirlo y leerlo).

Suele ser recordado como el director de El quinteto de la muerte. Pero en su filmografía hay obras tan imprescindibles como Chantaje en Broadway o la película que hoy comentamos, Viento en las velas. En la Red se puede encontrar a veces información jugosa e interesante sobre cine y hace un tiempo me topé con una entrevista que realizó en el año 1988 Antonio Castro a Alexander Mackendrick (se puede encontrar en la revista online Miradas de cine). Ahí Mackendrick explicaba a la perfección la génesis de esta película, las dificultades y sobre todo por qué él no estaba satisfecho con el resultado final. Sin embargo su entrevistador muestra su admiración por la película (y también argumenta el porqué) pero el realizador le ofrece sus argumentos para ‘menospreciar’ su obra. Es de esas entrevistas que son toda una lección de cine. Aun leyendo todos los peros del realizador, me pasa algo similar a cuando Hitchcock critica negativamente en su mítica entrevista con Truffaut a El proceso Paradine, yo siento una película interesantísima para analizar y disfrutar. Viento en las velas ha sido de esas películas que persigo y persigo y que finalmente un día me encuentro, la visiono y se convierte en una buena sorpresa.

En esa lección de cine que da Mackendrick en la entrevista antes mencionada, el director explicaba cómo un crítico de cine reconocía un tema que unía a las películas de su corta filmografía (de la que aún me queda mucho por ver), “el poder destructivo de la inocencia y de los inocentes”. Y ese es un tema que me atrae poderosamente y efectivamente pulula alrededor del Viento en las velas, que es una atípica película de piratas. Piratas y una recreación muy especial del mundo infantil. Los niños del Viento en las velas tienen su propio universo, con sus códigos y conductas, que desbaratan y convierten en caos el mundo adulto. La infancia se transforma en una amenaza, en un mundo desconocido. Los hermanos protagonistas actúan inconscientemente, la vida es un juego y en ese juego los adultos tienen que entrar con sus reglas… Y en ese juego la inocencia adquiere otros significados. En ese juego todo es posible, y todo es distinto, hasta la muerte se siente de otra manera. Ese juego trae la perdición del mundo adulto, en este caso de los piratas… El capitán Chávez (Anthony Quinn) va conscientemente al pozo pero absolutamente atraído y nostálgico de ese mundo infantil. Es el único que entiende el enfrentamiento anárquico que se ha producido entre el universo infantil de unos niños que se mueven libremente con otras reglas totalmente diferentes y el mundo adulto representado por los propios piratas (y posteriormente por ese mundo civilizado en el que los niños terminarán domesticados y poniendo máscaras a su naturaleza…).

Siguiendo las palabras del director, expresa su disgusto porque para él la novela que adapta la película (Huracán en Jamaica de Richard Hughes) es una obra maestra y para él la película no está a su altura…, una afirmación de la que no puedo opinar pues no he leído la novela. Lo que sí puedo afirmar es que Viento en las velas es una película apasionante que ofrece miradas muy ricas (y complejas) y presenta de manera muy especial el universo infantil enfrentado al adulto. Así desde el primer momento, la escena de la tormenta, hasta el plano final, consigue un matiz inquietante. Frente una aparente película de piratas con niños inocentes, Mackendrick nos está mostrando una historia mucho más negra y terrorífica pero absolutamente hipnotizante.

La culpa de no conseguir una obra cien por cien como la quería el realizador, la tiene el productor (Zanuck) y las discrepancias con el guion. Mackendrick luchó (junto a Anthony Quinn) para realizar cambios al guion original, un guion mediocre que pretendía convertir esta película en una de piratas del montón, eliminando los matices especiales. Realmente logró realizar un guion más afín a su idea de Viento en las velas. Pero finalmente Zanuck impuso a otro guionista… y Mackendrick luchó por mantener algunos matices, que se respetaron, pero el nuevo guionista también quiso ‘agradar’ al productor. Así que lo que sobre todo desencanto al creador fue la modificación del punto de vista. Él había concebido toda la película desde la mirada infantil. En el guion resultante (y por tanto en el resultado final de la película) también está la mirada de los adultos (la de Zac, el ayudante fiel del capitán Chávez y la del propio capitán… James Coburn y Anthony Quinn). Esa mezcla de puntos de vista ofrece matices interesantes a mi parecer a la película y miradas especiales… pero ciertamente con el único punto de vista de Mackendrick quizá la película podría haber sido más especial y reveladora.

Viento en las velas es ágil en el uso de un humor siniestro, una especial representación del mundo pirata y una imagen genial del mundo infantil. El tono de la película queda totalmente claro desde el principio con la entonación de una macabra canción infantil (algo que tampoco gustó en absoluto a su director, fue una imposición de montaje, pero que a mí particularmente me parece un buen acierto). Viento en las velas es rica en situaciones, personajes y relaciones que se establecen. Y es imposible no sucumbir ante la extraña complicidad que surge entre una de las niñas, Emily, y el capitán Chávez. Una extraña complicidad trágica que acaba con la mirada inocente de una niña sin remordimiento alguno…

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Aflicción (Affliction, 1997) de Paul Schrader

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Al guionista y director Paul Schrader nunca le podríamos imaginar en una comedia, es un creador-artista que refleja los ‘fantasmas’ y traumas de su vida y educación estricta en sus películas. Bajo la influencia de la religión (calvinismo) tiene un fuerte sentido de la trascendencia (que también analiza en un libro imprescindible sobre tres directores: Bresson, Ozu, Dreyer) pero nunca abandona los conceptos de culpa, pecado… Y claro difícilmente entra ahí la risa. No domino toda su obra como director (ni tampoco la de guionista) pero lo que he podido vislumbrar me ofrece ‘héroes’ atormentados que alcanzan la ‘redención’ de la manera más inesperada y donde la transgresión es la firma. Schrader encontró en el cine su medio para comunicarse (y curiosamente no pudo ver su primera película hasta que cumplió 18 años), para transmitir sus miedos y complejidades. Su obra como director, imperfecta y anómala, se mueve siempre entre lo inquietante y lo ambiguo… y no deja indiferente al espectador que se enfrenta a ella.

Aflicción es el reverso oscuro de Nebraska de Alexander Payne. A veces las películas hablan entre sí. Y yo creo que existe un diálogo oculto entre ambas. Diré que me gusta más la vida desde la mirada de Payne (que no toma, ni mucho menos, la vía fácil, ni más sencilla) y que me remueve, incomoda y deprime la mirada de Schrader… Creo que ambas ofrecen en un universo y paisaje similar las consecuencias que puede tener en nuestras vidas los padres que hayamos tenido, la infancia que hayamos vivido y cómo hemos sentido cada momento. Ambas películas hablan de lo que marca la genética y la inteligencia emocional. Arrastramos un pasado sobre nuestras espaldas… y a veces ese pasado ni siquiera lo vivimos pero su ‘carga’ se siente. Las familias de Nebraska y Aflicción son disfuncionales: una opta por el amor y la comprensión (a su manera) y otra por arrastrarse entre el odio, la violencia y la sumisión. En ambas el padre se encuentra en un momento donde su memoria ya es vulnerable y en ambas el alcohol ha supuesto un golpe continuo para cada uno de los miembros.

Pero ahora hablamos de Aflicción… que termina siendo el retrato y el tormento de un hombre a punto de estallar. Un perro rabioso que se contiene pero con unas ganas enormes de morder. Él mismo se lo explica a su hermano pequeño por teléfono. Lleva en sus genes los recuerdos de una infancia dura y el ADN de un padre violento que además es un alcohólico. Un hombre que aterroriza a sus dos hijos y a su mujer… A uno le da por huir y convertirse en profesor de historia (y contador de narraciones tristes…) y el otro se queda y va hundiéndose irremediablemente… Ella se queda a su lado, en silencio.

Y a ese otro (un Nick Nolte que sobrecoge) nos lo encontramos en un momento de su vida en que todo se derrumba y él (aunque no lo sabe) es más vulnerable que nunca. Profesionalmente no se siente realizado (es un ayudante de sheriff venido a menos), la relación con su hija cada vez se deteriora más y la relación con su exmujer ya hace tiempo que no puede ir peor… para colmo tiene un dolor continuo de muela que no le deja razonar tranquilo. En ese momento hay dos golpes que ponen patas arriba su vida ya errática: la muerte de un importante sindicalista durante una cacería donde éste iba acompañado por uno de sus compañeros de profesión y lo más parecido a un amigo. Y por otra el descubrimiento de que su madre ha fallecido (de manera tan triste y silenciosa como toda su vida) y por tanto el tenerse que hacer cargo de un padre (un temible James Coburn) que le marca con cada palabra y acto. Lo único que logra calmarle es el cariño de su novia, una vecina de toda la vida (una dulce Sissy Spacek).

De pronto no le sirve que lo que ha ocurrido con el sindicalista es un accidente sino que él mismo urde toda una trama conspirativa y destierra toda la corrupción latente en el sitio donde vive (en el que todo el mundo que conoce está implicado). Se vuelve una especie de ‘héroe’ solitario y justiciero al que nadie cree. Y todo sucede en un terreno ‘ambiguo’ entre realidad o ficción. ¿Es todo fruto de su imaginación o no es tan descabellado lo que piensa? Al estrés que le provoca este caso que le obsesiona, ve cómo su vida emocional se desmorona cuando su padre vuelve a hacerle salvajemente daño con palabras hirientes y más cuando siente que no puede huir de la violencia que genera éste a su alrededor. No puede controlar esta violencia que va poseyéndole rompiendo definitivamente la relación con su hija y con su novia que ven el monstruo que emerge (y que nada pueden hacer para calmarle)… Todo unido al maldito dolor de muela…

Es como si ese dolor de muela distorsionara todo. Ese hombre que arrastra dolor físico pero lo que le rompe es el dolor emocional… siente que la cabeza le estalla… y de pronto cree que lo único que puede tranquilizarle es arrancarse de cuajo lo que le provoca dolor. Una muela podrida. Y de pronto su cabeza le dicta que todo está podrido no sólo su muela. Y que tiene que arrancar todo lo que le hace infeliz… y desaparecer. Entonces toma determinaciones fatales, con la mente fría, sin dolor físico. El perro rabioso, ataca…

Y es que su vida siempre ha estado sumida en la aflicción: entre la tristeza y la angustia moral, siente sufrimiento físico y pesadumbre moral… No puede con su vida. No puede con él mismo. Ve a su padre, y sabe lo que le espera. De pronto la única salida que encuentra, es la única que ha aprendido, la violencia.

Aflicción no es ni mucho menos perfecta (me desconcierta el punto de vista -pero esta cuestión daría para otro post entero- porque según se interprete se podrían contar historias muy diferentes y por eso me desconcierta el personaje del hermano menor, Willem Dafoe), es irregular y anómala (y por eso tremendamente atractiva), pero el personaje de Nick Nolte… lleva la batuta y arrastra al espectador a una historia triste sobre la herencia genética y emocional que dejan los padres a sus hijos en un paisaje desolador y nevado…

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