Noches blancas (Le notti bianche, 1957) de Luchino Visconti

Hay películas rodeadas de un halo de poesía e irrealidad que las hace mágicas, grandes. Y eso ocurre con Noches blancas, la personal adaptación del cineasta Luchino Visconti (el aristócrata rojo) de la novela corta del ruso Fedor Dostoievski. 

Noches blancas es un cuento precioso y maravilloso que recoge el momento culminante y feliz de un oficinista gris de vida solitaria y monótona, Mario (extraordinario, sensible, bello, grande…, y no me canso de adjetivos para hablar de la interpretación magistral de ese gran actor que se llama Marcello Mastroianni. Él es el rey de la película). 

Noches blancas tiene un ambiente absolutamente de irrealidad, sabemos y se nota, que es una película de estudio…, pero se crea un mundo tan poético, tan mágico, con una sensible fotografía en blanco y negro y un aire fantástico que produce mil sensaciones y sentimientos en cada una de las secuencias. Un ambiente de cuento pero sin obviar lo triste, lo decadente, los ambientes más pobres, los rostros que nadie mira… 

De pronto, nos vemos involucrados en una sencilla historia de un oficinista solitario y gris que vive en una pensión (dios, qué casera, qué personaje) que una noche en un puente se encuentra con una frágil joven rubia que llora. Ambos entablan una relación tímida e inocente durante cuatro noches y crean una ilusión de futuro, juntos. La joven rubia es toda inocencia, con una inestabilidad sentimental enfermiza, tan pronto llora como ríe y disfruta de la vida. Toda dulzura se convierte en una ilusión de felicidad para Mario, que ve en ella la culminación de una vida plena. Ella es Natalia (mágica Maria Schell…, tan pronto pasa de la risa al llanto con un encanto especial e irreal) 

Natalia es una mujer enamorada. Le cuenta a su nuevo amigo que durante todo un año, a la misma hora, en el mismo lugar, espera a su amor que la prometió volver. Su amor es el misterioso inquilino (el atractivo actor francés Jean Marais). Y, Mario la acompaña y cree que, quizá, si el inquilino no vuelve, ella pueda amarle con la misma intensidad, sin pedir explicaciones. 

Noches blancas lo tiene todo. Unos secundarios perfectos (la casera de la pensión, la abuela, la amiga de la abuela, el inquilino, la prostituta…), una escenografía y fotografía en blanco y negro que transportan a otro mundo (director de fotografía, Giuseppe Rotunno), una música que todo lo envuelve (no podía ser otro que Nino Rota), unas secuencias inolvidables (¡¡¡Dios, dónde encontró los rostros de la escena del baile!!!¡¡¡Cuánta sensualidad!!!)…, y por supuesto un Marcello Mastroianni al que se le eleva sin dificultad al Olimpo de los actores inolvidables.

El rostro de Haing S. Ngor en Los gritos del silencio (The Killing Fields)

Haing S. Ngor protagonizó en 1984 Los gritos del silencio de Roland Joffe. No era actor profesional pero sus vivencias eran muy parecidas a las del personaje real que representaba al periodista, intérprete y fotógrafo camboyano Dith Pran. Ambos sufrieron en Camboya, una guerra civil y un genocidio que quedó más en la sombra, pero fue igual de tremendo y devastador, que el conflicto vecino en Vietnam durante los años sesenta y setenta. Todo empezó con meteduras de pata del gobierno de Nixon, como no. Así llegaron los Jemeres Rojos imponiendo una dictadura de terror y un genocidio de consecuencias terribles en Camboya.

La película se centra en la relación entre el periodista Sydney Schanberg, corresponsal de The New York Times, y su intérprete y compañero de trabajo Dith Pran durante su trabajo en Camboya. Ambos persiguen una veraz información de lo que realmente está pasando en Camboya. Las ansias y, en cierto sentido, el egoísmo profesional (del que luego se arrepiente una y otra vez) de Sydney Schanberg hace que Dith Pran tenga que vivir una verdadera pesadilla y descenso a la crueldad de un régimen porque no logra salir a tiempo del país.

Como dijo el verdadero Dith Pran, no hubo finales felices. Ni para él ni para su reflejo en pantalla, Haing S Ngor. Ambos pudieron huir del régimen, después de pasar muchos horrores, y emigrar a Estados Unidos. Dith encontró trabajo en The New York Times (además de denunciar continuamente la situación de su país) y Ngor siguió su profesión de médico además de realizar alguna interpretación en películas (su primera aparición culminó con un oscar).

Ambos sobrevivieron al horror, a la guerra y al genocidio. Pero Pran encontró la muerte este año pues no pudo combatir contra el cáncer y su homónimo en la pantalla murió asesinado en 1996 por tres pandilleros en Los Ángeles. Triste.

Los momentos inolvidables de esta película tienen que ver continuamente con el rostro y la interpretación de Haing S. Ngor muy bien acompañado en la primera parte por los carismáticos Sam Waterston, John Malkovich y Julian Sands.

Su Dith Pran está lleno de ternura, de honestidad y de valentía pero en silencio, sin grandes gritos o gestos grandilocuentes. Es un hombre inteligente y sencillo enfrentando al horror con una dignidad difícil de encontrar. Un hombre leal a los amigos, que les ayuda sin pedir nada a cambio. Que hace que no se preocupen aunque no puedan ayudarle en los últimos momentos.

Su Dith Pran es inolvidable cuando se despide de todos los compañeros periodistas en la embajada francesa, cuando no tiene más remedio que ir hacia el infierno y el horror. Sufrimos con su Dith Pran en esos campos de trabajo indignos, en su silencio y su lucha por la supervivencia.

Admiramos a Dith Pran cuando, después del horror, y sin un ápice de odio en el rostro, sólo una gran sonrisa le ilumina, corre a los brazos de su compañero de profesión, Sydney Schanberg, y además es el primero, que tierno, le pregunta que cómo está.

Toda la película cuenta con imágenes que son acompañadas por la música en ocasiones acertada de Mike Oldfield. Otra escena maravillosa es la de Sydney ya en su país viendo el horror de Camboya en imágenes de televisión, sin sonido, y sí con una ópera de Puccini de fondo. O el emotivo encuentro de los protagonistas con la maravillosa canción de Imagine de John Lennon.

Diccionario cinematográfico (63)

Marmota: si nos vamos a nuestra querida RAE aparece que una marmota es un “mamífero roedor, de unos cinco decímetros de longitud desde el hocico hasta la cola, y poco más de dos de altura, cabeza gruesa y aplastada por encima, orejas pequeñas, cuerpo recio, pelaje muy espeso, largo, de color pardo rojizo por el lomo y blanquecino por el vientre, y cola larga de unos dos decímetros de longitud, con pelo pardo abundante y terminada por un mechón negro”. Pero, ay, queridos amigos si hablamos de la marmota Phil nos metemos en otros terrenos maravillosos. 

Y, de pronto, surge en nuestra cabeza el día de la marmota o Atrapado en el tiempo. Entonces en la cara se me pinta una sonrisa o carcajada. De pronto me encuentro en una pequeña localidad de Pennsylvannia donde cada dos de febrero se celebra la predicción de la marmota Phil sobre cuánto tiempo durará el invierno. 

Entonces me meto en el pellejo del egocéntrico e insoportable hombre del tiempo con cara de Murray y su pesadilla, sin explicaciones, cuando se encuentra atrapado una y otra vez en el dos de febrero, su odiado día de la marmota. El enorme reloj que continuamente señala las seis de la mañana de un nuevo día repetido… 

Suspiro y río con película de humor inteligente que me hace pensar una y otra vez. ¿Cómo afrontar un mismo día una y otra vez? No nos parece, a veces, estar atrapados en un mismo día…, en resumen, ¿cómo vivir?, ¿cómo afrontar el día a día?, ¿podemos cambiar?, ¿enmendar errores?, ¿transformarnos…?, ¿cómo relacionarnos con las personas que siempre vemos cada día? 

Este maravilloso hombre del tiempo nos hace revivir una y otra vez un dos de febrero y sus distintos estadios emocionales y actitudes ante el mismo nuevo día. El resultado es mágico, de culto. Es la película del boca a boca por excelencia, que va camino en convertirse en clásico no por una inteligente operación de marketing (bueno, ahora que están empezando a ser conscientes, en su nuevo lanzamiento en dvd quizá sí) sino por la cantera de amantes de esta historia que supieron verla no con ojos de producto típica comedia romántica (que es como se quiso vender) sino como mucho más. 

Y ahí nos encontramos con un Bill, con su humor cínico y su cara de continúo hastío, que se va transformando en un mismo día. Egocéntrico, inmaduro, hedonista, depresivo, suicida, ligón, más hombre enamorado, hombre que empieza a aprovechar las oportunidades, que empieza a aprender, que empieza a fijarse en los otros, en sus compañeros de batalla, en los ciudadanos anónimos…, que empieza a dejar de sentirse el ombligo del mundo y que descubre que se vive bastante mejor practicando algo sencillo: ser agradable en el día a día, ser amable, ser educado, importándote el otro aunque sea el tipo más plasta del planeta (maravilloso y torturador por su estupidez vendedor de seguros), disfrutar de los pequeños placeres… A, por supuesto, y de paso el amor…, descubrir a la persona amada, con la que deseas levantarte por las mañanas. Conocer a esa persona a fondo, poco a poco, y descubrir lo mejor de ella. 

Película realmente divertida pero que también tiene un punto de inflexión dramático y conmovedor. El abuelo que vive en la calle…, Bill no puede cambiar su destino, pero sí hacer pasar unas últimas horas dignas y agradables, sin que desaparezca en medio de la soledad y el desprecio o lo que es peor la indiferencia.

Los extras de DVD

Éste es un post canto a los extras de los dvd. Me encanta comprarme ediciones especiales porque me resulta importantísimo ese extra que ofrecen. Para mí tienen un gran valor. Sin embargo, soy de la opinión de que hay dos tipos de extras: aquellos dvd que se notan que están hechos con un gran cariño y que cuidan por lo tanto la información adicional que ofrecen. Y aquellos dvd en los  que es evidente que se trata de un mero trámite comercial y que están hechos sin el más mínimo cuidado y cuando los adquieres me pillo cabreo monumental cuando veo la poca calidad y el poco cariño puesto en el producto y, además, el desorbitado precio que pagas para algo que merece muy poco la pena.

¿Y por qué valoro los extras bien hechos? Porque hay información adicional tan valiosa que te permite, de alguna manera, descubrir nuevos aspectos o visiones de las películas que amas. Te permite descubrir historias, te ofrece documentos inéditos de gran interés cinéfilo, te hace reencontrarte con otras épocas y momentos. Conoces a los protagonistas delante y detrás de las cámaras o te ofrecen otras caras y aspectos en los que a lo mejor no te habías fijado.Algunas veces los documentales de los extras son verdaderas joyas cinematográficas en sí. Y es otro disfrute el visualizarlos.

Así es posible encontrar documentales o entrevistas de un valor enorme para una persona que le guste estudiar a fondo distintos aspectos cinematográficos. Son muchos los tipos de extras que puede ofrecer un dvd.

Para que os hagáis una idea puedo poner algunos ejemplos: por ejemplo, una colección maravillosa de la filmografía de Charles Chaplin ofrece siempre entre sus extras un reportaje que se llamaba Chaplin, hoy. En él un director o directora del cine de hoy estudia la película desde la influencia que tiene esa película en su cine y en el mundo actual. Y, en esa, misma colección había importantes documentos sobre la vida, la forma de trabajar y de rodar de Chaplin así como valiosos documentos de la época para acercarnos un poco más a la época y personalidad del autor.

Otra edición especial, que me compré en su momento (no sé si es igual el contenido extra que la actual edición que ha salido en caja metálica) y me dejó entusiasmada fue la de Matar a un ruiseñor. Esta vez era porque ofrecía un hermoso documental sobre Gregory Peck. Un documental dirigido por su hija y que descubría muchas facetas del actor.

Hay otros dvd que ofrecen lo que conocemos por making off pero que son una verdadera joya y un documento de valor incuestionable. Por ejemplo, hace tiempo me compre una edición especial de Dos hombres y un destino (no la que se encuentra actualmente en las tiendas) y ahí me encontré con uno de los making off más hermosos que he visto.

A veces, estos dvd ofrecen una serie de entrevistas hechas con un cariño tal que se nota no sólo en la forma de filmarlas, sino en las preguntas expuestas y en las personas elegidas. Para mí ha sido una delicia escuchar a Sandra Milo en la nueva edición especial de 8 ½ de Federico Fellini.

Otras veces, los extras te ofrecen pruebas a actores o una cuidada selección de escenas eliminadas o te explican aspectos del momento y la época en que fue concebida la película…, un valor extra de valor inestimable. Otros te ofrecen información adicional sobre la música o sobre los aspectos técnicos de la película. Algunos extras son tan originales que te hablan sobre aspectos tan importantes como el vestuario en una producción o el tipo de lenguaje empleado o, por ejemplo, la labor de documentación realizada.

Si está hecho con cariño y con un amor visible al cine…es algo que el espectador nota y disfruta. Y por eso adquiere esos dvd que son de coleccionistas o de ediciones especiales… pero también como aviso puede haber grandes decepciones y contenidos extras muy mal hechos, nada interesantes y con muy poco respeto hacia la persona que compra el producto.

Lo que todavía no he hecho nunca. Y seguro que encontraré el momento de hacerlo. Es ver una película entera con el completo comentario del director, especialista o actor que se encarga de ello en algunas películas. Estos comentarios consiste en volver a ver la película entera pero con la aportación en cada momento y escena de los comentarios realizados normalmente por quien ha dirigido el producto o por algún actor protagonista. Sólo he visto trozos. Es un tema que tengo pendiente y me parece un contenido extra interesante.

Balzac y la joven costurera china (Balzac et la petite tailleuse chinoise, 2002) de Dai Sijie

Esta película me quedé con ganas de verla en su momento. ¿Qué me llamó la atención? Su título. Me encantaba. No sabía nada más de ella y me quedé con las ganas. 

Hace poco tuve oportunidad de encontrarla en esos cajones enormes de ofertas de dvd que siempre deparan alguna sorpresa, alguna joya escondida, y esta vez fue Balzac y la joven costurera china. 

Así descubrí que era la adaptación de una novela autobiográfica del autor y director chino que vive en Francia, Dai Sijie. Y que él mismo llevó su obra a la pantalla. La novela no la he leído pero sé que está publicada en castellano en la editorial Salamandra. 

Esta coproducción china y francesa es toda una sorpresa, una de esas películas pequeñas pero grandes por su atmósfera nostálgica. Esas películas en las que meto en el baúl de las pequeñas joyas cinematográficas, probablemente no redondas, pero que con su visión te transportan a un mundo desconocido de sensaciones, sentimientos y belleza. 

La historia es sorprendentemente sencilla y compleja a la vez con unos personajes llenos de encanto y un paisaje revelador que se convierte también en protagonista inevitable. 

La narración se sitúa en los años setenta y en la revolución cultural china. Dos jóvenes amigos, hijos de intelectuales perseguidos, son llevados a una remota aldea de campesinos para ser reeducados. Ahí llegan los dos adolescentes a un mundo duro de trabajos manuales, sin las comodidades a las que estaban acostumbrados, con la ausencia de la libertad de pensamiento y con un deseo inmortal de soñar, de que pueden escapar de ahí. Los dos jóvenes tratan de sobrellevar su aislamiento en un lugar remoto donde sus compañeros de faena tienen vedado el mundo de los pensamientos, la sabiduría, el conocimiento, la lectura, el arte y la cultura. En su lucha diaria tratan de encontrar la belleza del lugar y abrir resquicios de libertad y belleza. Ambos lo consiguen. 

A pesar de su desconocimiento y poca valía en los trabajos que se ven forzados a realizar, se convierten en los narradores del pueblo. Les envían a ver las películas que echan en el cine del pueblo grande más cercano, y luego tienen que contárselas a todos. Uno de ellos es violinista y logra también tocar melodías para los habitantes. 

Los dos jóvenes conocen a la joven costurera china, la nieta del sastre de los alrededores, y entablan con ella una amistad tierna. En un principio, los dos quieren transformar a la joven, quieren que aprendan a leer, pero en realidad la joven costurera china les abre todo un mundo de libertad y belleza. Ella les informa de que otro joven reeducado oculta una maleta con libros de autores clásicos y europeos. Los tres se aventuran y roban los libros…, y acceden a otros mundos, sentimientos, historias, sensaciones y formas de vida…, alcanzan la libertad en el lugar pérdido. 

Los tres jóvenes protagonistas: Zhou Xun (Joven costurera), Chen Kun (Luo), Liu Ye (Ma) que ofrecen unas interpretaciones frescas y cercanas, forman un hermoso trío lleno de sensibilidad. El adolescente Ma se enamora e idealiza a la joven costurera, su amigo Luo la ama de manera más física y de aprendizaje de vida y ella se descubre a sí misma, quiere explorar más allá de su aldea, ser ella misma…gracias a Balzac. 

Los aldeanos sin darse cuenta caen a los pies de los narradores y músicos y se acercan de manera desconocida a las historias de Balzac, Gogol, Dumas, Flaubert, Baudelaire…, y también disfrutan con las melodías de Mozart o Bach. 

Así Balzac y la joven costurera china regala escenas sensibles y bellas de contadores de historias, de libros prohibidos, de naturaleza salvaje, de joven y libre sensualidad, de sentimientos tristes, de dulzura, de risas, de lágrimas, de sueños y descubrimientos. 

Es una película pequeña, sin ambiciones, pero que logra trascender y emocionar. Nos hace viajar a la nostalgia y encontrarnos con un viejo sastre, con un jefe campesino menos duro de lo que creemos, con una joven costurera china, con dos adolescentes de amistad inquebrantable, con un pequeño cine de aldea y con mucha literatura…

Ángeles sobre Broadway (Angels over Broadway, 1940) de Ben Hecht

En parte, sólo en parte, le debo la vida al escritor, dramaturgo y guionista Ben Hecht. De su obra Primera plana (co escrita junto a Charles MacArthur) nace la película Luna nueva. Pero fue su director Howard Hawks quien decidió convertir al personaje de Hildy en mujer, es decir, en mí. 

Ben Hecht fue un buen guionista sólo hay que ver todos sus trabajos junto a Howard Hawks, su dominio del cine negro y del suspense (¿no es una joya Encadenados?), su conocimiento de los bajos fondos y de los perdedores, su ironía y sentido del humor…, para saber que era un tipo de valía. 

Además le gustaba la independencia en su trabajo que llegó al máximo (es una opinión personal) con la película que hoy nos ocupa. No sólo se ocupo de la elaboración de la historia y el guión  sino que la dirigió (junto al director de fotografía Lee Garmes) y la produjo. 

Así surgió una pequeña historia (respaldada por un estudio del momento: Columbia) que es de esas películas que no son grandes pero tienen un algo que las hace atractivas, distintas y de culto. 

Con un blanco y negro en un Broadway nocturno y lluvioso, un elenco de actores que merece muchísimo la pena y una historia sobre perdedores y bajos fondos pero con un poco de luz, Ben Hecht consigue un producto que merece la pena ser recuperado. 

Ben Hecht siempre demostró su conocimiento de los bajos fondos, de los tipos perdedores que pueblan las calles, de los que sobreviven como pueden, que son duros y solitarios por las circunstancias. Sólo hay que echar un vistazo a sus historias. Desde la película muda La ley del hampa (1927) hasta joyas como Scarface o El beso de la muerte. Incluso en sus guiones para comedias no olvida a los que se encuentran en el escalafón social más bajo (La comedia de la vida, Luna nueva o La reina de Nueva York). Con lo cual no extraña su perfecta radiografía en Ángeles sobre Broadway y para mí su mayor valor de cuatro personajes perdedores. Cuatro personajes que en una noche viven juntos una experiencia que les hace ver que aunque no pierden nada porque se encuentran en lo más bajo pueden en un momento dado unirse y aportar algo bueno en una vida gris y despiadada. 

Así nos encontramos de frente con un aprendiz de gángster que piensa que de todo tiene que sacar tajada y se descoloca cuando descubre que se pueden hacer acciones sin esperar nada a cambio. Con un apocado suicida que ya no ve sentido a la vida  y de pronto se encuentra con la ayuda de desconocidos más desesperados que él. Con un dramaturgo fracasado y alcohólico pero que siempre está creando y creyendo en las personas que le rodean. Y, con una joven bailarina sin trabajo que va dando tumbos por la vida y que se vende por muy poco. 

Estos cuatro personajes maravillosos son recreados por cuatro grandes actores que dejan unas interpretaciones sinceras y creíbles. Inolvidables. El aprendiz, duro y chulo como él solo, pero en el fondo vulnerable y con muchas ganas de que alguien crea en él tiene el rostro de Douglas Fairbanks Jr que podría haber sido un actor de carácter pero otras prioridades le alejaron intermitentemente de la pantalla. La ingenua y perdida bailarina que sueña cada día por un papel y por sobrevivir lo clava una principiante, que pronto se convertiría en leyenda y en sex symbol, Rita Hayworth. El dramaturgo alcohólico nos lo regala un secundario de oro –siempre brillante y que sería bueno reivindicarle una y otra vez porque tan sólo es recordado muchas veces como el padre de Scarlet O’Hara–, el gran Thomas Mitchell que nos regala una interpretación grande. Y, el suicida tiene el rostro anodino pero genial de otro secundario de oro John Qualen (¿le recuerdan como confundido reo hacia la muerte y pieza de intereses y poderes en Luna Nueva?). Todos estos personajes se unen para protagonizar una estafa a unos matones y gángsters de la que de alguna manera salen ganando…, una noche mágica en la que todos descubren algo. Sin darse cuenta protagonizan un cuento de perdedores con un final se puede decir que feliz. 

Otra pequeña gran película para disfrutar.

Frank Sinatra

¿Qué decir de La voz? Como os comenté ayer hace diez años que murió pero sigue emocionando cada vez que se recupera alguna grabación con aquellas canciones a las que devolvió popularidad y siguieron siendo leyenda. Además, no sólo fue popular en el mundo de la canción. Tuvo una vinculación muy estrecha con Hollywood dejando interpretaciones intensas y no se limitó al cine musical. 

La figura de Frank Sinatra está llena de complejidades que no hacen sino alimentar una y otra vez su leyenda. Él era todo un personaje. Sus amores tempestuosos con mujeres tan distintas como una bella Ava Gadner o una joven Mia Farrow. Sus siempre polémicas relaciones con la Mafia (no olvidemos que inspiró varias escenas en la primera parte de esa inolvidable trilogía de El padrino). Su implicación en el ascenso político del popular John F. Kennedy. Su liderazgo en ese peculiar grupo de amigos de cantantes, actores y actrices de Hollywood que se hicieron conocer como los Rat Pack…, ¿interesante, verdad? Desde los años cuarenta donde debutó como actor en el cine tuvo una trayectoria irregular pero con algunas películas inolvidables y tremendamente populares que le hicieron ingresar con derecho propio en ese Olimpo particular de actores míticos. Su carrera fue imparable hasta los años ochenta aunque he de confesar que desconozco absolutamente su filmografía de los setenta y los ochenta. 

No podía ser de otra manera: su debú fue en el glorioso cine musical de los estudios de la Metro Goldwyn Mayer. Y se hizo un hueco en los corazones de los espectadores en dos clásicos del género Levando anclas (1945) y en la innovadora Un día en Nueva York (1949). Pero el joven cantante tenía más ambiciones en el mundo del cine. No quería limitarse a este género y varias veces sorprendió en papeles de tipo duro y complejo en grandes películas, muchas de ellas, quizá ahora, un tanto olvidadas. Sorprendió a todos en papel dramático y secundario de soldado de origen italiano que apoya a otro al que hacen la vida imposible. Se especializó en papel de tío duro con corazón que lleva hasta extremos inimaginables sus ansias de libertad. (Tampoco lo hizo mal en sus recreaciones de tipos simpáticos y caraduras). El papel que le supuso reconocimiento como actor fue en el melodrama bélico por excelencia: De aquí a la eternidad (1953). Todos le creímos como tipo duro y asesino en película menor: De repente (1954). Pero a mí me cautivó en película de temática interesante para aquellos tiempos y resuelta de manera inteligente en la magnífica El hombre del brazo de oro (Sinatra borda el papel de drogodependiente perdedor) en 1955. Por cierto, no recuerdo su intervención, y la he visto, en otro popular melodrama de época No serás un extraño donde acompañaba a Robert Mitchum y una rubia Olivia de Havilland. 

Sin embargo, continuaba con sus contribuciones al musical. Así deleita en ese original musical como jugador caradura pero con mucho encanto en Ellos y ellas (1955) o se metió de lleno en ese musical remake de Historias de Filadelfia, la fallida Alta sociedad. Jugó al amor en Pal Joey con dos bellezas como Rita Hayworth o Kim Novak (1957).  Y se la pegó con ese disparate histórico de la guerra de la independencia española que se llama Orgullo y pasión en ese mismo año: ¿quién se cree a un Sinatra vestido de español? Divertida por sus desatinos, por el viaje imposible que realiza el cañón a través de una España llena de tópicos y por las interpretaciones exageradas… 

Entonces, Frank Sinatra volvió a ser grande en melodrama maravilloso y triste de Minnelli. Sus papeles de perdedor los bordaba y así, grande, se muestra en esa joya que se llama Como un torrente, 1958, en su papel de escritor fracasado y perdido en su ciudad natal. Sin éxito interviene en película anticuada del gran Capra, Millonario de ilusiones, al año siguiente que pasa sin pena ni gloria. Alcanza popularidad y diversión en esa historia de amigos con morro que deciden desvalijar casinos en ese divertimento que se llama La cuadrilla de los once (1960) y que es una de las muestras de lo bien que lo pasaban los miembros del Rat Pack (ahora, también se han unido varios amigos para realizar remakes exitosos, ¿alguien se ha aburrido con Ocean Eleven’s?) Y ese mismo año se la volvió a pegar protagonizando uno de los musicales más aburridos que he visto (me lo compré en vhs, lo vi en el momento y no he vuelto a verlo), Can can. Y, de nuevo, un cine fuera del género musical le rescató en la muy interesante y olvidada primera versión de El mensajero del miedo.  Y, a partir, de aquí le perdí la pista como actor de cine…, siento la laguna. ¿Alguien duda de elevarle a ese Olimpo de actores leyenda? 

Un beso a todos (les cuento que hoy estoy un tanto nostálgica –supongo lo notarían ayer– porque cumplo un año más y a pesar de que les comenté al principio de este blog que me volví inmortal, también nos pesan los años y el tiempo)

De canciones románticas

Aprovechando que estoy nostálgica perdida y también por qué no romanticota empedernida, hildy, os deja la letra de una canción que han cantando un montón de maravillosos intérpretes y entre ellos como no Frank Sinatra, mañana hace diez años que nos dejó y habrá que dedicarle post. Ahora dejo canción de George & Ira Gershwin:

THEY CAN’T TAKE THAT AWAY FROM ME

There are many many crazy things
That will keep me loving you
And with your permission
May I list a few
The way you wear your hat
The way you sip your tea
The memory of all that
No they can’t take that away from me

The way your smile just beams
The way you sing off key
The way you haunt my dreams
No they can’t take that away from me

We may never never meet again, on that bumpy road to love
But I’ll always, always keep the memory of

The way you hold your knife
The way we danced till three
The way you changed my life
No they can’t take that away from me

¿Por qué que no son sino las cosas cotidianas las que nos pueden mantener enamorados? Como coges el cuchillo, como sonríes, como te pones el sombrero…, esas esas cosas son las que cambian mi vida.

Y la cantan en películas de los años treinta (sí, en las de Fred Astaire) o la cantan en el siglo XXI, incluso Kenneth Branagh adaptó la obra de William Shakespeare Trabajos de amor perdidos, la pasó a los años treinta, la convirtió en musical, y cómo no salía esta canción.

François Truffaut de Robert Ingram/Paul Duncan (Ed.) (Taschen, 2008)

En esos paseos que me doy a veces por librerías o secciones de libros, me encontré con este pequeño libro del realizador francés Truffaut. Y merece la pena. Cuenta con un pequeño texto interesante y bien escrito sobre la vida y filmografía del director. Y sobre todo acompañado de fotogramas y fotografías personales de Truffaut que dan un valor añadido al libro. 

De todas las fotografías me paré en seco en una. Y no sé por qué pero llamó poderosamente mi atención. La fotografía en blanco y negro es del rodaje de Las dos inglesas y el amor en 1971. En ella sale un primer plano de Jean Pierre Léaud sentado en una mesa mirando al objetivo (o al espectador de la fotografía, en este caso a mí) partiéndose de risa. Una risa preciosa. Detrás de él, de pie, se encuentra Truffaut, también mirando y riéndose muchísimo. Es como si la cámara hubiera captado un momento feliz de ambos. Y, la verdad, me ha encantado. 

Además el libro también está adornado con numerosas citas del director francés sobre el cine y la vida. 

De verdad, es un pequeño regalo lindo (y a buen precio, me costó 6 euros y un pico que ahora no recuerdo).

Las señoritas de Rochefort (Les demoiselles de Rochefort, 1967) de Jacques Demy

El cine es maravilloso porque nunca deja de departir sorpresas agradables. Ayer me trasladé a Rochefort, una ciudad francesa de provincias donde entré en contacto con las hermanas mellizas Delphine y Solange Garnier y viví con ellas un fin de semana de cuento. Porque eso es Las señoritas de Rochefort un cuento moderno de los años sesenta y un sentido homenaje a los grandes musicales de Hollywood. 

El peculiar director francés Jacques Demy, que ya había triunfado tres años antes con Los paraguas de Cherburgo (una película cantada donde se narra una triste historia de amor y guerra), vuelve a concebir un musical lleno de vitalidad y alegría…, porque como quería Demy, el espectador debía salir de la sala un poco más feliz que cuando entró. 

Las señoritas de Rochefort es absolutamente irreal y su ambientación, su vestuario, el uso del color, de los decorados, su estética plena de los sesenta y la exquisita coreografía así como la elección de una banda sonora y de unas canciones mágicas de la mano del compositor y cantante Michel Legrand ayudan a crear una atmósfera fuera de lo real. Todo es una ficción sencilla y amable. 

Nos encontramos ante un musical extraño y envolvente. Lleno de personajes cotidianos, estrambóticos y divertidos que conducen a las hermanas por su sueño de alcanzar el amor ideal, además, de encontrar un camino para dar rienda suelta a su talento en la música y la danza. Todo transcurre en un fin de semana festivo en la localidad donde la tranquilidad del lugar se ve alterada por la llegada de unos alegres feriantes, antes de que las hermanas prueben suerte en París. En un mundo colorista sólo se da importancia al amor en todas sus facetas. 

Las señoritas de Rochefort depara múltiples sorpresas en el reparto. Lo primero a destacar son las actrices elegidas para dar vida a las alegres hermanas Garnier. Las Garnier tienen el rostro de dos actrices hermanas también en la vida real y ya muy importantes y populares como rostros del mejor cine francés: Catherine Deneuve y Françoise Dorléac. La química entre ambas es encantadora. Las dos están hermosas, divertidas, despreocupadas, vitales y jóvenes. En toda esta película de color y fantasía no se presagiaba que sería la última vez que aparecerían juntas y felices. A los pocos meses, Dorléac murió en un trágico accidente automovilístico. Algo que marcó profundamente a su hermana Deneuve. 

Como homenaje al cine musical de Hollywood no podían faltar representantes de este cine glorioso (especialmente el de los años cincuenta en la Metro Goldwyn Mayer). Así la película da un papel estelar y romántico de compositor maduro y atractivo al gran Gene Kelly, que como no podía ser de otra manera está entre magnífico e irreal como siempre. El famoso coreógrafo y actor americano homenajea con su aparición y sus bailes a clásicos maravillosos como Un día en Nueva York o Un americano en París. Los feriantes protagonistas, el jefe y el socio, son dos jóvenes despreocupados y libres que siempre fracasan en el amor y siempre son abandonados por las damas a las que quieren… pero que nunca pierden su sonrisa y sus ganas de aventura. Demy aprovecha el éxito de un George Chakiris (que siempre será recordado y que alcanzó popularidad internacional por su éxito como Bernardo en la maravillosa West Side Story. A mí me enamoró más Bernardo que Tony o Riff) y elige al coreógrafo y bailarín norteamericano Grover Dale. 

Por último, también, en el apartado de actores franceses, nos encontramos con la encantadora madre soltera de las hermanas mellizas que tiene el rostro de la actriz de cine clásico francés Danielle Darrieux (parece ser que es la única en toda la película que canta con su voz original). La Deneuve y Darrieux volverían a ser una hija y una madre muy diferentes en otro original musical en el 2002, 8 mujeres. Darrieux es encantadora como esa madre que no sale nunca de su bar y que charla con cada uno de los protagonistas en un único escenario…, sólo sale en busca de un amor que perdió hace unos diez años por un motivo estúpido. Otra grata sorpresa es el encantador personaje de otro peso pesado del cine francés, Michel Piccoli, maravilloso, tímido y elegante como hombre que abre una deliciosa tienda de música para reencontrarse con los recuerdos de un amor frustrado. Y, por último, el marinero poeta y pintor que busca el ideal femenino con el rostro de un joven rubio platino, Jacques Perrin (que alcanzaría éxito internacional por su emotivo papel en esa joya que se llama Cinema Paradiso). 

Las señoritas de Rochefort hay que mirarla con ojos sin prejuicios y dispuestos a disfrutar de un espectáculo de luz, color, baile, buenas canciones y con ganas de tener alegría de vivir. Sin complicaciones. Con ganas de disfrutar de un cuento feliz y moderno.