Noches blancas (Le notti bianche, 1957) de Luchino Visconti

Hay películas rodeadas de un halo de poesía e irrealidad que las hace mágicas, grandes. Y eso ocurre con Noches blancas, la personal adaptación del cineasta Luchino Visconti (el aristócrata rojo) de la novela corta del ruso Fedor Dostoievski. 

Noches blancas es un cuento precioso y maravilloso que recoge el momento culminante y feliz de un oficinista gris de vida solitaria y monótona, Mario (extraordinario, sensible, bello, grande…, y no me canso de adjetivos para hablar de la interpretación magistral de ese gran actor que se llama Marcello Mastroianni. Él es el rey de la película). 

Noches blancas tiene un ambiente absolutamente de irrealidad, sabemos y se nota, que es una película de estudio…, pero se crea un mundo tan poético, tan mágico, con una sensible fotografía en blanco y negro y un aire fantástico que produce mil sensaciones y sentimientos en cada una de las secuencias. Un ambiente de cuento pero sin obviar lo triste, lo decadente, los ambientes más pobres, los rostros que nadie mira… 

De pronto, nos vemos involucrados en una sencilla historia de un oficinista solitario y gris que vive en una pensión (dios, qué casera, qué personaje) que una noche en un puente se encuentra con una frágil joven rubia que llora. Ambos entablan una relación tímida e inocente durante cuatro noches y crean una ilusión de futuro, juntos. La joven rubia es toda inocencia, con una inestabilidad sentimental enfermiza, tan pronto llora como ríe y disfruta de la vida. Toda dulzura se convierte en una ilusión de felicidad para Mario, que ve en ella la culminación de una vida plena. Ella es Natalia (mágica Maria Schell…, tan pronto pasa de la risa al llanto con un encanto especial e irreal) 

Natalia es una mujer enamorada. Le cuenta a su nuevo amigo que durante todo un año, a la misma hora, en el mismo lugar, espera a su amor que la prometió volver. Su amor es el misterioso inquilino (el atractivo actor francés Jean Marais). Y, Mario la acompaña y cree que, quizá, si el inquilino no vuelve, ella pueda amarle con la misma intensidad, sin pedir explicaciones. 

Noches blancas lo tiene todo. Unos secundarios perfectos (la casera de la pensión, la abuela, la amiga de la abuela, el inquilino, la prostituta…), una escenografía y fotografía en blanco y negro que transportan a otro mundo (director de fotografía, Giuseppe Rotunno), una música que todo lo envuelve (no podía ser otro que Nino Rota), unas secuencias inolvidables (¡¡¡Dios, dónde encontró los rostros de la escena del baile!!!¡¡¡Cuánta sensualidad!!!)…, y por supuesto un Marcello Mastroianni al que se le eleva sin dificultad al Olimpo de los actores inolvidables.

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