Henry Fonda. El héroe infeliz de José de Diego (T&B Editores, 2005)

De vez en cuando me gusta leer una buena biografía de algún profesional del cine al que me apetece acercarme. Esta vez le ha tocado el turno a Henry Fonda, la editorial T&B tiene una buena colección de biografías de actores y directores de cine cuidadas en su edición y con imágenes gráficas. 

La biografía de José de Diego sobre Henry Fonda te acerca al artista y su obra y, también, sabe dar pinceladas sobre el hombre privado. Una de las virtudes de estos libros, que me encanta, es descubrir la conexión del artista con otros compañeros de la época. 

Por ejemplo, había tres conexiones que ya conocía y aquí están algo más desarrolladas aunque, más o menos, ya estaba documentada o tenía conocimiento a través de otros libros de otros compañeros: su amistad desde la juventud hasta su muerte con el actor James Stewart. Su amor desgraciado, y que el autor deja intuir que le influyó para toda su vida y el resto de sus relaciones, con la encantadora y difícil Margaret Sullavan (inolvidable y para mi en el altar del Olimpo por su interpretación en esa pequeña joya que se llama El bazar de las sorpresas). Y su larga relación profesional y de amistad, que terminó malográndose durante el rodaje de Escala en Hawai, con el director John Ford. Sin embargo, fruto de esa relación surgieron papeles inmortales que le dejarán siempre en un puesto alto en el Olimpo de los actores. 

Otros aspectos interesantes de esta biografía, a parte de un estudio minucioso de cada uno de sus trabajos cinematográficos, es que refleja su verdadera y gran pasión que era ni más ni menos que subirse a los escenarios de teatro. Me llamó mucho la atención que la responsable de que le picara el gusanillo del escenario fue ni más ni menos que la madre de Marlon Brando (Dorothy) que estaba en una compañía amateur.  

También, en sus correrías juveniles tuvo una pequeñísima aventura con una joven aspirante a actriz, que años más tarde sería la gran diva Bette Davis (con la que compartiría créditos, por ejemplo, en un melodrama de dama sureña, por excelencia, Jezabel). Así también descubrimos a un hombre que se sintió poco valorado dentro de la industria del cine y obligado a participar en películas que ni le iban ni venían, sobre todo, al tener un contrato de larga duración en el estudio de la Warner. Fonda no tuvo buenas relaciones con su productor Zanuck. 

Aún así logró papeles, de vez en cuando, que él valoraba y de los que se sentía muy orgulloso y que de alguna manera cimentaron su imagen pública. También, leo con agrado, que en los años que peor se sentía bajo el yugo de la gran productora que le tenía contratado, alguno de sus mejores momentos profesionales los pasó junto a otra compañera de reparto con la que tuvo una química especial de trabajo y en el terreno de la comedia: la gran Barbara Stanwyck. Uno de sus rodajes mejor recordados fue en esa maravillosa comedia (no pierdan la oportunidad de verla) de Preston Sturges, Las tres noches de Eva. Ambos estaban maravillosos, él como millonario tímido y torpe y ella como chica de mundo y estafadora con encanto.Para mí Henry Fonda se oculta bajo varios rostros que para mí le convierten en actor inolvidable –y este libro da la oportunidad de conocer los sentimientos del autor respecto estas obras, los rodajes y su relación con otros compañeros–. Para mí Fonda es Sólo se vive una vez, Las uvas de la ira, Pasión de los fuertes, Doce hombres sin piedad o su canto de cisne, El estanque dorado.Pero también hay otras películas que le descubren en todas sus facetas, algunas de ellas no muy bien recordadas por el actor, como Jezabel, Seis destinos, El joven Lincoln , Ocho mujeres y un crimen, Tierra de audaces, La venganza de Frank James, Guerra y paz, Tempestad sobre Washington o Hasta que llegó su hora. 

Del hombre privado, me llamó la atención, aunque se intuye en su rostro, su gran hermetismo y seriedad. En el amor no encontró la felicidad y sus dos primeras esposas terminaron con sus vidas (se casó tres veces más). La relación con sus hijos Jane y Peter (fruto de su segundo matrimonio) nunca fue buena. En este libro nos descubre a Jane y Peter de niños y adolescentes, ambos muy complicados por la relación que mantuvieron con sus padres. El mejor refugio de Fonda era el trabajo en el cine y el teatro. 

A Henry Fonda, a veces, le pesaba su rol de héroe americano, de hombre honesto. Sin embargo, a pesar de los pesares, a pesar de que, quizá, a veces no logró la felicidad o la vida que le hubiera gustado, fue un hombre enamorado de su trabajo (cuando le ofrecían buenos papeles) y fiel hasta el final –en pantalla o en los escenarios en los que tanto disfrutaba– que el espectáculo debe continuar. 

José de Diego logra que te llame la atención acercarse al actor, al hombre y sobre todo conseguir volver a ver o descubrir obras cinematográficas que contaron con la presencia del actor con mirada intensa.

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