Frank Sinatra

¿Qué decir de La voz? Como os comenté ayer hace diez años que murió pero sigue emocionando cada vez que se recupera alguna grabación con aquellas canciones a las que devolvió popularidad y siguieron siendo leyenda. Además, no sólo fue popular en el mundo de la canción. Tuvo una vinculación muy estrecha con Hollywood dejando interpretaciones intensas y no se limitó al cine musical. 

La figura de Frank Sinatra está llena de complejidades que no hacen sino alimentar una y otra vez su leyenda. Él era todo un personaje. Sus amores tempestuosos con mujeres tan distintas como una bella Ava Gadner o una joven Mia Farrow. Sus siempre polémicas relaciones con la Mafia (no olvidemos que inspiró varias escenas en la primera parte de esa inolvidable trilogía de El padrino). Su implicación en el ascenso político del popular John F. Kennedy. Su liderazgo en ese peculiar grupo de amigos de cantantes, actores y actrices de Hollywood que se hicieron conocer como los Rat Pack…, ¿interesante, verdad? Desde los años cuarenta donde debutó como actor en el cine tuvo una trayectoria irregular pero con algunas películas inolvidables y tremendamente populares que le hicieron ingresar con derecho propio en ese Olimpo particular de actores míticos. Su carrera fue imparable hasta los años ochenta aunque he de confesar que desconozco absolutamente su filmografía de los setenta y los ochenta. 

No podía ser de otra manera: su debú fue en el glorioso cine musical de los estudios de la Metro Goldwyn Mayer. Y se hizo un hueco en los corazones de los espectadores en dos clásicos del género Levando anclas (1945) y en la innovadora Un día en Nueva York (1949). Pero el joven cantante tenía más ambiciones en el mundo del cine. No quería limitarse a este género y varias veces sorprendió en papeles de tipo duro y complejo en grandes películas, muchas de ellas, quizá ahora, un tanto olvidadas. Sorprendió a todos en papel dramático y secundario de soldado de origen italiano que apoya a otro al que hacen la vida imposible. Se especializó en papel de tío duro con corazón que lleva hasta extremos inimaginables sus ansias de libertad. (Tampoco lo hizo mal en sus recreaciones de tipos simpáticos y caraduras). El papel que le supuso reconocimiento como actor fue en el melodrama bélico por excelencia: De aquí a la eternidad (1953). Todos le creímos como tipo duro y asesino en película menor: De repente (1954). Pero a mí me cautivó en película de temática interesante para aquellos tiempos y resuelta de manera inteligente en la magnífica El hombre del brazo de oro (Sinatra borda el papel de drogodependiente perdedor) en 1955. Por cierto, no recuerdo su intervención, y la he visto, en otro popular melodrama de época No serás un extraño donde acompañaba a Robert Mitchum y una rubia Olivia de Havilland. 

Sin embargo, continuaba con sus contribuciones al musical. Así deleita en ese original musical como jugador caradura pero con mucho encanto en Ellos y ellas (1955) o se metió de lleno en ese musical remake de Historias de Filadelfia, la fallida Alta sociedad. Jugó al amor en Pal Joey con dos bellezas como Rita Hayworth o Kim Novak (1957).  Y se la pegó con ese disparate histórico de la guerra de la independencia española que se llama Orgullo y pasión en ese mismo año: ¿quién se cree a un Sinatra vestido de español? Divertida por sus desatinos, por el viaje imposible que realiza el cañón a través de una España llena de tópicos y por las interpretaciones exageradas… 

Entonces, Frank Sinatra volvió a ser grande en melodrama maravilloso y triste de Minnelli. Sus papeles de perdedor los bordaba y así, grande, se muestra en esa joya que se llama Como un torrente, 1958, en su papel de escritor fracasado y perdido en su ciudad natal. Sin éxito interviene en película anticuada del gran Capra, Millonario de ilusiones, al año siguiente que pasa sin pena ni gloria. Alcanza popularidad y diversión en esa historia de amigos con morro que deciden desvalijar casinos en ese divertimento que se llama La cuadrilla de los once (1960) y que es una de las muestras de lo bien que lo pasaban los miembros del Rat Pack (ahora, también se han unido varios amigos para realizar remakes exitosos, ¿alguien se ha aburrido con Ocean Eleven’s?) Y ese mismo año se la volvió a pegar protagonizando uno de los musicales más aburridos que he visto (me lo compré en vhs, lo vi en el momento y no he vuelto a verlo), Can can. Y, de nuevo, un cine fuera del género musical le rescató en la muy interesante y olvidada primera versión de El mensajero del miedo.  Y, a partir, de aquí le perdí la pista como actor de cine…, siento la laguna. ¿Alguien duda de elevarle a ese Olimpo de actores leyenda? 

Un beso a todos (les cuento que hoy estoy un tanto nostálgica –supongo lo notarían ayer– porque cumplo un año más y a pesar de que les comenté al principio de este blog que me volví inmortal, también nos pesan los años y el tiempo)

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